Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
Páginas
- EL RINCÓN CATÓLICO (Aprendamos Latín)
- EL RINCÓN CATÓLICO 2 (Aprendamos Latín)
- APRENDE LATÍN ON-LINE
- Latín padre Francisco Torres
- Historia sacra en latín
- FIDUCIA SUPPLICANS
- CURSO BÍBLICO
- TOMÁS DE AQUINO
- SUMA DE TEOLOGÍA
- FILOSOFÍA Y LITERATURA
- HISTORIA
- CONSERVANDO LA FE
- LA VENDÉE
- P. ALFONSO GÁLVEZ
- P. JAVIER OLIVERA
- P. SANTIAGO MARTÍN
- AGENDA 2030
- EL TORO TV
- EL ROSARIO EN FERRAZ , por José Andrés Calderón
- TEOLOGÍA DEL CUERPO DEL PAPA JUAN PABLO II ... Y RELACIONADOS
BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS
lunes, 13 de enero de 2025
El Vaticano contra las Servidoras: un castigo que clama al cielo
sábado, 28 de diciembre de 2024
El Vaticano se «Luce» en un país multicolor: caricaturizar lo divino
martes, 2 de mayo de 2023
¿Lobos hablando sobre ovejas en el sínodo?
Hace tiempo hablamos ya sobre el relator nombrado para el sínodo de la sinodalidad, el card. Hollerich, un jesuita que ha proclamado públicamente en varias ocasiones que rechaza la moral de la Iglesia. A él se unen, por supuesto, numerosos obispos alemanes y de otros países centroeuropeos como Bélgica, que también han expresado públicamente su deseo de abandonar la moral de la Iglesia en varios puntos que no son del agrado del mundo. ¿A alguien le puede extrañar que las ovejas nos sintamos intranquilas al ver que se reúnen sinodalmente los lobos para hablar de nosotras? ¿Qué de bueno puede salir de esas conversaciones, que, es de suponer, más versarán sobre recetas que sobre otra cosa?
Desgraciadamente, parece ser que lo importante no es la calidad, sino la cantidad, y el Papa ha decidido nombrar también a una serie de participantes laicos en el sínodo, algunos de los cuales, por lo visto hasta ahora, podrían asemejarse más al Canis lupus que a la Ovis aries. Consideremos, por ejemplo, el producto nacional: Dña. Cristina Inoges, elegida como participante en el sínodo desde su inicio (pronunció una “meditación” de apertura de las sesiones sinodales) y que probablemente sea propuesta también para las sesiones de octubre de 2023 y 2024. Dejemos a un lado la cuestión de que un laico, sea quien sea, participe en el sínodo de los obispos con el mismo voto que si fuera obispo y consideremos las credenciales de Dña. Cristina.
Empecemos diciendo que es “teóloga”. Y escribo teóloga entre comillas porque, a pesar de considerarse católica, es licenciada por ¡la Facultad de Teología Protestante de Madrid! ¿Qué teología católica puede haber aprendido estudiando en una facultad protestante? Es fácil imaginarlo. A eso se suma que “actualmente colabora en ‘Lecturas diarias’ de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (Argentina)”. Como buena alumna de la facultad protestante, afirma que “la reforma de Lutero tuvo su sentido en el siglo XVI” y que él reformador protestante “nunca quiso dejar de ser católico” (aparentemente, lo de las herejías monumentales y todo eso se debió a “las cosas de la historia, que luego se enrevesan”). Todo un curriculum que hace que la presencia de Dña. Cristina en el Sínodo sea fundamental.
Claro que eso no es todo. También es “Experta en Relaciones Institucionales y Protocolo” por la Universidad a Distancia y diplomada como “Dirigente Social”, sea eso lo que sea. Es evidente que su preparación teológica y académica dejaría chico a San Agustín. Y ella lo sabe, permitiéndose afirmaciones como la de que el libro que el cardenal Sarah publicó sobre el sacerdocio sugería “una figura del sacerdocio muy alejada del evangelio” y que “el sacerdocio que presenta el libro es el gran peligro, porque arrastra a la Iglesia”, tras lo cual indicaba muy ufana que renunciar sería “el mejor servicio” que podría hacer el cardenal “a la Iglesia y al evangelio”.
