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miércoles, 16 de enero de 2019

El cardenal Wuerl rechaza disculparse por haber mentido sobre McCarrick (Carlos Esteban)



Tras el escándalo de la noticia de que el cardenal Donald Wuerl mintió al decir que ni siquiera le habían llegado “rumores” sobre los abusos homosexuales de McCarrick, el administrador apostólico y arzobispo emérito de Washington complica su situación negándose a reconocer su engaño.

El cardenal Donald Wuerl gestionó adecuadamente la denuncia que le llegó en 2004, siendo entonces obispo de Pittsburgh, contra el ex cardenal Theodore McCarrick, ha asegurado el propio interesado ante un grupo de sacerdotes de la archidiócesis capitalina, añadiendo que no mintió al decir que no había oído siquiera “rumores” sobre la vergonzosa conducta de su predecesor en Washington porque se estaba refiriendo específicamente a abusos de menores.

Al estallar el escándalo de abusos sexuales a un menor por parte del influyente ex cardenal McCarrick, Donald Wuerl insistió ante los medios en que los cargos contra su predecesor fueron una absoluta sorpresa, ayer se supo que había recibido denuncias contra el prelado pederasta al menos desde 2004.

La diócesis de Pittsburgh ha confirmado que su entonces obispo Wuerl reenvió al nuncio apostólico en Washington una denuncia que implicaba a McCarrick por el sacerdote secularizado Robert Ciolek, extremo que ha confirmado la archidiócesis de la capital estadounidense.

En el verano pasado, primero con el estallido del escándalo del ex cardenal y luego con la aparición del Testimonio Viganò, en el que se aseguraba que Wuerl conocía las andanzas de McCarrick, Wuerl declaró en repetidas ocasiones que no le habían llegado ni tan siquiera “rumores” sobre la conducta homosexual predatoria del todopoderoso prelado.

El pasado 21 de junio, Wuerl, entonces arzobispo de Washington, envió una carta pastoral a los feligreses de su diócesis mostrándose “aturdido y entristecido” por las acusaciones presentadas contra su predecesor al frente de la archidiócesos. En ella, Wuerl llegó a afirmar que “no se ha presentado ninguna alegación -creíble o no- contra el cardenal McCarrick durante este tiempo aquí en Washington”. Al mes siguiente, declaró a WTOP que nunca había oído rumores sobre conducta sexual impropria por parte de McCarrick. En agosto aseguró ante los periodistas de CBS News que no tenía conocimiento de rumor alguno en el sentido de que McCarrick mantuviera relaciones con sacerdotes.

Ahora, en una carta enviada para responder a la evidente contradicción, asegura que sus comentarios sólo se referían a abusos sexuales a menores. “Cuando se presentó la acusación de abusos sexuales a un menor contra el arzobispo McCarrick, declaré públicamente que nunca habían llegado a mis oídos rumores de tal acusación. Esta afirmación la hice en el contexto de las acusaciones de abuso sexual de menores, que en ese momento era el centro del debate y la atención mediática”, dice en la carta.

Y añade: “Aunque alguien podría interpretar mi declaración en un contexto diferente, la discusión pertinente sobre la conducta del arzobispo McCarrick hace referencia al abuso a menores”.

Es difícil determinar qué es más escandaloso, si el modo de Wuerl de resistirse con uñas y dientes a reconocer su engaño o el hecho de que no viera nada reseñable en el hecho de que el hombre más poderoso de la Iglesia americana, verdadero ‘hacedor de reyes’ responsable directo en el nombramiento de varios obispos, mantuviera relaciones homosexuales con jóvenes sacerdotes y seminaristas.

En cualquier caso, quizá el paso obligado para la prensa sea volver a preguntar a los cardenales Farrell, Cupich y Tobin, pupilos y protegidos de McCarrick que en su momento se confesaron anonadados por la sorpresa y aseguraron no haber oído tampoco el menor rumor, si se referían solamente al caso investigado de pederastia criminal, y estaban, en lo demás, al cabo de la calle sobre las andanzas del ex cardenal con jóvenes bajo su autoridad.

Carlos Esteban

lunes, 14 de enero de 2019

Francisco y los abusos sexuales. El Papa que sabía demasiado



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Desde hace tiempo el Papa Francisco ha dado ya a entender claramente cómo juzga y pretende afrontar la cuestión de los abusos sexuales entre los ministros sagrados. Como un problema no primariamente de sexo sino de poder, no de individuos, sino de casta, la casta clerical.

Lo ha dado a entender en la carta que sobre esta cuestión ha dirigido al “pueblo de Dios” el 20 de agosto de 2018, en la que no habla nunca de “abusos sexuales” y basta, sino, al mismo tiempo, de “abusos sexuales, de poder y de conciencia”.

Lo ha ratificado en la carta del 1 de enero de este año a los obispos de los Estados Unidos, en la que vuelve a usar sistemáticamente la fórmula tripartita, pero cambiando el orden: “abusos de poder, de conciencia y sexuales”.

Lo ha vuelto a decir aún más explícitamente en el encuentro a puertas cerradas que tuvo en Dublín el 25 de agosto con los jesuitas irlandeses (ver foto), puntualmente transcrito y publicado por el padre Antonio Spadaro en “La Civiltà Cattolica” del 15 de septiembre. “El elitismo, el clericalismo favorecen toda forma de abuso. Y el abuso sexual no es el primero. El primero es el abuso de poder y de conciencia”.

