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martes, 16 de abril de 2019

El héroe de París es un tradicionalista (Ex FSSP)




El capellán de los bomberos de París, el padre Jean-Marc Fournier, quien ha cumplido 50 años, ingresó el lunes a la noche a la ardiente catedral de Notre Dame, para salvar el Santísimo Sacramento y la Corona de Espinas.

Fournier fue miembro de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP). Desde el 2000 al 2006 sirvió como ayudante del superior general de la FSSP.

En el 2006 llegó a ser capellán militar en Sissonne (Francia), trabajando varios años para la diócesis militar de Francia. En su primer viaje a Afganistán, según su propio testimonio, “el miedo se apoderó” de él.

Pero Fournier aprendió a ser valiente. En el 2015, después del ataque terrorista al local musical Bataclán, de París, en el que fueron asesinadas 89 personas, se lanzó al interior del local para impartir una absolución general.

Notre Dame, señales y prodigios (Carlos Esteban)



La diferencia entre un milagro y un prodigio es que, en el primer caso, el fenómeno debe ser inexplicable para la ciencia, debe superar el campo de lo posible aquí y ahora para revelar la divinidad de su autoría, mientras que para el prodigio basta que sea estadísticamente improbable y evidente como símbolo, como señal.

Todo lo que vivimos ayer en Notre Dame, lo que vivió el planeta entero pendiente de las llamas, fue sin duda un prodigio.

Es decir, es estadísticamente inverosímil que un monumento señero de la cristiandad, la catedral de la capital de la ‘hija primogénita de la Iglesia’, aguante incólume guerras de religión, revoluciones furibundamente anticristianas y dos guerras mundiales, arda ahora, a comienzos de Semana Santa, tras una oleada de ataques contra templos por toda Francia.

No es un prodigio, al revés, es lo esperable, que todos los que representan el pensamiento dominante en Occidente se lamenten por la pérdida de este símbolo ‘cultural’, ‘artístico’, ‘histórico’, haciendo equilibrismos para evitar mencionar nuestra fe, que es lo único que importaba a los hombres que tardaron más de un siglo en levantar la catedral. No hay modo de que una ciudad de 50.000 habitantes, sin medios tecnológicos ni suficiente acumulación de capital, construyese semejante prodigio de piedra, tal oración colectiva, pensando en ‘el arte’, la ‘historia’ o ‘la cultura’. Querían hacer una casa digna para un Dios que se hace pan y vino, y lo demás se les -se nos dio- por añadidura.

Es un prodigio la hazaña del sacerdote Jean-Marc Fournier, capellán de los bomberos de París, que sin mostrar el menor temor se internó entre las llamas para salvar el Santísimo Sacramento y la Corona de Espinas, la principal reliquia que se mantenía en la catedral. Fue un magnífico recordatorio, cuando casi todo el mundo pensaba en gárgolas y vidrieras, estatuas y pinturas, que el sacerdote recordara lo importante, al Dueño de la Casa, más en un tiempo en que los ataques y cuestionamientos a la Presencia Real se extienden por la Iglesia como una metástasis mortal.

No es un prodigio que muchos musulmanes y muchos progresistas ateos mostrasen alegría o se burlasen o hiciesen estúpidas comparaciones que no venían a cuento. Pero los primeros tienen menos culpa; al fin, se toman en serio su fe, para la que cada iglesia abierta es una afrenta a Alá. No así para los segundos, que despliegan el ‘odium fidei’ no por profetizado y constante menos triste. Ese odio anunciado desde el principio por el propio Cristo, “si el Mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí primero”, es una de las pruebas más amargas para cualquier cristiano, y también una de las tentaciones más constantes y difíciles de resistir para la jerarquía eclesiástica es tratar de hacer unas precipitadas paces con el Mundo, ceder a sus modas ideológicas, a su poder aparentemente abrumador.

