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sábado, 9 de diciembre de 2017

Culto oficial en Medjugorje, ¿autorizado?



La Inmaculada Concepción de María (Mons Aguer)

Duración 6:32 minutos

Sobre la Inmaculada Concepción puede leerse también el siguiente artículo de Catholic Family News, titulado "La Inmaculada Concepción, Madre de Dios, Madre de los hombres"

Francisco abandona viejos "prejuicios" contra Martín Lutero ... y otras noticias



Bergoglio, el indisciplinado. Con tal de ser noticia (Sandro Magister)



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Nadie lo ha observado, durante y después del viaje de Francisco a Myanmar y Bangladés, desmesuradamente centrado en el caso de los Rohingyas. Pero el 1 de diciembre en Dhaka, el patriarca de los budistas bangladesíes Sanghanayaka Suddhananda Mahathero ha dirigido su homenaje al Papa recordando con admiración este gesto concreto del pontífice:

«Nunca podré olvidar la imagen de Su Santidad mientras lava los pies a jóvenes refugiados africanos. Usted, Santo Padre, ha alcanzado la estatura de los grandes y es un magnífico ejemplo para mí».

Si se necesitaba una enésima confirmación del enorme poder comunicativo del Papa Francisco, hela aquí.

Efectivamente, el lavatorio de pies que realiza cada Jueves Santo durante la misa "in coena Domini" a prisioneros, inmigrantes, hombres, mujeres y transexuales de toda etnia y religión, es un gesto de extraordinario impacto mediático.

Jorge Mario Bergoglio es tan consciente de ello que para aumentar el impacto no duda en ir más allá de las reglas que él mismo ha fijado para este rito, según las cuales debería realizarse sólo a miembros de la Iglesia católicas.

Viceversa, la misa "in coena Domini», dentro de la cual Francisco realiza el lavatorio de pies, ya no es noticia por lo descuidada que está. Es lo contrario de lo que sucedía con los Papas anteriores y, sobre todo, con Benedicto XVI, que en esta misa del Jueves Santo pronunciaba homilías «mistagógicas», de guía al misterio, de una gran intensidad, absolutamente memorables.

Pero para Francisco vige otra escala de prioridades, en la que siempre está en el primer puesto el gesto de misericordia, doblegado cada vez más a la eficacia comunicativa, incluso a costa de contradecirse.

Un ejemplo: causó noticia, tres días después de su elección como Papa, su negativa a impartir la bendición a los periodistas de todo el mundo que abarrotaban el aula de las audiencias, para «respetar -dijo- la conciencia de cada uno, dado que muchos no pertenecen a la Iglesia católica y otros no son creyentes».

Un atronador aplauso saludó ese golpe sorpresa del Papa, que muchos admiraron por su delicada prudencia.

Pero apenas dos semanas después, Francisco hizo exactamente lo contrario. En el primer Jueves Santo de su pontificado, no sólo impartió la bendición sin escrúpulo alguno a los jóvenes prisioneros que había ido a visitar, aunque entre ellos hubiera muchos que no eran católicos, sino que incluso celebró la misa ante ellos.

Pero, efectivamente, la prioridad para él era otra. Y tuvo éxito. El gesto que dio la vuelta al mundo fue el lavatorio de pies que el Papa hizo a una docena de jóvenes detenidos, algunos de los cuales, entre ellos una mujer serbia, eran musulmanes. (En esa época aún estaba vigente la prohibición litúrgica, posteriormente eliminada por Francisco, de lavar los pies a mujeres, al tener que imitarse el gesto que Jesús realizó con los apóstoles).

La libertad que Francisco, con fines comunicativos, se toma con la liturgia, se la toma también con la Sagrada Escritura.

Settimo Cielo ya ha indicado, por ejemplo, como el Papa, en una homilía matutina en Santa Marta, atribuyó textualmente a San Pablo las palabras: «Yo me glorio de mis pecados», invitando a quien lo escuchaba a causar dicho «escándalo», es decir, a gloriarse de los propios pecados pues habían sido perdonados por Jesús.

Esto a pesar de que en ninguna de sus cartas el apóstol Pablo haya escrito esta frase. Lo que dejó escrito en dos ocasiones (2 Corintios 11, 30 y 12, 5) fue algo distinto: «Me gloriaré de mis debilidades», tras haber enumerado todas las travesías de su vida, los encarcelamientos, las fustigaciones, las persecuciones, los ultrajes, los naufragios.

Pero a Francisco le gusta más el «gloriarse de sus pecados». Causa más sensación. Y lo ha vuelto a decir hace dos días, el jueves 7 de diciembre, al finalizar la misa por los 90 años del cardenal Angelo Sodano, y poniendo las palabras de nuevo en boca de San Pablo:

«También San Pablo se gloriaba de los pecados, porque sólo a Dios va la gloria, y nosotros, todos nosotros, somos débiles».

En este mismo sentido Francisco ha felicitado al cardenal Sodano por su ser «eclesialmente disciplinado».

Pero el Papa es consciente que es la indisciplina lo que hace más noticia.

Sandro Magister