También el documento final del sínodo del pasado mes de octubre, en los párrafos que se refieren a los abusos sexuales, ha hecho suyo este teorema de Francisco, atribuyendo la causa de todo al “clericalismo”, es decir, a “una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer, más que como un servicio gratuito y generoso”.

En este cuadro de fondo, la convocación a Roma de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, programado del 21 al 24 de febrero, debería ser, en las intenciones del Papa, la puesta en juicio de una representación orgánica de la casta clerical, frente a la cual él se presentaría como autoridad alternativa e inmaculada, sólo al servicio de los sin poder y de las víctimas del poder.

Debería ser así, en el propósito de Francisco. Pero entretanto, los hechos evolucionan en la dirección contraria.

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El último hecho, del que Settimo Cielo ha informado hace pocos, días es el caso del obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta y de su asombrosa carrera hasta un alto cargo en la curia vaticana, a pesar de sus manifiestas pruebas de incompetencia y de poco fiar, y las denuncias presentadas contra él de abusos sexuales de una docena de seminaristas.

> Francisco de inocente a culpable. Malas noticias desde su Argentina

El caso Zanchetta es un ejemplo patente de aquellos “abusos de poder, de conciencia y sexuales” que Francisco tanto estigmatiza. Una pena que toda la carrera de este personaje sea fruto de la amistad y de la protección del Papa.

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Un segundo caso es el del ex cardenal Theodore McCarrick. La congregación para la Doctrina de la Fe –como ha revelado la Catholic News Agency el 7 de enero– casi ha terminado un proceso penal “administrativo”, más rápido y esencial que el canónico regular, sobre sus inmoralidades, recogiendo los testimonios de otras dos víctimas de las que abusó, incluso durante el sacramento de la confesión, cuando tenían 11 y 13 años, y de otros doce seminaristas, a los que obligó a prácticas homosexuales cuando era obispo en Metuchen y en Newark.

Es probable, pues, que antes del encuentro del 21-24 de febrero el Papa Francisco adopte en relación a McCarrick una ulterior y extrema sanción: la reducción al estado laical.

Pero también aquí continúa pesando sobre Francisco la responsabilidad de haber dado durante años protección y honores a McCarrick, incluso conociendo –como otros altos exponentes de la jerarquía, en este y en los dos pontificados precedentes– su reprobable conducta homosexual, decidiéndose a sancionarle sólo después de que salieran a la luz, hace pocos meses, sus abusos a menores.

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Un tercer caso se refiere al cardenal Donald Wuerl, hasta octubre pasado arzobispo de Washington y todavía administrador apostólico de la diócesis en espera del nombramiento del sucesor, al que Francisco ha dado las graciascon palabras conmovedoras de orgullo y aprecio por la “nobleza” de ánimo que ha mostrado –según el Papa– al hacer frente a las acusaciones de haber encubierto los abusos sexuales de los que tenía noticia; entre otros, los cometidos por McCarrick.

Efectivamente, el pasado junio Wuerl declaró que nunca había tenido conocimiento de los abusos de los que McCarrick estaba acusado, antes de que uno de ellos, cometido contra un menor, saltara a las noticias en la primavera de 2018.

Pero el 10 de enero de 2019, tanto la diócesis de Pittsburgh como la archidiócesis de Washington confirmaron que ya en 2004 Wuerl, entonces obispo de Pittsburgh, sabía de la mala conducta de McCarrick a través de un ex sacerdote de la diócesis, también él víctima de actos homosexuales por parte del mismo McCarrick y que había presentado una denuncia ante el entonces nuncio apostólico en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo.

En el verano de 2018, el informe del gran jurado de Pennsylvania sobre los abusos sexuales del clero acusaba a Wuerl de haber dejado sin castigo varios casos de abusos cuando era obispo de Pittsburgh.

Después intervino, también contra él, el prestigioso ex vaticanista de “Newsweek” Kenneth Woodward que, en un informe publicado en la revista católica progresista “Commonweal”, escribió que la diócesis de Pittsburgh era conocida desde hacía tiempo como una de las más invadidas por sacerdotes homosexuales, a partir del que fue su obispo entre 1959 y 1969, John J. Wright, después cardenal y prefecto de la Congregación vaticana para el clero, que tenía un gran número de amantes jóvenes y del que Wuerl fue su secretario personal y, después, su sucesor.

Y, sin embargo, increíblemente, la palabra “homosexualidad” no aparece nunca ni en la carta de Francisco al “pueblo de Dios” del 20 de agosto de 2018, ni en su carta a los obispos de los Estados Unidos del 1 de enero de 2019, ni en su conversación con los jesuitas irlandeses. Como si este problema no existiera.

Cuando, al contrario, es precisamente la práctica homosexual el factor estadísticamente dominante entre el clero que abusa, en las últimas décadas. Que es exactamente lo que caracteriza el comportamiento de McCarrick, su práctica homosexual con jóvenes y muy jóvenes; de él se conocen sólo pocos casos de abusos contra menores, en cualquier caso, también ellos varones.

Esta deliberada eliminación del factor homosexualidad es el talón de Aquiles de la estrategia anti abusos de Francisco, como dos cardenales han denunciado hace pocos días.

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Los dos cardenales son los alemanes Walter Brandmüller, de 90 años, historiador de la Iglesia, anteriormente presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, y Gerhard L. Müller, de 71 años, teólogo, anterior prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Brandmüller, en una entrevista del 1 de enero a KathNet y en otra del 4 de enero a DPA, ha insistido en que el problema de los abusos entre el clero es preeminentemente un problema de práctica homosexual. Y que hay que afrontarlo empezando con excluir a jóvenes homosexuales de la admisión al sacerdocio. Sobre todo teniendo en cuenta que la erosión en curso de la doctrina católica facilita una creciente justificación moral de la homosexualidad.

