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viernes, 17 de marzo de 2023

El fin del sacerdocio



Una de las obsesiones más recurrentes, e insistentes, del camino sinodal alemán es el celibato sacerdotal para los nuevos y para los ya ordenados que quisieran casarse sin tener que renunciar al ejercicio del ministerio. El tema fue aprobado con una abrumadora mayoría, cerca del 95% de los votos en favor. Cuando un sacerdote elige el sacerdocio, debe actuar por vocación, sabiendo que no desempeñará un trabajo como cualquier otro: el celibato, como ha sostenido siempre Benedicto XVI, no debe entenderse como una renuncia, sino como un don, a saber, el de servir sólo al Señor y al rebaño que le ha sido confiado. El sacerdote ya tiene una familia y es la comunidad de los fieles a la que está llamado a servir en el nombre del Señor: “el celibato es posible porque Cristo da la gracia para vivirlo. El sacrificio es el instrumento para poder corresponder a esta gracia».

Desde el Vaticano II hemos vivido, el tema no es nuevo, una lucha sin cuartel contra el celibato que hace sospechar que estamos ante un ataque contra el sacerdocio mismo. Permitir que los sacerdotes se casen no favorecería un aumento de vocaciones, el mismo Papa Francisco está finalmente convencido de ello. Es falso argumentar que, al ofrecer a los sacerdotes el derecho a casarse, también se colocaría una barrera contra los casos de pederastia: una hipótesis que no se sostiene, dado que la gran mayoría de los sacerdotes pederastas tienen tendencias homosexuales, por lo tanto, difícilmente “tratable” con un matrimonio.

miércoles, 15 de abril de 2020

Celibato, Amazonia, Alemania. Vuelve al campo de juego el cardenal Sarah



 

> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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En la mañana del domingo de Pascua y en la mañana del lunes de Gloria la revista francesa “Valeurs actuelles” puso en red, en dos entregas, una entrevista ribereña al cardenal Robert Sarah, reunida por Charlotte d’Ornellas:

> “Là où règne la confusion, Dieu ne peut habiter!”: le cardinal Sarah appelle à l’unité de l’Eglise

> Cardinal Sarah: “Cette épidémie disperse la fumée de l’illusion”

En la primera entrega de la entrevista, Sarah se remite al libro escrito por él y publicado junto al papa emérito Benedicto XVI, con el título “Desde lo profundo de nuestro corazón”, en inclaudicable defensa del celibato sacerdotal.

El cardenal denuncia la instrumentalidad de las invectivas contra el libro y sus dos autores. Reafirma que su publicación, en el pasado mes de enero, ha sido hecha “con un espíritu de profunda obediencia filial al Santo Padre”. Y anhela que finalmente se lo discuta por lo que dice realmente y que el mismo papa Francisco ha mostrado que comparte, cuando dijo – repitiendo a Pablo VI – que “prefiero dar la vida antes de cambiar la ley sobre el celibato”.

Pero en la entrevista el cardenal Sarah habla también de otras cosas: del sínodo sobre la Amazonia, del sínodo de Alemania, de los enfrentamientos dentro de la Iglesia, de los abusos sexuales, además de la “crisis de la civilización” planteada por la pandemia del coronavirus.

A continuación presentamos un breve extracto de su entrevista, sobre los puntos más relevantes para la vida de la Iglesia.

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EL LIBRO SOBRE EL CELIBATO

Con Benedicto XVI hemos querido abrir un debate de fondo, una reflexión serena, objetiva y teológica sobre el sacerdocio y el celibato, apoyándonos en la Revelación y en los datos históricos. […] He leído muchas invectivas e injurias, pero muy poca reflexión teológica y pastoral, y sobre todo he visto muy pocos comportamientos cristianos.

Ahora bien, con Benedicto XVI hicimos propuestas audaces de reforma del modo de vida de los sacerdotes. Nadie ha recogido ni comentado las que creo que son las páginas más importantes de nuestra reflexión, las que se refieren a la necesaria renuncia a los bienes materiales por parte de los sacerdotes, las que apelan a una reforma fundamentada en la búsqueda de la santidad y en la vida de oración, las que invitan “a presentarse ante Ti y a servirte”. […] A todo esto se agrega la necesidad de servir a Dios y a los hombres. Nuestro libro quería ser espiritual, teológico y pastoral, mientras que los medios de comunicación y algunos expertos autodenominados tales han hecho una lectura política y dialéctica. Ahora que se han diluido las polémicas estériles, ¿quizás se lo podrá finalmente leer verdaderamente? ¿Quizás se lo podrá discutir pacíficamente?

EL SÍNODO SOBRE LA AMAZONÍA

Al día siguiente de la publicación de la exhortación apostólica “Querida Amazonía” del papa Francisco, algunos prelados han manifestado decepción y consternación. No estaban inquietos por los pueblos de la Amazonía, sino desilusionados, porque la Iglesia, según ellos, habría debido aprovechar esa ocasión para ponerse en sintonía con el mundo moderno. Se ha visto claramente en esta oleada que la cuestión amazónica había sido instrumentalizada. Se había utilizado la miseria de los pobres para promover proyectos ideológicos.

Debo confesar que tal cinismo me entristece profundamente, ya que en vez de trabajar para hacer descubrir a los pueblos de la Amazonía la profundidad y las riquezas únicas de la persona de Jesucristo y de su mensaje de salvación, se quiso “amazonizar” a Jesucristo y adosarle las creencias y las prácticas de los indígenas amazónicos, proponiéndoles un sacerdocio a medida humana, adaptado a su situación. Los pueblos de la Amazonía, al igual que los de África, tienen necesidad de Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos, verdadero Dios y verdadero hombre, quien ha venido para salvar a los hombres manchados por el pecado, para regalarles la vida y reconciliarlos con Dios, haciendo la paz con la sangre de su cruz.

LOS CONTRASTES EN LA IGLESIA

La unidad de los católicos no es un simple afecto sentimental, sino que se fundamenta sobre lo que tenemos en común: la Revelación que Cristo nos ha dejado. Si cada uno defiende su propia opinión, su propia novedad, entonces la división se difundirá por todas partes. La fuente de nuestra unidad nos precede: la fe es una, es ella la que nos une. La herejía es la verdadera enemiga de la unidad. Me impresiona constatar cómo el subjetivismo torna histéricas las discusiones. Si se cree en la verdad se puede buscarla juntos, también se puede tener confrontaciones francas entre los teólogos, pero los corazones permanecen en paz, porque se sabe bien que al final la verdad aparecerá. Al contrario, cuando se cuestiona la objetividad intangible de la fe, entonces todo se transforma en rivalidad entre las personas, en lucha por el poder. La dictadura del relativismo, en tanto destruye la confianza pacífica en la verdad revelada, impide que haya un clima de serena caridad entre los hombres. […]

La unidad de la fe presupone la unidad del magisterio en el espacio y en el tiempo. Cuando se nos brinda una enseñanza nueva, siempre se la debe interpretar en coherencia con la enseñanza que precede. Si introducimos rupturas y revoluciones, destruiremos la unidad que gobierna a la santa Iglesia a través de los siglos, lo que no significa que estemos condenados al fijismo. Pero toda evolución debe ser una comprensión mejor y una profundización del pasado. La hermenéutica de la reforma en la continuidad que Benedicto ha enseñado tan claramente es una condición sine qua non de la unidad.

