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sábado, 24 de noviembre de 2018

Que conste: Notable teólogo del Vaticano [Monseñor Bux] llama a examinar la validez de la renuncia del Papa Benedicto XVI



Anunciamos esto como pieza importante de la trayectoria del reinado Bergoglio. Mientras lo comentábamos en Twitter hace pocos días, sólo ahora nos ha sido posible ponerlo en el blog. Nuestros lectores veteranos saben que durante muchos años hemos seguido al Bueno de Bux.
Lo que Monseñor apunta —la validez de la abdicación de Benedicto y, lo que ello naturalmente conlleva, la legitimidad de la elección de Bergoglio— ya no se reserva para las salas de chat online y tertulias de café en el sótano de la iglesia. Lo que se ha ocultado en las sombras durante cinco años ahora queda iluminado y al descubierto.
En Rorate no nos decantamos hacia ninguna postura, únicamente decimos que la luz del sol es siempre el mejor desinfectante.
Habla Monseñor Nicola Bux, de la entrevista original de Aldo Maria Valli:
En una importante entrevista del mes pasado, un teólogo del Vaticano dijo que a menos que el Papa Francisco se auto corrija y reafirme las enseñanzas de la Iglesia en moral, fe y los sacramentos, “la apostasía se profundizará y el cisma existente de facto se agrandará”.
Para dirigirse a la actual crisis ha sugerido que examinar la “validez jurídica” de la renuncia del Papa Benedicto XVI es necesario para “sobreponerse a problemas que hoy nos parecen irresolubles”. El teólogo, consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, implicó que el posterior estudio de esa situación pudiera revelar que Francisco no es ni ha sido un papa válido, sino que es, de facto, un antipapa, quien podría ser depuesto del papado, anulando así sus errores insalvables.
Mons. Nicola Bux, anterior consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo Benedicto XVI, hizo los notables comentarios en una entrevista a fondo con el reportero del Vaticano Aldo Maria Valli, el mismo reportero que entrevistó al Arzobispo Carlo Viganò antes de que éste acusara al papa de haber encubierto malas conductas sexuales de algunos clérigos el pasado agosto, en una carta pasmosa de once hojas.
Escribiendo en su propio blog, el reportero del National Catholic Register, Edward Pentin, dice que Bux advirtió que el papa actual  está emitiendo declaraciones que están generando “herejías, cismas y controversias de varias clases” y que el pontífice debería emitir una profesión de fe que restaure la unidad de la Iglesia.
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(Nota de Adelante la Fe. Para una mejor comprensión hemos traducido la entrevista original a la que hace referencia el artículo)
En la entrevista publicada en Octubre 13, pero pasada por alto debido al Sínodo de la Juventud que tuvo lugar en Roma el mes pasado, el teólogo consultor de la Congregación para las Causas de los Santos dijo que “declaraciones heréticas” en cuanto al matrimonio, la vida moral y la recepción de los sacramentos están ahora en el centro de un amplio debate que se está volviendo más y más vehemente a medida que pasan los días”.
Mons. Bux dijo que el origen de muchas de estas enseñanzas cuestionadas– destacadas en una corrección filial de Septiembre de 2017 y en una conferencia en Roma en Abril sobre la confusión doctrinal en la Iglesia– están en la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia, pero que desde entonces han sido “considerablemente más y más complicadas”.
Prosiguió con que ésto ha llevado a algunos prelados principales, como el Cardenal Walter Brandmüller, uno de los cuatro cardenales firmantes de la dubia en 2016, a reiterar su llamado a “una profesión de fe por parte del Papa”.
Sin embargo, Mons Bux dijo que tal cosa sería difícil de lograr, dada la visión del Papa de la Iglesia como una federación de comunidades eclesiásticas- algo que él mismo describió  “un poco como comunidades protestantes”.
El teólogo dijo que posteriormente a los dos sínodos sobre la familia, las enseñanzas sobre fe y moral se han vuelto inconsistentes sobre la cuestión de dar o no la Santa  Comunión a los divorciados católicos y vueltos a casar.
"No pocos obispos y párrocos, por lo tanto, se encuentran en un gran desconcierto por una situación pastoral confusa e inestable", dijo.
Mons. Bux declaró que algún tipo de profesión de fe—como la que Pablo VI hizo en 1968 reafirmando lo que es Católico “frente a los errores y herejías” que vinieron inmediatamente después del Concilio Vaticano II—es requerido del papa para remediar la situación.
“Si esto no sucede”, advirtió, “la apostasía se profundizará y el cisma de facto se extenderá”.
Mons. Bux dijo que la situación se había “hecho más urgente como resultado de los cambios recientes introducidos por el papa, como el concerniente a la definición de la pena de muerte como anti-evangélica.
“Y los problemas, dije, son notables, porque o admitimos que la Iglesia ha enseñado la legitimidad de algo anti-evangélico prácticamente durante dos mil años, o debemos admitir que fue el Papa Bergoglio quien ha errado, considerando anti-evangélico lo que, al contrario, por lo menos abstractamente, cumple con la Revelación” dijo Bux.  “Éste es un tema muy sensible, pero tarde o temprano él tendrá que arreglarlo. Y no sólo lo que se refiere a la pena de muerte”.
Preguntado por Valli si esto sienta precedente para que el Papa cambie más del Catecismo si lo desea, el teólogo expresó que ésta es una “pregunta muy perturbadora” y que “otra preocupación legítima” es conservar el Depósito de la Fe libre de las "sensibilidades  contingentes de las sociedades de hoy o de mañana".
El Papa no puede “imponer su propia opinión” sobre la Iglesia, Mons Bux expresó, citando a Joseph Ratzinger, porque en materia de fe, moral y los sacramentos, la Iglesia “sólo puede consentir la voluntad de Cristo”. Y aun así, él dijo que muchos puntos en Amoris Laetitia son incómodos y contradictorios así como incómodos al pensamiento de Santo Tomás de Aquino, a pesar de la exhortación afirmando en sentido contrario.
