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jueves, 21 de mayo de 2020

Jesús según Josefo: respuesta a objeciones comunes (Flavio Josefo -2)




En un artículo anterior, observamos el testimonio del historiador judío, Josefo, sobre Jesús.

Hoy, vamos a ver en mayor detalle algunas de las objeciones y las respuestas posibles. Antigüedades de Josefo cuenta la historia de los principales sucesos desde el comienzo de la creación hasta la caída del templo de Jerusalén. Cerca del final, Josefo nos cuenta que él lo escribió en el año 93 D.C., a la edad de 56 años.

Algunos académicos modernos sostienen que Josefo se relaciona con el Evangelio según San Lucas en sus trabajos históricos. Algunos dicen que (1) Josefo utilizó a San Lucas, cosa que es probable. (2) Otros afirman que San Lucas utilizó a Josefo, cosa que es casi imposible. (3) Otros dicen que ambos utilizaron una fuente en común. Observamos que el hecho de que Josefo utilizara ya sea a (1) San Lucas directamente, o (2) basándose en una fuente en común ya desaparecida, tal como hizo el evangelista, aumenta la credibilidad histórica de este último.

Sobre Josefo, hay un acuerdo generalizado en tres puntos: (1) Josefo describe la vida, predicación y martirio de San Juan Bautista (alrededor del 32 D.C., un año antes que el de Cristo, como los Evangelios también relatan) bajo el rey Herodes (véase Ant. libro XVIII, cap. 5). (2) Josefo describe a Santiago el apóstol sentenciado a muerte unos 30 años más tarde (cerca del 61 D.C.) (Ant. libro XX. cap. 9) (3) Josefo también describe a Santiago como “el hermano de Jesús, que era llamado Cristo” (ibid.). Varios académicos sostienen que esta breve descripción en el libro 20 presupone una referencia previa a Jesús.

Frente la hipótesis de interpolación en una fecha posterior, (1) tenemos el texto de Josefo citado y con referencia cruzada en cinco autores independientes en tan solo los primeros 500 años después de Nuestro Señor. (2) Contamos con al menos 15 otros autores en los siguientes 1,000 años — es decir, hasta el 1500 D.C. (su autenticidad fue cuestionada primero por Joseph Scaliger, un protestante del siglo XVI, criticado por su enfoque hacia la crítica histórica). (3) La propia tradición del manuscrito hace que todo intento de interpolación resulte fácilmente descubierto (en comparación con otros manuscritos) o virtualmente imposible (porque entonces todos deben ser modificados).

Aquí hay otro santo, Isidoro de Pelucio. San Isidoro, discípulo de Crisóstomo, Lib. IV, Ep. 325:
“Había un Josefo, judío de gran reputación y celoso de la ley; que también parafraseaba el Viejo Testamento con verdad, y actuaba valientemente en favor de los judíos, y había mostrado que su asentamiento era más noble que el que puede describirse con palabras. Ahora, dado que su interés dio lugar a la verdad, porque él no apoyaba la opinión de hombres impíos, considero que es necesario asentar sus palabras. Entonces, ¿qué es lo que él dice? “Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles: era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilato lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos”. No puedo dejar de asombrarme enormemente ante el amor de este hombre por la verdad en muchas cosas pero especialmente cuando dice, Jesús “fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad.”
También contamos con el testimonio del historiador eclesiástico Sozomeno: Historia de la Iglesia, libro I, capítulo 1 (alrededor del 440 D.C.):
“Pero si alguien ignora estos hechos, no es difícil conocerlos leyendo los libros sagrados. Josefo, hijo de Matías, quien también fue sacerdote y muy distinguido entre judíos y romanos, puede ser considerado un notable testigo de la verdad concerniente a Cristo; porque titubea al llamarlo hombre dado que realizó hechos maravillosos, y fue un maestro de doctrinas verdaderas, pero lo llama abiertamente Cristo; que fue condenado a muerte en la cruz, y apareció vivo de nuevo al tercer día. Ni tampoco ignoraba Josefo las otras numerosas predicciones sobre el Cristo realizadas con anterioridad por los santos profetas. Asevera además que Cristo atrajo a muchos griegos y judíos que no dejaron de amarlo, y que las personas que llevaban su nombre no desaparecieron. Me parece que al narrar estas cosas, solo le faltó proclamar que Cristo, comparando sus obras, es Dios. Como afectado por el milagro, corrió y se quedó a mitad de camino, sin embestir contra quienes creían en Jesús sino antes bien, coincidiendo con ellos.”
Es extremadamente significativo, como lo señalan San Isidoro y Sozomen, que Josefo no calumniara a los cristianos, cosa que podría haber hecho fácilmente de haberlo querido. Habiendo descrito con tanto detalle a (1) San Juan Bautista, (2) el rey Herodes, (3) Poncio Pilato, y (4) Santiago de Jerusalén, era solo de esperar que dijera algo sobre Nuestro Señor Jesús y los cristianos del primer siglo, dado que describe tan bien los sucesos del primer siglo en Jerusalén. Por eso es muy llamativo que Josefo no dijera nada, como “su líder no realizó los milagros que decían que había hecho,” sino que admite con recelo que los hechos realizados por Cristo y reportados por los cristianos sí tuvieron lugar.