EL SÍNODO DE ALEMANIA

Lo que acontece en Alemania es terrible. Se tiene la impresión de que las verdades de fe y los mandamientos del Evangelio se ponen a votación. ¿Con qué derecho podemos decidir renunciar a una parte de la enseñanza de Cristo? Sé que numerosos católicos alemanes sufren por esta situación. Como ha dicho muchas veces Benedicto XVI, la Iglesia de Alemania es demasiado rica. Con el dinero se ha intentado hacer de todo: cambiar la Revelación, crear otro magisterio, una Iglesia no más una, santa, católica y apostólica, sino alemana. El riesgo para una Iglesia similar es pensarse como una de las instituciones mundiales. ¿Pero cómo entonces no terminaría pensándose como lo hace el mundo?

LOS ABUSOS SEXUALES

Esta crisis es ante todo una crisis de fe y una crisis profunda del sacerdocio. El descubrimiento de los crímenes abominables por parte de sacerdotes es el síntoma más aterrador. Cuando Dios no está en el centro, cuando la fe no determina más la acción, cuando ella no orienta más y no impregna más la vida de los hombres, entonces también esos delitos se tornan posibles. Es necesario que comencemos de nuevo, ha dicho Benedicto XVI, a vivir a partir de Dios y ante la mirada de Dios. Ante todo, los sacerdotes deben aprender a reconocer a Dios como el fundamento de su vida y no dejarlo aparte como si se tratara de una fórmula sin contenido real. Cuando una vida sacerdotal no tiene su centro en Dios, corre el riesgo de dejarse llevar por una forma de intoxicación del poder. Como decía también Benedicto XVI: “¿Por qué la pedofilia ha alcanzado proporciones similares? En último análisis, la razón de ello es la ausencia de Dios”.
 
Sandro Magister

sábado, 15 de febrero de 2020

Cardenal Brandmüller: Sínodo alemán imita a Lutero



El Camino Sinodal alemán trata sobre el “poder”, escribe el 14 de febrero en el sitio web Die-Tagespost el cardenal Walter Brandmüller, de 91 años.

Los cuatro temas sinodales –“poder”, “mujeres”, “celibato” y sexualidad”- son para él un diagnóstico de la enfermedad del catolicismo alemán: la auto referencialidad que reemplaza al Evangelio.

Él observa que el Sínodo está repitiendo a Lutero, al reclamar una “igualdad fundamental de todos los miembros de la Iglesia”, mientras ignora el sacramento del Orden Sagrado.

Lutero escribió (en el año 1520): “Porque lo que se escurrió del Bautismo puede jactarse que ya ha sido ordenado sacerdote, obispo y Papa …” y “todos somos igualmente sacerdotes”.

Brandmüller se asombra de hasta qué punto el Sínodo “se corresponde con las intenciones de Lutero”.

Él concluye diciendo que el Sínodo intenta imponer estructuras democráticas mundanas, pero esto es contrario a la naturaleza de la Iglesia.

Recalculando

 
 
Los últimos días han sido sorpresivos, y la sorpresa de la conferencia de prensa del Vaticano de ayer me obligan a recalcular. 

En la última entrada del blog, a raíz de lo que se dijo en la presentación de la exhortación post-sinodal sobre la Amazonia, particularmente las palabras del cardenal Czerny, S.I., todo hacía sospechar una típica trampa jesuiticamente urdida: viri probati, no pero sí. La interpretación que se dio en ese acto y la que dieron inmediatamente después la intelligentzia alemana, la progresía munidal y hasta la luminaria autóctona de la teología, Mons. Tucho Fernández, justificaban la sospecha. La exhortación era el marco de un cuadro que tiene carácter magisterial, y lo que enmarca es el documento postsinodal, y deben leerse conjuntamente. Era fácil suponer que se estaba transfiriendo el carácter magisterial al documento; el resquicio perfecto para que ingresara el celibato optativo en los sacerdotes latinos.

Esta fue mi interpretación apenas leí el miércoles las declaraciones de Czerny, y fue la interpretación de la mayor parte de los periodistas acreditados ante la Santa Sede. Y eso fue lo que se comenzó a decir en todas parte. 

Sin embargo, en la conferencia de prensa de ayer, las cosas cambiaron drásticamente. El vocero del Vaticano, Mateo Bruni, dijo: “La exhortación apostólica es magisterium. El documento final no es magisterium”. 

El cardenal Baldisseri: “Querida Amazonia no habla de aprobar el documento final, [sino solo de su] presentación. Por tanto, [el documento] no es magisterial”. Y ante la pregunta de otro periodista acerca de si las Conferencias Episcopales podían admitir la ordenación de hombres casados, dijo: “Las conferencias episcopales no pueden decidir eso”. 

Más clara aún fue la hna. Bernardette Riess, coordinadora de lengua inglesa de Vatican News, quien en una breve entrevista luego de la conferencia dijo: “El documento final no tiene autoridad magisterial a menos que sea ratificado y promulgado por el Papa Francisco… Este documento en particular no recibió esa ratificación ni promulgación. Debemos ser muy claros al respecto”. 

Llama mucho la atención semejante claridad y tajantes definiciones no solamente porque contradicen lo que se había dicho el día anterior en ese mismo ámbito, sino también porque el “magisterio” francisquista y los discursos de sus lenguareces se caracterizan por ser neblinosos y jamás definir nada. El único modo de explicarlo es suponiendo una orden directa de arriba de actuar en tal sentido, y esa orden solamente pudo venir del Santo Padre.

Se trata de un triunfo de la doctrina tradicional de la Iglesia y un triunfo que, más allá de que hayan o no curas casados, simbólicamente tiene mucho peso, el mismo peso que hubiese tenido una derrota en este sentido. No sé hasta dónde les interesa a los alemanes ordenar hombres casados; lo que les interesaba era el triunfo simbólico de una Iglesia que finalmente se abría aboliendo una de las normas más extrañas e irritantes para el espíritu del mundo. No lo lograron. Esperemos ahora la reacción, que la habrá. 