Sin juzgar sus interioridades e intenciones, que cortésmente suponemos que serán excelentes, conviene señalar que Dña. Cristina tiene, además una idea del cristianismo completamente secularizada y obsesionada por las ideologías de moda, como el feminismo. Nos asegura, por ejemplo, que “las mujeres seguimos en los márgenes de la Iglesia”, “aunque ahora, algunas mujeres tengan cierta visibilidad”. Alguien capaz de decir esto no ha entendido nada de lo que es el cristianismo ni de lo que es la Iglesia. Pensar que lo importante es “tener visibilidad” y “acceder a puestos donde se toman decisiones” en la Iglesia revela una comprensión de la vida de la Iglesia basada en el poder (aunque se repitan una y otra vez al mismo tiempo los consabidos mantas de la Iglesia de los pobres y los marginados que todos conocemos). Lo cierto es que, para no estar en “los márgenes de la Iglesia”, a cualquier mujer y a cualquier hombre le basta acercarse a un sagrario, que es el mismo centro de la Iglesia, y allí encontrarse con nuestro Señor Jesucristo, junto a la Mujer vestida de sol, Reina y Señora de cielos y tierra. Y la decisión verdaderamente importante es la de decir “hágase” a la voluntad de Dios como hizo Ella. Pero a nuestra teóloga eso no le basta.
A nadie le extrañará, pues, que Dña. Cristina rechace la doctrina de la Iglesia sobre el sacerdocio y afirme que las mujeres pueden ser ordenadas sacerdotes. Quizá para tranquilizarnos (sobre la base de que siempre puede haber cosas peores), nos asegura que ella no quiere ser sacerdote y que “el sacerdocio de la mujer tardará muchísimo en llegar” y es un “proceso muy lento”, pero en cualquier caso “es muy importante que las mujeres se puedan ordenar”. También afirma que no cree que “sea el mejor momento para que las mujeres accedan al sacerdocio. Pero sí que defenderé que las que tengan vocación lo puedan vivir“, porque “no es una cuestión de índole teológica". Se ve que en la Facultad Protestante no le enseñaron que la incapacidad de la Iglesia para ordenar a mujeres es una doctrina “infalible” e “irreformable”.
Claro que tampoco sabe lo más básico sobre el sacerdocio y nos dice que “la Iglesia nació laica. Hasta que no acaba el siglo I, y sobre todo a partir del siglo II, que es cuando se sacraliza la figura del obispo y la figura del presbítero". Quizá si hubiera estudiado en una facultad católica, le habrían enseñado que el sacerdocio fue instituido por el mismo Cristo y que, desde el primer día, la Iglesia está basada (cimentada, dice la Escritura) en el colegio de los Apóstoles, que fueron los primeros obispos. Nunca ha existido esa Iglesia que “nació laica". Tampoco hace falta ir a la universidad para saberlo, basta leer, por ejemplo, los números 874 a 896 del Catecismo, sobre la constitución jerárquica de la Iglesia. O los Hechos de los Apóstoles.
Por los temas de sus libros, parece creerse autorizada para hablar sobre historia de la Iglesia, pero sus ideas sobre esa materia son evidentemente pedestres y sesgadas. Dice, por ejemplo, que “el Papa ha propuesto una imagen de la pirámide invertida, pero no es que el laicado vaya a estar ahora arriba sometiendo a la jerarquía, sino que la jerarquía debe estar al servicio del Pueblo de Dios”. Doña Cristina, desde sus elevadas alturas teológicas, parece estar inventando la sopa de ajo. Que la jerarquía está al servicio de los cristianos lo ha sabido la Iglesia desde siempre. No solo se leen repetidas advertencias al respecto de Nuestro Señor en los Evangelios y en otros libros de la Escritura, sino que es un lugar común de la Teología. Pensemos, por ejemplo, que el Papa es el siervo de los siervos de Dios, ministerio significa servicio, diácono significa servidor, el mandatum de lavar los pies ha sido puesto en práctica por superiores y sacerdotes en monasterios y en la liturgia desde durante más de un milenio y un largo etcétera. Como es lógico, puede haber clérigos concretos que abusen de la autoridad recibida, pero, como todos sufrimos los efectos del pecado original, eso es igual de cierto ahora que hace doscientos años o mil o dos mil. Pretender que ¡por fin! el papa Francisco ha descubierto que la autoridad en la Iglesia es un servicio es tomarnos el pelo, mirar por encima del hombro a dos milenios de catolicismo y demostrar unos conocimientos ínfimos.
