Duración 14:40 minutos
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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miércoles, 9 de enero de 2019
lunes, 31 de diciembre de 2018
Francisco socava la credibilidad del papado (padre Brian Harrison)
INGLÉS
Pope Francis’ own never-ending barrage of jabs and swipes against settled Catholic doctrine troubles Catholics.
Just a week ago, in his Christmas address to Vatican officials, the Pope nonchalantly tossed off a denial of Our Lady’s Immaculate Conception by remarking that nobody – not even Joseph or Mary – “is born as a saint”.
Most notably this year, Francis has rewritten our official Catechism so as to condemn capital punishment with a severity that arguably contradicts the Bible-based teaching of all his predecessors.
This kind of thing – and many other examples could be adduced – undermines the papacy’s credibility, which depends on the consistency of its formal teaching down through the centuries.
The newest, and perhaps the best, of various recent books criticizing the present pope’s left-liberal orientation is by Chilean scholar José Antonio Ureta: Pope Francis’s “Paradigm Shift”: Continuity or Rupture in the Mission of the Church? (Spring Grove, PA, 2018: TFP).
A paradigm shift is a profoundly different change in overall direction. Traditional anti-Catholic dissenters like Pelagius, Arius, Luther and Calvin fiercely opposed the Church’s doctrine; but at least they shared her basic assumption that correct doctrine is something supremely important.
But now – alas! – we have a Pope who appears to have shelved that assumption in favor of what might be called a meta-heresy: his general [neomarxist] philosophical view that ‘life’ and action (praxis) take precedence over doctrine. As Francis likes to put it, “reality is greater than ideas”.
But since “reality” constantly changes, this approach gives metaphysical precedence to becoming over being, so that Catholic truth itself gets relativized by political correctness.
Whatever our post-christian cultural, political and media elites declare to be ‘progress’ for humanity become a new and overriding ‘reality’ to which the Church’s hitherto ‘static’ and ‘inward-looking’ doctrine must somehow adapt itself.
We thus find ourselves with a Pope who is neglecting St. Paul’s warning: “Can Christ agree with Belial? Can there be a compact between the temple of God and the idols of the heathen?” (2 Cor. 6: 15).
Just a week ago, in his Christmas address to Vatican officials, the Pope nonchalantly tossed off a denial of Our Lady’s Immaculate Conception by remarking that nobody – not even Joseph or Mary – “is born as a saint”.
Most notably this year, Francis has rewritten our official Catechism so as to condemn capital punishment with a severity that arguably contradicts the Bible-based teaching of all his predecessors.
This kind of thing – and many other examples could be adduced – undermines the papacy’s credibility, which depends on the consistency of its formal teaching down through the centuries.
The newest, and perhaps the best, of various recent books criticizing the present pope’s left-liberal orientation is by Chilean scholar José Antonio Ureta: Pope Francis’s “Paradigm Shift”: Continuity or Rupture in the Mission of the Church? (Spring Grove, PA, 2018: TFP).
A paradigm shift is a profoundly different change in overall direction. Traditional anti-Catholic dissenters like Pelagius, Arius, Luther and Calvin fiercely opposed the Church’s doctrine; but at least they shared her basic assumption that correct doctrine is something supremely important.
But now – alas! – we have a Pope who appears to have shelved that assumption in favor of what might be called a meta-heresy: his general [neomarxist] philosophical view that ‘life’ and action (praxis) take precedence over doctrine. As Francis likes to put it, “reality is greater than ideas”.
But since “reality” constantly changes, this approach gives metaphysical precedence to becoming over being, so that Catholic truth itself gets relativized by political correctness.
Whatever our post-christian cultural, political and media elites declare to be ‘progress’ for humanity become a new and overriding ‘reality’ to which the Church’s hitherto ‘static’ and ‘inward-looking’ doctrine must somehow adapt itself.
We thus find ourselves with a Pope who is neglecting St. Paul’s warning: “Can Christ agree with Belial? Can there be a compact between the temple of God and the idols of the heathen?” (2 Cor. 6: 15).
TRADUCCIÓN PERSONAL AL ESPAÑOL
El bombardeo interminable de golpes y más golpes del propio Francisco contra la doctrina católica establecida preocupa a los católicos.
Hace apenas una semana, en su discurso navideño a los funcionarios del Vaticano, el Papa lanzó despreocupadamente una negación de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora al señalar que nadie, ni siquiera José o María, “nace siendo santo”.
Y aún más: este año, Francisco ha reescrito nuestro Catecismo oficial para condenar la pena capital con una severidad que, con toda probabilidad, contradice la enseñanza bíblica de todos sus predecesores.
Este tipo de cosas, y muchos otros ejemplos que se pueden aducir, socavan la credibilidad del papado, que depende de la coherencia de su enseñanza formal a través de los siglos.
El más reciente, y quizás el mejor, de varios libros recientes que critican la orientación liberal izquierdista del papa actual es del académico chileno José Antonio Ureta: ¿El cambio de paradigma del Papa Francisco: la continuidad o la ruptura en la misión de la Iglesia? (Spring Grove, PA, 2018: TFP).
Un cambio de paradigma es un cambio profundamente diferente en la dirección general. Los disidentes anticatólicos tradicionales como Pelagio, Ario, Lutero y Calvino se opusieron ferozmente a la doctrina de la Iglesia; pero, al menos, compartieron su suposición básica de que la doctrina correcta es algo sumamente importante.
Pero ahora -¡ay! - tenemos un Papa que parece haber dejado de lado esa suposición en favor de lo que podría llamarse una meta-herejía: su visión filosófica [neomarxista] general de que la "vida" y la acción (praxis) tienen preferencia sobre la doctrina. Como a Francisco le gusta decir “la realidad es superior a las ideas”.
Y dado que la "realidad" cambia constantemente, este enfoque da una superioridad metafísica al devenir sobre el ser, de modo que la misma verdad católica es relativizada por la corrección política.
Independientemente de lo que nuestras élites culturales, políticas y mediáticas post-cristianas declaren como "progreso" para la humanidad, se convierte en una "realidad" nueva y primordial a la que la doctrina de la Iglesia, hasta ahora "estática" y "interna", debe adaptarse de alguna manera.
Así que nos encontramos con un Papa que está incumpliendo la advertencia de San Pablo: “¿Qué armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿Acaso pueden ser compatible el templo de Dios y los ídolos de los paganos? ”(2 Cor. 6: 15).
Efectos colaterales de la promiscuidad y la infidelidad (Jokin de Irala)
Duración 12:15 minutos
Explicó el efecto conocido como "compensación de riesgo" por el cual, ante la falsa sensación de seguridad que ofrecen los preservativos, se incrementa el número de encuentros sexuales, lo que finalmente termina "compensando" la protección parcial que ofrecen los preservativos.
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El Profesor Jokin de Irala es Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra. Realizó un Master en Salud Pública en Escocia en 1987; obtuvo el grado de Doctor en Medicina en 1990 y, en el año 2000, un segundo Doctorado en Salud Pública en Estados Unidos. Desde 2011, es Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y Vicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Es profesor de Metodología de la Investigación, Sexualidad Humana, y de dos asignaturas del Master Universitario en Matrimonio y Familia. Es Coordinador e Investigador Principal del proyecto multidisciplinar “Educación de la Afectividad y Sexualidad Humana” del Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra. Es autor de varias obras de divulgación en su materia. Está casado y tiene 5 hijos.
domingo, 30 de diciembre de 2018
Diócesis de La Plata: grilletes al culto y a la piedad de los católicos. Vulneración del Novus Ordo y limitación de la Misa Tridentina (Juan Carlos Monedero)
El 17 de diciembre del 2018, el Arzobispo de La Plata, Mons. Víctor Manuel Fernández, promulgó un decreto donde abroga “toda norma arquidiocesana anterior referida a las celebraciones litúrgicas en general”.

Una semana después, ya allanado el camino, otro decreto –nada menos que el 24 de diciembre, Nochebuena– ordenaba entre otras cosas que los Sacramentos se celebren “en lengua vernácula” (en la diócesis de La Plata, algunos sacerdotes los celebraban en latín).

Asimismo, el Arzobispo dispone que la Misa se celebre “en su forma ordinaria” –o sea, no según la Forma Extraordinaria, pautada por Benedicto XVI en el Sumorum Pontificum (2007)– y, respecto del Novus Ordo, se manda que sea celebrado “en lengua vernácula” (no en latín) y “cara al pueblo” (en vez de cara a Dios).

Estas dos prescripciones develan el espíritu del decreto. En efecto, el latín es la lengua universal de la Iglesia, lengua que nos pone en contacto directo con la historia y la tradición de la Iglesia Católica. El latín era el idioma culto en Occidente hasta entrado el siglo XVII y fue el idioma litúrgico en Occidente a lo largo de toda la historia de la iglesia. El latín proviene de la Antigua Roma, sede de los Papas. Que sea una lengua muerta también es conveniente para la adecuada transmisión, sin alteraciones, de los contenidos de la fe: mientras que el resto de los idiomas se transforman –por lo que el sentido de las palabras, inevitablemente, va mutando–, en las lenguas muertas el significado de los términos se mantiene sin modificación. Por otro lado, es indiscutible para los latinistas que la sintaxis latina –al igual que la griega– está dotada de mayor precisión; la rigurosa lógica atraviesa la sintaxis grecolatina, y esto es bueno para el contenido teorético de la fe católica. En definitiva, lo católico es lo universal y el uso del latín unificaría a los fieles de distintas lenguas en una única y armoniosa alabanza a Dios.
