Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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viernes, 24 de julio de 2020
Bugnini y la refoma litúrgica. No quito ni pongo Rey (Luis Fernando Pérez)
domingo, 5 de julio de 2020
El P. Santiago Martín y el cisma “inevitable” (Luis Fernando Pérez Bustamante)
En este vídeo hace un análisis de lo ocurrido en los últimos meses en torno al CVII. Se refiere sobre todo a la postura de Mons. Viganò, pero se puede decir lo mismo de la de Mons. Athanasius Schneider y los obispos -todos ya retirados- que están apoyando sus tesis sobre el último concilio.
En los primeros minutos del vídeo, el P. Martín incurre en todos los típicos tópicos sobre el CVII mantenidos por el sector conservador de la iglesia post-conciliar. No se deja ni uno. Pero no es eso lo que me interesa. Sí me interesa su tesis de que solo un milagro puede evitar un cisma dentro del sector conservador.
Primero establece lo que para él son los sectores en los que se “dividió” la Iglesia tras el CVII:
– Los que rechazaron el concilio, con Lefebvre como figura destacada. Acaba en cisma, dice, pero no añade que la razón del mismo no fue técnicamente doctrinal, sino “jurisdiccional”. Es decir, se ordenaron obispos contra la voluntad expresa del Papa lo que provocó la excomunión de los ordenantes y los ordenados. Esas excomuniones fueron levantadas por BXVI.
– Los que sí aceptaban el concilio. Que a su vez se dividían en dos:
1) Los que lo aceptaban -y aceptan- si se interpretaba en continuidad con la Tradición.
2) Los que decían -y dicen- que se debía interpretar conforme al “espíritu del concilio”.
Bien, precisamente esa división establecida por el P. Santiago Martín tiene la virtud de poner en el mismo bando a los que aceptan el CVII -conservadores o revolucionarios-, en oposición a los que sostienen que es una ruptura con la Tradición. Señores, ese es el verdadero “cisma”.
El P. Martín comete luego el error de hablar de una división dentro del bando conservador que va a llevar a una ruptura -cisma- que solo puede evitar un milagro.
No, mire, no es una división ENTRE conservadores, sino entre tradicionalistas y conservadores. Lo único que hoy ocurre es que algunos que eran conservadores -no pocos y cada vez más, pero todavía muy minoritarios- se han pasado al tradicionalismo, que por otra parte no está ocupado solo por el lefebvrismo.
Viganó, Schneider y los cinco obispos que se sitúan en su postura (todavía no sé sus nombres) no pueden ser considerados conservadores. No lo son. Son tradicionalistas. No cismáticos -no han ordenado obispos contra la voluntad del Papa-, pero doctrinalmente sostienen exactamente lo mismo que sostenía la Iglesia antes del CVII, rechazando las novedades conciliares que los propios papas post-conciliares han reconocido. Y es aquí donde les vuelvo a recordar a ustedes que ha sido Benedicto XVI, -no solo Lefebvre, no solo Viganò, no solo Schneider-, quien ha reconocido que el CVII asume el concepto de libertad religiosa y de los derechos humanos de la Ilustración -o sea, de la masonería- y el estado moderno.
En otras palabras, según BXVI el CVII asume algo que la Iglesia había condenado de forma unánime y continua desde 1789 hasta el propio concilio. Pretender que puede haber una continuidad entre la condena de una doctrina y su asunción es cargarse el principio de no contradicción. Y, en mi opinión, es una falta de honestidad que encima abre las ventanas a la apostasía generalizada -el famoso humo de Satanás- ya que si eso lo hacen con una doctrina que afecta al dogma sobre el Reinado Social de Cristo, lo pueden hacer con cualquier doctrina que afecte a cualquier dogma de la Iglesia. Que es exactamente lo que está ocurriendo hoy, con Roma al frente de la Revolución.
Así que, efectivamente, la ruptura parece inevitable. Pero no entre liberal conservadores (BXVI) y liberal revolucionarios (Francisco), sino entre los que defienden la fe católica tal y como era antes del CVII y aquello en que la han querido convertir después.
Luis Fernando Pérez Bustamante
martes, 24 de julio de 2018
Opinión de Luis Fernando sobre la elección de Pablo Casado como presidente del PP [comentario personal ... con añadiduras]
Hay un solo PP, hay un solo sistema, democracia liberal, en el que todos los partidos con representación parlamentaria tienen su papel muy asumido ... Un papel complementario.
Con Casado vuelve la operación ... "votadnos, católicos practicantes, que somos el mal menor"... Y la masa borreguil les votará. Llevan 40 años así -antes como AP- no tienen por qué cambiar. VOX se queda sin clientela.
Casado es solo un auto ajuste del sistema. La serpiente que se cambia la piel, pero sigue siendo serpiente.
Y, por supuesto, eso a lo que llaman "sociedad civil" (HO, Foro de la Familia, etc) está entusiasmada con el nuevo amo del liberalismo conservador.
[Nota: He usado, en esta entrada, la respuesta que le he dado a Luis Fernando, en Facebook, como ocasión para hacer una comparación entre un antes y un después del Concilio Vaticano II, aun cuando me haya desviado del tema inicial que hacía referencia tan solo a Pablo Casado como nuevo Presidente del PP. Al mismo tiempo he retocado un poco mi respuesta, sin variar el contenido de la contestación, para dar una mayor cohesión a este escrito].