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lunes, 18 de abril de 2016

Amoris Laetitia: ¿Hermeneútica de la continuidad? (Andrea Greco)

Se trata de un artículo con abundantes enlaces a páginas web importantes. El original puede leerse en Adelante la Fe


Cardenal Christoph Schonborn en la presentación de la exhortación
 Amoris Laetitia del Papa Francisco


Hemos leído la Exhortación Papal antes de leer ningún comentario. La hemos releído, hemos analizado sus fuentes, hemos contabilizado sus referencias. Hemos visto muchos y variados comentarios. Se nos pide leer en continuidad con el Magisterio de la Iglesia la Exhortación Amoris Laetitia aquí y aquí, y seguramente muchas voces más se levantarán en este sentido.

Pero ¿cómo leer en continuidad con 2000 años de historia de la Iglesia un documento que en sus 391 citas y referencias bibliográficas dedica un escaso 8 % a los 1950 años anteriores; un 34 % a los últimos 50 años y mientras el 56 % son autorreferenciales? Este porcentaje en el conflictivo capítulo VIII aumenta, ya que del total de 54 citas de ese capítulo: el 69 % corresponden a Francisco y los documentos sinodales, el 24% a documentos posteriores al Concilio Vaticano II y el 7% (o sea sólo 4 citas) a los doctores, santos y papas pre-conciliares [1]

¿Cómo interpretar en continuidad con la Tradición de la Iglesia si entre las poquísimas referencias a la doctrina elaborada durante siglos hay interpretaciones torcidas de Santo Tomás de Aquino por ejemplo en el n. 301? (ver Teólogo P. Iraburu aquí y aquí). Tampoco es posible interpretar en continuidad con el Magisterio post Conciliar cuando, como sucede en el n. 298, la cita de "Familiaris Consortio" está cercenada justo cuando el Papa Juan Pablo II dice refiriéndose a los divorciados vueltos a casar que “asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de parejas casadas”. Tampoco es posible interpretar en continuidad cuando la referencia a Gadium et Spes es errónea ya que el documento del Concilio Vaticano II está hablando de la falta de intimidad en una unión matrimonial mientras que Francisco habla de falta de intimidad en una unión “irregular” (adulterio), aquí.

«La exhortación debe interpretarse en continuidad con la Veritatis Splendor de San Juan Pablo II, que tenía como objetivo presentar las enseñanzas morales de la Iglesia», dice el P. Granados,Vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios del Matrimonio y la Familia y consultor de la Secretaría del Sínodo de los Obispos aquí, pero ¿cómo interpretar en continuidad tal exhortación si las citas a esta Encíclica clave tratándose de enseñanzas morales “han brillado por su ausencia”? (aquí)

¿Qué significa esto? Esto significa que se ha cumplido lo que había anunciado con bombos y platillos el Cardenal Kasper, quien dijo: “Esto será el primer paso de una reforma que hará dar vuelta la página a la Iglesia después de 1700 años” aquí. Nótese que para Kasper la Iglesia no fue fundada por Cristo sino en el año 313 por el Edicto de Milán. ¡Al menos eso hacen pensar sus cuentas! Matemática pura. Esto explica la alegría (laetitia) mundana de los medios y sus titulares aquí.

Como lo ha comentado Sandro Magister el Cardenal Baldisseri, el presentador de Amoris Laetitia, lo ha dicho claramente en una entrevista de ACI Stampa: “El problema no es el de cambiar la doctrina, sino de inculturar los principios generales, a fin de que puedan ser comprendidos y practicados”aquí y aquí.

De eso se trata pues de “inculturar los principios generales”. Es el mismo método que siguen en la Argentina los Congresos de Mujeres Autoconvocadas: no importan las conclusiones, importa que el revoltijo se provoque en cada ciudad del país y esto vaya cambiando la mentalidad. Inculturación, pues de eso se trata. Por eso hasta el lenguaje empleado es revolucionario o la incorporación de citas de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Martin Luther King, Mario Benedetti y Erich Fromm.

Tiene razón Roberto De Mattei, cuando califica de catastrófico el documento que impone la moral situacionista, aquí, igualmente que Christopher Ferrara de Remnant aquí y John Vennari de Catholic Family News aquí y aquí; la contradicción a la fe que señala Rorate Caeli aquí; y el triste y cobarde silencio de quienes debieran hablar que denuncia Miguel Ángel Yañez aquí.