Respecto de la Misa celebrada coram Deo (de cara a Dios), escribió, entre muchos otros, el Padre José María Iraburu que “El altar de cara el pueblo, sin embargo, en el lenguaje no verbal de los signos, parece acentuar en la Eucaristía su verdadera y tradicional condición de Cena (…) pero atenúa su carácter de Sacrificio”[1]. Y continúa Iraburu: “la tradición más que milenaria de la Iglesia, sabiendo que el sentido sacrificial es el más importante de la Misa, al celebrar la Eucaristía ha significado más el altar del sacrificio, que el de mesa del sagrado convite”.
El conocido Klaus Gamber, liturgista alemán, sostiene que “Jamás ha habido ni en la Iglesia de Oriente ni en la de Occidente celebraciones versus populum (cara al pueblo), sino que siempre todos se volvían hacia el oriente para rezar ad Dominum (hacia el Señor)”. De ahí que, en palabras del precitado Iraburu, “La celebración de la Eucaristía coram populo ha tenido y tiene graves consecuencias, algunas negativas”. Por supuesto que mucho antes que el Padre Iraburu ha habido otras voces en la Iglesia que han protestado y denunciado este cambio. En efecto, desde los inicios de la Reforma Litúrgica (1969), no se puede omitir las fundadas advertencias de los cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci ni tampoco las observaciones de Mons. Marcel Lefebvre. En efecto, la sustitución del coram Deo por el coram populum obedecía a la estrategia antropocentrista de los enemigos de la Iglesia: a través de una misa donde el celebrante mira permanentemente a la feligresía, se introducía un elemento que –aunque pueda atenuarse con otros elementos teocéntricos, presentes en la liturgia– no favorece la concentración de la mente (ni del sacerdote ni de la feligresía) en el Auténtico Centro: Cristo y su Misterio Pascual.
De a poco, Dios dejaría de ser el centro. Este tipo de medidas signadas por este espíritu, y muchas otras más, explican en parte las actuales distorsiones de la Liturgia Católica: los fieles ya no asisten a Misa para escuchar a Dios sino para enterarse de las últimas improvisaciones del sacerdote. Hay parroquias en las que ninguna misa se parece a la del domingo anterior. Se ejercita a los fieles en el cambio y el movimiento permanente a través de auténticas falsificaciones litúrgicas. Aún cuando las misas celebradas en la diócesis de La Plata contengan numerosos elementos teocéntricos que puedan atenuar el daño producido, es innegable que desde el punto de vista simbólico-histórico como desde el punto de vista espiritual se está afectando la dignidad del Misterio, por un lado, y la salud espiritual de los fieles, por otro.
Por otra parte, es bastante desconocido entre los fieles que el texto de la Ordenación General del Misal Romano –reglamento del Novus Ordo– describe una misa celebrada de cara a Dios, y no de cara al pueblo. Este desconocimiento se explica por el hecho de prácticamente ningún sacerdote la celebra así, pero el Misal así la describe. De ahí que el Padre Louis Bouyer –epilogando la obra de Klaus Gamber– sostenga que la misa “de cara al pueblo” está en contra no sólo de la totalidad de la tradición cristiana sino en contra ¡del mismo Nuevo Misal! (ver los puntos 124, 138, 146, 154, 157, 158, 185 del texto de la Ordenación General del Misal Romano).
Comenta además el Padre Iraburu que el P. Josef Yungmann S.J., especialista en liturgia, asegura que la afirmación “el altar de la iglesia primitiva suponía siempre que el sacerdote estaba vuelto al pueblo” es “una leyenda”. Por otra parte, desde siempre, en todas las religiones, las personas que ofrecen un sacrificio están vueltas hacia aquel a quien se destina el sacrificio y no quienes participan en la ceremonia.
Como si fuera poco, el decreto aspira a más. Su intencionalidad se deja ver también en la LIMITACIÓN de la Misa Tridentina, puesto que se disponen dos lugares para celebrarla cuando estaban autorizados tres.

De esta manera, se sustrae la Forma Extraordinaria a los fieles de la parroquia Santa Ana, donde se la venía celebrando desde hace por lo menos 4 años con plena autorización del entonces obispo Héctor Aguer. Esta limitación de uno de los baluartes de la fe católica, la Misa Tridentina, no puede pasar desapercibida. Esta limitación, por un lado, y la imposición de la lengua vernácula y de la orientación “coram populum” en el Novus Ordo, son decisiones del Arzobispo de La Plata que no pueden menos que resentir el espíritu de la liturgia y la educada sensibilidad litúrgica de los asistentes, prohibiendo lo que hasta ayer era costumbre piadosa, y restringiendo el alcance de un Rito consagrado a perpetuidad por el Papa San Pío V en el año 1570.
Juan Carlos Monedero
jueves, 20 de septiembre de 2018
El Testimonio de Mons. Viganò, el silencio del Papa y los comentarios del Card. Rodríguez Maradiaga (Claudio Pierantoni)
Entre la variedad de declaraciones sobre el Testimonio de Mons. Viganò, que se han sucedido durante estas tres semanas desde el estallido de la “bomba”, queremos señalar lo que ha afirmado el Card. Rodríguez Maradiaga, en una entrevista el pasado 12 de septiembre:
(https://www.periodistadigital.com/religion/america/2018/09/12/cardenal-maradiaga-el-monsenor-vigano-iglesia-religion-dios-papa-roma-mccarrick-francisco.shtml).
La entrevista comienza recordando que Rodríguez Maradiaga es “amigo y colaborador cercano del Papa”, y que el dossier Viganò “lo convierte en protector del cardenal McCarrick, el abusador”.
Y aquí está la primera pregunta
“El dossier Viganó acusa al Papa de encubrir las relaciones homosexuales del cardenal McCarrick con seminaristas y llega a pedir la renuncia de Francisco. ¿Qué le parece?
... y la respuesta que da a ella Rodríguez Maradiaga:
“Hacer de algo de orden privado un titular-bomba que estalla en el mundo y cuyas esquirlas hacen daño a la fe de muchas personas no me parece correcto. Pienso que un asunto de naturaleza administrativa tendría que ser ventilado con criterios más serenos y objetivos, no con una carga negativa de expresiones muy amargas. Creo que el Mons. Viganó que yo conocí no es la misma persona que escribe y dice tales cosas.”
En estas pocas líneas, reflexionando un poco, se encontrará información mucho más importante de lo que aparece a primera vista.
- En primer lugar, hay una admisión implícita, pero muy clara, de la verdad de los hechos expuestos por Viganò. Ya cualquier lector desapasionado que haya leído el documento de Viganò difícilmente podía dudar de lo que dice. Esto se debe, por un lado, a la posición privilegiada que él ocupaba como Nuncio; por otro, al número de testigos de alto rango, ya en la Curia romana, ya en el episcopado americano, nombrados directamente por él como cómplices, que fácilmente podrían negarlo si mintiera. Además el principal interesado, el Papa, ha confirmado elocuentemente con su perfecto silencio, en lo que a él respecta, que Viganò está diciendo la verdad. (Dejaremos para otra ocasión los comentarios sobre la autocelebración del propio silencio, que el Papa ha realizado en estos días, utilizando una homilía sobre el Evangelio de Lucas).
También por parte de Benedicto XVI, en cuanto a las sanciones que impuso a McCarrick, no se han recibido denegaciones sustanciales, salvo la aclaración de que se trataba de sanciones “privadas”, más que “canónicas” en el verdadero sentido de la palabra (de otro modo habrían sido públicas). Pero el hecho es que hubo sanciones; que McCarrick las respetó poco, con la complicidad de obispos y prelados norteamericanos y de la Curia romana; y que luego estas sanciones fueron misteriosamente dejadas de lado bajo Francisco. Ahora, esta respuesta de Rodríguez Maradiaga nos da una confirmación ulterior y definitiva de que se trataba de hechos bien conocidos por el Papa y su “círculo de amigos”, del que él mismo es un miembro destacado.
- Pero aún más instructivo es el modo en que Rodríguez Maradiaga califica la conducta de McCarrick, precisamente con estas dos expresiones: “algo de orden privado”, y: “un asunto administrativo”.
Según el Cardenal hondureño (un miembro prominente del C9 y uno de los líderes, recordemos, del programa de las ventiladas “reformas” de Francisco), el comportamiento de McCarrick, que incluye la corrupción y sodomía para con generaciones enteras de seminaristas a través del continuo y notorio abuso de su poder como Obispo y Cardenal de la Iglesia Católica, así como la continua celebración sacrílega de la Santa Misa, sería “algo así como un hecho “de orden privado”, un “asunto administrativo”.
No cabe duda de que un tal comentario nos deja un poco perplejos: un comportamiento que ha traumatizado a decenas de jóvenes, destruido vocaciones, escandalizado a miles de fieles hasta el punto de convertirse en un “secreto a voces”, pero protegido por los más altos niveles de la Curia romana y por el mismo Papa, es, para el inefable cardenal centroamericano, “algo privado”, un “asunto administrativo”.