Recapitulando, hemos visto cinco autoridades en los primeros 500 años D.C.: los santos, concretamente (1) San Ambrosio, (2) San Jerónimo, (3) San Isidoro y los historiadores eclesiásticos, (4) el obispo Eusebio, y (5) Sozomen. Una revisión de las obras referenciadas mostrarán 15 más en los primeros 1.500 años.

Hay tres posibilidades: (1) una completa interpolación, (2) una interpolación parcial, (3) ninguna interpolación. Consideremos seriamente qué posibilidad es la mejor respaldada por la evidencia.

Cuestión/Objeción I: ¿No es probable que la referencia a Jesús haya sido completamente interpolada?

No. ¿Resulta creíble que un hipotético interpolador posterior, suponiendo que tuviese motivos para interpolar (en un tiempo en que nadie cuestionaba la historicidad de Jesús), habría podido hacerlo?

Consideremos la enorme tarea ante esta hipótesis individual: en primer lugar, hubiera tenido que buscar e interpolar en forma idéntica cada uno de los Padres en que la cita de Josefo fue utilizada y, luego, buscar e interpolar cada uno de los textos de Josefo en todos los manuscritos existentes.

Y eso es solo el comienzo. Hubiera tenido que dominar el estilo de Josefo y utilizar expresiones como “sabio”, “tribu de cristianos”, etc. que los eruditos de hoy reconocen como de Josefo, y luego hubiera tenido que dominar el estilo de aquellos Padres, y luego astutamente interpolarlos en todas las citas que hacen de Josefo, y de alguna manera adaptar los argumentos circundantes.

Supongamos que hay un 10% de probabilidad de que un texto de los antiguos Padres haya sido interpolado exitosamente en todas las copias existentes. P(Int)=0,1. ¿Cuál sería entonces la probabilidad de que más de cinco santos e historiadores de la Iglesia hubieran visto sus escritos alterados? Sería del 0,00001.

Cuestión/Objeción II: ¿Es probable que la referencia a Jesús se encuentre solo parcialmente interpolada?

Es menos improbable, pero aún improbable. En este caso tampoco se haya superada la dificultad antes mencionada.

Si decimos que la interpolación pudo no haber tenido lugar durante los primeros 500 años, pero tuvo lugar entre el 500 y 1500 D.C., y que había un 20% de probabilidad de que un único escritor haya visto sus escritos alterados, la probabilidad de semejante alteración sería de 0.2^10 = 0,0000001024.

Entonces, tenemos Prob (interp. antes de los 500 años) = 1/100.000; Prob (interp. entre el 500 y el 1500) = 1,024/10^7.

Eso ya torna extremadamente improbable la hipótesis de la interpolación, dado el testimonio del texto de Josefo en múltiples fuentes tempranas independientes. La probabilidad de que no haya habido interpolación es de casi 1.

Los manuscritos de Josefo pueden ser comparados al de Tácito (un historiador romano del primer siglo, quien también mencionó que Cristo, el líder de los cristianos, había sido crucificado bajo Pilato pero no mencionó Su resurrección).