Sinceramente creemos que sólo puede leerse a la luz de la Sagrada Escritura que nos habla del Buen Pastor y de los falsos profetas. Porque nos dice la Escritura: “Carísimos, no creáis a todo espíritu, sino poned a prueba los espíritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas han salido al mundo. Conoced el Espíritu de Dios en esto: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios, sino que es el espíritu del Anticristo” (I Jn 4, 1-3). 
Si se pretende imponer algo contrario a la palabra de Jesucristo por más que se diga: "Señor!, Señor!", se lo está negando.


“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (I Tes 5, 21). Así podemos valorar lo valorable del documento: la proclamación de la importancia de la familia, la valoración de las familias numerosas, la condena a la teoría de género y el rechazo a la igualación de las uniones homosexuales con el matrimonio

Sin embargo, éstos no pueden ser árboles que nos tapen el bosque. La obra de Satanás es la obra de la mentira y el engaño “con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su salvación el amor a la verdad. Y por eso Dios les envía poderes de engaño, a fin de que crean la mentira, para que sean juzgados todos aquellos incrédulos a la verdad, los cuales se complacen en la injusticia” (II Tes. 2, 10-12).

“¡Ay de los profetas insensatos que andan tras su propio espíritu! (…) ¿No pronunciáis oráculos mentirosos cuando decís: ‘Dice Yahvé’, siendo así que Yo nada he hablado? (…) ¡Cómo han extraviado a mi pueblo, diciendo: ‘Paz’ y no había paz” (Ezequiel 13, 2; 7; 10). 

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20).

Sabemos cuál es la diferencia entre el Buen Pastor, “el que da la vida por las ovejas” (Jn 10, 11), el que "es puerta del redil" (Jn 10, 7) y los malos pastores que “se apacientan a sí mismos” (Judas 12) y “andan tras su propio espíritu” (Ez 13, 2). El que no cuida el rebaño del Señor alimentándolo con los tiernos pastos de SU Palabra y de la Tradición de SU Iglesia; el que pretende alimentarlo con sus opiniones está apacentándose a sí mismo y guiándose por su propio espíritu.

Dios tenga piedad de su pueblo. "¡Ven Señor Jesús!" (Ap 22, 20b)

Andrea Greco de Álvarez

[1] El 56% de las 391 citas que remiten a las referencias bibliográficas pertenecen a los documentos sinodales y al propio Francisco (Relatio Synodi y Relación final: 128; homilías, catequesis, encíclica y exhortaciones de Francisco: 89), hay un 34% de referencias a Documentos del Concilio Vaticano II, de los Papas post conciliares, del Código de Derecho Canónico, del Catecismo y documentos similares; apenas un 8% destinado a las enseñanzas de Santos, Doctores de la Iglesia y Papas anteriores al Concilio Vaticano II y un 2% a otros autores (Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Martin Luther King, Antonin Sertillanges, Josef Pieper, Mario Benedetti, Erich Fromm, Dietrich Bonhoeffer y Gabriel Marcel)
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La revolución pastoral del papa Francisco se opone a 2.000 años de tradición (Padre Brian W. Harrison, O.S)