Tampoco parece saber lo que es el depósito de la fe, que es una doctrina católica básica. Por ejemplo, se pregunta: “sí, es verdad que hay un depósito de verdades reveladas, pero, ¿ya no caben más? ¿Está todo dicho?”. Es decir, ignora algo tan básico como el hecho de que Dios se reveló plenamente en Cristo y la revelación quedó cerrada con la muerte del último apóstol, de manera que todo lo que necesitamos para la salvación ya está en la Escritura y la Tradición. Se puede profundizar en ello, pero no hay nuevas revelaciones. No es casual que estas preguntas se las haga al tiempo que se deshace en elogios de Teilhard de Chardin y se duele por que la Iglesia haya condenado las opiniones heréticas en el pasado, porque al hacerlo “se ajustaron a las normas y a los dogmas que surgieron en contextos totalmente diferentes”. Como conclusión, nos asegura que “hay que rascar mucha religión para llegar a la fe”, que es lo que han dicho todos los heterodoxos de la historia para justificar su rechazo de partes de la fe. A mi juicio, cualquier parecido del catolicismo con estas opiniones es pura coincidencia.
Con estos presupuestos, no sorprenderá que rechace la moral de la Iglesia en puntos importantes. Según nos cuenta, ella “acompaña” a “comunidades de diversidad sexual” con quienes comparte “la fe en un Dios en un cristianismo inclusivo que lleve a la Iglesia a serlo también”. A continuación, se duele de que, a pesar de que es “algo que admite la mayoría de la amplia base del pueblo de Dios”, “todavía hoy y oficialmente una parte de la jerarquía mira con desdén y, por supuesto, no acepta”. Según Dña. Cristina, lo que importa es que Jesús “lanzó el poderoso mensaje de que nadie estaba excluido”.
Según parece por sus escritos, también rechaza que para recibir la comunión haya que estar libre de pecado mortal, porque Jesús “no excluyó de la misma ni a Judas” y (citando al Papa) la comunión “no es el premio de los santos. Es el pan de los pecadores”. Es curioso que una teóloga de su talla no sepa que, además de las categorías de santo y pecador (pertinaz en pecado mortal) hay una tercera categoría de aquellos que, sin ser santos, se encuentran en comunión con Dios y se han arrepentido de cualquier pecado grave, por lo que pueden comulgar. Claro que los protestantes no conocen esa distinción, así que puede que no haya oído nunca hablar de ello. Sólidamente armada con su ignorancia de esta doctrina católica, Dña. Cristina criticaba a los obispos norteamericanos que querían negar la comunión a los políticos que apoyan el aborto (como por otra parte es su obligación según el Derecho Canónico), porque aparentemente no habían entendido “la actitud de acogida sin juicios, sin prejuicios, y sin influencias de nadie de Jesús de Nazaret” (algo que, según nos dice, es “mucho más preocupante, aunque no lo parezca” que todas las barbaridades de los obispos alemanes).
Podríamos seguir y seguir, pero lo dicho basta para que nos hagamos una idea, porque esto se hace muy aburrido. Además, a fin de cuentas, el problema no es Dña. Cristina, que probablemente actúe de buena fe y estará lógicamente encantada de salir en los periódicos y de que la elogien en la cadena de radio de los obispos. Más que un lobo, es una oveja extraviada, que tiene derecho a que las autoridades eclesiales corrijan sus errores en lugar de alentarla a permanecer ellos. La verdadera responsabilidad es de quienes la eligen para participar en el sínodo o por omisión permiten que sea elegida.