Mons. Bux tambien se refirió a la tendencia del papa de quedarse callado frente a las críticas y la negativa de enfrentar los cargos de herejía y apostasía, señalando la advertencia de San Pio X en su encíclica Pascendi Dominici Gregis
nunca “confesar claramente la propia herejía” es “conducta típica de los modernistas, porque de esa forma pueden esconderse dentro de la misma Iglesia”.
Monseñor prosiguió hasta sugerir que de ser hallado culpable de herejía, el Papa Francisco puede ser depuesto de su cargo.
“En el decreto de Graciano (parte I, párrafo 40, capitulo VI) existe este canon: Ningún mortal puede presumir de hablar de la culpa del papa desde que, elegido para juzgar a todos, nadie puede juzgarlo, a menos que se desvie de la fe”, dijo él.
Mons. Bux explicó que “el distanciamiento y desviación de la fe se llama herejía” y “en el caso de herejía manifiesta, según San Roberto Belarmino, el papa puede ser juzgado”.
Añadió que “el papa es llamado por el Señor para difundir la Fe Católica, pero para hacerlo debe probar ser capaz de defenderla”.
Valli preguntó a Monseñor si él estaba diciendo que el papa hallado herético, “dejaría de ser papa y cabeza del cuerpo eclesial perdiendo toda jurisdicción”.
“Sí, la herejía afecta la fe y el estado de un miembro de la Iglesia, que es la raíz y el fundamento de la jurisdicción”, replicó Mons. Bux. 
“Cada fiel, incluido el Papa, con la herejía se separa de la unidad de la Iglesia.  Es bien sabido que el Papa es al mismo tiempo un miembro y una parte de la Iglesia, ya que la jerarquía está dentro y no sobre la Iglesia, de acuerdo a lo dictado en Lumen Gentium (No.18)”.
Mons. Bux señala que de cualquier forma, es difícil “identificar los contornos de la herejía, porque la teología 'ya no es confiable', sino que se ha convertido en una ´especie de arena´ en la que todo converge y se opone”.
“Así, afirmando una verdad, siempre habrá alguien queriendo defender exactamente lo contrario.  Como podrá Ud. ver, hay muchos problemas prácticos, teológicos y jurídicos para la cuestión del juicio de un papa herético”.
Él sugiere que desde un punto de vista practico, “sería mucho más fácil examinar y estudiar más precisamente la cuestión concerniente a la validez jurídica de la renuncia del Papa Benedicto XVI”, por ejemplo, “examinar si fue completa o parcial (intermedia)”. Mons. Bux añadió que la “idea de una especie de papado colegiado me parece decididamente contraria a lo que dicta el Evangelio´´.
Mons. Bux estableció que Jesús no dio, de hecho, tibi dabo claves [dio las llaves del reino de los cielos] a Pedro y Andrés, sino ¡sólo a Pedro!
“Por eso digo que un estudio completo de la renuncia puede ser mas útil y beneficioso como también coadyuvante a resolver problemas que hoy parecen insuperables para nosotros”, declaró el teólogo.
Él citó a Fátima, la Verdad Completa de Saverio Gaeta, diciendo: “Estaba escrito: También vendrá un tiempo de las pruebas más difíciles para la Iglesia. Cardenales se opondrán a Cardenales, obispos a obispos. Satán se pondrá en el medio entre ellos. También en Roma habrá grandes cambios”.
Mons. Bux argumentó que con el Papa Francisco, “el gran cambio en la Iglesia es palpable, junto con una clara intención de romper con los pontificados previos”.
“Esta discontinuidad—una revolución—genera cismas, herejías y controversias de varias clases. Sin embargo, todas ellas puedes ser  trazadas al pecado, dijo. Citando al Padre de la Iglesia del siglo III, Orígenes de Alejandría, añadió:
 “Donde hay pecado encontramos multiplicidades, encontramos cismas, encontramos herejías, encontramos controversias. Donde la virtud reina hay unidad, hay comunión; gracias a lo cual, los creyentes son un sólo corazón y una sola alma”.
Para animar a los fieles católicos, Mons Bux citó el mensaje de San Atanasio de Alejandría a los cristianos que habían sufrido bajo los arrianos:
Vosotros os quedáis fuera de los lugares de culto, pero la fe habita en vosotros. Veamos: ¿Qué es más importante: el lugar o la fe? La verdadera fe, por supuesto. ¿Quién ha ganado y quién ha perdido en esta lucha?  ¿Quién guarda la sede o quien observa la fe? Es cierto, los edificios son buenos cuando la fe apostólica os es predicada; sois santos mientras todo lo que suceda en ello suceda en modo santo…. Vosotros sois los felices, vosotros quienes permanecéis dentro de la Iglesia por causa de vuestra fe, quienes conserven sus fundamentos fuertes, como han llegado fuertes hasta vosotros a través de la Tradición Apostólica. Y si algún celo execrable trata de sacudiros en muchas ocasiones, no lo logrará. Ellos son los que se han alejado de Ella en la presente crisis. Nadie nunca prevalecerá contra vuestra fe, queridos hermanos, y creemos que Dios hará que un día regresen nuestras iglesias. Mientras más violentamente ellos traten de ocupar los lugares de culto, más se separan de la Iglesia. Ellos reclaman que representan a la Iglesia, pero en realidad ellos son los que, a su vez, son expulsados de ella y van fuera del camino.
Valli preguntó a Bux si la herejía no se trata sólo de esparcir falsas doctrinas sino también “silenciar la verdad acerca de la doctrina y la moral”.
“Claro que así es,´respondió´. Donde no hay doctrina hay problemas morales, como estamos viendo. Cuando el papa y los obispos hacen eso, usan sus puestos para destruir [doctrina]”.
Citando a San Agustín, dijo: “Ellos buscan su propio interés, no los intereses de Jesucristo; proclaman Su verdad, pero esparcen sus propias ideas”.
Citando al Cardenal Giacomo Biffi de Bolonia, añadió: “El nombre de Jesús se ha vuelto una excusa para hablar de cualquier otra cosa: migración, ecología, etc. Entonces ya no somos unánimes al hablar (1 Cor 1:10) y la Iglesia queda dividida”.
(Traducido por Enrique Nungaray. Artículo original)

