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domingo, 12 de noviembre de 2017

Asociación de laicos hace un llamado público para corregir a Francisco




La noticia original puede verse pinchando en el siguiente enlace:
Lettera Aperta ai Veri Cattolici di Roma

La revolución de Bergoglio. En pequeñas dosis pero irreversible (Sandro Magister)



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En el teatro del mundo la estrella del papa Francisco brilla más que nunca, ahora incluso como pacificador atómico entre Estados Unidos y Corea del Norte. Pero también dentro de la Iglesia él se encuentra frente a una guerra mundial por partes, una extraña guerra que él mismo contribuyó a desencadenar, archiconvencido que tendrá éxito.

Jorge Mario Bergoglio es indiscutiblemente un innovador. Pero lo es en el método antes que en los resultados.

Las novedades las introduce siempre en pequeñas dosis, semi-escondidas, a veces en una nota alusiva a pie de página, como hizo con la ahora famosa nota 351 de la exhortación post-sinodal "Amoris laetitia", para decir después abiertamente, al ser interpelado en una de sus tantas famosas conferencias de prensa en el avión, que ni siquiera se acuerda de esa nota.

Y sin embargo han sido suficientes esas pocas líneas sibilinas para suscitar en la Iglesia un conflicto sin precedentes, con episcopados enteros que se enfrentan – en Alemania a favor de la novedad, en Polonia en contra –, y así en todo el mundo entre diócesis y diócesis, entre parroquia y parroquia, donde no están en juego solamente los “sí” o los “no” a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, sino el fin de la indisolubilidad del matrimonio y la admisión del divorcio también en la Iglesia Católica, como ya sucede entre los protestantes y los ortodoxos.

Hay quien se alarma por esta confusión que invade a la Iglesia. Pero Francisco no hace nada para volver a poner orden en la casa. Avanza seguro. Ni siquiera presta atención a los cardenales que le presentan sus “dubia” y las de muchos, sobre cuestiones capitales de la doctrina que ven en peligro, y le piden que clarifique. Él deja que corran las interpretaciones más disparatadas, tanto las conservadores como las del progresismo extremo, sin condenar jamás explícitamente a ninguna.

Lo importante para él es “arrojar la semilla para que se desencadene la fuerza”, es “mezclar la levadura para que la fuerza crezca”, son palabras de una de sus homilías de hace pocos días en Sana Marta. Y “si me ensucio las manos, ¡gracias a Dios!, porque ay de los que predican con la ilusión de no ensuciarse las manos. Éstos son cuidadores de museos”.

Pascal, el filósofo y hombre de fe que Francisco dice que quiere beatificar, escribió palabras incendiarias contra los jesuitas de su tiempo, palabras que arrojaron sus tesis más valientes en la disputa para hacer que en el futuro cercano maduraran y se convirtieran en pensamientos comunes.

Pero esto es precisamente lo que hace hoy el primer Papa jesuita de la historia: pone en movimiento “procesos” dentro de los cuales siembra las novedades que quiere que antes o después triunfen, en los campos más diferentes, como por ejemplo, en el juicio sobre el protestantismo.

En Argentina, Bergoglio arrojó invectivas terribles contra Lutero y Calvino. Pero como Papa hace todo lo contrario, de Lutero tejió solamente elogios. En visita a la iglesia luterana de Roma, al pedirle que dijera si católicos y protestantes pueden recibir juntos la comunión, a pesar que los primeros creen que el pan y el vino se convierten “realmente” en cuerpo y sangre de Cristo mientras que los segundos no lo creen, respondió sí y después no, y luego dijo no sé, y a posteriori dijo hagan como les parezca, en un derroche de contradicciones, pero en la práctica dando vía libre al pedido.

La verdadera novedad del pontificado de Francisco es la liquidez de su magisterio. Lo que no tolera es que alguno se atreva a fijarlo en ideas claras y distintas, purgándolo de lo que contiene de innovador.

Al cardenal Gerhard L. Müller, que como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se empeñaba en decir que en "Amoris laetitia" no había nada de nuevo respecto a la tradición, lo ha removido bruscamente del cargo.

Y al cardenal Robert Sarah, que como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos quería reservar para sí el control pleno de las traducciones del Misal latino en los diferentes idiomas, lo ha humillado públicamente, obligándolo a decirle a todos los obispos que, por el contrario, el Papa otorga a cada Iglesia nacional la libertad de traducir a su gusto, lo cual constituye el embrión de una futura Iglesia Católica no más monolítica sino federada, otro de los objetivos de Bergoglio, quien es un calculador implacable.

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Esta nota ha sido publicada en "L'Espresso" n. 46 del 2017, en los kioscos el 12 de noviembre, en la página de opinión titulada "Settimo Cielo" confiada a Sandro Magister.

He aquí el índice de todas las notas precedentes:

> "L'Espresso" al séptimo cielo

Sandro Magister

Cardenal Marx: ‘Francisco plantea la posibilidad de abolir el celibato’ (Carlos Esteban)



La cuestión que quedó abierta con respecto al Sínodo de la Amazonía previsto para 2018 -la admisión excepcional de varones casados, ‘viri probati’, al sacerdocio- podría ampliarse de confirmarse lo que ha declarado el Cardenal Arzobispo de Munich y Frisinga y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Reinhard Marx, estrecho colaborador de Su Santidad.

Según Marx, en declaraciones durante un encuentro del Comité de Católicos de Baviera celebrado en Munich el pasado viernes, el Papa Francisco está planteando a sus consejeros la posibilidad de abolir el celibato sacerdotal.

Haya o no interpretado Su Eminencia correctamente las palabras de Francisco, es cierto que en el mismo encuentro ha participado el teólogo austriaco Paul Zulehner, muy crítico con los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Zulehner participó para expresar su convicción de que Francisco acabará aboliendo el celibato sacerdotal “si nadie le pega un tiro o le envenena antes”.

La apertura del sacramento del orden a los casados -algo que ya se da, de hecho, entre los católicos de rito oriental o en el caso excepcional de los sacerdotes anglicanos casados convertidos al catolicismo- es una vieja obsesión en amplios círculos de la Iglesia alemana en general y del Cardenal Marx en particular.

Este pasado agosto, Marx anunció planes para permitir que laicos presidan parroquias de su archidiócesis allí donde no haya sacerdores. Alemania se enfrenta a una alarmante escasez de vocaciones sacerdotales y el cardenal es contrario a la solución que suele darse a esta carencia, a saber, combinar diversas parroquias bajo la égida de un mismo párroco.

Marx alegó ante el consejo diocesano que es importante mantener con vida las parroquias sin sacerdote para no perder la presencia local, y abogó por un nuevo modelo en el que laicos voluntarios hicieran las veces de ‘directores’ de dichas parroquias.

La Iglesia alemana está experimentando en los últimos años una verdadera sangría de fieles que, curiosamente, no parece llevar aparejada una merma de influencia sobre la Iglesia universal y, de hecho, algunos de los prelados de este país figuran entre los más próximos colaboradores de Su Santidad y los más activos participantes de los pasados Sínodos de la Familia.

Precisamente en el seminario de la diócesis de Marx, en Munich, solo un seminarista ingresó en 2016, un récord negativo absolutamente insólito y un indicio muy revelador de la alarmante decadencia de una Iglesia nacional antaño tan pujante.
Carlos Esteban