Esta es la pregunta esencial: ¿por qué se escoge, para hablar con autoridad de la fe de la Iglesia, a personas que no comparten esa fe y cuyo conocimiento de ella es muy deficiente? ¿Alguien imagina que se nombre miembro de la Real Academia de la Lengua a un francés que apenas chapurree el español y haya manifestado en varias ocasiones su desprecio por el idioma de Cervantes?
Es cierto que a veces, en los concilios y sínodos del pasado, se invitaba a algunos heterodoxos, pero era para rebatir sus afirmaciones, exhortarles a volver a la fe y, si se terciaba, quemar públicamente sus obras (como se hizo en el Concilio de Nicea, por ejemplo). Ahora, en cambio, los mismos obispos alemanes o belgas que están diciendo barbaridades en realidad no hacen más que repetir las que dijeron ya en el Sínodo de la Familia, sin que la Iglesia les reprendiera y les pidiera volver a la fe católica. La única medida que se ha tomado, en lugar de corregirles, ha sido nombrar para el sínodo a nuevos participantes como Dña. Cristina, que aparentemente comparte sus heterodoxias.
Yo diría que los fieles tenemos sobrados motivos para estar preocupados por el sínodo de la sinodalidad. Y me permito indicar que echamos de menos que los obispos con fe, que tienen la gravísima obligación de defendernos de los lobos, señalen estos peligros evidentes con su autoridad de sucesores de los apóstoles. En fin, hay que rezar más todavía, como decía el P. De Bearn al comandante Lewis en 55 días en Pekín.
BRUNO MORENO
sábado, 8 de abril de 2023
VIERNES SANTO PASIÓN DEL SEÑOR VÍA CRUCIS COLISEO ROMA, 7 DE ABRIL DE 2023: “Voces de paz en un mundo de guerra”
viernes, 23 de diciembre de 2022
En 2025 rehabilitan a Lutero
La rehabilitación de Lutero es una movida cuyos intentos se han venido incrementando en la última década (incluso llegándose a insinuar que su ‘reforma’ la inspiró el Espíritu Santo) pero, pensamos, el culmen llegará en 2025 para las celebraciones del año santo. Y no solamente Lutero, de allí podría pasarse a Wesley (ver aquí), Fidel Castro, el ché Guevara, los fariseos (ver aquí) y, quién sabe, hasta Jesús Malverde, el que en México llaman ‘el santo de los narcos’. ¿De dónde sacamos todo eso que parecen delirios nuestros? Lean lo siguiente y juzguen después si es que estamos tan delirantes.
Información de Vatican News, Oct-05-2022.
Jubileo: nace la Comisión para los testigos de la fe
El cardenal Marcello Semeraro lo anunció durante la conferencia "La santidad hoy" en el Augustinianum: "El Papa ha dicho que se reconstituya, de manera estable, esta realidad que estará vinculada a la actividad del Dicasterio para las Causas de los Santos"
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
Con vistas al Año Santo de 2025, se creará la Comisión para los testigos de la fe, que ya había sido creada, a instancias de San Juan Pablo II, con motivo del Jubileo de 2000. El cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, lo anunció durante la conferencia "La santidad hoy".
¿Qué es la Comisión de Testigos de la Fe?
Esta iniciativa ya tuvo lugar con motivo del Gran Jubileo de 2000. San Juan Pablo II quiso destacar estas figuras de hombres y mujeres que, aunque no fueron canonizados, manifestaron con fuerza su fe. Así, la Comunidad de Sant'Egidio recibió el encargo de crear esta Comisión. Y se había elaborado una lista con biografías de personas que hablaban a todo el mundo cristiano, no sólo al católico. La experiencia de esta Comisión se limitó al gran Jubileo de 2000. Esta idea ha vuelto para el próximo Año Santo. El Papa Francisco ha pedido que se reconstituya esta Comisión, esta vez sin referirla a una circunstancia concreta, sino vinculándola a la actividad del Dicasterio para las Causas de los Santos. Por ello, se está creando una Comisión estable. En los próximos días la pondremos en marcha, también como campo de estudio.