Un mensaje mariano para nuestra época (Corrispondenza Romana)



María Santísima se apareció en 1830 en la rue du Bac, París, Francia, para anunciar, con las lágrimas que le caían de su cándido semblante, la llegada de calamidades y para consolar y derramar gracias a quienes creen: los tiempos son malos. Graves calamidades están próximas a abatirse sobre Francia. El trono será derribado. Todo el mundo será devastado por desgracias de toda especie. Pero venid a mis pies en este altar. Las gracias serán derramadas sobre todos aquellos que las pidan con confianza y fervor: grandes y pequeños. Las gracias son derramadas desde entonces a todos aquellos que, con fe, llevan la Medalla Milagrosa, cuya fiesta litúrgica se festeja el 27 de noviembre. 
Nuestra Señora, en sus apariciones, no pidió que se rezara en conjunto con valdenses, luteranos, musulmanes, budistas, hinduistas… no pidió dialogar con ellos ni ceder a sus propios errores religiosos, porque nadie, ni Dios en el Antiguo Testamento, ni Jesús en el Nuevo dieron a entender que el sincretismo constituye un valor religioso y que vender el propio credo constituya el precio a pagar para conquistar la simpatía de los hombres. 
De la religión del pueblo elegido, el hebreo, se pasó a la religión de la Revelación, cuando Nuestro Señor Jesucristo ordenó convertir, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, a todos los pueblos de la tierra, incluso pagando el precio de enormes sacrificios, renuncias, persecuciones y martirios cruentos o incruentos. La Santísima Trinidad no se contradice, como suelen hacer, en cambio, los hombres.  «En el principio era el Verbo (Logos), el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él era, en el principio, junto a Dios. Por Él, todo fue hecho, y sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho. En Él era la vida,  y la vida era la luz de los hombres. Y la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no lo recibieron.» (Jn. 1, 1-5).
La «luz» continúa no siendo recibida y por esa razón se renueva el Santo Sacrificio del Altar cada día, hasta el fin del mundo, porque continúa siendo indispensable la Pasión y la Crucifixión de Nuestro Señor por causa de los pecados. La Salvación, alcanzada a través del Verbo que se hizo carne y a través de las buenas e incontaminadas enseñanzas de la Tradición de la Iglesia, solo se alcanza a través de la Cruz de Cristo y de la propia cruz, aquella llevada con amor y con  «perfecta alegría», como solía decir San Francisco de Asís.
El actual teólogo de referencia, Walter Kasper, en la línea de la teología revolucionaria francesa y alemana, es partidario de la forma abierta de la argumentación teológicade la cual forma parte «también la escucha de aquello que el Espíritu dice hoy a la comunidad.  Debemos entonces interpretar la fe transmitida una vez para siempre en el hoy y para hoy. Esto no significa que hoy, la mentalidad moderna y aquello que se suele denominar ´signos de los tiempos´ puedan ser una instancia teológica junto con o incluso contra la fe, pero significa que deben ser un punto de referencia en el sentido que el mensaje cristiano ha de interpretarse en orden al respectivo tiempo y en una confrontación constructiva con el mismo. No existen por tanto únicamente desvíos y herejías debidos a la falta de consideración de la tradición y a la adaptación al espíritu de la época. Existen también herejías provocadas por el rechazo obstinado de ser teólogo en el ahora y en el hoy, de hacer teología como transmisión viva de la tradición y de destruir el respectivo kairós. Quien quiere hablar para todos los tiempos termina no hablando para ninguno» (Chiesa cattolica. Essenza-realt-missione, Queriniana, Brescia 2012, p. 93).
Precisamente por estas razones hemos escuchado al Papa (durante su visita a la iglesia evangélica luterana el último 15 de noviembre)  responder  en una forma adecuada a los “signos de los tiempos” (tiempos estos confusos y luciferinos) a la señora Anke de Bernardinis, mujer de un católico que no puede participar, junto con su cónyuge, «a la Cena del Señor», la cual preguntó directamente al Papa  Bergoglio: «¿Qué podemos hacer para acceder finalmente a la comunión, en este caso?». “No es fácil para mí responder a la pregunta, ¡sobre todo delante de un teólogo como el cardenal Kasper! ¡Me da miedo! Yo pienso que el Señor nos lo dijo cuando nos dio este mandato: ´Haced esto en memoria mía´. Y cuando invitamos a la Cena del Señor, recordamos e imitamos, hacemos lo mismo que hizo el Señor Jesús. Y la Cena del Señor se hará, el banquete final en la Nueva Jerusalén se hará,  pero ésta será la última. Sin embargo en el camino, me pregunto -y no se como responder, pero su pregunta la hago mía- yo me pregunto: ¿invitar a la Cena del Señor es el final de un camino o es el viático para caminar juntos? Dejo la pregunta  para los teólogos, a aquellos que comprenden. Es verdad que en un cierto sentido invitar es decir que no hay diferencias entre nosotros, que tenemos la misma doctrina -subrayo la palabra, palabra difícil de entender- pero yo me pregunto: ¿pero no tenemos el mismo Bautismo? Y si tenemos el mismo Bautismo debemos caminar juntos.  Hay preguntas a las cuales sólo si uno es sincero consigo mismo y con las pocas ‘luces’ teológicas que yo tengo se debe responder lo mismo: vea usted”.
Tiembla en las venas la fe de los católicos, mientras se complace el Cardenal Kasper que dice padecer las dudas de todos y no ofrece ningún tipo de certeza porque: «No es posible demostrar de forma pura y simple que el cristianismo es la verdadera religión y que la iglesia católica es la verdadera iglesia» y esta apostasía voluntaria está respaldada por el hecho de que: «A cada argumento, incluso el mejor, es de hecho posible contraponer, desde otro punto de vista, otro argumento» (Chiesa cattolica… op.cit., pp. 96-97).
Es decir, una gran caldera en la cual se pierde y se revela la propia insatisfacción, bien representada por los cónyuges católico-luteranos de Bernardinis. El Papa actual, llamado a custodiar el depositum fidei, ya no está en condiciones de ofrecer certezas, sino solo multiplicar dudas sin resolver. ¿Para qué sirve, entonces, ser aún católico? El pastor valdense Ricca, durante el Sínodo mundial de Torre Pellice en el último mes de agosto dijo, a propósito del pedido de perdón del Papa respecto a ellos: «Es el inicio de una nueva historia: perdonar como vicario en el lugar de las víctimas es imposible pero se puede en lugar de ello aceptar la voluntad de la iglesia católica de disociarse radicalmente del pasado»Es propiamente eso lo que está ocurriendo bajo nuestros ojos.
Nuestra Señora creyó siempre en  la Verdad, desde el anuncio del Arcángel San Gabriel hasta  la Resurrección. Y nunca más tuvo dudas: fue fiel solo a Dios. A Santa Catalina Labouré (1806-1876) le ordenó hacer acuñar una Medalla con símbolos bien precisos, que no hay necesidad de comentar ni de interpretar especulativamente: Maria Santísima está representada en el acto de aplastar la cabeza de la serpiente (el demonio). La imagen fue preanunciada en la Biblia con estas palabras: «Enemistad pondré entre ti y la mujer (…) ella te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.» (Gen. 3,15).
De este modo, Dios declaró la lucha entre el bien y el mal. Esta lucha  está ganada por Nuestro Señor Jesucristo, el nuevo Adán, junto con María, la  nueva Eva. Los rayos de luz  simbolizan la gracia. La santa vio dicha figura circundada por esta invocación  «Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos». Después Catalina vio el reverso de la medalla con otros símbolos: 12 estrellas (las 12 tribus de Israel y  los 12 apóstoles: Antiguo y Nuevo Testamento,  así como las 12 estrellas de la Virgen, según el Apocalipsis); el Corazón coronado de espinas, que representa el  Sagrado Corazón de Jesús y el corazón atravesado por una espada, es decir, el Corazón Inmaculado de María (Lc. 2,33-35), dos Corazones inseparables: también en el momento más trágico de la Pasión y de la muerte en la Cruz, María estaba allí para compartir todo.
Además también figuran las letras, M: María. La M sustenta un travesaño sobre el que se apoya la Cruz, que representa la prueba. Este simbolismo indica la estrecha relación entre María y Jesús en la historia  de la salvación. I: Jesús. El monograma está compuesto de la I de Jesús entrecruzada por la  M de Maria y la Cruz representa a Jesús Salvador y a Nuestra Señora, corredentora, absolutamente vinculada a Él en la obra de la Redención.
En 1950 el Consejo de Europa anunció un concurso para confeccionar la bandera de la futura Europa unida, aquella que repudiaría su raíz cristiana no convirtiéndola en referencia de su Carta constitucional. Llegaron 101 bocetos y en 1955 fue elegido el de un diseñador alsaciano, el católico Arsène Heitz (1908-1989). De repente estalló el escándalo porque la bandera era un perfecto símbolo mariano: 12 estrellas en círculo sobre un campo azul celeste. Europa (broma de la Providencia) tiene como estandarte el símbolo mariano por antonomasia. Arsène Heitz, revelerá que, en el momento en el cual conoció la convocatoria al concurso por la bandera europea, estaba leyendo la historia de la Medalla Milagrosa.

“El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte” (Maike Hickson)



El cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), le ha concedido a LifeSiteNews una entrevista en la que analiza en profundidad los problemas de la actual crisis de abuso sexual clerical. En esta discusión sobre la crisis de los abusos, Müller no teme señalar que la Iglesia necesita abordar el problema de la homosexualidad practicada en las filas del clero, diciendo que “en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes”.

