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viernes, 21 de marzo de 2025

Europa asume su papel secundario en el Nuevo Orden Mundial


Las negociaciones directas entre Washington y Moscú sobre el futuro de Ucrania evidencian, una vez más, la absoluta irrelevancia de Europa en los asuntos que marcarán su destino. Por mucho que Francia, Gran Bretaña o Alemania se empeñen en reuniones, gestos grandilocuentes, y declaraciones vacías, lo cierto es que Europa ya no tiene asiento en la mesa donde realmente se decide su porvenir.

Y esto por fin lo ha visto Europa. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha dejado claro lo que muchos intuían: Europa y el mundo se enfrentan a un cambio de era. En su discurso más bélico hasta la fecha, pronunciado el pasado 18 de marzo en la Real Academia Militar Danesa, la líder comunitaria asumió la llegada de un Nuevo Orden Mundial, en el que el Viejo Continente ya no ocupará un papel protagonista. Europa será, a partir de ahora, un actor secundario en el tablero internacional dominado por Estados Unidos, Rusia y China.

El mensaje de Von der Leyen no deja lugar a dudas. La propia presidenta reconoció la dureza de sus palabras y la necesidad de que los europeos despierten de una vez por todas ante la gravedad del momento. «Puede que deseemos que estas cosas no sean verdad. O que no tuviéramos que decirlas tan claramente. Pero ahora es el momento de hablar con sinceridad para que todos los europeos entiendan lo que está en juego. Porque la incomodidad de escuchar estas palabras palidece ante el dolor de la guerra. Si no, que se lo pregunten a los soldados y al pueblo de Ucrania. La cuestión es que debemos ver el mundo tal y como es, y debemos actuar de inmediato para hacerle frente. Porque en la segunda mitad de esta década y más allá se formará un nuevo orden internacional«, afirmó sin rodeos Von der Leyen.

Estas palabras, pronunciadas en un lugar simbólico y estratégico como la Real Academia Militar Danesa, son la constatación de que Europa está perdiendo su peso en la geopolítica mundial. Mientras Estados Unidos reorienta su estrategia hacia el Indo-Pacífico, la Unión Europea se ve forzada a asumir que su época de influencia ha terminado. Von der Leyen lo dijo con claridad: es el momento de que «los europeos entiendan lo que está en juego«.

El anuncio va más allá de la retórica. Se trata de una advertencia directa: la historia de Europa se está reescribiendo y el margen de maniobra se reduce cada día. La propia Von der Leyen señaló la fecha límite que Bruselas se ha marcado: el año 2030. Para entonces, Europa espera poder definir su posición en este Nuevo Orden Mundial que ya no girará en torno a los valores ni a los intereses del Viejo Continente.

La realidad es que el mundo se encamina hacia un escenario dominado por tres potencias: Estados Unidos, Rusia y China. Europa, en cambio, queda relegada a un papel de mero espectador.

Este giro en la política internacional obliga a los países europeos a replantearse su papel y su defensa. La Agenda 2030, lejos de ser un plan de prosperidad, se perfila como la hoja de ruta para gestionar la decadencia europea y asumir su rol secundario en el concierto de las naciones.

Las palabras de Von der Leyen son una rendición en toda regla ante la nueva realidad global. Estados Unidos deja de ser el escudo de Europa y el mensaje es claro: «La incomodidad de estas palabras palidece ante el dolor de la guerra». Si Europa quiere sobrevivir, debe actuar ya, aunque todo apunta a que solo le queda esperar su turno mientras otros deciden su futuro.

El tiempo se agota y Von der Leyen lo sabe. La Unión Europea se enfrenta al mayor desafío de su historia reciente, un desafío que evidencia el fracaso de unas élites más preocupadas en imponer su ideología globalista que en defender los verdaderos intereses de los europeos. La propia Ursula von der Leyen ha reconocido el fracaso del modelo globalista que durante décadas se nos ha querido imponer. En palabras de la presidenta de la Comisión Europea, «La visión de un mundo destinado a una cooperación cada vez más estrecha y hacia una hiperglobalización se ha quedado desfasada.» Una afirmación que no deja lugar a dudas: la hiperglobalización ha fracasado, dejando a su paso sociedades desarraigadas, economías dependientes y naciones sometidas a intereses ajenos.

Hoy más que nunca, la soberanía nacional y la defensa de nuestras tradiciones deben ser la prioridad frente a quienes aún pretenden disolver nuestras identidades en un proyecto global sin alma ni raíces. Pero mientras los burócratas de Bruselas miran aún hacia 2030 y su agenda globalista, Estados Unidos, Rusia y China ya están moldeando el nuevo mapa del mundo.

martes, 26 de septiembre de 2023

Padres ¡revisad los libros de religión católica! | Alicia Beatriz Montes Ferrer



Recientemente he podido ver en algún medio digital así como en RRSS que se ha levantado una pequeña voz debido a que en un libro de Religión católica de primaria se ensalza la labor del fundador de la ONG Open Arms. Los que nos hemos detenido alguna vez en analizar a qué se dedica realmente esta organización, sabemos que empuja la entrada de inmigrantes ilegales a los que “sueltan” en los países que los acogen y acaban, en su inmensa mayoría, siendo presas de bandas violentas, de drogas, prostitución y delincuencia…

Sin restar importancia a este capítulo que aparece en los libros de religión católica, y teniendo en cuenta que prácticamente todas las ONGs tienen un trasfondo muy oscuro, he de decir que es una verdadera minuciosidad en comparativa con lo que podemos hallar en todos y cada uno de los libros de esta editorial, en concreto de SM, es decir, de la Fundación Santa María. Una editorial católica que se ha diluido en un mar de ideologías progresistas anticristianas.

Sin embargo, no vaya a pensarse usted que esto es reciente… Por desgracia para todos los que aún tenemos la valentía de seguir confesándonos cristianos católicos y matriculamos a nuestros hijos en esta asignatura, el adoctrinamiento está servido hace unos cuantos años atrás. Ciertamente ahora con más descaro y apoyado por el nuevo currículo de religión católica[1] publicado el curso pasado que es un calco a los postulados de la tan mencionada Agenda 2030. No queda más opción que pensar que la Conferencia Episcopal española ha roto hace tiempo con los valores católicos que debería defender y transmitir.

Rondaba el mes de septiembre del año 2018, empezaba un nuevo curso escolar cuando yo, maestra de religión católica en un centro público de infantil y primaria, recibí los nuevos manuales de mi asignatura de la editorial anteriormente citada, SM. Comencé a echar un vistazo para programar el nuevo curso y mi sorpresa fue cada vez mayor conforme indagaba más y más en los contenidos de sus páginas. Dado que los errores doctrinales, ideologías y autores heréticos iban en aumento, no me quedó otra alternativa que ir apuntando todas y cada una de las actividades de cada tema de cada curso, de modo que, tras ir analizando profundamente todo, obtuve como resultado un informe.

Dicho escrito fue enviado el curso siguiente a todos los delegados de la educación católica de Andalucía para que pusieran al corriente a los docentes de sus diócesis, fue difundido por diversas RRSS del ámbito educativo católico y publicado en algunos medios de comunicación digitales[2]. Participé en un par de programas de canales de YouTube explicando los contenidos de los libros de religión católica de SM, e incluso me llegó un comunicado amenazador de dicha editorial.

Aunque pudiera parecer a priori lo contrario, nada de esto hizo que esos libros fueran retirados o revisados. Al cabo del tiempo quedó en el olvido no sin antes haber podido comprobar que no pocos docentes de esta asignatura aprueban y abrazan muchos de los ideales que se muestran en esos manuales totalmente en contra de la doctrina católica. Recibí muchas felicitaciones por el trabajo que me llevó varios meses llevar a término, pero también saboreé el desprecio que se muestra a todo aquel que no entra por el maldito aro de la agenda 2030. Sin duda, quedó más que demostrado, que esta editorial está al servicio de los Objetivos que nos pretenden imponer para llevarnos a un nuevo orden mundial muy alejado de la libertad y dignidad de las que Dios nos ha otorgado.

Han pasado 5 años desde entonces, he creado mi propio material y este curso que tocaba renovar los libros no los he pedido para mi centro educativo. Me consta que
SM no es la única editorial que está introduciendo los temas del género, la multiculturalidad, el ecumenismo, el miedo al cambio climático, la inmigración y el ecologismo como la nueva religión sustituta del cristianismo… y como guinda del pastel, en SM tenemos la Teología de la liberación marxista en la que Jesús se nos muestra como el salvador de las injusticias de este mundo como podrían ser las discriminaciones que tan de moda están por motivos del género o por ser mujer, así como se muestra la imagen de una Iglesia semejante más a una ONG que a ser sacramento de nuestra salvación.
Yo poco puedo hacer por paralizar esta locura desde mi pequeño rincón en un colegio lleno de niños que saltan, ríen y juegan, ignorantes del adoctrinamiento al que están siendo sometidos. Paco puedo hacer si los padres siguen mirando a otro lado, si no se responsabilizan de lo que sus hijos están recibiendo entre esas paredes en las que dejan a sus hijos bastantes horas en manos de unos docentes en los que confían, pero que quizás les puedan sorprender dados sus pensamientos progresistas que profesan abiertamente.

Padres, revisad los libros de religión católica impregnada de la Agenda totalitaria, defended nuestra religión, el último baluarte que puede salvar a su hijo de las garras enemigas que merodean constantemente amenazando con herir de muerte su alma inocente.