THE WANDERER

miércoles, 12 de febrero de 2020

El silencio de Francisco, las lágrimas de Ratzinger y su declaración nunca publicada



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Lo que más impacta en la exhortación apostólica postsinodalQuerida Amazonia”, dada a conocer al público hoy, 12 de febrero del 2020, es su silencio total sobre la cuestión más esperada y controvertida: la ordenación de varones casados.

Ni siquiera aparece la palabra “celibato”. El papa Francisco espera que “la ministerialidad se configure de tal manera que esté al servicio de una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía, aun en las comunidades más remotas y escondidas” (n. 86). Pero reafirma (en el n. 88) que solamente el sacerdote ordenado puede celebrar la Eucaristía, absolver los pecados y administrar la Unción de los enfermos (porque también ésta está “íntimamente ligada al perdón de los pecados”, nota 129). Y no dice nada sobre la extensión de la ordenación a los “viri probati”.

Ninguna novedad ni siquiera para los ministerios femeninos. “Si se les diera acceso al Orden sagrado”, escribe Francisco en el n. 100, “esta mirada nos orientaría a clericalizar a las mujeres” y a “reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales”.

La curiosidad que surge inmediata, de la lectura de “Querida Amazonia”, es entonces entender en qué medida el libro bomba escrito por el Papa emérito Benedicto XVI y por el cardenal Robert Sarah en defensa del celibato del clero, publicado a mediados de enero, ha influido sobre la exhortación y, en particular, su silencio respecto a la ordenación de varones casados.

A esta cuestión debe agregarse más información de la que ya se conoce, sobre lo que sucedió en los días calientes posteriores a la publicación del libro.

La secuencia ya conocida de los hechos ha sido documentada en su momento por Settimo Cielo en los tres “Post Scriptum” que están al final del artículo publicado el 13 de enero:

> Ancora sul libro bomba di Ratzinger e Sarah. Con il resoconto di un nuovo incontro tra i due

Pero desde más fuentes independientes entre sí Settimo Cielo tuvo posteriormente noticias de al menos cuatro hechos más, de relevante importancia.

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El primero aconteció en la mañana del miércoles 15 de enero.

A lo largo de toda la jornada del martes 14 el ataque llevado a cabo por las corrientes radicales contra Ratzinger y Sarah había tenido un incremento devastador, alimentado de hecho por las reiteradas desmentidas del prefecto de la Casa Pontificia, el arzobispo Georg Gänswein, de una corresponsabilidad del Papa emérito en la redacción y en la publicación del libro, hasta llegar a pedir que se retirara su firma, inútilmente confrontada por la precisa y documentada reconstrucción, hecha pública por el cardenal Sarah, de la génesis del libro mismo por acción concordada de sus dos coautores.

Ahora bien, la mañana del miércoles 15 de enero, mientras el papa Francisco estaba celebrando su audiencia general semanal y Gänswein estaba sentado, tal como está establecido protocolarmente, a su lado en el aula Pablo VI, lejos entonces del monasterio Mater Ecclesiae, que es la residencia del Papa emérito de quien él es secretario, Benedicto XVI levantó personalmente el teléfono y llamó a Sarah, primero a su casa, donde no lo encontró, y después a su oficina, donde el cardenal respondió.

Benedicto XVI expresó cordialmente a Sarah su solidaridad. Le confió que no llegaba a comprender las razones de una agresión tan violenta e injusta. Y lloró. También lloró Sarah. La llamada telefónica concluyó con los dos en lágrimas.

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El segundo hecho que se da a conocer aquí por primera vez aconteció durante el encuentro entre Sarah y Ratzinger, en la residencia de este último, la tarde del viernes 17 de enero.

Esa misma tarde, el cardenal se refirió a lo sucedido en tres twitts, en los que confirmaba la plena concordia entre él y el Papa emérito en la publicación del libro.

Pero no dijo que durante ese mismo encuentro – en realidad desarrollado en dos momentos distintos, el primero a las 17 horas y el segundo a las 19 horas – Benedicto XVI había escrito un conciso comunicado que pretendía hacer público con la firma sola del Papa emérito, para testimoniar la consonancia plena entre los dos coautores del libro e invocar el cese de toda polémica.

A los fines de la publicación, Gänswein entregó la declaración – de la Settimo Cielo está en posesión y en la que el rasgo personal, incluso autobiográfico, de Ratzinger se trasluce en forma evidente – al sustituto secretario de Estado, Edgar Peña Parra. Y es razonable suponer que éste informó de ella tanto a su superior directo, el cardenal Pietro Parolin, como al mismo papa Francisco.

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Es un hecho – y es la tercera noticia hasta aquí inédita – que esta declaración del Papa emérito jamás salió a la luz. Pero es verosímil que ha estado en el origen de la decisión de Francisco de exonerar de allí en más de toda presencia visible a su propio lado al prefecto de la Casa Pontificia, Georg Gänswein.

La última de estas apariciones públicas se evidencia en la mañana de ese mismo viernes 17 de enero, en ocasión de la visita al Vaticano del presidente de la República Democrática del Congo. Después de lo cual Gänswein no apareció más junto al Papa, ni en las audiencias generales de los miércoles, ni en las visitas oficiales del vicepresidente estadounidense Mike Pence, del presidente iraquí Barham Salih y del argentino Alberto Fernández.

A los ojos del papa Francisco la declaración de Benedicto XVI había efectivamente comprobado la no confiabilidad de las reiteradas negaciones hechas por Gänswein de la corresponsabilidad del Papa emérito en la composición del libro.

En otras palabras, la oposición del Papa emérito a que su sucesor cediese a las corrientes radicales respecto al celibato del clero se destacaba plenamente en este punto, sin ninguna atenuación más.

Y todo esto a pocos días de la publicación de la exhortación postsinodal, en la que muchos, en todo el mundo, esperaban leer una apertura de Francisco a la ordenación de varones casados.

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Como corolario de todo esto, se dio a conocer también el rol que cumplió el cardenal Parolin en estos acontecimientos.

Cuando efectivamente el miércoles 22 de enero el editor Cantagalli publicó un comunicado respecto a la inminente aparición del libro en Italia, con poquísimas y marginales variaciones respecto al original francés, no se dijo que ese comunicado había sido anteriormente visto y analizado línea por línea por el cardenal secretario de Estado, quien había finalmente alentado vivamente la publicación.