Estas declaraciones –repetidas en una sucesiva entrevista del 9 de enero a la edición alemana de Catholic News Agency– le han valido a Brandmüller una tempestad de reacciones indignadas, desde fuera y, sobre todo, desde dentro de la Iglesia.

Y esto ha inducido al cardenal Müller a intervenir de manera incisiva a través del portal LifeSite News el 7 de enero, con una declaraciones que suenan como una crítica directa precisamente al teorema del Papa Francisco, según el cual los abusos sexuales entre el clero son primariamente un producto del clericalismo, es decir, del abuso de poder de la casta clerical.

Escribe Müller:

“Cuando un clérigo comete el crimen de abuso sexual de un adolescente, los ideólogos no dudan en acusar a los sacerdotes en general o a ‘la’ Iglesia –como ellos dicen– de una manera teológicamente inconsistente. Este es el único caso en el que todavía se permite generalizar sin correr peligro, e incluso de presentar alegremente las propias fantasías de una culpa colectiva. Porque cuando un islamista comete un acto de terror, son exactamente estas mismas personas –con sus obtusos prejuicios contra el celibato y contra la despreciada enseñanza moral de la Iglesia– la que absuelven al islam de cualquier complicidad y que –justamente– defienden a la mayoría de los musulmanes pacíficos”.

Y continúa, alzando el tiro:

“Cuando un adulto o un superior abusa sexualmente de quien ha sido confiado a sus cuidados, su ‘poder’ es sólo el medio y no la causa de su acto malvado. Se trata efectivamente de un doble abuso, pero no se debe confundir la causa del crimen con los medios y las ocasiones para llevarlo a cabo, con la finalidad de descargar la culpa absolutamente personal de quien abusa, sobre las circunstancias o sobre ‘la’ sociedad o sobre ‘la’ Iglesia… La causa de la violación de la intimidad física y espiritual de la persona que le ha sido confiada es la voluntad de quien abusa para la propia satisfacción sexual. Hablar sin ton ni son del clericalismo o de las estructuras de la Iglesia como causa del abuso sexual es también un insulto a las muchas víctimas de abuso sexual fuera de la Iglesia católica, por parte de personas que no tienen nada que ver con la Iglesia y los clérigos”.

Sandro Magister

sábado, 12 de enero de 2019

Cae en picado la confianza en el clero en Estados Unidos (Carlos Esteban)



En el último año, la confianza en el clero se ha desplomado en Estados Unidos, según datos del gigante de la demoscopia Gallup. Solo el 31% de los católicos estadounidenses puntúan como “altos” o “muy altos” los estándares morales o la honestidad de sacerdotes y prelados.

Parece un caso de justicia poética que la encuesta Gallup sobre confianza en el clero en el último año se hiciera pública solo un día después de saberse que el cardenal Donald Wuerl, administrador apostólico y ex arzobispo de Washington, mintió cuando dijo no haber oído nada sobre la conducta de su predecesor, el notorio pederasta Theodore McCarrick. Y es que la confianza de los católicos norteamericanos en el clero cayó 18 puntos en 2018 con respecto al año anterior. En comparación, la opinión de los protestantes sobre el mismo asunto se mantuvo prácticamente estable, con una caída en la confianza de solo un punto porcentual.

Ya antes las encuestas habían detectado una pérdida de confianza entre los fieles hacia la propia Iglesia. Un estudio demoscópico llevado a cabo el pasado verano registró un descenso en la confianza de los católicos en la Iglesia del 52% en junio de 2017 al 44% el mismo mes del año pasado.

Es evidente que los sucesos de este verano pasado han deteriorado masivamente la confianza puesta por los feligreses en un clero que se ha revelado plagado de casos de pederastia y de encubrimientos de los mismos por parte de los prelados. La última noticia, que dábamos ayer mismo, de que el cardenal Donald Wuerl conocía, pese haber afirmado repetidamente lo contrario, los desmanes homosexuales del ex cardenal McCarrick no puede por menos que minar aún más esta ya maltrecha relación entre los fieles y su clero.

La reunión episcopal de excepción que tendrá lugar el próximo mes en Roma pretende, en parte, remendar esa confianza perdida, pero no va a ser fácil. No sólo el mal está demasiado avanzado como para que pueda darse una cura rápida y eficaz en el corto plazo, sino que sucesos posteriores a su convocatoria, como el caso del obispo Zanchetta, llevan a sospechar que no existe una verdadera voluntad de hacer más transparente a la Iglesia y aplicar una verdadera política de ‘tolerancia cero’, sino la ‘salvar la cara’ frente a la opinión pública.

En ningún momento fueron demasiado creíbles las vehementes negaciones de Wuerl, que aparece citado 68 veces en el demoledor informe del jurado de Pensilvania hecho público este verano como encubridor en su etapa de obispo de Pittsburgh, sino que como sucesor y amigo de McCarrick difícilmente podía ignorar lo que era un secreto a voces entre sacerdotes, seminaristas y aun periodistas especializados durante décadas.