El informe se puede encontrar en este enlace[3].[4]


Alicia Beatriz Montes Ferrer | Casada, madre de 6 hijos, máster en Ciencias de la Familia, maestra de religión católica y socia voluntaria de las asociaciones Libertas y ECA y colaboradora de la asociación Enraizados.



domingo, 20 de agosto de 2023

RETRATO ROBOT del falso católico




Habla de todo.
Dialoga con todos(pero sin ánimo de evangelizar a nadie).
Tolera todo (especialmente lo intolerable).
Siempre acoge a los "migrantes", especialmente si no son cristianos.
Es "misericordioso" a su manera.
Cree que la Misa es una hermosa celebración donde la gente se reúne para cantar.
No cree en el infierno.
Y si cree, lo cree vacío.
No cree en el diablo.
Y si lo cree, lo cree inofensivo.
Argumenta que no ha habido papas antes del "buen" Papa Juan XXIII
Cree que todos los papas (afines a él) son santos e infalibles y que expresan solemnemente el magisterio, incluso estornudando.
"Nadie puede juzgar" ni siquiera las atrocidades que hay que condenar.
Se atreve a afirmar que las palabras de Jesús no están exactamente escritas en el Evangelio, porque en ese momento no había grabadora.
Se avergüenza de las cruzadas.
Cree que la Iglesia "católica" es una opción entre muchas y en todo caso no la mejor.
No considera al Vaticano II un Concilio, sino EL CONCILIO.

Y SIENDO CLARO:

¡No acepta que es dueño de la verdad!
No dialoga con aquellos que son fieles a la Tradición Católica Romana.
No tolera a los católicos demasiado convencidos por considerarlos "fariseos".
Nunca, nunca da la bienvenida a nadie que se atreva a "balbucear" sobre cosas con un sabor verdaderamente católico.
No es misericordioso con los que son fieles a la Tradición.
No soporta que la gente siga creyendo que la Santa Misa es el sacrificio de Cristo ... ¡Arruinaría la fiesta!
Sólo cree en el infierno para la mafia, los corruptos, los evasores de impuestos y los tradicionalistas.
Cree que el infierno está vacío de pecadores (¡¡Dios es misericordioso!!) pero está lleno de los que contaminan, maltratan a los animales, son mafiosos, etc. y claramente hay un grupo especial para los tradicionalistas...
Afirma que el diablo no tendrá cuernos, pero es un reparador "preconciliar"
Que el diablo sería inofensivo si no se cabreara cuando se quiere la Santa Misa en latín, la comunión de rodillas y en la lengua, la sotana y la Doctrina Católica (en fin, es un "diablo infernal" y hasta un poco al revés)
Cree que "respetar las reglas" es obligatorio, especialmente si se refieren al Covid y al clima y siempre que no se refieran a los preceptos de la Iglesia.

Roberto Buenaventura

viernes, 18 de agosto de 2023

Comentarios de monseñor Viganò a la declaraciones de Francisco a una revista española



Aldo Maria Valli (Duc in altum): Excelencia, a veces se dice motus in fine velocior (el movimiento se acelera al llegar al final) refiriéndonos a esa actitud de Francisco que apunta a liquidar lo que queda de doctrina católica y abrazar la mentalidad del mundo. Las noticias más recientes lo confirman, como otra entrevista que ha concedido. ¿Cómo lo ve V.E.?

+Carlo Maria Viganò: La Jornada Mundial de la Juventud, que este año se ha celebrado en Lisboa, confirma que el plan de Bergoglio para provocar un cisma está cobrando velocidad: sus últimos nombramientos (que como mínimo son provocadores; las cosas que han dicho los cardenales que ha nombrado últimamente, confirmando todos ellos la revolución bergogliana; la presencia de James Martin para predicar a los jóvenes la aceptación de la ideología LGTBQ; lo que dijo hace poco Bergoglio a una persona transgénero: «Dios nos quiere tal como somos, no te preocupes» (aquí). Lo único que faltaba era una entrevista en la que el argentino se confesó con un equipo de periodistas genuflexos y aduladores (aquí).

El tono adorante de la entrevista da vergüenza ajena : en alguien que afirma detestar la hipocresía y el servilismo resultaría trágico si no fuera tan grotesco. La empalagosa y lisonjera actitud de los reporteros llegó al extremo de afirmar que Bergogolio es «como un cura villero acostumbrado a tratar lo mismo con una mujer que se desvive de sol a sol para sacar adelante a su familia que con un traficante que intenta enganchar a los chavales de la barriada». Con todo, el lirismo abyecto de Vida nueva tiene la desventaja de que delata la falsa espontaneidad de las palabras del entrevistador, que de hecho las pronunció en momentos minuciosamente seleccionados, como bombas de relojería , a la espera de ver cómo estallaban.

Se deduce de la entrevista que lo que menos esperaba Bergoglio era ser elegido papa. Pero la realidad es muy diferente…

Me maravillan los talentos literarios de Bergoglio: que evoque tan teatralmente la sorpresa que se llevó con su elección no se condice con lo que sabemos que pasó en el cónclave de 2013, como ha revelado un cardenal elector que incapaz de decirlo en público. Además, al autopresentarse como un speculum totius humilitatis –espejo de toda humildad– dice que es «una víctima del Espíritu Santo y la Providencia», como achacando la desgracia de este pontificado al propio Dios, en vez de a los tejemanejes de la iglesia en las sombras mediante la mafia de San Galo y del estado en las sombras con los correos entre John Podestà y Hilary Clinton.

Veamos, pues, cuáles son las bombas.

Primera bomba: «El Sínodo fue el sueño de Pablo VI. Cuando terminó el Concilio Vaticano II, se dio cuenta de que la Iglesia en Occidente había perdido la dimensión sinodal». Estas palabras confirman el carácter subversivo de la colegialidad del Concilio para contrarrestar el primado petrino solemne e infaliblemente proclamado por el beato Pío IX en el Concilio Vaticano I. Nos enteramos así de que la colegialidad episcopal teorizada por los innovadores en Lumen Gentium tuvo que servirse del sínodo de obispos al modo de un parlamento, siguiendo el modelo de las fórmulas civiles de gobierno. En esencia, la colegialidad consistió en la aplicación en el ámbito eclesiástico del principio masónico difundido por la Revolución Francesa para derrocar las monarquías católicas. «Se trata de andar adelante para recuperar esa dimensión sinodal que la Iglesia oriental tiene y nosotros perdimos», afirmó Bergoglio. Pero esa dimensión sinodal no es sino una expresión de la jerga modernista que se utiliza para disimular su verdadera intención de derrocar el Papado en tanto que autoridad monárquica. Es un ataque contra la institución divina de la Iglesia perpetrado por aquél que precisamente tendría que defenderla de los herejes. Asistimos a la demolición de la suprema autoridad magisterial y gobernativa del Romano Pontífice, que es el vínculo de la unidad católica, y la está realizando nada menos que quien ocupa la Silla de San Pedro, que actúa y es obedecido en virtud de la autoridad que se le reconoce al Sumo Pontífice. Es como si el capitán de los bomberos ordenara a sus subalternos que derramaran gasolina en los arbustos y les prendieran fuego, después de vaciar los camiones tanque y despilfarrar el suministro de agua.

Se habla también del sínodo de 2001.

Sí. En la preocupante serie de reformulaciones bergoglianas de la realidad se evoca también el sínodo de 2001: «Entonces, el cardenal encargado de la coordinación venía, revisaba los papeles y empezaba a decir: “Esto no se vota… Esto, tampoco”. Yo le respondía: “Eminencia, esto salió de los grupos…”». Y el ingenuo reacciona pensando: «Qué bueno es Bergoglio: quiere que los católicos de a pie les digan a los obispos cuáles son sus verdaderos problemas, y bla bla bla…», para descubrir más tarde que lo que había salido de los grupos ya había sido presentado como tal. Ni más ni menos que como se hizo en aquel disparate del Sínodo de las Familias de 2015, en el que los documentos ya estaban preparados de antemano por la camarilla de Bergoglio y contaban con su aprobación previa. Y es más patente todavía ahora con el Sínodo de la Sinodalidad, para el que los cuestionarios enviados a las diócesis, parroquias y grupos diversos estaba redactado de tal forma que excluía ciertas preguntas y encaminaba las respuestas en una dirección previamente buscada. Cuando Bergoglio dice tranquilizadoramente: «Pero se ‘purificaban’ las cosas. Hemos ido avanzando y, hoy día, se vota y se escucha todo», hay que entender que los obstáculos que antes suponían la Congregación para la Doctrina de la Fe y otras similares han sido ya eliminados mediante el nombramiento de herejes perfectamente alineados y con la supresión de todo papel de coordinación de la Curia Romana en beneficio de las iglesias nacionales y conferencias episcopales, todas las cuales están ocupadas por herejes y corruptos al servicio de Santa Marta.

«Tenemos también el ejemplo del Sínodo de la Familia. Desde fuera se nos impuso como gran tema la comunión a los divorciados. En este caso, se dio aquello de la psicología de la onda, que buscaba expandirse. Pero, afortunadamente, el resultado fue mucho más allá… mucho más allá». Tanto ha ido más allá, diría yo, que ha provocado la protesta formal de algunos cardenales y de numerosos prelados, sacerdotes, religiosos y teólogos, en vista de cómo nos estamos alejando de la doctrina tradicional en cuestiones como adulterio, concubinato público y familia. No olvidemos el delito cometido por los que algunos secuaces de Bergoglio sustrajeron de los buzones de correo de los padres del Sínodo el libro sobre los errores de Amoris laetitia, en el que se denunciaban la interferencia de los progres en el desarrollo del Sínodo.

Incluso en regiones donde las diferencias de fieles y pastores contra el actual régimen vaticano es mayor, como por ejemplo en África, se han confiado puestos clave de autoridad a individuos que cuentan con el apoyo de Bergoglio, aunque sean los menos indicados para ocupar ciertas posiciones de máxima autoridad.

Se puede decir, pues, que una afirmación como «en el Sínodo, el protagonista es el Espíritu Santo» contribuye a arropar con un manto de autoridad las decisiones de Jorge Mario, que no tienen lo más mínimo de divino. Al contrario, demuestran ser intrínsecamente contrarias al magisterio católico.

Se habla también del Concilio Vaticano III...