Nota del editor: La siguiente es una versión actualizada del 14 de abril.
13 de abril, 2016 (LifeSiteNews) – La tan ansiada Exhortación Apostólica del papa Francisco, Amoris Laetitia (AL), ha sido publicada finalmente el viernes 8 de abril de 2016.
Una correcta comprensión, apreciación y evaluación de este largo documento requerirá de un tiempo considerable, estudio y orada reflexión. Pero ya es bastante claro gracias a ciertos fragmentos clave que, a través de un lenguaje cuidadosamente elaborado, argumentos plausibles, y retórica persuasiva, el Santo Padre está introduciendo silenciosamente un cambio revolucionario en el corazón de la enseñanza moral y la práctica pastoral/sacramental de la Iglesia Católica. En principio, él no está repudiando verdad objetiva de ningún dogma revelado o norma moral; pero a nivel de la praxis está cambiando el foco, alejándose los estándares objetivos del buen y mal comportamiento, y colocándolo sobre una presunta sinceridad subjetiva y consciencia individual. Por lo tanto, en nombre de la ‘misericordia’ de Cristo, la exhortación tiende a minimizar la gravedad del pecado en lugar de mantener la incómoda tensión bipolar entre ambos que corre a lo largo de los Evangelios.
Para ser justos, AL nos presenta muchas observaciones valiosas y oportunas, y recomendaciones concernientes al matrimonio y la familia para nuestros tiempos turbulentos, notablemente una buena meditación sobre la enseñanza de San Pablo sobre la naturaleza del amor (I Cor. 13). Pero desafortunadamente, estos rasgos positivos de la exhortación son sobrepasados en importancia por las audaces desviaciones de Francisco de la enseñanza y disciplina de todos sus predecesores en relación al cuidado pastoral y estado eclesial de los católicos que viven en relaciones sexuales ilícitas.
La tendencia a pasar por alto graves pecados contra la castidad se muestra en primer lugar por la manera en la que se trata en este documento la anticoncepción. En #80-82 el Papa recuerda la importancia de la Humanae Vitae y reafirma el objetivo inmoral de dicha práctica: “Desde el comienzo, el amor rechaza todo impulso de cerrarse en sí mismo, y se abre a una fecundidad que lo prolonga más allá de su propia existencia. Entonces, ningún acto genital de los esposos puede negar este significado, aunque por diversas razones no siempre pueda de hecho engendrar una nueva vida.” Sin embargo, en la sección sobre planificación familiar (#222), esto no se reafirma, y predomina la dimensión subjetiva: “la planificación familiar presupone un diálogo consensual entre los esposos”. Luego se da gran importancia al rol de sus propias conciencias en este proceso de decisión, pero sin reafirmar que las conciencias católicas deben estar formadas de acuerdo al magisterio de la Iglesia. En un tiempo en que violar la ley divina contra el control artificial de la natalidad ha alcanzado proporciones de tsunami  entre los católicos, Francisco no va más allá de decir que “se ha de promover el uso de los métodos basados en los “ritmos naturales de fecundidad”; pero no agrega que los métodos anticonceptivos no deben ser “promovidos”, y mucho menos que deben ser reprobados como intrínsecamente inmorales.  Por lo tanto, muchos lectores de AL que utilizan métodos anticonceptivos sentirán sus conciencias reconfortadas, en lugar de cuestionadas, en este punto. Dado que el propio Papa parece insinuar que la norma moral objetiva es tan solo un ‘ideal’, si el propio diálogo en la pareja dice que las pastillas o los condones están bien para la situación, no se es culpable de pecado grave por utilizarlos.
Luego, encontramos un enfoque verdaderamente inadecuado sobre la educación sexual.  En los seis párrafos completos de AL (280 – 285) dedicados a este tema, no encontramos ni siquiera un reconocimiento a la enseñanza constante de la Iglesia sobre la responsabilidad principal de los padres en esta área (cf., por ejemplo, Familiaris Consortio, 37 y el documento del Pontificio Consejo para la Familia de 1995, “Sexualidad Humana: Verdad y Significado”). En cambio, inmediatamente después de citar la breve declaración del Vaticano II sobre la necesidad de una educación sobre asuntos sexuales “positiva y prudente” conforme a la edad (Gravissimum Educationis, 1), el papa Francisco parece dar por sentado que las aulas son el principal lugar para que esto se imparta: “Deberíamos preguntarnos,” comenta, “si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío.”
