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jueves, 1 de octubre de 2020

Cervantes contra el mundo de la mentira... o de las utopías

 PADRE ALFONSO GÁLVEZ


Ensayo escrito en 2009

El propósito de Cervantes al escribir su obra inmortal parece suficientemente claro. Todo el mundo está de acuerdo en la existencia de un verdadero enconamiento de Cervantes contra los libros de caballerías, aunque ya son menos los que se preguntan por la razón de tal inquina. Y sin embargo es evidente que aquí hay mucho más que una mera desafección literaria. La crítica contra el tipo de literatura de la Caballería Andante es terriblemente dura a lo largo de toda la obra, y no es otro el objeto del libro. Donde hay que tener en cuenta además, como nota importante, la denuncia de las desastrosas consecuencias de esa literatura en las gentes nobles y sencillas:

…se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro; y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio… En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante…

Es imposible descartar la clara intención de Cervantes de no limitar a un caso aislado (como el de Alonso Quijano el Bueno) el peligro de incidir en la locura, o en la deshidratación del cerebro, provocado por esta clase de literatura. En el argot popular, actualmente en circulación en España, se suele hablar de comedura de coco. Un fenómeno mucho más extendido, y de consecuencias más desastrosas en el común del pueblo, de lo que se suele pensar. El problema de la manipulación de las masas, por parte de los que detentan el Poder mientras que se mantienen en la sombra, es justamente al que apuntaba Cervantes en su época.

Los Mentirosos y Engañabobos se integran en realidad en dos grupos, bien distintos y claramente definidos. Al primero pertenecen los que se mantienen en la sombra, cuyo ejemplo más claro y eficaz, e incluso probablemente único, es el de la Masonería. Al segundo pertenecen los ideólogos, de un lado, y los que realizan el papel de marionetas, de otro. Entre los utópicos pensadores podríamos citar, como ejemplos característicos, a Maritain y a Carlos Marx; aunque pertenezcan a campos tan opuestos como el de la creencia y el de la increencia (lo que no impide que, como dos grandes afluentes del mismo río, ambos acaben coincidiendo en el mismo lugar). Por otra parte, entre los que llevan a cabo el papel de marionetas o guiñolistas podemos citar, como casos muy esclarecedores, al Presidente Zapatero en España y al Presidente Obama en los Estados Unidos (1). 

Aunque en realidad son los que se ocultan en la sombra (los cerebros del Sistema) los que de hecho se sirven de unos y de otros para manejar a la gente. Por cierto que siempre suelen presentar, a quienes ellos utilizan como instrumentos visibles, como líderes carismáticos salvadores de la sociedad y aun de la humanidad entera.


Bien entendido que la manipulación de masas en el siglo XVI era pura broma si se la compara con la actual. En aquella época, el procedimiento del libro para extender y hacer creíbles las mentiras y las utopías (en realidad unas y otras son la misma cosa) apenas si podía tener eficacia. Los libros eran caros y escasos y tampoco abundaba la gente que sabía leer. En la actualidad, la técnica ha puesto al servicio de los Tiranos y de toda suerte de Embaucadores de masas procedimientos muy poderosos y terriblemente eficaces.

Cervantes apunta directamente contra las mentiras y falsedades de la literatura del tipo de la Caballería Andante, como causante al fin y al cabo de tan funestos resultados en el común de las gentes. No creo que se nos pueda acusar de extrapolar el problema si decimos que la artillería cervantina iba dirigida contra los libros de caballerías como tales; pero más aún y sobre todo contra el cúmulo de fantasías, falsedades y mentiras que contenían. Las cuales eran narradas como hechos reales y beneficiosos, a pesar de ser bien capaces de secar el cerebro de las gentes.

Si se examinan detenidamente, tanto el contenido como la ideología contenida en los libros de caballerías, se pueden dar por establecidas tres conclusiones:

Primera: Los hechos y aventuras narrados en ellos son tan fantásticos e irreales, además de disparatados, que pueden ser considerados con toda tranquilidad como absolutamente mentirosos.

Segunda: A pesar de lo cual son presentados como beneficiosos. Realizados por héroes y heroínas, valientes y generosos, que no pretenden otra cosa sino el bien de sus semejantes y el restablecimiento de la paz y de la justicia. Dicho de otra manera, persiguen enderezar los entuertos de los que está lleno el mundo, puesto que eso es lo que significa socorrer a los huérfanos, ayudar a los desvalidos (hoy se diría oprimidos por la clase burguesa), proteger a los pupilos y viudas, castigar a los malvados, restablecer la justicia, etc. 

Tercera: Pese a la puesta en escena de un conjunto tan disparatado como irreal, los hechos y aventuras son presentados, no solamente como reales y posibles, sino como el mejor y único camino para lograr el restablecimiento de la justicia y la paz en la sociedad humana (hoy se hablaría del Nuevo Orden Mundial, de la Nueva Edad, etc.).

________

Si dejamos aparte las Utopías de los clásicos (Platón, con su República; o Santo Tomás Moro, con su isla de Utopia), cuya influencia queda limitada casi exclusivamente al campo de la literatura, lo que hoy conocemos como utopías son los objetivos a los que apuntan las ideologías como metas a conseguir. Objetivos ofrecidos y presentados como maravillosos y repletos de promesas para el ser humano; pero cuya falsedad los relega inevitablemente al reino de la fantasía y de la ensoñación. Lo cual no impide que sirvan como eficaz señuelo para engañar a las masas; no en vano la falsía parece poseer un extraño poder de seducción sobre el ser humano, puesto que después de todo el Príncipe de este Mundo no es otro que el Diablo (Jn 12:31), calificado también por Jesucristo como el Padre de la Mentira (Jn 8:44). Por lo demás, es indiferente que quienes las propugnan crean en ellas o no, porque su contenido y la base en la que se fundan son siempre la mentira y nada más que la mentira. Otro error que suelen cometer las gentes con respecto a las utopías es el de limitar su actualidad al campo de la vida civil. Cuando en realidad han invadido con fuerza el recinto de una Iglesia en la que, conforme a las profecías (Mt 24:11), parecen actuar impunemente multitud de embaucadores, seduciendo a muchos.

Es imposible negar que las modernas tendencias de pensamiento con carta de naturaleza en la Iglesia, más o menos tocadas de neomodernismo, han dado cabida en ella a utopías cuya eficacia y éxito han influenciado hasta lo increíble la mentalidad de multitud de creyentes. Aparecen con la fuerza y vigor de modernas y rejuvenecedoras teologías, dispuestas a edificar la Nueva Iglesia que a toda costa trata de ser impuesta por la Edad Nueva y el Nuevo Orden Mundial.

Son más numerosas de lo que la gente cree. Citaremos algunas, de forma resumida y lo más brevemente posible:

En primer lugar, la del Pacifismo. La cual está convencida de la posibilidad de alcanzar en todo el orbe una paz definitiva. Aunque entendida la paz al modo mundano, enteramente distinto, por otra parte, del modo cristiano (Jn 14:27). Bastantes Jerarcas y responsables de la Iglesia han hecho suyo este concepto–utopía de la paz, como lo demuestran algunos solemnes discursos al respecto ante lo ONU; muestras flagrantes, por lo demás, de actuaciones carentes de sentido, y absolutamente ineficaces.