En efecto, un reportero de Vida nueva pregunta provocadoramente: «Este Sínodo de la Sinodalidad parece que lo abarca todo: desde propuestas para una renovación litúrgica a la necesidad de comunidades más evangelizadoras, pasando por una verdadera opción preferencial por los pobres, un compromiso real en materia de ecología integral, la acogida a los colectivos LGTBI… ¿Se planteó en algún momento darle forma de Concilio Vaticano III?» La mera hipótesis de que un sínodo pueda abordar cuestiones tan delicadas como reforma litúrgicas y la evangelización pone los pelos de punta. Cosas como «una verdadera opción preferencial por los pobres, un compromiso real en materia de ecología integral, la acogida a los colectivos LGTBI». Pues son precisamente esos temas los que se están debatiendo estos días en la JMJ 2023, con el adoctrinamiento criminal de miles de jóvenes, hablándoles de supuestas emergencias ecológicas e ideología woke. Y esas mismas cuestiones, obsesivamente repetidas por los medios, en los colegios, en los puestos de trabajo y en la política, son las mismas de la Agenda 2030 y el Gran Reinicio, las cuales son ontológicamente incompatibles con la religión católica, por ser intrínsecamente anticrísticas y anticristianas.

Bergoglio da una respuesta inquietante: «No está madura la cosa para un Concilio Vaticano III. Y tampoco es necesario en este momento, puesto que no se ha puesto todavía en marcha el Vaticano II. Este fue muy arriesgado y hay que ponerlo en marcha. Pero siempre está ese miedo que a todos se nos contagió, escondidamente, por parte de los “viejos católicos” que, ya en el Vaticano I, se decían depositarios de la verdadera fe».

¿Cuál es la finalidad última?

Hemos entendido que lo que ante todo se propone Bergoglio es sembrar cizaña y destruir. Siempre ha tenido el mismo modus operandi. Empieza por provocar un debate artificial sobre temas que no son objeto de controversia en la Iglesia porque ya están definidos por el Magisterio. Enfrenta a los progres y los conservadores. Como ya expliqué, los católicos tradicionalistas llevan mucho tiempo sin dejarse arrastrar por los delirios de la neoiglesia, y hacen bien. Luego se ocupa de que su objetivo –ya sea una novedad doctrinal, moral, disciplinaria o litúrgica– lo proponga un mediador aparentemente neutral que se presenta como un conciliador que trata de poner de acuerdo a ambos bandos, cuando en realidad favorece a los progresistas. Entonces Bergoglio, desde arriba, fingiendo que hasta ese momento no tenía noticia de que había una cuestión que aclarar y que requiere una definición autorizada, impone una solución en apariencia menos radical que lo que pedían los progres pero que sigue siendo inadmisible para los católicos, que en esas circunstancias se ven obligados a desobedecer. Automáticamente esa desobediencia es calificada de herejía o cisma, para lo cual no tiene más que evocar los errores de los veterocatólicos que rechazaban el Concilio Vaticano I.

Y ahí es donde estriba la más pérfida de las imposturas: Bergoglio trivializa las desviaciones doctrinales de los veterocatólicos diciendo de modo simplista que se consideraban depositarios de la verdadera fe, cosa que han afirmado de sí mismos todos los heresiarcas, cuando los veterocatólicos demostraron que tenían más herejías en común con la iglesia bergogliana que con los tradicionalistas, empezando por el sacerdocio femenino. Parece mentira que Bergoglio no se acuerde de que las disputas doctrinales de los veterocatólicos comenzaron mucho antes del Concilio Vaticano I, por cuestiones relativas a nombramientos episcopales en Holanda, y que no tardaron en manifestar su afinidad con los modernistas, tanto por adherirse al movimiento ecuménico protestante –que había sido firmemente condenado por la Iglesia Católica– como por teorizar el regreso a la fe de la Iglesia unida del primer milenio, tema tan querido para partidarios del Concilio Vaticano II.

Entendemos por consiguiente que la identificación de un enemigo –en este caso los rígidos, es decir los católicos fieles al Magisterio inmutable– es el corolario de la deificación de la revolución en la Iglesia. El Sínodo es presentado como obra del Espíritu Santo y Bergoglio como una víctima de la Providencia. Por lo tanto, o aceptamos la apostasía como voluntad de Dios –lo cual es absurdo, además de blasfemo– o terminan ipso facto contándonos entre los enemigos de Bergoglio, y nos ganamos por ese solo motivo la condenación reservada a los herejes y cismáticos. Curiosa manera de entender la parresia (franqueza) y la inclusividad en la iglesia de la misericordia.

En la entrevista se habla también de los rígidos, que no le hacen ninguna gracia al Papa-

«Francisco no es, en modo alguno, ajeno a las resistencias a la reforma que tiene entre manos», comenta un periodista. Y cita las palabras de «un cura que tiene un pie en la Curia y otro en su diócesis”: “Me preocupa la rigidez de los curas jóvenes”», concluye Bergoglio. ¡Por supuesto!

Los lectores se tranquilizan, sorprendidos de que Bergoglio no haya soltado todavía una de sus peroratas contra los sacerdotes, no diré ya tradicionales, sino vagamente conservadores. Desde el primer día de su pontificad,o esos sacerdotes rígidos han sido precisamente el blanco de sus inigualados insultos y desprecios. La provocación de los sacerdotes que huelen a oveja –y que también visten pantalón vaquero y zapatillas deportivas– brinda una oportunidad magnífica a este actor, que la aprovecha sin falta y se apresura a responder:

«Reaccionan así porque tienen miedo ante un tiempo de inseguridad que estamos viviendo, y ese miedo no les deja andar. Hay que quitarles este temor y ayudarles». Esta táctica psicoanalítica nos deja ciertamente perplejos, y delata un deseo de reprogramar a los sacerdotes, que con razón andan preocupados en un tiempo de inseguridad que se prolonga desde hace sesenta años para llevarlos a aceptar las innovaciones y desviaciones conciliares. Pero las palabras de farisaica comprensión se convierten de pronto en insinuaciones y acusaciones: «Por otro lado, esa coraza esconde mucha podredumbre. Ya he tenido que intervenir algunas diócesis de varios países con unos parámetros parecidos. Detrás de ese tradicionalismo, hemos descubierto problemas morales y vicios graves, dobles vidas. Todos sabemos de obispos que, como necesitaban curas, han echado mano de personas a las que habían echado de otros seminarios por inmorales».

Es increíble la determinación de Bergoglio para erradicar el pecado nefando en los seminarios conservadores, y luego no querer reconocerlo ni ante las denuncias de las víctimas del depredador en serie McCarrick, el abusador de seminaristas y jóvenes sacerdotes, así como la mafia rosa de sus secuaces, que han sido creado cardenales y colocados en puestos diversos en los dicasterios romanos. Y no parece que este nuevo Pedro Damián de Santa Marta considere merecedor de sus diatribas al ex jesuita Rupnik, a quien revocó la excomunión de que había sido objeto por los gravísimos delitos e innombrables sacrilegios con que se había mancillado. Si alguien espera ver a Rupnik encerrado en una celda del castillo Sant’Angelo, antes lo verá cubierto con el capelo cardenalicio.

¿No se explicará mejor la tolerancia de Bergoglio hacia sus protegidos –entre los cuales figura una larga lista de compañeros jesuitas, unidos por la herejía en lo doctrinal y por la sodomía en lo moral– por el hecho de que cuando era maestro de novicios el argentino se comportaba igual que el ex arzobispo de Washington? Qui legit intelligat.

Olvidemos lo que dijo Nuestro Señor en los Evangelios, «¡Bien! siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel» (Mt 25:21), y escuchemos en su lugar a la víctima del Espíritu Santo: «La rigidez no me gusta porque es un mal síntoma de vida interior. El pastor no puede darse el lujo de ser rígido.[…] Alguien me dijo hace poco que la rigidez de los sacerdotes jóvenes brota porque están cansados del actual relativismo, pero no siempre es así». Aquí vemos replanteado el típico lugar común de los anticlericales del siglo XIX: quienes en apariencia son virtuosos ocultan vicios impuros, en tanto que los que parecen viciosos e inmorales son en realidad buenos y hay que aceptarlos.

Seguidamente habla de las beatas imeldas –sospecho que se refiere a la beata Imelda Lambertini, monja dominica que falleció tras recibir milagrosamente la Santísima Eucaristía que le llevaron los ángeles–; o sea, los sacerdotes de un modelo irreal e irreverente de religiosidad que se comportan cual monjas ostentosas y ponen cara de santito, en contraste con los «seminaristas normales, con sus problemas, que jueguen al fútbol y no vayan a los barrios a dogmatizar». Mejor ser un buen laico que un mal cura, como decían con menos hipocresía los comecuras de otros tiempos, que sabían de sobra que la paradoja servía para estigmatizar a la mayoría de los buenos en vez de la mayoría de los malos.

Las observaciones de los redactores de Vida nueva resultan inquietantes: «Una vez ordenados esos sacerdotes identificados como “rígidos”, ¿cómo se les acompaña para que se sumen al Vaticano II? Porque, en el fondo, sufren por no ser capaces de acoger lo que viene».

En efecto, es como si alguien del Comité Central del Partido Comunista Chino dijera: ¿Cómo vamos a reprogramar a estos curas para obligarlos a aceptar las innovaciones conciliares? Mediante chantajes, autoritarismos, intimidaciones y, sobre todo, haciéndoles ver lo que les pasa a los inflexibles. Hay que ablandarlos: «Hay gente que vive atrapada en un manual de teología, incapaz de meterse en los problemas y hacer que la teología vaya adelante»». Como dice Bergoglio, hoy en día para meterse en problemas no hay que ser hereje ni corrupto, sino fiel al Magisterio, vivir »atrapado en un manual de teología». Y concluye con una de sus perlas de sabiduría: «La teología estancada me hace recordar eso de que el agua estancada es la primera que se corrompe, y la teología estancada crea corrupción». Cabe señalar que ese estancamiento teológico es en realidad característico de los innovadores: llevan medio siglo apegados a las afirmaciones heterodoxas de los protestantes de principios del siglo XX, a la ideología social de la opción preferencial por los pobres de los años setenta, y son incapaces de entender que la vitalidad de la revelación católica es muy diferente de la revolución permanente impuesta por el Concilio.