¿Quiénes son los testigos de la fe?
Pongo un ejemplo: me viene inmediatamente a la mente Dietrich Bonhoeffer, teólogo y pastor de la Iglesia que fue asesinado por oponerse al nazismo. La Iglesia no lo proclama mártir porque no era católico. Sin embargo, es una figura emergente como testigo cristiano. Como Bonhoeffer hay muchos otros. La santidad no siempre es inmediatamente evidente a los ojos de los fieles. Nuestro servicio es sacarla a la luz. Nosotros "no construimos santos", pero ayudamos al Papa en el discernimiento. Debemos mostrar que la santidad no está lejos de nosotros, sino que es una llamada que concierne a todos. No es necesario ser canonizado, pero debemos responder a la llamada a la santidad.
sábado, 10 de diciembre de 2022
Una cuestión seria
Analizar las palabras en sus propias categorías – ontología, etimología, semántica, sintaxis, gramática – siempre ha sido una actividad particular nuestra, tanto como para haber sostenido, en tiempo pasado, numerosas conferencias sobre el tema y haber publicado estudios sobre “lugares comunes” lingüísticos y estar a la espera del tercero acerca de los “modos de decir”, de publicación inminente. Esta curiosidad nace de la lectura del episodio bíblico (Gen. 2, 19-20) en donde se narra que Adán, ante la presencia del Señor, da el nombre a todos los animales y a las cosas.
Antes de pasar a la cuestión seria, anunciada en el título, damos razón de la inclusión de la ontología en las categorías verbales, término que refiere al ser de una res y, en este caso, de una palabra. Ahora bien, ¿qué tiene que ver la ontología con la “palabra”; es decir, un flatus vocis que, en cuanto tal, desaparece perdiéndose en el aire donde se dice “verba volant”?
Mucho: 1) porque más allá de la fonética, puro medio de transmisión, la palabra acoge en sí un significado que – abstracto/concreto – constituye su esencia misma; 2) porque de simple sonido se transforma, mediante el alfabeto, en documento, certificado que asevera el dicho “scripta manent”.
Era común que Santo Tomás de Aquino, antes de iniciar la lección, mostrase a los presentes una manzana diciendo: “Esta es una manzana. Quien no esté de acuerdo puede también retirarse” para demostrar que desde el pensamiento concreto brota el abstracto.
Todo esto se resume en el áureo brocardo justiniano “nomina sunt consequentia rerum” – los nombres se corresponden a las substancias de las cosas.
Con esto como premisa, pasamos a nuestra cuestión seria.
La expresión “religiones cristianas” es el área desde la cual parte nuestra atenta crítica que, poniendo aparte el sustantivo “religiones”, asume, cual elemento único a analizar, el atributo de “cristianas” porque nuestro intento es aquel de demostrar como ilícita atribución abusiva de este atributo a algunas confesiones – que son la mayor parte – y que son así llamadas e identificadas entre sí.
Ahora bien, para proceder con el examen completo, es necesario establecer qué significado atribuir al término “cristiano”. Entre los tantos presentes en el diccionario, aquel que corresponde a nuestro intento se despliega así: “dicho de quien se identifica con la doctrina y la práctica del cristianismo”; es decir, de Jesús el Cristo.
Por doctrina cristiana se entiende – sin duda alguna – el mensaje de todo el N.T., vale decir: los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas Paulinas, aquellas Católicas y el Apocalipsis. Naturalmente, aquello que prevalece, en términos de doctrina, es la Palabra de Dios, Jesús, quien constituye, enseñando, perfeccionando y dando pleno cumplimiento a la vieja ley (Mt. 5, 17-20), la nueva religión en la cual, entre las nuevas e importantes realidades, viene revelada la Santísima Trinidad con todos sus corolarios.