Afirma, sin embargo, que los líderes de la Iglesia católica todavía subestiman este problema. El prelado afirma: “Que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos”.

El cardenal Müller también desafía al Vaticano por no haber llevado a cabo investigaciones serias desde el principio, cuando surgieron los rumores sobre McCarrick, y dice que se necesita una disculpa pública. Escribe que “es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones”.

El Cardenal Müller critica como un “error desastroso” los cambios en el derecho canónico introducidos con el Código de Derecho Canónico de 1983: ahora, cuando se trata de delitos sacerdotales contra el Sexto Mandamiento, ya no se menciona la homosexualidad como delito y el conjunto de sanciones contra un sacerdote abusador es menos riguroso.

Volviendo al tema de la crisis de los abusos, el prelado alemán explica que, en la Iglesia, “no se quieren ver las verdaderas causas de esta parte de la crisis, por lo que las encubre con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral”. Llama a la ideología “LGBT” dentro de la Iglesia “atea” y añade, a la luz del reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, que el término “LGBT”, “no tiene lugar en los documentos de la Iglesia”.

Además, el cardenal Müller, a la luz de su gestión más estricta de los casos de abuso sexual cuando era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se pregunta si en el Vaticano había un lobby homosexual, que se alegró al ver que le despedían: “Podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones”.

Discutiendo las posibles razones de su repentino despido de la Congregación para la Doctrina de la Fe –sobre el que el Papa Francisco nunca le dio ninguna explicación-, el cardenal Müller reitera su defensa de la doctrina católica sobre el matrimonio con respecto a la exhortación post-sinodal del Papa Francisco, Amoris Laetitia. Dice: “Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales”.
El cardenal alemán recuerda el acertado papel del Papa como guardián de la fe cuando dice: “El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio”.


Entrevista completa con el cardenal Gerhard Müller


Maike Hickson (MH)Los obispos de los EE.UU. acaban de terminar su reunión de otoño en Baltimore, donde no se les permitió votar sobre las directrices nacionales relativas a la participación episcopal en casos de abuso sexual (ya sea por comisión, por omisión o encubrimiento), porque el Vaticano les dijo que no lo hicieran. Las nuevas directrices contenían un código de conducta y preveían la creación de un organismo de supervisión dirigido por laicos para investigar a los obispos acusados ​​de mala conducta. Muchos católicos en los Estados Unidos estaban esperando pasos concretos, y ahora están indignados. ¿Usted cree que esta decisión es sensata, o cree que los obispos de los Estados Unidos deberían haber podido establecer sus propias directrices y comisiones nacionales, tal como han hecho los obispos franceses este mes?

Gerhard Müller (GM): Se tiene que hacer una distinción estricta entre los delitos sexuales y su investigación por la justicia secular -a los ojos de la cual todos los ciudadanos son iguales (por lo tanto, una lex [ley] separada para la Iglesia Católica constituiría una contradicción al moderno estado democrático de la ley)-, y esos procedimientos canónicos para sacerdotes en los cuales la autoridad eclesial determina las sanciones por cualquier falta de conducta que contradiga diametralmente el ethos (conducta) sacerdotal. El obispo tiene la jurisdicción canónica sobre cada sacerdote en su diócesis, que está unida, en casos especiales, con la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, que actúa por autoridad del Papa. Si un obispo no cumple con su responsabilidad, entonces el Papa puede considerarle responsable. Las conferencias episcopales pueden establecer pautas para la prevención y para los juicios canónicos, que le dan al obispo un instrumento valioso para su propia diócesis.

Necesitamos mantener las ideas claras en esta situación de crisis en los Estados Unidos. No tendremos éxito si utilizamos el linchamiento y la sospecha general contra todo el episcopado o contra “Roma”. No veo que sea una solución que los laicos tomen ahora el control sólo porque los obispos (como algunos creen) no son capaces de hacerlo con sus propias fuerzas. No podemos superar las deficiencias dando la vuelta a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia. Catalina de Siena apeló con franqueza e implacablemente a la conciencia de los papas y los obispos, pero sin reemplazarlos. Esa es la diferencia con respecto a Lutero, debido al cual todavía sufrimos por la división del cristianismo. Sería importante que la Conferencia episcopal de los Estados Unidos asumiera su responsabilidad con independencia y autonomía. Los obispos no son empleados del Papa que están sujetos a directivas ni, como en el ejército, generales que deben obediencia absoluta al mando superior. Más bien, llevan junto con el sucesor de Pedro, como pastores nombrados por Cristo mismo, la responsabilidad de la Iglesia Universal. Pero de Roma debemos esperar que sirva la unidad en la Fe y en la comunión de los Sacramentos. Ha llegado la hora de colaborar para superar la crisis, y no de polarizar o transigir, lo que lleva a que en Roma se esté enojado por causa de los obispos de los Estados Unidos, y que en los Estados Unidos la gente está enojada por Roma.

MH: Una parte esencial de las discusiones durante la reunión de la Conferencia episcopal seguía siendo el escándalo McCarrick y cómo fue posible que alguien como McCarrick pudiera ascender a los niveles más altos de la Iglesia Católica en los Estados Unidos y, consecuentemente, con mucha influencia en Roma. ¿Cuáles son sus propias reflexiones sobre el caso de McCarrick y qué debería aprender la Iglesia del hecho de que había una red de silencio que rodeaba a un hombre que en su vida desafiaba constantemente las leyes de la Iglesia practicando la homosexualidad, seduciendo a los seminaristas que dependían de él induciéndoles al pecado y, lo peor de todo, abusando de menores?

GM: No lo conozco y deseo abstenerme de cualquier juicio. Espero que pronto haya un proceso canónico en la Congregación para la Doctrina de la Fe, también para aclarar los crímenes sexuales cometidos con jóvenes seminaristas. En mi época como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), nadie me dijo nada sobre este problema, probablemente porque temerían mí reacción demasiado “rígida”. El hecho de que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos.

Incluso si en Roma, alguien supuestamente sólo escuchó algunos rumores, se tendría que haber investigado el asunto y verificar la veracidad de las acusaciones, absteniéndose de cualquier promoción episcopal [de McCarrick] a la importante diócesis de la capital [Washington, DC ] y de nombrarle cardenal de la Santa Iglesia Romana. Y cuando se sabe que se ha pagado dinero para silenciar el asunto -admitiendo, con ello, la admisión de sus delitos sexuales con hombres jóvenes-, cualquier persona razonable se pregunta cómo esa persona puede ser consejero del Papa con respecto a los nombramientos episcopales. No sé si esto es cierto, pero habría que aclararlo. Un mercenario ayudando en la búsqueda de los buenos pastores para el rebaño de Dios, es algo que nadie puede comprender. Es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones.

MH: Durante los últimos cinco años, ¿ha sido usted testigo de casos en los que el entonces cardenal McCarrick recibió considerable influencia o misiones específicas por parte del Papa o del Vaticano?

GM: Como he dicho, no me informaron sobre nada al respecto. Alguien dijo que la Congregación para la Doctrina de la Fe era la única responsable del abuso sexual de menores, pero no de los adultos – como si los delitos sexuales cometidos por un sacerdote con otro sacerdote o con un laico no fueran también una violación grave de la fe y la santidad de los Sacramentos. Hice hincapié una y otra vez en que en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes; y que no se puede relativizar la moral sexual de la Iglesia porque haya una aceptación mundana de la homosexualidad. Hay que diferenciar entre conducta pecaminosa en un caso individual, un crimen y una vida vivida en un estado continuo de pecado.

