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viernes, 9 de diciembre de 2022

No podemos volver al ritual que el Concilio reformó (según el Papa Francisco)



44:16 MINUTOS



El Papa Francisco redobla las restricciones de la misa en latín en una nueva carta
“No veo cómo es posible decir que se reconoce la validez del Concilio [Vaticano II] – aunque me asombra que un católico pueda presumir de hacerlo – y al mismo tiempo no aceptar la reforma litúrgica nacida de Sacrosanctum Concilium', escribió el Papa Francisco.
Hoy nos acompaña el Sr José Antonio Ureta para hablar del tema

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Añado a continuación algunos puntos de la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, tomados de la página web del Vaticano.

PROEMIO

1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia.

Formación de profesores de Liturgia

15. Los profesores que se elijan para enseñar la asignatura de sagrada Liturgia en los seminarios, casas de estudios de los religiosos y facultades teológicas, deben formarse a conciencia para su misión en institutos destinados especialmente a ello.

Sólo la Jerarquía puede introducir cambios en la Liturgia

22. §1. La reglamentación de la sagrada Liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo.

§ 2. En virtud del poder concedido por el derecho la reglamentación de las cuestiones litúrgicas corresponde también, dentro de los límites establecidos, a las competentes asambleas territoriales de Obispos de distintas clases, legítimamente constituidos.

§3. Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia.

Conservar la tradición y apertura al legítimo progreso

23. Para conservar la sana tradición y abrir, con todo, el camino a un progreso legítimo, debe preceder siempre una concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral, acerca de cada una de las partes que se han de revisar. Téngase en cuenta, además, no sólo las leyes generales de la estructura y mentalidad litúrgicas, sino también la experiencia adquirida con la reforma litúrgica y con los indultos concedidos en diversos lugares. Por último, no se introduzcan innovaciones si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo después de haber tenido la precaución de que las nuevas formas se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente a partir de las ya existentes. En cuanto sea posible evítense las diferencias notables de ritos entre territorios contiguos.

Lengua litúrgica

36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular.
§ 2. Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, enlas lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos, conforme a las normas que acerca de esta materia se establecen para cada caso en los capítulos siguientes.
§ 3. Supuesto el cumplimiento de estas normas, será de incumbencia de la competente autoridad eclesiástica territorial, de la que se habla en el artículo 22, 2, determinar si ha de usarse la lengua vernácula y en qué extensión; si hiciera falta se consultará a los Obispos de las regiones limítrofes de la misma lengua. Estas decisiones tienen que ser aceptadas, es decir, confirmadas por la Sede Apostólica.
§ 4. La traducción del texto latino a la lengua vernácula, que ha de usarse en la Liturgia, debe ser aprobada por la competente autoridad eclesiástica territorial antes mencionada.

Lengua vernácula y latín

54. En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo 36 de esta Constitución.

Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde.

Si en algún sitio parece oportuno el uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo prescrito en el artículo 40 de esta Constitución.

Comunión bajo ambas especies

55. Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor. Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por el Concilio de Trento, la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que la Sede Apostólica determine, tanto a los clérigos y religiosos como a los laicos, a juicio de los Obispos, como, por ejemplo, a los ordenados, en la Misa de su sagrada ordenación; a los profesos, en la Misa de su profesión religiosa; a los neófitos, en la Misa que sigue al bautismo.

Unción de enfermos

73. La «extremaunción», que también, y mejor, puede llamarse «unción de enfermos», no es sólo el Sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez.

Uso del latín o de la lengua vernácula

101. §1. De acuerdo con la tradición secular del rito latino, en el Oficio divino se ha de conservar para los clérigos la lengua latina. Sin embargo, para aquellos clérigos a quienes el uso del latín significa un grave obstáculo en el rezo digno del Oficio, el ordinario puede conceder en cada caso particular el uso de una traducción vernácula según la norma del artículo 36.

 § 2. El superior competente puede conceder a las monjas y también a los miembros, varones no clérigos o mujeres, de los Institutos de estado de perfección, el uso de la lengua vernácula en el Oficio divino, aun para la recitación coral, con tal que la versión esté aprobada.