Un comunicado en el que el libro de Ratzinger y Sarah es definido como “un volumen de elevado valor teológico, bíblico, espiritual y humano, garantizado por el peso de los autores y por su voluntad de poner a disposición de todos el fruto de sus respectivas reflexiones, manifestando su amor por la Iglesia, por Su Santidad el papa Francisco y por toda la humanidad”.

Sandro Magister

El Papa en su sitio: No habrá sacerdotes casados


Duración 7:41 minutos

viernes, 7 de febrero de 2020

Actualidad : "El principio del fin" (comentado por José Martí)


Duración 10:06 minutos

¿Nos encontramos ante el principio de una nueva Iglesia (protestante) y el fin de la Iglesia tradicional? O, por el contrario, ¿surgirá de nuevo, floreciente, la Iglesia en continuidad con la Iglesia pre-conciliar? Tal vez la próxima semana surja el documento post-sinodal (el correspondiente a la Amazonía) y tendremos más datos entonces. 

Lo que está muy claro es que en el seno de la Iglesia católica están "conviviendo" dos Iglesias distintas. Hay un cisma real en la Iglesia ... pero sólo una Iglesia puede ser la verdadera. 

De modo que podríamos encontrarnos con un cisma formal: la nueva Iglesia "protestante" (que vive el "espíritu" del Concilio, según ellos) y que rompe con la Tradición de 1950 años de catolicismo ... o la Iglesia que se mantiene fiel a la Palabra de Dios, al auténtico Magisterio de la Iglesia y a la Tradición ... en continuidad con la Iglesia pre-conciliar. 

Lo vamos a ver muy pronto. Lo que sí hace falta es rezar mucho para que Dios ilumine al Papa Francisco a tomar decisiones en función de la fidelidad que debe a la función que representa como vicario de Cristo en la Iglesia, aun cuando ello le suponga el enfrentamiento con todos aquellos que están en su "bando" (elegidos por él) y la confrontación sincera consigo mismo ante Dios: al fin y al cabo, en última instancia, es a Él a quien debe rendir cuentas, cuando llegue el momento del Juicio. 

Personalmente veo casi imposible que no se produzca el cisma formal. Cierto que existen los milagros, pero, ¿se dan las condiciones para que Dios intervenga de un modo extraordinario en su Iglesia? No podemos saberlo. Tan solo está en nuestras manos el rezar con todas nuestras fuerzas al Señor y a la bienaventurada Virgen María, para que la Iglesia fiel se siga manteniendo fiel, caiga quien caiga. Y, como aquel que dice, que Dios nos pille confesados.

José Martí

sábado, 18 de enero de 2020

Conclusiones inconclusas sobre un best-seller



No pueden ser más que inconclusas las conclusiones que podemos sacar hasta el momento del follón armado en torno al libro a cuatro manos entre Benedicto XVI y el cardenal Sarah, puesto que los sucesos aún no terminan. Sin embargo, algo podemos ya ir viendo.

1. La otrora prestigiosa corte papal es ahora poco más que la corte de un reyezuelo africano. Los escándalos, filtraciones y desmanejos se suceden cada día, con hechos que sobrepasan con creces escándalos análogos como el portazo del príncipe Harry y su mestiza mujer a la familia real inglesa. Si no fuera por la protección mediática de la que goza Francisco, hace tiempo que lo habrían destripado. Y señalemos lo más obvio: ¿cómo es posible que el Papa y su guardia de corps progre se enteraran por la prensa y a días de su aparición sobre la publicación del famoso librito, siendo que los protagonistas viven a un tiro de piedra de Santa Marta? Evidentemente, el servicio secreto Vaticano está dirigido por el nieto de Maxwell Smart.

2. Circuló en varios medios una cronología de los hechos atribuida a Antonio Socci (fue publicada como comentario del post anterior) y creo que es verosímil: la co-autoría del libro sobre el celibato estaba clara y acordada entre las partes - Benedicto y Sarah -, con el conocimiento y beneplácito de Mons. Gänswein. Cuando se conoció la noticia, en Santa Marta ardió Troya y el incendio se dirigió directamente hacia Gänswein, como era lógico que sucediera. ¿Qué opciones tenía el prefecto-secretario? O desobedecía una orden directa del Romano Pontífice, que le habrá exhibido todos los poderes de llaves y llaveros que obran en sus manos. O traicionaba a Benedicto XVI. O traicionaba a Sarah. La primera opción difícilmente se la permitiera su conciencia alemana y, además, aceptarla llevaba consigo la defenestración —literaliter— desde la ventana más alta del torrione San Giovanni. Optó por la más fácil, y la más estúpida. Traicionó al cardenal Sarah sin darse cuenta que éste tenía todos los documentos que prueban de modo fehaciente la veracidad de los hechos tal como él mismo la relató. Y el cardenal me sorprendió gratamente al hacer públicas esas cartas puesto que podría haber tenido algún escrúpulo y quedarse callado pro bono pacis. 

3. Este hecho objetivo más los datos que publicó hoy Marco Tosatti, muestran que Gänswein no es el angelical guardaespaldas del Papa Benedicto que se pensaba, sino un personaje de cuidado, mucho más sinuoso de lo que creíamos. Y frente a este hecho, vale la pena preguntarnos si es que la renuncia de Ratzinger al pontificado no fue un hecho sabio. Si aún siguiera en el Trono de Pedro, estaríamos en manos de Gänswein rodeado probablemente de la camarilla de Sodano, y seguiríamos creyendo que estábamos bien porque abundarían las mucetas y los zapatos rojos. Ahora, con Bergoglio, estamos mal, pero estamos conscientes que lo estamos, y cientos de miles de católicos abrieron los ojos. La morfina, en este caso, no sirve porque enmascara los síntomas y no cura; permite que la muerte se acerque sin darnos cuenta. Es lo que sucedió durante el largo y tedioso pontificado de Juan Pablo II, cuando la Iglesia fue inconscientemente entrando en su agonía.

