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sábado, 18 de enero de 2025

El P. Alejandro Gwerder, cancelado




Conozco al P. Alejandro Gwerder desde hace muchos años, y doy testimonio que siempre fue un sacerdote entregado completamente al servicio de Cristo y de su Iglesia. Y lo que digo no es una frase hecha; es la realidad más pura. Y destaco la palabra clave: entrega, y la ha sido en todos los órdenes de su vida. Y desde que lo conozco ha tenido la virtud constante de resistir los embates que recibía periódicamente por su entrega. Y lo peor de todo es que, quienes lo atacaban, eran los “buenos”.

Hay un detalle que es constante en su vida apostólica. Con su dulzura y humildad, y con su fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, siempre atrajo a muchos fieles. Siempre. Sus misas, sus misiones, sus colegios, sus grupos juveniles, siempre eran los más poblados, los más entusiastas, los que congregaban a los mejores de cada uno de los destinos a los que lo enviaban. Y eso despierta envidias, sobre todo en obispos y sacerdotes cuyo ministerio ideologizado apenas si congrega a un puñado de setentosos o de políticos.

El P. Alejandro Gwerder fue durante años párroco de la Inmaculada Concepción en Rawson, un pequeño pueblo en las entrañas de las húmedas pampas bonaerenses. En su pequeña iglesia neogótica restauró la belleza de la liturgia, celebrando también la misa tradicional. Es desde ese templo desde donde parte anualmente la peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad.

Pero cuando en 2019 fue nombrado arzobispo de Mercedes-Luján Mons. Jorge Scheinig, de lo peor que ha producido el pontificado de Francisco, comenzó la persecución y, pocos años después, el P. Gwerder fue expulsado de su parroquia y dejado sin oficio pastoral, iniciándose un proceso canónico por desobedecer “la nueva corriente eclesial” inaugurada en el último pontificado. Mientras tanto, siguió ejerciendo su ministerio y congregando en sus misas dominicales, que celebra en una quinta que le facilita una familia, a multitudes. Pues, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las parroquias de la arquidiócesis, a las misas del P. Gwerder asisten gran cantidad de fieles, de todas las edades y clases sociales. Y eso enfurece a sus colegas, y despierta envidias.

Finalmente, ayer se comunicó desde el arzobispado, en un documento sin firma —hasta en eso son cobardes— que el Dicasterio del Clero dimitió del estado clerical al P. Gwerder por delitos contra “la obediencia y la comunión”. Sí, el mismo dicasterio que tarda décadas en condenar a abusadores sexuales o que, una ver condenados, los perdona; el mismo dicasterio que permanece impávido mientras sacerdotes comenten los actos más flagrantes contra la obediencia y la comunión de la Iglesia, que tiene veinte siglos, y predican herejías, celebran las liturgias más disparatadas, bendicen parejas homosexuales y comenten abusos inconcebibles contra la unidad de la Iglesia que es católica también en el tiempo, se atreve a condenar a un sacerdote que ha permanecido fiel a la enseñanza que siempre la Iglesia enseñó. No soy canonista y tampoco soy positivista; por eso mismo, me pregunto qué validez puede tener ese tipo de decisiones.

En tanto, hoy se conoció una carta del P. Alejandro Gwerder (aquí), en la que explica sus razones. Y francamente, pocos serán los católicos sinceros que no reconozcan la voz de un sacerdote y pastor católico, y no acuerden con las razones que allí expone.

No me cabe que el ejemplo del P. Gwerder, como el de otros muchos sacerdotes cancelados como él, terminarán dando mucho fruto; fruto que sus perseguidores, condenados al fracaso, son incapaces siquiera de desear.

The wanderer

viernes, 29 de septiembre de 2023

El Papa Francisco y sus cabreados curas de Roma



Los fieles no acuden a los actos del Papa Francisco y al Papa Francisco no le gusta estar con sus curas diocesanos de Roma. 

Ayer, el Papa Francisco se dirigió a la parroquia de Santa María della Salute, en el barrio de Primavalle, invitado por Baldassare, Vicegerente de la diócesis de Roma y obispo auxiliar del sector occidental , a reunirse con los prefectos de su sector y los párrocos de la XXXIV Prefectura. 

La escenografía cuidada, en el interior del Teatro Miguel Ángel, vacío de sillas y presidido por una cruz. Los sacerdotes de la diócesis de Roma presentes no tuvieron ningún miedo de decirle al Papa que se sienten acusados ​​por él y siempre reprendidos. No faltaron críticas sobre la reforma del Vicariato y tienen la impresión de que dirige la diócesis de Roma con un método más empresarial que pastoral. Dejaron muy claro que la elección de Michele Di Tolve como como rector de su seminario era inapropiada. Están dolidos por el mensaje del Papa Francisco que no encuentra en toda su diócesis un sacerdote capaz de formar a los futuros sacerdotes de Roma. El Papa Francisco tiene la intención de reunirse también con los demás sectores, evitando una reunión con todos los sacerdotes de su diócesis.

Hace años que el Papa no se reune, todos juntos, con los sacerdotes romanos. Aunque sigue diciendo que es «obispo de Roma» y firma documentos de San Juan de Letrán, parece tener miedo de encontrarse cara a cara con sus sacerdotes. Una situación similar se vivió en el seno de la Compañía de Jesús donde había dividido completamente la provincia argentina: “Pro Bergoglio” y “Contra Bergoglio” y por este motivo fue enviado a Alemania. Utiliza el mismo método ahora en el Vaticano, sólo se encuentra con aquellos que están dispuestos a estar de acuerdo con él y alabarlo. Parece que Baldassare le aseguró que serían pocos los sacerdotes y que no le darían problemas, la cosa no fue del todo así.

Unos meses después de la publicación de una desastrosa constitución apostólica que revolucionó la Iglesia de Roma, el Papa Francisco decidió enviar al cardenal Gianfranco Ghirlanda para hablar con sus sacerdotes. No quería ir porque sabía muy bien que el clero de Roma literalmente se lo comería. La actitud utilizada en Roma es la misma que se utiliza con la Iglesia Universal. Quien no se ajusta a sus deseos se define como rígido, escalador, clerical

El tiempo pasa y el papa Francisco no parece darse cuenta de que son los viejos en este mundo los que tienen sus ideas, que siguen luchando por una Iglesia que no existe y nunca existirá. Mientras que el Papa ha comenzado a unir las diócesis suburbanas en Roma se procede en la dirección opuesta. Cada sector se está convirtiendo en una diócesis en sí mismo y el papel del cardenal vicario se ha vuelto absolutamente inútil. En este gran caos los sacerdotes ya no saben cómo moverse y nadie les preguntó nada antes de poner sus manos en la Constitución que regula su diócesis.

Specola

lunes, 12 de junio de 2023

Cuidemos a los curas



La Iglesia está atravesando una crisis pocas veces vista en su historia. Y las crisis nunca son gratis; tienen su costo, que en este caso lo paga la totalidad de sus miembros, y el precio son las humillaciones, las cancelaciones, las persecuciones despiadadas a veces y disimuladas otras, propiciadas generalmente por quiénes debieran ser el principio y forma del rebaño.

Y cada cual se apaña como puede para resistir. Los laicos somos los que más barata la sacamos: nuestro propio estado nos exige obligaciones y deberes que nos apartan en buena medida del fragor de la lucha. El cuidado de la familia, la propia profesión y las ocupaciones habituales de cualquier persona que vive en el mundo, lo ubican en territorios que, a su manera son más pacíficos. En pocas palabras, un laico podrá, en el peor de los casos, estar sometido a su esposa o a su esposo; a su suegra o a sus padres, pero nunca estará sometido a un obispo, o a un prior o a un provincial, que suelen ser los superiores más exquisitamente crueles.

