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domingo, 27 de abril de 2025

Cristo en las empresas (Bruno Moreno)



Todos somos hijos de nuestro tiempo, al menos en cierta medida. Es inevitable. Como los peces no notan el agua, nosotros apenas notamos la omnipresente ideología de nuestra época, que nos empuja por todos lados, desde que nacemos, en cada momento de nuestras vidas y sin descanso para que actuemos “como todo el mundo”, para que no nos salgamos de lo admisible, de lo políticamente correcto.

Uno de los grandes dogmas de esa ideología es la privatización de la fe: la fe católica resulta admisible para nuestra época siempre que permanezca en el ámbito de lo privado y no se manifieste públicamente ni afecte en nada a la vida social económica o política. Es decir, el ideal es una fe vergonzante, guardada como un secreto culpable o un polvoriento y arcaico traje regional en el armario, que no moleste ni pretenda ser relevante para nadie más que para el propio interesado e incluso para él solo sentimentalmente.

En ese contexto, me alegró conocer no hace mucho a un argentino, Gabriel Manrique, que estaba de viaje por España con su familia. No solo me alegró por la agradabilísima conversación que mantuvimos, sino en particular porque me contó algo políticamente incorrecto, pero muy esperanzador.

Me explicó que había consagrado públicamente sus empresas, el Grupo Himan, al Sagrado Corazón. Contra los dogmas de la modernidad, no lo había hecho él de forma privada y personal, sino con sus empleados y entronizando en la sede central una bonita imagen que unía los atributos del Sagrado Corazón y de Cristo Rey. Con ello, quería poner al Hijo de Dios en el centro de su negocio y que fuera precisamente eso, el rey de todas sus actividades empresariales.

Como dice el propio Gabriel al explicarlo, “en esta época en la cual Dios ha sido echado del ámbito público al ámbito privado, nos vemos en la obligación de dar este testimonio público de fe”.

En otras épocas, ese testimonio se daba de forma natural, sin que a nadie le pareciera extraño ni tuviera que pensar mucho en ello, pero en la nuestra exige un esfuerzo a contracorriente. Por eso, no contento con consagrar su propio grupo empresarial, Gabriel ha empezado a animar a otras empresas y negocios a que hagan lo mismo.


Para ello, les proporciona la fórmula de la consagración, una serie de oraciones de preparación para los ocho días anteriores y, de regalo, la imagen del Sagrado Corazón Rey para que la coloquen solemnemente en la empresa. También les anima a leer las encíclicas Annum sacrum, de León XIII, y Quas primas, de Pío XI, y, sobre todo, a que inviten a otras empresas a hacer lo mismo. Sorprendentemente, más de 25 empresas han aceptado esa invitación políticamente incorrecta y se han consagrado al Corazón de Cristo. Solo había que ser valiente y proponérselo.

Esta consagración de las empresas a Cristo no es un detallito piadoso, como pensarán sin duda algunos, sino el signo de algo que tiene gran calado. Me atrevería a decir que la única forma de que la economía sea justa y verdaderamente humana es que Cristo esté presente en ella. El Verbo se hizo carne para redimir al hombre entero y, por lo tanto, no hay ninguna realidad humana que no necesite ser redimida, purificada y renovada por Dios. La economía, fuente de tantísimas injusticias en nuestro mundo caído, necesita especialmente la presencia de Cristo para purificarse de todo lo que resulta contrario a la ley de Dios y al bien de los hombres.

Antes o después, los católicos tendremos que convencernos de que la fe no es algo privado o folclórico y de que necesitamos ir al mundo entero a proclamar el Evangelio. Será consagrando públicamente empresas, saliendo a las calles a predicar, creando medios de comunicación como InfoCatólica, dando la vida cuando llegue la persecución o como Dios le pida a cada uno, pero si no lo hacemos, se perderá la fe en Occidente. ¡Y qué grande será la oscuridad!

Bruno Moreno

lunes, 15 de noviembre de 2021

La integración católica (Bruno Moreno)



Veo que últimamente se ha puesto de moda, en los documentos eclesiales, hablar de “integración” con respecto al tema de los inmigrantes en general y, en particular, en nuestro caso, de la inmigración hacia España (por alguna razón no parece que a nadie le preocupen mucho los emigrantes españoles en el extranjero, que ya son millón y medio).

