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jueves, 15 de enero de 2015

Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas (por Roberto de Mattei)


Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas

Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. 

De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delegación para las áreas de Ciencias Humanas. 

Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. 

Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. 

Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/)

Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

El artículo original puede leerse haciendo clic aquí. 


Marcher contre la Terreur, “Marcha contra el Terror”, ha sido el título con el que “Le Monde”, el “Corriere della Sera” y los principales periódicos occidentales han presentado el gran desfile laicista del 11 de enero. Nunca un eslogan ha sido tan hipócrita como ése, impuesto por los medios de comunicación de masas como reacción a la masacre de París del 7 de enero. ¿Qué sentido tiene hablar de Terror sin añadir al sustantivo el adjetivo “islámico”?

El ataque a la redacción de “Charlie Hebdo” fue perpetrado bajo el grito «¡Allahu Akbar!» para vengar a Mahoma ofendido por unas caricaturas, y detrás de los kalashnikov de los terroristas hay una visión del mundo bien precisa: la musulmana. Sólo ahora los servicios secretos occidentales empiezan a tomarse en serio las amenazas de Abu Muhamad al Adnani, contenidas en el comunicado en diversos idiomas difundido el 21 de septiembre de 2014 a través del periódico on line “The Long War Journal”.

«Conquistaremos Roma, romperemos sus cruces, haremos de sus mujeres nuestras esclavas con el permiso de Alá, el Excelso», declaró a sus secuaces el portavoz del “Estado Islámico”, el cual no sólo reiteró la incitación a exterminar a los “infieles” allí donde se encuentren, sino que además les indicó las modalidades: «Colocad el explosivo en sus calles. Atacad sus bases, haced irrupción en sus casas. Recortad sus cabezas. ¡Haced que no se sientan seguros en ninguna parte! Si non conseguís encontrar el explosivo o las municiones, aislad a los Americanos infieles, a los Franceses infieles o no importa cuál de sus aliados: partid sus cráneos golpeándolos con piedras, matadles con un cuchillo, arrolladlos con vuestros coches, lanzadlos al vacío, ahogadlos o envenenadlos».

Nos engañamos pensando que la guerra que se está librando no sea la que el Islam ha declarado a Occidente, sino una guerra que se combate dentro del mundo musulmán y que el único modo para salvarse sea el de ayudar el Islam moderado para derrotar el Islam fundamentalista, como ha escrito en el “Corriere della Sera” del 11 de enero Sergio Romano, un observador que pasa por inteligente. En Francia, el eslogan más repetido es el de evitar la “amalgama”, o sea la identificación entre Islam moderado y el radical. Sin embargo, el objetivo común de todo el Islam es la conquista de Occidente y del mundo. Quien no comparte este objetivo no es un moderado, simplemente no es un buen musulmán.

A lo sumo, las divergencias no conciernen el fin sino los medios: los musulmanes de Al Qaeda y del Isis han abrazado la vía leninista de la acción violenta, mientras que los Hermanos Musulmanes utilizan el arma “gramsciana” de la hegemonía intelectual. Las mezquitas son el centro de propulsión de esta guerra cultural que Bat Ye’or define el soft-yihad, mientras que con el término hard-yihad define la guerra militante para aterrorizar y aniquilar al enemigo. Se puede discutir, y ciertamente se discute dentro del Islam, sobre la elección de los medios, pero hay concordia sobre el objetivo final: la extensión al mundo de la sharía, la ley coránica.

De todos modos, Islam es un sustantivo verbal traducible como “sumisión”. La sumisión para evitar el Terror, el escenario del futuro europeo imaginado por el novelista Michel Houellebecq en su último libro, apresuradamente retirado de las librerías francesas. No al Terror significa para nuestros hombres políticos no a la sumisión violenta de los yihadistas, sí a una sumisión pacífica, que lleve a Occidente a una condición de dhimmi.

