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viernes, 21 de abril de 2017

SI EL EVANGELIO NO FUERA CIERTO, NO SERÍA DEFENDIDO CON SANGRE (Eulogio López)


Duración 1:31 minutos

El tema de la historicidad de los Evangelios está muy bien expuesto por el padre Santiago Martín en una de sus homilías. Pinchar aquí

Aclarando ideas (VI) ¿Qué ocurre con las seguridades absolutas? [Froilán Aulé]


No hay ni puede haber una fe firme y sólida sino incertidumbres


En una entrevista dada a la revista de los jesuitas "Civiltá Cattolica", concedida al P. Antonio Spadaro el 19 agosto de 2013, en Santa Marta, dice el papa Francisco:

"Sí, en este buscar y encontrar a Dios en todas las cosas queda siempre una zona de incerteza. Debe haberla. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y no es tocada por un margen de incerteza, entonces eso no está bien.

Declaraciones que, una vez más, nos dejan perplejos. ¿Cómo se puede poner en duda la enseñanza de Cristo que nos transmite la Iglesia?

Pero, en esa entrevista hay más. "Si el cristiano es restauracionista, legalista, si quiere todo claro y seguro, entonces no encuentra nada. La tradición y la memoria del pasado deben ayudarnos a tener el valor de abrir nuevos espacios a Dios. Quien hoy busca siempre soluciones disciplinarias, quien tiende exageradamente a la "seguridad" doctrinal, quien busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, tiene una visión estática e involutiva.

En todas estas sentencias aparece la verdad que sustenta la Iglesia como una cuestión variable, susceptible de opinión y de ser mejorada por la interacción con otras "verdades". Además, dice que la misma Iglesia implica una tradición. No hay verdad absoluta, no hay certeza, sólo hay opiniones humanas sobre Dios que evolucionan con el tiempo.

En el mismo orden de cosas se ubica la respuesta que Francisco dio a unos chicos italianos en Roma, el 18 de junio de 2016, cuando ante una pregunta sobre si alguna vez había estado su fe en crisis respondió:

"Muchas veces me encuentro en crisis con la fe y a veces tuve también la desfachatez de reprocharle a Jesús: "¿Pero, por qué permitís eso?" y también dudar: "Pero, ¿ésta será la verdad o será un sueño? Y esto de joven, de seminarista, de sacerdote, de religioso, de obispo y de Papa. "Pero, ¿cómo el mundo es así si diste tu vida? ¿Pero, no será esta una ilusión, una excusa para consolarnos?". A un cristiano que no haya sentido esto alguna vez, cuya fe no haya entrado en crisis, le falta algo, es un cristiano que se contenta con un poco de mundanidad y así va adelante en la vida".

A esos jóvenes y a todos les está diciendo que es bueno dudar y que quienes no dudan son mundanos. Y lo que es aún peor, no sólo que ha dudado y su fe estuvo en crisis a lo largo de su vida sino ahora mismo. ¡¿Cómo puede cumplir con el mandato de confirmar a los hermanos en la fe?! 

No es irrespetuosidad sino una pregunta que ante tal declaración viene espontánea: ¿Cuál es su fe? ¿Es católica? ¿No está instando a la duda y diciendo que la fe debe cohabitar con la incerteza? Esto es muy grave y entra dentro de la apostasía de la fe.

Decir que el dogma no es inalterable, que evoluciona y por tanto cambia, es modernismo puro y duro y eso es lo que Francisco dice en declaraciones como la siguiente:

"El mundo ha cambiado y la Iglesia no puede encerrarse en supuestas interpretaciones del dogma" (entrevista de Joaquín Morales Solá para "La Nación", del 5 de octubre de 2014.

Grave esta afirmación porque primero pone en duda las definiciones dogmáticas sometiéndolas no a una sola interpretación clara, firme, definida y permanente sino a la categoría de interpretaciones. Si son interpretaciones esas pueden cambiar o mejorarse y luego volver a mejorarse y así hasta el infinito, es decir que el dogma deja de ser lo que es para ser cuestiones mutables de la fe y como el mundo cambia, la fe debe seguir en sus cambios al mundo.

¿Es que acaso la verdad de la fe no cuenta para la salvación de las almas? Lo cierto es que su visión no es sobrenatural sino de pertinaz inmanencia: lo prueba esa famosa entrevista dada en Brasil, en ocasión de la JMJ de Río, a O Globo News el 25 de julio de 2013.

Dijo entonces: "Si hay un niño que tiene hambre y no recibe una educación lo que debe interesarnos es que deje de tener hambre y reciba una educación. No importa si quienes le dan esta educación son los católicos, los protestantes, los ortodoxos o los judíos. No me interesa. Me interesa que lo eduquen y le quiten el hambre”.

¿Qué dirían san Felipe Neri, san José de Calasanz, san Juan Bosco? ¿Cómo puede decir que sea indiferente quién lo eduque? ¿Es que no importa educarlo en la verdad de la fe y en la moral cristiana? ¿Es acaso lo mismo la moral católica en la que se eduque a un joven que la judía o la protestante o la de un ateo?

Su indiferencia se comprende desde su total desinterés por la fe -cosa dicha extrañamente con gran claridad y no en modo ambiguo como es su costumbre- como condición necesaria a la salvación. 


O sea que, en última instancia, la salvación del alma no cuenta o todas son vías posibles de salvación. ¿A qué vino entonces el Hijo de Dios al mundo?


Continuará