Supongo que no sorprenderé a nadie si digo que, como es habitual, dichos documentos suelen meterse en multitud de temas que no son de la competencia de la Iglesia o incluso muestran predilección por esos temas ajenos y, a menudo, extremadamente complejos. Resulta tentador ponerse a hablar de tales asuntos, que dan lugar a discusiones sin número, pero, como estamos en un blog católico, me ha parecido más oportuno examinar la cuestión de la integración de los inmigrantes en su aspecto más propiamente católico.

Lo primero que conviene decir sobre este tema es que la Iglesia es algo muy especial. No existe en ella un concepto análogo al del “multiculturalismo” tan elogiado y en boga hoy en ámbitos políticos. Al margen de cuáles puedan ser las ventajas y desventajas seculares de esa multiculturalidad, el “multirreligionismo” es diametralmente opuesto a la doctrina de la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación. Cristo es el único Señor de cielos y tierra y solo Él tiene en sus manos la vida eterna.

En ese sentido, la integración, para la Iglesia, solo puede ser la conversión a la fe católica, en cumplimiento del mandato evangélico: id y haced discípulos de todos lo pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Uno no se integra en el pueblo de Dios mediante un papel, una decisión jurídica o el cumplimiento de unos requisitos formales, sino mediante el milagro de la fe y de la gracia que transforman el corazón. Solo entonces se cumplen las palabras de San Pablo, todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús.

Durante dos milenios, la Iglesia ha ido literalmente al fin del mundo conocido para cumplir el mandato de Cristo. Ya en tiempos de los Apóstoles llegó el anuncio del Evangelio hasta España al oeste y la India al este. Las calzadas romanas, las caravanas de especias, las legiones, los barcos mercantes… todo servía para ir a donde hiciese falta para predicar a Cristo al mundo entero. Cuando España descubrió un Nuevo Mundo, más allá de las fronteras del antiguo, los misioneros recorrieron un continente entero, valle por valle, montaña por montaña y desierto por desierto, a menudo a pie, para que no quedase nadie que no hubiera escuchado la más importante noticia de todos los tiempos, para que todo el mundo pudiera subir al arca de salvación que es la Iglesia. Y no contenta con eso, España mandó misioneros al Japón, a Filipinas, a la India, a China, a Alaska, a África… a todas partes.

Los tiempos han cambiado. Ya no hace falta ir al fin del mundo a buscar a personas que no tienen fe, porque la mitad de los españoles están en esa situación (y lo mismo se puede decir, mutatis mutandis, de los demás países antiguamente católicos). Por si eso fuera poco, las corrientes migratorias traen constantemente a nuestras costas a multitud de personas de otras religiones procedentes de diversas zonas del mundo. De nuevo, al margen de lo que se pueda decir sobre esto desde el punto de vista meramente secular, parece evidente que la respuesta de la Iglesia solo podría ser una: dedicarse con todas sus fuerzas a la evangelización de esos millones de personas que tiene a su alrededor y que Dios ha puesto a su alcance precisamente para eso.

¿Vivimos, entonces, en una nueva edad de oro de la evangelización? Er… Más bien no. Parece que, en vez de lanzarse a predicar a tiempo y a destiempo y cansarse de bautizar, como San Francisco Javier, los prelados escriben documentos en los que se dedican a pontificar sobre los efectos sociales de la inmigración, un tema en el que no tienen especial autoridad, y callan vergonzantemente sobre la grave obligación que tiene la Iglesia de evangelizar y catequizar a esos inmigrantes. Al contrario, parece que lo eclesialmente correcto es criticar el proselitismo y dedicar los esfuerzos al diálogo interreligioso, la fraternidad universal y la ecología. Parece que incluso sugerir que queremos que los inmigrantes se conviertan es de mal gusto.