Siguiendo un cierto orden de importancia, es obligado colocar en segundo lugar a la utopía del Diálogo. Extraño y nuevo instrumento al que se le atribuyen poderes mágicos; como el de lograr resolver todos los problemas, una vez aplicado y como ex opere operato, a cualquier dificultad, por insoluble que parezca. No se le concede importancia al hecho de que, hasta la fecha, en materias como la del Diálogo Ecuménico, no haya obtenido otro resultado sino el de que sea la Iglesia Católica la que siempre ceda haciendo concesiones; pero sin que nadie haya visto jamás contrapartida alguna por las otras partes dialogantes.

Constituiría una grave falta no hacer pronta memoria de los derechos humanos, sin ninguna referencia a la Ley Natural o a la Ley divina. Una de las mayores utopías que la raza humana ha sido capaz de inventar, y en la que viven y de la que se alimentan numerosos Pueblos.

Desgraciadamente ha conseguido arraigar también dentro de la Iglesia, donde son muchos los Pastores e Instancias influyentes que se acogen a ellos; y aun con un mayor asentimiento del que prestarían al misterio trinitario. Abundan los Documentos, Alocuciones, Discursos y Predicación en general, que utilizan como fundamento de sus exhortaciones los derechos humanos, conectados a veces también con la Constitución de éste o de aquél país. Olvidando sin duda que las leyes puramente humanas, como producto elaborado por los hombres, fácilmente pueden ser modificadas o abrogadas por ellos mismos. Quizá convendría recordar a un buen número de Pastores acomplejados, quienes a fin de congraciarse con el Mundo no vacilan en sustituir la Palabra de Dios por preceptos humanos, la consigna del Apóstol San Pablo: Yo no me avergüenzo del Evangelio (Ro 1:16).

La utopía de la Nueva (y Única) Iglesia, en la que tendrán cabida todas las religiones, incluidas las que no creen en dios alguno. Ha dado lugar, como raro fruto, a un extraño Ecumenismo sincretista en el que la Iglesia Católica queda relegada a la condición de una más; desde el momento en que todas las Iglesias, de una manera o de otra, son portadoras de la totalidad o de parte de la verdad. Se le atribuye la responsabilidad con respecto a la pérdida de la fe y a la deserción de innumerables católicos.

Con todo, aún ha tenido más cabida la del cristianismo fácil, o prêt a porter. Abarca todo un conjunto de fantasías tranquilizadoras. Como la del cristianismo anónimo, para el que todo el mundo es bueno y todo el mundo se salva; por lo cual ya no hace falta el Infierno; o bien no existe, o en todo caso a lo más está vacío. Es paralela a la que predica la bondad de un Dios comprensivo y Padre que no puede condenar a nadie. Por desgracia olvida que, además de misericordioso, Dios es también justo.

Éxito rotundo ha obtenido la utopía de la moral a decidir por cada individuo, en la que cada uno actúa según su propia verdad. Ha logrado el milagro de hacer compatibles con el catolicismo opiniones y actitudes que, si bien fueron consideradas en otro tiempo como aberrantes y contrarias a la Fe, ahora son aceptadas y hasta aplaudidas. Ya son buenos católicos, por ejemplo, aptos para recibir cualquier sacramento, los partidarios del divorcio, del aborto, de la eutanasia, de las uniones de homosexuales, etc. ¡Atrasadas Edades y Tiempos Oscuros aquellos en los que no se creía en la cuadratura del círculo…!

Inenarrable ha sido la acogida alcanzada por la utopía de la Primavera de la Iglesia. La cual cuenta, entre sus logros asombrosos, el de presentar a esta última como gozando de un verdadero estado paradisíaco, tal como jamás hubiera sido soñado en siglos pasados. Y aun otro de ellos ha consistido en convencer a todo el mundo de que lo blanco es negro: y así por ejemplo, no son sino pesimistas, derrotistas, oscurantistas, enemigos del progreso y ajenos al espíritu del Concilio, quienes piensan que la realidad de la situación es totalmente otra. Aunque ninguna ha sido tan aplaudida, ni se ha visto tan extendida, como la propugnada por la Teología de la Liberación, cuya falacia de su auténtica interpretación del Evangelio —¡al fin!— en favor de los oprimidos (en realidad puro marxismo) ha sojuzgado y descristianizado a gran parte de Hispanoamérica.

Por no hablar del nuevo concepto de la teología y de la Iglesia preconizados por el visionario Teilhard de Chardin. Quien, con sus fantasías del Cristo Omega y de la Evolución del Universo, ha conseguido un éxito sin precedentes en la tarea de difuminar la figura histórica de Jesucristo.
Si se tiene en cuenta que la sociedad moderna (en todo el mundo) vive alimentada y orientada (desorientada) por las utopías, al paso que camina sobre la base del lecho de arenas movedizas de la mentira, podrá comenzar a entenderse la importancia del tema. 
Es preciso insistir en que el problema, tal como aquí se plantea, no era ajeno a la mente de Cervantes. Como lo insinúa, por ejemplo, lo que dice en plena tarea del expurgo del libro de Tirante el Blanco, uno de los salvados de las llamas purificadoras. Las mismas que habían sido encendidas, en forma de hoguera, por el Cura y el Barbero a fin de acabar con los libros de caballería de nuestro héroe. Hoy no habrían dado abasto en encender fogatas y, con todo, no serían suficientes; tal es la abundancia y diversidad del material para engañar que utiliza el Mundo:

—¡Válame Dios!— dijo el cura, dando una gran voz—. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está Don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

A pesar de la descarada burla de Cervantes, que se huelga aquí en divertirse trayendo a colación nombres ridículos de caballeros, de doncellas y de señoras, es interesante anotar el inciso:

Es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

Puesto que en él se contempla un evidente descenso al mundo de la realidad y de la normalidad. Que es lo mismo que decir al mundo de la verdad ordinaria del quehacer diario. El hecho de que aquí los caballeros duerman y mueran en sus camas, además de hacer testamento antes de su muerte, es una clara alusión al final y culminación de su obra: cuando Don Quijote, recobrado ya su sano juicio y convertido otra vez en Alonso Quijano el Bueno, redacta su testamento y muere en paz con la Iglesia, con su familia y con todos sus semejantes.

Queda claro, por lo tanto, que la diatriba de Cervantes no va dirigida contra los libros de caballerías por el mero hecho de ser libros de caballerías. Ni siquiera pretende, en último término, acabar con las mentiras que contienen en cuanto que son mentiras. Lo que realmente intenta —algo que suele pasar más desapercibido— es denunciar el daño que tales falsedades ocasionan (sobre todo) a las gentes sencillas. Puesto que se presentan como solución contra las injusticias, e incluso como el método seguro para conseguir un mundo mejor, no se tiene en cuenta que ocultan el hecho de que no son sino utopías. Se trata de puras elaboraciones intelectuales que además de no ser útiles para nada, por cuanto sus fantasías carecen de base real, engañan y perjudican al común de muchas gentes de buena voluntad que, consciente o inconscientemente, ansían un mundo distinto y más perfecto. (2)

La deshidratación del cerebro según Cervantes, o la comedura de coco según nosotros, es una realidad que está ahí, y que en nuestras sociedades modernas, poseedoras de tecnologías que hubieran sido impensables en el siglo de Cervantes, actúa con enorme eficacia en cuanto a manipulación de masas se refiere.

