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miércoles, 14 de mayo de 2025

Robert Francis Prevost, papa León XIV. Análisis preliminar



El cardenal Robert Francis Prevost ha sido elegido papa en el cuarto escrutinio. Como muchos esperaban, el resultado no se hizo esperar, aunque para él no fue tan rápido. ¿Qué podemos esperar? Se había dicho que no habría otro papa de Sudamérica, y tenemos a un peruano. Si no de nacimiento, desde luego de formación y adopción. Parece un pontífice amable y diplomático. Tres principios orientadores lo definen: unidad en la Iglesia, paz en el mundo y justicia social. Con todo, tiene importantes puntos vulnerables que pueden ser explotados por personas hostiles a Cristo.

El 8 de mayo de 2025 el colegio cardenalicio escogió a Robert Francis Prevost, monje agustino que fue Prefecto del Dicasterio para los Obispos durante el reinado de Francisco desde el 12 de abril de 2023. Ha elegido el nombre de León, que tiene mucha solera en la tradición católica.

La fecha del 8 de mayo es de gran importancia simbólica para los católicos, ya que se trata de la festividad de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, y es asimismo la conmemoración de la aparición del arcángel San Miguel en el monte Gargano (Italia) en el lejano año 490. No sólo eso; el Cónclave se inició el 7 de mayo, coincidiendo con la fiesta movible tradicional del patronazgo de San José sobre la Iglesia Universal. Todas estas celebraciones tienen que ver con el triunfo de la Iglesia sobre sus adversarios.

El nombre de Prevost no figuraba entre los candidatos más esperados, por lo que su elección ha sido sorpresiva para muchos. En un principio, la mayoría daban por sentado que en seguida saldría Pietro Parolin o, de prolongarse el Cónclave, se optaría por un candidato con una capacidad semejante a la del ex Secretario de Estado pero con una imagen política menos compleja, como el Patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa.

¿Es Prevost un papa de conciliación como han sugerido algunos? En mi opinión, parece harto improbable, y más teniendo en cuenta la celeridad con que lo han elegido. Los cardenales ya tenían dos tercios de los votos en el cuarto escrutinio, y eso da a entender que Prevost no fue una opción de última hora surgida después de varios intentos fallidos de mediación entre facciones opuestas.

Karol Wojtyła sí que fue un candidato de conciliación, y resultó elegido después de ocho votaciones para romper el empate entre el conservador Giusseppe Siri y el más liberal Giovanni Benelli. Ratzinger, por el contrario, fue elegido al igual que Prevost después de cuatro recuentos.

Ratzinger era el sucesor natural de Juan Pablo II. Prevost, aunque era un posible sucesor natural de Francisco, encaja más en las características de un papa de convergencia. Eso quiere decir que a pesar de que los cardenales provenían de posturas diversas o incluso encontradas, vieron en el purpurado americano al candidato ideal, capaz de unir las diversas corrientes que circulan en la Iglesia. Su nombre y el amplio acuerdo al que se llegó probablemente surgieron ya en las congregaciones generales que precedieron al Cónclave.

Antes del Cónclave, y durante el mismo, se habló mucho de que había llegado la hora de que por fin se eligiese a un papa italiano, en parte para restablecer la credibilidad de la curia romana, gravemente debilitada por el gobierno centralista de Francisco. Por otra parte, muchos pronosticaron que después de la experiencia del pontífice argentino sería improbabilísimo que saliera otro sudamericano. Ambos pronósticos fallaron, o al menos sólo acertaron en parte. Prevost no es italiano, pero tiene ciudadanía peruana, lo cual lo hace sudamericano. Si no de nacimiento, por lo menos de formación y adopción.

Prevost apareció con la indumentaria pontificia tradicional –cruz pectoral (la típica cruz-relicario de los obispos preconciliares), estola pontificia y muceta roja–, recuperando así la estética romana tradicional de la que Francisco había prescindido totalmente, por no decir rechazado. El nombre escogido, León, evoca intensamente la tradición católica. Muchos católicos conservadores y tradicionalistas, impactados por ambos elementos, han manifestado un repentino entusiasmo en las últimas horas. En situaciones así, es natural que las emociones se impongan sobre un análisis racional.

Si bien es cierto que León es un nombre de larga tradición para un pontífice, no debemos caer en el error de interpretarlo desde la perspectiva del progre promedio conforme a nuestra mentalidad personal. Lo que hay que hacer es, por el contrario, procurar verlo razonadamente dentro de los parámetros de la persona. Al fin y al cabo, Prevost ha sido considerado hasta el momento un progresista moderado, como veremos más adelante. En los esquemas mentales de un sacerdote estadounidense habitual formado después del Concilio, el nombre León significa esencialmente dos cosas: pacifismo y doctrina social. San León Magno fue el papa que cortó el paso al bárbaro destructor Atila. León XIII está considerado el creador de la doctrina social de la Iglesia, pero las bases ya las había sentado Bonifacio VIII en la Unam Sanctam.