Cuántas parroquias hay que dan dinero a los inmigrantes o les buscan trabajo, pero no les predican la fe, que es lo que más necesitan. Cuantos católicos, clérigos o laicos, están dispuestos a hablar sobre si la inmigración actual es buena o mala y sobre si debe ser así o asá (temas complejos sobre los que caben diversas posturas entre los católicos), pero no se les ocurre rezar por la conversión de esos inmigrantes, hablarles de Jesucristo y de nuestra Señora, ofrecer misas y sacrificios por su conversión, animarles a acudir a la parroquia o a un grupo católico, etc. Gracias a Dios, hay honrosísimas excepciones (yo conozco a varias de ellas), pero, si somos sinceros, nos veremos obligados a reconocer que la evangelización de los inmigrantes debe de tener, con suerte, el número ciento y algo en la lista de prioridades de la Iglesia española.

Lo más frecuente (¡Dios nos perdone!) es que los inmigrantes que vienen a España se conviertan al agnosticismo, el hedonismo y la adoración del dinero, que son las religiones mayoritarias en España hoy en día. Incluso los inmigrantes católicos de Hispanoamérica a menudo o bien pierden totalmente la fe o se hacen protestantes en la patria de sus antepasados. España ha pasado de “evangelizadora de la mitad del orbe, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma” a ser sal sosa, predicadora de la apostasía y el bienestar mundano, y una provincia más del mundo globalizado, indistinguible de cualquier otra.

No sé muy bien lo que es todo esto, pero estoy seguro de que no tiene nada que ver con esos casi dos mil años anteriores de evangelización del mundo entero. Del mismo modo que parece que el mundo se ha vuelto loco y sigue una dirección suicida, rechazando y odiando precisamente lo más valioso que tiene en su historia, sus culturas y sus tradiciones, también da la impresión de que gran parte de la Iglesia se haya vuelto loca, con el mismo deseo suicida que lleva a despreciar lo único necesario y a cambiarlo por baratijas políticamente correctas.

Todo esto produce ciertas ganas de llorar, pero el mensaje final solo puede ser de esperanza. A fin de cuentas, ya sabíamos que somos un desastre y que no podemos nada (y si no lo sabíamos, empecemos por ahí, que es un buen comienzo). Quien convierte al mundo es el Espíritu Santo, no nosotros. Y al Espíritu le bastan un puñado de personas, digamos doce, para llevar la fe hasta los confines de la tierra. Ya lo ha hecho y lo volverá a hacer, si así lo quiere. Lo único que nos toca a nosotros, siervos inútiles, es ponernos en sus manos, rezar y recordar que todo es gracia.

Bruno Moreno

martes, 12 de octubre de 2021

María Saavedra refuta 10 mentiras de la leyenda negra española y la evangelización de América



María Saavedra y sus diez alegatos contra la Leyenda Negra: el origen de España, la inquisición en América o el "gran monumento" de los españoles en las Indias.

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Con motivo de las efemérides que se celebraron entre el 7 de octubre de 2021 -el 450º aniversario de la batalla de Lepanto- y el día de la Hispanidad este día 12, Instituto Lepanto organizó este verano un ciclo de conferencias para conmemorar estos dos episodios.

María Saavedra, invitada principal, conversó extensamente sobre la Hispanidad y su misión evangelizadora, uno de los temas en los que más ha profundizado. Es directora de la Cátedra Internacional CEU Elcano y ha escrito multitud de publicaciones y libros, entre ellos La forja del Nuevo Mundo: huellas de la iglesia en la América española o Tan iguales, tan diferentes. La construcción de la identidad iberoamericana. A lo largo de la conferencia, refutó ante decenas de asistentes la refutación de 10 mentiras sobre la hispanidad y su legado.

1º Los visigodos y el controvertido nacimiento de España

Frente a una corriente cada vez más extendida que pretende retrasar el origen de España, Saavedra no dudó en afirmar que “como unidad política independiente, nace con los visigodos”.

A su juicio, España no nace con los Reyes Católicos, casi de forma simultánea al propio descubrimiento –“descubrimiento, si, y no encuentro”, afirma– de América. “Los visigodos crean un ente político que es independiente, que se llama España, que tiene capital en Toledo y que tiene conciencia de ser algo. Hay una lengua, el latín, y una religión, el arrianismo, que fue sustituido por la religión de la inmensa mayoría de los habitantes peninsulares”.