Por eso, yo insisto en la necesidad de cuidar a los sacerdotes que son la pieza más frágil de todo el engranaje. Y lo son porque el deber de su propio estado los obliga a estar permanentemente en el ojo del ciclón, sin poder apartarse del vórtice, como sí podemos apartarnos los laicos. Y deben hacerlo, además, acarreando todas las difíciles condiciones propias de su estado: la soledad raramente compensada con la amistad de sus colegas; la casi permanente sensación de vacuidad de sus vidas a las que los conduce ejercer su ministerio en un mundo tan apartado de Dios y en una Iglesia en contubernio con ese mundo; la fragilidad emocional que provoca esta situación; la precariedad económica, sobre todo en países como el nuestro, en el que son verdaderamente pobres; la agitación permanente entre el querer permanecer fieles a Dios y a la Tradición y, a la vez, la necesidad de someterse a los caprichos de su obispo y al frenesí pastoral que se les impone, y tantas otras situaciones más que podríamos mencionar. Y esto le sucede a sacerdotes de todas las diócesis argentinas, de las más pequeñas a las más grandes, y le sucede a sacerdotes de España, y le sucederá también a los de todos los países de lo que alguna vez fue la Cristiandad. Y lo sé porque con mucha frecuencia me escriben al mail simplemente para relatarme sus casos porque se han sentido identificados con algo que yo pude haber escrito en el blog.

Hace algunos días, las monjas benedictinas de Pienza, que están siendo perseguidas en estos meses por su obispo y por la Santa Sede (el valor de su monasterio ubicado en un sitio de privilegiada belleza es de varios millones de euros), escribieron una larga carta en la que, entre otras cosas, decían:

Pero además de los conventos y monasterios perseguidos, hay muchos sacerdotes, para quienes la soledad y la sensación de abandono son aún más difíciles de sobrellevar, sobre todo cuando su ostracismo está motivado por su fidelidad a Cristo. Pero cada uno de nosotros debe reaccionar en conciencia ante la tiranía que se está instaurando en la Iglesia, porque una respuesta coral y decidida podrá demostrar, en primer lugar, que no es compartida ni deseada por la mayoría de los fieles y, en segundo lugar, que la apostasía actual sólo puede frenarse mediante un retorno incondicional a Nuestro Señor. Durante demasiado tiempo nos hemos antepuesto a Jesucristo, el diálogo con el mundo al deber de evangelizar a todas las naciones, como Él nos ordenó. Pero ¿cómo hacerlo, cuando estamos solos, distraídos de la oración y el recogimiento por acontecimientos que no tienen nada de espiritual? ¿Cómo hacerlo, cuando se está privado de los Sacramentos, del consuelo de la Misa, del alimento del Pan eucarístico?

Lo que mencionan las religiosas es fundamental. No podemos pasar sin los sacerdotes porque no podemos pasar sin los sacramentos. Podemos pasar sin los obispos, a quienes vemos muy de tanto en tanto, pero no sin sacerdotes a quien vemos, y necesitamos, cada día o cada domingo. Por eso, en este momento crucial, tan difícil y doloroso por el que está atravesando la Iglesia, creo que es un responsabilidad particularmente delicada que nos incumbe a nosotros, los laicos, acompañar y sostener a aquellos sacerdotes que, en su intención de mantenerse fieles a la fe y a la tradición de los apóstoles, son hostigados a diestra y siniestra. Cada uno sabrá el modo de hacerlo; no siempre se trata de ayudas económicas, que también, sino de la amistad, la cercanía y el agradecimiento pues, sin ellos, estaríamos perdidos.

The Wanderer

viernes, 17 de marzo de 2023

El fin del sacerdocio



Una de las obsesiones más recurrentes, e insistentes, del camino sinodal alemán es el celibato sacerdotal para los nuevos y para los ya ordenados que quisieran casarse sin tener que renunciar al ejercicio del ministerio. El tema fue aprobado con una abrumadora mayoría, cerca del 95% de los votos en favor. Cuando un sacerdote elige el sacerdocio, debe actuar por vocación, sabiendo que no desempeñará un trabajo como cualquier otro: el celibato, como ha sostenido siempre Benedicto XVI, no debe entenderse como una renuncia, sino como un don, a saber, el de servir sólo al Señor y al rebaño que le ha sido confiado. El sacerdote ya tiene una familia y es la comunidad de los fieles a la que está llamado a servir en el nombre del Señor: “el celibato es posible porque Cristo da la gracia para vivirlo. El sacrificio es el instrumento para poder corresponder a esta gracia».

Desde el Vaticano II hemos vivido, el tema no es nuevo, una lucha sin cuartel contra el celibato que hace sospechar que estamos ante un ataque contra el sacerdocio mismo. Permitir que los sacerdotes se casen no favorecería un aumento de vocaciones, el mismo Papa Francisco está finalmente convencido de ello. Es falso argumentar que, al ofrecer a los sacerdotes el derecho a casarse, también se colocaría una barrera contra los casos de pederastia: una hipótesis que no se sostiene, dado que la gran mayoría de los sacerdotes pederastas tienen tendencias homosexuales, por lo tanto, difícilmente “tratable” con un matrimonio.

domingo, 4 de diciembre de 2022

¿Qué es el sacerdocio católico? Invitación a jornada vocacional



Lejos de lo que se piensa, Dios sigue llamando, hoy y siempre, a participar más íntimamente de la obra de la salvación

No es preciso ir a buscarlos muy lejos: están allí, entre nosotros. Son almas nobles que no desean otra cosa que inmolarse por Dios y su Iglesia; almas grandes que sólo buscan hacer algo de bien en estos tres o cuatro días que tenemos de vida; almas que desean almas…


Inscripción previa, AQUÍ


– “¿Y si Dios me llama para ser sacerdote?”.

Pues ese es el motivo de esta jornada vocacional que viviremos: analizar la posibilidad de que Dios pueda estar llamando a alguien al sacerdocio.

No hace falta estar decidido; sólo estar dispuesto a analizarlo.

La jornada es libre y gratuita, y está pensada para jóvenes varones de hasta 30 años de edad (se grabarán y publicarán luego las pláticas).

¿Cuándo?: Sábado 17/12/2022, a las 16 hs.

¿Dónde? Ingeniero Maschwitz, Bs.As.

Habrá sacerdotes para atender consultas/confesiones.

Culminará con la Santa Misa.

Dios los bendiga, y a rezar por los frutos.


P. Javier Olivera Ravasi, SE

viernes, 4 de noviembre de 2022

El via crucis de un párroco católico



De forma clara, concreta y concisa: quisiera que los obispos supieran bien el vía crucis que un párroco católico padece en su destino pastoral en el tiempo actual, y no por la acción de los enemigos de la Iglesia sino por efectos de las contradicciones internas de la misma que desde hace medios siglo sufre la comunidad cristiana. Y resalto párroco CATÓLICO; el modernista no sufre calvario alguno sino que toma el ministerio como una función civil sin adhesión ontológica alguna. Hablo del sacerdote ordenado que con toda ilusión acude a su primer destino parroquial y se encuentra con:

1: Solicitudes de bautizo de una gran mayoría de padres no casados por la Iglesia (o por civil o en concubinato) los cuales desconocen por completo que viven en situación objetiva de pecado mortal. Idem de los mismo en los padrinos que, en no pocas ocasiones, o no están confirmados o si lo van a estar es por acudir a catequesis “express” para confirmarse de cualquier manera (o sea sin fe alguna). Ahora cura párroco: celebra los bautizos en un ambiente de increencia, indiferencia y hasta en celo amargo de los que no quieren pagar una mínima tasa y hacen el dispendio en la fiesta familiar.

