Duración 57 minutos
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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jueves, 31 de agosto de 2023
domingo, 5 de diciembre de 2021
Fumar mientras se reza y rezar mientras se fuma
Hace unos días, un lector recordaba en el blog el viejo chiste eclesiástico. Un dirigido espiritual (seglar o seminarista, según las versiones) le pregunta al director espiritual: ¿Padre, puedo fumar mientras rezo? “No, hijo mío”, le responde el sacerdote, escandalizado. “Eso sería una tremenda falta de respeto. Estás dirigiéndote a Dios todopoderoso y sería indigno que lo hicieras con un cigarrillo en los labios”. El dirigido se queda pensando sobre el asunto y, al día siguiente, le pregunta al sacerdote: “Padre, ¿puedo rezar mientras fumo?” “¡Por supuestísimo!”, le dice el clérigo con una gran sonrisa. “Todas las ocasiones son buenas para rezar. Reza siempre que fumes y te estarás ganando el cielo al hacerlo”.
El chiste, aunque ya sea muy conocido, tiene su gracia, pero lo que me sorprende es que, a menudo, se cuenta dando a entender que tiene una moraleja más o menos relativista: todo es según el color del cristal con que se mira, las cuestiones dependen de la forma en que se planteen, todos sabemos que da igual rezar fumando que fumar rezando, la hipocresía del director espiritual, etc.
Digo que me sorprende ese enfoque porque, si algo enseña el chistecillo es exactamente lo contrario. En efecto, lo que salta a la vista al contarlo es que las dos cosas de las que se habla, fumar y rezar, son cualitativamente distintas. Más aún, infinitamente distintas. De otro modo el chiste no tendría gracia. Basta sustituirlas por leer y respirar o por escuchar música y descansar, por ejemplo, y vemos que la historia pierde toda su gracia. Instintivamente sabemos que no se puede poner a Dios y a cualquier otra cosa en el mismo plano, mientras que ninguno de nosotros encontraría una diferencia sustancial entre descansar mientras se escucha música y escuchar música mientras se descansa. En cambio, cuando se trata de hablar con Dios, hay algo que no cuadra y crea la extrañeza en la que se basa el chiste.
De hecho, se podría decir que la gracia del chiste viene ni más ni menos que del primer mandamiento. Del mismo modo que Dios está a una infinita distancia del hombre y de cualquier otra cosa, el primer mandamiento está a infinita distancia del segundo, que se refiere al amor a los demás y a uno mismo. Dios no puede ocupar un lugar en nuestra vida al lado de otras muchas cosas y comparable al de ellas, aunque sean buenas. Dios está en otro plano y, más que ocupar un lugar en nuestra vida, lo cierto es lo contrario: en Él vivimos, nos movemos y existimos.
En ese sentido, absolutamente todo lo que hacemos debemos hacerlo para gloria de Dios (que en la anécdota aparece como rezar mientras se fuma). Todo lo que hagáis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias al Dios Padre por medio de Él. Y, al revés, absolutamente nada de lo que podamos hacer debe anteponerse o igualarse a Dios, porque eso sería quitarle la gloria. Solo a Dios le corresponde todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. De ahí la diferencia de rezar mientras se fuma y fumar mientras se reza: en la primera opción todo, incluido el fumar, se usa para la gloria de Dios, mientras que en la segunda se pone a Dios al mismo nivel que las cosas de este mundo, como el fumar.
Me alegré de que el lector hiciera referencia al chistecillo, porque estamos muy necesitados de que nos recuerden el primer mandamiento y su centralidad. En este blog hemos advertido contra muchos de los errores que podemos encontrar hoy entre gran parte de los católicos, a veces muy graves, pero sin duda el peor y el que causa todos los demás es el olvido de la primacía absoluta de Dios.
En una tendencia que viene de lejos y que se ha acelerado en este último siglo. Se va transformando el cristianismo teocéntrico en un “cristianismo” antropocéntrico, en el que sigue hablándose de Dios, pero más bien como decorado, excusa o justificación para lo que verdaderamente importa, que es el ser humano y todo lo relacionado con él. Así, casi se ha perdido por completo el sentido de la majestad de Dios, de su infinita distancia al ser humano, de la inefabilidad de sus designios y la inapelabilidad de sus juicios. A los católicos les avergüenza hablar del temor de Dios, de su justicia o de la diferencia esencial entre el catolicismo y cualquier otra religión, porque todas esas cosas muestran esa misma distancia infinita entre Dios y el hombre. De alguna forma, en la catequesis, en la predicación y en buena parte de lo que se dice en la Iglesia, se da a entender que Dios está ahí para hacernos felices, en lugar de decir la verdad, que es que nosotros estamos aquí para alabar a Dios y hacer su voluntad. Ciertamente, eso nos hará felices, gracias a Dios, pero el importante es Él, no nosotros.
El problema es que, como decía, Dios no puede estar en el mismo plano que otras cosas y, si intentamos que así sea, si intentamos crear un cristianismo en que el primer y el segundo mandamiento son intercambiables o, peor aún, el único que importa en la práctica es el segundo, lo que sucede es que Dios se va, desaparece, aunque permanezcan las referencias a Él más o menos rutinarias o vergonzantes. Igual que no se puede introducir una pieza redonda en un hueco cuadrado, no se puede colocar a Dios eterno, infinito y todopoderoso en un huequecito limitado y finito de nuestra vida al lado de otros muchos huequecitos similares.