MH: Uno de los problemas del caso McCarrick es que en 2005 y en 2007 hubo acuerdos legales con algunas de sus víctimas. Sin embargo, la archidiócesis de Newark -en ese momento guiada por el arzobispo John J. Myers-, no informó al público, ni a sus propios sacerdotes, sobre dichos acuerdos. Por lo tanto, retuvo información vital para quienes aún trabajaban con McCarrick o confiaban en él. Como hizo el cardenal Joseph Tobin, cuando se convirtió, en enero de 2017, en arzobispo de Newark. Que yo sepa, ni Myers ni Tobin han emitido una disculpa por esta omisión y ruptura de la confianza de sus sacerdotes. ¿Usted cree que la archidiócesis debería haber dado a conocer el hecho de la existencia de estos acuerdos legales, especialmente desde que, en 2002, la Carta de Dallas de los Estados Unidos había pedido más transparencia?

GM: Anteriormente, se suponía que uno podía resolver casos tan difíciles de manera tranquila y discreta. Sin embargo, el agresor también era capaz de seguir abusando de la confianza de su obispo. En la situación actual, los católicos y el público tienen el derecho moral a conocer estos hechos. No se trata de acusar a alguien, sino de aprender de los errores.

MH: ¿Se puede resolver un problema moral de este tipo estableciendo nuevas pautas, o necesitamos que haya, en la Iglesia, una conversión más profunda de los corazones?

GM: El origen de toda esta crisis radica en la secularización de la Iglesia y en el hecho de haber reducido al sacerdote a un papel de funcionario. El ateísmo se ha extendido dentro de la Iglesia. De acuerdo con este espíritu maligno, la Revelación concerniente a la fe y la moral se está adaptando al mundo sin Dios para que ya no interfiera con una vida de acuerdo con las propias lujurias y necesidades. Sólo un 5% de los delincuentes aproximadamente son considerados pedófilos patológicos; la gran mayoría de los agresores han violado el Sexto Mandamiento por su propia inmoralidad y, por lo tanto, han desafiado, de manera blasfema, la Santa Voluntad de Dios.

MH: ¿Qué piensa usted de la idea de establecer una nueva ley de la Iglesia que proponga la excomunión de los sacerdotes abusadores?

GM: La excomunión es una sanción coercitiva y debe eliminarse de inmediato en caso de arrepentimiento por parte del agresor. Pero en el caso de abusos graves y otros delitos contra la fe y la unidad de la Iglesia, se puede imponer la destitución permanente del estado clerical, es decir, una interdicción permanente para actuar como sacerdote.

MH: El antiguo Código de Derecho Canónico de 1917 tenía un conjunto claro de sanciones impuestas a un sacerdote abusador, así como a un sacerdote homosexual activo. Estas sanciones concretas se han eliminado en gran medida en el Código de 1983, que es más vago y ahora ni siquiera menciona explícitamente los actos homosexuales. ¿Cree que, a la luz de la grave crisis de los abusos, la Iglesia debería volver a un conjunto más riguroso de sanciones automáticas en estos casos?

GM: Eso fue un error desastroso. Los contactos sexuales entre personas del mismo sexo contradicen completa y directamente el sentido y el propósito de la sexualidad como fundamento en la creación. Son la expresión de un deseo y un instinto desordenado, tal como es un signo de la relación rota entre el hombre y su Creador desde la caída del Hombre. El sacerdote célibe y el sacerdote casado en el rito oriental deben ser modelos para el rebaño, y también deben ser ejemplo de que la redención abarca el cuerpo y las pasiones corporales. El sentido y el propósito de la sexualidad no es la lujuria salvaje para su propio placer, sino la entrega personal y espiritual, en ágape, a una persona del otro sexo. Esto lleva a la responsabilidad por la familia y por los hijos que Dios ha dado.

MH: Durante la reciente reunión de Baltimore, el cardenal Blase Cupich declaró que uno debería “diferenciar” entre actos sexuales consensuales entre adultos y el abuso de menores, lo que implica que las relaciones homosexuales de un sacerdote con otro adulto no son un problema importante. ¿Cuál es su propia respuesta a este tipo de enfoque?

GM: Uno puede diferenciarlo todo -y entonces considerarse incluso un gran intelectual-, pero no un pecado grave que excluya a una persona del Reino de Dios, al menos no como obispo, que tiene el deber de no seguir las inclinaciones del mundo [“Zeitgeschmack“] y de defender, en cambio, la verdad de los Evangelios. Parece que ha llegado el momento “porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4: 3f).

MH: En su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe supervisó muchos casos de abuso sexual investigados por la Congregación. ¿Es cierto que la mayoría de las víctimas en estos casos eran adolescentes varones?

GM: Más del 80% de las víctimas de estos delincuentes sexuales son adolescentes del sexo masculino. Sin embargo, de esto no se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los sacerdotes son propensos a la fornicación homosexual sino, más bien, que la mayoría de los delincuentes han buscado, en el profundo desorden de sus pasiones, a víctimas masculinas. Por conjunto de las estadísticas de delitos, sabemos que la mayoría de los abusos sexuales se cometen en el ámbito familiar; incluso de los padres hacia sus propios hijos. Pero no podemos concluir de esto que la mayoría de los padres son propensos a tales crímenes. Siempre hay que tener mucho cuidado en no generalizar a partir de casos concretos, para no caer en eslóganes y prejuicios anticlericales.

MH: Si éste es el caso -y el estudio de abusos sexuales hecho por los obispos alemanes, así como el Informe John Jay, mostró números similares-, ¿no debería la Iglesia tratar más directamente el problema de la presencia de sacerdotes homosexuales?

GM: En mi opinión, no existen hombres homosexuales, tampoco sacerdotes que lo son. Dios ha creado al ser humano hombre y mujer. Pero puede haber hombres y mujeres con pasiones desordenadas. La comunión sexual tiene su lugar exclusivamente en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Fuera de este ámbito, sólo hay fornicación y abuso de la sexualidad, ya sea con personas del sexo opuesto, o en la intensificación antinatural del pecado con personas del mismo sexo. Sólo el que ha aprendido a controlarse a sí mismo cumple también la condición moral para la recepción de la ordenación sacerdotal (véase 1 Tim 3: 1-7).

MH: Parece que tenemos una situación en la Iglesia en este momento donde aún no existe un consenso que reconozca que los sacerdotes homosexuales activos tienen una gran responsabilidad en la crisis de los abusos. Incluso algunos documentos del Vaticano todavía hablan de “pedofilia” o de “clericalismo” como el problema principal. El periodista italiano Andrea Tornielli incluso llega a afirmar que McCarrick no tuvo relaciones homosexuales, sino que se refería más bien a ejercitar su poder sobre los demás. Al mismo tiempo, tenemos a otros, como el padre James Martin, sacerdote jesuita que viaja por el mundo (e incluso fue invitado al Encuentro Mundial de la Familia en Irlanda) y que promueve la idea de “LGBT-Católicos”, e incluso afirma que algunos santos probablemente hayan sido homosexuales. Es decir, ahora hay una fuerte tendencia en la Iglesia a minimizar el carácter pecaminoso de las relaciones entre personas del mismo sexo. ¿Estaría usted de acuerdo y, de ser así, cómo se podría -y debería- remediar esto?