 § 3. Cualquier clérigo que, obligado al Oficio divino, lo celebra en lengua vernácula con un grupo de fieles o con aquellos a quienes se refiere el § 2, satisface su obligación siempre que la traducción esté aprobada.

Canto gregoriano y canto polifónico

116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.

Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica a tenor del artículo 30

Roma, en San Pedro, 4 de diciembre de 1963.

Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia Católica 

lunes, 19 de septiembre de 2022

Cuatro obispos, sacerdotes y seglares señalan un error doctrinal contenido en «Desiderio desideravi» sobre la recepción de la Eucaristía




La doctrina católica de siempre, ratificada en el concilio de Trento y en el actual catecismo, indica que para poder comulgar hay que estar en estado de gracia y no en pecado mortal. Cuatro obispos, varios sacerdotes y numerosos miembros del mundo académico católico han publicado una carta señalando el error en la carta apostólica «Desiderio desideravi»


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El canon XI sobre la Eucaristía del concilio de Trento reza así:

Si alguno dijere, que sola la fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía; sea excomulgado. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y por consecuencia cause muerte y condenación; establece y declara el mismo santo Concilio, que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, deben para recibirlo, anticipar necesariamente la confesión sacramental, habiendo confesor. Y si alguno presumiere enseñar, predicar o afirmar con pertinacia lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, quede por el mismo caso excomulgado.

El Catecismo enseña:

1385. Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo» ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

De igual manera, el Código de derecho canónico decreta:

Can. 915: No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave.

Can. 916: Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes.

Can. 711. Quien sea consciente de pecado grave, absténgase de celebrar la divina liturgia y de recibir la Divina Eucaristía, a menos que exista seria razón y falte oportunidad de recibir el sacramento de la Penitencia. En tal caso debe realizar un acto de perfecta contrición, que incluye el propósito de acceder a este sacramento lo antes posible.

Can. 712. Ha de apartarse de la recepción de la Divina Eucaristía a los públicamente indignos.

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Sin embargo, el papa Francisco escribe en su carta apostólica Desiderio desideravi sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios:
5. El mundo todavía no lo sabe, pero todos están invitados al banquete de bodas del Cordero (Ap 19,9). Lo único que se necesita para acceder es el vestido nupcial de la fe que viene por medio de la escucha de su Palabra (cfr. Rom 10,17).
Por ello un grupo de obispos, sacerdotes y seglares expertos en doctrina católica han hecho pública una declaración, «La enseñanza católica sobre la recepción de la Sagrada Eucaristía», en la que tras constatar que:

«El significado natural de estas palabras es que la única condición para que un católico reciba dignamente la Sagrada Eucaristía es la posesión de la virtud de la Fe, por la cual uno cree la doctrina cristiana como divinamente revelada. Además, en la Carta Apostólica como un todo se guarda completo silencio sobre este tema esencial del arrepentimiento del pecado para recibir dignamente la Sagrada Comunión.

Recuerdan que:

La Carta Apostólica Desiderio desideravi no constituye enseñanza infalible porque no satisface las condiciones requeridas para la infalibilidad. El canon del Concilio de Trento, en cambio, es un caso de ejercicio del poder infalible de enseñar de que goza la Iglesia. Luego, la contradicción entre Desiderio desideravi y la doctrina definida por el Concilio de Trento no derrota la doctrina de que la Iglesia está infaliblemente guiada por el Espíritu Santo cuando, haciendo uso de su oficio de enseñar, exige que todos los católicos crean una doctrina como divinamente revelada.

Y añaden:

Sobre la posibilidad de que un papa enseñe públicamente doctrinas erradas, véase la Correctio filialis dirigida al papa Francisco por un grupo de académicos católicos (http://www.correctiofilialis.org), y las discusiones contenidas en el libro Defending the Faith against Present Heresies (Arouca Press, 2021).

Y recalcan que:

Ningún católico puede creer o actuar basado en una declaración papal si ésta contradice la Fe Católica divinamente revelada.