Acta de aceptación del Romano Pontífice con el nombre asumido, redactada por el ceremoniero pontificio en calidad de notario

¿Por qué eligieron a Prevost?

La paz y la justicia, en el sentido de justicia social, serán con mucha probabilidad dos de los temas centrales del nuevo pontificado leonino. Esto se hizo evidente con las primeras palabras que pronunció en el balcón: «La paz sea con vosotros (…) En la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante (…). Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá. Estamos todos en manos de Dios. Por eso, en unidad, de la mano de Dios y unos con otros, avancemos (…). Me han elegido como sucesor de San Pedro y para que camine con vosotros en una Iglesia unida, siempre en pos de la paz y la justicia.»

Un aspecto particularmente positivo del discurso inaugural de León XIV es que, aunque alude a Francisco –como cuando habla de tender puentes de diálogo con el mundo de hoy–, expresa estos conceptos en un sentido más ortodoxo: «Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita para que sea el puente al que hay que llegar por Dios y por su amor». Como si dijera: los puentes están muy bien, pero al final, sólo hay un puente verdadero, que es Jesucristo. Llama asimismo la atención la importancia que concede a la labor misionera de la Iglesia: «Doy también las gracias a mis hermanos del colegio cardenalicio que me han elegido sucesor de San Pedro y para que caminemos en una Iglesia unida para proclamar el Evangelio, para ser misioneros». Y una vez más: «Entre todos debemos ver cómo ser una Iglesia misionera», y «recemos unidos por esta nueva misión, por toda la Iglesia y por la paz del mundo, y pidamos esta gracia especial a María nuestra Madre».

Paz y justicia, pues. Fueron estas dos de las primeras necesidades que observaron los purpurados que habrían de elegir al nuevo pontífice. Un papa capaz de mediar, más diplomático que pastoral, para remediar los graves conflictos que han surgido y que puedan surgir en un futuro cercano. Un papa capaz, como San León Magno, de parar los pies a muchos atilas –o al menos a los que son percibidos como tales– que tratan de invadir y de empezar guerras. No sólo Putin con Ucrania, Xi Jin Ping con Taiwán o Netanyahu con Palestina, sino también Trump. De hecho, a pesar de ser estadounidense y miembro con carnet del Partido Republicano, Prevost siempre (al menos hasta la fecha) ha mantenido una postura enfrentada con la del magnate-presidente. Por el estilo de Francisco y Pietro Parolin.

Cuando J.D. Vance, vicepresidente de EE.UU., desencadenó la controversia al invocar la doctrina tomista del ordo amoris, fue objeto de acerbas críticas en los medios sociales por parte del entonces cardenal Prevost, que escribió en X: «J.D. Vance se equivoca. Jesús no nos pide que amemos al prójimo con arreglo a una escala o jerarquía». Además, la justicia supone seguir centrándose en temas que ya eran prioritarios para Francisco, como la ecología, la inmigración y los pobres.

De todos modos, está por verse si León seguirá exactamente los pasos de Bergoglio.

Aunque los cardenales electores han apuntado en 2025 a un papa que pudiera mediar por la justicia y la paz en el mundo, buscaban también a alguien capaz de mediar en pro de la unidad de la Iglesia. En realidad, la unidad es el tercer tema más importante que se observa en el discurso inicial de León. La Iglesia tiene que volver a la unidad después de años de profundas divisiones, disputas ideológicas y teológicas y hasta conflictos económicos que han surgido durante el pontificado de Bergoglio.

En la solemne Misa pro Ecclesia que puso fin al Cónclave en la Capilla Sixtina el pasado viernes 9 de mayo a las 11 de la mañana, el recién electo pontífice destacó repetidas veces conceptos de los que los católicos ya no estamos tan acostumbrados a oír hablar, como la santidad y el camino a la santidad.

En el interior del Cónclave

¿Qué pasó entonces durante el Cónclave? Si la elección de Prevost no fue accidental, como da a entender la rapidez con que se llevó a cabo, y si la mayoría de los electores habían sido creados por Francisco, ¿se podría identificar un plan estratégico detrás de esta elección?