Aquí ni siquiera sería necesario molestar a la Teología moral (parece que Rodríguez Maradiaga es un estudioso de la materia) para explicarle al Cardenal que cualquier pecado grave, incluso el más secreto, no es ciertamente nunca, para la Iglesia, algo meramente “privado”, y menos aún un mero “asunto administrativo”, sino que es siempre una infección que se extiende y contamina a todo el cuerpo eclesial.
Pero no es necesario recordar esto, porque en el discurso del Cardenal toda referencia a algo llamado “pecado” está completamente ausente: es simplemente “algo privado”. Sin embargo, para dar la interpretación más benévola posible de las increíbles palabras de Rodríguez Maradiaga, admitamos que, si hubiera sido un asunto puntual y limitado (por ejemplo, una relación secreta, supongamos, con un solo seminarista), podría haberse corregido de una manera severa y decidida, pero también discreta, sin necesidad de informar a todo el orbe católico y al mundo entero.
Desgraciadamente, sin embargo, nuestro Cardenal olvida con demasiada facilidad que el memorial de Viganò nació precisamente de una dolorosa experiencia, que duró varias décadas, en la que el Nuncio, observando por su posición privilegiada el continuo crecimiento y la ramificación de estos abusos, después de haber esperado y confiado continuamente en que alguien en la jerarquía reaccionaría, que finalmente se le daría curso a las sanciones, tuvo que finalmente rendirse a la evidencia de que, si alguien con un verdadero conocimiento de los hechos no hablaba en público, nada cambiaría.
Y la situación llegó a su clímax cuando el Nuncio tuvo la certeza, a partir de sus encuentros con el Papa Francisco, de que Bergoglio no sólo era consciente de la mala conducta de McCarrick, sino que, de hecho, lo había dispensado de todas las sanciones, e incluso lo había transformado en uno de sus asesores en el nombramientos de los obispos norteamericanos; y todo esto en un panorama general que veía al Papa mismo no sólo aceptar, sino también animar y promover la agenda pro-gay dentro de la Iglesia, desde los Sínodos para la familia hasta el reciente encuentro en Irlanda.
- Y aquí llegamos al siguiente punto que nos gustaría destacar. Cuando nuestro Cardenal califica la sodomía (y el abuso de poder con este fin), un mero “hecho privado”, un “asunto administrativo”, nos está revelando claramente su estándar moral sobre el tema. ¿Cuántos pasos en la escala de la depravación moral debe haber dado un hombre de la Iglesia para llegar a calificar la corrupción sexual con abuso de poder de generaciones de seminaristas como un “hecho privado”, para ser resuelto de una manera “administrativa”?
Por supuesto, él sabe que, en el papel, todavía hay leyes canónicas que prohíben ciertas formas de comportamiento, y que éstas, además de ser pecados graves, son también, según tales leyes, verdaderos y propios crímenes. Pero sus palabras indican que estas reglas, en la práctica, deben considerarse, si no completamente letra muerta, en todo caso un mero “asunto de carácter administrativo”, que “debe ser ventilado con criterios más serenos y objetivos”.
Como vemos, el cuadro dibujado por Viganò, que es horriblemente repugnante para cualquier católico que haya mantenido un mínimo de pudor y sensus fidei, no es en absoluto negado por nuestro Cardenal hondureño: es sólo que para él se trata de un hecho “administrativo”, que debe ser evaluado con criterios “serenos y objetivos” (al fin y al cabo, en el pequeño escenario de su Honduras, de administración ordinaria han sido los escándalos, tanto sexuales como financieros, que él mismo ha “evaluado serenamente” y cubierto adecuadamente).
Yerra, por lo tanto, Viganò al querer calificar este cuadro “con una carga negativa de expresiones muy amargas”. Yerra el Nuncio al amargarse por tales nimiedades; esto le sucede porque se ha quedado atrás: tiene la culpa de “ser conservador”, como han repetido a coro, como supremo insulto, todos aquellos que han intentado defender el Papa minimizando la situación. En efecto ser conservador, para los estandartes de la nueva misericordia, es el pecado más rigurosamente imperdonable.
El ex-Nuncio ya no es, dice Rodríguez Maradiaga, “el Viganò que yo conocía”, es decir, por supuesto, el diplomático correcto que (obviamente por las obligaciones de su cargo) guardaba silencio sobre lo que veía, y al Cardenal le parecía quizás que debía de aprobarlo todo y sonreír ante todo.
Sin embargo, aun demostrando con estas palabras el endurecimiento verdaderamente impresionante de su sentido moral, el Card. Rodríguez Maradiaga, como político consumado como es, sabe que nunca podría permitirse una evaluación de este tipo si no estuviera para protegerlo el paraguas seguro de su Jefe, quien implícita pero inequívocamente se ascendió a sí mismo de simple Vicario de Cristo a Líder absoluto de la Iglesia.
- Esto nos lleva al último punto que nos gustaría destacar, en relación con el hecho de que Viganò, en su Testimonio, califica la cobertura de estos crímenes como “omertà” (“silencio”), “semejante al de la mafia.” De hecho, esta cobertura tiene un punto en común importante con el silencio de la mafia: ésta no oculta los crímenes simplemente por miedo a que sean descubiertos. En cambio, los encubre porque en realidad obedece a un sistema de valores diferente, que no coincide con la ley vigente en la comunidad en la que vive (en este caso, la Iglesia Católica).
En otras palabras, el “lobby gay” encubre estos delitos porque en realidad los justifica en nombre de una moral diferente, que una cierta élite de iluminados en el poder pretende sustituir a la Escritura y a la Tradición de la Iglesia. Y esta es, sin lugar a dudas, la forma más grave y literalmente diabólica de abuso clerical.
Ahora bien, esto es decir que es el mismo Papa quien pisotea la Escritura y la Tradición católica. Ya no lo dicen sólo los tradicionalistas habituales, ni los ultraconservadores habituales (los llamados “rigoristas” tan anatematizados), ni siquiera los conservadores moderados, mucho más numerosos, que poco a poco se han ido desilusionando con Bergoglio. Esto lo dicen ahora abiertamente sus propios colaboradores, como se desprende de las recientes palabras de uno de ellos:
« El Papa Francisco rompe con las tradiciones católicas cuando quiere, porque está libre de ‘apegos desordenados’. Nuestra Iglesia ha entrado efectivamente en una nueva fase: con el advenimiento de este primer papa jesuita, está gobernada abiertamente por un individuo en lugar de por la autoridad de la Escritura sola o incluso de la Tradición más la Escritura» .
(Cursivas mías. Citado en: https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/08/member-of-francis-inner-circle-in.html?m=1. Retomado a su vez desde el sitio Zenit, que luego eliminó –pero sin desmentirla – la increíble frase.)
Son palabras del Padre Thomas Rosica, publicadas el pasado 31 de julio, como meditación con motivo de la celebración de la fiesta de San Ignacio de Loyola, donde el autor quiere ilustrar “las cualidades ignacianas del ministerio petrino del Papa Francisco”.
Muy a propósito estas palabras, pronunciadas apenas un mes antes del dossier de Viganò, lo comentan iluminando perfectamente tanto la atmósfera doctrinal de este pontificado como las declaraciones de los otros “amigos” del círculo de los iluminados sobre el memorial del ex Nuncio. Son palabras que ciertamente no necesitan ningún comentario. Son suficientes para hacernos ver en toda su crudeza, casi momentáneamente corriendo el tenue velo de la mistificación retórica y mediática, la verdadera y siniestra naturaleza de este pontificado.
Sin embargo, incluso en un paisaje tan desolado, esperamos y creemos que el valor de un hombre y su Testimonio será un punto de inflexión que no podrá ser olvidado y que, con la ayuda de Dios, comenzará a romper este muro de corrupción y silencio.
Claudio Pierantoni
lunes, 17 de septiembre de 2018
«Bergoglio reemplaza el catolicismo con un humanismo secular» (Filósofo Marcello Pera) [Breve comentario personal]
“Bergoglio sustituye el catolicismo con un humanismo secular”, dijo el 15 de setiembre a LaFedeQuotidiana.it. el filósofo Marcello Pera, ex presidente del Senado italiano y amigo personal del ex-Benedicto XVI. Agregó que “a este paso podemos llegar a un cisma”.
Según Pera, Francisco intenta tratar las revelaciones-denuncias de Viganò como hizo con los Dubia y no responderlas. Pera llama a esto « una táctica dilatoria que, en vez de proporcionar serenidad y claridad, contribuye a generar desconcierto y confusión»
Pera comenta: « Tengo la sensación de que el Papa confía en ese ala de la prensa [oligarca] que siempre le es favorable. Él sabía que sería defendido a priori por algunos diarios [anticatólicos] importantes» .
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BREVE COMENTARIO PERSONAL
¿Quién es Marcello Pera?
Coloco a continuación el contenido de dos enlaces de Gloria TV, ambos de Julio de 2017. Sus observaciones me parecen importantes pues se trata de un filósofo ateo, que se supone que habla con total imparcialidad y analizando objetivamente los hechos. Éstos aparecen, con claridad, a sus ojos; y no son, precisamente, muy loables para con Francisco, lo cual debería de hacernos pensar un poco ... dado que la verdad es la verdad ... la diga quien la diga.