4. El diario Clarín publicó la noticia de un libro que aparecerá en pocos días en el que el Papa Francisco afirma que el “celibato obligatorio es intocable” lo que, según el viboroso periodista que la escribe, “hace fruncir las cejas de muchos progresistas”. Yo me inclino a pensar, como adelanta también Sandro Magister en un reportaje de hoy, que Bergoglio colocará en la exhortación apostólica post-sinodal una ambigüa y estratégica nota a pie de página, como hizo con Los amores de Leticia, que permita la ordenación de hombres casados en ciertos y excepcionales casos. Y con esto no estará introduciendo ninguna novedad: la iglesia católica de rito oriental ordena hombres casado, y la iglesia católica de rito latino ordena “en ciertos y excepcionales casos” a hombres casados (por ejemplo, en el ordinariato de Walsingham). Ya Pío XI había escrito hace más de ochenta años: “38. No es nuestro ánimo que cuanto venimos diciendo en alabanza del celibato eclesiástico se entienda como si pretendiésemos de algún modo vituperar, y poco menos que condenar, otra disciplina diferente, legítimamente admitida en la Iglesia oriental; lo decimos tan sólo para enaltecer en el Señor esta virtud, que tenemos por una de las más altas puras glorias del sacerdocio católico y que nos parece responder mejor a los deseos del Corazón Santísimo de Jesús y a sus designios sobre el alma sacerdotal”. (Carta encíclica Ad catholici sacerdotii. 20 de diciembre de 1935). Bien podría Francisco escribir un texto similar y añadir una por aquí una notita por la que se abriera la brecha de los curas casados.

5. Pero si así fuera, ¿por qué su rabieta y tanto escándalo con el libro? Para entenderlo, hay que recurrir al manual de bergoglismo básico: porque le escupieron el asado, y el único que escupe y orina el asado es él. Y aclaremos que a Bergoglio le importa un bledo el asado; él es vegetariano. Lo que le importa es conservar la potestad exclusiva de escupirlo. En otros términos, el enojo se debió a que le cuestionaron la autoridad, y no a una cuestión doctrinal en la que no cree y que le tiene sin cuidado. Es lo que sucedió con la reciente exoneración de su secretario privado: el problema no fue lo que hacía don Fabián sino que no cumplió la condición que se le había impuesto. Desobedeció al Papa; a dormir bajo algún puente del Tíber. Lo que a Bergoglio le interesa es ejercer el poder; no hay que olvidarlo. Es el más digno y acabado hijo de San Ignacio, y se relame, como sus hermanos en religión siempre lo hicieron, siendo el armador en las sombras de cualquier componenda política. En este caso, claro, están muy alejadas de las intrigas con las que los jesuitas gobernaban las cortes europeas en el siglo XVII. Francisco se conforma con organizar una reunión entre el presidente argentino Alberto Fernández y los directivos del FMI en el Vaticano. 

6. Entonces, ¿las previsibles excepciones excepcionales al celibato son cosa de poca mota? No. Si la famosa exhortación post-sinodal abriera efectivamente la posibilidad de la ordenación de hombres casados, sería una cuestión gravísima porque, como lo han afirmado ya muchos medios, esa excepción sería el codicilo del que se agarrarían los alemanes y con ellos toda la progresía para incorporar sacerdotes casados a su clero. Y prueba de ello es la carta confidencial que envió hace tres días el cardenal Hummes a todos los obispos del mundo pidiéndoles que fueran particularmente diligentes en dar a conocer y efectivizar el próximo documento amazónico en sus diócesis. Cuesta entender qué interés puede tener tal escrito para los fieles de Madrid, de Budapest, de Melburne, de Temuco o de Los Ángeles. La única explicación es que, a partir de él, se quiere sentar doctrina para la Iglesia universal. El documento sobre la Amazonía a los que menos les interesará será a los amazónicos

7. Pero si la iglesia oriental han mantenido la posibilidad del clero casado desde la época apostólica, ¿dónde radicaría la extrema gravedad de trasladar la misma experiencia a la iglesia latina? Specola, en su entrada de ayer, ha sido muy agudo en señalar el peligro: “Sobre los curas casados es evidente que hoy no existe, como lo podía estar hace decenios, una demanda por parte del clero católico. El matrimonio está viviendo una profunda crisis y no entra en los proyectos de vida de los jóvenes de las generaciones actuales y el número reducido de jóvenes sacerdotes tienen mucho más claro que sus antecesores el tema del celibato. Estamos ante una palanca ideológica que pretende instituir un sacerdocio distinto del que conocemos y que no pertenece a la tradición católica. Este es el verdadero problema de fondo y es el contenido fundamental de la reciente publicación. Quedarse en las ramas es querer despistar y no poco sobre las verdaderas intenciones. Entramos en momentos decisivos en los que los impulsores de cambios radicales ven que la oportunidad Francisco se va terminado”.Se trata, sin más, en la introducción de un nuevo modelo de sacerdote quien no será ya el hombre elegido y consagrado para “hacer sagradas” las cosas profanas —concepto arcaico y ampliamente superado por el mundo contemporáneo—, sino una suerte de mediador social, lenitivo de los conflictos vecinales y pacificador de greñas y disturbios, con algún resto de difusa espiritualidad cósmica. 

Buon pranzo a tutti!

The Wanderer

jueves, 16 de enero de 2020

NOTICIAS VARIAS 16 de enero de 2020




INFOVATICANA

Advierten del riesgo de un ‘antipapa Ratzinger’ (Carlos Esteban)

SPECOLA

La incómoda coexistencia de dos papas, Papa Francisco y Scalfari, arrancan la viña de Benedicto XVI, el milagro de Corea del Sur.

El putiferio Vaticano y la doble firma, Hummes calienta motores, ¿curas casados o nuevo sacerdocio?, el ‘espíritu’ del concilio se termina.

QUE NO TE LA CUENTEN

Reedición de los libros del Padre Javier Olivera Ravasi, SE






ONE PETER FIVE

miércoles, 15 de enero de 2020

El libro del escándalo es suceso en ventas en Francia




Il pasticcio Benedicto - Sarah y el celibato




La situación que explotó en los últimos dos días a raíz del libro escrito por Benedicto XVI y el Cardenal Sarah sobre el celibato es grave. Pareciera que no aporto ninguna novedad al calificarla de tal modo porque lo cierto es que todo lo que ocurre durante el pontificado de Bergoglio es grave, pero en este caso, la gravedad es aún mayor y todavía es muy pronto para saber cómo terminará el affaire. Lo cierto es que en el Vaticano están furiosos y los “guardianes de la revolución” han soltado a la jauría.

Copio a continuación el artículo de Ricardo Cascioli aparecido recién en La brújula cotidiana. Me parece un excelente análisis de los hechos. Agregaría solamente una observación. Me huelo que el que complicó la situación fue Nicolás Diat, el editor de los libros del cardenal Sarah. Y, como apunta Marco Tosatti, lo hizo “tutto a sua gloria e merito”.