La solución propuesta por Bergoglio va por el camino de secularizar los institutos de formación clerical: «Tenemos que hacer hincapié en una formación humanística. Abrámonos a un horizonte cultural universal que los humanice. Los seminarios no pueden ser cocinas ideológicas. Los seminarios están para formar pastores, no ideólogos. El problema de los seminarios es serio».

Recordemos que las disciplinas humanísticas son las humanæ res et litteræ, las humanidades, con las que no tiene nada que ver la humanización de una formación secular y universal. Huelga decir que si un seminario no proporciona una formación intelectual y doctrinal –que Bergoglio se apresura a calificar de cocinas ideológicas–, los nuevos sacerdotes no tendrán nada que enseñar al mundo, y se volverán por tanto inútiles y superfluos.

Una vez más, Bergoglio denuncia la conducta de otros como reprensible en el mismo momento preciso en que él adopta esa misma conducta. En cuanto a la necesidad de privilegiar la relación del obispo con su grey, no se da cuenta de sus palabras suenan como una burla cuando dice: «Ya están viendo que en los nuevos nombramientos de obispos, no sólo en España, sino en todo el mundo, estoy aplicando un criterio general: una vez que un obispo es residencial y está destinado, ya está casado con esa diócesis. Si mira otra [si espera que lo destinen a otra], es adulterio episcopal. Quien busca un ascenso, comete adulterio episcopal». Sin embargo, obispos que son queridos por sus fieles, como Joseph Strickland en Texas, son objeto de intimidaciones y visitas apostólicas, con vistas a destituirlos, o los obliga a dimitir. Se da por otra parte la paradoja de que quien más comete adulterio espiritual es el propio Bergoglio, con su obsesión de homologar el episcopado a sus subversivos planes nombrando ia ndividuos corruptos para las sedes más importantes: Cupich, Gregory, Tobin, McElroy, Tagle, Hollerich, Greg, Zuppi, etc.,etc., etc.

En la multitudinaria entrevista se trata también el tema de la iniciativa verde.

Así es, inevitablemente: «Para noviembre, antes de que se celebre la Cumbre del Clima de Naciones Unidas en Dubai, estamos organizando un encuentro por la paz con los dirigentes religiosos en Abu Dabi. El cardenal Pietro Parolin está coordinando esta iniciativa, que busca hacerse fuera del Vaticano, en un territorio neutral que invite al encuentro de todos». Y es que, como hemos llegado a entender, lo más importante es el encuentro, caminar juntos, «en territorio neutral», aunque el camino conduzca al abismo. Pero sabemos muy bien que neutral quiere decir ostensiblemente no católico, que no queda lugar para Nuestro Señor. El afán que tiene Bergoglio de participar en todo acto que sea abiertamente hostil a Cristo debería bastar para hacernos entender que es totalmente extraño, ajeno, incompatible con el cargo que ejerce, algo heterogéneo. Manifiesta piedad hacia todos menos los católicos, en particular con los sacerdotes, porque son los que tienen potestad para ofrecer el Santo Sacrificio a la Divina Majestad y derramar sobre la Iglesia infinitas gracias que ponen trabas a los planes de los agentes de iniquidad.

¿Que prevé a corto plazo?

Dispongámonos a ver una serie in crescendo de provocaciones inauditas. Pero preparémonos también para el despertar de las conciencias, sobre todo entre los fieles y el clero pero, quiéralo Dios, también de algunos obispos ante semejantes barbaridades, que defiendan la Iglesia de Cristo. Muy pronto veremos a nuestro lado a personas valerosas, honradas y buenas que no podrán seguir tolerando los desvaríos de una secta de herejes sin fe, esperanza ni caridad.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

martes, 25 de julio de 2023

Juntos por una Jornada Mundial de la Juventud más sustentable Lisboa 2023





El Santo Padre nos desafía a crear un evento joven, con vida y fuerza. Es por ello que miramos a la JMJ Lisboa 2023 con una mente fresca y creativa, además de lúcida y responsable.

El mes de agosto de 2023 acogerá un acontecimiento sin precedentes. Debemos aprender de la experiencia adquirida en las jornadas anteriores fomentando la creatividad y la innovación.
Esta Jornada se basará en los pilares de las encíclicas del Papa Francisco Laudato Si’ y Fratelli Tutti y en la exhortación apostólica Christus Vivit, en las que se nos llama a cuidar nuestra Casa Común. 
El Santo Padre nos dice que “todo está conectado. Por lo tanto, la preocupación por el medio ambiente debe ser asociada a un amor sincero por nuestros semejantes y a un compromiso inquebrantable con la solución de los problemas de la sociedad” (LS, 91). 

La JMJ Lisboa 2023 tendrá en su génesis el concepto de ecología integral.

Nuestra misión es construir la JMJ Lisboa 2023 teniendo en cuenta los objetivos de sostenibilidad abrazados en todo el mundo, los Laudato Si’ presentados por el Vaticano y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ODS), siguiendo las orientaciones de la Santa Sede.

El punto de partida de este compromiso es la austeridad de cada uno de nosotros con respecto al uso de los bienes, así como la honestidad para hacerlo lo mejor posible. Que la JMJ Lisboa 2023 nos desafíe, para que “cada uno de nosotros salga de este encuentro mejor que cuando llegó” (Papa Francisco a los jóvenes organizadores de la JMJ Lisboa 2023, marzo 2022).

Inspirados en estos valores y teniendo en cuenta el llamado del Santo Padre para que vivamos según los valores de la fraternidad universal y del cuidado de nuestra casa común, nos comprometemos a:

Hacer de la sostenibilidad un objetivo central en la realización de la JMJ Lisboa 2023.

Queremos que la JMJ Lisboa 2023 sea un referente en el compromiso con la sustentabilidad y que deje un legado positivo y duradero para el territorio, la comunidad en general, el equipo, los socios, los voluntarios y los peregrinos.

Tendremos como fuentes de inspiración y principales indicadores los objetivos ya referidos.

¡Construyamos juntos la Jornada Mundial de la Juventud más sustentable de la historia!

En el segundo anillo, el tonto del pueblo | Francisco Martínez Peñaranda



Y jamás olvidaré aquél episodio tan interesante como aleccionador. La periodista se dirigió a aquel ministro cubano y le espetó la pregunta: “¿Se respetan los derechos humanos en Cuba?” y todo pomposo y muy seguro de sí mismo, respondió: “SI, se respetan, por supuesto que se respetan”.

El lugar fue Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, en un caluroso hotel del segundo anillo en una tarde tropical, acosados por los mosquitos del dengue. Yo por mi parte, quedé algo sorprendido, y no por la respuesta, que era previsible, sino por el argumento que posteriormente desarrolló para sustentarla.

“En Cuba se respetan los derechos humanos, por supuesto, los derechos humanos colectivos.”

Y ahí está amigo lector, la clave del asunto. Debido a unos supuestos derechos de la colectividad, se encierra en la cárcel a disidentes por veinte años, por unos supuestos derechos del pueblo, se tortura, se expropia, se dan palizas, se impide la libertad y si hace falta, se mata de hambre. Según esta mentalidad, los seres humanos somos como un banco de peces, de esos que se ven en los documentales de televisión, un enorme banco de peces que se mueven al unísono, y cada individuo, es algo así, como un ápice del conjunto de esa masa, de ese colectivo. Lo importante es el grupo, el pececillo no cuenta, es un pequeño fragmento, insignificante, que debe someterse al interés general. Por cierto, al interés general, de aquellos que deciden, lo que es el “interés general”, claro está. Y además, cueste lo que cueste.

Ya lo hicieron los nazis, por el supuesto derecho del “pueblo elegido” que decían que eran. Sometieron, torturaron, hicieron experimentos médicos y sociales, quitaron la patria potestad a los padres, invadieron y asesinaron. O por mencionar algunos hechos de lo que otro fanatismo ideológico perpetró, recordaremos, cuando en la Unión Soviética había que limpiar las aldeas de aquellos campesinos a quienes no les daba la gana de ingresar en los koljós, aquellos campesinos que se negaban a la vida colectiva que jamás habían visto ni ellos ni sus padres, ni sus abuelos y que estaba sometida al control de unos pocos vividores, que les darían en todo caso alguna limosna para sobrevivir. A aquellos campesinos les llamaban, los Kulak, y estos, se negaban rotundamente a perder sus pequeñas propiedades y sobre todo su libertad. Los Kulak, eran peligrosos, para el régimen, sí, sí, eran un peligro. Por su fuerza, por su audacia, por su decisión, y por su independencia. Y se les prohibía cultivar, sino era para la colectividad. Por una gavilla escondida, diez años de cárcel, o por encontrarles dos patatas, diez años. De modo que se les acorraló, se les mató de hambre, incluso con el ejército, con artillería, había que suprimir la esencia del campo, su energía, su inventiva, su laboriosidad, su resistencia y conciencia de libertad. Y así fue como los sacaron del campo y se llevó a cabo la colectivización.

Hoy en día, las estrategias globalistas son otras, los vividores son otros, más sofisticados, más, de guante blanco, pero con los mismos fines y objetivos de codicia, y lo curioso es que el neo-marxismo, es cómplice y colabora con este gran capital multinacional. Es posible que a muchos les suene esto que trato de explicar, como algo extraño, como una rareza o extravagancia literaria. Pero yo sé estimado lector que usted me entiende, o al menos eso quisiera, ese es mi modesto anhelo. Hoy en día, se asfixia con leyes y normas imposibles a agricultores y ganaderos en España y en toda Europa, para llevarlos a la ruina con la excusa climática, mientras se traen barcos gigantescos de corderos de Australia o miles de contenedores de naranjas de Sud-África, por parte de las multinacionales que chantajean, presionan y sobornan a los políticos que dictan esas disparatadas normas de imposible cumplimiento. Menos regadíos, porque el planeta sufre, menos embalses y pantanos, por el clima climático, menos movilidad, menos carne, ¡coman gusanos!, ¡piensen en el planeta, en el interés general!, ¡pierdan su independencia y su libertad! Eso sí, mientras algunos se desloman para buscar la peseta, algunos ya tienen la panza repleta. Las últimas ocurrencias de nuestros representantes europeos, ya son de traca. Desde el Banco Central Europeo nos indican, que la inflación ha subido tantísimo, “por culpa del cambio climático”, así, tal cual, con un par, delante de los eurodiputados sin ningún rubor. Y desde la presidencia de la Comisión Europea, y a la vista de las interminables guerras que nos asolan, nada más y nada menos que se les ha ocurrido proponer, que las armas que se fabriquen, sean en adelante respetuosas con el medio ambiente. Y escuchar esto, ya esto es de traca total. Si cae una bomba en un colegio, y asesina a un puñado de niños “contaminantes” y contaminadores, no pasa nada, lo importante es que la bomba sea respetuosa con la Madre Tierra. ¡Vaya tela del telar!