  • Si nos quejamos nos dirán que tenemos que ser más “sinodales”

2: “Primeras” comuniones. Ya no es la primera sino “LA” comunión (es la única). Madres que acuden a la parroquia con el único deseo de montar una fiesta a sus hijos en ocasión de esa “comunión”; los “sueltan” literalmente en Misa dominical para que los catequistas los cuiden en Misa y luego pretenden mangonear al sacerdote en asuntos de los que no tienen ni idea como la liturgia celebrativa.

  • Si nos quejamos nos dirán que seamos más “cercanos”

3: Confesiones. Cuántas veces hay que negar, o aplazar, la absolución, a fieles que vienen a confesar sin idea alguna del sentido de pecado y, lo que es peor, envenenados de la “teología” posconciliar que durante décadas ha vaciado las conciencias de la moralidad cristiana sobre todo en los mandamientos tercero y sexto de la ley de Dios.

  • Si nos quejamos nos dirán que no seamos “curas torturadores” en la confesión

4: Bodas. Cuando son de fieles no practicantes (hoy son mayoría en España) hay que sufrir verdadera “invasión” de nuestras parroquias de manadas de horteras, catetos y similares que convierten la casa de Dios en pseudoferias de la peor estofa, y no exagero. Y hay que tragarse esa falta de respeto como efecto de décadas de “catequesis” insulsa, buenista y meramente sentimental.

  • Si nos quejamos nos dirán que somos muy “rígidos”

5: Funerales o exequias. Dado que desde hace décadas parece que el infierno dejó de existir, que el purgatorio es una fábula, y que TODOS vamos al cielo hagamos lo que hagamos…., pues de nuevo soportar la presión ambiental para que los funerales se parezcan más a epílogos de películas yanquis que a lo que debiera ser una Santa Misa para implorar el descanso eterno

  • Si nos quejamos…….es que carecemos de “misericordia”

6: Acusaciones falsas. Esto es lo más doloroso humanamente hablando. Cuantos curas son falsamente acusados y sometidos a presunción de culpabilidad por sus mismos superiores para quedar bien con las autoridades civiles (o por miedo a ellas y a los medios informativos)

Son solo seis ejemplos del vía crucis que HOY sufre cualquier cura párroco salvo excepciones muy extraordinarias. Pero ejemplos que nos hacen la idea real de uno de los mayores problemas que padece la Iglesia actual.

Padre Ildefonso De Asís

viernes, 23 de abril de 2021

‘Foro de Curas de Madrid’: la realidad de un grupo que pide votar a partidos anticatólicos



No es la primera vez que la izquierda intenta utilizar sus terminales eclesiales -que las hay- para intentar atraer a católicos despistados. Hoy ha vuelto a ocurrir



Un grupo de curas que arremete duramente contra Vox

Hoy medios progres han difundido un llamamiento de un grupo llamado “Foro de Curas de Madrid” llamando a votar a cualquier partido menos al PP y a Vox. Es más: la web católica Vida Nueva también les ha dado difusión, en el que afirman que les “alarma enormemente” que el PP y Vox puedan gobernar en Madrid. Además, arremeten contra Vox y le acusan de sostener posiciones “anticonstitucionales, antidemocráticas, antifeministas, homófobas y aporobóficas”.

Ese Foro dice reunir a sólo 120 de los más de 1700 curas de Madrid

Muchos se habrán enterado hoy de que existe el llamado “Foro de Curas de Madrid”. ¿Quiénes son? Pues se trata de un pequeño grupo de curas de izquierdas pertenecientes a la Archidiócesis de Madrid y que tienen un blog. En 2009, la revista 21RS dijo que ese Foro “agrupa a 120 teólogos, párrocos y sacerdotes”. En 2016 el Huffington Post les atribuyó la misma cifra de miembros. Hoy Infovaticana indica la misma cifra. En 2018 la Archidiócesis de Madrid señaló que en esa comunidad hay 1.711 sacerdotes, así que incluso suponiendo que todos los de ese citado Foro lo sean, ese grupo izquierdista representa al 7% de los curas de Madrid, algo que no le da derecho a hablar ni en nombre de la Iglesia Católica ni en nombre de todos los sacerdotes de esa diócesis.

El Foro no hace ni una sola crítica a los partidos de izquierdas

Significativamente, el citado Foro ha utilizado la web izquierdista Religión Digital para publicar su comunicado. En él no hacen ni una sola crítica a los partidos de izquierda ni de extrema izquierda, partidos como PSOE, Podemos o Más Madrid que sostienen posiciones abiertamente anticatólicas como la defensa del aborto, de la eutanasia, el laicismo más radical, la imposición de la ideología de género en las escuelas y el ataque a la libertad de educación en general y a la asignatura de religión en particular. Tampoco se muestran preocupados porque pueda gobernar Madrid un partido comunista como Podemos, que justifica las agresiones contra sus rivales políticos, o Más Madrid, que tienen en sus filas a una individua como Rita Maestre, que participó en el asalto a una capilla católica.

El precedente de la Stowarzyszenie PAX en Polonia

Viendo la actitud del citado Foro, no puedo evitar ver un cierto parecido entre él y la Stowarzyszenie PAX, una asociación pseudocatólica creada durante la dictadura comunista polaca para minar a la Iglesia desde dentro. A su pesar, los católicos polacos sentían un gran rechazo por los tiranos comunistas y secundaron a sus obispos en la resistencia a esa dictadura. Los católicos ya estamos acostumbrados a lidiar con submarinos izquierdistas.

¿El arzobispo de Madrid va a desautorizar a esos sacerdotes?

Eso sí, ante la repercusión mediática que ha tenido la nota de dicho Foro, ¿el señor arzobispo de Madrid piensa pronunciarse al respecto? Hay que recordar que en 2018 a un sacerdote se le ocurrió hablar bien de Vox en un medio y la Diócesis de Osma-Soria salió rauda y veloz a desmarcarse de él. Una reacción que no se vio un año antes, cuando más de 300 sacerdotes, diáconos y religiosos de Cataluña apoyaron el golpe separatista del 1-O ante el silencio sepulcral de sus obispos

Desde luego, si yo viviese en Madrid tendría muy clara mi intención de votar a Vox, porque como católico considero que es el partido que mejor defiende mis principios, por no decir el único. Lo que digan unos curas progres a estas alturas, sinceramente, me importa muy poco.
Elentir

jueves, 28 de enero de 2021

James Martin y sus aliados activan la alerta antifascista contra la ‘rigidez’ de los jóvenes sacerdotes

 INFOVATICANA


El mediático jesuita James Martin ha alertado en su cuenta de Twitter de un reportaje en el periódico católico progresista National Catholic Reporter en el que se denuncia la llegada a las parroquias de jóvenes sacerdotes con inclinaciones ‘tradicionalistas’. ¿Caza de brujas?

“Lectura esencial”, alerta James Martin en su cuenta de Twitter, en un hilo que empieza enlazando con un artículo aparecido en el ‘liberal’ National Catholic Reporter. “No son incidentes aislados [sino] parte de una tendencia creciente en la iglesia (sic), dejando a los feligreses con sentimientos de rabia y aislamiento. Esencialmente un rechazo de buena parte del Vaticano II por sacerdotes más jóvenes, este fenómeno ha escapado al radar”.