Esta dificultad para creer la ignorancia de Wuerl -que se ha demostrado falsa- se aplica también a otros obispos que fueron elegidos para el episcopado por influencia de McCarrick, a menudo ignorando el proceso de selección habitual de nominados, como Blaise Cupich, Arzobispo de Chicago, Joseph Tobin, arzobispo de Newark, y quien fuera auxiliar y convivente durante años del prelado pederasta, Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

De hecho, una de las razones para desconfiar de los resultados de la próxima reunión episcopal es el hecho de que Su Santidad haya elegido precisamente a Cupich para organizarla y coordinarla. Cupich reconoció recientemente que llegaron a su conocimiento casos de abusos entre sus sacerdotes que no denunció, y durante el estallido de la crisis Viganò hizo cuanto pudo por quitar hierro a la cuestión de los abusos, asegurando públicamente que el Papa tenía una agenda más amplia de que ocuparse, con temas urgentes como el medio ambiente.

Por lo demás, ninguno de los prelados que se reunirán en febrero en Roma ha sido capaz de señalar con el dedo el hecho más obvio y destacado de estos casos de abuso, a saber, que en su abrumadora mayoría -más del 80%- implican a sacerdotes homosexuales

Esta negativa a encarar lo evidente y ampararse en motivaciones vagas como el ‘clericalismo’, de tan difícil concreción, hace temer lo peor, un resultado que confirme en su desconfianza a esos católicos americanos que ya la han perdido.
Carlos Esteban

Wuerl conocía las acusaciones contra McCarrick en 2004 (Carlos Esteban)



Un nuevo detalle crucial del Testimonio Viganò que se confirma: el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick en Washington y aún administrador apostólico de la archidiócesis, sabía de la conducta escandalosa del ex cardenal al menos desde 2004.

Aunque, desde el estallido del escándalo en torno al defenestrado cardenal Theodore McCarrick, aún arzobispo emérito de Washington, su sucesor y aún administrador apostólico de la Archidiócesis de Washington, Donald Wuerl, ha insistido en que los cargos contra su predecesor fueron una absoluta sorpresa, ayer se supo que había recibido denuncias contra el prelado pederasta al menos desde 2004.

La diócesis de Pittsburgh ha confirmado que su entonces obispo Wuerl reenvió al nuncio apostólico en Washington una denuncia que implicaba a McCarrick por el sacerdote secularizado Robert Ciolek, extremo que ha confirmado la archidiócesis de la capital estadounidense, informa CNA.

La nota de la diócesis de Pittsburgh señala que Ciolek se presentó el noviembre de 2004 ante la oficina de supervisión diocesana para declarar sobre una denuncia por abuso contra un sacerdote de Pittsburgh. En ese encuentro, “Ciolek también habló de los abusos que había sufrido por parte del entonces cardenal Theodore McCarrick. Esta fue la primera vez que la Diócesis de Pittsburgh tuvo noticia de esta denuncia”, dice la nota, que añade: “Unos días más tarde, el entonces obispo Donald Wuerl elaboró un informe con la denuncia y lo envió al nuncio apostólico en Estados Unidos”.

Desde la archidiócesis capitalina confirman que Ciolek había pedido expresamente que su testimonio se reenviara al nuncio, solicitando quedar en el anonimato, como así se hizo. Posteriormente, sin embargo, el sacerdote secularizado ha dado su permiso a Pittsburgh para que se incluya su nombre en la nota.

En el verano pasado, primero con el estallido del escándalo del ex cardenal y luego con la aparición del Testimonio Viganò, en el que se aseguraba que Wuerl conocía las andanzas de McCarrick, Wuerl declaró en repetidas ocasiones que no le habían llegado ni tan siquiera “rumores” sobre la conducta homosexual predatoria del todopoderoso prelado.

En 2005, Ciolek había alcanzado un acuerdo extrajudicial de 80.000 dólares con tres diócesis de Nueva Jersey en conexión con denuncias por abusos sexuales que implicaban al arzobispo McCarrick y a un maestro de un colegio católico. Aunque se desconocen los cargos precisos contra el arzobispo emérito, parecen referirse a abusos que tuvieron lugar en la ya infame casa de la playa que poseía McCarrick en Nueva Jersey y en la que compartía cama con seminaristas ocasionales. En la documentación de los acuerdos extrajudiciales, por lo demás, se incluían referencias al obispo Wuerl y a la diócesis de Pittsburgh.

Todo esto es un desmentido directo de lo que ha sostenido hasta ahora Wuerl sobre el caso McCarrick. En una carta hecha pública el 21 de junio pasado, Wuerl se mostraba “conmocionado y entristecido” por las revelaciones sobre su predecesor y mentor. En ella subraya que “durante su mandato en Washington no se ha presentado alegación alguna -creíble o no- contra el Cardenal McCarrick”. Una nota recién publicada por la archidiócesis para salir al paso de las nuevas revelaciones se agarra como a un clavo ardiendo a ese “durante su mandato en Washington”, asegurando que Wuerl trataba de ser puntillosamente preciso.

El demoledor informe del gran jurado de Pensilvania, también este pasado verano de escándalos, citaba hasta 68 veces a Wuerl implicándole en encubrimiento de abusos clericales durante su mandato al frente de la diócesis de Pittsburgh, generando una presión sobre el cardenal que llevó a que el Papa Francisco aceptara su renuncia, presentada por edad tres años antes, si bien alabando su conducta y confirmándole como administrador apostólico de la archidiócesis capitalina en tanto se encuentra un sucesor.