Ser y decirse cristiano exige la aceptación total del anuncio evangélico, significa acoger y vivir la secuela de Cristo, quiere decir adherirse a la praxis; es decir, a aquel complejo de normas, ordenamientos y comportamientos conformes al magisterio de Jesús y establecidos por la Tradición que el fiel, en cuanto cristiano, debe observar y poner en acto.
La historia del Cristianismo registra en su interior – en varias épocas y por diversas razones – escisiones, destajos y separaciones con las cuales partes de la Iglesia Católica, desconocida la autoridad central papal de Roma – sede del Vicario de Cristo y sucesor apostólico- se dan, con un acto de pronunciamiento público y rebelde, su propia autonomía tal que, por ejemplo, la interpretación de la Sagrada Escritura – dominio del Sagrado Magisterio, de la Jerarquía y del Clero – se transforma en ejercicio personal y subjetivo.
Cada cisma tiene origen en la herejía, desde la trinitaria hasta la cristológica, desde la mariana hasta la eucarística, sin faltar, para tales separaciones, pretextos de orden económico, personales y de poder, camuflados por motivaciones teológicas ficticias, como el caso del anglicanismo.
Damos un elenco de máximas de estas Iglesias/Confesiones que, con el infringir el estado de obediencia, son otra cosa que la Iglesia Madre, Cristiana, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. Ellas pueden ser repartidas en dos grupos, así como sigue:
Protestante (luterana, anglicana, valdense, puritana, metodista, cuáquera, pentecostal, adventista, baptista, testigos de Jeová)
Ortodoxa (nestoriana, copta, oriental, rusa, griega, Armenia)
No está en el programa de la presente intervención dar las coordenadas históricas y los acontecimientos que caracterizaron el formarse de cada confesión. Es, en cambio, indispensable connotarlas como heréticas y cismáticas – como en efecto lo son- porque este es el punto que, demostrado, nos permitirá concluir según el tema propuesto, tema que nace de una investigación lingüística para terminar en una sentencia teológica.
Entonces: estas Confesiones son llamadas “cristianas” porque – se dice- sin importar el rechazo de la Iglesia Católica, la verdadera y única Iglesia cristiana, ellas se identifican con el culto de Jesús Cristo y a las secuelas de sus enseñanzas. Veamos entonces cuáles son los parámetros establecidos por Jesús – el Cristo- según los cuales se es cristiano.
Naturalmente son los Evangelios la fuente doctrinaria y documental que, con la autoridad del Hijo de Dios y de su Palabra, dan y despliegan las normas con las cuales será posible el sostenerse “cristiano” como lícita atribución o abuso. A tal fin, citaremos pericopas relativas a la supremacía del Papado y otras pertinentes a las condiciones de cuantos se encuentran escindidos de Cristo.
1) “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia… a ti te dare las llaves del reino de los cielos y todo aquello que unas en la tierra será unido en los cielos y todo lo que disuelvas en la tierra será disuelto en los cielos” (Mt. 16, 18-19). En esta primera declaración de Jesús, con el otorgamiento a Pedro del máximo poder sacerdotal – que legitima la facultad de decidir con plena autonomía intervenciones de orden y de importancia superior – se advierte manifiestamente que es la Iglesia Católica la única que puede decirse “cristiana”, y como institución divina – siendo el fundador y el custodio el Hijo de Dios – y como realidad humana histórica, cuya sucesión apostólica está en el trono pontificio – ininterrumpida en los siglos – afirma su inalterable e inalterada identidad originaria. Cuestionar la legitimidad del primado de Pedro y de sus sucesores, como lo hacen las Iglesias cismáticas, es ponerse en contra de la voluntad de Cristo.