Essential reading: These are not isolated incidents and part of a growing trend in the church, leaving parishioners feeling angry and isolated. Essentially the rejection of much of Vatican II by younger priests, this phenomenon has flown under the radar. https://t.co/45vW5iaXKG

— James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) January 27, 2021

Hace unos días, el prestigioso vaticanista italiano Aldo Maria Valli publicó en su blog, Duc in altum, una columna en la que establecía un paralelismo entre lo que está sucediendo en la Iglesia y lo que pasa en Estados Unidos, apuntando a que en ambos casos asistimos a un periodo de confusión y del fin de viejas certezas.

Hasta qué extremo pueda llevarse la analogía es algo que ignoro. Pero cada vez parece más evidente un aspecto común: la caza de brujas desatada contra los ‘disidentes’. Disidentes que, por otra parte, no son los de toda la vida, no son disidentes contra el sistema, sino contra los que ayer mismo eran ellos mismos los disidentes, más una reacción que una revolución.

El titular del reportaje en el Reporter no tiene desperdicio: 

“Entraron el latín, el incienso y la quema de libros, salió la mitad de los fieles”. 

¿De verdad? No deja de tener su gracia, porque cualquiera puede echar cuentas y mirar cuántos iban a Misa y frecuentaban los sacramentos cuando “salieron”, hace cosa de medio siglo, con el postconcilio, el latín y el incienso, por usar su simplificación, y cuántos quedaron unos pocos años después. Ya les adelanto: una huida en masa como no se ha producido en toda la historia de la Iglesia, una verdadera “Iglesia en salida”.

El artículo está lleno de ‘perlas’ como ésta: “de los seminarios de Estados Unidos siguen graduándose para su ordenación jóvenes sacerdotes que se inspiran, no en Francisco, sino en Juan Pablo II. Es un tipo silencioso, extraño e inquietante de cisma en la práctica y la disciplina de la Iglesia”.

Ya saben: inspirarse en Juan Pablo II, a quien Francisco ha canonizado, es un “tipo de cisma”. Muy revelador.

Pero el artículo, al tiempo que pretende de forma muy poco sutil atacar a sus enemigos políticos -es lo que son para ellos, realmente-, citando medios online y televisiones como la EWTN fundada por la Madre Angelica, revela por contra una verdad que les aterra: la nueva hornada de sacerdotes no se ajusta a su modelo modernista, sino que pretenden en buena medida recuperar la riqueza inagotable de la tradición perenne de nuestra iglesia.

Que eso les parezca alarmante es, en sí mismo, bastante alarmante

Francisco es un Papa entre centenares, y la Iglesia de Cristo no empezó con él, como no empezó con el último concilio.
Carlos Esteban

martes, 19 de enero de 2021

El Padre Luis Toro y una cristiana retractación sobre los métodos anticonceptivos

QUE NO TE LA CUENTEN 


Queridos amigos de Que no te la cuenten

Hace unas semanas realizamos un pequeño video apoyando la labor del Padre Luis Toro, como podrán ver aquí

El Padre Toro es un sacerdote y apologeta venezolano que intenta –cuando se lo permiten–, debatir públicamente con los protestantes a partir de las Sagradas Escrituras.

Es llano, sencillo y contundente al momento de refutar a sus adversarios (eso es lo que ha atraído a muchísimas almas, gracias a Dios, nuevamente a la Iglesia Católica). Tiene un estilo muy particular pues “el estilo es el hombre” pero aun sin vestir sotana, etc., realiza una obra magnífica.

DURACIÓN 11:21 minutos

Pues bien; apenas publicamos ese vídeo apoyando la labor que está realizando con los hermanos venezolanos, algunos de nuestros lectores nos escribieron para comentarnos, no sin preocupación, ciertas enseñanzas del Padre Toro acerca de la moral conyugal que no parecían ir de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. Nos enviaron los enlaces y, lamentablemente, corroboramos que era cierto: el padre Luis estaba un tanto confundido con respecto a la licitud o no de los métodos anticonceptivos, pensando que “la doctrina había cambiado”.

Desde entonces teníamos dos opciones: hacer lo típico que sucede hoy en día en internet (un vídeo “refutando al padre Toro”, etc., etc., etc.), y dañar así, indirectamente, su obra, o hacer lo que, entre cristianos, se debe hacer primero, como dice el Señor: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos” (Mt 18,15-16).

Y lo intentamos, sabiendo de la humildad del Padre Toro. Y no nos equivocamos.

Nos comunicamos con él y, gracias a su docilidad y humildad, junto con dos amigos sacerdotes, pudimos leer juntos algunos textos del Magisterio pontificio que ahora sólo resumimos.

Ante la pregunta “¿es lícita la anticoncepción en la Iglesia?”, el Magisterio ha sido más que claro (por citar algunos no más):

PÍO XI: “Cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el acto destituido de su propia y natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural” (Casti connubii, n. 21)

PAULO VI: “No le es lícito al hombre romper por su propia iniciativa el nexo indisoluble y establecido por Dios, entre el significado de la unidad y el significado de la procreación que se contienen conjuntamente en el acto conyugal… Es ilícita toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Humanae vitae, nn. 12 y 14).

JUAN PABLO II: “Cuando los esposos, mediante el recurso al anticoncepcionismo, separan estos dos significados (unitivo y procreativo) que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer… se comportan como ‘árbitros’ del designio divino y ‘manipulan’ y envilecen la sexualidad humana… El anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente (pues) se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal” (Familiaris consortio, n. 32).

Hasta aquí, para él, no existían dudas. Sin embargo, había un texto de la Exhortación post-sinodal Amoris laetitia que le habían dicho que “había abierto la puerta a la regulación de la natalidad por medio de la anticoncepción (pastillas, preservativos, etc.)

El texto es el siguiente:

“La conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios”, pero también, “por amor a esta dignidad de la conciencia, la Iglesia rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto” (Amoris laetitia, n. 42).

Es decir: se mezclaba “la decisión de limitar el número de hijos” (que por causa grave puede ser realizada a partir de los métodos naturales) con la condena a las “intervenciones coercitivas del Estado favor de la anticoncepción”; claro está que, aunque en la letra no se dijese estrictamente nada novedoso [1], redactado así, algún desprevenido podía interpretar esto como que, a partir de ahora, “la Iglesia aceptaba la anticoncepción artificial” siempre y cuando no fuese impuesta por el Estado…

Con gran humildad y docilidad, leímos con el padre Luis Toro el Magisterio pontificio anterior y recordamos un principio hermenéutico que, para él, resultó de gran luz: y es que, para la sana teología, cuando un texto de la Iglesia resulta ambiguo o discordante con la enseñanza magisterial anterior, siempre debe ser leído e interpretado a la luz de los textos magisteriales previos.

Dado que el Padre Luis se encuentra ahora realizando diversos apostolados en pos de sus pobres hermanos venezolanos, e imposibilitado de poder realizar vídeos, decidimos, con su expreso permiso comentar esto a modo de retractación y para tranquilidad y edificación de todos.

Que su humildad nos sirva de ejemplo (a mí en primer lugar) y que sepamos que, si Dios permite nuestra corrección es para el bien de nuestras propias almas y de las encomendadas a nuestros apostolados.