Y lo más grave, es que la gente les compra el discurso, lo grave es que no les sacan a gorrazos de las altas instituciones que dirigen. ¡Vaya panorama! Verdaderamente estimado lector, que se echa de menos aquella época en que sólo había un tonto en cada pueblo. Por desgracia la cosa va en progresión ascendente, hacia una mayoría.

Francisco Martínez Peñaranda. Escribe para usted de vez en cuando. Gracias por atenderme.


Francisco Martínez Peñaranda es esposo y padre de siete hijos, artista y compositor, escritor y educador afectivo sexual. Actualmente es director del programa radio La Tierra y la Gente en Decisión Radio.

domingo, 19 de febrero de 2023

La religión del estado. Algunas observaciones sobre el culto globalista (Arzobispo Vigano)




EN UNA INTERVENCIÓN INTERESANTE en Fox News titulada La iglesia del ambientalismo ( aquí ), el periodista Tucker Carlson destacó una contradicción que muchos pueden haber pasado por alto pero que creo que es extremadamente reveladora.

Carlson recuerda que la Constitución estadounidense prohíbe la religión de estado, pero desde hace un tiempo los gobiernos demócratas imponen el culto globalista al pueblo estadounidense, con su agenda verde , sus dogmas del despertar , sus condenas con la cultura cancel , sus sacerdotes de la OMS. , los profetas del WEF. Una religión a todos los efectos, omnicomprensiva no sólo para la vida de los individuos que la practican, sino también en la vida de la nación que públicamente la confiesa, adapta sus leyes y sentencias, inspira la educación y toda acción de gobierno.

En nombre de la religión globalista, sus seguidores exigen que todos los ciudadanos se comporten de acuerdo con la moral del Nuevo Orden Mundial, aceptando acríticamente -y con una actitud de devota sumisión a la autoridad religiosa- la doctrina definida ex cathedra por el Sanedrín de Davos . .

A los ciudadanos no se les exige compartir las razones que justifican las políticas sanitarias, económicas o sociales impuestas por los gobiernos, sino un asentimiento ciego e irracional, que va mucho más allá de la fe. Por ello no está permitido impugnar la psicopandemia, criticar la gestión de la campaña de vacunación, argumentar la infundabilidad de las alarmas climáticas, oponerse a la evidencia de la provocación de la OTAN a la Federación Rusa con la crisis de Ucrania, pedir investigaciones sobre el portátil de Hunter Biden o el fraude electoral que impidió que el presidente Trump se quedara en la Casa Blanca, o negarse a ver niños corrompidos con obscenidades LGBTQ.

Tras tres años de locura incomprensible para una mente racional pero sobradamente justificable en términos de fideísmo ciego, la propuesta de una clínica americana de pedir a los pacientes que abandonaran parte de la anestesia para reducir su huella de dióxido de carbono y "salvar el planeta" ( aquí) no debe, por tanto, leerse como un pretexto grotesco para reducir los gastos hospitalarios en detrimento de los pacientes, sino como un acto religioso, como una penitencia a aceptar voluntariamente, como un acto éticamente meritorio. El carácter penitencial es indispensable en esta operación de conversión forzada de las masas, porque contrapesa el absurdo de la acción con la recompensa de un bien prometido: al ponerse la máscara (que no sirve) el ciudadano fiel ha cumplido su gesto de sumisión, se "ofreció" a sí mismo a la divinidad (¿el Estado? ¿la comunidad?); una sumisión confirmada con el acto igualmente público de la vacunación, que representó una especie de "bautismo" en la fe globalista, la iniciación en el culto.

Los sumos sacerdotes de esta religión llegan a teorizar el sacrificio humano con el aborto y la eutanasia: un sacrificio exigido por el bien común, para no sobrepoblar el planeta, para no sobrecargar la salud pública, para no sobrecargar la seguridad social. Incluso las mutilaciones a las que se someten quienes profesan la doctrina de género y la privación de las facultades reproductivas inducidas por el homosexualismo no son más que formas de sacrificio e inmolación del yo, del propio cuerpo, de la propia salud, hasta la vida misma (suponiendo, por ejemplo, una terapia génica experimental probadamente peligrosa y a menudo fatal).

La adhesión al globalismo no es opcional: es la religión del Estado, y el Estado "tolera" a los no practicantes en la medida en que su presencia no impida que la sociedad ejerza este culto. En efecto, en su presunción de legitimarse por principios "éticos" para imponer a los ciudadanos lo que representa un "bien" superior indiscutible, el Estado también obliga a los disidentes a realizar los actos básicos de la "moral globalista", castigándolos si no los cumplen. con sus preceptos.

Comer insectos y no carne, inyectarse drogas en lugar de llevar una vida sana; usar electricidad en lugar de gasolina; renunciar a la propiedad privada, la libertad de movimiento; sufrir controles y limitaciones de derechos fundamentales; aceptar las peores desviaciones morales y sexuales en nombre de la libertad; renunciar a la familia para vivir aislado, sin heredar nada del pasado y sin transmitir nada a la posteridad; borrar la propia identidad en nombre de la corrección política ; negar la fe cristiana para abrazar la superstición wokY; condicionar el trabajo y la subsistencia al respeto de reglas absurdas son todos elementos destinados a formar parte de la vida cotidiana del individuo, una vida basada en un modelo ideológico que, visto más de cerca, nadie quiere ni ha pedido y que justifica la propia existencia sólo con el coco de un apocalipsis ecológico no comprobado e improbable. Esto atenta no sólo contra la tan cacareada libertad de religión en que se basa esta sociedad, sino que quiere llevarnos poco a poco, inexorablemente, a hacer este culto excluyente, como único admitido.

La “iglesia del ambientalismo” se define como inclusiva pero no tolera la disidencia y no acepta confrontar dialécticamente a quienes cuestionan sus dictados. Cualquiera que no acepte el antievangelio de Davos es ipso facto un hereje y por lo tanto debe ser castigado, excomulgado, separado del cuerpo social, considerado enemigo público; debe ser reeducado a la fuerza, tanto con un incesante martilleo mediático, como mediante la imposición de un estigma social y formas reales de extorsión del consentimiento, comenzando por que el "informado" se someta contra su voluntad a la obligación de vacunar y continuando en la locura de las llamadas “ciudades de 15 minutos”, anticipadas además con detalle en los puntos programáticos de la Agenda 2030 (que en definitiva son cánones dogmáticos por el contrario).

El problema de este inquietante fenómeno de superstición de masas es que esta religión de Estado no se ha impuesto de facto.sólo en los Estados Unidos de América, sino que se ha extendido a todas las naciones del mundo occidental, cuyos líderes han sido convertidos al verbo globalista por el gran apóstol del Gran Reset, Klaus Schwab, autoproclamado "papa" y por tanto investido de una autoridad infalible e incontestable. Y así como en el Anuario Pontificio podemos leer la lista de Cardenales, Obispos y Prelados de la Curia Romana y de las Diócesis repartidas por todo el mundo, así en la web del Foro Económico Mundial encontramos la lista de los “prelados” del globalismo, desde Justin Trudeau hasta Emmanuel Macron, descubriendo que no solo los presidentes y primeros ministros de muchos Estados pertenecen a esta "iglesia", sino también numerosos funcionarios, responsables de organismos internacionales y de las grandes multinacionales, de los medios de comunicación. A estos también hay que añadir los "predicadores" y "misioneros" que trabajan por la difusión de la fe globalista: actores, cantantes, influencers, deportistas, intelectuales, médicos, profesores. Una red muy poderosa, muy organizada, extendida no solo en la cúpula de las instituciones, sino también en universidades y juzgados, empresas y hospitales, organizaciones periféricas y municipios locales, asociaciones culturales y deportivas, de modo que es imposible escapar del adoctrinamiento incluso en una escuela primaria provincial o en una pequeña comunidad rural.

Es desconcertante -lo reconoceréis- que el número de conversos a la religión universal pueda contar también con exponentes de religiones mundiales, y entre ellos hasta Jorge Mario Bergoglio -a quien los católicos consideran también cabeza de la Iglesia de Roma- con todo el séquito de eclesiásticos a los fieles. La apostasía de la jerarquía católica ha venido a adorar al ídolo de la Pachamama, la “Madre Tierra”, la personificación demoníaca del globalismo “amazónico”, ecuménico, inclusivo y sostenible. Pero no fue precisamente Juan Podesta quien abogó por el advenimiento de una "primavera de la Iglesia" que sustituyera su doctrina por un vago sentimentalismo ecologista, encontrando pronta realización de sus deseos en la acción coordinada que llevó a la dimisión de Benedicto XVI y la elección de Bergoglio?

Lo que estamos presenciando no es otra cosa que la aplicación inversa del procedimiento que condujo a la expansión del cristianismo en el Imperio Romano y luego en todo el mundo, una especie de venganza de la barbarie y el paganismo sobre la Fe de Cristo. Lo que Julián el Apóstata intentó hacer en el siglo IV, a saber, restaurar el culto a los dioses paganos, hoy es perseguido con celo por nuevos apóstatas, todos unidos por una "rabia sagrada" que los hace tan peligrosos como convencidos de que pueden tener éxito. en sus intenciones en razón de los medios exterminados a su alcance.