Por eso no entendemos nada, ni atraemos a nadie, ni tenemos vocaciones de consagración a Dios, ni los católicos asumen la moral católica, ni entendemos la indisolubilidad del matrimonio, la castidad o el valor del sufrimiento, ni soportamos la idea misma del infierno, ni nos distinguimos en nada de los paganos, ni podemos evitar que los católicos sigan apostatando por millones, porque lo cierto es que en la práctica nos hemos olvidado de Dios y un cristianismo secularizado solo sirve para echarlo fuera y que lo pisen las gentes.
Bruno Moreno
martes, 19 de octubre de 2021
El escandaloso nuevo currículo de religión católica (Alicia Beatriz Montes Ferrer)
Hace unos días se ha hecho público el borrador de lo que será el nuevo currículo de la asignatura de religión católica, que de católica tiene poco y de mundano, mucho.
¿Por qué hago tan tremenda afirmación? Pues porque más tremendo es aún el contenido de dicho borrador.
He tenido la santa paciencia de leer lo publicado sin quedarme sin uñas y la verdad es que ahora entiendo más claramente porqué la Conferencia Episcopal española (filtro por donde pasan todos los manuales de religión católica que se imparten en los centros educativos españoles) ignoró por completo el informe que publiqué hace dos años.
Para poner en contexto al lector, que quizá ignore a qué me refiero, expondré brevemente dicho informe para, a continuación, mostrar unas cuantas perlas del borrador del nuevo currículo de la asignatura de religión católica que miles de alumnos recibirán a partir del curso que viene 2022/23 en España.
Hace dos años, me llegaron los nuevos libros de la asignatura que imparto: religión católica de la editorial SM (editorial de obligatoria elección por parte del centro en el que trabajo). Era septiembre cuando comencé a elaborar las programaciones y conforme iba indagando en el contenido más perpleja me iba quedando. Así que con la costumbre que me caracteriza de llegar hasta el fondo, mi investigación minuciosa comenzó, analizando todos y cada uno de los personajes allí expuestos como referentes de consulta, sus artículos, las ONG, asociaciones, páginas webs… de esta manera me topé con nada más y nada menos que una enorme carga ideológica que nada en absoluto pinta en estos libros católicos.
Ideología de género, teología de la liberación marxista, inmigración, ecologismo y ecumenismo, son los temas principales que aparecen y que como bien sabemos, son precisamente los que están en boca de los políticos progresistas y en la Agenda 2030.
Tal fue la extensión de mi trabajo de investigación que quedó a modo de informe[1] y lo quise compartir entrado el curso siguiente, especialmente para los docentes y padres, con el fin de que estuviesen al tanto.
Han pasado dos años desde que se hizo público, nadie ha movido un dedo, los libros siguen igual, pero ahora me encuentro con que el contenido de este borrador del currículo de religión católica sigue la misma línea que los libros de SM. (¿Fueron adelantados a su tiempo?)
De esta manera, en el borrador, encontramos contenido propio de lo que debe estar en el contexto católico (no todo iba a ser tan malo), sin embargo, disfrazados con un lenguaje cristiano, sutil y familiar, objetivos y contenidos que sugieren que el alumno aprenda la lucha por erradicar la exclusión, la pobreza, la violencia y la injusticia, a la par que la denuncia de las desigualdades entre hombres y mujeres. Todo envuelto en un lenguaje inclusivo, pero que remiten a la protección de los colectivos más vulnerables (las mujeres: propio del feminismo radical; los LGTBI+ (ideología de género), inmigrantes (racismo), musulmanes (sincretismo religioso)… cuyo impulso viene de la mano del pensamiento de la teología de la liberación marxista (TLM) así como el de la ideología de género.
Temas como la construcción de la casa común (de la TLM y la ecoteología) o la convivencia hacia la diversidad y la fraternidad universal, son introducidos para que el alumno vaya concienciándose de que forma parte de un todo global, y que es parte de la ciudadanía universal sin barreras ni identidades propias. Y todo dentro del contexto de las claves del Reino de Dios, que, en la perspectiva de la TLM, remite a los pobres, rechazados, colectivos oprimidos… cuya expansión como modelo sería el ideal a lograr en la tierra, al ser el lugar sin discriminaciones ni injusticias.
Podemos también observar contenidos relacionados con el desarrollo de la multiculturalidad y la diversidad religiosa que nos llevan a un sincretismo religioso donde el cristianismo queda relegado a una religión más, vacía de su verdadero sentido y misión, y Cristo en igual nivel que otros dioses y figuras.
La creación de espacios de interdependencia, la sostenibilidad del planeta, la solidaridad intergeneracional, ecodependencia, igualdad, pluralidad… están presentes en este borrador del currículo, expresiones que nos remiten tanto al ecologismo donde el hombre se presenta como el causante del mal en el planeta por lo que sobran personas en este mundo y a la ciudadanía global, lo que viene siendo el Nuevo Orden Mundial.