Carlos Esteban

Arquidiócesis de Washington contradice al cardenal Wuerl y confirma el "Testimonio" de Viganò



Una acusación de “mala conducta” contra el cardenal Theodore McCarrick, de 88 años, fue presentada al entonces obispo de Pittsburgh, monseñor Donald Wuerl, de 78 años, ya en noviembre de 2004, informa el 10 de enero la CatholicNewsAgency.com.

Ahí se cita a Ed McFadden, el vocero de la arquidiócesis de Washington.

Wuerl fue el sucesor de McCarrick como cardenal de Washington. Renunció en octubre de 2018, pero está todavía a cargo como administrador apostólico de Washington.

La denuncia fue presentada en el 2004 por Robert Ciolek, un ex sacerdote reducido al estado laical. Él discutió frente a la junta de revisión diocesana de Pittsburgh contra un sacerdote de esa diócesis y mencionó otro delito supuestamente cometido por McCarrick.

En el 2004 Wuerl reenvío el informe al nuncio apostólico en Washington.

Pero en agosto de 2018 Wuerl insistió diciendo que él no sabia nada sobre las acusaciones contra McCarrick, reiterando que él nunca había escuchado rumores sobre ellas.

A pesar de la negación, el denunciante arzobispo Carlo Maria Viganò testificó en agosto de 2018 que él había discutido personalmente en varias ocasiones con Wuerl sobre las actividades de McCarrick.

La nueva declaración de la arquidiócesis de Washington es una confirmación independiente del "Testimonio" de Viganò, quien dijo también que Wuerl “miente descaradamente”.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Cupich y Wuerl tenían su propio plan para combatir los escándalos en la iglesia de EEUU (Carlos Esteban)



¿Podría ser esa la explicación de que el Vaticano, que no ha tenido inconveniente en que los episcopados de Francia e Italia apliquen sus propias fórmulas contra el encubrimiento de abusos, haya prohibido al estadounidense hacer otro tanto? Es lo que revela la Catholic News Agency (CNA)

Los cardenales norteamericanos Blase Cupich y Donald Wuerl, ambos en la Congregación para los Obispos, habrían elaborado conjuntamente una estrategia para dotar a los obispos del país de medios con los que luchar contra el encubrimiento de casos de pederastia clerical, informa CNA. Esa podría haber sido la razón, o una de las razones, para que Roma, a través de la citada congregación, prohibiera a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, a solo unas horas de su inicio, votar las medidas previstas desde hace algún tiempo.

Cupich sometió el plan el pasado martes a los prelados reunidos en plenaria como alternativa a la propuesta vetada, sobre la que los funcionarios episcopales llevaban trabajando desde hace ya algún tiempo.

La diferencia crucial es que, mientras la versión de la conferencia episcopal preveía la existencia de un panel dirigido por laicos para investigar las acusaciones de encubrimiento contra obispos, el plan de Cupich y Wuerl quiere que tales alegaciones contra un prelado las investigue su superior, es decir, el metropolitano, junto con oficinas archidiocesanas de supervisión. Las denuncias contra arzobispos las investigarían obispos sufraganeos ‘seniors’.

Este plan se habría presentado a la Congregación para los Obispos antes del comienzo de la asamblea, ante la que se presentó tras el veto romano a los planes de la propia conferencia, y contaría con el placet vaticano.

Aunque la excusa oficial del veto era, como hemos informado, que Roma quería esperar a la reunión de obispos convocada para febrero y dedicada monográficamente a este asunto, para crear sistemas de supervisión e investigación aplicables a toda la Iglesia, los casos de Francia e Italia hacen difícilmente sostenible esta explicación.
Alternativamente, se ha elucubrado mucho sobre las razones reales de este veto, viendo en él algunos observadores como un modo de enseñar al inquieto episcopado estadounidense “quién manda aquí” por parte de una Curia molesta ante una asamblea ‘desaconsejada’, mientras que otros creen que el caso norteamericano es especial porque los escándalos podrían afectar a prelados nombrados personalmente por Francisco y especialmente cercanos a su línea de gobierno.Pero las recientes revelaciones de CNA apuntan, paradójicamente, a otra motivación: el clericalismo. Es decir, que lo que Roma no está dispuesta a consentir es que los laicos fiscalicen la investigación sobre los clérigos.
El riesgo de esta aproximación al problema es evidente, y ciertamente se encierra en el fenómeno al que el propio Santo Padre responsabilizó en última instancia del escándalo, el clericalismo, que viene a ser la versión eclesial del corporativismo o gremialismo común en la vida civil.

Mejor que cualquiera de nosotros lo delató el defenestrado cardenal Roger Mahoney, emérito de Los Angeles, cuando se dirigió a sus colegas de la asamblea para disuadirles de que se acusen unos a otros, porque todos ellos son “hermanos en el episcopado”. Ciertamente, la autorregulación es, en este caso, especialmente falible, ya que los obispos forman un cuerpo relativamente pequeño y, como se ha demostrado en los últimos años, crecientemente alejados de la realidad de sus feligreses.

Carlos Esteban

jueves, 15 de noviembre de 2018

CUPICH AND WUERL Scoundrels behind the vote cancellation? (Michael Voris)


Duración 7:58 minutos

I'm Michael Voris coming to you from outside the bishops' hotel here in Baltimore

One major concern for faithful Catholics is how all this scandal is playing out in the larger culture.

Today, an example: Before the Mass of reparation at St. Alphonsus Liguori in downtown Baltimore, an anti-Catholic Protestant on a bullhorn disrupted Catholics praying before Mass, accusing Church leadership of harboring sex predators.

