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viernes, 20 de abril de 2018

Pablo VI y la reforma litúrgica. La aprobó, pero le gustaba poco (Sandro Magister)



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"Lo quiere el Papa". Es así como monseñor Annibale Bugnini (1912-1982), el artífice de la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II, acallaba siempre a los expertos que cuestionaban una u otra de sus innovaciones más desconsideradas.

El Papa era Pablo VI que, efectivamente, había confiado precisamente a Bugnini el papel de secretario y factótum del consejo para la reforma de la liturgia, presidida por el cardenal Giacomo Lercaro.

Bugnini gozaba de pésima reputación entre algunos de los componentes del consejo. "Perverso y melifluo", "manipulador", "sin cultura ni honestidad": así lo definió en sus "Memorias" el gran teólogo y liturgista Louis Bouyer (1913-2004), muy estimado por Pablo VI.

Al final, este Papa estuvo a punto de hacer cardenal a Bouyer y castigó a Bugnini exiliándolo como nuncio en Teherán cuando se dio cuenta de los daños que había ocasionado y de la falsedad de ese "Lo quiere el Papa" en el que el réprobo se escudaba.

Sin embargo, en los decenios siguientes los herederos de Bugnini dominaron el campo. Su secretario personal Piero Marini fue el maestro de las ceremonias pontificias de 1983 a 2007. Y recientemente se han publicado libros sobre Bugnini que exaltan su papel.

Pero volviendo a Pablo VI, ¿cómo vivió la reforma litúrgica? Los defensores de la liturgia preconciliar le señalan como el responsable último de todas las innovaciones.

En realidad, entre Pablo VI y la reforma que lentamente tomaba cuerpo no había esa sintonía que los críticos le reprochan.

Más bien al contrario, en no pocas ocasiones Pablo VI sufrió por lo que veía que se estaba llevando a cabo y que era lo opuesto de su cultura litúrgica, su sensibilidad, del espíritu con el que él mismo celebraba.

Hay un pequeño volumen, publicado hace unos días, que arroja nueva luz precisamente sobre este sufrimiento personal del Papa Giovanni Battista Montini en relación a una reforma litúrgica sobre la que no compartía muchas cosas:

“Paolo VI. Una storia minima”, por Leonardo Sapienza, Ediciones VivereIn, Monopoli, 2018.

En este libro monseñor Sapienza –desde 2012 regente de la Prefectura de la Casa Pontificia– recoge varias páginas de los "Diarios" redactados por quien fue el maestro de las ceremonias pontificias con Pablo VI: Virgilio Noè (1922-2011), hecho cardenal en 1991.

Con estos "Diarios" Noè prolongó una tradición que se remonta al "Liber notarum" del alemán Johannes Burckardt, ceremoniero de Alejando VI. En el resumen de cada celebración Noè anotaba también todo lo que Pablo VI le había dicho antes y después del rito, incluidos sus comentarios a algunas novedades de la reforma litúrgica experimentados por primera vez en esa ocasión.

Por ejemplo, el 3 de junio de 1971, después de la misa de conmemoración de la muerte de Juan XXIII, Pablo VI comentó:

"¿Cómo es posible que en la liturgia de los difuntos ya no se hable de pecado y expiación? Falta totalmente la imploración a la misericordia del Señor. También esta mañana, para la misa celebrada en las Grutas [vaticanas], aun teniendo textos hermosísimos, faltaba en ellos el sentido del pecado y el sentido de la misericordia. ¡Pero tenemos necesidad de esto! Y cuando llegue mi última hora, ¡pedid misericordia para mí al Señor, porque la necesito!".
Y en 1975, después de otra misa en memoria de Juan XXIII:
"Ciertamente, en esta liturgia faltan los grandes temas de la muerte, del juicio…".
La referencia no es explícita, pero Pablo VI se lamentaba, entre otras cosas, de la exclusión de la liturgia de los difuntos de la grandiosa secuencia "Dies irae" que, efectivamente, en la actualidad no se recita ni se canta en las misas, sobreviviendo sólo en los conciertos, con música de Mozart, Verdi y otros compositores.