Estas ideas se presentan a priori de un modo bastante convincente, como puede ser la adquisición de “hábitos saludables de vida y de consumo responsable” y “un proyecto vital que incluya los valores en relación con el bienestar propio”. En medio de acciones como el reciclaje, no desperdiciar el agua, no contaminar… se introduce esa idea cada vez más extendida de la “responsabilidad” de cuidar el planeta, y esto nos lleva tirando del hilo al evitar nuevos nacimientos. Pero para esto ya disponemos de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), la Agenda 2030, que no podía faltar en el currículo de Religión católica, pues algunas mentes pensantes, se ve que ven muy necesario que la Iglesia se actualice y vaya a la par de los grandes progresismos de nuestros tiempos. De esta manera, se une a la promoción del aborto, la eugenesia y la ideología de género, entre otras perlas preciosas de este entramado ideológico globalizador, cuyos promotores con tanto interés difunden para disminuir la población del planeta, pues ya sabemos, los recursos naturales se les agotan con tantas bocas consumiendo.
Animo, por lo tanto, a participar opinando en la propuesta del currículo de Religión Católica en la LOMLOE, abierto el plazo hasta el jueves 21 de Octubre.
Para participar o bien se hace mediate un formulario[2] o bien enviando un escrito a la dirección del correo[3] que viene en la pestaña de cada etapa educativa: infantil, primaria, secundaria (bachillerato aún en proceso de elaboración)
También se puede utilizar el escrito que la Asociación Enraizados ha elaborado para enviar a la Conferencia Episcopal española[4].
Yo como maestra de religión católica no impartiré estos contenidos, evidentemente, y me centraré en el verdadero sentido cristiano de la Iglesia católica. Pero ¿cuántos más lo harán? Me temo, querido lector, que la gran mayoría de docentes están ya totalmente ideologizados con estos postulados que se respiran hasta en el aire. Así que sálvese quien pueda, que con la Iglesia hemos topado y muchos padres están en la inocencia aún, pensando que sus hijos están recibiendo una verdadera educación cristiana…
ALICIA BEATRIZ MONTES FERRER
[1] https://buscandorespuestasemet.com/la-ideologia-de-genero-y-la-tlm-en-los-libros-de-religion-catolica-sm/
[4] https://enraizados.org/alertas/participa-con-tu-opinion-en-el-borrador-del-curriculo-de-religion-catolica/?smclient=03e1d9bc-d86e-11e8-ba89-3cfdfeb6e6ec&smconv=86e0bb3e-4696-46d4-816b-3ef3325400c8&smlid=3
jueves, 5 de agosto de 2021
Guerra en la Iglesia Católica: Bergoglio arremete contra la Misa Tridentina y los católicos fieles responden
Hace pocos días, el Papa Francisco publicó un nuevo documento en donde restringe resueltamente la celebración de la Misa Tridentina, una de las joyas de tradición católica de Occidente.
Esta reciente medida viene generando una cascada de reacciones en todo el mundo. A las pocas horas, el Arzobispo de San Francisco (EE.UU.) sostuvo que continuará celebrando la Misa Tridentina[1]. Unos días antes, se había filtrado que el Papa tenía pensado limitar la misa tridentina, y Mons. Schneider se anticipó diciendo que eso sería “un abuso de poder”[2]. Entrevistado por Diana Montagna, luego de haberse conocido la medida, Mons. Schneider afirmó que Francisco parece “un pastor que, en lugar de tener olor a sus ovejas, las golpea furiosamente con un palo”[3].
El Padre Francisco José Delgado (sacerdote diocesano licenciado en Filosofía y Teología, párroco de las parroquias Lominchar y Palomeque en Toledo, España) escribió: “El Papa no puede cambiar la Tradición por decreto ni decir que la liturgia posterior al (Concilio) Vaticano II sea la única expresión de la lex orandi en el Rito Romano”. Además, agregaba el sacerdote: “Como eso es falso, la legislación que brota de ese principio es inválida y, de acuerdo con la moral católica no debe ser observada, lo cual no implica desobediencia”. El tuit fue retirado[4]. Sin embargo, su contenido puede leerse aquí[5].
Recientemente, cabe mencionar las declaraciones de Rob Mutsaerts, obispo auxiliar emérito de Hertogenbosch, Holanda: “El Papa Francisco pretende ahora que su motu proprio corresponde a un desarrollo orgánico de la Iglesia, lo que contradice totalmente la realidad. Al hacer prácticamente imposible la Misa en latín, acaba rompiendo con la antigua tradición litúrgica de la Iglesia Católica Romana. La liturgia no es un juguete de los papas; es patrimonio de la Iglesia. La Misa Antigua no se trata de nostalgia o gusto. El Papa debe ser el guardián de la Tradición; el Papa es un jardinero, no un fabricante”[6].
Por qué el ataque a la Misa Tridentina
Muchos católicos consideran como asunto secundario la forma en que se celebra la Misa, y reducen las diferencias entre el rito tradicional y el moderno a una cuestión de idioma o preferencias estéticas. Pero el tema es mucho más complejo. Como enseñan los teólogos, se reza lo que se cree: lex orandi, lex credendi. El rito que se profesa es una forma de lenguaje, al igual que los sonidos que emitimos con la garganta. Por otra parte, los textos de la Misa Tridentina contienen un formidable contenido teológico de enorme profundidad.