Even though his theology was obviously way off, his charges were spot on. The general consensus of the Catholics was: half of what he is saying is true.

This evil that too many bishops are promoting and some are staying too quiet about is not only driving people out of the Church, it's also giving millions of others reason to stay out.

It's why it's got to be cleaned up immediately, and those responsible for preventing it need to be challenged to their face.

Today, a lot of buzz about the possibility that it was the scheming and machinations of Cardinals Cupich and Wuerl who engineered the last minute instruction from Rome to cancel any vote on sex abuse reform.

The actual instruction, as we know, came from the Congregation for Bishops, of which Cupich and Wuerl are members.

It was Cupich who jumped up almost instantly as Cdl. DiNardo was shocking the assembled bishops with the announcement and calmly asserted that the U.S. bishops should wait until March — after the February meeting in Rome — to discuss and make any plans and take any votes.

He didn't seem in the slightest bit shocked.

And as a sidebar, why is Wuerl even at this meeting? The man covered up and transferred homosexual predators while bishop of Pittsburgh and had to resign, eventually. Some young men are in their graves as a result.

He should be in jail — and probably would be if it weren't for the statute of limitations.

The same goes for Cdl. Mahony, formerly of Los Angeles. Why is here? He cost the Church close to a billion dollars and transferred priests out of the country to hide them from law enforcement after they had raped young males.

Yet these two men walk around the lobby and the meeting here as though they were royalty — Mahony practically holding court the other day in the lobby with Abp. Gomez glued to his side.

Speaking plainly, just the sight of some of these men is disturbing and disgusting — but back to the cancellation of the vote. Why would the Congregation — and it's almost a guarantee that Pope Francis was informed and perhaps even consulted — why would the vote be canceled?

The party line is that the Church in America should wait to see how churches in other countries respond to this and be sensitive to their cultural issues and their ways of handling it. So much for the Church being synodal, where each national conference gets to decide things, remember?

Each conference, under the synod scenario, should decide if those in mortal sin, like adultery or sodomy, can come up and receive Holy Communion. Apparently, the same logic doesn't apply in cases where homosexual bishops and those complicit with it might be discovered.

No, Rome — and by Rome, we mean those in Rome who want to protect the homosexual current with its death grip on the Church right now — they want everything coming back to Rome for a bigmeeting where they can manipulate the entire process and achieve an already desired outcome. That's what they have done now with not one, not two, but three synods in a row.

The two synods on the family back in 2014 and 2015 were completely controlled by the likes of Cardinals Baldisseri and Coccopalmerio and Archbishops Paglia and Forte — subtly, at first, pushing the homosexual agenda, but then stepping up their efforts.

And then, last month's complete sham — the Synod on the Youth — where the final document may as well have been written by gay cheerleader himself James Martin.

If it was Wuerl and Cupich scheming behind the scenes — a distinct possibility — it might very well have been to derail the effort by some bishops in the conference who are more willing than them to get past this homosexual clergy scandal and its severely damaging effects.

The relentless pressure being asserted by faithful Catholics on social media in a post-McCarrick world, the withholding of money and the steady stream or reporting in the secular press, not to mention a flood of state attorneys general investigations, at least two federal probes and the looming announcement of RICO charges being filed by the U.S. Department of Justice is considered simply too much to have to deal with by many of the bishops here.

If the immorality of the evil and the accepted way of doing business wasn't enough to motivate them before — all this is, and they want a resolution.

But not so fast, an investigation, especially one led by clear-minded laity, might very well unearth the entire homosexual scandal and that must be avoided at all costs, even the cost of bad press here in Baltimore, which the bishops have gotten.

The Pope has already shot down any such notion of an American lay-led investigation into the whole McCarrick affair when he met with Cdl. DiNardo in Rome. So it is unlikely whatever would come out of next February's meeting would suddenly grant permission for such an investigation.

In fact, the greater likelihood is that right now, the homosexual current in Rome is plotting how to run the February synod in a way that appears transparent and looks like it's getting something done and promising there will be change, but in reality, its main purpose will be to continue to cover the crimes — criminal and moral — to protect their evil.

Wuerl and Cupich have a great stake in such an outcome. Wuerl and Cupich were both named as part of all this filth in Abp. Viganò's first statement — not only in their relationship to the McCarrick filth, but the entire scene.

On the one level, American bishops are somewhat helpless to actually do anything about this. On the other hand, they each have mouths and they can say a lot. Yes, they will risk reprisal from Rome and be threatened with being removed from their diocese and all that — may even actually beremoved.

But it's becoming more and more clear, the only way to clear up this evil, rotten mess in the Church is by each bishop pulling a "Viganò" and stepping forward and saying what he knows — and they know a lot.

It is precisely because of the silence that this evil has climbed to such heights, engulfing the Church, and will only be openness and the light that will vanquish it.

In the meantime, the U.S. bishops can rest assured of a relentless social media campaign by faithful Catholics — unapproved, of course, by homosexualist Thomas Rosica — a continuing decline in financial backing and lots of meetings with high paid lawyers fending off state and federal investigations.

It's their choice: fess up, or live in a continual nightmare of managing the decline.