GM: Es parte de la crisis no querer ver las verdaderas causas y encubrirlas con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral. Esa es la obra del diablo -contra el que el Papa Francisco a menudo advierte-, que declara que el pecado es bueno. “En los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego ...” (1 Tim 4: 1f). De hecho, es absurdo que, de repente, las autoridades eclesiales utilicen las consignas de combate de la Iglesia jacobinas, nazis y comunistas contra los sacerdotes ordenados sacramentalmente. Los sacerdotes tienen la autoridad para proclamar los evangelios y administrar los Sacramentos de la Gracia. Si alguien abusa de su jurisdicción para alcanzar metas egoístas, significa que no es clerical en una forma exagerada sino que, más bien, es anti-clerical, porque niega a Cristo que desea llevar a cabo su obra a través de él. El abuso sexual por parte de los sacerdotes es entonces, como máximo, llamado anti-clerical. Pero es obvio -y sólo puede ser negado por alguien que desea no ver-, que los pecados contra el Sexto Mandamiento del Decálogo provienen de inclinaciones desordenadas y, por lo tanto, son pecados de fornicación que le excluyen a uno del Reino de Dios, al menos mientras no se arrepienta y haya expiado su pecado, y mientras no exista la firme resolución de evitar dicho pecado en el futuro. Todo este intento de ofuscar las cosas es un mal signo de la secularización de la Iglesia. Se piensa como el mundo, no como Dios quiere.

MH: En el reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, se pudo escuchar un tono similar. El documento de trabajo utilizaba por primera vez el término “LGBT” y el documento final hizo hincapié en la necesidad de dar la bienvenida a los homosexuales en la Iglesia, e incluso rechazó “cualquier forma de discriminación” contra ellos. Sin embargo, dichas declaraciones ¿no socavan efectivamente la práctica permanente de la Iglesia de no contratar a homosexuales practicantes, por ejemplo, como maestros en escuelas católicas?

GM: La ideología LGBT se basa en una falsa antropología, que niega a Dios como el Creador. Como en principio es atea, o tal vez sólo tiene que ver con un concepto cristiano de Dios marginal, no tiene lugar en los documentos de la Iglesia. Éste es un ejemplo de la creciente influencia del ateísmo en la Iglesia, responsable de la crisis de la Iglesia durante medio siglo. Por desgracia, sigue actuando en la mente de algunos pastores que, en su ingenua creencia de ser modernos, no se dan cuenta del veneno que beben día a día y que luego ofrecen a otros para que beban.

MH: ¿Podemos decir que existe, actualmente, un importante “lobby gay” dentro de las filas de la Iglesia católica?

GM: No lo sé, porque esas personas no se muestran ante mí. Pero podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones

MH: Recientemente usted reveló que mientras trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa creó una comisión que debía asesorar a la Congregación con respecto a posibles sanciones para los sacerdotes que habían cometido abusos. Sin embargo, esa comisión tendió a tener una actitud más indulgente hacia los sacerdotes abusadores, a diferencia de usted, que deseaba una laicización en casos graves (como el caso del padre Mauro Inzoli). Ahora bien, la revista jesuita America reveló el año pasado -en el momento de su despido de su cargo como prefecto de la Congregación-, “que varios cardenales le habían pedido a Francisco que eliminara al cardenal Müller de ese cargo porque tuvo, en varias ocasiones, públicamente desacuerdos, o se distanció de las posiciones del Papa, y sintieron que esto estaba socavando el cargo papal y el magisterio”. ¿Cree que hay una posible conexión entre sus propios estándares más estrictos y la actitud hacia los sacerdotes abusadores, y un grupo de cardenales cercanos al Papa, que desean un enfoque más indulgente? Si éste no es el caso, ¿todavía diría que usted fue destituido de su cargo debido a su defensa más firme de la ortodoxia?

GM: El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte papal -eso es lo que el famoso teólogo Melchor Cano ya dijo en el siglo XVI-, y no por quienes asesoran al Papa de una manera competente y responsable. Si es cierto que hay un grupo de cardenales que me acusaron ante el Papa de la desviación de mis ideas, entonces la Iglesia está muy mal. Si éstos hubieran sido hombres valientes y rectos, habrían hablado conmigo directamente; y deberían haber sabido que yo, como obispo y cardenal, debo representar la enseñanza de la fe católica y no justificar las diferentes opiniones privadas de un Papa. Su autoridad está extendida sobre la Fe revelada de la Iglesia católica y no sobre las opiniones teológicas individuales de uno mismo o de sus asesores. Tal vez puedan acusarme de interpretar Amoris Laetitia de una manera ortodoxa, pero no pueden probar que me desvío de la doctrina católica. Además, es irritante que hombres sin educación teológica sean promovidos al rango de obispos, por lo que piensan que tienen que estar agradecidos al Papa y lo demuestran mediante una sumisión infantil. Quizás podrían haber leído mi libro El Papa. Misión y mandato (Herder Verlag; está disponible en alemán y español; actualmente se están realizando las traducciones al italiano y al inglés). Entonces podríamos continuar discutiendo cosas en ese nivel.

El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio. Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales. Sólo el que está en estado de Gracia puede también recibir fructíferamente la Sagrada Comunión. Esta verdad revelada no puede ser derribada por ningún poder en el mundo, y ningún católico puede jamás creer lo contrario o verse obligado a aceptar lo opuesto.

MH: ¿En qué campos usted, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más se oponía a las innovaciones que se propusieron para la Iglesia? ¿Qué parte de su testimonio cree que, mirando hacia atrás, contribuyó más a que le despidieran y le trataran de tal manera que ni siquiera le dieron una posición alternativa en el Vaticano?

GM: No me opuse a ninguna innovación o reforma. Porque reforma significa renovación en Cristo, no adaptación al mundo. No se me dijo cuál era el motivo de la no renovación de mi mandato. Esto es inusual porque el Papa, normalmente, permite que todos los prefectos continúen su trabajo. No hay ninguna razón por la que uno se atrevería a mencionarlo sin caer en el ridículo. Después de todo, no se puede afirmar, porque se estaría en total contradicción con el Papa Benedicto, que Müller carece de suficientes calificaciones teológicas, que no es ortodoxo o que es negligente en el enjuiciamiento de delitos contra la fe y en los casos de delitos sexuales. Es por eso que es preferible guardar silencio y dejarlo todo en manos de los medios progresistas de izquierdas para que hagan comentarios rencorosos y se regocijen.

MH: Algunos observadores actualmente están comparando su expulsión de su importante posición en el Vaticano -lo que ciertamente también se debe a su propia resistencia educada con respecto a la Amoris Laetitia-, con el trato indulgente que ha recibido alguien como el ex cardenal McCarrick. Incluso ahora, que aún ni siquiera ha sido reducido al estado laical, a pesar de su conducta criminal. Por lo tanto, a algunos les parece que los que intentan preservar la enseñanza católica sobre el matrimonio y la familia como siempre se ha enseñado, están siendo dejados de lado, mientras que los que están a favor de las innovaciones morales en este campo reciben un trato indulgente o incluso son promovidos -como, por ejemplo, el cardenal Cupich y el padre James Martin ¿Le gustaría hacer algún comentario al respecto?