Se trata de una rúbrica confeccionada en el marco del Concilio de Trento, a los fines de unificar la pluralidad de ritos existentes y presentar un frente común a la herejía protestante, el principal desafío de la Iglesia Católica en esos momentos. Por ejemplo, en la ciudad de Toledo, España, se celebraba únicamente el rito mozárabe. San Pío V tomó entonces el rito que se celebraba en Roma –el dámaso gregoriano, que databa del siglo IV– y lo universalizó para toda la Iglesia. Sin embargo, mantuvo vigentes los ritos de más de 200 años de antigüedad, y suprimió aquellos cuya vigencia fuese menor a 200 años.
Por este valor simbólico del rito tradicional (solemne declaración de principios, enérgica respuesta a la Reforma Protestante, pieza clave de la tradición católica durante siglos), a partir de los años 60’ y 70’ del siglo XX –época a la que se llama “el posconcilio” por venir luego del Vaticano II (1962-1965)– cardenales, obispos, párrocos y teólogos progresistas persiguieron y hostigaron no sólo a los sacerdotes que celebraban la misa tridentina sino también a los fieles que asistían a ella. Odiaban el rito tradicional porque impulsaban una pseudo teología católica que ya no se definía contra las herejías, y coquetearon tanto con el protestantismo como también con lo más nefasto de la filosofía contemporánea.
La presión de estos jerarcas tuvo lugar a través de la tortura psicológica y moral, forzando a los fieles a secundar órdenes infames bajo el ropaje de “virtud de la obediencia”. En este contexto, suprimir la Misa Tridentina era un objetivo fundamental del proyecto de los progresistas de cambiarle la cara a la Iglesia Católica: por estos motivos criminalizaron el rito surgido al calor de la Contrarreforma. Pocos sectores tradicionalistas conservaron este rito, y a la cabeza de ellos estuvieron los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por Mons. Lefebvre el 1 de noviembre de 1970.
Todo esto ocurrió durante el pontificado de Pablo VI y la tendencia fue revertida lentamente con Juan Pablo II y, sobre todo, con Benedicto. Se llegó a tal nivel de persecución que la misa tridentina, al menos de facto, fue suprimida en la casi totalidad de las diócesis. Por estos motivos, en Summorum Pontificum, Benedicto XVI retoma lo que Juan Pablo II había dicho en su Quatuor abhinc annos –donde se permitía la misa tradicional–, además de relanzar las conclusiones de varios cardenales que en 1986 determinaron que el rito tridentino no había sido abolido nunca y que los obispos no pueden prohibir a los sacerdotes que lo celebren. Fue un importante avance que Juan Pablo II estableciera una comisión integrada por estos cardenales (Ratzinger entre ellos), que se dictaminara que el rito aprobado por San Pío V jamás había sido derogado y que tampoco podría serlo.
Más aún, en su Mensaje a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, 21 de septiembre de 2001, Juan Pablo II afirmó: “En el Misal Romano, llamado ‘de S. Pío V’, como en varias liturgias orientales, hay hermosas plegarias con las cuales el sacerdote expresa el sentido más profundo de la humildad y la reverencia ante los misterios sagrados. Estas plegarias revelan la sustancia propia de cualquier liturgia”.
En el prefacio de un libro sobre liturgia, 2004, el entonces cardenal Ratzinger escribió: “El Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es la ley; más bien, es el guardián de la Tradición auténtica (…) Su gobierno no es el de un poder arbitrario, sino el de la obediencia en la fe. Por eso, con respecto a la liturgia, tiene la tarea de un jardinero, no la de un técnico que construye nuevas máquinas y tira las viejas a la basura. (…) el rito es un don que se da a la Iglesia, una forma viva de parádosis, la transmisión de la Tradición”[7].
Por eso, con esta medida de Francisco, estamos ante una bofetada no sólo a Benedicto XVI y a Juan Pablo II sino a todos los fieles que lucharon esforzadamente por la misa tradicional durante décadas, como así también a los que asistimos a misa tradicional.
Si es verdad que rezamos lo que creemos, precisamente porque los progresistas no creían lo mismo que se creyó siempre, no querían rezar eso. Porque, además, lalex orandi determinaba la lex credendi y generaba una cierta lex vivendi: una forma de vivir según los ritmos de la liturgia, y todo esto iba conformando una psicología propia del católico tradicional. Además, como en el imaginario público la misa tridentina está asociada al tradicionalismo –calificado despectivamente de integrismo, reacción, fanatismo, etc.– ningún sacerdote progresista deseaba celebrarla: no sea que se “contaminen”.
Un odio que viene de lejos
Lo cierto es que –con este documento, denominado Traditionis Custodes– Francisco reaviva el odio de los progresistas contra la tradición católica, estableciendo “de derecho” un modus operandi que, en la práctica, él ya estaba llevando a cabo en la Iglesia: la obstaculización de la Misa Tridentina.
Como cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio puso numerosas trabas a la aplicación del Sumorum Pontificum: mientras el cardenal –en los papeles– cumplía con el Papa entonces reinante, socavaba sus decisiones en el terreno de los hechos. Dispuso solamente dos parroquias para celebrar el rito tridentino: Nuestra Señora del Carmen, calle Rodríguez Peña esquina Av. Córdoba; y la cripta de la parroquia San Miguel Arcángel, calle Bartolomé Mitre esquina Suipacha, ambas de la Ciudad de Buenos Aires.