En otra ocasión, era el 10 de abril de 1971, al finalizar la vigilia pascual reformada, Pablo VI comentó:

"Ciertamente, la nueva liturgia ha aligerado mucho la simbología. Pero la simplificación exagerada ha eliminado elementos que, antes, prendían en el ánimo de los fieles".
Y le preguntó a su ceremoniero: "
"¿Esta liturgia de la vigilia pascual es definitiva?".
A lo que Noè respondió: "Sí, Santo Padre, ya se han impreso los libros litúrgicos".
"Pero, ¿se podrá cambiar algo?", insistió el Papa, claramente nada satisfecho.
Otra vez, el 24 de septiembre de 1972, Pablo VI replicó a su secretario Pasquale Macchi, que se lamentaba de lo largo que era el canto del "Credo":
"Debe haber algún punto en común en el que todos se encuentren: por ejemplo, el 'Credo', el 'Pater noster' en gregoriano...".
El 18 de mayo de 1975, tras haber observado en más de una ocasión que durante la distribución de la comunión, en la basílica o en la plaza de San Pedro, había quién pasaba de mano en mano la hostia consagrada, Pablo VI comentó:
"¡El pan eucarístico no puede ser tratado con tanta libertad! Los fieles, en estos casos, se comportan como… ¡infieles!".
Antes de cada misa, mientras se revestía con los paramentos sagrados, Pablo VI siguió recitando las oraciones previstas en el misal antiguo "cum sacerdos induitur sacerdotalibus paramentis", también después de que fueran abolidas

Y un día, el 24 de septiembre de 1972, le preguntó sonriendo a Noè: 
"¿Está prohibido recitar estas oraciones mientras se ponen los paramentos?".
"No, Santo Padre: se pueden recitar, si uno quiere", le respondió el ceremoniero.
Y el Papa: "Pero estas oraciones ya no están en ningún libro y en la sacristía ya no hay carteles… Así, ¡se perderán!".
Son pequeñas ocurrencias, expresivas de la sensibilidad litúrgica del Papa Montini y de su incomodidad ante una reforma que preveía proceder sobre medida, como el mismo Noè ha anotado en sus "Diarios":

"La impresión es que el Papa no está totalmente satisfecho de lo que se ha llevado a cabo en relación a la reforma litúrgica. […] No siempre sabe todo lo que se ha hecho a este respecto. Tal vez en alguna ocasión algo se le ha escapado en el momento de la preparación y de la aprobación".

También esto deberá ser recordado de él, cuando el próximo otoño Pablo VI sea proclamado santo.

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A título de documentación, he aquí a continuación –en latín y en lengua vernácula– las oraciones que los sacerdotes recitaban mientas se vestían con los paramentos sagrados y que Pablo VI siguió recitando incluso después de que fueran eliminadas de los actuales libros litúrgicos.

Cum lavat manus, dicat:
Al lavarse las manos, diga:

Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam: ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire.
Purifica, Señor, de toda mancha mis manos con tu virtud, para que pueda yo servirte con limpieza de cuerpo y alma. Amén.

Ad amictum, dum ponitur super caput, dicat:
Al ponerse el amito, diga:

Impone, Domine, capiti meo galeam salutis, ad expugnandos diabolicos incursus.
Pon, Señor, sobre mi cabeza el yelmo de salvación, para rechazar los asaltos del enemigo. Amén.

Ad albam, cum ea induitur:
Al revestirse con el alba:

Dealba me, Domine, et munda cor meum; ut, in sanguine Agni dealbatus, gaudiis perfruat sempiternis.
Hazme puro, Señor, y limpia mi corazón, para que, santificado por la Sangre del Cordero, pueda gozar de las delicias eternas. Amén.

Ad cingulum, dum se cingit:
Al ajustar el cíngulo:

Praecinge me, Domine, cingulo puritatis, et extingue in lumbis meis humorem libidinis; ut maneat in me virtus continentiae et castitatis.
Cíñeme, Señor, con el cíngulo de tu pureza, y borra en mis carnes el fuego de la concupiscencia, para que more siempre en mí la Virtud de la continencia y la castidad. Amén.