José Martí
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Filósofo italiano critica agresivamente al papa Francisco
10 de julio de 2017
El filósofo y político italiano Marcello Pera criticó hoy al papa Francisco en una entrevista con el diario Il Mattino. Pera es un ateo que escribió un libro junto con el cardenal Joseph Ratzinger.
Sobre la súplica de Francisco para una aceptación ilimitada de migrantes Pera dice: « no entiendo a este Papa; lo que está diciendo está más allá de cualquier comprensión racional» Y también: « ¿Por qué insiste en una aceptación total? El Papa hace eso porque detesta a Occidente, intenta destruirlo y hace de todo para lograr esta meta» .
Para Pera, el magisterio de Francisco « no es Evangelio, sino solamente política» .
Agrega que «Francisco está poco o nada interesado en el cristianismo como doctrina, en su aspecto teológico» . Considera las declaraciones de Francisco como « fuertemente secularistas» .
Pera dice que Francisco no está interesado en la salvación de las almas, sino en la seguridad y el bienestar social.
Pera dice que Francisco no está interesado en la salvación de las almas, sino en la seguridad y el bienestar social.
Pues « cuando vamos a los detalles, él sugiere a nuestros Estados que se suiciden, invita a Europa a no ser más ella misma, refleja todos los prejuicios sudamericanos hacia América del Norte, el mercado, la libertad y el capitalismo».
Para Pera, en el mundo católico hay en curso « un cisma oculto».
Para Pera, en el mundo católico hay en curso « un cisma oculto».
Francisco lo persigue [es decir, persigue este cisma] «con obstinación y determinación».
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El papa Francisco está “coqueteando con el mundo»
25 de julio de 2017
En una entrevista con La Fede Quotidiana publicada el 23 de julio, Marcello Pera, filósofo y ex presidente del Senado italiano, renovó sus críticas al papa Francisco:
25 de julio de 2017
En una entrevista con La Fede Quotidiana publicada el 23 de julio, Marcello Pera, filósofo y ex presidente del Senado italiano, renovó sus críticas al papa Francisco:
« Tengo muchas reservas respecto a su interpretación de la doctrina católica» .
A Pera le parece que Francisco va «contra la doctrina y tradición rectas y está coqueteando con el mundo» .
Pera cree que Francisco sigue una especie de «humanismo filantrópico»
Pera cree que Francisco sigue una especie de «humanismo filantrópico»
Y que muestra hacia la invasión islámica de Europa «una actitud de capitulación» , la misma que Pera ve también en Francisco respecto a la doctrina católica.
sábado, 15 de septiembre de 2018
¿No es esta la hora de Jesús?
Una babel como la actual en el mundo y en la Iglesia creo que no se ha visto nunca. Autoridades de la Iglesia que callan ante legisladores que legalizan aquello de lo que incluso los antiguos paganos se avergonzaban; que proponen instituir las “diaconisas”; los mejores católicos “martilleados” muy a menudo; conocidos anticlericales y sin Dios señalados como modelos… y otras cosas extravagantes.
Sacerdotes y obispos que han reducido su predicación a menos que la educación cívica; el Credo católico y la Moral sacudidos por un documento que se llama Amoris laetitia, pero que debería llamarse Amoris malitia, todo esto y más todavía deja a la gente -todavía honesta y amiga de la Verdad- sin palabras, sorprendida, alucinada.
Sabemos de reuniones de sacerdotes que compiten a ver quién dice más despropósitos. Ante todos está el vacío de las Iglesias y de los seminarios, causado por al menos tres generaciones dejadas sin catequesis verdadera, pero de esto se culpa sólo a la secularización, al descenso de los nacimientos, como si los hombres de Iglesia no tuvieran ninguna culpa, cuando desde hace más de 50 años nos han cambiado la Religión y hoy tenemos un Pastor que ya no sabemos lo que es.
Sabemos de reuniones de sacerdotes que compiten a ver quién dice más despropósitos. Ante todos está el vacío de las Iglesias y de los seminarios, causado por al menos tres generaciones dejadas sin catequesis verdadera, pero de esto se culpa sólo a la secularización, al descenso de los nacimientos, como si los hombres de Iglesia no tuvieran ninguna culpa, cuando desde hace más de 50 años nos han cambiado la Religión y hoy tenemos un Pastor que ya no sabemos lo que es.
La gente, que cree o no cree ya, dice una sola cosa: “Ya no hay nada, se ha desmoronado todo, ya no hay certezas ni puntos de referencia. Ya no hay guías, ya no hay jefes, ya no hay direcciones de marcha, en una palabra, ¡ya no hay nada!”.
Desgraciadamente es cierto, ciertísimo. ¿Recordáis, amigos, cuando a la cabeza de la Iglesia había un Papa como el Venerable Pío XII, “el Cristo” convertido verdaderamente en “romano”, y, en un perdido pueblo del Gargano, San Giovanni Rotondo, un pobre fraile de nombre padre Pío dirigía almas de humildes fieles, de intelectuales, de sacerdotes, de obispos, y daba la certeza de ver a Cristo vivo en él? Entonces no faltaban las guías, ni siquiera entre los obispos: Schuster, Siri, Dalla Costa, para quedarnos sólo en Italia.
Hoy, nada de nada. ¿A quién miramos? ¿a quién vamos? ¿quiénes estamos todavía? ¿en qué abismo debemos hundirnos todavía?
Pero una cosa es cierta: esta hora nuestra de la historia podría ser una hora maravillosa para Cristo, el Rey de los reyes, ¡el único Rey!
Desgraciadamente es cierto, ciertísimo. ¿Recordáis, amigos, cuando a la cabeza de la Iglesia había un Papa como el Venerable Pío XII, “el Cristo” convertido verdaderamente en “romano”, y, en un perdido pueblo del Gargano, San Giovanni Rotondo, un pobre fraile de nombre padre Pío dirigía almas de humildes fieles, de intelectuales, de sacerdotes, de obispos, y daba la certeza de ver a Cristo vivo en él? Entonces no faltaban las guías, ni siquiera entre los obispos: Schuster, Siri, Dalla Costa, para quedarnos sólo en Italia.
Hoy, nada de nada. ¿A quién miramos? ¿a quién vamos? ¿quiénes estamos todavía? ¿en qué abismo debemos hundirnos todavía?
Pero una cosa es cierta: esta hora nuestra de la historia podría ser una hora maravillosa para Cristo, el Rey de los reyes, ¡el único Rey!
Pero es necesario que alguien se levante – un hombre o varios hombres de Iglesia, o incluso un laico o un grupo de laicos verdaderamente católicos – no a “dialogar” con este o aquel a la búsqueda de no se sabe qué, sino con riqueza de fe y de amor en Él, sin miedo de ir contra corriente o de parecer superados; se levante, decía, a proclamar que sólo Jesucristo es el Guía y el Jefe verdadero, sólo Él es el Salvador y el único Rey de la humanidad, que sólo en Él hay salvación y que sólo en Él puede renacer la civilización verdadera, que sólo Él es la respuesta definitiva y adecuada a todo problema.
¿Quién será este Hombre de Iglesia o bien este christifidelis laicus? ¿Un papa docto y santo? O bien un Santo que en su fisonomía haga ver, como Francisco de Asís y Domingo Savio, el Rostro radiante de Jesús?
Pidámoslo a la Virgen con el Rosario, postrados por tierra, pero desde hoy, comencemos a serlo nosotros. ¡El mundo, la Iglesia, espera a Jesucristo y a un santo, un apóstol – aunque sea pequeño – que se lo anuncie y se lo haga ver! ¡Sí, esta es la hora de Jesús!
A la espera de que alguien se despierte de la borrachera de los “valores” humanos puestos en el lugar de Jesucristo, ¿qué hacer para custodiar nuestra Fe católica en su integridad?
¿Quién será este Hombre de Iglesia o bien este christifidelis laicus? ¿Un papa docto y santo? O bien un Santo que en su fisonomía haga ver, como Francisco de Asís y Domingo Savio, el Rostro radiante de Jesús?
Pidámoslo a la Virgen con el Rosario, postrados por tierra, pero desde hoy, comencemos a serlo nosotros. ¡El mundo, la Iglesia, espera a Jesucristo y a un santo, un apóstol – aunque sea pequeño – que se lo anuncie y se lo haga ver! ¡Sí, esta es la hora de Jesús!
A la espera de que alguien se despierte de la borrachera de los “valores” humanos puestos en el lugar de Jesucristo, ¿qué hacer para custodiar nuestra Fe católica en su integridad?
Una sencilla cosa, posible para todos: poner sobre la propia mesa, sobre la mesita de noche, el Evangelio de Jesús y el Catecismo de San Pío X y leerlos y meditarlos, y orar y orar más todavía, y seguirlos sólo a ellos, que resumen la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia. Basta esto para custodiar la fe, porque de otras novedades no queremos saber nada.
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)
Insurgens
(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)
jueves, 13 de septiembre de 2018
“No acabarán los abusos hasta que el Papa acabe con ‘la mafia lavanda’ en la Iglesia’’ (Teóloga Janet Smitht)
EN UN ARTÍCULO DEL SUPLEMENTO DE EL MUNDO, 'CRÓNICA', ANALIZA LA VISIÓN DE ESTA TEÓLOGA AMERICANA SOBRE LOS ESCÁNDALOS DE ABUSOS EN LA IGLESIA CATÓLICA.
