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sábado, 11 de julio de 2015

El Papa Francisco, otra víctima de la Leyenda Negra española (por Eduardo García Serrano)


Son muchos -por desgracia- los disparates, a los que ya nos tiene acostumbrados el Papa Francisco; aunque -la verdad sea dicha- siempre nos asombra con algo nuevo -no necesariamente bueno. En este caso, es su ignorancia de la Historia de América que le lleva a condenar injustamente a España, diciendo auténticas barbaridades y mentiras que no resisten el mínimo de rigor histórico ... De nuevo vuelve a hablar de cosas mundanas, en las que no está especializado, dada su condición de Sumo Pontífice y vicario de Cristo en la Tierra. Habla de lo que desconoce.


Hay infinidad de artículos que se han escrito ya a este propósito. Yo trasladaré algunos a este blog algunos de los que considero más significativos; en otros, introduciré sólo un link al original. En esta entrada concreta, copio un artículo de Eduardo García Serrano, que me ha parecido especialmente interesante. Parece que el Papa Francisco aún desconoce que la "leyenda" negra sobre España es un mito, sin consistencia histórica.

Guerras de Independencia Hispanoamericana
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El Papa Francisco, jesuita argentino, olvida -o ignora- en su homilía sobre la independencia americana que fue España la que liberó con el Evangelio a los nativos hispanoamericanos. Gracias a España hoy la Iglesia tiene un papa argentino.

El Papa Francisco, en la misa celebrada en el Parque del Bicentenario de Quito, en su visita oficial a Ecuador, ha evidenciado en sus palabras que, en su concepción de España y de la Conquista y Evangelización de América, él también es una víctima de la Leyenda Negra y que su visión de los sucesivos procesos históricos de independencia de las diferentes naciones hispanoamericanas está contaminada por la propaganda masónica, pues fueron precisamente los criollos masones los que lideraron aquellos procesos independentistas, contrarios a la voluntad de las poblaciones indígenas, a las que el Papa tan amorosamente defiende, que identificaban, con razón, en su permanencia en la Mater Hispania la garantía de sus libertades frente a las élites y la oligarquía criolla que el Papa Francisco denuncia.

Multisecular paradoja de la que finalmente surge la doctrina herética de la Teología de la Liberación, que ensalza el indigenismo como lo que nunca fue: el motor de la independencia hispanoamericana, poniéndole a Cristo el rostro del Che Guevara y vistiendo a los sacerdotes de coronel tapioca.

El Papa Francisco, apelando en su homilía a “ese susurro de Jesús en la Última Cena” [¿?] ensalza “el Bicentenario de aquel grito de independencia de Hispanoamérica. Ese fue un grito nacido de la conciencia de falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, sometidos a conveniencias circunstanciales  de los poderosos de turno”.

En esa frase de Su Santidad reside todo el galimatías histórico cultural de un papa argentino que parece ignorar que lo es, además de por la inapelable decisión del Espíritu Santo, gracias a que España evangelizó el continente en el que el vino al mundo, en la misma medida que su antecesor en la Silla de Pedro, Benedicto XVI, llegó al papado gracias a que España se desangró en los Países Bajos y en Alemania para que el catolicismo no fuera expulsado del norte de Europa por la Reforma protestante.

Si alguna deuda tiene la Iglesia Católica con España es precisamente la de la Universalidad territorial y espiritual de la única Religión verdadera.

Los Reyes Católicos crearon ese corpus legal que son las Leyes de Indias en las que se reconoce la filiación divina de los habitantes de los territorios descubiertos más allá del Atlántico, se conmina a los españoles a tratarlos como hermanos en la Fe, a pagarles un salario justo por su trabajo y se  advierte de las duras penas que aguardan a aquellos españoles que maltraten o den muerte a los nativos.

La diferencia entre la conquista española y la anglosajona es que, cuando los españoles llegaban a un nuevo territorio, lo primero que construían era una iglesia, una escuela y una universidad para los nativos. Cuando eran los anglosajones los primeros en llegar a un nuevo territorio, sus primeras edificaciones eran un Banco y una lonja de esclavos.

En el siglo XIX, Santidad, los masones de las lonjas de esclavos y los bancos expulsaron de Hispanoamérica, en contra de la voluntad de los nativos, a quienes defendieron, con el Evangelio en la mano y en sus actos a los indígenas que veían a España como a la madre protectora de sus libertades y de su dignidad.

Santidad, de ese grito nacido de la conciencia de falta de libertad de los oprimidos, saqueados y exprimidos”, al que apela en su homilía, surgió precisamente la liberación que España y el Evangelio les llevaron para romper las cadenas que esclavizaban a los nativos americanos a los atroces ritos y dioses paganos a los que eran sacrificados.

Del mismo modo, Santidad, en el que Cristo expulsó a latigazos a los mercaderes del TemploHernán Cortés trepó a la cúspide de las pirámides aztecas para evitar que les arrancasen en vivo el corazón a las víctimas propiciatorias que ofrecían a sus dioses oscuros y sanguinarios. Lo hizo con la espada, sí, tal y como Cristo lo hizo con el látigo. Y donde antes solo había horror y barbarie, Hernán Cortés puso a la Virgen de Guadalupe.

Con todo respeto, Santidad, España no saqueó a los nativos americanos, los hizo libres con la Luz del Evangelio y dignificó sus vidas alfabetizándoles y haciéndoles hermanos y compatriotas de una misma nación, pues España jamás tuvo colonias, sino provincias del ultramar de tal manera que un indio andino, amazónico o de la Pampa, era tan español como un nativo de Soria. La esclavitud para todos ellos vino después, precisamente con los procesos de independencia liderados por los masones. Al ensalzarlos, Santidad, menosprecia la Verdad y la Libertad que España y la Iglesia Católica, de la que usted es la cabeza visible, llevaron al Nuevo Mundo.

 Eduardo García Serrano