Dios los bendiga y,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

[1] Al contrario, la nota a pie de página de este texto remitía a la “Relación final del sínodo de los obispos” donde, el 24/10/2015 se decía en el nº 63: «El camino adecuado para la planificación familiar presupone un diálogo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideración de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja. En este sentido es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae Vitae (cf. 10-14) y la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (cf. 14; 28-35) para contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida. Hay que animar continuamente a las parejas jóvenes a donar la vida. De este modo puede crecer la apertura a la vida en la familia, en la Iglesia y en la sociedad”.

viernes, 20 de noviembre de 2020

“Estado policial”: Sacerdotes irlandeses amenazados con la cárcel

 GLORIA TV


La policía de Mullahoran (Irlanda) le dijo al padre Patrick Hughes que él podría ser enjuiciado, porque no hizo retirar a la gente de la Misa dominical.

En Irlanda, las Misas públicas están prohibidas desde octubre, y las contravenciones son castigadas con hasta 2.500 euros y/o seis meses de cárcel. Hughes fue traicionado por un soplón local.

El 18 de noviembre dijo en el sitio web AngloCelt.ie que él sigue celebrando Misa, “porque practicar nuestra religión es nuestro derecho constitucional”.

El sacerdote rechaza todavía despedir a los fieles, pero no quiere ser enjuiciado. En consecuencia, él celebrará Misa en horas diferentes, lo que hace más difícil la participación de las personas.

Su conclusión: “Estamos yendo a un Estado policial”. Hughes no es la única víctima. El domingo pasado la policía apareció en otras parroquias irlandesas, diciendo a los sacerdotes que “aplican todo el rigor de la ley” contra ellos.

jueves, 17 de septiembre de 2020

La formación sacerdotal. Las vocaciones



La mala memoria, o el parentesco ideológico, lleva a cancelar el recuerdo de lo que se ha vivido décadas atrás en el orden eclesial, con sus gravísimas consecuencias en la vida social y política; se disimula así el fracaso estruendoso del progresismo, con todos sus matices.

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Estudiosos y comentaristas de la vida eclesial han afirmado, repetidamente, que el Concilio Vaticano II fue una revolución, que no se limitó a reformas instrumentales, sino que cambió para siempre la manera de pensar y de hacer teología. Según la orilla de la grieta eclesial en que cada uno se encuentra ubicado, difiere la valoración que se hace de aquel episodio histórico enfocado en su totalidad: para unos fue una feliz circunstancia que ha de sumarse al registro de épocas gloriosas del catolicismo; para otros fue una calamidad, fuente de múltiples desgracias que todavía padecemos.

Lo razonable es conservar distancia respecto de estos juicios contrastantes; lo que no se puede negar, eso sí, es que a la gran asamblea ecuménica siguió una crisis de proporciones. Pablo VI, dolorido, habló del «crudo invierno» que sobrevino en lugar de la primavera que se esperaba, y afirmó que por una rendija se había filtrado en la Iglesia el «humo de Satanás». El mismo pontífice censuró repetidamente las arbitrariedades que se cometían en nombre del «espíritu del Concilio», y reconoció que se trataba de una crisis de fe; por eso, en 1968 -el punto desbordante del desastre- proclamó el Año de la Fe, y publicó el Credo del Pueblo de Dios, reafirmando la verdad de la doctrina católica. Quienes hemos vivido aquellos años terribles -yo era seminarista- no lo podemos olvidar; en la mesa del desayuno o del almuerzo se discutía lo que habían discutido los Padres, el día anterior, en el aula conciliar. ¡No fue, ciertamente, el mejor clima para nuestra formación!.

Con la apelación al «espíritu del Concilio», en los años siguientes se justificaban los atentados que el capricho subjetivo exhibía como realizaciones del aggiornamento propiciado por el Vaticano II; esa nueva actitud era presentada como imprescindible fidelidad al mundo moderno, criticando a la Iglesia de siempre como aferrada a posiciones de inmovilismo y de atraso. Publicaciones de teología y de pastoral alimentaban esa fiebre de destrucción. El Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha señalado gráficamente que, en comparación con esa enfermedad terrible, el modernismo descrito y condenado por San Pío X, en la encíclica Pascendi fue «un simple catarro».

En aquellos años, miles de sacerdotes en todo el mundo abandonaron la vida sacerdotal; la inobservancia del celibato fue sostenida por las críticas de teólogos y pastores a esa histórica disciplina eclesial -gloria del catolicismo según muchos pontífices-, con incomprensión de su sentido y valor.

He resumido a modo de proemio del tema a tratar lo que ya he observado en otras intervenciones. Una revisión serena de aquellos episodios invita a reconocer que el Concilio fue -es- los documentos, textos aprobados casi por unanimidad, que es preciso leer, como enseñó Benedicto XVI, a la luz de la gran tradición de la Iglesia y en continuidad con ella, según una ley de desarrollo homogéneo. La observación que algunos hacen y que identifica al Vaticano II como una revolución, me parece interesada, esconde un intento de volver a la vigencia del «espíritu del Concilio», pasando por alto el largo y glorioso pontificado de Juan Pablo II, y el breve pero igualmente ilustre del Papa Ratzinger.

En aquellos años ya recordados se verificó un progresivo desmantelamiento de la estructura de los seminarios, que ofrecían todavía una versión clásica, con la propuesta teórica y los ensayos prácticos de reemplazarlos por pequeñas comunidades. El Concilio había ofrecido un programa de renovación en el Decreto Optatam totius Ecclesiae, aprobado después de siete redacciones previas en la última etapa conciliar, con solo quince votos en contra, que el día de la promulgación pontificia, 28 de octubre de 1965, se redujeron a tres. El itinerario formativo, lógicamente, debía referirse a la naturaleza del ministerio y la vida de los presbíteros, que fue el contenido del Decreto Presbyterorum Ordinis, aprobado en su octava redacción el último día de sesiones, 7 de diciembre del mismo año, con solo cinco «non placet». Me apresuro a señalar que donde fueron atendidas las indicaciones de ambos textos se produjo una recuperación de los seminarios y del número de vocaciones, pero este feliz resultado estuvo lejísimo de constituirse en un fenómeno general. Algo, mucho, muchísimo, fue arrollado para siempre por el malhadado «espíritu del Concilio».

En las consideraciones que siguen me limito a esos dos documentos, prescindiendo de las disposiciones de la Santa Sede expresadas en la Ratio promulgada por Pablo VI, en 1970, la de Juan Pablo II, de 1992, y la reciente, con fecha 8 de Diciembre de 2016. Dejo de lado, asimismo, la Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Wojtyla, Pastores dabo vobis. Los textos del Concilio han sido una fuente insoslayable; por eso prefiero limitarme a ellos.

Una primera indicación de Optatam totius Ecclesiae es que en la formación sacerdotal deben unirse estrechamente tres dimensiones: doctrinal, espiritual y pastoral (n. 8). Este principio básico no resulta fácil de instrumentar en un itinerario seminarístico; el propósito es plasmar una personalidad sacerdotal, teniendo en cuenta que el candidato es el protagonista de ese proceso, que él asume con plena voluntad.

Se trata, dice el texto, de aprender a vivir secundum forman Evangelii. Pensemos en el significado de la noción de forma en la teoría hilemórfica; la referencia indica el alma: cimentarse en la fe, la esperanza y la caridad para alcanzar el espíritu de oración, el vigor de las demás virtudes y el celo por ganar a todos los hombres para Cristo. No falta en este contexto la invitación a amar y venerar «con filial confianza a la Santísima Virgen María, a la que Cristo, muriendo en la cruz, entregó como madre al discípulo». Se debe valorar esta exhortación a la devoción mariana, sobre todo considerando que el Decreto sobre la Vida y Ministerio de los presbíteros calla completamente este punto tradicional. ¿Cómo puede explicarse semejante olvido?. En mi opinión, podría vincularse este defecto con algunas intervenciones en el aula conciliar, que calificaron de exagerada la devoción mariana propia del catolicismo, siguiendo publicaciones que preconizaban lo que se llamó minimalismo, un reflejo de la protestantización de la Iglesia. Por la voz de los santos la tradición católica proclamó que de Maria numquam satis: nunca se alabará lo suficiente a la Madre del Señor, nunca será bastante nuestro amor a ella.