El libro sobre el celibato, el gran lío de monseñor Georg Gänswein

Tras el clamor suscitado por los extractos del libro en defensa del celibato eclesiástico, firmado por Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah, se discute el sensacional giro de 180 grados del secretario de Ratzinger, monseñor Georg Gänswein. Había asegurado el desconocimiento del Papa emérito sobre el proyecto del libro a cuatro manos, pero los hechos lo desmienten. Y el cardenal Sarah confirma que todo estaba claro y compartido, y publica cartas de Benedicto XVI dirigidas a él. Y los editores también recibieron en su momento el "visto, se imprima" de Gänswein. Quizás después de los violentos ataques, mentiras y amenazas recibidas, el secretario ha querido proteger al Papa emérito, pero va a obtener el resultado contrario, porque separar a Benedicto XVI del cardenal Sarah sólo ha facilitado a sus enemigos su eliminación. Mientras tanto, el libro saldrá con la firma del cardenal Sarah y "con la contribución de Benedicto XVI". Pero el contenido, que es lo que cuenta, sigue siendo el mismo.

Empecemos con los hechos. El libro "Desde lo más profundo del corazón", del que Le Figaro anticipó algunos extractos causando un gran revuelo, ha sido compartido realmente por Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah. La obra está compuesta por dos ensayos sobre el sacerdocio, con especial atención al celibato, escritos respectivamente por Benedicto XVI y el cardenal Sarah. Luego hay una introducción y una conclusión firmada por ambos: las dos fueron escritas por el cardenal Sarah pero vistas y aprobadas por Ratzinger. Y el "visto, se imprima" vino directamente del secretario personal de Benedicto XVI, monseñor Georg Gänswein.

¿De dónde viene entonces todo el caos de estas horas y el giro inesperado de Gänswein? El secretario de Ratzinger ha declarado a la agencia de noticias ANSA: "El Papa emérito sabía que el cardenal estaba preparando un libro y había enviado un texto suyo sobre el sacerdocio autorizándole a usarlo como quisiera. Pero no había aprobado ningún proyecto de libro firmado por ambos, ni había visto o autorizado la portada". En realidad, los editores son capaces de demostrar que monseñor Gänswein está mintiendo: el secretario sabía muy bien que el libro saldría con la doble firma y había dado el visto bueno a pesar de que era consciente del enorme impacto que tendría la publicación. Además, desde la tarde del lunes 13 de enero, tan pronto como se difundió la noticia de una disputa sobre las firmas, el cardenal Sarah –hablando de "difamaciones de excepcional gravedad"- hizo circular en las redes sociales las cartas que le había escrito Benedicto XVI en las que se ponía de manifiesto que el Papa emérito era consciente del proyecto del libro.

Y de nuevo, la introducción corresponde a esa media página preparada por el cardenal Sarah que es el tema de la carta enviada por Ratzinger el 25 de noviembre: "Querida Eminencia, de todo corazón quiero darle las gracias por el texto añadido a mi contribución y por toda la elaboración que ha hecho. Me ha conmovido profundamente que haya comprendido mis intenciones: en realidad había escrito siete páginas de aclaración metodológica de mi texto y me alegra decir que usted ha sido capaz de decir lo esencial en media página. Por lo tanto, no veo la necesidad de enviarle las siete páginas, ya que usted ha expresado lo esencial en media página. Por mi parte, el texto puede ser publicado en la forma que usted ha previsto".

En la mañana del 14 de enero, el cardenal Sarah reconstruye de nuevo con un comunicado oficial todo el proceso que ha llevado a la publicación del libro: desde el 5 de septiembre pasado, cuando fue a ver a Benedicto XVI a la Mater Ecclesiae pidiéndole un "texto sobre el sacerdocio católico, con especial atención al celibato", hasta el 3 de diciembre, cuando en otra visita explicó a Benedicto XVI que "nuestro libro se imprimiría durante las vacaciones de Navidad y que se daría a conocer el miércoles 15 de enero". Entre tanto, las fechas que han marcado los distintos momentos han sido en gran parte ya documentadas con las cartas que circularon el día 13 por la tarde. En la conclusión del comunicado, el cardenal Sarah habla de "una abyecta controversia": "Perdono sinceramente a todos aquellos que me calumnian o que quieren oponerse al Papa Francisco. Mi adhesión a Benedicto XVI permanece intacta y mi obediencia filial al Papa Francisco es absoluta".

El tema es entonces por qué monseñor Gänswein, en nombre de Benedicto XVI, ha dado este insólito giro con el doble y dramático resultado de haber puesto al cardenal Sarah en serias dificultades y de haber distraído la atención de los contenidos del libro, que siguen estando en cualquier caso confirmados y al mismo tiempo son perturbadores. Además, las afirmaciones más relevantes teológicamente sobre la cuestión del celibato, que niegan absolutamente la posibilidad de excepciones motivadas por necesidades sociales, se pueden encontrar precisamente en el ensayo de Ratzinger.

Sin ninguna duda la publicación de los extractos del libro ha provocado un terremoto en el Vaticano: una verdadera bomba mientras se espera la exhortación post-sinodal con la que algunos albergan la esperanza de que el Papa Francisco se abra a las peticiones contenidas en las conclusiones, precisamente en lo que se refiere a las excepciones al celibato eclesiástico. Las reacciones de los "guardianes de la revolución" no se han hecho esperar en absoluto: si por un lado el gran jefe de la comunicación vaticana, Andrea Tornielli, ha escrito en Vatican News un artículo "normalizador" que intenta reconciliar la posición expresada por Ratzinger con la del Papa Francisco, por otro lado ha “desatado a sus hombres” con el doble propósito de cerrar la boca del Papa emérito y “manchar” al cardenal Sarah, que habría dado vueltas alrededor de un Papa emérito descrito como un pobre viejo tonto. Es significativo a este respecto que el "delfín" de Tornielli, Domenico Agasso jr., firmara el 14 de enero el artículo de apertura de La Stampa, con el título inequívoco de "El Vaticano, el nudo del Papa emérito". Resumen: "Crece la petición de un texto que prevea límites al ejercicio del magisterio del Pontífice renunciante". ¿No está claro?

Se pueden hacer una idea del tipo de presiones que habrán recibido Benedicto XVI y monseñor Gänswein quien, entre otras cosas, es Prefecto de la Casa Pontificia y por lo tanto, se encuentra en una posición delicada entre Ratzinger y el Papa Francisco. Dada la violencia de los ataques públicos, podemos adivinar fácilmente lo que ha ocurrido en privado. Eso no justifica los cambios de rumbo de monseñor Gänswein, pero tal vez se pueda entender que, ante las amenazas y falsedades que circulaban, pretendía proteger a Benedicto XVI. El problema es que obtendrá el resultado contrario: al separar al Papa emérito del cardenal Sarah sólo ha facilitado a sus enemigos su eliminación. Y al mismo tiempo ha debilitado la contribución que los ensayos de Benedicto XVI y Sarah pretenden aportar al debate sobre el celibato eclesiástico, para detener el ataque a la identidad de la Iglesia. El cardenal Sarah ha escrito en Twitter: "Considerando la controversia que ha causado la publicación del libro ‘Desde lo más profundo de nuestro corazón’, se ha decidido que el autor del libro será para futuras publicaciones: el cardenal Sarah, con la contribución de Benedicto XVI. Sin embargo, el texto completo permanece absolutamente inalterado".