Los firmantes de la carta lamentan que la política estadounidense Nancy Pelosi, pro abortista radical, comulgara públicamente en una Misa oficiada por el papa Francisco en la Basílica de San Pedro, a pesar de que su arzobispo, Mons. Cordileone, le advirtió públicamente que no podía comulgar precisamente por defender el crimen de matar a los no nacidos. Igualmente lamentan que el Papa no solo no apoyó al arzobispo de San Francisco sino que pareció reprocharle por querer ser fiel a la enseñanza de la Iglesia.

El texto concluye con la siguiente declaración:

Nosotros, los abajo firmantes, confesamos la Fe Católica en lo que concierne a la digna recepción de la Eucaristía, tal como ha sido definida en el Concilio de Trento. Es decir, la fe sola no es preparación suficiente para recibir dignamente el Sacramento de la Sagrada Eucaristía. Exhortamos a los obispos y clérigos de la Iglesia Católica a confesar públicamente la misma doctrina sobre la recepción digna de la Eucaristía, y a hacer cumplir los cánones pertinentes, para evitar grave y público escándalo.

Texto completo

Firmantes

Monseñor Joseph Strickland, Obispo de Tyler

Reverendísimo René Henry Gracida, obispo emérito de Corpus Christi

Mons. Robert Mutsaerts, Obispo Auxiliar de S'Hertogenbosch, Países Bajos

Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Kazajistán

P. James Altman

Dr. Heinz-Lothar Barth, hasta 2016 profesor de latín y griego en la Universidad de Bonn

Donna F. Bethell, JD

James Bogle, Esq., MA TD VR, abogado y ex presidente de Una Voce International

Diácono Philip Clingerman OCDS BS, BA, MA [Teología]

Diácono Nick Donnelly, MA

Anthony Esolen, PhD

Diácono Keith Fournier, JD, MTS, MPhil

Matt Gaspers, Editor General, Catholic Family News

P. Stanislaw C. Gibziński, Reading, Reino Unido

Maria Guarini, STB, editora del sitio web Chiesa e postconcilio

Sarah Henderson, DCHS, MA (Educación Religiosa y Catequesis), BA

Dra. Maike Hickson, PhD, periodista

Dr. Robert Hickson, profesor jubilado de literatura y filosofía

Dr. Rudolf Hilfer, Stuttgart, Alemania

Dr. Rafael Huentelmann, redactor jefe de METAPHYSICA

Steve Jalsevac, cofundador y presidente de LifeSiteNews.com

Dr. Peter A. Kwasniewski, PhD

Dr. John Lamont, DPhil

P. Elias Leyds, CSJ, diócesis de Den Bosch, Países Bajos

P. John P. Lovell

Dr. César Félix Sánchez Martínez. Profesor de Filosofía de la Naturaleza en el Seminario Arquidiocesano San Jerónimo de Arequipa (Perú)

Diácono Eugene McGuirk

Martin Mosebach

Brian M. McCall, redactor jefe de Catholic Family News

Patricia McKeever, B.Ed. M.Th., Editora, Catholic Truth (Escocia)

Julia Meloni, licenciada en Yale, licenciada en Harvard, autora

P. Cor Mennen, licenciado en derecho canónico, ex-profesor de seminario

P. Michael Menner

Dr. Sebastian Morello, BA, MA, PhD, editor de ensayos para The European Conservative

P. Gerald E. Murray, J.C.D., párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, Nueva York, NY

George Neumayr, escritor católico

P. Guy Pagès

Paolo Pasqualucci, profesor retirado de filosofía, Universidad de Perugia, Italia

Dr. Claudio Pierantoni, Universidad de Chile, doctor en Historia del Cristianismo, doctor en Filosofía

Dr. Carlo Regazzoni, filósofo.

Dr. John Rist, profesor emérito de Clásicos y Filosofía, Universidad de Toronto, FRSC

Eric Sammons, editor de la revista Crisis

Edward Schaefer, presidente, The Collegium

Wolfram Schrems, Mag. theol., Mag. phil.