2) “Cuanto hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: ´Simón de Jonás, Me amas tú mas que estos?´ Le respondió: ´Ciertamente, Señor, Tú sabes que te amo´. Le dijo: ´Apacienta Mis corderos´. Le dijo de nuevo: ´Simón de Jonás, Me amas?´. Le respondió: ´Ciertamente, Señor, Tú sabes que Te amo´. Le dijo: ´Pastorea mis ovejas´. Le dijo por tercera vez: ´Simón de Jonás, Me amas?´. Pedro se entristeció de que le dijese por tercera vez: Me amas? Y le dijo: ´Señor, Tú sabes todo, Tú sabes que Te amo´. Le respondió Jesús: ´Apacienta Mis ovejas´. “ (Juan 21, 15-17). Jesús, el resucitado, confirma el primado de Pedro y, con el encargarle la grey, lo constituye como el Primer Pastor a quien le es delegada la custodia y la cura del rebaño cristiano. Cuestionar, como lo hacen las Iglesias cismáticas y no aceptar esa supremacía, es ponerse contra la voluntad de Cristo.
3) “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirmaa tus hermanos” (Lc. 22, 31-32). Con esta exortación, Jesús confiere a Pedro el primado del poder magisterial que, con el sacerdotal y con el pastoral, lo califica como la suma autoridad espiritual. Cuestionar, rechazar o desconocer esta función, como lo hacen las Confesiones cismáticas, es ponerse contra la voluntad de Cristo.
4) “Y tengo otras ovejas que no son de este aprisco; tambien debo conducir a estas; escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño y un solo pastor” (Juan 10, 16). En este versículo del Evangelio de Juan, Jesús declara que su Iglesia es el único aprisco en el cual, más allá de las ovejas que ya son suyas, deberán ser conducidas aquellas lejanas, aquellas “remotas y vagabundas… vacías de leche” (Par. XI, 127-129) de modo que se constituya un solo rebaño – comunidad católica – bajo la custodia de un solo pastor que, según tal connotación, es Cristo mismo y, subordinadamente, el Papa. Rechazar y no acoger esta visión de una Iglesia como la única y sola institución redentora, como lo hacen las Iglesias cismáticas, es ponerse contra la voluntad de Cristo.
Es esclarecedora a tal propósito la repuesta que el santo cura d´Ars – Juan María Vianney – dio a un anglicano que sostenía que, sin importar la diversidad de las creencias, “estaremos ambos en el reino de los cielos porque me fio en Cristo que dijo ´quien crea en Mí, tendrá la vida eterna´. A lo que, el santo cura: “Pobre de mí, querido mío, no estaremos unidos allá arriba más que en la medida en la cual habremos comenzado a serlo sobre la tierra: la muerte no podrá modificar nada. Donde cae el árbol, ahí permanece… El Señor también dijo otra cosa. Dijo que quien no haya escuchado a Su Iglesia debe ser considerado como un pagano. Dijo que no debía haber más que un solo rebaño y un solo pastor y estableció a San Pedro como cabeza de este rebaño. Querido mío, no existen dos maneras buenas de servir al Señor; existe solo una; es decir, como Él quiere ser servido” (Alfred Monnin: espìritu del cura d´Ars – ed Ares, 2009, pag. 172-173).
5) “Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28, 19). Con esta recomendación imperativa, Jesús pone el sello que garantiza el ser cristiano solo en la observación de lo enseñado y comandado por Él. Entre los elementos de los cuales Jesús nos comanda la observación y que se dan como distintivos del ser cristiano, están: a) obsequencia racional al dogma, con lo que se evita la herejía; b) el reconocimiento del primado episcopal de Pedro, transmitido en los siglos a sus sucesores que, como Vicarios de Cristo en la tierra, representan la única y suprema autoridad espiritual; c) el respeto unido al cumplimiento de todas las normas morales, litúrgicas, disciplinarias que constituyen la praxis. Relativizar el dogma, no reconocer como única y legítima la autoridad del Obispo de Roma – Christi Vicarius – sucesor de Pedro, mutar la praxis – así como hacen las Iglesias cismáticas – es ponerse contra la voluntad de Cristo, quien, en términos precisos, inequivocables, afirma: “El que no es conmigo. Contra Mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Lc. 11, 23)
¿Cómo se está en contra de Jesús? La pregunta encuentra respuesta inmediata. Se está en contra de Jesús no creyendo en Su Palabra, no observando sus mandamientos, alterando sus enseñanzas con falsas y desvariadas interpretaciones y blasfemándolo. De esto se sigue, naturalmente, el encontrarse separados de Cristo, escisos de Su vida, separados del flujo vivificador de Su comunión, ser destinados a la perdición eterna.