“Hay una realidad que existe”, confirma Saavedra, “y existe antes de que el año 711 los musulmanes invadan la península aprovechando las guerras civiles internas”.

2º La realidad española pervivió a la conquista islámica

En la misma línea, la historiadora continuó refiriéndose a la “conquista islámica”. “Invadieron y construyeron al-Ándalus, pero sobre algo que ya existía, y pese a que permeó muchas de las realidades que existían, sigue subyaciendo la realidad española, la conciencia de pertenecer a algo que nos ha sido arrebatado”.

Citando el De Laude Hispaniae/Spaniae de San Isidoro, la historiadora encuentra “muchos datos que nos hacen ratificar esta idea de la existencia de España”.

“Tú eres, oh España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. Tú, por derecho, eres ahora la reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el ocaso, sino también el Oriente… Tu eres el honor y el ornamento del orbe y la más ilustre porción de la tierra en la cual grandemente se goza y espléndidamente florece la gloriosidad fecunda de la nación goda”.

3º "Reconquista", un término preciso y adecuado

Por ello, la historiadora se muestra favorable a tratar el periodo que transcurre entre el 711 y el 1492 como la reconquista que fue. “Esta tendencia historiográfica en la que tendemos a negar la existencia de una reconquista en el fondo se basa en negar, precisamente, que existía algo antes. Claro que existía, y lo que recuperan los reinos cristianos conforme avanzaban es la antigua Hispania”.

4º Una supuesta unidad prehispánica a recuperar

Explica Saavedra que uno de los tópicos más extendidos por la Leyenda Negra sobre la presencia hispánica en las Indias es el de la existencia de una supuesta e idílica unidad indígena, quebrada por los españoles. “Recuerdo que en Bolivia Evo Morales decía: `volveremos a vivir quechuas y aymaras en paz´, pero eso no se vivía desde hacía muchísimo tiempo: los incas habían masacrado al pueblo aymara para someter lo que hoy es Bolivia al Imperio incaico”.

Es tan solo un ejemplo de que “no había una América. Desde hace algunos años están en auge los movimientos indigenistas que hablan de recuperar una identidad americana anterior a la llegada de los españoles.

Y esto”, dice, “es una falsedad histórica: esas américas que los españoles encuentran fueron los indios del Caribe, en un nivel de civilización comparable a nuestra prehistoria. O los mayas, en decadencia a la llegada de los españoles. Los aztecas, que tenían a los estados sometidos a los impuestos en especies, trabajo o prisioneros para los cada vez más frecuentes sacrificios humanos. Los incas, por último, hicieron unas campañas de conquista que llegaron a establecer un imperio desde los actuales Colombia o Ecuador hasta Chile”.

5º En América, todo se hizo con la misión de evangelizar

Otro de los grandes clichés negrolegendarios es el de la evangelización como mera excusa de los españoles para encontrar oro y plata. Y siendo cierto “que había interés en ello”, “todo se hizo bajo la misión de evangelizar.

“Los reyes asumieron esa evangelización, ya que para Roma y el Papado no era posible encargarse de las grandes dimensiones del nuevo mundo. Los reyes pusieron en marcha el proceso evangelizador con todo lo que llevaba consigo, porque realmente en América todo era misión”.

6º Se respetaron elementos de las culturas previas

¿Cómo lo hicieron? “Improvisando una serie de métodos y técnicas muy novedosas. Tenían que explicar lo que era la Trinidad, la Eucaristía y las verdades de la fe a una serie de pueblos que en su mayoría eran panteístas. Tuvieron que enseñar que Dios es trino, pero que eso no significaba que hubiese tres dioses, complicado de asimilar para un pueblo de estas creencias. Y que en la Eucaristía se come el cuerpo de Cristo pero que eso no es un sacrificio humano”.

“Para ello emplearon, por ejemplo, un catecismo pictográfico o el teatro evangelizador, con fórmulas sencillas que van calando y que pudiesen ir comprendiendo”. Todo ello fue parejo a una “inculturación” por la que, “en la medida de lo posible, se respeta la cultura de los pueblos previos a la llegada de los españoles siempre que sea compatible con la práctica del catolicismo”. No lo eran, explica, “los sacrificios humanos, la simonía o la poligamia”.