Se registra en el Decreto Optatam una cuádruple referencia a la madurez de la personalidad, a la cual deben tender los seminaristas. Se postula el crecimiento en una madurez más plena (plenioris maturitatis profectum, n. 10); cultivar la necesaria madurez humana (debita maturitas humana, n. 11); fomentar la sólida madurez de la personalidad (ad solidam personae maturitatem promovendam, ib.). Esta condición consiste en la estabilidad del espíritu, la capacidad de tomar decisiones prudentes, la rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres, el dominio del propio carácter, la reciedumbre (animi fortitudinem), sinceridad, fidelidad a la palabra dada, buena educación (urbanitas)... en suma: los sacerdotes han de ser hombres hechos, y todo ello unido a la caridad. Hacia ese ideal se avanza gradualmente (gradatim), paso a paso. Es importante señalar que el concepto de madurez no debe restringirse a la sola dimensión psicológica; ésta, por cierto, debe quedar asegurada, valiéndose cuando es necesario del recurso profesional correspondiente, pero aquí se trata del nivel espiritual de la persona, de orden natural y sobrenatural, que comprende la inteligencia, la afectividad, la voluntad y el dinamismo sanante de la gracia. El texto conciliar observa muy válidamente que la disciplina, el orden exterior, es imprescindible en el seminario, pero que debe convertirse en interna aptitudo, íntima convicción de abrazar ese orden, y hacerlo por razones sobrenaturales (ib. 11); así no se reducirá a una observancia exterior y farisaica.

En muchos lugares, en los años del posconcilio se prescindió del valor de la disciplina, que es un instrumento necesario, arte, método, regla de vida del discípulo, tal como lo entendió la Iglesia desde los tiempos apostólicos. Hoy en día está de moda insistir en la alegría (gaudium, laetitia), pero se habla poco de la cruz; mejor dicho, no se habla. Se pretende un Cristo sin la cruz, es decir, descristianizado; se elude el instrumento que permite alcanzar el gozo que el Evangelio ofrece. Así se deforma la verdad de la vida cristiana.

La cuarta referencia a la madurez califica la elección de la vida sacerdotal como una decisión muy seria, optione mature deliberata, y por tanto verdaderamente libre (n. 12). En relación con el tema de la madurez, el Decreto Optatam se refiere brevemente a la educación para el celibato sacerdotal; este es un don y a la vez una tarea contínua, para que el sacerdote pueda entregar al Señor un corazón indiviso, a fin de amar a todos como el Señor mismo los ama (n. 10). La expresión amore indiviso, según se indica en una nota, procede de la encíclica de Pío XII Sacra Virginitas, de 1954. En cuanto se trata de un don precioso de Dios, hay que rogarlo humildemente (humiliter impetrandum); en cuanto tarea, es preciso apresurarse a corresponder libre y generosamente, con la ayuda de la gracia del Espíritu Santo. El Concilio exhorta a advertir a los candidatos sobre las contingencias riesgosas que acechan a la castidad del sacerdote maxime in praesentis temporis societate. ¡En la sociedad de entonces, los años 60 del siglo pasado!. ¿Qué habría que decir hoy, después de décadas de exitosa «revolución sexual», en una sociedad que exhibe sin recato alguno su gusto ostentoso de la fornicación, y con el influjo de la propaganda mediática en la imaginación de las masas?. El texto infundía ánimo mencionando los oportunos auxilios divinos y humanos. Los segundos serían las normas clásicas de la educación cristiana y los últimos hallazgos de la psicología y la pedagogía sanas; el adjetivo sanae no está de más, es una buena cautela. En este punto, y a la luz de la experiencia, me parece oportuno añadir la necesidad de un cuidadoso discernimiento sobre las posibles tendencias homosexuales de algunos candidatos, para apartarlos con decisión del camino emprendido si ellas se confirman; el celibato requiere una clara virilidad.

La cuestión del celibato ha vuelto a cobrar plena actualidad con ocasión de los nuevos conatos para lograr su descarte. El Sínodo de la Iglesia Alemana, que no sabemos en qué acabará, y antes el Sínodo de la Amazonia han propuesto la vieja solución de ordenar viri probati, hombres casados preparados para el caso. El argumento es ahora la necesidad de contar con más sacerdotes en las regiones donde escasean, y faltan las vocaciones; no se examina en profundidad cuáles son las causas de este fenómeno, para remediar el cual existen otras soluciones. La apelación a la Iglesia primitiva es errónea. Los Apóstoles no llevaron consigo esposas e hijos cuando se entregaron a la misión; en siglos posteriores la ordenación como diáconos, presbíteros y aun obispos de hombres casados, implicó el compromiso de vivir en continencia; el celibato esclesiástico es, pues, de origen apostólico, y no una invención tardía del Rito Romano. Dicho esto sin menoscabo del respeto y aprecio debidos a la diversa disciplina de las Iglesias Orientales.

La importancia del asunto no escapó a los Padres del Vaticano II, como aparece claramente en el Decreto Presbyterorum Ordinis. En el n.16 de este texto se expresa el valor y la excelencia del celibato mediante el uso de comparativos: facilius, liberius, expeditius, aptiore, latius, cuatro adverbios y un adjetivo. Mediante el celibato guardado por amor del reino de los cielos (cf. Mt 19, 12), los sacerdotes se unen más fácilmente a Cristo con un corazón indiviso (indiviso corde, cf. 1 Cor 7, 32-34); se entregan más libremente a Él y por Él al servicio de Dios y de los hombres; sirven con mayor disponibilidad a su reino y a la obra de regeneración sobrenatural, y se hacen más aptos para recibir una más amplia paternidad espiritual. Equivale a un signo del mundo futuro, el de la resurrección, en el cual el matrimonio no tendrá lugar, y desde ahora evoca el misterio de la unión de la Iglesia -todos los fieles- con su único Esposo, Cristo. En este contexto, el Concilio renueva su reconocimiento y aprecio por el don, y encomienda a los sacerdotes que pidan con toda la Iglesia la gracia de la fidelidad.

Dos años después, Pablo VI publicó la encíclica Sacerdotalis caelibatus; era un tiempo de enorme confusión, cuando se difundían numerosos errores y se registraron con abundancia deserciones de la vida sacerdotal, incluso entre superiores y profesores de los seminarios. Desde esta perspectiva resulta patética, y misteriosa, la condenación que Juan XXIII hizo en el discurso de apertura del Concilio de los «profetas de calamidades». Las calamidades, previstas por la gente más lúcida, se cumplieron cabalmente. Pío XII en su encíclica Menti nostrae, sobre el fomento de la santidad de la vida sacerdotal (1950), destacaba agudamente: «Se está desarrollando entre los sacerdotes, cada día más extensa y gravemente, el ansia de novedades, en especial entre aquellos que están menos dotados de erudición y doctrina y llevan una vida menos ejemplar». Esa tendencia se agravó hasta extremos impensables impulsada por la manía del aggiornamento, descartando el punto justo, el de la prudencia, que el Papa Pacelli señalaba sobre todo a propósito de los métodos apostólicos, entre «la desordenada ansia de novedades de unos y el aferramiento al pasado de otros». Actualmente, el discurso oficial cuando evoca aquellos años conciliares, olvida mencionar la grave crisis que siguió y que, por otra parte, continúa manifestándose en nuestro doloroso presente.