En el resto de la diócesis, los párrocos no habilitaron la misa tridentina. Así, por ejemplo, este rito fue prohibido en la parroquia San Pablo Apóstol (barrio de Colegiales), donde se celebró unas semanas.
Por otra parte, el sacerdote Ricardo Dotro –encargado de celebrar en la parroquia San Miguel Arcángel– mortificaba a las personas que comulgaban de rodillas, instaba a los asistentes a realizar los movimientos más rápido, molestaba su concentración, incorporaba al rito tridentino elementos del rito moderno, entre otras acciones. En entrevistas que le hicieron, afirmaba que la autorización dada servía para empujar a los “retrasados” en “el avance de la Iglesia”, y que celebraba la misa por “pura compasión”. Era habitual que se le acercara gente a felicitarlo por celebrar la misa tridentina, pero él les negaba el saludo. A un grupo de laicos le dijo que lo hizo “por obediencia al cardenal” pero que era “una carga insoportable”. Dotro además forzaba a que los laicos leyesen las lecturas, cuando en el rito tridentino corresponde al sacerdote. De todo esto hay testimonios.
Ahora Bergoglio, desde la silla petrina, despliega ya sin disimulo y con ropaje jurídico una conducta que –en realidad– hace años llevaba aplicando.
Esta medida empuja a los fieles tradicionales a asistir al rito Novus Ordo Missae, que en la mayoría de casos –en la Argentina y en el mundo– viene acompañada de infinitos abusos litúrgicos y hasta sacrilegios; al limitarse las misas tridentinas los fieles serán llevados a asistir a las celebraciones en las condiciones en que se vienen realizando.
Se trata, por tanto, de un hostigamiento con olor a oveja, realizado por “el papa de la misericordia”: no son los pajarracos feministas, no son los comunistas de hoz y martillo, no es la izquierda con sus bombos, no son los jacobinos franceses con la guillotina. Es algo mucho peor: es la persecución de vestido blanco, la consumación de un plan trazado contra la liturgia católica que nos remonta cincuenta años en el pasado, manifestando un odio verdaderamente demoníaco.
Por este motivo, aunque el pontificado de Bergoglio sin dudas es anticristiano, el problema litúrgico no empezó en el 2013. Hace más de cinco décadas que se ha vuelto común la arbitrariedad por parte de los jerarcas. Con honrosas excepciones que conocemos y valoramos, los párrocos y los obispos han sido cómplices por acción u omisión. Es un hecho que, por la fuerza, sin derecho y contra el derecho, se quiere suprimir la misa de la tradición católica. Grandes inteligencias, como el padre Leonardo Castellani, fustigaron este despotismo que pinta la idiotez del subordinado como una virtud, y que retrata la resistencia a las medidas injustas como acto de soberbia.
Prohibir la misa tridentina es un clarísimo mensaje –por si faltaba– que no hace falta explicitar, pero que no obstante conviene hacerlo: Francisco está desautorizando la lucha contra la herejía, está atacando lo mejor de Trento, arremetiendo contra la Tradición bajo pretexto de que limita un rito, empuja a los fieles a que asistan al triste, irreverente y patético cambalache en que se ha convertido –en infinidad de casos– la Misa Nueva.
Pachamama sí, Misa Tridentina no
Los grupos de fieles afectos a la liturgia tradicional son de los más vivos de la Iglesia hoy. Por el contrario, los grupos de bautizados progresistas atraviesan largos años de infertilidad. Sin embargo –y en paralelo con el cierre del seminario de San Rafael, Mendoza (Argentina), el más fecundo del país–, el Papa Francisco intenta pisarle la cabeza a los tradicionalistas. Otra vez. Pretende aplastar justamente al grupo que está creciendo. Mientras tanto, con los grupos más estériles de la Iglesia (que rechazan la fe y la tradición católica) se tiene una “paciencia” infinita.
Enfoquemos aquí: miles de sacerdotes y obispos vienen declarando públicamente barbaridades sin que ese comportamiento tenga consecuencias. Un integrante de la Pontificia Academia para la Vida rechaza la Humanae Vitae y la doctrina moral sobre la vida[8], y pretende “reevaluar” la calificación de las relaciones homosexuales[9]; el P. James Martin rechaza el catecismo[10] y es felicitado públicamente por Francisco[11]; los sacerdotes alemanes bendicen lo que Dios reprueba sin consecuencias[12], la mitad de los obispos norteamericanos da la comunión a los políticos abortistas[13].
Los luteranos comulgan en misas católicas[14], los políticos aborteros como Alberto Fernández pueden comulgar[15], pero los tradicionalistas no pueden asistir a la Misa Tridentina. Sobre todo esto que ha pasado, Bergoglio escribe –a modo de justificación– que quienes desean participar en la liturgia antigua crean divisiones. Bergoglio no quiere tradicionalismo en la Iglesia: cualquier otra cosa, sí.
La autoridad, el mando y la justa orden
Esta medida alimentará la confusión ya existente en torno al legítimo ejercicio de la autoridad. Los malos teólogos enseñan que el subordinado sólo debe rehusarse a obedecer órdenes manifiestamente injustas: “le ordeno que mate a ese inocente”; “le ordeno que le robe a tal persona tal cosa”. Sin embargo, una orden teóricamente legítima puede ser ilícita si sus efectos previsibles son nefastos, aunque el objeto de la medida no sea desordenado per se.