En realidad esta religión no es más que una declinación moderna del culto a Lucifer: la reciente actuación satánica en los premios Grammy patrocinados por Pfizer [ aquí] es solo la última confirmación de una pertenencia a un mundo infernal que hasta ahora se había mantenido en silencio porque todavía se consideraba innombrable. No es ningún secreto que los ideólogos del pensamiento globalista son todos indiscriminadamente anticristianos y anticlericales, significativamente hostiles a la moralidad cristiana, ostentosamente adversos a la civilización y cultura que el Evangelio ha moldeado en dos mil años de historia. No sólo eso: el odio inextinguible hacia la vida y hacia todo lo que es obra del Creador -desde el hombre hasta la naturaleza- revela el intento (casi exitoso, aunque delirante) de alterar el orden de la Creación, de modificar plantas y animales, de cambiar el propio ADN humano a través de intervenciones de bioingeniería, para despojar al hombre de su individualidad y su libre albedrío, haciéndolo controlable e incluso maniobrable a través del transhumanismo.

Este odio satánico se expresa en la determinación de imposibilitar a los cristianos la práctica de su religión, hacer respetar sus principios, poder aportar su propia contribución a la sociedad y, en última instancia, en el deseo de inducirlos a hacer el mal, o por lo menos para que no puedan hacer el bien, y mucho menos difundirlo; y si lo hacen, desvirtuar sus motivaciones originales (amor a Dios y al prójimo) pervirtiéndolas con lamentables fines filantrópicos o ambientalistas.

Todos los preceptos de la religión globalista son una versión falsificada de los Diez Mandamientos, una inversión grotesca de ellos, una inversión obscena. En la práctica, utilizan los mismos medios que la Iglesia ha utilizado para la evangelización, pero con el objetivo de condenar las almas y someterlas no a la Ley de Dios, sino a la tiranía del diablo, bajo el control inquisitorial de la anti-iglesia. de Satanás. En esta perspectiva también encaja el señalamiento de grupos de fieles católicos tradicionales por parte de los servicios secretos americanos, confirmando que la enemistad entre el linaje de la Mujer y el de la serpiente (Gén 3, 15) es una realidad teológica en la que creen ante todo enemigos de Dios, y que una de las señales del fin de los tiempos es precisamente la abolición del Santo Sacrificio y la presencia de la abominación desoladora en el templo (Dan 9, 27). Los intentos de suprimir o limitar la Misa tradicional unen iglesia profunda y estado profundo, revelando la matriz esencialmente luciferina de ambos: porque ambos saben muy bien cuáles son las Gracias infinitas que se derraman sobre la Iglesia y el mundo con esa Misa, y quieren prevenirlos porque no se interponga en el camino de sus planes. Ellos mismos nos lo demuestran: nuestra batalla no es sólo contra criaturas de carne y hueso (Ef 6,12).

La observación de Tucker Carlson pone de relieve el engaño al que somos sometidos diariamente por nuestros gobernantes: la imposición teórica del estado laico ha servido para eliminar la presencia del Dios verdadero de las instituciones, mientras que la imposición práctica de la religión globalista sirve para introducir a Satanás en las instituciones, con el objetivo de instaurar ese Nuevo Orden Mundial distópico en el que el Anticristo pretenderá ser adorado como un dios, en su loco delirio de sustituir a Nuestro Señor.

Las advertencias del Libro del Apocalipsis adquieren cada vez mayor concreción cuanto más el plan sigue sometiendo a todos los hombres a un control que impide toda posibilidad de desobediencia y resistencia: sólo ahora comprendemos lo que significa no poder comprar ni vender sin el pase verde, que no es otro que la versión tecnológica de la marca con el número de la Bestia (Ap 13, 17).

Pero si no todos están todavía dispuestos a reconocer el error de haber abandonado a Cristo en nombre de una libertad corrompida y engañosa que escondía intenciones indecibles, creo que hoy muchos están dispuestos -psicológicamente antes que racionalmente- a tomar nota del golpe con el que un lobby de peligrosos fanáticos está logrando tomar el poder en Estados Unidos y en el mundo, empeñados en hacer cualquier gesto, hasta el más temerario, para mantenerlo.

Por un chiste de la Providencia, el laicismo del Estado -que en sí mismo ofende a Dios al negarle el culto público al que tiene derecho soberano- podría ser el argumento con el que acabar con el proyecto subversivo del Gran Reseteo. . Si los americanos -y con ellos los pueblos del mundo entero- son capaces de rebelarse contra esta conversión forzada, exigiendo que los representantes de los ciudadanos respondan por sus acciones ante los detentadores de la soberanía nacional y no ante los líderes del Sanedrín globalista, será quizás sea posible poner fin a esta carrera hacia el abismo. Pero para hacerlo, necesitamos la conciencia de que esta será solo una primera fase en el proceso de liberación de este lobby infernal,

Durante demasiado tiempo, los ciudadanos y los fieles se han sometido pasivamente a las decisiones de sus líderes políticos y religiosos, ante la evidencia de su traición. El respeto a la Autoridad se basa en el reconocimiento de un hecho “teológico”, es decir, del Señorío de Jesucristo sobre las personas, las naciones y la Iglesia. Si los que tienen autoridad en el Estado y en la Iglesia actúan contra los ciudadanos y contra los fieles, su poder es usurpado y su autoridad nula. No olvidemos que los gobernantes no son los dueños del Estado y los dueños de los ciudadanos, así como el Papa y los obispos no son los dueños de la Iglesia y los dueños de los fieles. Si no quieren ser como padres para nosotros; si no quieren nuestro bien y hacen de todo para corrompernos en cuerpo y espíritu.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
16 de febrero de 2023

domingo, 4 de diciembre de 2022

La esterilización de los niños (Mons. Aguer)



Estados Unidos es un país desconcertante, del que proceden últimamente noticias oficiosas del avance de posiciones tradicionales: reconocimiento del derecho a la vida (abolición del fallo Roe vs. Wade por la Corte Suprema), recuperación del sentido de la naturaleza en la cultura social, crecimiento de las comunidades eclesiales ajenas a los aires progresistas que vienen de Roma, la formación de jóvenes en los principios católicos. En el Estado de Florida, por caso, se ha prohibido a los menores de edad recibir hormonas o los llamados “tratamientos de afirmación de género”. Los miembros de la Junta Médica de Florida y la Junta de Medicina Osteopática, organismos estatales, dejaron sin efecto esos tratamientos y los procedimientos quirúrgicos para tratar en menores de 18 años la disforia de género. La intención ha sido expresada claramente: “la nueva regla protegerá a nuestros niños de cirugías irreversibles y tratamientos altamente experimentales”. Prohibiciones similares rigen en Arkansas, Oklahoma y Alabama. Se reconoce que la medida de las Juntas de Florida fue tomada en medio de “una tremenda presión”, lo cual se explica teniendo en cuenta que el país del norte es pionero en la propaganda a favor de la perspectiva de género. Florida -se dice- “seguirá luchando para que los niños sean niños” y aprendan a manejarse en este mundo sin presiones dañinas.

El contraste con lo que ocurre en Argentina es de terror. En nuestro país se ha impuesto, en nombre de la democracia y la “inclusión”, el llamado “matrimonio igualitario”, la denominada “igualdad de género”, la legalización del aborto, el documento no binario, la imposición del cupo de personas trans en la Administración Pública Nacional y una presión constante para que la sociedad civil incorpore todas las reivindicaciones de la agenda LGBTQ. Estas leyes son promovidas por el gobierno y asumidas personalmente por el Presidente de la Nación, que ha llamado imbéciles y energúmenos a quienes no están de acuerdo. Es decir, a la inmensa mayoría de los 47.327.407 habitantes que constituyen la población del país. El reciente censo da cuenta de que sólo el 0,12% (56.793 personas) se percibe como “no binarios”, pertenecientes a ninguno de los dos sexos. El Dr. Fernández se empecina en hacer el ridículo empleando el “lenguaje inclusivo”, que nadie usa, salvo la ínfima minoría de “los no binarios”. En su discurso con ocasión del ciclo “Nos mueve el orgullo”, dijo orgullosamente “todos, todas y todes”, para no excluir a nadie. La ignorancia y el ideologismo le impiden reconocer cómo se habla en castellano. El masculino es un “género no marcado”, que incluye la designación del femenino.

La malicia del gobierno de los Fernández en su ataque al orden natural, se colma ahora con el programa de esterilización de los adolescentes desde los 16 años. Igualmente, se ha decretado que los niños, a partir de los 13 años pueden decidir -sin intervención de un adulto, de sus padres- información sobre los métodos anticonceptivos. Según tratados internacionales incorporados a la Constitución Nacional, se es niño hasta los 18 años; este es un valor constitucional. La campaña de esterilización lo contradice con una iniciativa perversa; se pretende que los niños, que no están por su inmadurez en condiciones de decidir sobre el futuro de sus vidas, renuncien a ser padres biológicos, una función esencial de la vida humana que podrían luego, ya crecidos y plenamente responsables, desear ejercer. Las consecuencias familiares y sociales son fabulosas. Varias voces se han alzado, con argumentos de peso, para señalar la intromisión totalitaria del Estado y su gravedad al descartar la patria potestad y la responsabilidad irrenunciable de los adultos. En mi artículo “Una campaña criminal” me he referido al problema político implicado en medidas que conducen a perpetuar y empeorar las condiciones demográficas negativas de la Argentina por la adhesión ideológica al credo de un Nuevo Orden sostenido por la gran finanza internacional.