Jesús mismo es quien aclara la condición de quién está en Su contra en el versículo evangélico (Juan 15, 5-6) donde afirma: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden… En esto está glorificado Mi Padre: que portéis mucho fruto y os convirtáis en Mis discípulos”. Discípulos; es decir, CRISTIANOS, del modo histórico y tradicional con el cual son llamados los seguidores de un maestro o de una escuela. Ahora si, por ejemplo, llaman “crociano” a un intelectual que sigue y vive la filosofía de Benedetto Croce (1866 – 1952) no acreditaremos el mismo título a quien niega, combate o denigra el sistema del mencionado filósofo, sino que lo definiremos como “anticrociano”.
Parece, por lo tanto, obvio sostener como “anticristiano” a quien no solo no vive las enseñanzas de Cristo, sino que incluso las enfrenta con actos privados y públicos, distorsionando a cuenta propia tales mandamientos, como por ejemplo – Mc. 10, 1-12 – Jesús define el divorcio como pecado de adulterio.
Las Confesiones cismáticas, así llamadas “cristianas”, admiten en su orden el divorcio, así como algunas de ellas permiten a las mujeres el acceso al orden sacerdotal, y así como otras incluso definen como “simbólica” la presencia de Cristo en las especies eucaríticas del pan y del vino, habiendo sido formadas sobre el tronco protestante, cuya doctrina, legada al nombre de un “reformador”, es un conglomerado de elementos incoherentes y personales que chocan abiertamente con el Evangelio.
Más allá de todo esto, estas Confesiones continúan llamandose “cristianas” y, como tales, son reconocidas también por la Iglesia Católica, la cual, inmersa y sumergida en el “espíritu ecuménico conciliar VAT.II”, sostiene su existencia como un don del Espíritu Santo, el cual “hace la diversidad en la Iglesia, y esta diversidad es tan rica y tan bella, y luego, el mismo Espíritu Santo hace la unidad. Y así la Iglesia es una en la diversidad” (Papa Francisco, Caserta – Iglesia pentecostal 28-07-2014). Continúan llamándose y a ser consideradas cristianas porque sostienen de seguir las enseñanzas de Jesús, invocan el nombre y Lo adoran en sus propias formas culturales.
A ellas así responderá el Señor Jesús: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos… no los he nunca conocido” (Mt. 7, 21)
Hacer la voluntad del Padre es lo mismo que hacer la voluntad del Hijo. No basta decirse cristiano para serlo y estas Iglesias/Confesiones no han correspondido a los mandamientos y no han hecho la voluntad de Cristo, por lo tanto, mas allá de definirse y ser consideradas “cristianas” no lo son porque el verdadero atributo, pertinente a su ser, es “anticristianas”; es decir, enemigas de Cristo e, incluso, por Él desconocidas. Solo con el regreso a la Iglesia Católica de Roma podrán sanar su anomalía y sentirse, “cum Ecclesia”, un solo rebaño con un solo pastor y un solo sacerdote en el pleno privilegio de decirse “cristianas”.
sábado, 5 de noviembre de 2022
NOTICIAS VARIAS 5 DE NOVIEMBRE DE 2022
ADELANTE LA FE
- Apostasía en el Vaticano. Hacia la religión mundial del Anticristo
https://adelantelafe.com/apostasia-en-el-vaticano-hacia-la-religion-mundial-del-anticristo/
INFOVATICANA
- El nuevo documento del Sínodo transforma radicalmente la enseñanza cristiana
https://infovaticana.com/2022/11/05/el-nuevo-documento-del-sinodo-transforma-radicalmente-la-ensenanza-cristiana/
INFOCATÓLICA
- Proponer la fe frente a la cancelación cultural, XXIV Congreso Católicos y Vida Pública
https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=44815&utm_medium=RSS&utm_source=atom&utm_campaign=home