Paul A. Scott PhD, FRSA, FRHistS, FCIL, CL, profesor asociado de francés y profesor Cramer, profesor afiliado del Gunn Center for the Study of Science Fiction, profesor afiliado del Ad Astra Center for Science Fiction and Speculative Imagination, editor general de The Year's Work in Modern Language Studies (Brill) Departamento de Estudios Franceses, Francófonos e Italianos,

Universidad de Kansas, Estados Unidos

Anna Silvas, BA, MA, PhD, Investigadora Senior Adjunta, Universidad de Nueva Inglaterra, Australia

Dr. Michael Sirilla, PhD

Anthony P. Stine, PhD

Dr. Gerard J.M. van den Aardweg, Países Bajos

Dr. phil. habil. Berthold Wald, profesor jubilado, Facultad de Teología de Paderborn, Alemania

John-Henry Westen, cofundador y editor jefe de LifeSiteNews.com

Elizabeth Yore, abogada, fundadora de Yore Children

John Zmirak, Doctor en Filosofía
Firmantes adicionales

P. Edward B. Connolly

Christina Fox, BA BDiv., académica

Adrie A.M. van der Hoeven MSc, editor de jesusking.info

P. Tyler Johnson

Edgardo J. Cruz Ramos, presidente de Una Voce Puerto Rico

Luis Román, estudiante de MBA y MA de teología, anfitrión y productor del conocido programa en la comunidad hispana llamado Conoce, Ama y Vive Tu Fe

Prof. Leonard Wessell (retirado), Ph.D. (USA), Dr. Phil. (Alemania), Doctorado, (España)

miércoles, 10 de agosto de 2022

Una crítica doctrinal de Desiderio desideravi: La primacía de la adoración



Introducción del editor: Damos inicio a la publicación, en cinco artículos sucesivos, de un importante estudio de José Antonio Ureta sobre los fundamentos teológicos sobre los que se apoya la reciente exhortación apostólica Desiderio Desideravi. 

El autor argumenta que estos fundamentos difieren manifiestamente de los de la encíclica Mediator Dei de Pío XII en la medida en que ponen todos los acentos precisamente en las peligrosas inclinaciones del Movimiento Litúrgico tardío contra las cuales el último Papa preconciliar quiso advertir a los fieles.

La primacía de la adoración

José Antonio Ureta

Necesidad de un examen meticuloso

En los medios tradicionalistas, los comentarios a la exhortación apostólica Desiderio desideravi se han limitado hasta el presente a lamentar la reiteración de la tesis de que la misa de Pablo VI es la única forma de Rito Romano y a negar que el nuevo Ordinario de la Misa sea una traducción fiel de los deseos de reforma expresados por los Padres conciliares en la constitución Sacrosantum Concilium.

No me ha llegado a las manos (o, más bien, a la pantalla del computador) ninguna crítica teológica de los principios desarrollados por el papa Francisco en su meditación sobre la liturgia. Veo inclusive con preocupación que algunos artículos, al mismo tiempo que condenan los dos defectos de Desiderio desideravi arriba mencionados, dan a entender que si sus principios y algunos comentarios del Papa fuesen puestos en práctica en las parroquias, el resultado sería positivo.

«De hecho, buena parte de los consejos del papa Francisco para la liturgia se podría entender como una convocatoria general a la tradición en la liturgia», escribe un destacado líder tradicionalista, que tras citar algunos fragmentos de la exhortación sobre la riqueza del lenguaje simbólico, agrega: «Si los ceremonieros de las diócesis se tomasen a pecho estas afirmaciones, observaríamos por todo el mundo una transformación de la liturgia de vuelta a la tradición»[1]. 

Los sacerdotes birritualistas de la diócesis de Versalles que animan el portal Padreblog afirman, por su parte, que «bastantes elementos de la carta tienen en común que ni son propios ni figuran en el Misal de 1962 ni en el de 1970», para concluir que «lo mejor del Misal de San Pío V encontrará de modo natural su lugar en la profundización litúrgica que pide el Santo Padre»[2]. El capellán de la misa tradicional a la que asisto regularmente (perteneciente a una comunidad Ecclesia Dei) parece ser de la misma opinión, pues sugirió al fin de un sermón reciente superar el desagrado que produce el párrafo 31 de Desiderio desideravi y aprovechar las vacaciones del verano europeo para nutrirse espiritualmente con la lectura del documento papal.