El creyente de hoy que busca a Dios con buena voluntad, a través de una constante lucha por mantenerse fiel a la verdadera Fe, se siente ahogado por un Catolicismo que ha sido invadido por multitud de utopías. ¿Y cómo hacer para no errar el camino…? Ante todo, consciente de la situación, debe permanecer vigilante ante la multitud de seductores que pululan por todas partes: Hijitos: que nadie os engañe (1 Jn 3:7). Y nadie es engañado, efectivamente, si no ha hecho previamente su opción por la mentira.

Pero el objetivo al que apuntan todas las utopías no es otro, en último término, que el de implantar las diversas formas de tiranía. De tal manera que un mundo engañado se convertirá en un mundo de esclavos. Ante lo cual no hay sino un remedio eficaz, proporcionado precisamente por el mismo Jesucristo, como no podría ser de otra manera. 

Consiste, en primer lugar, en mantenerse fiel a sus palabras, lo cual equivale a guardar sus enseñanzas

De este modo, en segundo lugar, se alcanzará indefectiblemente el conocimiento de la verdad

Hasta que por fin, y a través de ese conocimiento, se llegue a desembocar en la auténtica libertad. 

Los tres pasos han sido taxativamente señalados por el Señor: Si permanecéis en mi palabra seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8: 31–32).

De acuerdo —dirá alguno—, pero ¿cómo ha de hacerse para permanecer fiel a sus palabras…? Y la respuesta —una vez más— no puede encontrarse en otra parte sino en el amor. 

No es seducido por el engaño quien meramente ha extraviado el camino por un error de conocimiento, sino aquél que ha fallado en el amor. Y así es, puesto que todo es cuestión de amorLo dice el mismo Jesucristo con palabras claras: Si alguno me ama, guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras (Jn 14: 23–24). De ahí la bella expresión de San Juan de la Cruz: A la caída de la tarde de nuestra vida seremos examinados del amor.

Padre Alfonso Gálvez
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(1) Hoy hablaríamos, en España, del Presidente Pedro Sánchez y del vicepresidente Pablo Iglesias.

(2) Este artículo, escrito en 2009, es profético. Hoy lo estamos presenciando; al menos, lo presencian aquellos que no han cerrado sus oídos a la verdad.

domingo, 28 de enero de 2018

A lo mejor nos estamos equivocando con lo de la opción preferencial por los pobres (materiales, claro) [Padre Jorge González]



En la Iglesia, como en tantos otros sitios, hay axiomas que se aceptan porque sí y Dios te libre de llevar mínimamente la contraria. Me da igual quién inventara lo de la opción preferencial por los pobres, si fue Puebla o Medellín, el Vaticano II o los documentos de Aparecida. Me da igual, incluso, quién lo siga diciendo hoy.

Pasarnos el día con la cosa de los pobres y de la opción preferencial por los excluidos no es, a mi modestísimo y escasísimo entender, otra cosa que falsear el evangelio y dejar los problemas de nuestro mundo sin resolver.

Es falsear el evangelio, que comienza exhortando a la conversión: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio», y acaba enviando a los discípulos a predicar y bautizar: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará».

El mensaje evangélico, pues, es una llamada a la conversión y una urgencia en la predicación de la buena nueva para la salvación de los hombres. Me impresionan estas últimas palabras de Jesús, sobre todo pensando en lo que significan siempre las últimas palabras de alguien. Son el resumen, la síntesis de la vida y la enseñanza: predicación y bautismo. Convertir el evangelio en un simple estar preferentemente con los pobres, es falsear la doctrina, a no ser que estemos convencidos de que la mayor pobreza es la falta de fe. Entonces sí.

Y luego, en lo de resolver o no los problemas de nuestro mundo, hay un pequeño detalle que no podemos obviar desde la fe: y es que los humanos, desde nuestra concepción, estamos tocaditos por una cosa llamada pecado original, aunque sea de mal gusto recordarlo. Esto, lo que quiere decir, es que las personas estamos, por naturaleza, por pecado, inclinados al mal. Y como estamos inclinados al mal, haremos el mal, va en nuestra naturaleza, a no ser, ATENTOS, que nos convirtamos a Jesucristo.

La gente que se convierte DE VERDAD a Cristo es gente justa, equitativa, bondadosa, misericordiosa, y evidentemente solidaria con el débil. Por eso, si queremos un mundo de verdad justo, solidario, amable no queda más remedio que anunciar el evangelio, urgir a la conversión, recibir el bautismo y cambiar, en consecuencia, de vida. Entonces sí. Pero si no es por ese camino, todo quedará en postureo, que se dice ahora, bonitas palabras y foto en la prensa, porque lo de estar con el pobre siempre vende.

Por eso digo que nos equivocamos en el planteamiento superficial de ese “estar con los pobres” tan y como hoy lo entiende y lo practica mucho católico de tan buena voluntad, como escasez de teología. No. La clave no es estar con los pobres, y menos entendiendo pobreza como algo simplemente material. Por cierto, hay siete obras de misericordia espirituales. La clave está en predicar la conversión y volver a las gentes a Cristo, a la santidad. No hay un solo santo que viva al margen de las necesidades de sus hermanos. Pero sí conozco a mucho charlatán de la cosa de los pobres que vive como rico, hace lo que quiere, se lucra de su organización, se aprovecha para su personal medrar y encima te da lecciones.

¿Y si les dijera que donde más se hace por la causa de los pobres es en el confesionario…?


Padre Jorge González

viernes, 22 de septiembre de 2017

Problemas que me preocupan [3 de 3] (José Martí)



Decidiéndonos por Él no sólo no perdemos nada sino que lo ganamos todo; y, además, nuestra vida es, entonces, muy hermosa y merece la pena ser vivida. El mismo sufrimiento (que siempre se ha considerado un absurdo) tiene ahora una razón de ser, un sentido ... si lo unimos al sufrimiento redentor de Jesús

Hay en el Evangelio, unas palabras de Nuestro Señor, que son, a este respecto, muy consoladoras, pues también van dirigidas a nosotros, como todo lo que viene escrito en el Nuevo Testamento. Son aquellas en las que exclama Jesús: "Venid a Mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, que Yo os aliviaréTomad sobre vosotros mi yugo; y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 28-30).

A nadie le gusta sufrir. Si eso se diera en alguien, estaríamos ante una personalidad enfermiza. El deseo del sufrimiento por el sufrimiento mismo es un absurdo y no es cristiano. Nunca lo ha sido, aun cuando ha habido cristianos que, no conociendo su fe, lo han pensando así, pero eso es herético, no es cristiano. 