Es un prodigio que la primera foto hecha por los bomberos después de las horas de infierno, al entrar en el edificio, fuera la cruz, brillante e intacta, sobre el altar. Stat crux dum volvitur orbis, la cruz permanece mientras el mundo da vueltas, sí, realmente, pero no es lo que se esperaba encontrar. Pocas horas antes, examinando el mar de llamas, el hundimiento de la techumbre, la dramática caída de la espira, un experto había dictaminado que no quedaría nada de Notre Dame. Pero ya hemos visto las naves casi intactas, el milagro -este podría serlo literalmente- de la impresionante roseta norte salvada del fuego, de la estatua de María incólume, hasta del órgano y los bancos. La estructura se mantiene y las dos emblemáticas torres parecen fuera de peligro.

Es un prodigio que en la madre de la laicidad moderna, en la descristianizada Francia, pudiéramos ver las imágenes de anoche de cientos de cristianos, muchos de rodillas, entonando espontáneamente el canto del Avemaría o rezando juntos. No es que las ciudades francesas hayan sido en los últimos años ajenas a las expresiones públicas, callejeras, de religiosidad, al contrario: se han hecho habituales. Pero no de la fe que ha constituido el alma de Francia durante siglos, sino de esa otra que Carlos Martel detuvo con la espada en los campos de Tours.

Sería absurdo decir que el incendio de Notre Dame ha sido providencial, porque todo lo es, en un sentido o en otro. Pero sí podemos apreciar en los prodigios un signo, una señal. Y al menos parece que para muchos europeos está funcionando como señal. Que los amos del discurso nos quieren dormidos, hablando de ‘fake news’ cuando se intenta advertirnos de la deriva suicida de nuestra cultura o avergonzándonos hasta el silencio con palabras inventadas para actuar como mordazas, no es ya un secreto para nadie. 

Y ésta podría ser la señal, la alarma que despierte a un pueblo que se dirige adormilado a su propio suicidio. Porque lo que vimos arder ayer no fue el Louvre o la Puerta de Brandenburgo o el Foro de Roma; no fue simplemente un símbolo ‘cultural’ o meramente identitario, sino una iglesia, un templo prodigioso construido por un pueblo, nuestro pueblo, cuando vivía, cara a Dios, de la fe, esa fe cristiana que, como nos recuerda el cardenal Sarah a tiempo y a destiempo -personaje poco sospechoso de ser un ‘supremacista’-, es el verdadero corazón de Europa, su razón de ser, su identidad vil y vanamente hurtada en Bruselas.

Carlos Esteban

Noticias varias 16 de abril de 2019




DIANE MONTAGNA

Cardinal Burke: Notre Dame fire prompts ‘sobering reflection’ on ‘grievous sins’ of our day

ESPADA DE DOBLE FILO

Stat Crux (Buno Moreno)

INFOVATICANA


SECRETUM MEUM MIHI

Selección por José Martí

Obispo Athanasius Schneider—Obispos alemanes esquizofrénicos (8 de 13)


Duración 7:17 minutos

¿Respetaron la tradición?