Así llama la teóloga Janet Smith al ‘lobby’ filohomosexual que, según ha denunciado el nuncio Viganò en su carta-bomba contra Francisco, habría acumulado un enorme poder en la Iglesia católica. «Los homosexuales activos se protegen unos a otros para escalar en la jerarquía», sostiene ella.
Hace 17 años que Janet Smith (68 años) enseña Teología en el Seminario del Sagrado Corazón en Detroit (Michigan). Antes fue catedrática de Filosofía Clásica en las universidades de Dallas y Notre Dame. Smith conoce bien los complicados vericuetos del clero aunque la suya haya sido una vida dedicada al estudio y a la formación de jóvenes seminaristas. Hoy, dice, asiste compungida al descrédito de la Iglesia católica que pese a su labor social (ahí está Cáritas, las residencias de ancianos, las monjitas misioneras…) y evangelizadora últimamente parece ser sólo noticia por los escándalos de abuso sexuales. El último, a propósito de la dimisión del cardenal Theodore McCarrick (88 años), una de las figuras más destacadas de la Iglesia en EEUU, tras las denuncias de varios menores y algunos seminaristas. El escándalo se suma a la crisis de Chile por la que todos los obispos presentaron su renuncia al Papa.
Smith lo tiene claro: «El problema de los abusos no podrá resolverse sólo con la dimisión de algunos obispos, ni tampoco con nuevas directrices burocráticas. El problema son las redes homosexuales existentes en el clero, que tienen que ser erradicadas», explica a Crónica.
La profesora Smith, autora de varios superventas sobre sexualidad y anticonceptivos además de consejera habitual de la Santa Sede, es uno de los referentes de la carta que hace dos semanas Carlos María Viganò (77 años), arzobispo titular de Ulpiana y ex nuncio apostólico en EEUU entre 2011 y 2016, remitió a los medios en la víspera de la llegada del Papa Francisco a Dublín. El viaje a la capital irlandesa no sólo tenía una finalidad pastoral. También se esperaba que el Sumo Pontífice pidiera perdón por los abusos perpetrados por algunos miembros del clero en el país.
La misiva de Viganò (titulada Para sacar a la Iglesia de la ciénagainmensa en la que ha caído) es un desafío sin precedentes. El arzobispo denunciaba que Francisco ya había sido advertido de las actividades de McCarrick (de hecho habría levantado las sanciones que Benedicto XVI habría impuesto al cardenal) al mismo tiempo que describía una suerte de lobby gay que regiría una parte importante de la Iglesia y con el que también colaborarían los cardenales Sodano y Bertone, a quien directamente acusa de ser notoriamente favorables a la promoción de homosexuales. Tampoco ahorraba críticas al cardenal Francesco Coccopalmerio y el arzobispo Vincenzo Paglia, pertenecientes al parecer «a la corriente filohomosexual favorable a subvertir la doctrina católica respecto a la homosexualidad»; corriente que ya fue denunciada en 1986 por Ratzinger cuando era cardenal. «Estas redes, difundidas ya en muchas diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc., actúan protegidas por el secreto y la mentira con la fuerza de los tentáculos de un pulpo, triturando a las víctimas inocentes, a las vocaciones sacerdotales y estrangulando a toda la Iglesia (…) Tenemos que tener la valentía de derribar esta cultura de omertá y confesar públicamente las verdades que hemos mantenido ocultas», concluía la carta. Las palabras de Viganò fueron interpretadas como un ataque frontal al Papa Francisco por parte de los sectores tradicionalistas de la Iglesia teóricamente deseosos de acabar con el relativo aperturismo del pontífice argentino. Aunque de momento el silencio ha sido la única respuesta del Vaticano, los articulistas más cercanos al Papa se han encargado de desprestigiar al nuncio, ariete de una supuesta conspiración ultraconservadora para obligar a dimitir a Bergoglio.
Smith, sin embargo, defiende a Viganò. «No es una cuestión de apoyar una facción u otra. A mí me parece que tiene credibilidad y además ha dicho que los documentos de los que habla se pueden consultar en Filadelfia, en Washington DC y en Roma. Así que no hay por qué dudar de sus palabras. Basta ir a los archivos. Las críticas son irrelevantes. Lo importante es que se sepa la verdad. Destruir al mensajero no va ayudar a la Iglesia».
Smith dice no saber de las andanzas de McCarrick. «Personalmente, nunca escuché nada aunque tengo entendido que eran la comidilla. Ahora es cuando estoy empezando a recibir denuncias respecto a este tipo de comportamientos. Me han contado estudiantes como un cura les amenazó con destruirles si revelaban sus prácticas homosexuales. O por simplemente negarse a pasar el fin de semana con el sacerdote de marras. Así es imposible que los chicos lleguen a admirar a la persona que debe convertirse en un mentor, en su persona de confianza. En cualquier caso, éste no es un tema que afecte únicamente a la Iglesia. El otro día recibí la carta de un chico que me comentaba que su entrenador de baseball le había violado 700 veces».
Según cuenta Viganò, era un secreto a voces que el cardenal McCarrick compartía lecho con los seminaristas y que en cierta ocasión se llevó a cinco jóvenes a pasar un fin de semana a su casa de la playa. «La Iglesia tiene un problema. Hay muchos homosexuales activos que no están respetando el voto de castidad. Están los que son pederastas, que son una minoría. Pero por otro lado están otros que tienen relaciones consentidas con jóvenes seminaristas. (Un estudio 1950-2002. The nature and scope of sexual abuse of minors by catholic priests and deacons in USA sostiene que el porcentaje de abusos homosexuales en la Iglesia asciende al 80% del total. O incluso están los que tienen una pareja estable (ya sea hombre o mujer). Y esto es un problema porque evidencia que no creen en las enseñanzas de la Iglesia. Llevan sus vidas como si fueran libres. Por supuesto que también hay homosexuales que se mantienen castos. ¡Y merecen una medalla!».
¿Pero no sería mejor, como apuntan algunas voces, acabar con el voto de castidad? «Cuando un chico ingresa en un seminario tiene muchos años por delante para pensar lo que conllevan los votos. De todas formas, le garantizo que estos curas homosexuales no iban a casarse con una mujer». Los datos parecen darle la razón. La Iglesia protestante tampoco está exenta de casos de abusos. Smith denomina Mafia Lavanda (a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa) al supuesto lobby gay que se habría hecho fuerte en la Iglesia. «Es un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Este tipo de gente son Harvey Weinsteins [homosexuales] con sotana. Muchos de ellos se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos». Viganò insiste en que el comportamiento de McCarrick no era precisamente velado. La teóloga es tajante: «Cuando llegaba una denuncia, respondían diciendo que McCarrick era muy bueno recaudando fondos para la Iglesia. ¿Y eso qué les importa a las víctimas?»
La teóloga prefiere no especificar pero denuncia que en algunas diócesis el porcentaje de religiosos homosexuales asciende al 50% de sus miembros. «Por eso algunos temen actuar. Les da miedo exigirles que respeten sus votos y quedarse sin curas. Pero la Iglesia y sus feligreses tienen derecho a que los sacerdotes crean en sus propias enseñanzas».
La homosexualidad en cualquier caso nunca ha sido ajena a la Iglesia católica. Por ejemplo Julio II (1503-1510) y León X (1510-1521) fueron retratados por sus contemporáneos como notorios «sodomitas». Además Francisco ha tenido declaraciones contradictorias al respecto. Desde el «Dios te hizo así», con el que a finales de abril consoló a un joven gay chileno víctima de los abusos, a aconsejar a los padres de niños con tendencias homosexuales que manden a sus hijos al psiquiatra para que, según matizó después el Vaticano, aprendan a aceptarlo. En cualquier caso, como Benedicto XVI, Bergoglio también ha desaconsejado el ingreso de gays en los seminarios. Smith prefiere no pronunciarse respecto a la actitud de Francisco. «Lo único que me parece es que debería hacer gala de esa transparencia de la que habló en la carta que escribió recientemente a los obispos de EEUU. De momento, su silencio respecto a las acusaciones de Viganò parece contradictorio. La verdad es que me gustaría ser optimista. Desde que se desvelaron los primeros casos de abusos en Boston, hay un evidente cambio de actitud en gran parte de los jóvenes que ingresan en los seminarios. Son más comprometidos y decididos a respetar los votos».
La semana pasada, Alfa y Omega, periódico editado por el Arzobispado de Madrid, despachaba la carta de Viganò como una «jugarreta que los críticos internos» tenían preparada al Papa. «La respuesta frente a esta pequeña pero influyente minoría, ahora hipócritamente reagrupada bajo la bandera de los abusos, no debe ser entrar en polémicas cainitas. Más eficaz es continuar en la línea de las reformas para seguir mejorando la formación afectivo sexual en los seminarios y fomentando una mayor presencia en los órganos de decisión de la Iglesia de los laicos (en particular, de mujeres)».
