BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



lunes, 16 de mayo de 2016

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (1 de 9)


Ya conocemos lo que dijo el Papa en la rueda de Prensa en su vuelta de Lesbos a Roma cuando fue preguntado acerca de si había cambiado algo en la Iglesia con la Amoris Laetitia. Francisco remitió al cardenal Schönborn que, según él, es un destacado teólogo. Aquí están la conversación y el vídeo correspondiente:

 Duración: 49 segundos

Durante su vuelo de Lesbos a Roma, Francisco responde a la pregunta sobre si Amoris Laetitia cambia algo para los adúlteros que no pueden recibir la comunión"Podría decir 'sí' y punto. Pero ésta sería una respuesta demasiado corta. Recomiendo a todos leer la presentación hecha por el cardenal Schönborn, que es un gran teólogo. Él es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y está familiarizado con la doctrina de la Iglesia. En su presentación su pregunta encontrará una respuesta". Schönborn es el pro-homosexual y pro-divorcio cardenal de Viena.

A continuación podemos leer el documento del cardenal Schonbörn al que elpapa Francisco dice que hay que remitirse para interpretar correctamente la Amoris Laetitia. Ese documento hay que leerlo, pues, como escrito por el propio Francisco quien, lógicamente, no va a desdecirse de sus propias palabras. Puesto que lo acompañaré  de algunos comentarios personales, este post constará de varias entradas hasta completar todos los comentarios pertinentes de dicho documento. Mis opiniones van entre corchetes y en color azulado.
------------------------------------------------------------------------------------------------
La tarde del 13 de marzo de 2013, las primeras palabras que el Papa recién elegido, Francisco, dirigió a las personas en la plaza de San Pedro y a todo el mundo fueron: “Buenas tardes". Tan sencillos como este saludo son el lenguaje y el estilo del nuevo texto del Papa Francisco. La Exhortación no es tan breve como este simple saludo, pero sí tan realista. En estas 200 páginas el Papa Francisco habla de "amor en la familia" y lo hace de una forma tan concreta y tan sencilla, con palabras que calientan el corazón como las de aquel buenas tardes del 13 de marzo de 2013. Este es su estilo, y él espera que se hable de las cosas de la vida de la manera más concreta posible, sobre todo si se trata de la familia, de una de las realidades más elementales de la vida.
Para decirlo ya de antemano: los documentos de la Iglesia, a menudo, no pertenecen a un género literario de los más asequibles. Este texto del Papa es legible. Y el que no se deje asustar por su longitud encontrará alegría en la concreción y el realismo de este documento. El Papa Francisco habla de las familias con una claridad que pocas veces se encuentra en los documentos del magisterio de la Iglesia.

 [Yo no diría que es tan legible, la verdad. En primer lugar, son 264 páginas; en segundo lugar no se aprecia un rigor lógico en su lectura, saltando de unos puntos a otros que vienen a decir lo mismo; tiene, además, inmensidad de citas (casi todas suyas), con la particularidad de que, por una parte, las citas de santo Tomás de Aquino están tergiversadas, lo que no es honesto; y, por otra, las citas de la Lumen Gentium y de la Gaudium et Spes están incompletas, de modo que lo que él dice no coincide con lo que dicen esas citas … si se lee todo el párrafo al que alude y no sólo una parte. 

Sinceramente, prefiero leer la Humani Generis y la Mystici Corporis Christi, ambas encíclicas de Pío XII, que son muy clarividentes y no son tochos … de manera que eso que dice Schönborn de los géneros literarios es bastante subjetivo, y máxime en este caso concreto. Por cierto, el proceso de beatificación de Pío XII parece que se ha archivado, no habiendo motivos para ello, pese a lo que diga Francisco. Léase aquí lo que opina Fray Gerundio al respecto)]


Antes de entrar en el texto, me gustaría decir, de una manera muy personal, el por qué lo he leído con alegría, con gratitud y, siempre, con gran emoción. En la enseñanza eclesial sobre el matrimonio y la familia a menudo hay una tendencia, tal vez inconsciente, a abordar, con dos enfoques, estas dos realidades de la vida. Por un lado están los matrimonios y las familias “normales", que obedecen a la regla, en los que todo está "bien” y está "en orden", y luego están las situaciones "irregulares" que plantean un problema. Ya el mismo término "irregular" sugiere que hay una clara distinción.