GM: Todos pueden reflexionar sobre los criterios según los cuales algunos están siendo promovidos y protegidos, y otros están siendo combatidos y eliminados.

MH: En el contexto de la aparente supresión de los eclesiásticos ortodoxos y la promoción de representantes progresistas, el padre Ansgar Wucherpfennig, sacerdote jesuita, acaba de recibir del Vaticano el permiso para volver a su puesto como rector de la escuela de posgrado jesuita en Frankfurt, a pesar de que aboga por la ordenación femenina y la bendición de las parejas homosexuales. Incluso ahora se le pide que publique artículos sobre estos asuntos. ¿Qué comentaría usted sobre esto?

GM: Éste es un ejemplo de cómo la autoridad de la Iglesia Romana se socava a sí misma, y cómo el claro conocimiento experto de la Congregación para la Doctrina de la fe Fe se está dejando de lado. Si este sacerdote llama a la bendición de las relaciones homosexuales como el resultado de un mayor desarrollo de la doctrina, para la cual continúa trabajando, no es más que la presencia del ateísmo en el cristianismo. Teóricamente no niega la existencia de Dios, sino que más bien, lo niega como fuente de moralidad al presentar, lo que es un pecado, como una bendición ante Dios. Que el destinatario del Sacramento de las Órdenes Sagradas sea del sexo masculino no es el resultado de circunstancias culturales o de una legislación eclesial positiva pero cambiante, sino que se basa en la naturaleza de este Sacramento y su institución divina, así como la naturaleza del Sacramento del matrimonio requiere la diferencia de los dos sexos.

MH: En su opinión, ¿cree que la Iglesia se está acercando a tener un control suficiente y constante sobre la crisis de los abusos y ha encontrado las soluciones correctas? o ¿cuál cree usted que es hasta ahora el principal obstáculo para una mejora sustancial? ¿Cómo puede la Iglesia recuperar su confianza ante los ojos de las familias católicas?

GM: Toda la Iglesia, con sus sacerdotes y obispos, tiene que complacer a Dios más que al hombre. La obediencia en la Fe es nuestra salvación.


Publicado por Maike Hickson en LifeSiteNews. Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.

Por qué los estragos de este pontificado no indican que la Sede esté vacante (Peter Kwasnoiewski)




Del Concilio Vaticano II para acá siempre ha habido un pequeño sector de católicos que, ante la apostasía, herejía, irreverencia y desolación generalizadas en la Iglesia, han llegado a la conclusión de que no hay un pontífice legítimo sentado en el trono de San Pedro. Se los conoce como sedevacantistas, porque creen que la sede (la silla de San Pedro, sedes en latín) está vacante.
Hay sedevacantistas para todos los gustos, pero en general sostienen que desde el fallecimiento de Pío XII en octubre de 1958 no ha habido un papa válido. Por otro lado, están los sedeprivacionistas, que sostienen que todos los pontífices de los últimos sesenta años han sido papas material pero no formalmente: Dios los ha nombrado para que ejerzan como vicarios de Cristo, pero se han negado a aceptar los deberes que les impone el cargo y su funcionalidad ha quedado interrumpida.
Podemos mirar con comprensión los lamentos y el desaliento de esos católicos horrorizados por las infidelidades del clero después del Concilio, pero su postura es insostenible.
La verdadera raíz del sedevacantismo se encuentra en el montanismo; la misma dolencia que nos aqueja desde el primer Concilio Vaticano. Como ninguno de los papas posteriores a Pío XII ha estado a la altura de la perfección doctrinal y santidad personal que de modo irrazonable exigen los sedevacantistas a un vicario de Cristo, tienden a llegar a la conclusión de que esos pontífices no deben de ser realmente papas. Pero en vez de eso, lo que hace falta es una resuelta actitud realista que se dé cuenta de hasta qué punto puede meter la pata un papa.
La medida en que puedan causar graves problemas es imposible de determinar con antelación a los acontecimientos. No me cabe la menor duda de que antes de Honorio habría algunos que afirmaran que un papa jamás puede aprobar la herejía. Y luego llegó Honorio y la armó buena (y no ha sido el único que lo ha hecho). Lógicamente, se pueden presentar muchos argumentos y complejos alegatos explicando que Honorio y otros pontífices de dudosa doctrina no intentaron imponer herejías mediante pronunciamientos ex cathedra, por ejemplo, pero eso no quita que un sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo pueda tener ideas erróneas en materia de fe y costumbres, y expresarlas de un modo no vinculante. Viene muy bien saber que esto es posible cuando nos las vemos con un papa como Francisco, que en toda clase de cuestiones se zambulle en las aguas profundas del error.
Algún otro católico podría haber dicho que Cristo sólo puede escoger como vicario suyo a alguien digno del cargo. Pero luego llegaron los siglos oscuros y tuvimos a simoniacos, nepotistas, asesinos, fornicarios y jefes militares ocupando el solio pontificio. Así como la infalibilidad no se aplica a la mayoría de las cosas que dice el Sumo Pontífice, tampoco se les aplica la impecabilidad a los papas.
Huelga decir que Francisco se está pasando de la raya, desviándose más que ningún pontífice se haya desviado hasta ahora. Y en vez de negar esta crisis, los teólogos tienen que aceptarla como una exhortación a replantearse desde sus mismos orígenes este engañoso discurso ultramontanista que lleva 150 años o más en acción. Es algo que invita a los católicos a renovar su compromiso con la Fe de nuestros mayores.
El problema de fondo del sedevacantismo es que no es otra cosa que una explicación que no reconoce la gravedad del asunto; y tampoco aporta solución alguna. A lo que voy con la primera mitad de esta afirmación es a que para un sedevacantista es más fácil despachar sesenta años de malos papas midiéndolos por un patrón platónico que afrontar la cruda y terrible realidad de un papa que siendo verdadero no deja de ser hereje o malo. Y con la segunda parte, lo que digo es: si llevamos décadas sin papa, ¿cómo vamos a hacer para tener uno? ¿Esperar a que caiga del cielo? Ningún cardenal elector sería legítimo; lo cierto es que toda la jerarquía estaría arruinada sin remedio.
Nada de eso. Lo cierto es que tenemos y siempre tendremos papa. La Iglesia nunca dejará de tener Cabeza visible, a fin de que la Iglesia visible refleje la verdadera estatura de Cristo, que está compuesto de cabeza y miembros. Es indudable que entre un pontificado y otro hay un periodo de tiempo (por lo general bastante breve) en que la sede está vacía mientras se elige al sucesor del pontífice recién fallecido. Pero para que las promesas de Nuestro Señor sean válidas, esos periodos tienen que estar limitados en el tiempo, y tienen que concluir con facilidad. El cónclave más largo de la historia fue el que eligió a Clemente IV, que se reunió entre noviembre de 1268 y septiembre de 1271. Tres años, aunque parezca una barbaridad de tiempo, siguen siendo bastante breves al lado de los sesenta que exige la postura sedevacantista.
Hablando en plata: si la Iglesia Católica lleva sesenta años sin papa, eso quiere decir que Cristo ha faltado a sus promesas y esta Iglesia no es la verdadera. Es más, si Iglesia Católica no es la verdadera, no existe una Iglesia verdadera, porque no hay otra institución que reúna condiciones suficientes para ser acreedora a dicho título (ni siquiera la Iglesia Ortodoxa). Como sabemos, por ser de Fe divina y católica, que la Iglesia no puede ser invisible ni le puede faltar una cabeza terrena que sea imagen de la celestial y sucesor de San Pedro en el colegio apostólico, no deberíamos tener dificultad como miembros bautizados del Cuerpo Místico en confesar que tenemos un pontífice y siempre lo tendremos. Es decir, alguien reconocido como tal por el episcopado de todo el mundo y el cuerpo de los fieles en general.
Pues sí, habemus papam. Lo que pasa es que muy malo si lo medimos por el patrón por el que se miden los pontificados desde hace 2000 años.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe. Artículo original)
Peter Kwasnoiewski