Ahora bien: si ese sufrimiento nuestro lo asociamos al de Jesucristo, la cosa cambia completamente ... pues Jesús, tomando sobre sí nuestros pecados, y haciéndolos suyos, padeció por nosotros, entregando su vida, voluntariamente, para salvarnos del pecado y hacer posible nuestra salvación, lo cual lo hizo por puro amor. Si hacemos eso, digo, entonces nos encontraremos que el yugo que tenemos que soportar, que es -en realidad- nuestra vida, en la que siempre hay todo tipo de dolores, sufrimientos y contrariedades, es un yugo completamente diferente.

¿Por qué? Pues porque no hacemos sino reflejar en nosotros la vida de Jesús y, si lo amamos, de verdad, sólo desearemos compartir su propia vida y hacerla nuestra. Si Él, el Justo entre los justos, murió por unos pecados que no había cometido, y lo hizo porque nos quería y quería salvarnos, aunque ello le llevó a la muerte, y muerte de cruz, ¿qué de extraño tiene si nosotros padecemos un poco por unos pecados que sí que hemos cometido ... y lo hacemos para estar más unidos a Él, porque deseamos amarlo del mismo modo que Él nos amó?

Uniendo nuestros sufrimientos a los suyos, éstos adquieren un carácter redentor; son también, en cierto modo, "sus" sufrimientos, pues tal es la unión que tenemos con Él, si estamos en estado de gracia, que somos uno en Él. Sus acciones son nuestras y las nuestras son suyas. Esto se entiende un poco a la luz del misterio del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Esto decía san Pablo: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24)

Somos miembros de su Cuerpo, somos en Él, y somos, realmente, con nuestra propia personalidad, que no desaparece, tal y como sí ocurre en las ideologías de tipo inmanentista, hoy en día tan en boga. Somos en Él pero no nos confundimos con Él, ni desaparecemos; conservamos, en Él, nuestro propio yo. ¿Cómo, si no, podríamos decirle que le queremos? El amor requiere siempre de un yo y de un tú que "se dicen" mutuamente su amor, el uno al otro y el otro al uno, en perfecta reciprocidad y en totalidad.

El Amor (con mayúsculas), que es el Espíritu Santo, hace que esto sea posible. Así lo creemos y así se nos ha enseñado, desde los Apóstoles hasta nuestros días: la Tradición y el Magisterio perenne y auténtico de la Iglesia son los que han guardado, con fidelidad, el depósito de la fe, que es lo único que puede dar vida a un cristiano, su fe, teniendo en cuenta que, como dijo san Pablo, "el justo vive de la fe"(Rom 1, 17; Gal 3, 11; Heb 10, 38); la fe en Aquél que dijo de sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6)

Y, sin embargo, hoy vivimos en el reino de la mentira: "LLegará un tiempo en el que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se apartarán de la verdad, volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4). Tal vez ese momento o ese tiempo haya llegado, puesto que hoy en día se llama verdad a lo que es mentira y al revés. Esto es muy grave ... y tiene su castigo: "¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal" (Is 5, 20a).

Hoy se ha perdido el sentido común ... sencillamente porque se ha perdido la fe en Dios, que es el autor de todo cuanto existe. Se ha perdido el amor por la verdad. El ser ha sido olvidado y sustituido por el sentir.  

Si Jesucristo es la Verdad, como lo es, y nos separamos de Él, automáticamente nos situamos en la mentira y nos hacemos "hijos del diablo" [Esto dijo Jesús a los fariseos: "Vosotros tenéis por padre al Diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44)] y nos hacemos, también, esclavos: "Todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34). ¡Cuánto ganaríamos si nos decidiéramos por Jesús y estuviéramos cerca de Él, escuchando sus Palabras y dejando que penetraran en nuestro corazón, para hacerlas nuestras, pues "las palabras que Él dice son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63)!

Hoy se ha perdido completamente la fe en lo sobrenatural. Todo lo que no se entienda se considera que es falso. El hombre se ha fabricado su propia "religión", como se hacía en la época prehistórica o en el caso de los romanos y los griegos, en donde había un "dios" para cada cosa. Y esa "religión" humana que permite todo: divorcio, adulterio, fornicación, aborto, homosexualidad ... y todo tipo de aberraciones ... esa "religión" que "dice" que respeta la "libertad" es un engañabobosun absurdo y una falacia ... ¡todo mentira!

Prueba de ello es que nadie puede disentir de ese "pensamiento" único que hoy se ha dado en llamar "lo políticamente correcto". Todo el mundo tiene que pasar obligatoriamente por el aro y cambiar su "chip". Quien no lo haga, quien siga llamando pan al pan y vino al vino, ése tal es ridiculizado, expulsado de su trabajo, amenazado, perseguido, apaleado e incluso se juega su propia vida, pues entre los fanáticos de ese "Nuevo Orden Mundial" (NOM)masónico, que son más cada día, los hay que son mercenarios y que no dudarían ni un momento en matar, si es preciso, a todo aquél que se oponga a sus directrices.

Es la dictadura del odioEn el marxismo este odio estaba basado en la lucha de clases. Hoy está basado en la lucha de sexos. La ideología de género se ha ido introduciendo paulatinamente, de modo "legal" en los colegios  [con el consentimiento de nuestros políticos] con el fin de adoctrinar a los niños en el ateísmo y en todo tipo de aberraciones sexuales, siendo ésta, además, una "asignatura" obligatoria. Y todo ello en un proceso imparable, en donde la libertad de elección de los padres, con relación a la educación de sus hijos, cada vez cuenta menos. Es el Estado quien se va a ir encargando de esa labor, tal y como se hace en los países comunistas.

Tal imposición de lo irracional está favorecida por el ambiente social, el cual, a su vez, está siendo manipulado constantemente, en los medios de comunicación (televisión, internet, prensa escrita, etc...). Mediante todo tipo de artimañas subrepticias, se va influyendo en la mente de las personas, haciéndoles creer -y consiguiéndolo- que lo que siempre se ha considerado "bueno" es algo anticuado y, en cambio, lo que siempre ha sido "contra natura" es, en realidad, lo más normal del mundo ... y  no sólo es lo "normal" sino que es, además, señal de "progreso". 

La Palabra de Dios está, como siempre, advirtiendo de la gravedad de actuar de esa manera. Recordemos otra vez al profeta Isaías: "¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, de los que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas, de los que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo!" (Is 5, 20). Y más tarde o más temprano -más bien temprano que tarde- aparecerán los nefastos resultados de este proceder insensato que se está extendiendo por todo el planeta sin que apenas lo percibamos. 

Grande es el poder de la mentira. Jesucristo hablaba del Diablo dándole el nombre de "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30a); sin embargo, añadía: "nada puede contra Mí" (Jn 14, 30b), como así es. El Diablo es un ángel caído, una criatura, al fin y al cabo. Jesucristo es Dios: "Todo se hizo por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho" (Jn 1, 3). "Todo ha sido creado por Él y para Él. Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en Él" (Col 1, 16b-17).