No respetaron la tradición.
Después de escribir el artículo de ayer, me gustaría entender las diferentes posturas y reacciones que ha provocado la carta de Benedicto. No me interesa conocer qué opina la prensa secular y liberal, tampoco la prensa papólatra, pero sí me interesa la reacción de muchos que aporrean sin cesar a Francisco y critican la papolatría, pero que sin embargo ignoran y cierran los ojos al camino que nos ha llevado hasta aquí.
Cuando empecé a tirar del hilo, me hacían reflexionar muchas de las contestaciones que me daban ciertas personas.
Mi primera reflexión fue sobre la filosofía del personalismo de la que Juan Pablo II y Benedicto XVI eran víctimas o como les gusta separar a los que critican esta filosofía Woytila y Ratzinger eran víctimas . Recuerdo al primer sacerdote que se lo dije y me trató de ignorante, irreflexiva , le faltó poco para tacharme de loca. Este sacerdote se declaraba personalista y se le llenaba la boca hablando de Von Balthasar . Claramente me dí cuenta que estaba infectado.
La segunda reflexión fue sobre Maritain, ¿ Por qué tanta gente que conocía, que me parecía buena, que rezaba etc.. había perdido la fe en el reinado social de Cristo y eran liberales en lo social y en lo político? ¿ Por qué vivían tan a gusto en una democracia liberal que mataba miles de niños legalmente y sin embargo les horrorizaba el discurso de la confesionalidad del estado? ¿ Por qué cuando votaban no se planteaban ni una sola vez si el partido en cuestión toleraba o defendía el aborto? ¿ Por qué se escudaban siempre en el mal menor?
La tercera reflexión fue el tema del ecumenismo. Había leído la encíclica Mortalium animus y lo que hizo Juan Pablo II y Benedicto XVI en Asís, me pareció una aberración ¿ Por qué a mi alrededor a nadie le parecía una aberración y todos aplaudían? Saqué la siguiente conclusión: No pueden hablar del esplendor de la verdad si una encíclica como Mortalium animus que resplandece de verdad es pisoteada. ¿Cómo después de tirarla a la basura se puede hablar del esplendor de la verdad?
El esplendor de la Verdad es para todo, para la liturgia, para la libertad religiosa, para el reinado social, para el ecumenismo, para el tomismo. No podemos ir por el camino predicando unas cosas y haciendo otras.
Otra reflexión y no menos importante fue la papolatría. Lo impregnaba todo. Era una papolatría enfermiza. Como los papas eran personalistas, todos se hicieron personalistas, como defendían una concepción de la política y de la sociedad maritainenana, todos se volvieron maritaineanos.
Otra reflexión y no menos importante es el camino que hemos recorrido para llegar hasta aquí. Todo esto no se explica si no hay detrás una intencionalidad por parte de los capitanes del barco. ¿De verdad creemos que se quiso frenar todo? Yo no lo creo. Se quiso estar en misa y repicando . Se quiso estar con el mundo y contra el mundo. Se quiso coquetear con la modernidad sin ver que la Iglesia y la modernidad son incompatibles.  Se quiso abrir la puerta al mundo , pensando que el humo de Satanás no se colaría . Se creyó que el mal desaparecería  por sí solo sin presentar batallas.¡ Cuanta ingenuidad en mentes tan sabias e intelectuales!
Debo decir que lo que me ha llamado realmente la atención de la carta de Benedicto y que he tenido que leerlo un par de veces es cuando escribe: “Mis libros fueron escondidos, como si fueran mala literatura, y se leyeron solo bajo el escritorio”. 
¿De verdad, realmente eso es “romper” el silencio? ¿Really?
Escribir una carta, echando la vista atrás, para decir entre otras cosas que sus libros no se leían y para agradecer a Francisco lo bien que lleva la barca de Pedro no creo que sea romper muchos silencios.  Quizás sí acierte cuando habla de escandalizar a los pequeños porque llevan décadas ocultando la fe y predicando a los fieles sencillos lo que les ha interesado. El discurso de Benedicto no me convence porque como laico me considero víctima del cambio de paradigma que él entre otros quiso hacer en la Iglesia.
Todo lo que explica la carta ha sido denunciado y con mucha más valentía por Viganó, Roberto de Mattei, Thomas Weinandy y tantos blogs católicos. Decir que la ausencia de Dios y la homosexualidad son un problema no es romper muchos silencios.  Eso lo dice hasta un psicoterapeuta.
Como ya les dije ayer me quedo con el testimonio de OnePeterfive

A propósito del voto católico en las elecciones generales del 28 de abril de 2019 (José Martí) [1: Abstención y Voto en blanco]


[1: Abstención y Voto en blanco]

[4:PP]


Supongamos, por un momento, que vivimos en un estado "democrático": es una suposición, porque habría que especificar entonces muy bien qué es lo que se entiende por democracia. Hoy en día todo el mundo presume de ser demócrata, desde los partidos de ultraizquierda hasta los de ultraderecha, pasando por el centro. Todo el mundo es demócrata, aunque ninguno se pone de acuerdo en definir lo que se entiende por democracia. El mayor "pecado" es decirle a alguien que no es demócrata. El término demócrata se ha devaluado y se presta a las mayores mentiras. En nombre de la democracia se cometen auténticas barbaridades y aberraciones.