NOTICIAS varias 22 y 23 de noviembre de 2018




INFOCATÓLICA

No creo que sea un error: VOX (Francisco José Delgado). COMENTADO UN ARTÍCULO DE BRUNO MORENO

 Mons. Argüello: pedimos a los seminaristas «que sean enteramente varones, por tanto heterosexuales» (Monseñor Argüello es el nuevo  Secretario General de la CEE)


EL ORIENTE EN LLAMAS


Hermenéutica, hermenéutica… Pero luego digamos, hagamos y creamos lo contrario que algo quedará.


ADELANTE LA FE

Súplica de fieles para evitar escandalosa beatificación en Argentina

THE WANDERER

Fuga saeculi II


Obispos de Kenia: los profilácticos son siempre inmorales [y peligrosos]

Cardenal vaticano llama al Espíritu Santo “signo de inestabilidad”

INFOVATICANA

Se regalan iglesias, el catolicismo subterráneo crece, obispo francés a prisión, los políticos católicos. (Specola)
Selección por José Martí

Argüello matiza: los homosexuales son plenamente varones pero no pueden ser ordenados (Carlos Esteban)



Luis Argüello, recién nombrado secretario general de la Conferencia Episcopal Española, ha rectificado en un mensaje de voz dirigido a los periodistas presentes en la rueda de prensa cuando Infovaticana ya había elaborado la noticia: los varones homosexuales, aclara el obispo, son, naturalmente, plenamente varones.

“En nuestra comprensión del ministerio admitimos a diáconos permanentes que sean hombres casados, pero en el presbiterado pedimos varones célibes, y pedimos que se reconozcan y que sean enteramente varones, por tanto heterosexuales”, declaró Monseñor Luis Argüello en respuesta a la pregunta de Infovaticana sobre las instrucciones del Papa Francisco para que no se consagre sacerdote a un homosexual.

Naturalmente, aunque el sentido de su discurso quedó patentemente claro para todos los presentes, sus palabras no fueron las más afortunadas, por lo que momentos después envió a los informadores un mensaje de voz de cuatro minutos en el que pedía disculpas y trataba de aclarar lo que realmente pretendía decir.

En sustancia, Argüello rectificaba ese “por tanto heterosexuales”, que literalmente negaba la condición de plenamente varones a los homosexuales. Entendemos que la pregunta es delicada, no en sí misma, sino en atención a las circunstancias que la rodean, y eso ha podido llevar al secretario general de la CEE al lamentable error. Hasta aquí, nada anormal.

En su mensaje, Argüello rectifica y lo aclara y perora con cierto nerviosismo sobre el alcance de lo que pretendía significar, esto es, que en el varón homosexual no se dan las condiciones idóneas de conyugalidad que se exige al sacerdote, en una elaborada explicación a la que sólo podemos ponerle un ‘pero’, o quizá dos.

Tras la oleada de escándalos que asolaron la Iglesia, especialmente en Estados Unidos, hacia 2002, el entonces prefecto para la Doctina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, dio instrucciones específicas para que los seminarios de todo el mundo se abstuviesen de ordenar a quienes presentaran inclinaciones homosexuales persistentes y claras, en línea con lo que es criterio universal desde hace siglos en la Iglesia. Posteriormente, el actual pontífice, Francisco, ratificó esa misma instrucción en el documento tratado en la rueda de prensa, El Don de la Vocación presbiteral, hace menos de dos años.

Cualquiera que eche un vistazo a los datos aparecidos sobre abusos sexuales por parte de clérigos -por ejemplo, el demoledor informe del gran jurado de Pensilvania, hecho público este verano- advertirá que tales crímenes fueron de carácter homosexual en más de un ochenta por ciento de los casos, al igual que, en una abrumadora mayoría, las víctimas fueron varones que, aunque menores de edad, habían superado la pubertad. Sólo ese dato serviría para apuntar hacia el acierto prudencial de la citada instrucción, sin entrar a cuantificar con precisión la relación entre homosexualidad y abuso.

Pero, naturalmente, la razón de actuar así va más allá y tiene profundas bases teológicas y antropológicas, y ése es el ‘pero’ que podríamos poner a la disculpa de Argüello: que en la apresurada disculpa y a pesar de lo profuso de la explicación, evita cuidadosamente pronunciar dos palabras presentes en el Catecismo de la Iglesia Católica que arrojan una extraordinaria luz sobre este particular: “intrínsecamente desordenado”, referidas a la inclinación homosexual.

No es, nos tememos, cosa de Argüello, ni de la Conferencia Episcopal Española; es un temor que parece extenderse por la jerarquía eclesiástica de toda la Iglesia universal. De hecho, sacerdotes bien considerados por la Curia, como pueda ser el jesuita norteamericano padre James Martin, llevan algún tiempo presionando para que se cambie esa expresión por la de “diferentemente ordenado” que, naturalmente, ofrecería una comprensión completamente diferente de la homosexualidad y cambiaría de un plumazo la concepción antropológica de la sexualidad que mantiene y ha mantenido siempre la Iglesia católica.

Es una verdadera lástima que el prelado español haya desaprovechado esa magnífica oportunidad para aclarar un extremo tan importante, aunque sólo sea porque se trata de un asunto en el que reina la más absoluta confusión, en buena medida por la actitud de los eclesiásticos.

La sensación que dan es la de quienes no creen, realmente, que la homosexualidad sea “intrínsecamente desordenada” pero que les falta valor para pronunciarse claramente, y así nos movemos en una ciénaga de confusión ante actitudes eclesiásticas que apuntan en una dirección que nadie reconoce explícitamente. Algo similar, en suma, a lo que vive buena parte de la Iglesia desde la promulgación, hace medio siglo, de la encíclica Humanae Vitae, cuya prohibición de la contracepción no es recordada ni recomendada por más de un puñado de prelados en todo el mundo pero contra la que ninguno se atreve a predicar abiertamente.

Agradecemos de corazón las disculpas de Argüello y su explicación, aunque en ningún momento pensamos que el secretario general creyera que los homosexuales no son enteramente varones y entendimos de primeras lo que quería decir. Pero nos resulta asombroso que en su casi prolija explicación haya evitado algo tan sencillo como recordar la concepción católica de la homosexualidad que aparece en el propio catecismo.

Carlos Esteban