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viernes, 26 de septiembre de 2014

La intolerancia de los ateos (1 de 4)

Me ha escrito un amigo mío pidiéndome que hiciera algún comentario sobre un artículo del periódico El Plural, titulado Creer o no creer, cuya autora es Coral Bravo.

Es tal la cantidad de disparates, de absurdos y de sinsentidos, adornados todos ellos de mentiras, que se superan unas a otras, a medida que habla, que se necesitaría escribir una enciclopedia entera para poder responder a esta señora como es debido ... aunque, por otra parte, como no tiene ni pies ni cabeza todo lo que dice, en realidad el mejor comentario sería ignorarla y no hacerle publicidad. No obstante, dado que siempre hay incautos que se lo creen todo, y aunque sea sólo por una vez, voy a hacer algún comentario, aunque no sea del artículo completo. Porque es que ... ¡dice unas cosas! ...


Para apoyar su "razonamiento" apela a la libertad de pensamiento (1)  y de creencias, que es un derecho fundamental contemplado en la Carta Magna de los Derechos Humanos. 


[Recordemos que la Carta Magna consta de treinta artículos, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, con posterioridad a la segunda guerra mundial. La nota (1) se debe a que lo que se lee en la Carta Magna no es "pensamiento" sino expresión]


Dando por supuesto, a modo de hipótesis, que estoy de acuerdo con ese derecho fundamental (pues habría que matizar lo que se entiende por libertad de creencias), no sé por qué me da la impresión de que esa "libertad" en la que se basa es, para ella, sólo libertad para elegir la increencia, como única opción posible para poder hablar de libertad. Y punto. Y si alguien no la utiliza en ese sentido es un inepto y un inculto. Vamos, que la creencia es para los ignorantes. La cultura va ligada al ateísmo. Esto viene a ser una síntesis de todo el artículo. El único argumento que esgrime esta señora es su palabra; o lo que es igual, no tiene ningún tipo de argumento.


Se sobreentiende, usando la terminología actual, y apoyándonos en la Carta Magna cuando habla de libertad de creencias, que nos estamos refiriendo a la obligación de respetar a aquellas personas que no compartan nuestras creencias. Lo que no debe hacerse es recurrir a despotricar y a insultar a todos aquellos que no tengan las mismas "creencias" (o "increencias") que nosotros tenemos. Esto es evidente.


Sin embargo, y de entrada, lo primero que hace esta señora cuando habla de religión es referirse única y exclusivamente a la Religión católica (que ha sido la religión oficial en España durante la época de Franco), a la que califica, además, como "superstición" y como "herramienta ideológica tradicional del poder tirano para embaucar, someter y entontecer al pueblo ignorante y a muchos idiotas".  Hablar de este modo supone un gran desprecio hacia todos los cristianos con fe, a los que trata de supersticiosos, ignorantes e idiotas, por el simple hecho de creer en Jesucristo como Hijo de Dios, y Dios, Él mismo. No sé: me parece a mí que no es muy respetuoso, por parte de esta señora, proceder de esa manera. ¿Por qué no aplica el mismo tratamiento a los judíos y a los musulmanes? ¿Por qué no habla de Yavé o de Alá? ... ¿Por qué será? ... Respondan ustedes mismos a esta pregunta. Seguro que conocen la respuesta perfectamente.


Por otra parte, refiriéndose a los cristianos, por supuesto, continúa diciendo que "el amor que proclaman, en la teoría (...) se ha convertido frecuentemente, en la práctica, en el más feroz de los odios"(¿¿¿ ... ???) ... afirmación gratuita, radicalmente falsa y con un ánimo, claro y explícito, de hacer el mayor daño posible. Se trata de una mentira que no resiste al más elemental de los análisis, una calumnia de la que, además, tendrá que rendir cuentas ante ese Dios en el que no cree. 


Si hay algo que defina a la Religión Católica es, precisamente, el Amor: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8). En un cristiano no cabe el odio: un cristiano que odiara a alguna persona estaría actuando en contra de su Religión y cometería un grave pecado 
[un pecado que puede ser perdonado si se arrepiente de corazón y cambia el odio por amor]. Que haya cristianos que no se comporten conforme a su fe no es ningún argumento en contra de esa fe; una fe que, además, ha sido y sigue siendo vivida intensamente por miles de cristianos, que están dispuestos a morir antes que renegar de ella [lo estamos viendo hoy en día; no necesitamos remontarnos al pasado]. ¿Dónde se encuentra, en estos cristianos [que son, precisamente los que tienen una fe auténtica] ese "odio feroz" del que habla esta mujer? No existe, sencillamente. Esta señora, por las razones que sean, se dedica a mentir y a calumniar para enardecer los ánimos contra los verdaderos cristianos ... ¡No es ese un buen camino!

[Curiosamente, el "ojo por ojo y diente por diente" (Ex 21, 24) de los judíos, así como el "pelead contra aquellos que no creen" (Sura 9:5,29) de los musulmanes, no es citado por esta señora, dándose el caso -aquí sí- de que, efectivamente, se admite la posibilidad de odiar en sus "libros sagrados"] 



(Continuará)