Una línea similar a la que propone Smith. «Hay que abrir a los laicos los archivos de los que habla Viganò y llegar al fondo de la cuestión. Y no sólo para condenar a los culpables sino también para despejar cualquier duda sobre los que sean inocentes. Hay que hacer todo lo posible para que los feligreses vuelvan a confiar en la Iglesia y sepan que si su hijo quiere ser monaguillo o se decide a tomar los hábitos estén seguros de que no sufrirán acoso alguno. Por eso es tan importante que se llegue hasta al final. Es una pena que pese a todo lo que hace la Iglesia sólo se hable de abusos sexuales. Lo de menos es perder sacerdotes. Ya sea porque pertenezcan a la Mafia Lavanda, porque abusen de sustancias tóxicas o porque sean unos narcisistas ambiciosos. Lo importante es que los católicos puedan volver a confiar en la Iglesia».
A muchos el discurso de la profesora Smith les parecerá homófobo. «Ése también es un riesgo», concluye la teóloga.
Hace 17 años que Janet Smith (68 años) enseña Teología en el Seminario del Sagrado Corazón en Detroit (Michigan). Antes fue catedrática de Filosofía Clásica en las universidades de Dallas y Notre Dame. Smith conoce bien los complicados vericuetos del clero aunque la suya haya sido una vida dedicada al estudio y a la formación de jóvenes seminaristas. Hoy, dice, asiste compungida al descrédito de la Iglesia católica que pese a su labor social (ahí está Cáritas, las residencias de ancianos, las monjitas misioneras…) y evangelizadora últimamente parece ser sólo noticia por los escándalos de abuso sexuales. El último, a propósito de la dimisión del cardenal Theodore McCarrick (88 años), una de las figuras más destacadas de la Iglesia en EEUU, tras las denuncias de varios menores y algunos seminaristas. El escándalo se suma a la crisis de Chile por la que todos los obispos presentaron su renuncia al Papa.
Smith lo tiene claro: «El problema de los abusos no podrá resolverse sólo con la dimisión de algunos obispos, ni tampoco con nuevas directrices burocráticas. El problema son las redes homosexuales existentes en el clero, que tienen que ser erradicadas», explica a Crónica.
La profesora Smith, autora de varios superventas sobre sexualidad y anticonceptivos además de consejera habitual de la Santa Sede, es uno de los referentes de la carta que hace dos semanas Carlos María Viganò (77 años), arzobispo titular de Ulpiana y ex nuncio apostólico en EEUU entre 2011 y 2016, remitió a los medios en la víspera de la llegada del Papa Francisco a Dublín. El viaje a la capital irlandesa no sólo tenía una finalidad pastoral. También se esperaba que el Sumo Pontífice pidiera perdón por los abusos perpetrados por algunos miembros del clero en el país.
La misiva de Viganò (titulada Para sacar a la Iglesia de la ciénagainmensa en la que ha caído) es un desafío sin precedentes. El arzobispo denunciaba que Francisco ya había sido advertido de las actividades de McCarrick (de hecho habría levantado las sanciones que Benedicto XVI habría impuesto al cardenal) al mismo tiempo que describía una suerte de lobby gay que regiría una parte importante de la Iglesia y con el que también colaborarían los cardenales Sodano y Bertone, a quien directamente acusa de ser notoriamente favorables a la promoción de homosexuales. Tampoco ahorraba críticas al cardenal Francesco Coccopalmerio y el arzobispo Vincenzo Paglia, pertenecientes al parecer «a la corriente filohomosexual favorable a subvertir la doctrina católica respecto a la homosexualidad»; corriente que ya fue denunciada en 1986 por Ratzinger cuando era cardenal. «Estas redes, difundidas ya en muchas diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc., actúan protegidas por el secreto y la mentira con la fuerza de los tentáculos de un pulpo, triturando a las víctimas inocentes, a las vocaciones sacerdotales y estrangulando a toda la Iglesia (…) Tenemos que tener la valentía de derribar esta cultura de omertá y confesar públicamente las verdades que hemos mantenido ocultas», concluía la carta. Las palabras de Viganò fueron interpretadas como un ataque frontal al Papa Francisco por parte de los sectores tradicionalistas de la Iglesia teóricamente deseosos de acabar con el relativo aperturismo del pontífice argentino. Aunque de momento el silencio ha sido la única respuesta del Vaticano, los articulistas más cercanos al Papa se han encargado de desprestigiar al nuncio, ariete de una supuesta conspiración ultraconservadora para obligar a dimitir a Bergoglio.
Smith, sin embargo, defiende a Viganò. «No es una cuestión de apoyar una facción u otra. A mí me parece que tiene credibilidad y además ha dicho que los documentos de los que habla se pueden consultar en Filadelfia, en Washington DC y en Roma. Así que no hay por qué dudar de sus palabras. Basta ir a los archivos. Las críticas son irrelevantes. Lo importante es que se sepa la verdad. Destruir al mensajero no va ayudar a la Iglesia».
Smith dice no saber de las andanzas de McCarrick. «Personalmente, nunca escuché nada aunque tengo entendido que eran la comidilla. Ahora es cuando estoy empezando a recibir denuncias respecto a este tipo de comportamientos. Me han contado estudiantes como un cura les amenazó con destruirles si revelaban sus prácticas homosexuales. O por simplemente negarse a pasar el fin de semana con el sacerdote de marras. Así es imposible que los chicos lleguen a admirar a la persona que debe convertirse en un mentor, en su persona de confianza. En cualquier caso, éste no es un tema que afecte únicamente a la Iglesia. El otro día recibí la carta de un chico que me comentaba que su entrenador de baseball le había violado 700 veces».
Según cuenta Viganò, era un secreto a voces que el cardenal McCarrick compartía lecho con los seminaristas y que en cierta ocasión se llevó a cinco jóvenes a pasar un fin de semana a su casa de la playa. «La Iglesia tiene un problema. Hay muchos homosexuales activos que no están respetando el voto de castidad. Están los que son pederastas, que son una minoría. Pero por otro lado están otros que tienen relaciones consentidas con jóvenes seminaristas. (Un estudio 1950-2002. The nature and scope of sexual abuse of minors by catholic priests and deacons in USA sostiene que el porcentaje de abusos homosexuales en la Iglesia asciende al 80% del total. O incluso están los que tienen una pareja estable (ya sea hombre o mujer). Y esto es un problema porque evidencia que no creen en las enseñanzas de la Iglesia. Llevan sus vidas como si fueran libres. Por supuesto que también hay homosexuales que se mantienen castos. ¡Y merecen una medalla!».
¿Pero no sería mejor, como apuntan algunas voces, acabar con el voto de castidad? «Cuando un chico ingresa en un seminario tiene muchos años por delante para pensar lo que conllevan los votos. De todas formas, le garantizo que estos curas homosexuales no iban a casarse con una mujer». Los datos parecen darle la razón. La Iglesia protestante tampoco está exenta de casos de abusos. Smith denomina Mafia Lavanda (a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa) al supuesto lobby gay que se habría hecho fuerte en la Iglesia. «Es un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Este tipo de gente son Harvey Weinsteins [homosexuales] con sotana. Muchos de ellos se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos». Viganò insiste en que el comportamiento de McCarrick no era precisamente velado. La teóloga es tajante: «Cuando llegaba una denuncia, respondían diciendo que McCarrick era muy bueno recaudando fondos para la Iglesia. ¿Y eso qué les importa a las víctimas?»
La teóloga prefiere no especificar pero denuncia que en algunas diócesis el porcentaje de religiosos homosexuales asciende al 50% de sus miembros. «Por eso algunos temen actuar. Les da miedo exigirles que respeten sus votos y quedarse sin curas. Pero la Iglesia y sus feligreses tienen derecho a que los sacerdotes crean en sus propias enseñanzas».
La homosexualidad en cualquier caso nunca ha sido ajena a la Iglesia católica. Por ejemplo Julio II (1503-1510) y León X (1510-1521) fueron retratados por sus contemporáneos como notorios «sodomitas». Además Francisco ha tenido declaraciones contradictorias al respecto. Desde el «Dios te hizo así», con el que a finales de abril consoló a un joven gay chileno víctima de los abusos, a aconsejar a los padres de niños con tendencias homosexuales que manden a sus hijos al psiquiatra para que, según matizó después el Vaticano, aprendan a aceptarlo. En cualquier caso, como Benedicto XVI, Bergoglio también ha desaconsejado el ingreso de gays en los seminarios. Smith prefiere no pronunciarse respecto a la actitud de Francisco. «Lo único que me parece es que debería hacer gala de esa transparencia de la que habló en la carta que escribió recientemente a los obispos de EEUU. De momento, su silencio respecto a las acusaciones de Viganò parece contradictorio. La verdad es que me gustaría ser optimista. Desde que se desvelaron los primeros casos de abusos en Boston, hay un evidente cambio de actitud en gran parte de los jóvenes que ingresan en los seminarios. Son más comprometidos y decididos a respetar los votos».
La semana pasada, Alfa y Omega, periódico editado por el Arzobispado de Madrid, despachaba la carta de Viganò como una «jugarreta que los críticos internos» tenían preparada al Papa. «La respuesta frente a esta pequeña pero influyente minoría, ahora hipócritamente reagrupada bajo la bandera de los abusos, no debe ser entrar en polémicas cainitas. Más eficaz es continuar en la línea de las reformas para seguir mejorando la formación afectivo sexual en los seminarios y fomentando una mayor presencia en los órganos de decisión de la Iglesia de los laicos (en particular, de mujeres)».