Por el momento se pueden considerar tres posibilidades. La primera sería que Prevost era el plan B por si no resultaba Parolin. En los últimos días se había hablado mucho de la ambición de Parolin de ascender al solio pontificio y de sus esfuerzos para ganarse el mínimo necesario de votos de los conservadores y los progresistas. Era en reacción a las facciones más progres que apoyaban a Tolentino de Mendonça y Jean-Marc Aveline, los más conservadores, que promovían a Péter Erdö, y los más moderados, que apoyaban a Pierbattista Pizzaballa.

Sin embargo, no se había pensado mucho en la posibilidad de que Parolin tuviera una estrategia alternativa, una manera de conseguir la elección de alguien de su cuerda –otro revolucionario más moderado– en caso de que su nombre quedara demasiado comprometido, que fue ni más ni menos lo que pasó. Si era eso lo que esperaba Parolin, teniendo en cuenta que estaba en el balcón de San Pedro, todo sonrisas junto al cardenal Vinko Puljić, puede ser que considere a su colega Prevost maleable, o al menos simpatizante de sus tendencias.

Sea como fuere, vale la pena recordar que se esperaba que Wojtyła resultase débil y se dejara influir fácilmente por muchos de sus electores, y sin embargo demostró ser un dirigente firme que imprimió un ritmo decisivo a la historia de la Iglesia, independientemente de cómo evaluemos su pontificado. Dicho de otro modo: en cuanto uno llega al primado, no hay garantía de que vaya a cumplir las expectativas de quienes lo promovieron.

Por otro lado, podría ser que Prevost fuera el fruto de la convergencia de votos cross-sectional obtenida bajo la discreta astuta de figuras influyentes como el cardenal italiano Giusseppe Versaldi, que fue creado cardenal por Benedicto XVI y ejerció de prefecto de la Congregación para la Educación Católica con Francisco en 2015 y 2022, y es un típico representante de la Curia Romana.

Se cree que en los últimos años Versaldi ha construido una red de apoyo y credibilidad en torno a Prevost. Discretamente, contribuyó a darlo a conocer y conseguirle el respeto del episcopado italiano y autoridad en los palacios vaticanos y promocionándolo como una alternativa viable a Pietro Parolin. Es más espiritual y confiable, y además diplomático.

Es innegable la personalidad reservada de Prevost. Quienes lo han tratado en los últimos años, tanto en Perú como en el Vaticano, lo describen como amable, callado, receptivo y dispuesto a escuchar todos los puntos de vista. Un papa diplomático, como se esperaba después de doce años de la pastoral centralista e ideologizada de Francisco.

En cualquier caso, en los próximos años –o incluso meses– podríamos asistir a un fortalecimiento positivo de la Curia.

Una tercera posibilidad se ha planteado en las últimas horas, proponiendo que quien verdaderamente estuvo detrás de la elección del Papa fuera el cardenal Timothy Dolan de Nueva York. Se cree que desempeñó un papel fundamental, como ya hizo en el Cónclave anterior cuando contribuyó a materializar la candidatura de Jorge Mario Bergoglio, aunque más tarde quedó decepcionado.

Según algunos medios, Dolan intentó reparar algunas brechas en la Iglesia de EE.UU. Por un lado estaba el bando de los los antitrumpistas como McElroy y Wilton Gregory, y por el otro conservadores como Di Nardo y el propio Dolan. Terminaron por reconocer que había llegado la hora de la unidad.

No tiene nada de sorprendente, pues, que monseñor Dolan señalara que el futuro pontífice sería una combinación de los últimos tres. Ahora que ha sido elegido Prevost, puede afirmar que tenía razón. Se afirma que las verdaderas maniobras han tenido lugar en el Pontificio Colegio Norteamericano.

Seguro de sí mismo, Dolan tuiteó y lució su habitual sonrisa mientras se contaban los votos de Prevost, candidato con un perfil que permitía proponerlo exitosamente como candidato ideal: estadounidense de nacimiento pero misionero en el Perú, sólido en la doctrina y con experiencia en la Curia como ex prefecto de la Congregación para los Obispos, y además habla con soltura italiano, inglés y español.

Una vez conseguido un amplio apoyo de los estadounidenses, se afirma que los votos decisivos para la elección de Prevost han provenido de los purpurados de Asia y África. Los mismos que no consiguió ganarse Parolin, a pesar de los rumores sobre un posible acuerdo con otro favorito de primera hora como el filipino Tagle. Se cuenta que en las primeras congregaciones los cardenales de Asia y África estaban indecisos, y que al final sus votos se inclinaron hacia Occidente, o al menos hacia un concepto particular de Occidente.