Otra consecuencia de la campaña de esterilización de los niños -aunque no haya sido expresamente buscada con un objetivo- es la liberación de las conductas sexuales. Al respecto se puede recordar que esta consecuencia figuraba en la encíclica Humanae vitae del Papa Pablo VI como posible derivación de una aprobación moral de los métodos anticonceptivos, que fue descartada en aquel célebre documento. Lo cierto es que en la cultura actual los jóvenes no reconocen el valor de la castidad, condición que asegura la seriedad del amor. Estas conductas, generalizadas, se inscriben en un contexto cultural en el que la familia, transformada en su constitución esencial; ya no es la célula básica de la sociedad. La invitación a esterilizarse quirúrgicamente es un recurso extremo del pansexualismo que ha invadido a las personas desde la infancia. Los planes de “Educación Sexual Integral”, como se los llama, oficialmente formulados, constituyen una perversión de la sexualidad humana y de sus dimensiones plurales que se extienden en los órdenes biológico, psicológico-afectivo y espiritual. No puede comprenderse como un valor personal si se niega el concepto metafísico de naturaleza, o se lo excluye formalmente de la concepción de la sexualidad. Este error antropológico es un factor integrante de una cultura atea. Los gobiernos que se suceden, expresiones de la casta política difieren en cuestiones económicas y en la adhesión a las relaciones internacionales divergentes, pero coinciden en la negación de la verdad antropológica y en el ateísmo práctico.

La campaña a favor de la esterilización expresa además una ignorancia absoluta de la psicología de infancia y de la transición a la adolescencia. El estado atropella la libertad de los niños mediante un engaño que seduce precipitando situaciones propias de la edad adulta; los niños no están en condiciones de comprender plenamente la realidad a la que renuncian. El descarte de la patria potestad es un signo característico del totalitarismo.

La referencia a la cultura atea y al ateísmo práctico se justifica plenamente; se desprecia la realidad y el concepto metafísico de naturaleza y la bondad de la creación, que es obra de la sabiduría de Dios. Resulta patética esta intrusión estatal de un gobierno que tiene postrada en la pobreza a casi la mitad de la población y a los niños en el desastre del sistema educativo. Estas iniciativas “progresistas” son ajenas a las convicciones y sentimientos de la mayoría de la población, que profesa la fe, o tiene sentido común ajeno a la ideología minoritaria del 0,12%, que se impone dictatorialmente.

Concluyo invocando a Dios, “fuente de toda razón y justicia” (según reza nuestra Constitución), Creador y Señor de la vida. A su Providencia debemos encomendar esta gravísima circunstancia, el presente y el futuro de la sociedad argentina.

+ Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata

martes, 22 de noviembre de 2022

viernes, 18 de noviembre de 2022

Monseñor Viganò habla de la Ciudad de Dios y la Ciudad del Diablo en la cultura contemporánea




Beatus populus, cujus Dominus Deus ejus. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor (Sal. 143,15)

En un mundo que ha hecho de la democracia el valor en que se funda y de la revolución su principio ideológico es difícil hacer entender cómo vivían nuestros antepasados antes de que la Masonería decidiese derrocar los reinos itálicos con los levantamientos del Risorgimento y las revueltas organizadas por los carbonarios y otras sociedades secretas. Y es más difícil todavía entender para los que vivimos en un mundo secularizado en el que hasta la religión es profanada por sus ministros que hasta hace apenas dos siglos era lo más normal vivir en una sociedad profundamente cristiana en la que Fe inspiraba todos los aspectos de la vida diaria, desde los actos oficiales hasta los detalles normales de la vida familiar. Casi dos siglos y medio nos separan de ese mundo, y durante ese tiempo han tenido lugar sucesivamente la ocupación de nuestro país por franceses y austriacos, las guerras de independencia, la revolución de 1848, la ocupación de los estados de la Iglesia, la unidad de Italia, la Primera Guerra Mundial, el fascismo, la Segunda Guerra Mundial, la guerra civil, la proclamación de la República, el Sesenta y ocho, el Concilio, el terrorismo, Manos Limpias, la Unión Europea, la guerra de la OTAN. la farsa psicopandémica y la crisis de Ucrania. En poco más de dos siglos los italianos hemos asistido a más acontecimientos de los que pudieron ver y conocer nuestros bisabuelos como súbditos de los Borbones, el Papa o el Duque de Módena.

Esta caótica sucesión de regímenes, ideologías, violencia y pérdida progresiva de libertades, autonomía e identidad ha estado jalonada por etapas cuyos arquitectos han denominado revoluciones: desde la Francesa -revolución por antonomasia-, pasando por la primera, segunda, tercera y aun la cuarta revolución industrial teorizada por Klaus Schwab. Cada una de ellas caracterizada por conquistas en los terrenos técnico, tecnológico y científico que han tenido consecuencias muy señaladas en la vida de las personas: desde verse obligadas a emigrar al norte con vistas a realizar sus aspiraciones de trabajar en las fábricas tras abandonar marcharse del campo, a tener que abandonar la propia familia y las propias tradiciones para vivir en el anonimato de una barriada periférica y trabajar de operador telefónico o repartir comidas a domicilio en una moto. Siglos de una vida marcacompasada por los ritmos de la naturaleza, jalonada por las festividades religiosas y actos familiares y sociales, distinguidos por la estabilidad y afianzados por vínculos de parentesco, de amistad y laborales han sido sustituido por turnos en cadenas de montaje, horarios de oficina, desplazamientos diarios al trabajo, almuerzos fuera de casa, apartamentos estrechos, platos precocinados a domicilio, familias nucleares, ancianos que viven en residencias separados de su familia, e hijos dispersos estudiando con el programa Erasmus. Es curioso que quienes tanto se preocupan de la sostenibilidad sean precisamente los que han destruido el mundo antiguo a escala humana, esencialmente regulado en la naturaleza por el cuerpo y en la religión por el espíritu -es decir, por la Tradición-, para explotar a bajo costo a los trabajadores, sacar el máximo provecho a grandes explotaciones agropecuarias gestionadas hasta en base al mero mantenimiento, explotar a los menores de edad y las mujeres en el trabajo, aprovechar la fuerza del vapor para aumentar la producción en serie, aprovechar la electricidad, la energía atómica… explotarlo y aprovecharlo todo. Y así ganar más, aumentar las propias riquezas, reducir el costo de la mano de obra y suprimir garantías y protecciones a los trabajadores. ¡Qué mentalidad más mercantilista! ¡Qué usura más vergonzosa! En todo se busca una fuente de lucro, una oportunidad de ganar dinero, de obtener provecho!

Se dirá que a lo largo de los siglos XIX y XX los italianos han estado animados por grandes ideales. Con el desencanto de quien observa las ruinas del progreso tras la caída de tantas ideologías, podemos responder que la retórica actual se diferencia únicamente del pequeño vigía lombardo1 y de la gesta de Ciro Menotti2 en que ha cambiado el pretexto del que se valen para legitimar los cambios impuestos. Antes se apoyaban en ideales como la Patria y la liberación de los tiranos (que no eran realmente tiranos); más tarde fueron la lucha de clases y el liberarse de la opresión capitalista (aunque más tarde se abrazaron ideales consumistas); luego vinieron ideales como la honradez y el liberarse de políticos corruptos; y por último ideales ambientalistas y el deber de reducir la cantidad de seres humanos sobre el planeta, que algunos han decidido por su cuenta lograr por medio de epidemias, carestías y guerras. El Risorgimento y la Gran Guerra eran pretextos, porque disimulaban la verdadera intención de la Masonería, que era acabar con las monarquías católicas y debilitar a la Iglesia, con la desamortización de los bienes de ésta y aquéllas. Fueron también pretextos la democracia y las ideas republicanas, porque ocultaban el plan de manipulación de la masas para hacerles creer que podrían decidir su propio destino; fueron pretextos los del Sesenta y ocho, cuyos ideales de liberarse de todo principio trascendente condujeron a la legalización del divorcio, el aborto y el concubinato, además de la corrupción de los jóvenes y la disolución de la familia. Como también fueron pretextos aquellos con los que el Concilio impuso una nueva misa que nadie había pedido, un nuevo catecismo cuando nadie quería cambiar el existente, y nuevos sacerdotes secularizados y descuidados de los que nadie sentía necesidad. Ha sido también un pretexto la farsa pandémica, como se está viendo ya en los medios de difusión oficiales, después de dos años de decirlo sin que nadie nos hiciera caso. Y son pretextos también la crisis de Ucrania, las sanciones a Rusia, la emergencia energética, la transición ecológica y la moneda electrónica.

Tenemos, como vemos, dos mundos: uno tradicional y otro revolucionario. Pero con estos dos mundos -¡no nos hagamos ilusiones!- no nos referimos a la transición de un modelo caducado a otro que responde mejor a las exigencias de la modernidad. Son dos realidades contextuales, contemporáneas y contrapuestas que a lo largo de la historia siempre han señalado la discriminación entre el bien y el mal, entre los hijos de la Luz y los de las tinieblas, entre la Civitas Dei y la Civitas Diaboli. Dos realidades que no distinguen necesariamente por sus fronteras ni por formas determinadas de gobierno, sino por compartir un concepto teológico del mundo. Dos bandos como los representados en los Ejercicios espirituales de San Ignacio, en la meditación de las dos banderas: «Será aquí ver un gran campo (…) adonde el sumo capitán general de los buenos es Cristo Nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer» (136, 4º día).

En la Ciudad de Dios, ese compartir abarca todos los aspectos de la vida conforme al orden cristiano, y el poder espiritual y el temporal, en una colaboración armoniosa y jerárquicamente estructurada, guardan coherencia con la profesión de la Fe y la moral enseñadas por Cristo y salvaguardadas por la Iglesia. Es un orden en el que las autoridades civiles expresan la potestad de Cristo Rey y la eclesiástica de Cristo Pontífice, recapitulando todas las cosas en Cristo Principio y Fin, Alfa y Omega. En este sentido, la Ciudad de Dios es el modelo en el que se inspira la sociedad cristiana, y excluye por tanto el concepto, en sí blasfemo, de la laicidad del Estado y la idea de que la Iglesia pueda aspirar a la secularización de las autoridades o reconocer derechos al error. En la Civitas Dei reina el cosmos, el orden divino que el Señor ha sintetizado magistralmente en el Padrenuestro: adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in cœlo et in terra. Hágase tu voluntad, así en el Cielo como en la Tierra. El Cielo es, pues, modelo para la Tierra, la Jerusalén celestial es el modelo de la sociedad cristiana, el cual se realiza haciendo que Cristo reine, que venga su Reino. Es la sociedad de quienes aman a Dios hasta el punto de menospreciarse a sí mismos.