Por lo tanto, el que se encuentra en el lado de los "irregulares" tiene que dar por sentado que los "regulares" están en la otra parte. Sé personalmente, debido a mi propia familia, lo difícil que es esto para los que vienen de una familia “patchwork”. En estas situaciones las enseñanzas de la Iglesia pueden hacer daño, pueden dar la sensación de estar excluidos.

[Bueno, no pienso que sea tan grave el llamarle a las cosas por su nombre. Del que está casado se puede decir que su situación es la de estar casado; y esta situación es diferente de aquella de los que no están casados. Un hombre es un hombre y una mujer es una mujer.  Una cosa es ser un hombre y otra ser una mujer. El que exista esta diferencia no es para rasgarse las vestiduras;  es lo más normal del mundo; y no tiene por qué plantear ningún problema ... en principio … a menos que queramos fabricar nosotros la realidad la cual sería distinta para cada persona: no existen verdades objetivas. No se puede estar seguro de nada excepto de que no se puede estar seguro de nada (contradicción). Así se explica, por ejemplo, el tema, tan extraño, que se está dando hoy día acerca de la transexualidad. Según te sientas eso eres; lo que es una gran mentira, a todas luces. Se es lo que se es. ¿Por qué es tan problemático aceptar la realidad tal y como ésta es?
Pues bien: En el caso del matrimonio se llama “irregular” a aquella situación en la que uno de los cónyuges le es infiel al otro y vive en adulterio. Tanto la infidelidad como el adulterio son situaciones objetivas que expresan una realidad, algo que ocurre, algo que está ahí; y son de tal calibre que, según el Evangelio, quienes actúan de ese modo se encuentran en una situación de pecado mortal, a la que ahora se le llama “irregular”. Pero, se le llame como se le llame, es una situación diferente a la de aquellos cónyuges que se esfuerzan en ser fieles y en cultivar su unión, a lo que ahora se le llama situación “regular”. 

¿Cómo se puede pretender que sea lo mismo una cosa que otra? ¿Cómo se puede admitir, en buena lógica, que todos los colores son el mismo color y no se diferencian en nada? ¿Cómo admitir que es igual estar en gracia que no estarlo? El que está en pecado no puede estar, al mismo tiempo, en gracia. El pecado y la gracia son incompatibles. El pecado es el rechazo de Dios y de sus leyes y la gracia conlleva el amor de Dios y de su voluntad. Imposible amar a Dios y, simultáneamente, odiarlo. Son situaciones diferentes. En términos "actuales": las situaciones "irregulares" no se pueden considerar igual que las situaciones "regulares", por la sencilla razón de que no lo son. Es pura evidencia.

El vínculo que se crea entre un hombre y una mujer, unidos en  matrimonio, ciertamente es indisoluble, por voluntad divina: “Lo que Dios ha unido no puede separarlo el hombre” (Mt 19, 6). Esto es indiscutible ... y es así porque así lo ha hecho Dios. 

Ahora bien: Dios nunca pide imposibles, no pide nunca nada al hombre o a la mujer que éstos no puedan llevar a cabo. De hacerlo, sería un Dios injusto ... y no es el caso, precisamente: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10,13).

No existe ningún matrimonio que no pase por situaciones críticas; a veces, de una enorme dificultad … y es entonces, precisamente entonces, cuando más ayuda necesitan (ambos) para reforzar su fidelidad. Son situaciones en las que el verdadero amor, que siempre es un amor crucificado, sale reforzado. 