Temiendo que esa actitud benevolente se difunda en los medios tradicionalistas, pretendo mostrar en los párrafos que siguen los desvíos doctrinales que, en mi modesta opinión, salpican las meditaciones del Papa Francisco sobre la liturgia, desvíos que resultan de la nueva orientación teológica asumida por la constitución Sacrosantum Concilium del Concilio Vaticano II. 

Lo haré comparando la visión de la liturgia que enseña el último documento preconciliar sobre el tema, o sea, la encíclica Mediator Dei de Pio XII con aquella que emerge de Desiderio desideravi. La conclusión será que esta última merece, por lo menos, la crítica que hacía el cardenal Giovanni Colombo a la Gaudium et Spes, a saber, que «todas las palabras son apropiadas; lo que falla son los acentos»[3]. Infelizmente, tras leer el texto reciente del Papa los lectores se quedan más con los acentos errados que con las palabras apropiadas…
La comparación entre la visión de Pio XII y la de Francisco versará sobre cuatro puntos específicos: la finalidad del culto litúrgico, el misterio pascual como centro de la celebración, el carácter memorial de la Santa Misa y, por último, la presidencia de la asamblea litúrgica.
Finalidad del culto litúrgico

Mediator Dei[4] deja sentado con una claridad meridiana que el culto católico tiene dos finalidades principales que se entrecruzan y se apoyan mutuamente: la gloria de Dios y la santificación de las almas. Pero, evidentemente, la primacía le corresponde al homenaje rendido al Creador.

Después de explicar que «el deber fundamental del hombre es, sin duda ninguna, el de orientar hacia Dios su persona y su propia vida» (n° 18), reconociendo su majestad suprema y dándole «mediante la virtud de la religión, el debido culto» (n° 19), Pío XII recuerda que la Iglesia lo hace continuando la función sacerdotal de Jesucristo (n° 5) y concluye con la siguiente definición: «La sagrada liturgia es, por consiguiente, el culto público que nuestro Redentor tributa al Padre como Cabeza de la Iglesia, y el que la sociedad de los fieles tributa a su Fundador y, por medio de Él, al Eterno Padre: es, diciéndolo brevemente, el completo culto público del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, de la Cabeza y de sus miembros» (n° 29).

Inclusive el fin subsidiario (y, de hecho, primario desde otro punto de vista) de santificar las almas tiene como fin último la gloria de Dios: «Tal es la esencia y la razón de ser de la sagrada liturgia; ella se refiere al sacrificio, a los sacramentos y a las alabanzas de Dios, e igualmente a la unión de nuestras almas con Cristo y a su santificación por medio del divino Redentor, para que sea honrado Cristo, y en Él y por Él toda la Santísima Trinidad: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» (n° 215).

Por influencia de los teólogos del llamado Movimiento Litúrgico, cuyas ideas fueron recogidas en Sacrosanctum Concilium, esa relación entre glorificación de Dios y santificación de las almas en la liturgia quedó invertida. Lo explica de modo muy pedagógico el teólogo jesuita P. Juan Manuel Martín Moreno en sus Apuntes de Liturgia[5] para el curso que impartió en la Pontificia Universidad de Comillas (de la Compañía de Jesús) en los años 2003-2004:

«Siempre se ha reconocido una doble dimensión al acto litúrgico. Por una parte tiene como objetivo la glorificación de Dios (dimensión ascensional o anabática) y por otra la salvación y santificación de los hombres (dimensión descensional o catabática). (…)

»La teología litúrgica anterior al Vaticano II partía del concepto de culto concebido anabáticamente. La liturgia era primariamente la glorificación de Dios, el cumplimiento de la obligación que la Iglesia tiene como sociedad perfecta de rendir culto público a Dios, para atraerse de ese modo sus bendiciones.