Una línea similar a la que propone Smith. «Hay que abrir a los laicos los archivos de los que habla Viganò y llegar al fondo de la cuestión. Y no sólo para condenar a los culpables sino también para despejar cualquier duda sobre los que sean inocentes. Hay que hacer todo lo posible para que los feligreses vuelvan a confiar en la Iglesia y sepan que si su hijo quiere ser monaguillo o se decide a tomar los hábitos estén seguros de que no sufrirán acoso alguno. Por eso es tan importante que se llegue hasta al final. Es una pena que pese a todo lo que hace la Iglesia sólo se hable de abusos sexuales. Lo de menos es perder sacerdotes. Ya sea porque pertenezcan a la Mafia Lavanda, porque abusen de sustancias tóxicas o porque sean unos narcisistas ambiciosos. Lo importante es que los católicos puedan volver a confiar en la Iglesia».
A muchos el discurso de la profesora Smith les parecerá homófobo. «Ése también es un riesgo», concluye la teóloga.
lunes, 3 de septiembre de 2018
Si el papa Francisco encubrió los abusos de McCarrick, ni es 'santo' ni es 'padre' (Peter Kwasniewski)
ADELANTE LA FE
¿Nos vamos a sorprender del detallado testimonio del arzobispo Carlo Maria Viganò sobre el encubrimiento del ex cardenal McCarrick por parte del papa Francisco?
Hacía años que se veía venir que nos las veríamos con una falsedad y una depravación de este calibre. Desde el primer momento de su pontificado, Francisco ha manifestado desprecio por las tradiciones papales, demostrando con ello su falta de respeto por los deberes y limitaciones de cargo. Sus celebraciones minimalistas y deslucidas de la Misa daban a entender que, para él, la liturgia no era «fuente y culmen de la vida cristiana».
Sus insufribles homilías, en muchos casos sospechosas de herejía, revelaban una mentalidad nada católica. Sus torpes respuestas en las entrevistas a la prensa y en los aviones sembraban confusión sobre doctrinas cristianas fundamentales. Lo de «¿quién soy yo para juzgar?» apareció en todos los diarios y terminó en millares de mensajes de internet que ofrecían un mensaje de liberación de los mandamientos de Dios.
El dulce nombre de la misericordia fue usurpado con vistas a un plan de secularización. Fariseo se convirtió en la palabra predilecta para burlarse de todo el que aún creyera en la Biblia o en una versión identificable del cristianismo.
Los sínodos sobre la familia con su consecuencia —Amoris laetitia–, amañados por el Papa –autoritariamente aclarados por las pautas de la arquidiócesis bonaerense– otorgaron honores pontificios a la normalización de las relaciones adúlteras. Se introdujeron modificaciones en los procesos de anulación para acelerar la concesión del divorcio católico. Reorganizaciones internas e iniciativas vaticanas aguaron el mensaje provida y enturbiaron las aguas de la Humanae vitae en el año preciso de su cincuentenario. Conocidos anticatólicos fueron invitados al Vaticano, donde se les concedió tribuna y se les aplaudió.
En cuanto alguien se acercó más de la cuenta a la miserable verdad sobre la corrupción financiera en el Vaticano, el papa -supuestamente reformista- aseguró que se había eliminado el peligro, ya fuera el miembro del Consejo de Cardenales, falsamente incriminado, o los auditores profesionales externos sumariamente despedidos.
Las condenas del Papa a la homosexualidad nunca pasaron de ambiguas; la doctrina tradicional parecía ir camino del basurero, como la pena de muerte (si no te gusta lo que enseña la Tradición de la Iglesia, no tienes más que cambiar el Catecismo, diciendo las palabras mágicas «abracadabra, que se desarrolle la doctrina»).
Como se ha visto en el caso de Chile, el manejo de la crisis internacional de los abusos sexuales reveló en el mejor de los casos lo poco empeñadosdos que estaban en que se hiciera justicia, y en el peor, una tendencia hacia la complicidad.
Y ahora nos llega esta noticia, que con toda lógica ha repercutido en todo el mundo como una sacudida sísmica, el estupor colectivo ante el alcance de la impiedad en las altas esferas.
No es sólo que no haya justicia en la Casa Santa Marta; allí reside lo que parece ser una resolución calculada y premeditada de apoyar, promover y exaltar la injusticia. Es algo más que tendencia a la complicidad; en los más altos niveles vaticanos el mal se fabrica en serie, con una eficiencia que maravillaría a Henry Ford.
El curso inexorable de los acontecimientos desenmascara cada vez más a Francisco como cómplice de la mafia rosa, las garras de cuya afeminada burocracia están estrangulando a la Iglesia militante. Con Bergoglio el Vaticano se ha convertido en una cloaca en la que se han mezclado y concentrado la actitud acomodaticia al mundo instaurada por el Concilio Vaticano II y las peores ideas y conductas de la rebelión postconciliar.
El pasado 15 de agosto publiqué un artículo en OnePeterFive en el que afirmaba lo siguiente: «Que personas bien intencionadas afirmen que Bergoglio debe nombrar una comisión investigadora que corrija la situación [en EE.UU.] es de locos. Sería como elegir a Himmler para que presidiese los juicios de Nuremberg». A algunos les pareció una afirmación muy atrevida. ¿Cómo podía decir algo así del Santo Padre?
Hoy, a la luz de las revelaciones de Viganò y de muchas otras pruebas, corroboro lo dicho, y lo que dicen miles de afirmaciones similares.
Ni da la menor señal de ser santo, ni se comporta como padre.
- Un santo padre no trataría a los católicos como los trata Francisco.
- Un santo padre no descarría a sus hijos hacia el pecado, en lo relativo a los misterios de la sexualidad, el matrimonio y el Santísimo Sacramento.
- Un santo padre no tiraniza a hijos suyos que han encontrado inspiración espiritual en la recuperación de las tradiciones de la familia, mientras promueve a hijos que se rebelan contra ella, o incluso a extraños a los que ésta les tiene sin cuidado.
- Un santo padre no consiente por un momento que el hijo mayor maltrate al menor, sino que lo despoja de todas sus dignidades y lo expulsa.
Sólo Dios sabe que pasará en las circunvoluciones de su cerebro. Lo que sí sabemos es que el Señor ha permitido esta época de tribulación para poner a prueba y fortalecer la fe de sus siervos a fin de ver si, pase lo que pase, seremos fieles a su revelación, sus mandamientos, la Tradición que nos ha confiado y su justicia.
La Divina Providencia ha probado la fidelidad cristiana en numerosas ocasiones a lo largo de la historia de la Iglesia, ya fuera mediante terribles torturas y dolorosos exilios en persecuciones romanas y paganas, con graves inmoralidades y corrupción en el clero, caos doctrinal y transigencias, o simplemente por medio de grandes adversidades en guerras, hambres, epidemias y catástrofes que nunca faltarán en nuestro mundo caído.
«Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, una vez probado, recibirá la corona de vida que el Señor tiene prometida a los que le aman» (Stg 1,12)
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe. Artículo original)
jueves, 23 de agosto de 2018
Enseñanzas que podemos extraer de la Historia de la Iglesia: breve repaso a los yerros de los papas (Peter Kwasniewski)
(ONE PETER FIVE 6 de agosto. Publicado por primera vez en Octubre de 2015.
Autor Peter Kwasniewski. Al ser un artículo muy largo, sólo indico aquí las conclusiones).
La Fe católica ha sido revelada por Dios, y ningún hombre la puede alterar: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y por los siglos» (Heb. 13,8). El Papa y los obispos son los honrables servidores de dicha Revelación, y tienen el deber de transmitirla fielmente, sin alteración ni modificación, a lo largo de las generaciones.
San Vicente de Lerins lo explicó maravillosamente: puede haber desarrollo en el modo de entenderla y exponerla, pero nunca contradicción ni evolución.
Las verdades de la Fe, contenidas en las Escrituras y la Tradición, han sido definidas, interpretadas y defendidas con autoridad en las actas estrechamente definidas de los pontífices y los concilios a lo largo de los siglos. En este sentido, sería bastante apropiado decir: «Búscalo en el Denzinger; ahí está la doctrina de la Fe».
El catolicismo es, siempre ha sido y siempre será estable, perenne, objetivamente cognoscible, un firme peñón de certidumbre en un mar de caos, a pesar de los esfuerzos de Satanás y sus secuaces para trastornarlo.
El catolicismo es, siempre ha sido y siempre será estable, perenne, objetivamente cognoscible, un firme peñón de certidumbre en un mar de caos, a pesar de los esfuerzos de Satanás y sus secuaces para trastornarlo.
La crisis que atravesamos es en gran medida fruto de la amnesia colectiva de haber olvidado quiénes somos y qué creemos, junto con una nerviosa tendencia al culto a la personalidad, a querer buscar por todas partes al gran héroe que nos salvará.
Pero nuestro Jefe supremo, nuestro Rey de reyes y Señor de señores, es Jesucristo.
Seguimos y obedecemos al Papa y a los obispos en la medida en que nos transmiten la doctrina pura y saludable de Nuestro Señor y nos guían para seguir la vía de santidad que Él nos ha señalado, no cuando nos ofrecen agua contaminada o nos arrastran al fango.