Por ejemplo, aunque el obispo tenga formalmente el derecho, puede constituir una medida deshonesta poner su mejor teólogo al frente de una parroquia donde apenas dos personas asisten a misa, en vez de permitirle predicar a cientos de feligreses en otro lugar más concurrido. Cosa que Bergoglio hizo cuando era cardenal, por ejemplo, con el padre Martín Poladian, eximio teólogo que terminó como párroco de una iglesia a la que asistían dos feligreses, luego de haber dado sermones ante varios centenares en la Basílica de San José de Flores, una de las más grandes y bellas de Buenos Aires.
Por parte del subordinado, no existe obligación de obedecer las órdenes que estén fuera de la competencia de la autoridad: el mando que el jefe recibe le viene dado para cumplir con los fines de su misión y quien manda sólo tiene competencia para ordenar en cuanto al cumplimiento de esos fines. No puede impartir órdenes inmorales así como tampoco dictar normas por enemistad manifiesta (ya sea hacia personas en particular o hacia la Iglesia en general).
En este sentido, aunque la nueva normativa está dentro de la competencia del Papa, es importante preguntarnos si acaso la enemistad manifiesta de Francisco para con la Tradición Católica la volvería nula. En efecto, existen sobrados indicios de rechazo hacia los fieles y sacerdotes más tradicionales durante este pontificado. Por otro lado, es palmaria la carencia de argumentos sólidos para restringir la misa tridentina: se señala a los cristianos que prefieren la liturgia tradicional como responsables de las restricciones que Francisco aplica a la misa tridentina. Ahora son ellos, no el Papa Francisco, los responsables de las limitaciones del rito tradicional: habrían malversado el privilegio dado por Benedicto.
¿Desde cuándo se puede suprimir el uso de un rito porque quienes lo practican supuestamente sean de una forma u otra? ¿Qué tipo de criterio es éste? ¿No es evidente que estamos ante una típica falacia ad hominem?
Con Traditiones Custodes se da a entender que la finalidad de Benedicto XVI era únicamente atender a los deseos de algunos nostálgicos, como un gesto de mera “magnanimidad” para con ellos, como si se tratara de un privilegio sujeto a la condición de buen comportamiento. Así, el argumento de Bergoglio para limitar la misa tradicional es que quienes la frecuentan son mala gente.
Siguiendo este razonamiento, entre los que asisten al Novus Ordo hay egoístas, envidiosos, mentirosos, adúlteros, estafadores, explotadores de empleados, cobardes, trepadores, obsecuentes. ¿Habría que restringir el Novus Ordo por estos motivos?
¿Nos damos cuenta de que es un planteo sin sentido? Los motivos que explican esta limitación son ideológicos, no una defensa de la fe ni de la doctrina.
El documento de Francisco por el cual contradice a Benedicto XVI, imponiendo más restricciones a la Misa Tridentina, lleva el tramposo título de Traditionis Custodes. El nombre es exactamente lo contrario de lo que el documento significa, porque lejos de custodiar la tradición lo que en realidad hace es mancillarla: otro recurso de la Guerra Semántica.
Así, Francisco –poniéndose por encima de Benedicto y de la tradición– determina que el rito tradicional no forma parte de la liturgia de la Iglesia Católica, puesto que, según él, la lex orandi de la Iglesia sólo se expresa en el Nuevo Misal.
Para fundamentar su decisión de establecer el Rito Nuevo como única expresión de la lex orandi, Francisco dice que San Pío V abrogó en el siglo XVI los ritos que no tuvieran más de doscientos años de antigüedad. Sin embargo, la misa tridentina posee al menos cinco siglos de antigüedad, y numerosos elementos de ella se remontan incluso más atrás en el tiempo. Es patente que Bergoglio concluye lo contrario a su propio argumento.
Cabe enfatizar, además, que las leyes o normas irracionales no son leyes: si se pretende hacer del ad hominem una ley, entonces se sanciona un prejuicio. Obedecer o dar nuestro consentimiento a esta medida significa –en palabras brillantes de Juan Manuel de Prada[16]– pedirnos que al entrar en la iglesia nos quitemos no sólo el sombrero sino también la cabeza.
Ni nuestra fe ni la virtud de la obediencia ni la caridad nos pueden exigir que nos quitemos la cabeza. Sin embargo, dice de Prada, “esto, exactamente esto, es lo que me acaba de pedir Bergoglio”. Y explica: “Soy católico y no puedo ser irracional. No puedo aceptar una cosa y la contraria; no puedo dividir en dos mi cabeza. No puedo obedecer indicaciones contradictorias, como si fuese un cadáver o un robot que responde a impulsos eléctricos”. Y por lo tanto: “La obediencia no puede asentir a algo absurdo, no puede someterse a mandatos contradictorios por ahorrarse disgustos o complicaciones. El Dios en el que creo es Logos; y por lo tanto no puede pedirme que me quite la cabeza. El ‘motu proprio’ de Bergoglio me lo pide y no pienso hacerlo”.