Como digo, todos –cada uno a su manera- pasan por esas situaciones difíciles … y no una sino muchas veces, a lo largo de su vida matrimonial.  El superar esas pruebas es un ideal, por supuesto, pero no es un ideal que sólo unos pocos privilegiados pueden llevar a cabo. Eso es falso de toda falsedad

En el matrimonio cristiano Dios concede la gracia de estado a los esposos para que sean capaces de superar todos los obstáculos que se encuentren en su camino, siempre que actúen en conformidad con la Ley de Dios ... y la ley de Dios es la Ley de la caridad. Vivir conforme a esa Ley no es ser un cristiano "rígido" y sin corazón, que se apega a las normas. Eso es un engaño ... y es que hay que especificar a qué Ley nos estamos refiriendo.

La Ley del Antiguo Testamento, interpretada por los fariseos como una serie de normas auténticamente rígidas, le llevó a Jesús a hablarles con dureza, porque "el sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2, 27). 

En la Ley del Nuevo Testamento, aquella que Jesús nos trajo, la que llevaba a su plenitud la Ley antigua (cfr Mt 5, 17) las cosas son muy distintas. Y fue en ese contexto cuando Jesús les habló de SU LEY: "Habéis oído ... pero Yo os digo". Un ejemplo: "Habéis oído que se dijo: 'No cometerás adulterio'. Pero Yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón" (Mt 5, 27-28). Y con relación a la indisolubilidad del matrimonio se expresó muy claramente (cfr Mc 10, 1-12). Así: "Cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 12). "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mc 10, 9). 

En lo que concierne a las "normas" tenemos que utilizar la palabra "mandamientos". Esto dice Jesús: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15). O sea: si no guardamos los mandamientos de Dios, manifestado en Jesucristo, es señal de que ni le amamos ni le conocemos. Así lo dice también san Juan en su primera carta: "En esto sabemos que le conocemos: si guardamos sus mandamientos" (1 Jn 2, 3). Y añade: "Quien dice: 'Le conozco', pero no guarda sus mandamientos, es un embustero y la verdad no está en él" (1 Jn 2, 4)

La Ley que Jesús nos vino a traer es la Ley del amor: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como Yo os he amado" (Jn 13, 34). Tendríamos que averiguar cómo nos ha amado Jesús, mediante la lectura asidua del Nuevo Testamento y la gracia del Espíritu Santo que siempre concede a todo el que se la pide. De hacerlo llegaríamos a la misma conclusión a la que llegó san Pablo, quien dice: "Me amó y se entregó a Si mismo por mí" (Gal 2, 20b). El amor de Jesús por nosotros, por cada uno, le llevó a dar su Vida y, además, en una cruz: "Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2, 8).

Esa es la razón por la que la cruz está vinculada siempre al amor. "Con Cristo estoy crucificado -decía san Pablo- y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20a); y en ello basaba toda su vida y su predicación: "Jamás me precié de saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1 Cor 2, 2).

Y, lógicamente, el verdadero amor, el amor hecho vida, no es posible sin la cruz ... Eso sí: una cruz unida a la cruz de Jesucristo, a quien queremos amar. Pero no debemos olvidarlo: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos"

Aunque ello nos haga sufrir es sólo en la guarda de sus mandamientos (que supondrá una cruz en nuestra vida) donde se hará patente el amor que decimos tenerle al Señor. Y sólo así seremos realmente felices: "Si estas cosas entendéis, seréis dichosos si las ponéis en práctica" (Jn 13, 17)

La conclusión se impone por sí misma. El sacerdote debe acompañar, comprender, ayudar, integrar, etc ... (todos los verbos que se quieran poner, con el mismo significado) a quien se encuentra en una situación "irregular", pero tal ayuda sólo se la podrá proporcionar si sus consejos y su acompañamiento le llevan a estar en paz con Jesucristo, mediante el arrepentimiento de sus pecados y la confesión sacramental. O sea: mediante la guarda de sus mandamientos. Cualquier otra receta, que no pase por la puerta, que es Cristo, es un veneno para quien la tome.]

Continuará