7º Los indígenas, “plantas verdes en la fe”, exentos de ser juzgados por la Inquisición

Otro de los grandes mitos vertidos en torno a la evangelización de América fue el de los procesos inquisitoriales sobre los indígenas.

Como explica la doctora, en América, algunos obispos fueron con cierta capacidad inquisitorial. Esto significaba que dentro de su diócesis, la inquisición tenía potestad para velar por que solo los bautizados –el Santo Oficio solo tenía jurisdicción sobre católicos– vigilasen la fe y las costumbres, y con todo, los autos de fe en América fueron en extremo aislados y reducidos.

Uno de ellos fue el de Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de México que en 1535 fue investigo del cargo de inquisidor por delegación, y en 1539 ejecutó el proceso contra el cacique don Carlos de Tezcoco. Sabido esto por el rey Felipe II, descubre Saavedra, emitió una fulminante cédula reprobando lo realizado por Zumárraga en la que ordena “que los indios quedan exentos de ser juzgados por la inquisición” y condenados a la pena capital “por ser `plantas verdes en la fe´, en palabras literales del monarca, debido a que “no pueden tener la misma responsabilidad que tienen los cristianos viejos de la península: no hay tribunales que juzguen a las poblaciones nativas”, sentencia.

Especialmente reveladoras de este mito son las Instrucciones para la formación de la Inquisición en la Nueva España, que advierte a los tribunales “que no han de proceder contra los indios, porque es nuestra voluntad que solo uséis de ellos contra los cristianos viejos, y con toda templanza y consideración, porque así conviene que se haga”.

8º El cardenal Rodríguez de Fonseca, condenado por la serie "Isabel"

El siguiente punto que se abordó fue en relación a la esclavitud en América, un aspecto de la Leyenda Negra tan refutado que la historiadora lo abordó de forma tangencial y anecdótica para refutar las calumnias de la serie española Isabel sobre el cardenal Rodríguez de Fonseca.

“Se ha dicho mucho que la reina Isabel le encarga devolver a los esclavos indianos y lo que él hace es venderlos. Esto es una falsedad brutal y el cardenal Fonseca ha quedado para el imaginario colectivo español como lo peor. Y no fue así”, afirma del cardenal, que ordenó “hacer orros e libres a todos nuestros esclavos y esclavas” con los que, al margen de la ley, se había comerciado.

Los indígenas, como habitantes y súbditos libres de la Monarquía Hispánica, “no podían ser esclavizados”, concluye.

9º No hubo un expolio: 1000 hospitales, 30 universidades y cientos de escuelas

Antes de finalizar su ponencia, Saavedra compartió sus recuerdos de Perú. “Estando en Lima, muy cerca del palacio de gobierno, un señor me estuvo explicando los detalles del desfile. Al saber que era de España me dijo: `¿Has podido ver bien nuestra ciudad? ¿Ve todo esto tan bonito? Es lo que nos legaron ustedes los españoles´”.

Aquel recuerdo le valió para una de sus últimas refutaciones. “Es verdad que había mucho oro y mucha plata. Pero cuando América se independiza, se calcula que el número de hospitales fundados por España en sus dominios americanos fue de más de 1000, destaca la historiadora, así como 30 universidades, colegios para niños, para caciques, para mestizos y, también, para mujeres y niñas.

¿Es eso un expolio?, se pregunta la doctora. “Es una inversión. La red de hospitales y escuelas que se construyó por toda América es inmensa y todo el continente americano está repleto de este tipo de realidades”.

10º El mayor monumento de los españoles en las Indias

La autora de Indigenismo y Evangelización. La primera expansión del cristianismo en América (Digital Reasons) deja para el final lo que considera “el gran monumento que construyeron los españoles en las Indias”: el derecho indiano.

“Era la manera de adaptar el derecho castellano a la realidad indiana, y siempre en favor del indígena americano”, explica. “Había delitos que tenían mayor pena q si los cometía un español que si los cometía un indio y desde el primer momento se plantea como proteger a ese indígena” comenta antes de citar las ordenanzas de 1501 y 1503.