Ad manipulum, dum imponitur bracchio sinistro:
Al colocar el manípulo sobre el brazo izquierdo:
Merear, Domine, portare manipulum fletus et doloris; ut cum exsultatione recipiam mercedem laboris.
Merezca, Señor, llevar el manípulo del llanto y del dolor, para poder recibir con alegría el premio de mis trabajos. Amén.

Ad stolam, dum imponitur collo:
Al poner la estola sobre el cuello:

Redde mihi, Domine, stolam immortalitatis, quam perdidi in praevaricatione primi parentis: et, quamvis indignus accedo ad tuum sacrum mysterium, merear tamen gaudium sempiternum.
Devuélveme, Señor, la estola de la inmortalidad, que perdí con el pecado de mis primeros padres, y aun cuando me aceptas sin ser digno a celebrar tus Sagrados Misterios, haz que merezca el gozo eterno. Amén.

Ad casulam, cum assumitur:
Al vestir la casulla:

Domine, qui dixisti: Iugum meum suave est, et onus meum leve: fac, ut istud portare sic valeam, quod consequar tuam gratiam. Amen.
Señor, que has dicho, mi yugo es suave y mi carga liviana, haz que la lleve a tu manera y consiga tu gracia. Amén.

Sandro Magister

NOTA: No todos están de acuerdo con esta interpretación del vaticanista Sandro Magister. Léase, por ejemplo, el siguiente artículo, de Adelante la Fe, de título: No encubran la historia: Pablo VI fue el protagónico creador de la Nueva Misa de Pablo VI

Política según las encuestas (Fray Gerundio)



Como en la vida política mundana, también en el Vaticano hay sus momentos delicados o graves, en los que se aconseja actuar de forma discreta. Se lanzan globos sonda, se deja caer una información, se desliza una propuesta, se guiña un ojo hacia la izquierda, se amenaza un poco hacia la derecha, se transmite una herejía… o todo a la vez, según las circunstancias cambiantes del espacio y del tiempo, tan queridos para Francisco –aunque dejando claro que el espacio es superior al tiempo y el tiempo fluctúa en el espacio-, ¡ no faltaba más !

En las últimas semanas, las prisas de la máquina diseñada por el Grupo de Saint Gall, ha incurrido en algunas irregularidades (todas voluntarias, por supuesto), que han sido acogidas con extrañeza, sorpresa y estupor, incluso por los más lelos de los espectadores del presente panorama. Nada de extraño. Para eso se van dando pasos todos los días y para eso hemos sido elegidos. El Elegido tiene que dar de sí todo lo que lleva dentro. Y si lo que lleva dentro es destrucción, pues se pone manos a la obra, mientras los bobos-útiles dicen que no pasa nada.

Claro que las cosas son como son y algunas veces los hechos cantan mucho. Una destrucción sinfónica es mucho más viral que una destrucción de mero solfeo. Pero a veces se pueden complicar un poquito las cosas y hay que dejar la máquina al ralentí, no vaya a ser. Y poner en marcha de inmediato la máquina de propaganda.

Con muy pocos días de diferencia, se dice que el infierno no existe, que las almas inmortales más malitas van directamente al aniquilatorio, que los ateos van al cielo sin visado o que la guerra es muy mala y la culpa la tienen los que venden las armas (aunque también haya quedado claro estos días, que la Guardia Suiza compra armas. Será a las FARC, lo cual tiene indulgencia).