Al final del n. 11 se encuentra una bella expresión de lo que allí se llama ratio del Seminario, es decir, su organización y vida: se mencionan la dedicación a la piedad y el silencio -pietatis es silentii studio- y el interés por ayudarse unos a otros -mutui adiutorii sollicitudine- de modo que esa organización sea ya una especie de iniciación -quaedam initiatis- de la futura vida del sacerdote.

Antes de pasar a ocuparme, siquiera brevemente, de la cuestión de los estudios y de la formación pastoral, quiero señalar que en Optatam totius Ecclesiae y en Presbyterorum Ordinis encontramos un diseño de espiritualidad sacerdotal válida en primer lugar para el clero diocesano; solo que después no ha sido reconocida y presentada frecuentemente como una espiritualidad en el ministerio y, por consiguiente, en la diócesis, la Iglesia particular presidida por el obispo. Por eso, me parece lamentable que los sacerdotes diocesanos que aspiran a un vida intensa de piedad, de oración, a la santidad, se asocien a movimientos y organizaciones que promueven una espiritualidad sentimental, devocionalista, que los absorbe en sucedáneos de lo que la comunidad diocesana representa, y de lo que en ella puede vivirse en fraternidad presbiteral. Es una paradoja: en muchos lugares, el Concilio no ha sido bien conocido y asumido.

La propuesta de revisión de los estudios (recognitio) pretendía que el conjunto de las disciplinas filosóficas y teológicas se articule mejor (artius componentur, n. 14), y que «todas ellas concurran armoniosamente a abrir cada vez más las inteligencias de los alumnos al misterio de Cristo». Se comienza por las humanidades y las ciencias (humanistica et scientifica institutione, n. 13), formación necesaria para acceder a los estudios superiores; o sea que el Concilio aspiraba a que los sacerdotes sean personas cultas, y añado por mi cuenta: no «culteranas» ni «cultósicas», que ostenten la superficialidad de un diletante. Más allá de lo que se pueda implementar curricularmente, no sería difícil suscitar el interés, acopio de sabiduría y belleza reunido, siglo tras siglo, por la humanidad y por la Iglesia. Salgo al cruce de un prejuicio «pauperista», típicamente argentino, como que esa formación cultural, lo más completa y profunda que se pueda, impida dedicarse con entrega, con amor, a los más pobres de nuestra sociedad, y hacerlo poniéndose a su nivel. En el n. 13 se exige adquirir el conocimiento de la lengua latina, «que les capacite para entender y utilizar las fuentes de no pocas ciencias y los documentos de la Iglesia». Corresponde, en este punto, decir algo acerca del odio del latín, que tiene raíces en el progresismo de los años 60; a ello se suma la inclinación a despreciar lo que se ignora. El idioma del Lacio, tan importante para escribir y hablar bien el castellano y para pensar con coherencia lógica, es una lengua que de suyo resulta difícil de adquirir si no se le dedica el tiempo necesario. Desgraciadamente, al menos en la Argentina, se persiste en disminuir las horas curriculares de latín -donde se conserva su estudio-; los pretextos son siempre los mismos: más que pretextos prejuicios ideológicos. De este modo se cierra a los futuros sacerdotes el acceso directo a la cultura latina y la posibilidad de leer y gustar, en su texto original, a los Santos Padres de Occidente.

La Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Liturgia, en el capítulo VI, dedicado a la música sagrada, establecía que había que conservar y cultivar con máximo cuidado (summa cura, n. 114) el tesoro de la música sacra, que era preciso fomentar las scholae cantorum y dar mucha importancia a la enseñanza y la práctica musical en los seminarios; disposiciones posconciliares de la Santa Sede ratificaron esa recomendación de las scholae y los coros polifónicos. Se reconocía el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana, sin perjuicio de fomentar también el canto religioso popular (n. 118). Donde existían aquellos organismos se los suprime arbitrariamente para cumplir con el designio de la devastación de la liturgia. Para cerrar este punto, quiero mencionar la desconocida u olvidada Constitución Apostólica Veterum sapientia de Juan XXIII (22 de febrero de 1962), sobre el renacimiento, estudio y uso del latín.

Continuando con el hilo argumentativo del Decreto sobre la formación sacerdotal, corresponde registrar las orientaciones referidas a los estudios filosóficos, cuya finalidad es adquirir «un conocimiento sólido y coherente del hombre, del mundo y de Dios, apoyados en el patrimonio filosófico de perenne validez» (n. 15). Aunque el Concilio cita a Santo Tomás como maestro de los estudios teológicos, la expresión innixi patrimonio philosophico perenniter valido puede ser referida principalmente al tomismo, sin forzar el significado de los términos, que llevan una referencia en nota a la encíclica de Pío XII, Humani generis (12 de agosto de 1950). El tomismo ha conocido en el siglo XX una obra de restauración esencial debida al Padre Cornelio Fabro. No se omite indicar que también hay que tener en cuenta la filosofía moderna, para alcanzar el recto conocimiento de la mentalidad actual; a los autores que tuvieron mayor influjo, convendría añadir ahora el itinerario posterior del pensamiento, en las décadas que siguieron al tiempo conciliar. El propósito de los estudios filosóficos era «suscitar en los alumnos el amor a la verdad, la cual ha de ser rigurosamente buscada, observada y demostrada (quaerendae, observandae, demostrandae), reconociendo al mismo tiempo con honradez los límites del conocimiento humano». El problema de la verdad se plantea contemporáneamente de modo más serio y radical que medio siglo atrás, a causa de la difusión masiva y del contagio cultural del relativismo y del constructivismo. ¿La verdad?. Digámoslo sencillamente: o es considerada inexistente, o inalcanzable, o cada uno tiene la suya, o la fabrican e imponen los «formadores de opinión». Si el futuro sacerdote queda atrapado en este círculo opinativo, compromete su futura predicación y la facultad de orientar a los fieles en la bruma que crea confusión aun en los medios eclesiales. Bien asimilada, la filosofía tomista ofrece como fruto una cabeza bien armada, y a la vez libre y curiosa por la totalidad del saber.

En cuanto a los estudios teológicos, se afirma que la Sagrada Escritura debe ser como el alma de toda la teología (veluti anima esse debet, n. 16), por eso hay que formarse en su estudio con especial diligencia. La enseñanza de las disciplinas teológicas, dogmática, moral, liturgia, derecho canónico ha de ser «a la luz de la fe, bajo la dirección del Magisterio de la Iglesia», de manera que «reciban con toda exactitud de la divina Revelación la doctrina católica, ahonden en ella, la conviertan en alimento de su propia vida espiritual y puedan anunciarla, exponerla y defenderla en el ministerio sacerdotal». ¡Ojalá estas indicaciones se hubieran observado siempre y cabalmente!. La referencia a Santo Tomás -Sancto Thoma magistro- lo presenta como guía autorizada de la especulación teológica para profundizar en los misterios de la salvación y descubrir su conexión.

El Concilio Vaticano II no definió expresamente qué significa pastoral; se comprende, sin embargo, qué intenta decir en el n. 19 y los que siguen: todo aquello que se refiere de modo particular al sagrado ministerio (sacrum ministerium); añado predicación, catequesis, praxis confessionis, apostolado de los laicos, etc. La así llamada teología pastoral me parece una disciplina sin contornos precisos, que se presta a parloteos insustanciales en papel impreso. El término pastoral se ha convertido en una especie de talismán. En cuanto a la relación de la teología con la vida espiritual, simplemente me complazco en recordar la sentencia de Evagrio en su Tratado de la oración: «Si eres teólogo orarás verdaderamente, y si oras verdaderamente eres teólogo». En las últimas décadas han proliferado las «teologías de...», en desmedro de la teología de Dios, que eso es fundamentalmente la Theología.