Wanderer

¿De verdad cree usted que Benedicto retiró su nombre de la co-autoría del libro con el cardenal Sarah? Una versión de los hechos según Antonio Socci


 
 
 

lunes, 13 de enero de 2020

Un libro bomba. Ratzinger y Sarah le piden a Francisco que no abra la puerta a los sacerdotes casados (Sandro Magister)



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Se han visto. Se han escrito. Precisamente mientras “el mundo retumbaba con el ruido creado por un extraño sínodo de los medios de comunicación que ocupaba el lugar del sínodo real”, el de la Amazonia.

Y han decidido romper el silencio: “Era nuestro deber sagrado recordar la verdad del sacerdocio católico. En estos tiempos difíciles, cada uno debe temer que un día Dios le dirija este duro reproche: ‘Maldito seas, que no dijiste nada’”. Invectiva, esta, retomada de santa Catalina de Siena, gran fustigadora de papas.

Poco antes de Navidad, el papa emérito Benedicto XVI y el cardenal guineano Robet Sarah han entregado a la imprenta un libro que sale en Francia a mediados de enero, publicado por Fayard, con el título: "Desde lo más profundo de nuestros corazones"; es decir, antes de que el papa Francisco haya dictado las conclusiones de ese sínodo amazónico que, en realidad, más que sobre ríos y junglas, ha sido una furiosa discusión sobre el futuro del sacerdocio católico, si célibe o no, y si abierto en un futuro a las mujeres.

Efectivamente, para Francisco será un problema serio abrir la puerta al sacerdocio casado y al diaconado femenino después de que su predecesor y un cardenal de profunda doctrina y evidente santidad de vida como Sarah hayan tomado una posición tan clara y poderosamente argumentada en defensa del celibato sacerdotal, dirigiéndose al papa reinante con estas palabras casi de ultimatum, escritas con la pluma de uno, pero con el pleno consentimiento del otro:
“Hay un vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato. Cada vez que se redimensiona este vínculo se cuestiona el magisterio del concilio y de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Suplico humildemente al papa Francisco que nos proteja definitivamente de esta eventualidad, vetando toda debilitación de la ley del celibato sacerdotal, no importa si limitada a esa u otra región”.
El libro, de 180 páginas, después de un prólogo de Nicolas Diat, se articula en cuatro capítulos.

El primero, titulado "¿De qué tenéis miedo?", es una introducción firmada conjuntamente por los dos autores, fechada septiembre de 2019.
El segundo es de Joseph Ratzinger, de enfoque bíblico y teológico, y lleva el título "El sacerdocio católico". Está fechado 17 de septiembre, antes de que iniciara el sínodo.
El tercero es del cardenal Sarah y se titula: "Amar hasta el final. Enfoque eclesiológico y pastoral sobre el celibato sacerdotal". Está fechado 25 de noviembre, un mes después de que acabara el sínodo, al que el autor había participado asiduamente.
El cuarto es la conclusión conjunta de ambos autores, titulado: “"A la sombra de la cruz" y lleva la fecha del 3 de diciembre.

En el capítulo por él firmado, Ratzinger quiere, especialmente, arrojar luz sobre “la profunda  unidad entre los dos Testamentos, a través del paso del Templo de piedra al Templo que es el cuerpo de Cristo”. Y aplica este hermenéutica a tres textos bíblicos, de los que extrae la noción cristiana del sacerdocio célibe.
 
El primero es un pasaje del salmo 16: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa…”.
El tercero son estas palabras de Jesús en el evangelio de Juan 17,17: “Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad”.
Mientras que el segundo son dos pasajes del Deuteronomio (10, 8 y 18, 5-8) incorporados a la oración eucarística II: “Te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia”.

Para ilustrar el significado de estas palabras, Ratzinger cita casi íntegramente la homilía que pronunció en San Pedro la mañana del 20 de marzo de 2008, jueves santo, en la misa crismal con la que se ordenan los sacerdotes.

Homilía que reproducimos a continuación, como pequeña muestra de todo el libro, y de las páginas más directamente dedicadas a la cuestión del celibato.

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“Nosotros no nos anunciamos a nosotros mismos”

de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI

El Jueves santo nos brinda la ocasión de preguntarnos de nuevo: ¿A qué hemos dicho «sí»? ¿Qué es «ser sacerdote de Jesucristo»? El Canon II de nuestro Misal, que probablemente fue redactado en Roma ya a fines del siglo II, describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras que usa el libro del Deuteronomio (cf. Dt 18, 5. 7) para describir la esencia del sacerdocio del Antiguo Testamento: astare coram te et tibi ministrare.

Por tanto, son dos las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: en primer lugar, «estar en presencia del Señor». En el libro del Deuteronomio esa afirmación se debe entender en el contexto de la disposición anterior, según la cual los sacerdotes no recibían ningún lote de terreno en la Tierra Santa, pues vivían de Dios y para Dios. No se dedicaban a los trabajos ordinarios necesarios para el sustento de la vida diaria. Su profesión era «estar en presencia del Señor», mirarlo a él, vivir para él.

La palabra indicaba así, en definitiva, una existencia vivida en la presencia de Dios y también un ministerio en representación de los demás. Del mismo modo que los demás cultivaban la tierra, de la que vivía también el sacerdote, así él mantenía el mundo abierto hacia Dios, debía vivir con la mirada dirigida a él.

Si esa expresión se encuentra ahora en el Canon de la misa inmediatamente después de la consagración de los dones, tras la entrada del Señor en la asamblea reunida para orar, entonces para nosotros eso indica que el Señor está presente, es decir, indica la Eucaristía como centro de la vida sacerdotal. Pero también el alcance de esa expresión va más allá.
En el himno de la liturgia de las Horas que durante la Cuaresma introduce el Oficio de lectura —el Oficio que en otros tiempos los monjes rezaban durante la hora de la vigilia nocturna ante Dios y por los hombres—, una de las tareas de la Cuaresma se describe con el imperativo «arctius perstemus in custodia», «estemos de guardia de modo más intenso». En la tradición del monacato sirio, los monjes se definían como «los que están de pie». Estar de pie equivalía a vigilancia.