Casi nadie duda de la autenticidad de los pasajes de Tácito. Y los manuscritos de Josefo son anteriores. En verdad ni siquiera necesitamos los manuscritos para completar el caso, por las citas independientes de Josefo en otros autores antiguos. Pero si alguno quiere compararlos, (1) los manuscritos de Josefo son superiores en calidad que los de Tácito, (2) casi nadie duda de los manuscritos de Tácito, y por lo tanto (3) los manuscritos de Josefo no debieran ponerse en duda sobre esa base. Hay manuscritos de Josefo en griego y latín, árabe, sirio y eslavo.

En cuanto a si Josefo fue un discípulo de Jesús o no — vemos en el Evangelio que algunos dudan de confesar abiertamente a Cristo, haciéndolo en secreto. Por ejemplo, está el fariseo Nicodemo y, entre otros, hasta José de Arimatea (véase Jn. 3:1–2; 7:13; 19:38; etc).

En los Reconocimientos del papa San Clemente de Roma, él lega la tradición de que incluso el rabino Gamaliel era un discípulo de Jesús, pero en secreto — “Gamaliel, quien, como hemos dicho, era de los nuestros pero, por una dispensa, permaneció entre ellos” (Reconocimientos, capítulo 66). Ahora bien, si releemos Hechos 5:34–39 y la amenazante advertencia, “no sea que os halléis peleando contra Dios,” podríamos entender que en este pasaje se encuentra implícita una confesión de que Jesús era Dios.

Entonces, es posible que Josefo también fuera un discípulo de Jesús en secreto pero que no se uniera abiertamente a los cristianos. Algunos de los antiguos Padres y santos se contentan con decir que Josefo era un amante de la Verdad.

Nos despedimos de nuestros lectores y de este asunto con esta consideración final:
“Si bien aquí Josefo no planeó declararse abiertamente cristiano, él no podría haber creído todo lo que asevera sobre Jesucristo a menos que fuera cristiano como lo eran los judíos nazarenos, o ebionitas, quienes creían que Jesús el nazareno era el verdadero Mesías, sin creer que era más que un hombre, y que también creían en la necesidad de observar la ley ceremonial de Moisés para la salvación de todos los hombres; los dos puntos principales de la fe de esos judíos cristianos, si bien en oposición a los apóstoles de Jesucristo durante el primer siglo y en oposición a toda la Iglesia Católica de Cristo en los siglos subsiguientes. Pareciera entonces que Josefo era, en su propia mente y consciencia, tan solo un nazareno o un judío ebionita cristiano; y se puede observar que todo su testimonio y todo lo que dice de Juan el Bautista y de Santiago, así como su absoluto silencio acerca del resto de los apóstoles concuerdan con él bajo aquel personaje, y no otro. Todos sabemos que los miles de judíos que creían en Cristo (Hechos 21,20.) en el primer siglo eran celosos de la ley ceremonial; y en consecuencia, si existiera una razón para pensar que nuestro Josefo era, en cierto sentido, creyente o cristiano, en cuanto a esto hay grandes testimonios, todos estos y todas las demás razones no hacen más que conspirar para asegurarnos que no era más que un nazareno o cristiano ebionita.”

Nishant Xavier 

Traducido por Marilina Manteiga. 

La prueba histórica de la Resurrección que menos agrada a los secularistas (Flavio Josefo - 1)




Una de las pruebas irrefutables de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que incluso aun los no cristianos más serios se ven forzados a admitir, es el testimonio de Flavio Josefo, historiador judío del siglo primero y testigo ocular del extraordinario cumplimiento de las profecías de Nuestro Salvador referentes a la destrucción de Jerusalén en el año 70 A.C

El Arzobispo Eusebio encomia a Josefo por la exactitud de su informe que tan admirablemente concuerda con la Escritura. Para los santos y para nosotros, el testimonio de historiadores cristianos de la altura de San Mateo, San Marcos, San Juan, etc., es infinitamente superior al de cualquier historiador judío o pagano, antiguo o moderno, pero es importante saber que, para los secularistas contemporáneos, Josefo es casi como una biblia secular en lo que a la historia de los acontecimientos del siglo primero se refiere. Cabe imaginar, entonces, ¡cuán conmocionados deben estar al encontrarse frente a este testimonio claro y explícito acerca de la Resurrección de Jesús en las Antigüedades de Josefo!