Los ciudadanos de la Civitas Diaboli están por el contrario unidos por la revolución, en la que se ejerce el poder por la fuerza y toda autoridad carece de límites. No se sujeta a ningún precepto moral ni se ejerce en nombre de Dios, sino del Enemigo. Reinan –es un decir– el caos, el desorden, una confusión infernal sintetizada en el luciferino clamor de Non serviam, no serviré, y en el satánico precepto de »haz lo que te dé la gana». En esta sociedad tiránica y anárquica imperan simultáneamente la subversión de la justicia mediante leyes inicuas, la del bien común por medio de normas que oprimen al pueblo y la rebelión contra Dios por el fomento del vicio, el pecado y la blasfemia. Todo en busca del propio provecho, a costa de pisotear al prójimo; todo por una motivación de poder, dinero y placer. Y donde impera el caos impera Satanás, rebelde por antonomasia, inspiración de los principios de la Revolución desde el jardín del Edén, el mentiroso, el homicida. El Estado que se inspira en la Civitas Diaboli no es laico; es irreligioso, anticlerical, impío y anticristiano. Oprime mediante un poder que se basa en el miedo, el terror, en la coacción y la fuerza, en la capacidad de criminalizar a los buenos y exaltar a los malos, en el engaño y la mentira. En la Ciudad del Diablo la autoridad eclesiástica y civil es eclipsada por los subversivos que la ejercen contra los fines con que se instituyó: la iglesia en las sombras y el estado en las sombras en el ámbito de la política. La sociedad de los que se aman a sí mismos hasta el punto de menospreciar a Dios.

Los que estamos congregados aquí en la jornada nacional Liberi in Veritate vemos que pertenecemos idealmente a la Civitas Dei, pero esa ciudadanía no encuentra una realidad concreta en la que actuar, en la que contribuir al bien común que como católicos nos gustaría promover tanto en la Iglesia como en la política. Es como si tuviéramos el pasaporte de una nación cuya ubicación en el mapa desconocemos, pero del que todavía encontramos rastros ya en Hungría, ya en Polonia, ya en Brasil, o incluso en Rusia, e inesperadamente en muchos exiliados como nosotros, que saben de sobra de lo que hablamos, y que al igual que nosotros se sienten en cierta forma extranjeros. Y cuando oímos al congresista demócrata estadounidense Jamie Raskin declarar que Rusia es un país ortodoxo con valores tradicionales y por eso EE.UU. tiene que destruirlo cueste lo que cueste (aquí), nos sentimos espiritualmente ligados al pueblo ruso, en vista de la común persecución de que somos objeto por parte de los enemigos de Dios.

La misma sensación de ser ajenos a la Iglesia por la manera en que se manifiesta hoy, eclipsada por una jerarquía corrupta y sometida también a la Ciudad del Diablo, nos hace sentir en cierto modo exiliados también como católicos, desterrados de la ciudad por rígidos, acomodados, retrógrados; porque somos incapaces de aceptar como algo normal que un papa escandalice con herejías, actos idolátricos, provocaciones, excesos y mentiras , humillando a la Iglesia de Cristo y burlándose de cardenales y obispos conservadores que expresan tímidamente su desacuerdo; por la indocilidad que manifestamos al negarnos la vía cómoda; por la sensación de abandono de los hijos por parte del padre; por el dolor de ver cómo nos dan piedras y escorpiones quienes debían alimentarnos con panes y peces. Buscamos un sacerdote y nos encontramos con un gris funcionario de partido. Buscamos una palabra de aliento y nos responden con desprecio, y eso cuando no se desentienden totalmente de nosotros. Dirigimos la mirada a lo que era la Iglesia y no nos resignamos a aceptar lo que ha terminado por ser por culpa de nuestro silencio y de nuestro erróneo concepto de la obediencia.

Pero la iglesia militante en la Tierra no es la Civitas Dei, porque como todas las realidades espirituales inmersas en el fluir del tiempo acoge a personas débiles y manchadas por el pecado, buenas y malas. Hasta la eternidad no se podrá separar el trigo de la cizaña, el uno para ser recogido en el granero y la otra para arrojarla al fuego.

No confundamos tampoco la Ciudad de Dios con el Estado confesional, que congrega a ciudadanos buenos y malos, a honrados y delincuentes. Ni osemos confundir la Iglesia terrena con la Ciudad del Diablo si ejerce su autoridad imitando el modelo de virtudes del Gobierno. Seamos hijos de la Iglesia y súbditos de la nación en que la Providencia dispuso que naciéramos.

¿Cómo podemos entonces reconocer la Civitas Dei y la del Diablo?

La Ciudad de Dios debemos construirla nosotros; mejor dicho: debemos inspirarnos en ella para reconstruir, con sensatez y humildad, una sociedad que restituya a Nuestro Señor la corona y el cetro que le pertenecen y que dos siglos de revolución le han sustraído. Sea cuál sea la forma de gobierno, todo católico tiene como ciudadano el deber de impregnar todos los ámbitos de la sociedad civil con la Fe y la moral cristianas, orientadas al bien común, a la gloria de Dios y a la salvación de las almas. Todo bautizado tiene un deber análogo, que debe procurar que en todos los ámbitos de la vida religiosa (la oración, la Misa, los sacramentos, las obras de caridad, la formación cristiana de los hijos…) no se sigan las modas ni la rerum novarum cupiditas, el ansia de novedades, sino que se conserve intacto lo que el Señor enseñó a los Apóstoles y lo que la Santa Iglesia custodia en su integridad a través de los siglos. Los vientos novedosos son efectivamente el signo distintivo de la revolución, tanto en el mundo civil como en el eclesiástico. Y para que Cristo vuelva a ser Rey de nuestra nación, es necesario ante todo que cada uno de nosotros dé testimonio coherente de la Fe que profesa; que confirme en los hechos su adhesión a los principios de la religión, sobre todo en lo que se refiere a la familia, la educación de los hijos y la conducta de vida.

La Ciudad del Diablo es fácil de identificar, y una vez identificada hay que combatirla valerosamente, porque está en guerra con la Ciudad de Dios y no vacilará en emplear cualquier medio para debilitarnos, corrompernos y hacernos sucumbir. En el Foro Económico Mundial, la ONU y las diversas fundaciones filantrópicas de matriz masónica, junto a los gobiernos y organizaciones y organizaciones internacionales que las apoyan, entre las que se cuenta la iglesia bergogliana con numerosos infiltrados en todos los dicasterios centrales y periféricos, son la realización en la Tierra la civitas diaboli, cuyos ciudadanos no disimulan su mortífera ideología y su voluntad de hacer borrón y cuenta nueva y subvertir lo que queda de la Civilización Cristiana para imponer su inhumana forma de vida y hacer desaparecer todo rastro de bien no sólo en el comportamiento social, sino también en el pensamiento de las personas. Es preciso sacar a Cristo de las mentes, después de haberlo arrancado de los corazones. Las mentes tienen que estar conectadas con la inteligencia artificial para crear un ser en el que la imagen y semejanza de Dios estén monstruosamente deformadas. Tenedlo bien presente: no puede haber la menor tregua entre las dos ciudades, porque son y siempre serán enemigas juradas, como enemigos son Nuestro Señor y Satanás. Pero al mismo tiempo, en la guerra sin cuartel que libran la victoria será inexorablemente nuestra, porque Cristo ya ha vencido definitivamente a Satanás en el madero de la Cruz. Lo que nos espera es sólo la última fase del enfrentamiento, cuyo resultado es segurísimo porque se funda en la promesa del Salvador: portæ inferi non prævalebunt.

Estos son, pues, los objetivos que como laicos tenéis la obligación y el honor de tener que traducir en una realidad social y política: promover la Realeza social de Cristo conforme al modelo de la Ciudad de Dios y al orden que quiere el Señor y combatir la acción mundialista, última y tremenda legión de la Ciudad del Diablo, mediante formación, denuncia y boicot. Porque si bien es cierto que con la ayuda de la oración podemos alcanzar numerosas gracias de la Divina Majestad, no es menos cierto que como católicos somos igualmente somos una cantidad suficiente –al menos en Italia– para dar una señal clara e inequívoca a las empresas, grupos financieros y centros de gestión de información que viven de los clientes que los eligen. Si dejamos de adquirir productos de multinacionales mundialistas, de empresas alineadas con el sistema, y dejamos de ver programas de televisión y participar en plataformas sociales que no respetan nuestra religión, obligaremos a muchos a desandar lo andado y dificultaremos la acción de propaganda del Nuevo Orden Mundial, las mentiras de los medios mayoritarios de prensa y las falsedades sobre la crisis de Ucrania.

Rechacemos, pues, frontalmente los falsos dogmas de la ideología LGBTQ, la inclusividad, la ideología de género, el calentamiento global, la crisis energética y la eugenesia transhumanista. Y procuremos ante todo proporcionar una visión de conjunto de la acción subversiva de la Civitas Diaboli, haciendo ver la coherencia de esas iniciativas individuales con el plan global, con los medios que dicho plan pretende adoptar y los verdaderos e inconfesables fines que persigue.

Termino saludando a los organizadores de este acto y dándoles las gracias por haberme brindado la oportunidad de dirigirles a los presentes este mensaje. Las numerosas muestras de adhesión a esta jornada de formación nos ayudan a entender que las tropas están formando en filas y que muchas almas sedientas de Dios están dispuestas a luchar y comprometerse a garantizar un futuro tranquilo a sus hijos y detener esta insensata carrera a la perdición.

†Carlo Maria Viganò, arzobispo

1 El pequeño vigía lombardo es un cuento que forma parte de la serie Corazón, de Edmondo de Amicis, que trata de un niño que subido a un árbol divisa a los soldados austriacos y ayuda así a los italianos, acción que le cuesta la vida.

2 Ciro Menotti, revolucionario miembro de la Carbonería, es otro héroe (en este caso real) de la resistencia italiana contra los austríacos y figura importante e idealizada del Risorgimento.

Traducido por Bruno de la Inmaculada