Prudencia, obediencia y resistencia a la autoridad
La prudencia es la regla maestra. De ahí que sea posible dejar de obrar ciertas cosas buenas y esto porque –según las circunstancias– un acto bueno puede generar un mal. Ejemplo: devolver lo robado es algo bueno, pero si se robó un arma y su dueño ha perdido la razón, no debe devolverse. Lo mismo pasa aquí en torno a la autoridad: aunque obedecer sea bueno en general, en este caso particular sería nefasto. Este documento del Papa Francisco es una muestra de profunda enemistad hacia los fieles tradicionales y, por lo tanto, no obliga en conciencia.
Esperemos que sean muchos los sacerdotes y obispos que tengan la santa audacia de resistir esta medida. El deber de la jerarquía es guardar celosamente la verdad, custodiar la tradición, preservar la Palabra de Dios, y todas estas obligaciones se cumplen con la transmisión y la celebración de la Misa Tridentina. La misa de siempre es un excelente medio para cumplir los fines propios del sacerdocio. Esta medida del Papa, como muchas otras de idéntico espíritu anti tradicional, constituye el nervio de algo que no sólo podemos sino que debemos combatir.
Los sacerdotes y los fieles deben desobedecer a Francisco. El pecado no sería celebrar la misa tridentina. El pecado sería dejar de rezarla porque eso le da más poder al hombre que tiraniza la Iglesia desde el 2013: Jorge Mario Bergoglio. Es la hora de la santa desobediencia, la cual, en realidad, es la obediencia a un principio superior. El Papa no puede cambiar la Tradición por decreto, tanto como no puede limitar el rezo del Padrenuestro, el Avemaría o el Gloria. No es el monarca absoluto, debe ser el custodio de la tradición. La medida es abusiva, y una medida contra el bien común de la Iglesia es nula.
Esto nos lleva al punto de si un pontífice puede ser resistido legítimamente. Nos limitaremos a reproducir las afirmaciones de grandes teólogos: “Pedro no necesita nuestra adulación. Aquellos que defienden ciega e indiscriminadamente cada decisión del Sumo Pontífice son los que menoscaban la autoridad de la Santa Sede: destruyen, en lugar de fortalecer sus cimientos” (Melchor Cano); “si el Papa con sus órdenes y sus actos destruye la Iglesia, se le puede resistir e impedir la ejecución de sus mandatos” (Francisco de Vitoria); “Si el Papa dictara una orden contraria a las buenas costumbres, no se le ha de obedecer; si tentara hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será lícito resistirle; si atacara por la fuerza, por la fuerza podrá ser repelido” (Francisco Suárez);“Usted debe resistir de frente a un papa que abiertamente desgarra la Iglesia, por ejemplo, al rehusar conferir beneficios eclesiásticos, excepto por dinero o intercambio de servicios… caso de simonía, que aun cometido por el papa, debe ser denunciado” (Tomás Cardenal Cayetano); “habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser argüidos, inclusive públicamente, por los súbditos. Así, San Pablo, que era súbdito de San Pedro, le arguyó públicamente” (Santo Tomás de Aquino); “En respuesta a la pregunta: “¿Qué debe hacerse en casos en que el Papa destruya la Iglesia con sus malas acciones?: Ciertamente pecaría; tampoco se le debería permitir actuar de tal forma, ni debería ser obedecido, en lo que fuera malo, pero debiera ser resistido con cortés reprensión (.)… Él no tiene el poder para destruir; por lo tanto, si hay evidencia de que lo está haciendo, es lícito resistirlo. El resultado de todo esto es que si el Papa destruye la Iglesia con sus órdenes y sus actos, puede ser resistido y la ejecución de sus mandatos, prevenida. El derecho a la resistencia del abuso de autoridad de los prelados viene de la Ley Natural” (Sylvester Prieras, teólogo dominicano, respondió a las 95 tesis de Lutero); “Así como es legal resistir al papa si asaltara la persona de un hombre, es lícito resistirlo si asalta las almas o perturba al estado o se esfuerza por destruir la Iglesia” (San Roberto Belarmino).
El conjunto de todas las medidas que el Papa Francisco viene aplicando desde el inicio de este pontificado habilita a los católicos a resistir sistemáticamente no sólo a “Traditionis Custodes” sino también a la persona del Papa, quien ha demostrado sobradamente ser un adversario de la catolicidad de la Iglesia. Por obediencia a Dios, preparémonos para desobedecer a Bergoglio.
[1] Cfr. https://bit.ly/3xi2Vbb
[2] Cfr. https://bit.ly/3i2R78a
[3] Infocatólica reproduce la entrevista aquí: https://bit.ly/3x1IYFi
[4] Cfr. https://twitter.com/padrefjd/status/1415996306292621314?s=21
[5] Cfr. https://bit.ly/2US8AaA
[6] Cfr. https://bit.ly/371aSH1
[7] Prefacio a “El desarrollo orgánico de la liturgia. Los principios de la reforma litúrgica y su relación con el movimiento litúrgico del siglo XX antes del Concilio Vaticano II” por Dom Alcuin Reid, San Francisco 2004. Cfr. en Amazon, https://amzn.to/3i8Wumq
[8] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=31347. Ver también: https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=31497. Y también: https://bit.ly/3iR40RS
[9] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=35809.