Si callamos ante esta clarísima injusticia del "pensamiento único", que pretende apoderarse del alma de las personas, estaríamos siendo cómplices, mediante nuestro silencio, del fin de la racionalidad y de la libertad humana. El llamado "progresismo", que es lo más alejado del verdadero progreso, inficionaría nuestro espíritu de manera tal que quedaríamos realmente esclavizados y en una situación de totalitarismo absoluto, incapaces de pensar por nosotros mismos. Sólo podría darse como "bueno" aquello que el Estado decidiera que es "bueno". El llamado Nuevo Orden Mundial (NOM) tiende a invadirlo todo ... y esto, desgraciadamente,  está ocurriendo también en la Iglesia, cada día con más fuerza y con más descaro: la mayor autoridad moral de la tierra está poniéndose al servicio del mal y de la mentira ... ¡es como para echarse a temblar!

Y de no reaccionar a tiempo -y no lo estamos haciendo- se llegaría a un punto tal que la famosa novela de George Orwell, titulada "1984", realmente espeluznante, se quedaría en un simple remedo de aquello en lo que se transformaría este mundo. El camino que el mundo está siguiendo, en su práctica totalidad, sólo nos puede conducir a la ruina y a la perdición ... ¡y no sólo del cuerpo! El alejamiento de Dios y la conversión al mundo -que eso es el pecado- nos aleja de la verdad y, por lo tanto, de la libertad y de la alegría, nos hace esclavos: "Todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34).  Los dioses que los hombres fabrican sólo producen vacío y desesperanza.

Por lo tanto, como muy bien dice san Pablo, "siendo conscientes del momento presente, ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe" (Rom 13, 11)

¡Es preciso despertar de nuestro sueño! ... O el mundo se autodestruirá; y con él las personas que más queremos: nuestros hijos y nuestros nietos, entre otros. Es cierto que dijo el Señor: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed, ante todo, al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28). Y es un verdadero consuelo saber que eso es así ... Pero, como vemos, el diablo y sus secuaces están ahora por la labor de atacar directamente el alma para perdernos a todos, no sólo nuestro cuerpo -insisto- sino también nuestra alma (¡y según Nuestro Señor esto es algo que sí que tenemos que temer!). 

La situación es muy grave y no podemos consentir que el Diablo siga tomando la delantera, como está ya ocurriendo durante bastante tiempo sin que nos hayamos enterado.  Es la hora de luchar ... y no de cualquier modo, sino con todas nuestras fuerzas, conforme al consejo que nos da el autor de la carta a los hebreos:"Aún no habéis resistido hasta la sangre en vuestra lucha contra el pecado"(Heb 12, 4).

Lógicamente,  para esta lucha no podemos usar las armas del mundo, sino las de Dios. San Pablo, en su carta a los efesios, nos lo recuerda: "Revestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la carne o la sangre, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires. Por eso, poneos la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y, tras vencer en todo, permanezcáis firmes." (Ef 6, 11-13). 


En Efesios 6, 14-18 se nos indica cuáles son estas armas.


José Martí

jueves, 21 de septiembre de 2017

Problemas que me preocupan [2 de 3] (José Martí)





Estamos asistiendo, y sin concederle ninguna importancia, a la sustitución del culto a Dios por el culto al hombre. Dios ha sido puesto aparte, en un rincón: lo importante -se dice- es la gente ... a la cual hay que acompañar, acoger, integrar, etc ... aunque para ello haya que negar la misma Palabra de Dios, tal y como ocurre en el caso de la exhortación apostólica Amoris Laetitia : ésta, en muchos de sus puntos, por ejemplo, el 305, realiza afirmaciones que están en contra de lo que dijo Jesucristo. 

El Papa no puede erigirse en intérprete único de la Palabra de Dios, tal y como está ocurriendo, por desgracia, a base de declaraciones en ruedas de prensa, homilías diarias en Santa Marta y Motus Proprios a mogollón. Para colmo está la desfachatez con la que se rodea de cardenales que piensen como él y destituye a quienes respetan y aman la Tradición de la Iglesia. Los ejemplos son incontables, pero se me viene a la cabeza el caso del Cardenal Schönborn, el encargado oficial de interpretar la Amoris Laetitia quien, con un descaro total, afirma de la AL que es un acto de Magisterio, siendo así que se opone al Magisterio de dos mil años de enseñanza de la Iglesia, en sentido contrario. 


¿Qué Magisterio es éste que rechaza la palabra de Jesucristo y considera que la palabra de un Papa es superior a la Palabra de Dios?   


Es preciso y urgente que el pueblo cristiano recupere su identidad y vuelva a Dios, pues la Iglesia católica se ha transformado en una religión del hombre y se está olvidando de Dios, encarnado en Jesucristo, el Unigénito de Dios, hecho hombre, el Mesías prometido al pueblo judío en el Antiguo Testamento y cuya venida esperaban todos con ansia. En Jesucristo, en sus dichos y en su vida, se cumplieron y se hicieron realidad todas las promesas, contenidas en el Antiguo Testamento, que hacían referencia al Mesías. Y, sin embargo, "vino a los suyos, y los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11)


En la actualidad eclesial se está llegando a situaciones y declaraciones completamente inimaginables e impensables hace muy pocos años. La revolución que se pretende hacer en la Iglesia, el "armen lío" del Papa Francisco no es la revolución que Jesucristo vino a traernos.




Como muy bien dijo el papa León XIII, "el peor tipo de hereje es el que, mientras enseña mayormente la verdadera Doctrina católica, AÑADE una palabra de herejía, como UNA GOTA DE VENENO en una taza de agua".

Los últimos cuatro años y medio, en los que actúa como Sumo Pontífice el papa Francisco, están suponiendo una auténtica demolición de todo lo sagrado en la Iglesia. La última jugarreta ha sido el cambio de la liturgia, un cambio que puede dar lugar a una escisión y a un cisma total en la Iglesia. Mucha razón tenía Bergoglio cuando dijo de sí mismo que "es muy posible que pase a la Historia como el Papa que dividió la Iglesia" ... pues eso es, efectivamente, lo que está ocurriendo. 

[Hay un artículo de Bonifacio Gómez de Castilla, del 4 de enero de 2017, en el que analiza, con bastante detalle, la deriva peligrosa por la que atraviesa la Iglesia. El título es: "¿Grave división en la Iglesia? Un resumen de la situación al inicio de 2017". De esto hace ya casi nueve meses. Y mucho ha llovido también en estos nueve meses. Se podría hacer un añadido a dicho artículo hasta el momento presente. Resultaría ciertamente demoledor ... ¡y lo que todavía nos falta por ver!]


¿Cómo se ha llegado a esta situación? ¿Cómo lo ha permitido Dios?

