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jueves, 27 de septiembre de 2018

Más reflexiones sobre la destitución del Papa (Christopher A. Ferrara)



Aunque la cuestión debería haber quedado aclarada tras una detenida lectura de mi artículo sobre si la Iglesia puede defenderse, y cómo, de los ataques de un pontifice   descarriado  como el actual, a fin de evitar malentendidos sobre mi postura por parte de comentaristas poco íntegros, me ha parecido oportuno destacar los siguientes puntos:
1. Los autores teológicos no sostienen, ni yo tampoco, que un papa válidamente elegido pueda ser destituido simplemente por ser indigno, como sucedió con Benedicto IX, calificado por la Enciclopedia católica de «calamidad para la silla de San Pedro». Los papas no se someten a votos de censura.
Por el contrario, los autores que tratan el tema (como Cayetano) hablan de tres casos: (1) un pontífice que claramente haya sido elegido de forma inválida, y sea por tanto antipapa; (2) un papa que suscite dudas en cuanto a su   idoneidad para el cargo, y haga necesario resolver la cuestión a como dé lugar, y (3) un papa que incurra en herejía formal y pierda por consiguiente el cargo, como ha señalado el propio cardenal Burke   .
2. En la historia de la Iglesia abundan ejemplos de los dos primeros casos, que al final fueron resueltos en sínodos o concilios que declararon depuesto al antipapa y optaron por un pontífice concreto como el verdadero. Pero ni siquiera en este caso el resultado está siempre meridianamente claro. Por ejemplo, Silvestre III figura en el elenco de los papas (ocupando el puesto 146) a pesar de que el sínodo de Sutri lo depuso y hay muchos historiadores que consideran que usurpó el solio pontificio.
Del mismo modo, Benedicto IX también fue depuesto en Sutri (por haber dimitido en 1045 sobornado por su padrino, que le sucedió como pontífice), y a pesar de ello volvió a reinar en dos ocasiones (la primera en 1045, al retractarse de su dimisión, y una vez más de 1047 a 1048). Por eso, aparece enumerado al mismo tiempo como el pontífice número 147 y como el 150. En una nota a pie de página a su elenco de papas, la Enciclopedia católica explica: «Aparece tres veces en la lista porque en dos ocasiones fue depuesto y reinstaurado en el trono». Por esa razón Francisco es el pontífice número 266 y no el 264.
3. Por lo que respecta al papa que incurre en herejía, no se ha dado en la Historia ningún caso de destitución. Lo más parecido es el anatema póstumo de Honorio I por haber participado en la promoción de la herejía monotelista. Ahora bien, la falta de ejemplos históricos no significa que en caso de que un papa profese una herejía formal no pueda ser destituido o que la Iglesia, por medio de un sínodo, un concilio imperfecto o una asamblea de cardenales no pueda declarar que él mismo se ha provocado la pérdida del cargo, como han sostenido los autores teológicos. Basado en esta permisible opinión teológica, el cardenal Burke (que no acusa a Francisco de herejía) lo explica de la siguiente manera:
CWR: Volvamos a la cuestión del papa hereje. ¿Qué pasa si el Sumo Pontífice incurre en herejía y deja de ser papa? ¿Se reúne un nuevo cónclave? ¿Quién está al mando de la Iglesia? ¿O ni siquiera queremos ponernos a dilucidarlo?
Cardenal Burke:  Existen normas disciplinarias para cuando un pontífice cesa en su cargo, como cuando dimitió Benedicto XVI. Mientras estuvo vacante la sede entre la fecha efectiva de su abdicación y la entronización de Francisco la Iglesia no dejó de estar gobernada.
CWR: ¿Quién tiene competencia para declararlo hereje?
Cardenal Burke: Tendrían que hacerlo los miembros del colegio cardenalicio.
Por último, los cardenales podrían publicar la corrección formal hace tiempo prometida por monseñor Burke condenando los errores de Francisco, incluido su intento de dejar sin efecto las enseñanzas de Benedicto XVI, Juan Pablo II y sus predecesores, y volver a la de Nuestro Señor sobre la imposibilidad de recibir la Sagrada Comunión en ninguna circunstancia los divorciados vueltos a casar, ya que viven en adulterio. Y también eliminando la francamente desastrosa introducción por parte de Francisco de una especie de moral de situación en la vida de la Iglesia con casos complejos exentos de que se les apliquen preceptos del derecho divino y natural, que no admiten excepciones.
Como mínimo, la corrección anularía el bergoglismo aunque Francisco siguiera siendo papa, y repito, debemos considerarlo tal a menos que la Iglesia (en la manera indicada por Burke) declare algún día otra cosa. Algo que teológicamente no es imposible por extraordinario que sea.
Eso sí, en ningún caso puede la jerarquía quedarse cruzada de brazos y no resistir el incansable empeño de este papa en imponer a la Iglesia sus erróneas opiniones.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)
Christopher A. Ferrara