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martes, 1 de noviembre de 2016

ORACIÓN ECUMÉNICA CONJUNTA EN LA CATEDRAL LUTERANA DE LUND (Papa Francisco en Lund, Suecia) [Comentada por José Martí]

FUENTE: VATICANO

(31 DE OCTUBRE - 1 DE NOVIEMBRE 2016)


HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Lund
Lunes 31 de octubre de 2016

«Permaneced en mí, y yo en vosotros» (Jn 15,4). Estas palabras, pronunciadas por Jesús en el contexto de la Última Cena, nos permiten asomarnos al corazón de Cristo poco antes de su entrega definitiva en la cruz. Podemos sentir sus latidos de amor por nosotros y su deseo de unidad para todos los que creen en él. Nos dice que él es la vid verdadera y nosotros los sarmientos; y que, como él está unido al Padre, así nosotros debemos estar unidos a él, si queremos dar fruto.

En este encuentro de oración, aquí en Lund, queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a él para tener vida. Le pedimos: «Señor, ayúdanos con tu gracia a estar más unidos a tí para dar juntos un testimonio más eficaz de fe, esperanza y caridad». Es también un momento para dar gracias a Dios por el esfuerzo de tantos hermanos nuestros, de diferentes comunidades eclesiales, que no se resignaron a la división, sino que mantuvieron viva la esperanza de la reconciliación entre todos los que creen en el único Señor.

Católicos y luteranos hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación


 [¿A costa de qué? ¿Es que existe un proselitismo inverso? Nosotros, los católicos, no podemos intentar convencer a nadie de que su postura es errónea ... pero debemos reconocer nuestros errores y dejarnos convencer por aquellos que abandonaron la fe y se separaron de la Iglesia, siendo excomulgados: ¡Aquí falla algo! ¡No veo la lógica por ninguna parte!]

Ahora, en el contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, tenemos una nueva oportunidad [¿?] para acoger un camino común [¿?], que ha ido conformándose durante los últimos 50 años en el diálogo ecuménico [¿estaban equivocados todos los papas anteriores al Concilio Vaticano II?] entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica. No podemos resignarnos [¿Ellos o nosotros?] a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos [Yo pienso que no ha habido ningún malentendido, puesto que Lutero se definió claramente en contra de la Iglesia y de los Papas y en términos, a veces, que dan miedo] que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros [no puede haber comprensión cuando no hay voluntad de cambiar y salir del error. Fueron los protestantes quienes se salieron de la Iglesia y cayeron en herejía formal. Por eso Lutero fue excomulgado]

Jesús nos dice que el Padre es el dueño de la vid (cf. v. 1), que la cuida y la poda para que dé más fruto (cf. v. 2). El Padre se preocupa constantemente de nuestra relación con Jesús, para ver si estamos verdaderamente unidos a él (cf. v. 4). Nos mira, y su mirada de amor nos anima a purificar nuestro pasado y a trabajar en el presente para hacer realidad ese futuro de unidad que tanto anhela.

También nosotros [¿hablamos de los protestantes o de los católicos?] debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón ...

[Por supuesto, pero sólo por la corrupción existente entonces ... que, todo hay que decirlo, hoy la hay mayor que en aquellos tiempos; pero lo que no se puede hacer es ceder en la Doctrina. Hay puntos que son irreconciliables entre católicos y luteranos. La única posibilidad de unión real y no ficticia es que, arrepentidos de sus errores por haberse separado de la verdadera y única Iglesia, que es la Iglesia católica, estos "hermanos separados" vuelvan al redil y así se cumpla la voluntad de Jesucristo de ser un sólo rebaño y un sólo Pastor. El buen Pastor es Jesucristo. Y luego, como Vicarios y representantes suyos en la tierra, deberían de serlo todos los sucesores de Pedro en el Papado. Hasta el momento presente, durante casi dos mil años, pese a los errores cometidos por la parte humana de la Iglesia, nunca jamás se había puesto en discusión la Doctrina. A las cosas se les llamaba por su nombre. Lo malo estaba mal. Y lo bueno estaba bien. Y esto seguirá siendo así, pues no se puede ir en contra de la naturaleza de las cosas. El "diálogo" no consiste en ceder en puntos que son esenciales y que constituyen la esencia de la Iglesia, como es la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, entre otros, sino en ayudar a  quienes se han separado a reconocer sus errores para que vuelvan así al único camino que conduce a la Vida y que va unido necesariamente a la pertenencia a la Iglesia católica, fuera de la cual no hay salvación. Esto es de fe]

Solamente Dios es el juez.