La respuesta, en realidad, es sencilladurante los últimos cincuenta años los cristianos (en general) no se han alimentado de la verdadera Palabra de Dios, sino que ésta se les ha ocultado; se ha sustituido por meras palabras humanas: solidaridad, comprensión, consenso, diálogo, estar con los pobres, derechos humanos, etc... [las mismas que usan los políticos]Por eso los cristianos, en su inmensa mayoría, no conocen a Jesucristo, al Jesucristo real, el que viene explicado en los Evangelios y en el Nuevo Testamento, y sobre cuya figura se ha escrito tanto y tan bien por todos los doctores y todos los Padre de la Iglesia, a lo largo de tantísimos años. La Tradición, en la Iglesia, es fundamental para que ésta pueda sobrevivir. El Magisterio auténtico es el que representa esa Iglesia, con el Papa como cabeza visible de la misma, al cual hay que prestar obediencia, como si del mismo Cristo se tratara, siempre y cuando predique la Palabra de Dios, en consonancia con lo que siempre se ha dicho, conforme a la clásica expresión de san Vicente de Lerins, en el Conmonitorio, que nos sirve para distinguir la verdad del error en lo que se refiere a la enseñanza de la Doctrina católica. Esto decía: 

"En la misma Iglesia católica es necesario velar con gran esmero para que profesemos como verdadero aquello que ha sido creído en todos los lugares, siempre y por todos. La expresión suena mejor en latín: "Quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus creditum est". (Aquí)
La institución del Papado es esencial, así como la constitución Jerárquica de la Iglesia. Ésta no es una democracia ni puede serlo.

En cuanto al hecho de que Dios permita lo que está ocurriendo en el seno de la Iglesia tiene su razón más profunda en el respeto absoluto y total de Dios por esa libertad que Él nos concedió al crearnos


Dios nunca nos obliga a que lo amemos, aun cuando no desea otra cosa, pues nos quiere y quiere nuestro bien, el cual sólo será posible si estamos junto a Él y Él está junto a nosotros. 


Por eso tenemos que vivir agradecidos, por una parte, pues "de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia" (Jn 1, 16). O, como decía san Pablo "¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo que tienes lo has recibido, ¿de qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4, 7). De nada podemos vanagloriarnos, pues nada tenemos de nosotros mismos, comenzando por nuestro propio ser, que hemos recibido de Dios. Y, por otra parte, debemos escuchar con atención y con fe, meditándolas en nuestro corazón, esas palabras que dijo Jesús a sus discípulos ... y que van dirigidas también a cada uno de los que, por la gracia de Dios, somos cristianos: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15, 15). 


Jesucristo es nuestro Señor y nuestro Dios. Pero también es nuestro amigo, porque así lo ha querido. Entonces, ante los requerimientos de amor que Jesucristo nos hace: "He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y abre la puerta, Yo entraré a él; y cenaré con él, y él cenará conmigo" (Ap 3, 20) ... y puesto que Dios requiere una respuesta de nosotros y no podemos no decidirnos: "El que no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30) y, además, en esa respuesta nos lo jugamos todo, qué bueno sería, por nuestro propio y auténtico bien que le abriéramos a Jesús, de par en par, la puerta de nuestro corazón y que pudiéramos decir, con san Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Fil 1, 21). 



(Continuará)

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Problemas que me preocupan [1 de 3] (José Martí)




En honor a la verdad, debo confesar que  tengo un problema que me absorbe y que me hace sufrir ... y es el rumbo nuevo que ha ido tomando la Iglesia católica en los últimos 50 años; un rumbo que se ha acelerado, de modo trepidante, en los últimos cuatro años y medio, desde que el cardenal Bergoglio pasó a ocupar la cátedra de san Pedro, adoptando el nombre de Francisco, el 13 de marzo de 2013 ... y que ha dado lugar a una "nueva Iglesia" que cada vez se parece menos a lo que ha sido siempre la Iglesia durante dos mil años. 

Esta "nueva Iglesia" está irreconocible. Por desgracia es la única que han conocido varias generaciones; y prácticamente todos los que tienen menos de cincuenta años (salvo excepciones) no conocen ninguna otra Iglesia que ésta, la cual, aunque sigue siendo la verdadera Iglesia, sin embargo, se ha ido imbuyendo de modernismo y, bajo la excusa de la "pastoral", mediante la vía de los hechos, ha ido cambiando la doctrina poco a poco, hasta el extremo de que hay infinidad de católicos (comenzando por muchos de los grandes Jerarcas de la Iglesia) que no conocen su fe, no conocen a Jesucristo ni las verdades que se nos han transmitido durante siglos por la Tradición y el Magisterio auténtico de la Iglesia.

Siempre ha habido grandes y graves problemas en la Iglesia (esto es algo que no se discute, porque es la verdad) pero, a pesar de los pecados de muchos de sus miembros, siempre ha permanecido constante la Fe, la cual ha sido defendida por grandes apologetas -y en particular, los santos- que la han librado de las herejías en las que estaba incurriendo, cada vez que se daban casos de esa índole.

Hoy, sin embargo, el grave problema del que está aquejada la Santa Iglesia, es la pérdida de la Fe en lo sobrenatural. A raíz, sobre todo, del Concilio Vaticano II, salpicado hasta los tuétanos de la herejía modernista que, al decir del papa san Pío X, es la suma de todas las herejías; y, en particular, debido al abandono de la Misa Tradicional en latín (lengua oficial de la Iglesia) que era la misma en todos los lugares del mundo  (independientemente de las lenguas vernáculas) y que servía de grandísima ayuda a todos los cristianos, tanto en lo que se refiere a la conservación de la misma y única Fe como en lo que se refiere a la verdadera unidad entre todos ellos.

En su afán de "acercarse al mundo" que más que un acercamiento era un "arrodillamiento"; y llamándole a este modo de actuar "pastoral cristiana", mediante un hábil dominio del lenguaje, e influenciados por las corrientes de corte protestante, el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II, un Concilio que ha dado lugar al desastre actual que hoy en día percibimos y experimentamos en la Iglesia, cual es la apostasía generalizada que se ha producido a nivel mundial.

Se ha llegado a una situación que es, en realidad, consecuencia de muchas de las cosas que se han ido aprobando en la Iglesia desde el año 1965. Así:

- Pablo VI  aprobó el Novus Ordo Missae, a sabiendas de que en su confección habían intervenido diez personas, de las cuales siete eran protestantes y de las tres católicas, el presidente de dicha comisión, el cardenal Bugnini, era masón.


Juan Pablo II, cuya famosa reunión "ecuménica" en Asís, en 1986, fue auténticamente escandalosa. A raíz de ella, dos años más tarde, en 1988, fue excomulgado el arzobispo Lefebvre, al considerar éste, con argumentos bien fundados, que es imposible dar por bueno TODO cuanto se contenía en los documentos del Concilio Vaticano II, en particular aquéllos que se oponían claramente al Magisterio anterior de la Iglesia, como son los relativos a la libertad religiosa, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y la colegialidad, entre otros. Y en esto Monseñor Lefebre no se equivocaba.

Benedicto XVI que, cuando era el cardenal Ratzinger, como lo es también ahora,  afirmó que la Gaudium et Spes  (uno de los documentos del Concilio Vaticano II) era un contra-Syllabus; eso suponía una nueva doctrina en la Iglesia. Pues bien: tal afirmación no la desmintió cuando llegó a la silla petrina.