Michael Voris

martes, 30 de octubre de 2018

El SILENCIO del VATICANO ante el Testimonio Viganò, según SPECOLA (15) La investigación sobre McCarrick prohibida por el Papa




En Estados Unidos las aguas siguen revueltas, muy revueltas. La investigación sobre McCarrick y sus alrededores ha sido positivamente prohibida por el Papa Francisco. Esto no ha parado las aguas sino todo lo contrario

Los católicos americanos no están dispuestos a hacer el ridículo por decisiones que los afean y no poco delante de las demás confesiones religiosas. El caso McCarrick puede terminar en el caso Tobín. La absurda situación de Wuerl, que sigue gobernado su diócesis, y su sustitución que parece quiere ser muy controlada, no está gustando nada de nada. Hay mucho miedo a que alguien con arrestos llegue a disponer de archivos delicados y decida hacer luz. La situación vivida no es posible sin una enorme cadena de complicidades y taparlas no resuelve el problema, al contrario lo hará crecer.

Specola

viernes, 26 de octubre de 2018

El defenestrado obispo de Memphis achaca su cese a una ‘venganza’ de Wuerl (Carlos Esteban)



Resultó bastante inusual el fulminante cese, el pasado 24, del obispo de Memphis, Martin Holley, por “mala gestión”. Se sospechó algo más, tal como está el clima en el episcopado americano. Y ahora el defenestrado Holley asegura a CNA que todo ha sido una venganza del ex arzobispo de Washington, Donald Wuerl, por frustrarle un nombramiento en la Curia vaticana.

Tenemos que admitir que, de primeras y sin conocer nada más, el cese fulminante por el Vaticano del obispo Martin Holley, de Memphis, ‘sonaba’ bien. Después de todas las revelaciones de este verano terrible sobre encubrimiento de abusos sexuales del clero por parte de obispos -el caso McCarrick, el informe del gran jurado de Pensilvania, la exasperante inacción de Roma, llena de buenas palabras se hacía cada día más inexplicable. Los fieles querían ver acción, acción efectiva y visible, sobre todo, en forma de ‘cabezas rodando’. Así que la defenestración de, al menos, un obispo americano, por más que se justificara con el vago motivo de ‘mala gestión’, parecía un paso en la dirección acertada.

Sólo que nada parecía cuadrar en este caso. El Vaticano ha sido consistente, hasta tozudo, en su inactividad en este asunto. Ni siquiera parecía haber modo de que Roma aceptara al más obvio de los ‘reemplazables’, el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick al frente de la Archidiósesis de Washington y citado casi doscientas veces en el informe del gran jurado de Pensilvania.

Wuerl tenía a sus propios sacerdotes en pie de guerra, cancelaba actos por temor al ‘odium populi’ y las voces pidiendo su sustitución eran ya un clamor. Al fin el Papa se vio forzado a actuar en una forma que nos recuerda poderosísimamente a la aceptación de la dimisión su flamante primer prefecto para las comunicaciones vaticanas, Monseñor Edoardo Viganò, que al poco de estrenarse fue pillado por la prensa mundial en un flagrante intento de manipulación de un texto del Papa Emérito.

Los pasos fueron idénticos. Primero, negación y resistencia. Cuando la situación se vuelve imposible, el despido toma la forma de dimisión aceptada, que se realiza con una carta pública en la que se pone por las nubes al defenestrado. Y, por último, se le deja en su puesto con otro nombre.

En el caso de Wuerl, su dimisión llevaba ya -por edad canónica- tres años sobre la mesa de Su Santidad, y al aceptarla el Papa lo hizo con una misiva que algún día podría servir en su proceso de canoninación, poniéndole como ejemplo de lo que debe ser un obispo. Y, por último, le ruega que continúe al frente de la archidiócesis como administrador apostólico. El Papa odia, odia, odia que le fuercen a prescindir de alguno de sus hombres.

Y no ha habido más. Al contrario, los obispos elegidos por influencia del pedófilo McCarrick -el trío Cupich, Tobin y Farrell-, lejos de sufrir con su proximidad a la crisis, son objeto de constantes gestos de favor pontificio. Cupich fue elegido para asistir a este ‘sínodo de sínodos’ que se celebra aún en Roma, Farrell fue nombrado responsable del nuevo megadiscasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y el nombre de Tobin suena cada vez con más fuerza para sustituir a Wuerl en Washington.

Y en vista de eso, ¿cesan fulminantemente -se negó a dimitir- a un obispo cuyo nombre no se ha mencionado siquiera en la gran polémica de los abusos alegando ‘mala gestión’? Suena tan raro, tan poco propio del modo de actuar de Francisco en esta crisis que la explicación que da el propio Holley resulta eminentemente creíble.

Dice Holley que, en 2012, siendo entonces Holley obispo auxiliar de Washington bajo el liderazgo de Wuerl, el nombre de este se barajó en Roma para que ocupara el cargo de secretario de Estado en la Curia romana. Tradicionalmente, el ‘número dos’ del Vaticano solía ser el prefecto para la Doctrina de la Fe, pero hace ya más de medio siglo que la politización burocrática entró en la Iglesia, convirtiendo al secretario de Estado en el verdadero ‘hombre fuerte’ después del Papa.

Un cargo de tanta importancia no se da sin el debido proceso de consultas, y entre estas, Benedicto tuvo a bien recabar la opinión del obispo Holley que, al parecer, no consideraba a su superior la persona indicada para tan alto puesto. Sea como fuere, Wuerl no obtuvo el cargo y achacó a Holley, en opinión de este, su fracaso. Y este es el motivo, opina Holley, de que Roma abriera una investigación sobre su gestión que ha desembocado en su cese por Roma: la venganza. “Me interpuse en su camino hacia algo que deseaba”, asegura Holley.