[Cierto, pero Jesús dijo: "Tú eres Pedro. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" Te daré las llaves del Reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19). Y ni Jesús ni la Iglesia pueden contradecirse, so pena de destruirse. Y así, las verdades de fe definidas como tales a lo largo de la Historia de la Iglesia no pueden cambiarse. Es un atar y desatar que va unido al cumplimiento de la voluntad de Dios, manifestada en Jesucristo, junto a la Tradición de la Iglesia y a su Magisterio. El papa no es el dueño de la Palabra divina ni puede contradecir, sin grave daño, el Magisterio anterior de la Iglesia, pues éste, entonces, desaparecería y con él la Iglesia]

Se tiene que reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del pueblo de Dios, que anhela naturalmente estar unido, y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel, que siempre y en todo lugar necesita estar guiado con seguridad y ternura por su Buen Pastor. Sin embargo, había una voluntad sincera por ambas partes de profesar y defender la verdadera fe [Bueno, los hechos demuestran lo contrario; y los hechos son los que cuentan acerca de esa buena voluntad]pero también somos conscientes [¿quiénes, los católicos o los protestantes?] que nos hemos encerrado en nosotros mismos 

[¿Qué significa esto de encerrarse en nosotros mismos? Desde luego si se trata de mantener la integridad del Mensaje recibido, entonces bendito encerramiento; pues el católico, por esencia, no se cierra a sí mismo, pues le urge la caridad de Cristo y quiere proclamar su mensaje por todo el mundo, apelando siempre, por supuesto, y respetando, la libertad de las personas]

por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente.

[Pero, ¿qué temor o qué prejuicios puede haber? El que ama la verdad viene a la Luz. Esta Luz es Cristo. Y Cristo manifestado no en la sola Escritura, que cada cual interpreta a su manera, sino Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida ... Y que para que su Mensaje no cayera en el vacío o en interpretaciones contradictorias fundó su Iglesia. La Tradición y el Magisterio de la Iglesia son esenciales para comprender bien el Mensaje de Jesucristo de una manera tal que no dé lugar a confusiones. Y esto sólo es posible en el seno de la Iglesia Católica, pese a que muchos de sus miembros, incluidos los de la Jerarquía eclesiástica, hayan perdido la fe y defiendan lo que es indefendible para un católico ... ¡y todo ello sin que se les llame la atención por parte de las más altas esferas: al contrario, son promocionados a rangos de mayor categoría! No estamos precisamente en condiciones de juzgar un pasado que, en lo esencial fue fiel, lo que ahora no está ocurriendo]

El Papa Juan Pablo II decía: «No podemos dejarnos guiar por el deseo de erigirnos en jueces de la historia, sino únicamente por el de comprender mejor los acontecimientos y llegar a ser portadores de la verdad» (Mensaje al cardenal Johannes Willebrands, Presidente del Secretariado para la Unidad de los cristianos, 31 octubre 1983). Dios es el dueño de la viña, que con amor inmenso la cuida y protege; dejémonos conmover por la mirada de Dios; lo único que desea es que permanezcamos como sarmientos vivos unidos a su Hijo Jesús. Con esta nueva mirada al pasado no pretendemos realizar una inviable corrección de lo que pasó, sino «contar esa historia de manera diferente» (Comisión Luterano-Católico Romana sobre la Unidad, Del conflicto a la comunión, 17 junio 2013, 16).