Con muy pocos días de diferencia, se celebra el domingo de Ramos hablando de la inmigración (y asociados), el Jueves Santo continuando con la inmigración (y lava-besa-pies cuidadosamente escogidos) y el Viernes Santo penitenciando sobre la inmigración (con textos existenciales de estudiantes), para acabar en el domingo de Resurrección (con advertencias sobre la inmigración)… aburren al personal por muy pro-inmigrante que sea y por muy panoli que se auto-referencie. Y se va vaciando la Plaza de San Pedro. Y bajan las encuestas. Y el ambientillo de los forofos se enfría. Y como en la política mundana, ya se piden dimisiones (pues tal cosa no asusta a la Cristiandad, después de la del Cardenal Emérito Joseph Ratzinger). Es entonces cuando se tiene que poner en marcha la máquina político-reconstructora para dar la impresión de que la bondad brilla como el sol en las altas esferas, que se revisten –momentáneamente-, de ortodoxia.

Por eso me he divertido mucho con los reportajes de Rome Reports (guardia pretoriana de estos días), acudiendo a apagar el fuego incendiario de los malos pasos dados previamente. Porque ante las declaraciones sobre el infierno, se monta un reportaje que habla de la cantidad de veces que Bergoglio ha hecho comentarios sobre el infierno.

Ante el complicado enredo que se puede armar con los chilenos, tras el fracaso del viaje y la respuesta iracunda del Pontífice que dio la vuelta al mundo, ha habido una petición de perdón, –eso sí, echando la culpa a los que le malinformaron-. Que vengan a Roma los obispos chilenos, las víctimas y lo que sea. Que tenemos que aclarar todo y hacer un arreglo para que se arme el menor lío posible, -dejando de lado por un momento la máxima de armar lío-. Porque los Obispos chilenos que han estado siguiendo las instrucciones de Bergoglio en el caso Barros, parece que no están dispuestos ahora a ser los chivos expiatorios del caso Barros, reciclado tras la petición de perdón. En este momento mandan los seglares que pusieron la denuncia. Y está a la baja la credibilidad de Bergoglio, tras el video de marras y su negativa a admitir por tres veces la renuncia del citado Obispo. Estemos atentos a la solución de esto, porque alguna de las partes va a terminar altamente irritada. Estemos atentos a ver cómo se presentará el apañijo-chanchullo.

Pero lo más gracioso de todo es la postura ante la pregunta tímida de los obispos alemanes sobre administrar la comunión a protestantes cónyuges o cónyuges protestantes. Como si no estuvieran haciendo eso los obispos alemanes (y los párrocos, párrocas y allegados) desde hace tiempo. Como si hubiera que preguntar eso, digo yo, después de abrir el portón a la comunión de adúlteros. No recuerdo que entonces hubiera ningún conflito en la Conferencia Episcopal Alemana con algunos obispos diciendo nein, nein und nein, salvo los de las dubbia y algún otro desaparecido. Por cierto, ¿alguien sabe dónde está Müller? ¿habrá sido misericordieado en la mazmorras de los Borgia?

Esto explica, que se hayan lanzado todos los titulares a decir que El Papa para los pies a los obispos alemanes o que Doctrina de la Fe para el proyecto de los Obispos alemanes y tampoco me extraña que la Doctrina de la Fe, que hace tiempo que está en el paro haya vuelto a ser el Santo Oficio, por unos minutos. Hace tiempo que a los Obispos alemanes no les para los pies ni las más fuertes callosidades teológicas. Seguro que el cardenal Marx está muerto de miedo y cuando llegue algún protestante a comulgar le dirá: –Lo siento, no puedo darle la comunión porque no me deja el Santo Oficio.

Mis hermanos frailes dicen que soy un mal pensado. Que si no dicen nada, me quejo. Y si dicen algo, me quejo también. Y es que la base de toda novela policiaca, está en observar y conocer a los personajes. Claro que aquí no estamos en una novela policiaca, sino en una de terror. Que se lo digan al autor de la famosa novela sobre la dictadura papal o a los nuevos misericordiados de Bélgica.

En fin, política vaticana, aunque mucho más lerda y torpe que en otros tiempos. Lo cierto y verdad es que se ha instalado la ambigüedad en las palabras y la politiquería en los hechos. Tapando agujeros en la barca que se hunde. Al menos, en las encuestas.

Fray Gerundio

Parece que no hay tal rechazo de la intercomunión con los protestantes (Donde dije "digo", digo "Diego")