Es posible asimismo que Prevost contase con el respaldo de miembros de la Curia a raíz del cuantioso donativo que, según varias fuentes, hizo Trump con motivo de los funerales de Francisco: se dice que ascendió a 14 millones de dólares.

Es de suponer que la Santa Sede acogió con gratitud el donativo, teniendo en cuenta el déficit dejado por Bergoglio, que se cifra en 70 millones de euros. Algunos lo han considerado un gesto de generosidad, en tanto que otros han sospechado ulteriores motivos, sobre todo si se piensa en la estrecha relación de Trump con monseñor Dolan, figura clave del Cónclave, al que Trump ya elogió en una ocasión con estas palabras: «Aunque no tengo preferencias, tenemos a un cardenal en Nueva York que es muy bueno. Vamos a ver qué pasa».

Quién era Prevost antes de ascender al pontificado

A lo largo de su vida, Robert F. Prevost siempre se ha mantenido apartado de los focos y las cámaras, incluso siendo obispo y más tarde cardenal de la Curia. Es una señal alentadora después de doce años de un protagonismo promovido por los medios que en ocasiones ha resultado molesto, inapropiado y hasta perjudicial para los fieles.

De todos modos, no se sabe gran cosa de su postura en relación con algunos temas. Hasta ahora, Prevost ha estado en el bando de Francisco en temas como inmigración y pobreza. Ha expresado apoyo a la postura introducida por Bergoglio de dar la Comunión a católicos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Está claramente a favor de la sinodalización de la Iglesia, como puso de relieve en su discurso inaugural. Cuestión que causa no poca inquietud.

Es probable que se oponga a bendecir parejas del mismo sexo a raíz de las concesiones de Fiducia supplicans. Y todavía es una incógnita su actitud hacia las trabas a la Misa Tridentina que impuso Tratitiones custodes.

Tampoco está clara su postura con respecto a los acuerdos secretos entre el Vaticano y China, iniciados por Parolin y renovados en varias ocasiones por Francisco. Por último, aún no se sabe a ciencia cierta si está entre los prelados partidarios de que se hagan modificaciones a la Humanae vitae de Pablo VI o incluso se la derogue.

En todo caso, ha tenido una trayectoria muy rápida. Ingresó en la orden de San Agustín en 1977 e hizo sus votos solemnes en 1981. Posee estudios de matemáticas, teología y derecho canónico, y fue ordenado sacerdote en 1982. Tres años más tarde se integró a la misión agustina en Perú, y estuvo a cargo de la prelatura territorial de Chulucanas. Tras un breve periodo en Estados Unidos entre 1987 y 1988 como director vocacional y de misiones, regresó al país andino y dirigió durante diez años el seminario de Trujillo, donde enseñó derecho canónico y ocupó diversos cargos pastorales y administrativos.

En 1999 fue elegido provincial de los agustinos de Chicago, y en 2001 prior general de la orden, cargo que desempeñó hasta 2013. En 2014, el papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, y el año siguiente obispo. Más tarde ejerció cargos importantes en la Coferencia Episcopal Peruana entre 2018 y 2023, en los que contribuyó a la estabilidad política del país.

En enero de 2023 el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, que es uno de los cargos más importantes y complicados de la Curia, con una importancia probablemente similar a la de la Secretaría de Estado y la de Doctrina de la Fe. El prefecto del Dicasterio para los Obispos es el que supervisa la designación de prelados en todo el mundo. En septiembre del mismo año obtuvo la púrpura cardenalicia.

Hay un último y crucial aspecto a tener en cuenta sobre Robert Prevost, que es motivo de gran preocupación. Después de años de escándalos de abusos sexuales azotando a la Iglesia, el nuevo pontífice arrastra consigo graves acusaciones de encubrimiento. Según algunas fuentes, esas acusaciones son de la época en que era obispo de Chiclayo entre 2006 y 2010, cuando habría protegido a dos sacerdotes acusados de dicho delito. Igualmente está en tela de juicio su posible responsabilidad en un caso en que estuvo implicado su amigo y patrocinador el cardenal de Chicago, Blase Joseph Cupich, cuando Prevost era provincial de los agustinos allí.

No está claro si las acusaciones son fundadas o si son un intento de desacreditar a prelados influyentes.

En todo caso, los enemigos de la Iglesia, tanto externos como internos, podría aprovecharse de esas cuestiones para hacerlo objeto de presiones en su pontificado. Como suele suceder, los medios informativos evitarán esos temas hasta que León XIV provoque a algún personaje importante o se acarree las iras de facciones descontentas de la Iglesia, cosa que recuerda a lo que pasó durante el pontificado de Benedicto.

Gaetano Masciullo

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)