Sin embargo, el aspecto más preocupante de AL, es el trato que se da en el Capítulo 8 a quienes viven en relaciones sexuales irregulares. No son pocos los fieles paladines del magisterio que nos aseguran básicamente que todo está bien. El canonista Ed Peters insiste en que la exhortación no ejerce ningún cambio sobre la ley de la Iglesia. Eso es cierto, pero ese no es el punto. En los párrafos 302 (última sección), 304 y 305 Francisco envía un claro mensaje a los sacerdotes para que en casos individuales puedan y deban ignorar, en lugar de aplicar, la ley, haciendo excepciones ‘pastorales’ según su propia discreción ‘misericordiosa’. Robert Moynihan y George Weigel nos aseguran que no hay cambios en la doctrina dentro del nuevo documento. Pero esto es verdad sólo a medias. La doctrina moral (es decir, la enseñanza propuesta como ley divina) cambiará efectivamente, no sólo si el Papa la contradice directamente, sino también si la socava relajando las medidas disciplinarias necesarias para protegerla. Lamentablemente, como una pequeña semilla de mostaza con inmenso potencial, esta especie de cambio ha sido plantada cuidadosamente en la tierra fértil de dos notas al pie de una Exhortación Apostólica.
En las notas 336 y 351 a los párrafos 300 y 305 respectivamente, el Santo Padre rompe con la enseñanza y disciplina de todos sus predecesores en la Sede de Pedro al permitirles a al menos algunos católicos divorciados vueltos a casar civilmente (sin decreto de nulidad ni compromiso de contenerse) recibir los sacramentos. Dado que el “el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave” debido a una variedad de factores psicológicos u otros factores mitigantes, Francisco afirma en n. 351 que la “ayuda” de la Iglesia a estos católicos viviendo objetivamente en una relación ilícita puede “en ciertos casos…también [implicar] la ayuda de los sacramentos.” El contexto indica que esto se refiere principalmente a la Penitencia y la Eucaristía. Los comentadores de todas las creencias y de ninguna interpretaron la nota al pie casi universalmente en este sentido, y sus declaraciones proclamadas ampliamente han sido confirmadas por el silencio elocuente de la Sede de Pedro.
He encarado este asunto de los factores mitigantes en mi artículo, “Católicos Divorciados Vueltos a Casar: ¿Imputabilidad Disminuida?” en The Latin Mass, verano 2015, pp. 6-12. (Pueden leerlo aquí.)
Al permitir excepciones a la ley de ‘no-Comunión’ para los católicos sexualmente activos en matrimonios inválidos, el papa Francisco se aleja de la clara enseñanza milenaria confirmada por el papa Juan Pablo II en Familiaris Consortio #84, y reafirmada en el Catecismo de la Iglesia Católica (nos. 1650, 2384 y 2390). También bajo la autoridad de Juan Pablo, una Declaración del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (24/6/2000) afirmó que la obligación de excluir a estos católicos de la comunión “por su propia naturaleza, deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas” (#1), por lo tanto “ninguna autoridad eclesiástica puede dispensar en caso alguno de esta obligación del ministro de la sagrada Comunión, ni dar directivas que la contradigan.” (#4). De acuerdo a la Declaración, es irrelevante si la imputabilidad subjetiva de los divorciados vueltos a casar puede disminuirse en ciertas instancias. ¿Por qué? Porque la admisión a la Comunión de aquellos viviendo públicamente en una situación que el mismo Jesús llama adulterio transmite claramente que la Iglesia no se toma realmente en serio esta enseñanza de nuestro Señor. Y esto, inevitablemente, causará escándalo – en el sentido teológico de tentar y conducir a otros hacia pecados similares. El papa Francisco reconoce brevemente esta Declaración del PCTL, pero sólo reproduciendo una cita selectiva y engañosa encontrada en la Relatio del Sínodo 2015 (#85). Por consiguiente, tanto la Relatio como Amoris Laetitia omiten por completo el punto principal de la Declaración del 2000, que es la obligación de los sacerdotes y otros ministros de negar la Comunión a los divorciados vueltos a casar civilmente que, “por su propia naturaleza, deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas: éstas no pueden introducir cambios legislativos que se opongan a la doctrina de la Iglesia.” (sección 1).
Además, esta Declaración señala lógicamente que una concesión a algunos divorciados vueltos a casar, sobre la base de que su conciencia subjetiva puede no ser totalmente culpable, abriría el camino para concesiones futuras sobre la misma base, a muchos que viven públicamente en otras situaciones objetivamente inmorales. Por ejemplo, ahora que algunos divorciados vueltos a casar civilmente pueden recibir la absolución sacramental y la Comunión, ¿no deberían admitirse a estos dos sacramentos al menos algunas parejas del mismo sexo, sobre la misma base (es decir, ‘imputabilidad disminuida’)?
¿Debemos creer que sólo Francisco está en lo correcto sobre este asunto, y que todos sus predecesores, incluyendo a Benedicto XVI quien aún vive, así como el Catecismo promulgado por San Juan Pablo II, han estado equivocados y han sido ‘despiadados’ por no permitir excepciones en esta área? ¿No es mucho más probable que, como en el 1330 bajo Juan XXII, sólo un Papa esté equivocado y que todos los demás Papas hayan estado en lo cierto? ¿Y que, como en aquella situación crítica, se necesite urgentemente una respetuosa “resistencia” pública a Pedro (cf. Gal. 2: 11), de parte de cardenales, obispos, teólogos y otros fieles?
Padre Brian W. Harrison, O.S