Pero, en fin, concedámosle a la democracia que es un buen sistema de gobierno y que, si se la entiende bien, como lo hicieron los socráticos, tal vez sea el mejor sistema de Gobierno en el momento actual. Esto, lamentablemente, como decimos, no es así, porque se ha absolutizado la democracia y se ha convertido en fin lo que tan solo es un medio de Gobierno.
Admitamos que la libertad de los ciudadanos "es" ( en el sentido de "deber ser") algo que caracteriza a toda verdadera democracia ... Pues bien, si eso es así, yo, en el ejercicio de mi libertad, PUEDO OPTAR POR NO ACUDIR A VOTAR   unas determinadas elecciones. A nadie se le puede obligar a votar, pues, por definición, las elecciones democráticas son -y deben ser- libres. 
Alguien podría preguntarme acerca del porqué de dicha decisión, si tal fuera la decisión que vaya a tomar, que no lo sé.  De lo que estoy completamente seguro es de que, al menos "esta" democracia en la que nos desenvolvemos, deja mucho que desear, en infinidad de sentidos. Aunque no es éste el momento de explayarnos en ello sí me hago algunas preguntas. ¿Estamos todos obligados a ser demócratas? ¿Por qué damos por sentado que la democracia es un bien en sí misma? ¿No estaremos cayendo en el error maquiavélico que hace realidad la diabólica frase de que EL FIN (la democracia, en este caso) JUSTIFICA LOS MEDIOS (aunque sean medios claramente inmorales e incluso antinaturales)?

Todo Gobierno, y la democracia, como forma especial de Gobierno, para ser legítimo, debe tener como objetivo fundamental el "bien común". Pero, ¿sabe alguien qué es eso del BIEN COMÚN?

Para empezar la misma idea de BIEN ni siquiera se plantea, debido al relativismo brutal en el que estamos inmersos. No se concibe que exista un bien absoluto, sino que lo que es bien para uno, no lo es para otro ... y esto se hace patente en temas básicos fundamentales, como el derecho a la vida y la idea de familia y de matrimonio, por poner algún ejemplo. Habrá, por supuesto, temas y asuntos discutibles -y de eso se trata- pero hay otros que no lo son ... ¡sin embargo, todo se pone en tela de juicio ... hasta el extremos de dudar acerca de lo que significa ser hombre o ser mujer! Estamos en una sociedad enferma y paranoica. El bien se ha relativizado por completo.

En cuanto a lo de COMÚN, es decir, eso de que se trate de un bien que lo sea PARA TODOS Y PARA CADA UNO,  esta idea brilla por su ausencia ... Hay que lamentar que no es el BIEN COMÚN lo que prima en nuestros políticos como la norma suprema que SIEMPRE debe de ser seguida.  Y de hecho, la mal llamada "democracia" ha degenerado en una partitocracia: lo que importa ahora es el "bien" de cada partido y no el bien del conjunto de españoles. Esta idea del BIEN COMÚN, entendida como debe de ser entendida, es esencial. Y todo auténtico político,  todo BUEN POLÍTICO debe de tenerla en cuenta. Sólo así la Política podría convertirse en lo que siempre tuvo que ser, según su genuino sentido ... por desgracia estos POLÍTICOS son una especie en extinción.
Puede ocurrir, no obstante, que yo tenga una confianza muy grande en la naturaleza humana, y piense que la Democracia es el mejor sistema de Gobierno, pero que está mal entendida y que por eso no funciona ... en cuyo caso, acudiré a votar, como buen demócrata, pero mi voto será un voto en blanco. Y esto lo haré porque no me convence ninguno de los partidos que se presenta, dado que llevan en sí mismos el germen de la destrucción de la propia democracia. Por lo tanto,  ACUDO A VOTAR, PERO VOTO EN BLANCO.
Continuará 

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