[Es difícil de entender que se pueda contar la historia de manera diferente. Lo que pasó, pasó. Y en ese sentido, no ha habido ningún movimiento por parte de los luteranos en acercarse a la Iglesia Católica, la cual les abriría sus puertas con sumo gozo, si admitiesen sus herejías y arrepintiéndose de ellas, adquiriesen un correcto conocimiento de la Iglesia, dado que en ello les va su propia salvación. Y, al hablar así, no considero estar siendo un hipócrita. Sé que soy un gran pecador. Pero no ceso de dar gracias a Dios por haber colocado en mi camino a sacerdotes fieles que me han enseñado la importancia fundamental que tiene el permanecer unidos a la única Iglesia verdadera, fundada por Jesucristo, sobre la roca de Pedro. Y ésta no es otra que la Iglesia católica. Y quiero poder decir con san Pablo: "Sé muy bien de quién me he fiado" (2 Tim 1, 12]

Jesús nos recuerda: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Él es quien nos sostiene y nos anima a buscar los modos para que la unidad sea una realidad cada vez más evidente. 

[Eso es verdad. Pero no puede haber unidad si no es en la Verdad, no "mi verdad", sino "la Verdad" que nos ha sido revelada por Jesucristo y que sólo puede encontrarse a través de la Iglesia que Él fundó. Cualquier otro tipo de unidad no sería sino una farsa y una pantomima; una pérdida de tiempo, en definitiva. Y todo ello es porque estamos necesitados de una mayor fe, además de que se da el hecho de que son millones los católicos que no conocen su fe, desde hace ya más de 50 años, porque no se les ha enseñado o se les ha enseñado mal, haciendo hincapié en cosas banales, en lugar de predicar a Jesucristo y a éste crucificado. Ése ha sido el gran error]

Sin duda la separación ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones; pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin él no podemos hacer nada, dándonos la posibilidad de entender mejor algunos aspectos de nuestra fe. [¿Por ejemplo?]

Con gratitud reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. A través de la escucha común de la Palabra de Dios en las Escrituras, el diálogo entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial, del que celebramos el 50 aniversario, ha dado pasos importantes. Pidamos al Señor que su Palabra nos mantenga unidos, porque ella es fuente de alimento y vida; sin su inspiración no podemos hacer nada.

[Esta idea acerca de la Reforma, que -según Francisco- "ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura", es falsa. En un excelente artículo de Bruno, de Infocatólica, titulado "La Reforma hizo un gran daño a la comprensión de la Escritura"  se puede leer: 

Comprendo perfectamente que el Papa desee llevarse bien con los protestantes, pero de nada sirven esos deseos si intentamos cumplirlos a costa de la verdad. Y la verdad es que el día que Lutero (supuestamente) clavó sus tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg fue un día funesto para la comprensión de la Escritura. Aunque fuera inconscientemente, pocas personas en la historia habrán dañado más que Lutero la verdadera comprensión cristiana de la enseñanza de la Biblia.No caigamos en el mismo gravísimo error sólo por intentar llevarnos bien con todo el mundo.Recordémoslo una vez más: la verdadera caridad siempre está basada en la verdad.]

La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. «¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?». Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero.

En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de «sólo por la gracia divina», se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios.

[Pero entendamos bien la idea de la justificación, pues el lema de Lutero era: "Peca fuertemente, pero cree aún más fuertemente". Según él la naturaleza humana está corrompida por el pecado. El hombre no puede sino pecar. Y ese pecado no es eliminado ni siquiera por Dios. Él dice: Jesús me salvará porque yo creo en Él. Y punto. A partir de ahí, puede ser fornicario, ladrón, avaricioso, criminal, etc... Eso es lo de menos. Está "condenado" a actuar así. Ésa es su naturaleza. Pero Dios lo salvará porque Dios es bueno; y Dios entiende que él no puede hacer otra cosa que no sea pecar. Eso sí: debe de creer. Esta teoría de la justificación no se parece en nada a la justificación católica, según la cual, aun cuando es verdad que sólo Dios salva, sin embargo, ha querido contar con nosotros y con nuestra cooperación en esa tarea de nuestra salvación. Él quiere salvarnos y sólo Él nos salvará (con nuestras solas fuerzas no podríamos. Si así lo creyéramos caeríamos en el pecado de Pelagio), pero no salvará a todos, sino sólo a aquellos que pongan de su parte, a aquellos que hayan creído en el amor que Él les tiene y que intentan, todos los días, y a cada momento de cada día, corresponder a ese amor con un amor semejante.