- Finalmente, con la libre dimisión de Benedicto XVI como Papa, anunciada el 11 de febrero de 2013, festividad de la Virgen de Lourdes, y hecha oficial el 28 de febrero, fue elegido, como Sumo Pontífice, el cardenal Bergoglio, quien adoptó el nombre de Francisco. Esto ocurrió el 13 de marzo de 2013. Y desde entonces comenzó (o habría que decir, tal vez, continuó) un proceso de desacralización en la Iglesia, que está alcanzando, a día de hoy, niveles alarmantes ...  todo ello ante el silencio cómplice de la mayoría de los cardenales (salvando unas pocas excepciones, como sabemos).

Una inmensa cantidad de cristianos está asistiendo a esta destrucción de la Iglesia fundada por Jesucristo ... como si no estuviera ocurriendo nada. TODO cuanto dice Francisco se considera como "palabra de Dios", en una papolatría "absurda, pero real", que está produciendo, como "fruto" una apostasía en masa del conjunto de los cristianos.

Es una verdad innegable, puesto que son hechos comprobables, que al pueblo de Dios se le ha escamoteado la Palabra de Dios, callando ciertas cosas que, aun siendo esenciales en la doctrina cristiana, apenas si se ha hablado de ellas, por no decir nunca, en algunas iglesias. Entre ellas se encuentran la presencia real -sacramental- de Jesucristo en la eucaristía, la gravedad enorme del pecado, que dio lugar a la Encarnación del Hijo de Dios en Jesucristo, la existencia del infierno como una realidad, etc...). No se han negado explícitamente, pues eso supondría una herejía, pero se las ha silenciado ... hasta ahora, pues en la actualidad, han surgido los lobos escondidos bajo la piel de oveja, y los falsos pastores se están manifestando claramente como lo que siempre han sido, sólo que ahora no se esconden y sí que hablan de todo ello, pero para negarlo.

Se ha llegado a una situación tal que, día tras día, se va contradiciendo y rechazando todo aquello que constituye la fe de la Iglesia, la única Iglesia, la que fue fundada por Jesucristo hace casi dos mil años, la Iglesia católica. No hay otra. Y fuera de ella no hay salvación posible. Esto es dogma de fe.

Son muchos los católicos que se denominan como tales a sí mismos, pero que, en realidad, no lo son, pues poseen un grave desconocimiento de su fe, con una ignorancia de la que pueden salir, pero no lo hacen, porque se encuentran muy cómodos de esa manera ... Y por eso, tales cristianos desconocedores de su fe, son también culpables, al haberse dejado engañar por esos falsos profetas que les decían lo que ellos querían oír, pero que no era -en verdad- la Palabra de Dios, rebajando el nivel de exigencia del Evangelio y falsificando la cruz de Jesucristo. 

Como bien decía san Pablo: "Son muchos -esos de quienes con frecuencia os hablaba y os hablo ahora llorando- que se comportan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios el vientre, y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas" (Fil 3, 18-19).


(Continuará)

lunes, 4 de enero de 2016

La Nueva Evangelización (y 7): Sólo tenemos una única Iglesia


Es necesario, para un cristiano, tener las ideas muy claras. La Iglesia católica sólo posee un Magisterio y éste supone la fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, que son las dos únicas fuentes de la Revelación. Los Pastores son los encargados de transmitir fielmente lo que han recibido, sin añadir ni quitar nada; la Palabra de Dios siempre es actual y nunca se queda obsoleta: sirve para todos los hombres de todos los tiempos y culturas. 

No existe cambio o evolución en los Dogmas. Se puede -y se debe- profundizar en el conocimiento de Dios, manifestado en Jesucristo: esa es la misión de la Teología, que es la ciencia de Dios ... pero, en todos los casos, debe de partirse, como verdad cierta, del Dato Revelado: éste nunca puede ser alterado ni modificado ni puesto en duda. Lo escrito en los Evangelios no es leyenda sino verdades históricas, con infinidad de testigos que han dado fe de ello ... y una infinidad aún mayor de mártires que han dado la vida como testimonio de la veracidad de los Evangelios: "Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros" (1 Jn 1, 3).


Si nos ceñimos al Apocalipsis allí puede leerse: "Si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). Pero lo mismo cabe decir del resto de la Sagrada Escritura, como hemos visto que dice el apóstol san Juan.


Si alguno modifica un ápice del contenido de la Sagrada Biblia, y en particular del Nuevo Testamento, lo que transmitiese ya no sería la recta doctrina, sino invención humana. La fidelidad a lo que se ha recibido es fundamental.


Como sabemos las palabras de la Sagrada Escritura fueron inspiradas por el Espíritu Santo: su autor verdadero es Dios mismo. Esto es sumamente importante. La trascendencia de esta realidad queda perfectamente reflejada en la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas: "Aunque nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como hemos dicho, y ahora vuelvo a decirlo: si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8-9). 


Es decir ... si alguien -no importa quien sea- nos explicara algo diferente a lo que está escrito y nos ha sido revelado en las Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia (que son las dos únicas fuentes de la Revelación) los cristianos no sólo no deben de seguirlo, sino que, caso de hacerlo, se estarían buscando su propia condenación, ya que "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29).


Es preciso recobrar la cordura, si es que la hemos perdido; y dejar de ser ingenuos, de una vez por todas, aprendiendo a discernir entre lo que es verdad y lo que es mentira. No es ésta una cuestión baladí ... pues es nada menos que nuestra salvación eterna la que está en juego. Y al decir esto estoy pensando no sólo en los sacerdotes, en los obispos y cardenales o incluso el mismo Papa, sino también en los simples fieles.  Nadie, por ejemplo, para tranquilizar su conciencia, puede admitir como excusa de su conducta o de sus creencias, el siguiente pensamiento: "Es que los pastores son los pastores ... y si ellos lo han dicho sus razones tendrán". El que así razone está olvidando algo que es de vital importancia y contra lo que Jesús nos previno durante su estancia en esta tierra ... Y es la existencia de los malos pastores ... Existen los malos pastores, aquellos a quienes no les importan las ovejas. Y esto es así no porque yo lo diga, pues mi palabra sería, sin más, una mera opinión. No. Esto ya lo dijo Jesucristo con toda claridad. Nos convendría darnos por enterados, pues éstas fueron sus Palabras: "Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi Nombre, diciendo: 'Yo soy' y seducirán a muchos" (Mc 13, 5). "Surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes signos y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los mismos elegidos. Mirad que os lo he avisado" (Mt 24, 24-25)


Sólo Jesús es el buen Pastor, Él "conoce a las suyas y las suyas le conocen a Él" (Jn 10, 14), "va delante de ellas" (Jn 10, 4) y "da la vida por sus ovejas" (Jn 10, 11), como efectivamente ocurrió. Esta misión de pastorear a las ovejas se la encomienda Jesús a Pedro cuando le dice, por tres veces, después de resucitar: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 17) confirmándole así en la labor que ya antes le había prometido, cuando le dijo: "Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19) 


Jesús conoce perfectamente que Pedro es incapaz de llevar a cabo esta tarea por sus propias fuerzas. Por eso le va adviertiendo, poco a poco: "Simón, Simón, mira que Satanás os busca para cribaros como el trigo, pero Yo he rogado por tí para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 31-32). Y por eso les envió su Espíritu, a él y a los demás discípulos que estaban reunidos con él en el Cenáculo, por miedo a los judíos. Esto ocurrió diez días después de su ascensión, en cuerpo y alma, a los cielos (Hech 1, 9).