Lo que entonces se consideraba tarea de los monjes, con razón podemos verlo también como expresión de la misión sacerdotal y como interpretación correcta de las palabras del Deuteronomio: el sacerdote tiene la misión de velar. Debe estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debe mantener despierto al mundo para Dios. Debe estar de pie frente a las corrientes del tiempo. De pie en la verdad. De pie en el compromiso por el bien.

Estar en presencia del Señor también debe implicar siempre, en lo más profundo, hacerse cargo de los hombres ante el Señor que, a su vez, se hace cargo de todos nosotros ante el Padre. Y debe ser hacerse cargo de él, de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor. El sacerdote debe estar de pie, impávido, dispuesto a sufrir incluso ultrajes por el Señor, como refieren los Hechos de los Apóstoles: estos se sentían «contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús» (Hch 5, 41).

Pasemos ahora a la segunda expresión que la plegaria eucarística II toma del texto del Antiguo Testamento: «servirte en tu presencia». El sacerdote debe ser una persona recta, vigilante; una persona que está de pie. A todo ello se añade luego el servir. En el texto del Antiguo Testamento esta palabra tiene un significado esencialmente ritual: a los sacerdotes correspondía realizar todas las acciones de culto previstas por la Ley. Pero realizar las acciones del rito se consideraba como servicio, como un encargo de servicio. Así se explica con qué espíritu se debían llevar a cabo esas acciones.

Al utilizarse la palabra «servir» en el Canon, en cierto modo se adopta ese significado litúrgico del término, de acuerdo con la novedad del culto cristiano. Lo que el sacerdote hace en ese momento, en la celebración de la Eucaristía, es servir, realizar un servicio a Dios y un servicio a los hombres. El culto que Cristo rindió al Padre consistió en entregarse hasta la muerte por los hombres. El sacerdote debe insertarse en este culto, en este servicio.

Así, la palabra «servir» implica muchas dimensiones. Ciertamente, del servir forma parte ante todo la correcta celebración de la liturgia y de los sacramentos en general, realizada con participación interior. Debemos aprender a comprender cada vez más la sagrada liturgia en toda su esencia, desarrollar una viva familiaridad con ella, de forma que llegue a ser el alma de nuestra vida diaria. Si lo hacemos así, celebraremos del modo debido y será una realidad el ars celebrandi, el arte de celebrar.

En este arte no debe haber nada artificioso. Si la liturgia es una tarea central del sacerdote, eso significa también que la oración debe ser una realidad prioritaria que es preciso aprender sin cesar continuamente y cada vez más profundamente en la escuela de Cristo y de los santos de todos los tiempos. Dado que la liturgia cristiana, por su naturaleza, también es siempre anuncio, debemos tener familiaridad con la palabra de Dios, amarla y vivirla. Sólo entonces podremos explicarla de modo adecuado. «Servir al Señor»: precisamente el servicio sacerdotal significa también aprender a conocer al Señor en su palabra y darlo a conocer a todas aquellas personas que él nos encomienda.

Del servir forman parte, por último, otros dos aspectos. Nadie está tan cerca de su señor como el servidor que tiene acceso a la dimensión más privada de su vida. En este sentido, «servir» significa cercanía, requiere familiaridad. Esta familiaridad encierra también un peligro: el de que lo sagrado con el que tenemos contacto continuo se convierta para nosotros en costumbre. Así se apaga el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, ya no percibimos la grande, nueva y sorprendente realidad: él mismo está presente, nos habla y se entrega a nosotros.

Contra este acostumbrarse a la realidad extraordinaria, contra la indiferencia del corazón debemos luchar sin tregua, reconociendo siempre nuestra insuficiencia y la gracia que implica el hecho de que él se entrega así en nuestras manos. Servir significa cercanía, pero sobre todo significa también obediencia. El servidor debe cumplir las palabras: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42). Con esas palabras, Jesús, en el huerto de los Olivos, resolvió la batalla decisiva contra el pecado, contra la rebelión del corazón caído.
El pecado de Adán consistió, precisamente, en que quiso realizar su voluntad y no la de Dios. 

La humanidad tiene siempre la tentación de querer ser totalmente autónoma, de seguir sólo su propia voluntad y de considerar que sólo así seremos libres, que sólo gracias a esa libertad sin límites el hombre sería completamente hombre. Pero precisamente así nos ponemos contra la verdad, dado que la verdad es que debemos compartir nuestra libertad con los demás y sólo podemos ser libres en comunión con ellos. Esta libertad compartida sólo puede ser libertad verdadera si con ella entramos en lo que constituye la medida misma de la libertad, si entramos en la voluntad de Dios.

Esta obediencia fundamental, que forma parte del ser del hombre, ser que no vive por sí mismo ni sólo para sí mismo, se hace aún más concreta en el sacerdote: nosotros no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a él y su palabra, que no podemos idear por nuestra cuenta. Sólo anunciamos correctamente la palabra de Cristo en la comunión de su Cuerpo. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella. También en esta obediencia entra siempre lo que Jesús predijo a Pedro: «Te llevarán a donde tú no quieras» (Jn 21, 18). Este dejarse guiar a donde no queremos es una dimensión esencial de nuestro servir y eso es precisamente lo que nos hace libres. En ese ser guiados, que puede ir contra nuestras ideas y proyectos, experimentamos la novedad, la riqueza del amor de Dios.

«Servirte en tu presencia»: Jesucristo, como el verdadero sumo Sacerdote del mundo, confirió a estas palabras una profundidad antes inimaginable. Él, que como Hijo era y es el Señor, quiso convertirse en el Siervo de Dios que la visión del libro del profeta Isaías había previsto. Quiso ser el servidor de todos. En el gesto del lavatorio de los pies quiso representar el conjunto de su sumo sacerdocio. Con el gesto del amor hasta el extremo, lava nuestros pies sucios; con la humildad de su servir nos purifica de la enfermedad de nuestra soberbia. Así nos permite convertirnos en comensales de Dios. Él se abajó, y la verdadera elevación del hombre se realiza ahora en nuestro subir con él y hacia él. Su elevación es la cruz. Es el abajamiento más profundo y, como amor llevado hasta el extremo, es a la vez el culmen de la elevación, la verdadera «elevación» del hombre.

«Servirte en tu presencia» significa ahora entrar en su llamada de Siervo de Dios. Así, la Eucaristía como presencia del abajamiento y de la elevación de Cristo remite siempre, más allá de sí misma, a los múltiples modos del servicio del amor al prójimo. Pidamos al Señor, en este día, el don de poder decir nuevamente en ese sentido nuestro «sí» a su llamada: «Heme aquí. Envíame, Señor» (Is 6, 8). Amén.

Sandro Magister