Él quiere ver nuestra buena voluntad, quiere ver en nosotros, en cada uno, que Él es lo más importante en nuestra vida. Cuenta con nuestra debilidad y con nuestros pecados y traiciones, pero eso lo permite para que aumente nuestra humildad y para hacernos ver y entender hasta qué extremo nos ha querido y nos quiere ... pues incluso cuando pecamos, si nos arrepentimos de corazón y con propósito de enmienda, acudiendo al sacramento de la Confesión, nuestros pecados quedan completamente borrados, como si nunca hubiesen sido cometidos. Por eso se habla en la Biblia del hombre nuevo y de la nueva criatura, refiriéndose a aquellos que se han dejado conducir plenamente y en totalidad, por Jesucristo, Señor Nuestro. 

Es más: aunque por nosotros mismos no merecemos nada, la participación en el Cuerpo Místico de Cristo nos da la posibilidad, real, de que nuestros méritos son realmente nuestros, pues así lo ha querido hacer Él por nosotros, porque nos quiere. La naturaleza humana está herida por el pecado, pero no está corrompida. El pecado desaparece realmente mediante la Confesión sincera del mismo ante un sacerdote que actúa "in persona Christi". Según Lutero Dios mira para otra parte y nos salva. Pero nuestro pecado permanece y no es eliminado. DE MANERA QUE SON DOS MANERAS COMPLETAMENTE DISTINTAS DE ENTENDER LA JUSTIFICACIÓN. ¿Dónde está el aporte de Lutero?]

Jesús intercede por nosotros como mediador ante el Padre, y le pide por la unidad de sus discípulos «para que el mundo crea» (Jn17,21).

[En efecto, así es. Pero se está refiriendo a sus discípulos, es decir, a los que son católicos y le siguen, en plena fidelidad a la Iglesia instituida por Él. Sin embargo no es el caso de los luteranos, que se han desgajado de la Iglesia. Si nosotros, los que decimos llamarnos católicos, fuésemos uno, como Jesús y el Padre son uno, entonces "el mundo creería en Jesucristo como enviado por el Padre para nuestra salvación" (cfr Jn 17, 21)]

Esto es lo que nos conforta, y nos mueve a unirnos a Jesús para pedirlo con insistencia: «Danos el don de la unidad para que el mundo crea en el poder de tu misericordia». 

Este es el testimonio que el mundo está esperando de nosotros. Los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar de manera concreta y con alegría la misericordia de Dios, defendiendo y sirviendo la dignidad de cada persona. 

[Yo añadiría que esta dignidad de la persona humana nos viene de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es verdad que tenemos que amar al prójimo como a nosotros mismos. Pero éste es el segundo mandamiento. No hay que olvidarlo. El primero es amar a Dios sobre todas las cosas. Y es el primer mandamiento el que da sentido al segundo. De lo contrario, la caridad queda reducida a pura solidaridad humana, sin referencias a Dios. Es importante tener esto "in mente" a la hora de actuar, si queremos hacerlo como católicos].

Sin este servicio al mundo y en el mundo, la fe cristiana es incompleta [con la salvedad que acabo de hacer: amamos al mundo porque lo amamos a Él]

Luteranos y católicos rezamos juntos en esta Catedral y somos conscientes de que sin Dios no podemos hacer nada; pedimos su auxilio para que seamos miembros vivos unidos a Él [Para ser miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, es necesario formar parte de la Iglesia. Éste es un "detalle" importante] siempre necesitados de su gracia para poder llevar juntos su Palabra al mundo, que está necesitado de su ternura y su misericordia.

Francisco