Así quedaron patentes las palabras de Jesús cuando les dijo a sus discípulos: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5) y aquellas otras: "Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20b). De no ser así, el cristianismo ni siquiera hubiera tenido un comienzo. Y si lo tuvo y se sigue manteniendo es debido al hecho de que el Fundador de la Iglesia, Jesucristo, el hijo del Hombre, es realmente Dios, Aquel por quien todo fue creado (Jn 1, 3).


El discurso de Pedro (Hech 2, 14-47), por ejemplo, posterior a la venida del Espíritu Santo, produjo el arrepentimiento y la conversión de unas tres mil personas en un solo día, las cuales fueron bautizadas (Hech 2, 41), ... , "y el Señor aumentaba cada día el número de los que abrazaban el mismo género de vida para salvarse" (Hech 2, 47). Este fenómeno así como muchos otros hechos y la propia vida de la Iglesia, que se sigue manteniendo a pesar de que tiene casi todos los poderes del mundo en contra de ella, es una señal de que, ciertamente es el Espíritu de Cristo el que guía a su Iglesia. Fue el mismo Cristo quien dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán" (Mt 24, 35). La realidad histórica muestra la veracidad de estas palabras. La Iglesia, en medio de grandes persecuciones, se sigue manteniendo ... ¡todo ello no hubiera sido posible si quien las pronunció no fuese el mismo Dios, como así lo creemos los cristianos, por la gracia que Él nos ha concedido, sin mérito alguno por nuestra parte!


De manera, pues, que es obligatorio para un cristiano el hacer un uso correcto de la razón en la búsqueda de la verdad ... lo que nos lleva a no poder admitir todo aquello que sea contradictorio en sí mismo. Los principios de la ciencia o primeros principios, verdades evidentes por sí mismas, que no necesitan demostración ... y que posee cualquier persona con sentido común, por el mero hecho de ser persona, no pueden ser negados jamás. No podemos hacer violencia a la razón, esa facultad tan maravillosa que hemos recibido de Dios y llamar negro a lo que vemos que es blanco y viceversa (por ejemplo) ... ¡Y esto se está haciendo!  


Pongamos algún ejemplo concreto para entender mejor la razón de estas aseveraciones que caen por su propio peso. Analicemos esta frase del santo Padre, que fue pronunciada en su saludo a los refugiados en la parroquia romana del Sagrado Corazón de Jesús el 19 de enero de 2014: "Los que son cristianos, con la Biblia; y los que son musulmanes, con el Corán; (...) compartir, incluso, la propia fe, pues Dios es uno solo: el mismo". Bueno, es el santo Padre quien lo ha dicho; y como tal merece nuestro respeto; pero el amor a la verdad y el espíritu de discernimiento nos dicen enseguida que aquí falla algo. Abro el Nuevo Testamento y leo lo que se dice de Jesucristo: "En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre hay bajo el cielo dado a los hombres por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). 


Es absolutamente imposible compaginar esta última frase, sacada del Nuevo Testamento y que es, por lo tanto, palabra de Dios, con la opinión del papa Francisco (en este caso concreto): el "dios" de los musulmanes no es el mismo dios que el de los cristianos. No puede serlo puesto que, para ellos, Jesucristo no es Dios. Y nosotros sabemos que "todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2, 23).


Se pueden poner infinidad de ejemplos. Pongamos sólo uno más: Desde la Ciudad del Vaticano se dice que "los católicos no deberían intentar convertir a los judíos" . Bueno, esto no deja de ser una opinión. Lo que sí es cierto es que tal opinión, aunque haya salido del Vaticano, no se compagina con la verdad del Evangelio, pues en éste, que es palabra de Dios, se lee: "Id y enseñad a las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19-20).  ¿Acaso los judíos no tienen necesidad de conversión?


En nuestras manos está la elección: ¿Nos quedamos con lo que se invente cualquiera, aunque sea sacerdote, obispo o el mismo Papa? ¿O nos quedamos con la Palabra de Dios, que nos ha sido transmitida fielmente por el Magisterio de la Iglesia, a partir de las Sagradas Escrituras y de la Tradición, que son las dos únicas fuentes de la Revelación? ¿Nos quedamos con lo que piensa el mundo o hacemos nuestro el pensamiento de Cristo?


Así, pues: por una parte, debe de quedar claro que estamos ante la legítima Iglesia, que es una sola. No hay en ella dos Magisterios diferentes: no puede haberlos, pues sería una contradicción. Ahora bien: debemos discernir entre los buenos y los malos pastores, entre aquellos que transmiten la palabra de Dios y los que la adulteran o la niegan. Para ello es preciso que conozcamos bien nuestra fe y que vivamos vigilantes y siempre con la esperanza completamente puesta en Dios. Si quienes están a cargo de la Iglesia transmiten fielmente la verdad que han recibido, pues ¡a obedecerlos toca ... y con gran alegría! Pero, si quienes tienen la obligación de transmitir dicho Mensaje con fidelidad no cumplen con su misión sino que nos transmiten sus propias ideas y éstas se contraponen al Magisterio fiel de la Iglesia, entonces es nuestro deber, como cristianos, desobecerlos. Y vuelvo a insistir: nos va en ello nuestra salvación eterna y no podemos tomárnoslo a la ligera ...


Y no nos debe de importar, en este sentido, el cargo de la persona que ha expuesto "sus" opiniones acerca de determinados temas. Al fin y al cabo, lo ha hecho a título personal; e incluso aun cuando se trate del mismo santo Padre, sus palabras no poseen el carisma de la infalibilidad, la cual sólo tiene lugar cuando el Papa habla "ex cathedra", lo cual no lo ha hecho hasta ahora. Y si lo hiciera en algún momento, aquello que dijese no podría nunca oponerse a la Tradición recibida y a la Sagrada Escritura, que son las únicas fuentes seguras de la Revelación. 


Mientras nos atengamos a ellas, estaremos en la Verdad y en la verdadera y única Iglesia, aquella que es "Una, Santa, Católica y Apostólica", no importando demasiado que haya en ella algunos pastores que hayan perdido la fe ... porque, en definitiva, "Dios dará a cada uno según sus obras" (Rom 2, 6) y tengamos siempre presente, en nuestra mente y en nuestro corazón, las palabras de Jesús: "Mira que vengo pronto y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según haya sido su conducta. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin" (Ap 22, 12-13).


Me gustaría terminar estas siete entradas sobre la Nueva Evangelización con la exhortación del apóstol san Pedro a los cristianos de su época: "Queridísimos (...) estad alerta, no sea que -arrastrados por el error de esos disolutos- decaigáis de vuestra firmeza. Creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén." (2 Pet 3, 17-18)