»En cambio para el Vaticano II prima la dimensión descendente. La Trinidad divina se manifiesta en la Encarnación y en la Pascua de Cristo. El Padre entregando a su Hijo al mundo en la Encarnación, y su Espíritu en la plenitud de la Pascua, nos comunica su comunión trinitaria como un don. Este doble don de la Palabra y el Espíritu se nos da en el servicio litúrgico para nuestra liberación y santificación. (…)

»La concepción anabática de la liturgia se centraba en el servicio del hombre a Dios, mientras que la concepción catabática se fija en el servicio ofrecido por Dios al hombre. La crítica del culto, entendida como servicio del hombre a Dios, se basa en el hecho de que efectivamente Dios no necesita esos servicios del hombre. (…)

»Si la liturgia fuese básicamente culto, sería superflua. Pero si la liturgia es el modo como el hombre puede entrar en posesión de la salvación de Dios, el modo como la acción salvífica se hace realmente presente aquí y ahora para el hombre, es claro que el hombre sigue necesitando la liturgia»[6].

De hecho, la dimensión catabática tiene también la finalidad anabática de conducir los hombres a Dios y hacer que lo glorifiquen. Pero, en Desiderio desideravi[7], el papa Francisco enfatiza casi exclusivamente esta concepción primordialmente catabática de la liturgia y deja en la sombra la glorificación de Dios, que para Pío XII es su elemento primordial.

Su meditación comienza con las palabras iniciales del relato de la Última Cena – «ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros»– subrayando que ellas nos dan «la asombrosa posibilidad de vislumbrar la profundidad del amor de las Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros» (n° 2). «El mundo no lo sabe, pero todos están invitados al banquete de bodas del Cordero (Ap 19, 9)» (n° 5), agrega el pontífice. Sin embargo, «antes de nuestra respuesta a su invitación –mucho antes– está su deseo de nosotros: puede que ni siquiera seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros» (n° 6). La liturgia, entonces, es ante todo el lugar del encuentro con Cristo, porque ella «nos garantiza la posibilidad de tal encuentro» (n° 11).

El sentido catabático y descendiente de la liturgia –entrar en posesión de la salvación– está muy bien resaltado. Pero fue enteramente omitido el hecho, destacado por Pío XII en el texto ya citado, de que la primera función sacerdotal de Cristo es rendir culto al Padre Eterno en unión con su Cuerpo Místico.

Esa unilateralidad se refuerza en otro párrafo que trata específicamente del aspecto anabático ascendiente, o sea, de la glorificación de la divinidad por los fieles reunidos. Dicho texto insinúa que la gloria de Dios es secundaria, en cuanto no agrega nada a la que Él ya posee en el Cielo, mientras lo que realmente vale es su presencia en la tierra y la transformación espiritual que ella produce: «La Liturgia da gloria a Dios no porque podamos añadir algo a la belleza de la luz inaccesible en la que Él habita (cfr. 1 Tim 6,16) o a la perfección del canto angélico, que resuena eternamente en las moradas celestiales. La Liturgia da gloria a Dios porque nos permite, aquí en la tierra, ver a Dios en la celebración de los misterios y, al verlo, revivir por su Pascua: nosotros, que estábamos muertos por los pecados, hemos revivido por la gracia con Cristo (cfr. Ef 2,5), somos la gloria de Dios» (n° 43).

Las palabras son apropiadas, porque es verdad que el hombre agrega a Dios una gloria apenas “accidental”, pero fue Dios mismo el que quiso recibirla de él al crearlo. Pero los acentos, por su unilateralidad, conducen los fieles a una posición errónea, que fácilmente degenera en el culto del becerro de oro, o sea, «en una fiesta que la comunidad se ofrece a sí misma, y en la que se confirma a sí misma», actitud denunciada en su tiempo por el entonces cardenal Joseph Ratzinger [8].

NOTAS:




[4] Las citas de la encíclica y su numeración corresponden a la versión publicada en el sitio internet de la Santa Sede: https://www.vatican.va/content/pius-xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_20111947_mediator-dei.html.


[6] Op. cit., p. 47-48.

[7] Las citas de la exhortación apostólica y la numeración corresponden a la versión publicada en el sitio internet de la Santa Sede:


[8] Joseph Ratzinger, El Espíritu de la liturgia: una introducción, Eds. Cristiandad, Madrid, 2001, p. 43.