Flavio Josefo, Antigüedades XVIII, Capítulo III, Párr.3:
“Ahora, había por aquel tiempo un hombre sabio, Jesús, si fuera apropiado llamarlo hombre. Por cuanto era un hacedor de obras extraordinarias; un maestro para aquellos hombres que acogen la verdad con complacencia. Él atrajo hacia sí muchos judíos y gentiles. Él era [el] Cristo. Y cuando Pilatos a sugerencia de las figuras más relevantes entre nosotros, lo condenó a la cruz; aquellos que lo habían amado desde el principio no lo abandonaron. Y él se les apareció vivo nuevamente, al tercer día: tal y como los divinos profetas habían anunciado sobre éstas y miles de otras cosas increíbles acerca de él. Y la tribu de los cristianos, así llamados en su nombre, perdura hasta hoy.”
1.- Este testimonio histórico da fe de todos los hechos más resaltantes de la vida de Nuestro Señor Jesucristo: su sabiduría divina, sus asombrosos milagros, su elevada doctrina, su poderosa predicación que atraía a hombres y mujeres de todas las razas y culturas, su crucifixión bajo Pilatos y su gloriosa resurrección conforme a lo que los grandes profetas de Israel habían escrito. Igualmente, muestra que todo esto era conocido de manera prácticamente universal entre los judíos de su tiempo, incluso entre aquellos que eran hostiles o indiferentes al Evangelio.

2.- El testimonio es tan evidentemente de Josefo, que coloca a todos los críticos seculares ante dificultades insuperables; no les queda más remedio que alegar desesperadamente que se trata de un engaño a los fines de poder mantener su secularismo. Pero esto resulta ser solo una pretensión absurda y ridícula. El pasaje en cuestión se ajusta perfectamente a todo lo que conocemos del estilo y vocabulario de Josefo que se caracteriza por expresiones únicas y propias tales como “tribu de cristianos” y el llamar a Jesús “un hombre sabio”, etc., cosa que no ocurre en ninguna otra parte. Más aun, como bien señala E.C., todos los códices o manuscritos de la obra de Josefo contienen el texto en referencia; para poder sostener el carácter espurio del texto habría que suponer que todas las copias de Josefo se encontraban en manos de los cristianos, y habían sido modificadas de la misma manera”

3. Su autenticidad se dio por universalmente descontada durante siglos. Tomado del mismo artículo de E.C., “Tercero, Eusebio (” Hist. Eccl “., I, xi; cf.” Dem. Ev. “, III, v) Sozomen (Historia de la Iglesia I.1), Niceph. (Hist. Eccl., I, 39), Isidoro del Pelusio (Ep. IV, 225), San Jerónimo (catal.script. Eccles. Xiii), Ambrosio, Casiodoro, apelan al testimonio de Josefo; no debe haber existido duda alguna acerca de su autenticidad en la época de estos ilustres escritores”.

Podemos notar que Josefo, al igual que Gamaliel y otros, probablemente se contentó con trabajar discretamente dentro de la sinagoga -entre otras posibles explicaciones de por que no se había bautizado. Sea lo que fuere, este claro testimonio proveniente de un historiador considerado universalmente como digno de credibilidad es una prueba convincente de que los judíos del tiempo de Jesús estaban bien familiarizados con el hecho de su Resurrección.

De manera análoga a lo que ocurre con la Sabana Santa de Turín, y los 500 testigos de la Resurrección, así como las vidas heroicas y martirios de los Santos Apóstoles quienes sellaron y confirmaron con su propia sangre, su testimonio en cuanto a Jesús y su Resurrección, ¡El Testimonio Flaviano como se le llama, aporta una prueba creíble, nada desdeñable de la Resurrección! Debe, por tanto, ser objeto de atención de todo investigador serio del cristianismo.