Estos documentos “afirman que los indios van a trabajar a cambio de un salario, se marcan unas horas máximas de trabajo, no se pueden exigir más”. Entre otras de sus medidas garantistas, ordenan que “los domingos se les dará una olla de carne a los indios, las mujeres embarazadas trabajarán como máximo hasta el cuarto mes o que los niños no irán a trabajar. Los trabajadores de las minas”, concluye, “transcurrido un tiempo, recibían un descanso de seis meses antes de regresar”.

María Saavedra
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VIDEO El mundo anterior a Lepanto. Hispanidad y Trento.
Puede verse la Conferencia completa en el link que sigue.

Duración 2 horas y 12 minutos


(Es una pena que el audio tenga tan poca calidad)

viernes, 16 de octubre de 2020

No podemos pedir perdón por las ofensas que no hemos cometido (Carlos Esteban)



El perdón está en el centro de nuestra fe. El perdón es piedra de toque de la práctica cristiana. Pedimos perdón a Dios por nuestros pecados y, en la misma oración que Cristo nos enseñó, lo hacemos vinculándolo al perdón que concedemos a quienes nos ofenden. Pedir perdón y otorgarlo sin reservas debería ser algo así como la respiración del cristiano.

Por eso es especialmente deshonesto esta ritualización de ‘perdones’ concebidos como humillaciones y confesiones de culpas históricas, que los exige quien no ha sufrido el agravio a quien no lo ha cometido. Es un perdón que carece de esa condición esencial del arrepentimiento en quien lo pide, porque nadie puede arrepentirse por otro, y cuando se hace es sólo una escenificación de la propia bondad mientras farisaicamente se acusa a quien ya no puede defenderse; y falta en quien exige que se le pida perdón el verdadero sentido de la ofensa, ofendiéndose más bien en nombre de otros, de un colectivo cuya representación se arroga el ‘demandante’, de modo espurio y abusivo, sin otra motivación que la muy poco cristiana de quedar vencedor en una disputa histórica y apuntarse un fácil tanto en la arena política.

Por eso me escandaliza e indigna la actitud del episcopado mexicano, dispuesto a acceder al chantaje del presidente mexicano López Obrador para que pidan perdón en nombre de la Iglesia.
Ni España ni, mucho menos, la Iglesia tienen por qué pedir perdón, y hacerlo es enviar al mundo un mensaje de confusión y engaño, la idea de que la empresa entera de la colonización y evangelización del Nuevo Mundo fue, globalmente considerada, un mal y una ofensa de la que católicos y españoles debamos sentirnos culpables.
Obviando la grosera y mil veces desmontada exageración de la Leyenda Negra, los desmanes que pudieran cometer los conquistadores, no mayores de los que puede encontrarse en cualquier otro episodio similar de la historia, e inevitables en este mundo caído en el que no ‘tutti’ suelen verse mutuamente como ‘fratelli’, constituyen pecados personales por los que quizá pidieron perdón en su momento muchos de los perpetradores y de los que, en cualquier caso, todos ellos han tenido que responder ante un Juez infinitamente justo al que nada se le oculta.

Pero la empresa en sí, llevar la luz de la fe a tierras dominadas por pueblos ferocísimos, acabar con masivos sacrificios humanos, guerras crueles e interminables entre pueblos, un atraso paleolítico; crear universidades, instituciones, aportes técnicos, iglesias, hospitales y, en fin, todas las gigantescas raíces de civilización de las que se han nutrido las naciones que hoy pueblan Hispanoamérica, es razón para lo agradezcan, no para que se empeñen en disfrazar su miseria moral y política, el desolador antro de corrupción, vesania anticristiana y mal gobierno en el que se convirtieron las repúblicas hermanas a poco de separarse de la Corona española, con esta arrogante e injusta petición ante la cual la única actitud digna es la negativa y el silencio.

Carlos Esteban

miércoles, 12 de agosto de 2020

¿Por qué ser Católico y no de otra religión? José Plascencia y P. Javier Olivera Ravasi, SE

QUE NO TE LA CUENTEN


Una entrevista de José Plascencia al padre Javier Olivera Ravasi. Para verla y escucharla hacer clic en el siguiente link:  https://youtu.be/80_gw32sS80 

La duración del video es de 1 hora y 12 minutos.