Occidente dice que está dispuesto a aceptar un Islam “con el rostro humano”, pero en realidad, lo que del Islam rechaza no es sólo la violencia, sino también su absolutismo religioso. Para Occidente hay licencia para matar en nombre del relativismo moral, pero no en nombre de los valores absolutos. Sin embargo, el aborto es sistemáticamente practicado en todos los Países occidentales y ninguno de los Jefes de Estado que han desfilado en París contra el Terror lo ha condenado jamás. Pero ¿qué es el aborto sino la legalización del Terror, el Terror de Estado promovido, alentado, justificado? ¿Qué derecho tienen los líderes occidentales de manifestarse en contra del Terror?

En “La Repubblica” del 13 de enero, mientras el exjefe de “Lotta Continua” Adriano Sofri celebra La Europa que renace bajo la Bastilla, la filósofa posmoderna Julia Kristeva, muy apreciada por el Cardenal Ravasi, afirma que «la plaza iluminista ha salvado Europa», y que «ante el riesgo que estaban corriendo, libertad, igualdad y fraternidad han dejado de ser conceptos abstractos, encarnándose en millones de personas». Pero ¿quién inventó el Terror sino la Francia republicana, quien lo usó para aniquilar a todos los opositores de la Revolución francesa? La ideología y la praxis del terrorismo se asoman por primera vez en la historia con la Revolución francesa, sobre todo a partir del 5 de septiembre de 1793, cuando el “Terror” fue puesto por la Convención en el orden del día y se convirtió en parte esencial del sistema revolucionario. El primer genocidio de la historia, el de los vandeanos, fue perpetrado en nombre de los ideales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. El comunismo, que pretendió llevar a cumplimiento el proceso revolucionario de secularización inaugurado por la Revolución francesa, puso en acto la masificación del terror a escala planetaria, provocando, en menos de setenta años, más de 200 millones de muertos. ¿Y qué es el terrorismo islámico sino una contaminación de la “filosofía del Corán” con la praxis marx-iluminista importada de Occidente?

“Charlie Hebdo” es un periódico en el que, desde su fundación, la sátira fue puesta al servicio de una filosofía de vida libertaria, que ahonda sus raíces en el iluminismo anticristiano. El periódico satírico francés se hizo famoso por sus caricaturas de Mahoma, pero no se deben olvidar las disgustosas viñetas blasfemas publicadas en 2012 para reivindicar la unión homosexual. Los redactores de “Charlie Hebdo” pueden ser considerados una expresión extrema pero coherente de la cultura relativista difundida ahora en todo Occidente, así como los terroristas que los han exterminado pueden ser considerados expresión extrema pero coherente del odio contra Occidente de todo el vasto mundo islámico.

Los que reivindican la existencia de una Verdad absoluta y objetiva son equiparados por los neoiluministas a los fundamentalistas islámicos. Pero nosotros equiparamos el relativismo al islamismo, porque ambos están aunados por el fanatismo. El fanatismo no es la afirmación de la verdad, sino el desequilibrio intelectual y emocional que nace del alejamiento de la verdad. Y hay una sola verdad en la que el mundo puede encontrar la paz, que es la tranquilidad del orden: Jesucristo, Hijo de Dios, al que todas las cosas tienen que ser ordenadas en el Cielo y en la tierra, para que se realice la paz de Cristo en el Reino de Cristo indicada como el ideal de cada cristiano por el Papa Pío XI en la encíclica Quas Primas del 11 de diciembre de 1925.

No se puede combatir el Islam en nombre del iluminismo ni mucho menos del relativismo. Lo que solamente se puede oponer a él es la ley natural y divina, negada radicalmente tanto por el relativismo como por el Islam. Por eso, levantemos aquel Crucifijo que el laicismo y el islamismo rechazan y hagamos de Él una bandera de vida y de acción. «Nosotros - afirmaba San Pablo – predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los paganos» (I Cor 1, 23). Podríamos repetir: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas».

Roberto de Mattei