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miércoles, 3 de mayo de 2017

Las Fiebres de Malta (Fray Gerundio)



Hay microorganismos que desorganizan todo a su alrededor, en el momento mismo de su aparición. Bueno, decir que desorganizan, es aclarar bien poco. Más bien destruyen todo a su paso, descalandrajan, hacen estragos, quebrantan y gangrenan. Todo lo que toca el patógeno, queda automáticamente infectado. Estos organismos infecciosos tiene un poder tal, que van recomiendo al enfermo hasta conseguir su fallecimiento por destrucción total.

Si tuviéramos que hacer una Historia Epidemiológica del Pontificado Bergogliano, descubriríamos que en estos cuatro años, se multiplicaron los diversos agentes patógenos en la Iglesia, y su etiología se puede encontrar en la propia Silla de Pedro. Justamente al revés de lo que hubiera estado previsto. Las termitas que van saliendo de la Silla, infecta que te infecta, van corriendo, re-infectando a otros y reproduciéndose como si se tratara de nuevos goblin, aunque lleven solideo o exhiban un doctorado en teología. La curva ascendente muestra una patogénesis escalofriante, pues estas bacterias sí que hacen proselitismo. El mismo proselitismo que se les impide hacer a otros.

Una de las parcelas epidémicas que acaba de caer bajo el poder efectivo de lo que podemos llamar el Virus-Que-Todo-Lo-Ve (deberá decirse más o menos Weltanschauungvirungen en germano vulgar), es la antiguamente Soberana Orden de Malta. Aclaro lo de antiguamente, porque a día de hoy tiene de Soberana lo que yo tengo de rapero (que dicen mis novicios), ya que ha sido despojada de todo rastro de soberanía por el virus antes mencionado. Y tiene de Orden lo que la casa de un okupa en época de mudanzas.

Este año han proliferado las Fiebres de Malta. Por lo que se ve, todos han sido infectados por esas calenturas que dan sopores, debilidad, sudores y altas subidas de temperatura. Si te coge el patógeno maltés, te quedas tieso. Y eso es lo que le ha pasado a todos los Frey de la susodicha. Picados por la bacteria, entran en una parálisis de la voluntad que hace que el Infectador te domine, te anule y te neutralice. Los que padecen estas fiebres, callan para toda la vida y no se atreven a rechistar. Dimiten, y desaparecen. Aparecen y no dicen por qué han dimitido. Conceden entrevistas y hablan del Virus con encanto arrebatador. Es como el Síndrome de Estocolmo, pero en forma microbiológica.

Me preguntaba uno de mis novicios boquiabiertos, que se las da de metafísico: ¿Y qué razones hay para que esto ocurra? ¿qué intereses puede tener el Patógeno Supremo para atacar al cuello y sin misericordia? La verdad es que yo no lo sé -respondí-, pero por mis intuiciones frailunas y senectas veo dos cuestiones fundamentales: Dinero por un lado, aunque esto no es nada nuevo. Y señores que se las dan de nobles, por otro.

Ya se sabe que al populismo le fastidia la nobleza, y menos si se ponen los uniformes rojos con medallas. El cristiano no quiere medallas, como se debe haber dicho en algún discurso. Eso es de hipócritas. Por tanto, no puede permitirse que estos señores nobles con apellidos raros y con pretensiones de ascendencias de hace 800 años, con un pariente que luchó en Jerusalén en tiempos de las Cruzadas y un tío abuelo más que lejano, que le pegó un zurriagazo a Saladino y le quitó el turbante… se presenten como Soberanos e Independientes. Así que bacteria y picotazo al canto.

Por otra parte, hay mucho dinero en juego que no se sabe cómo se gasta. Y como son tan tradicionales, echaron al que repartió ciertas prendas por África, alegando que era una inmoralidad indigna de la Orden. Pues picotazo al canto: que vuelva el expulsado, que se le condone la pena (nunca mejor dicho), que echen al que le echó y que elijan a uno nuevo y aquí mando Yo. Y vamos a controlar mejor el money, qué caramba.

Las fiebres de Malta son altamente contagiosas, al menos en este episodio romano. Para contrarrestar posibles alteraciones, se le propinó otro picotazo al Cardenal encargado de la Orden y se puso de vigilante a un pequeño goblin con solideo, que ahora hace de jefe delegado por el Jefe. Y en el penúltimo capítulo, acaban de elegir a un Maestro Temporal hasta poder elegir el próximo año a un Maestro del Temple, que ya va a ser más bien del Templete, porque todo va a quedar hecho papilla, fosfatina o escabechina. O todo a la vez.

Parece que no hay medicación efectiva para este tipo de fiebres. Lo único sensato sería poder acabar con la bacteria madre que está en el origen, pero eso es bien difícil, pues todo el que se acerca se contagia. Otra cosa sería inyecciones de corajina a los enfermos, sobre todo a algunos de ellos, los más tocados e infectados. La corajina no es habitual en farmacias y muchos menos en las conferencias episcopales, pero con una firme determinación podría encontrarse. Y bastaría también con reflexionar seriamente si no es mejor poner ya la vacuna, antes de que la Cristiandad entera quede contagiada. La pandemia se acerca, si es que no está ya entre nosotros.

Fray Gerundio