Algunos de los primeros cristianos sabían que Josefo creía en Cristo y, en tal sentido, este historiador era visto con mucho respeto. Su conversión, al igual que la del Rabino Gamaliel, debe ser otro claro llamado a los no cristianos a creer en Jesús y ser salvos. Debe igualmente confirmar a los que vacilan en la Fe. Y debe consolar a los fieles de que Dios, el Señor al que servimos, ha hecho y puede realizar cosas increíbles.

San Jerónimo:
“Josefo, el hijo de Matías, sacerdote de Jerusalén fue hecho prisionero por Vespasiano y su hijo Tito, y desterrado. Al venir a Roma, presentó a los emperadores, padre e hijo, siete libros Sobre el cautiverio de los judíos, los cuales fueron depositados en el Biblioteca Pública y, en razón de su genio, se le consideró digno de una estatua en Roma. Adicionalmente, escribió veinte libros acerca de las Antigüedades, desde el inicio del mundo hasta el decimocuarto año de Domiciano César, y dos Antigüedades contra Appion, el filólogo de Alejandría quien bajo Calígula fue enviado como delegado por parte de los gentiles contra Filón; también escribió un libro que contiene una vituperación de la nación judía. Otro de sus libros titulado Sobre toda sabiduría dominante, en el que relata la muerte de los macabeos por martirio, es altamente apreciado. En el octavo libro de sus Antigüedades, reconoce abiertamente que Cristo fue asesinado por los fariseos a causa de la grandeza de sus milagros, que Juan el Bautista fue verdaderamente un profeta y que Jerusalén fue destruida debido al asesinato del Apóstol Santiago. Igualmente señala con relación al Señor lo siguiente: “En estos tiempos estaba Jesús, un hombre sabio, si en verdad fuera legítimo llamarlo hombre. Por cuanto era un hacedor de milagros maravillosos, y un maestro de aquellos que libremente acogen la verdad. Tenía además muchos seguidores, tanto judíos como gentiles y se creía era el Cristo, y cuando instigado por la envidia de nuestros principales Pilatos lo crucificó. Sin embargo, aquellos que desde el principio lo amaron continuaron así hasta el final, pues él se les apareció vivo al tercer día. Muchas cosas, éstas y otras extraordinarias, se hallan en los cánticos de los profetas quienes profetizaron acerca de él y la secta de los cristianos, así llamados en su nombre, la cual persiste hasta nuestros días”.
El gran doctor que nos dio nuestra Biblia Latina Vulgata explica que Josefo claramente testifica acerca de estas cosas como incontrovertibles.

Y San Ambrosio:
“Los propios judíos también dan testimonio de Jesús, como se ve en Josefo, el escritor de su historia, quien afirma lo siguiente: “Había en aquel tiempo un hombre sabio, si (al hablar de él) fuera correcto darle el nombre de hombre, pues era un hacedor de obras extraordinarias, quien se apareció a sus discípulos al tercer día de su muerte, vivo otra vez, conforme a los escritos de los profetas, quienes anunciaron estos e innumerables otros acontecimientos milagrosos acerca de él: gracias a los cuales comenzó la congregación de los cristianos, y sin embargo, él -Josefo- no era un creyente a causa de la dureza de su corazón y su intención prejuiciosa. Empero, no fue por sus prejuicios contra la verdad por lo que no era un creyente, lo que le añade mayor peso a su testimonio, pues a pesar de su reticencia y de no ser creyente, esto debe ser verdad, ya que nunca lo negó”.
Aquí el santo obispo de Milán pone de relieve que los hechos más importantes de la vida de Cristo, incluido su ministerio público y sus milagros, su vida y su Evangelio, su muerte y crucifixión, su entierro y su resurrección eran tan conocidos como para ser innegables incluso para aquellos que no confesaban abiertamente a Cristo. Si los no cristianos decían que Josefo no era cristiano, esto solo le agrega mayor peso a su testimonio. Si ellos aseveraban que él se había hecho cristiano, entonces, ellos debían haber hecho lo mismo.

En consecuencia, aquellos escépticos modernos, que conscientes de la gran credibilidad de la que goza Josefo encuentran, no obstante, que su testimonio es inexplicable a causa de su prejuicio a priori contra el cristianismo, merced a la ayuda de la gracia, deben llegar a la realización de que este testimonio es absolutamente cierto. Jesucristo es verdaderamente el Mesías prometido, y Él realmente murió bajo Poncio Pilatos en Nisan 14, 33 A.D. y resucitó al tercer día de entre los muertos.