[10] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=31323
[11] Cfr. https://bit.ly/3rC4JKI
[12] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=40521
[13] Cfr. https://lat.ms/3x8wbRw
[14] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=40573
[15] Cfr. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=36917
[16] Cfr. https://bit.ly/2VgIMod
lunes, 26 de octubre de 2020
The Most Anti-Catholic Presidential Ticket in U.S. History
Duración 3:24 minutos
The Most Anti-Catholic Presidential Ticket in U.S. History
The webpage AntiCatholicTicket.com is dedicated to exposing the Biden/Harris campaign as quote “the most anti-Catholic presidential ticket in U.S. history.” They are wrong on non-negotiable issues for Catholics. The website mentions abortion, marriage, religious liberty, gender ideology, law and order, and socialism.
Eight Names
AntiCatholicTicket.com quotes the following American bishops who have criticised Biden and Harris. They are: Cardinal Burke, Spokane Bishop Thomas Daly, Louisville Bishop Joseph Kurtz, Kansas City Archbishop Joseph Naumann, Springfield Bishop Thomas Paprocki, South Bend Bishop Kevin Rhoades, Tyler Bishop Joseph Strickland, and Providence Bishop Thomas Tobin. These are eight names. However, in the United States, there are about 450 active or retired bishops. Most of the U.S. Bishops keep quiet about this crucial vote.
Biden Allegedly “Winning” Catholic Vote
Biden is winning the – quotation markes - Catholic vote by 12 points, EWTN-RealClear Opinion poll found. President Trump won 52 percent of Catholic voters in 2016. The EWTN News-RealClear Opinion poll was conducted Oct. 4-11 among 1,490 likely Catholic voters contacted online in English and Spanish. However, the same poll found that a 46 percent plurality of likely Catholic voters support the nomination of Supreme Court Justice Amy Coney Barrett, a conservative Catholic, while only 28 percent are opposed. This indicates that the poll about the Catholic vote cannot be correct.
What Priests Have to Say
AntiCatholicTicket.com quotes statements from priests. One of them is Father James Altman, the Pastor of St. James the Lesse in La Cross, Wisconsin. He said, “You cannot be a Catholic and a Democrat. Period.” Another quote is from Father John Boye, the Pastor of Our Lady of Perpetual Help in Cottage Grove, Oregon. He said, “It is particularly scandalous today that the most prominent Catholic politicians are the most anti-life. Such Catholics are truly wolves in sheep’s clothing.” A third priest is Father Kevin Cusick, Pastor of Saint Francis de Sales Catholic Church, Benedict, Maryland, who said, “Joe Biden is not a practicing Catholic. And practicing Catholics cannot vote for Biden in good conscience.”
TRADUCTOR GOOGLE
La página web presidencial más anticatólica en la historia de EE. UU.
La página web AntiCatholicTicket.com está dedicada a exponer la campaña de Biden / Harris como "la web presidencial más anti-católica en la historia de los Estados Unidos". Se equivocan en cuestiones no negociables para los católicos. El sitio web menciona el aborto, el matrimonio, la libertad religiosa, la ideología de género, la ley y el orden y el socialismo.
Ocho nombres
AntiCatholicTicket.com cita a los siguientes obispos estadounidenses que han criticado a Biden y Harris. Ellos son: el cardenal Burke, el obispo de Spokane Thomas Daly, el obispo de Louisville Joseph Kurtz, el arzobispo de Kansas City Joseph Naumann, el obispo de Springfield Thomas Paprocki, el obispo de South Bend Kevin Rhoades, el obispo de Tyler Joseph Strickland y el obispo de Providence Thomas Tobin. Estos son ocho nombres. Sin embargo, en los Estados Unidos, hay alrededor de 450 obispos activos o retirados. La mayoría de los obispos de EE. UU. guardan silencio sobre este voto crucial.
Biden presuntamente "ganando" el voto católico
Biden está ganando el voto católico en los mercados de cotización por 12 puntos, según la encuesta de opinión de EWTN-RealClear. El presidente Trump ganó el 52 por ciento de los votantes católicos en 2016. La encuesta de opinión de EWTN News-RealClear se realizó del 4 al 11 de octubre entre 1.490 probables votantes católicos contactados en línea en inglés y español. Sin embargo, la misma encuesta encontró que una pluralidad del 46 por ciento de probables votantes católicos apoya la nominación de la juez de la Corte Suprema Amy Coney Barrett, una católica conservadora, mientras que solo el 28 por ciento se opone. Esto indica que la encuesta sobre el voto católico no puede ser correcta.
Lo que tienen que decir los sacerdotes
AntiCatholicTicket.com cita declaraciones de sacerdotes. Uno de ellos es el padre James Altman, pastor de St. James the Lesse en La Cross, Wisconsin. Dijo: “No se puede ser católico y demócrata. Período." Otra cita es del padre John Boye, pastor de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Cottage Grove, Oregon. Dijo: “Es particularmente escandaloso hoy que los políticos católicos más prominentes sean los más anti-vida. Tales católicos son verdaderamente lobos con piel de oveja ". Un tercer sacerdote es el padre Kevin Cusick, pastor de la iglesia católica Saint Francis de Sales, Benedict, Maryland, quien dijo: “Joe Biden no es un católico practicante. Y los católicos practicantes no pueden votar por Biden con buena conciencia ".
viernes, 25 de septiembre de 2020
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