El «contenido» de los seminarios son los seminaristas, las vocaciones. La temática de la vocación sacerdotal es vastísima, en sus dimensiones teológica, histórica, espiritual y sociológica -eclesiológica y cultural-; no puedo abordarla ahora. Solo quiero, para concluir, y desde la experiencia argentina, apuntar unos pocos datos. En los años posconciliares, la difusión del progresismo diezmó los seminarios diocesanos y los noviciados de los institutos religiosos. En los años 80, unos pocos fueron restaurados, y creados algunos nuevos con los criterios dispuestos en los textos conciliares aquí estudiados. Los sacerdotes que deseaban una buena formación para los jóvenes que ellos orientaban, los dirigían a esos centros que constituían una esperanza para la Iglesia. Muchas diócesis continúan todavía hoy en la penuria; algunas de ellas, incluso de un millón o más de habitantes, solo cuentan con cuarenta o cincuenta presbíteros, y los seminaristas, si los hay, pueden contarse con los dedos de una mano. Creo que no exagero; ¡no podrían ayudar a la Amazonia, como sabiamente sugirió el Cardenal Sarah!.

Suceden algunos hechos difíciles de comprender y de explicar. La suerte del Seminario depende del Obispo, de sus convicciones acerca de la orientación del mismo, del acierto en la elección de los formadores, de su asidua cercanía o de su más o menos relativo desinterés. Suele ocurrir que el cambio de Obispo dé al traste con lo que trabajosamente había logrado su antecesor, o implique, si no hay Seminario propio, que los seminaristas sean transferidos a un centro distinto del que frecuentaban. ¿Qué pasará ahora con el Seminario de la diócesis de San Luis, después del desplazamiento de su excelente Obispo?. Otro caso: como resultado de un lamentable conflicto, ha sido cerrado el Seminario «Santa María Madre de Dios», de la diócesis de San Rafael; ¿qué será de los 40 jóvenes que allí se formaban?, ¿quién los recibirá, aquí en nuestro país, al menos?. Estos sucesos manifiestan un problema serio de la Iglesia en la Argentina, silente, pero que muchísimos sacerdotes y laicos perciben y sufren. La mala memoria, o el parentesco ideológico, lleva a cancelar el recuerdo de lo que se ha vivido décadas atrás en el orden eclesial, con sus gravísimas consecuencias en la vida social y política; se disimula así el fracaso estruendoso del progresismo, con todos sus matices. La «cultura del encuentro» requiere objetividad, sinceridad, amor verdadero. ¿Qué «encuentro» se puede alcanzar si se fomenta y practica la «grieta»?. Digo lo que he dicho con el máximo respeto y afecto por todos, y no sin pena.

+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

miércoles, 16 de septiembre de 2020

La masonería y el Nuevo Orden Mundial son los enemigos principales d la Iglesia: P. Gabriel Calvo


Alto y Claro TV entrevista al sacerdote e historiador Gabriel Calvo Zarraute acerca de su obra “Verdades y mitos de la Iglesia Católica. La historia contra la mentira”.

Se trata de un libro importante, una obra ambiciosa y rigurosa que desenmascara y rebate, de un modo divulgativo y accesible, las raíces históricas del anticatolicismo e hispanofobia actuales.

La Edad Media, el Islam, las Cruzadas, la Inquisición y la expulsión de los judíos, la conquista y evangelización de América, la Ilustración y su proyección en la Revolución Francesa y el liberalismo posterior, la relación con el nazismo son vistos con una luz que, en nuestros días no es común, debido a la serie de interesantes y reveladoras reflexiones que realiza.

ALTO Y CLARO TV

Duración 16:05 minutos

https://youtu.be/eZzMKxVTImM

Entrevista al P. Gabriel Calvo, historiador y sacerdote en la que aborda las grandes mentiras que se han transmitido alrededor de la Iglesia (Inquisición, Leyenda Negra, Las Cruzadas, la Edad Media como época oscurantista, etc.) y quienes han sido los responsables de la elaboración y difusión de dichas mentiras

sábado, 12 de septiembre de 2020

Obispo amenaza con ‘penas canónicas’ al sacerdote que dijo que un católico no puede votar a Biden (Carlos Esteban)



“No se puede ser católico y [votante] demócrata, punto”, fue el mensaje central de un vídeo del Padre James Altman, rápidamente viralizado en redes y que podría costarle ahora un disgusto: el titular de su diócesis, William P. Callahan, obispo de La Crosse, amenaza al sacerdote con penas canónicas.

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Al obispo no le han gustado, según una nota publicada el jueves, los “modos” y el “tono” del Padre Altman en su mensaje grabado y difundido en las redes sociales advirtiendo a los fieles que no podían votar en las presidenciales de noviembre al tándem demócrata Biden-Harris, ultra abortistas, y seguir llamándose católicos, en un vídeo que se ha visionado ya más de 475.000 veces y que pronto pasará del medio millón.

“No hay que descartar penas canónicas si no funcionan mis intentos de corrección fraterna”, amenaza el obispo, después de acusar a Altman de haber infligido una herida en el Cuerpo de Cristo.

Se veía venir, de lejos. El episcopado norteamericano es abrumadoramente demócrata con escasos disimulos y la claridad de Altman es cualquier cosa menos bien recibida en un momento tan delicado
De hecho, los obispos han hecho mangas y capirotes para negarse a negar -y valga la reiteración- la comunión a los políticos más recalcitrantes en el asunto del aborto, como el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que recientemente aprobó para su estado una ley que permite acabar con la vida del niño ya iniciado el parto.
Naturalmente, al obispo le asiste la facultad para castigar a Altman, con penas canónicas o, de modo más discreto, con traslados equivalentes a un exilio. Pero hay dos problemas para llevar a cabo su amenaza.

La primera es el abrumador apoyo popular entre los fieles que ha llovido sobre Altman

Y la segunda es que castigar a Altman dejaría en muy mal lugar a un colega en el episcopado, el obispo de Tyler, en Texas, Joseph Strickland, que desde su cuenta en Twitter dio al mensaje de Altman el apoyo más entusiasta y explícito: “Como obispo de Tyler apoyo la declaración del Padre Altman en este vídeo”, afirma Joseph Strickland desde su cuenta en la red social Twitter. 
“Me avergüenza haber tardado tanto. Gracias, Padre Altman, por su VALENTÍA. Si amáis a Jesús & a su Iglesia & a esta nación… por favor, ATENDED A ESTE MENSAJE”.
De entrada, Callahan ya ha encontrado el modo de silenciar a Altman, como el propio sacerdote avisa en la homilía de su última Misa en directo por las redes, según informa LifeSiteNews:

“El obispo no quiere que ofrezca en directo la misa”, dijo hoy viernes. “Esta podría ser la última retransmisión del Santo Sacrificio de la Misa que pueda dar. Es desafortunado, pero ‘los modos y el tono’ de la gente que se opone a nosotros son así de viles y despreciables”.

Y da nombres: “Advertiréis que no hay niños hoy. Eso es por los ‘modos y el tono’ de varios viles y despreciables comentarios y cartas y correos y llamadas efectuados tanto a mi obispado como a mi parroquia después de que James Martin urgiera a sus seguidores en público que se quejaran”.

Carlos Esteban