Finalmente, dos santos doctores explican por qué el hecho de la Resurrección es tan incuestionable que, así como la existencia de Dios se puede conocer por sus efectos en la creación, de igual modo, la resurrección del Señor, que es la Nueva Creación, se puede conocer a través de sus efectos en la historia, en la vida de los apóstoles y en aquellos que se convirtieron.

San Crisostomo:
“Por esta razón, es decir, por los Milagros [hechos por los Apóstoles] Él pone de manifiesto la evidencia de Su Resurrección de manera inequívoca, para que no solo los hombres de aquellos tiempos -que es lo que resulta de las pruebas presenciales- sino también los hombres de la posteridad puedan tener la certeza del hecho de que ÉL resucitó. Partiendo de esta base podemos también discutir con los no creyentes. Pues si Él no resucitó, sino que continúa estando muerto, ¿cómo pudieron los Apóstoles llevar a cabo milagros en Su nombre? ¿Pero ellos no hicieron milagros, pueden alegar? ¿Como, entonces se instituyó nuestra religión? Por cuanto esto, ciertamente, no se puede negar o impugnar porque lo vemos con nuestros ojos: así, pues cuando dicen que no hubo milagros, se infligen a sí mismos una puñalada aún peor. ¡Qué mayor milagro que éste, que sin que mediase milagro alguno, el mundo entero haya caído con entusiasmo en las redes de doce pobres e ignorantes hombres!” 
Santo Tomás de Aquino, en la Summa Contra Gentiles, escribió:
La sabiduría divina que conoce todas las cosas en su plenitud se ha dignado revelar estos sus secretos a los hombres, y como prueba de ello ha mostrado obras que trascienden la competencia de todos los poderes naturales, en la cura maravillosa de enfermedades, en la resurrección de los muertos y, lo que es aún más extraordinario, en inspiraciones tales de la mente humana que personas simples e ignorantes, llenas del don del Espíritu Santo, han alcanzado en un instante cimas de sabiduría y elocuencia. Como resultado de lo anterior, sin que medie la violencia de las armas, sin promesa alguna de placeres y, lo que es más extraordinario, en medio de la violencia de los perseguidores, una incontable multitud de hombres, sin educación a la par que muy sabios, se han congregado en la Fe CRISTIANA, en donde se predican doctrinas que trascienden todo conocimiento humano, en la que se refrenan los placeres de los sentidos y en la que se enseña un desprecio por todas las posesiones mundanas. Que las mentes mortales den su consentimiento a tales enseñanzas es el mayor milagro de todos y una obra manifiesta de la inspiración divina que conduce a los hombres a despreciar lo visible y a desear únicamente los bienes invisibles. Esto no ha ocurrido de repente o por casualidad, sino gracias a una disposición divina plasmada en el hecho de que Dios predijo que pretendía hacer esto, a través de los oráculos de Sus Profetas. Los libros de esos profetas son aún venerados entre nosotros y dan testimonio de nuestra fe. Este argumento es abordado en el texto: “La salvación anunciada por el Señor, nos fue luego confirmada por quienes la oyeron, testificando también Dios con señales y prodigios, con toda suerte de milagros y dones del Espíritu Santo repartidos según su voluntad” (Heb. ii, 3, 4).
Esta conversión tan extraordinaria del mundo a la Fe Cristiana es indiscutiblemente un signo de milagros pasados, que no necesitan ser repetidos, dado que se hacen evidentes en sus efectos. Sería un portento mayor todavía que todos los otros milagros, si careciendo de estos signos extraordinarios el mundo hubiera sido inducido por hombres simples y de humilde cuna a creer en verdades tan arduas, a realizar obras muy difíciles, a esperar por una recompensa tan alta. Y sin embargo, aun en nuestros tiempos, Dios no cesa de obrar milagros a través de Sus santos para la confirmación de la Fe.

Nishant Xavier

(Traducido por María Calvani. Artículo original)