Así como Nuestro Señor fue en todo un hombre como nosotros menos en el pecado, los seguimos a ellos en todo menos en el pecado; sea pecado de herejía, cisma, inmoralidad sexual o sacrilegio. Los fieles tenemos el deber de formarnos la mente y la conciencia para que sepamos a quién seguir y cuándo. No somos autómatas ni marionetas.
Los papas tampoco; son hombres de carne y hueso, dotados de intelecto, libre albedrío, memoria, imaginación, opiniones, aspiraciones y ambiciones. Pueden cooperar mejor o peor con la gracia y desempeñar mejor o peor las obligaciones de su supremo cargo.
Los papas tampoco; son hombres de carne y hueso, dotados de intelecto, libre albedrío, memoria, imaginación, opiniones, aspiraciones y ambiciones. Pueden cooperar mejor o peor con la gracia y desempeñar mejor o peor las obligaciones de su supremo cargo.
Es incuestionable que el Sumo Pontífice tiene una autoridad singular y exclusiva en la Tierra como Vicario de Cristo. De ahí se desprende que tenga el deber moral de hacer uso virtuoso de ella por el bien común de la Iglesia. Y que puede desde luego pecar abusando de su autoridad o no ejerciéndola cuando debe o como debe.
La infalibilidad bien entendida es el don que recibe del Espíritu Santo. El ejercicio correcto y responsable de su cargo no está garantizado ni mucho menos por el Espíritu Santo. En este sentido el Papa tiene que rezar y trabajar, trabajar y rezar, como todos nosotros. Los pontífices pueden lo mismo hacerse merecedores de canonización que de abominación. Al final de su peregrinación en la Tierra todo sucesor de San Pedro se ha ganado la salvación o la condenación eternas.
Y del mismo modo, todos los cristianos se santificarán siguiendo las enseñanzas auténticas de la Iglesia y repudiando todo error y vicio, o se harán acreedores a la condenación por haber seguido doctrinas falsas y abrazado el error y el mal.
Ya veo a algunos de mis lectores objetando: «Si el Papa puede descarriarse y dejar de enseñar la fe ortodoxa, ¿de qué sirve tener un papa? ¿Acaso la razón de ser del Vicario de Cristo no es que podamos tener la certeza de la verdad de la Fe?»
La respuesta a esta pregunta es que la Fe católica es anterior a los papas, aunque éstos ocupen un lugar importante en lo que se refiere a la defensa y formulación de ella. Los fieles pueden conocer la Fe con certeza por innumerables medios, entre los cuales podríamos incluir también cinco siglos de catecismos tradicionales de todo el mundo cuyas enseñanzas concuerdan. El Papa no puede decir, parafraseando a Luis XIV, «la Fe soy yo».
Fijémonos por un momento en las cifras. El presente artículo enumera once pontífices inmorales y diez que, en mayor o menor medida, incurrieron en herejía. En total ha habido 266 papas. Si hacemos cuentas, tenemos un 4,14% de sucesores de San Pedro que se hicieron dignos de oprobio por su conducta moral y 3,76% que se lo merecen por haber jugueteado con el error. Por otro lado, unos 90 pontífices preconciliares son venerados como santos o beatos, lo cual supone el 33,83%. Podríamos debatir sobre cifras (¿me habré pasado de tolerante o de severo en las listas?), pero habría que estar ciego para no ver en estos números la mano palpable de la Divina Providencia.
Ya veo a algunos de mis lectores objetando: «Si el Papa puede descarriarse y dejar de enseñar la fe ortodoxa, ¿de qué sirve tener un papa? ¿Acaso la razón de ser del Vicario de Cristo no es que podamos tener la certeza de la verdad de la Fe?»
La respuesta a esta pregunta es que la Fe católica es anterior a los papas, aunque éstos ocupen un lugar importante en lo que se refiere a la defensa y formulación de ella. Los fieles pueden conocer la Fe con certeza por innumerables medios, entre los cuales podríamos incluir también cinco siglos de catecismos tradicionales de todo el mundo cuyas enseñanzas concuerdan. El Papa no puede decir, parafraseando a Luis XIV, «la Fe soy yo».
Fijémonos por un momento en las cifras. El presente artículo enumera once pontífices inmorales y diez que, en mayor o menor medida, incurrieron en herejía. En total ha habido 266 papas. Si hacemos cuentas, tenemos un 4,14% de sucesores de San Pedro que se hicieron dignos de oprobio por su conducta moral y 3,76% que se lo merecen por haber jugueteado con el error. Por otro lado, unos 90 pontífices preconciliares son venerados como santos o beatos, lo cual supone el 33,83%. Podríamos debatir sobre cifras (¿me habré pasado de tolerante o de severo en las listas?), pero habría que estar ciego para no ver en estos números la mano palpable de la Divina Providencia.
Una monarquía constituida por 266 reyes que ha durado 2000 años y puede jactarse de semejantes proporciones de logros y fracasos no es una obra humana que se mantenga por su propio esfuerzo.
De estas cifras se desprenden dos enseñanzas:
De estas cifras se desprenden dos enseñanzas:
En primer lugar, nos maravillamos del evidente milagro que constituye el Papado y sentimos gratitud. Aprendemos que debemos confiar en la Divina Providencia, que guía a la Santa Iglesia de Dios en las tempestades de los siglos haciendo que dure más que los relativamente pocos papas malos que hemos tenido que soportar, bien a modo de prueba, bien en castigo por nuestros pecados.
En segundo lugar, aprendemos a discernir y ser realistas. Por una parte, el Señor ha conducido a la gran mayoría de sus vicarios por el camino de la verdad para que podamos conocer que nuestra confianza está segura en la nave de San Pedro, con él al timón. Pero el Señor también ha permitido que una pequeña cantidad de sus vicarios vacile o falle para que comprendamos que no son justos de un modo automático, ni gobiernan con una sabiduría innata y sin esfuerzo ni son portavoces directos de Dios a la hora de enseñar.
Los pontífices deben decidir por voluntad propia cooperar con la gracia que reciben para ejercer el cargo, y también se pueden descarrilar. Pueden pastorear bien o mal la grey, y de vez en cuando hasta pueden convertirse en lobos. Es raro que suceda, pero sucede porque Dios lo permite en su voluntad, precisamente para que no abdiquemos de la razón, dejando la fe en manos de otros y avancemos sonámbulos hacia el desastre.
La historia de los papas es un testimonio notable de que un poder espiritual casi milagroso mantiene a raya las fuerzas de las tinieblas para que no prevalezcan las puertas del Infierno. Pero en esa historia hay los borrones precisos para que seamos cautos y estemos alerta. El consejo de ser sobrios y velar no sólo se aplica a la relación con el mundo que nos rodea, sino también a nuestra vida en la Iglesia, porque «nuestro adversario el Diablo ronda como león rugiente buscando a quién devorar» (1 Pe. 5,8), desde el último de los feligreses al primero de la jerarquía.
Nuestro maestro, nuestro modelo, nuestra doctrina, nuestra forma de vida… todo esto se nos da gloriosamente manifestado en el Verbo Encarnado, escrito en las tablas de piedra de nuestro corazón. No nos lo esperamos del Papa, como si no existieran ya en su forma acabada. La misión del Papa es ayudarnos a creer y a hacer lo que el Señor nos llama a cada uno a creer y hacer.
Nuestro maestro, nuestro modelo, nuestra doctrina, nuestra forma de vida… todo esto se nos da gloriosamente manifestado en el Verbo Encarnado, escrito en las tablas de piedra de nuestro corazón. No nos lo esperamos del Papa, como si no existieran ya en su forma acabada. La misión del Papa es ayudarnos a creer y a hacer lo que el Señor nos llama a cada uno a creer y hacer.
Y si algún ser humano en la Tierra se interpone –así sea el propio Pontífice– debemos resistirle y hacer lo que sabemos que se debe.
Dice san Roberto Belarmino: «Del mismo modo que es lícito hacer frente al pontífice que agrede el cuerpo, también lo es resistir al que agrede las almas o altera el orden civil y, sobre todo, al que intenta destruir a la Iglesia. Sostengo que es lícito resistirle desobedeciendo sus órdenes y evitando que se haga su voluntad; ahora bien, no es lícito juzgarlo, castigarlo ni deponerlo, ya que estas acciones corresponden a un superior» (De Romano Pontifice, II.29, citado en Christopher Ferrara y Thomas Woods, The Great Façade, 2ª ed. [Kettering, Ohio: Angelico Press, 2015], 187).
El gran Prosper Guéranguer escribió:
Cuando el pastor se muda en lobo, toca desde luego al rebaño el defenderse. Por regla, la doctrina desciende de los obispos al pueblo fiel y los súbditos no deben juzgar a sus jefes en la fe.
Mas hay en el tesoro de la revelación ciertos puntos esenciales de los que todo cristiano, por el hecho mismo de llevar tal título, tiene el conocimiento necesario y la obligación de guardarlos.
El principio no cambia, ya se trate de ciencia o de conducta, de moral o de dogma (…) Los verdaderos fieles son aquellos hombres que, en tales ocasiones, sacan de su solo bautismo la inspiración de una línea de conducta; no los pusilánimes que bajo pretexto engañoso de sumisión a los poderes establecidos esperan para correr contra el enemigo u oponerse a sus proyectos un programa que no es necesario y no se les debe dar].
Peter Kwasniewski
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