La versión oficial es que la investigación se inicia a raíz de las fuertes críticas que provocaron la decisión de Holley de reasignar a dos tercios de sus sesenta sacerdotes en activo y el nombramiento de un sacerdote canadiense, Padre Clement Machado, como vicario general, moderador de la Curia y canciller de la diócesis.

Carlos Esteban

lunes, 10 de septiembre de 2018

Francisco recibió a los cardenales pro-homosexuales Wuerl y Cupich, ignoró a DiNardo



El presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense, el cardenal Daniel DiNardo, solicitó una audiencia papal para discutir los abusos homosexuales del cardenal McCarrick, pero no recibió ninguna respuesta, escribió en Twitter el 7 de setiembre la periodista de EWTN Anna Mitchell.

Mitchell dijo que el pedido fue recibido por la Casa Pontificia el 20 de agosto. Según Rocco Palmo, DiNardo pidió una audiencia ya en julio, pero no recibió respuesta.
Pero por otra parte, el papa Francisco recibió a los cardenales pro-homosexuales, el 6 de setiembre a Donald Wuerl, de Washington, y Blase Cupich, de Chicago. Ambos están implicados en el escándalo, a causa del testimonio del denunciante arzobispo Carlo Viganò.

Francisco tiene fama de ignorar a los cardenales que se supone que son sus colaboradores más íntimos. Para encontrar a Francisco, el ex cardenal de Hong Kong, Joseph Zen, de 86 años, debió asistir a una Audiencia general de los miércoles, en la que Francisco no pudo evitarlo.

martes, 4 de septiembre de 2018

Noticias varias 4 de Septiembre de 2018



THE WANDERER



GLORIA TV

Pro-homosexual cardenal Cupich miente, está en problemas

Grecos-ortodoxos permiten segundo matrimonio [adúltero] para sacerdotes 

ADELANTE LA FE


CORRESPONDENCIA ROMANA

¿Una pastoral de Medjugorje? Observaciones críticas de Manfred Hauke

«No voy a decir ni una palabra sobre el asunto» (De Mattei del 1 d septiembre)

LIFE SITE NEWS

Archbishop Viganò responds to Vatican pushback about Pope’s meeting with Kim Davis (Diane Montagna)

ONE PETER FIVE



La Iglesia debe volver a constituir un signo de contradicción

LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

No, el Papa no siempre tiene la razón

CRISIS MAGAZINE


LA FEDE QUOTIDIANA

"Caso Viganò", 27.000 mujeres católicas pidiendo respuestas a Francisco

Selección por José Martí

jueves, 23 de agosto de 2018

El Washington Post pide abiertamente la renuncia del Papa por el caso McCarrick (Carlos Esteban)




El prestigioso diario americano ha pedido en sus páginas no solo que Wuerl, el Arzobispo de su ciudad, se retire por la gestión de los abusos clericales, sino también la renuncia del propio Francisco. Es, naturalmente, meterse donde nadie les ha llamado, pero es significativo que los aliados ‘mundanos’ de Su Santidad empiecen a darle la espalda.

Que un diario pida la dimisión del Papa debería ser más o menos indiferente para el fiel católico, una mera curiosidad para la prensa generalista, por muy importante y prestigioso que sea el medio. Pero puede ser muy significativo: Cuando se trata de una cabecera, The Washington Post, que se ha distinguido en la alabanza a Francisco y sus ‘nuevos aires’, la cosa tiene mayor importancia.

De hecho, no es una exageración decir que los grandes medios de Occidente han sido, casi desde el primer día, grandes valedores de este pontificado. Los mismos grandes diarios y cadenas de televisión que tuvieron a Juan Pablo II y Benedicto XVI en su punto de mira, y no con las mejores intenciones, han saludado con extraordinaria simpatía la mayor parte de las iniciativas más sonadas de Francisco. Incluso fue Persona del Año de la prestigiosa revista TIME a poco de iniciar su andadura papal.

Francisco puede haber sembrado la perplejidad y cierta confusión entre los fieles, o un sector significativo de los fieles, pero sus preocupaciones y declaraciones más conocidas estaban magníficamente alineadas con lo que los medios occidentales tienen por lo común como dogmas de la modernidad: las excelentes relaciones con la ONU, el entusiasmo por la inmigración masiva, la alarma ante el Cambio Climático y su mal disimulada antipatía por ‘populistas’ como Trump o Salvini.

Incluso el hecho de que haya dejado de insistir en todo aquello que en la doctrina católica resulta intolerable para la opinión publicada, desde ese “aborto por el que los católicos no debemos obsesionarnos” hasta el abierto y ambiguo “¿quién soy yo para juzgar?” sobre la homosexualidad, pasando por sus nombramientos y simpatías, todo ha logrado que ‘el mundo’ le haya acogido casi con veneración.

Por eso es significativo y alarmante lo del Washington Post. Después de todo, es el diario de la capital, la archidiócesis del malo principal de esta horrible pesadilla de abusos, el ex cardenal Theodore McCarrick, y ahora de uno de sus miñones, Donald Wuerl, citado numerosas veces en el informe del gran jurado de Pensilvania.

Encubrir el abuso de niños no puede dar buena prensa, es natural, y al Washington Post no le ha convencido la carta del Papa al Pueblo de Dios en la que confesaba “vergüenza y dolor”.

Se lee en el diario: Este horror tiene autoría, y entre los muchos nombres del escándalo se encuentra el de Wuerl. Y con el ‘mea non-culpa’ de “todo el mundo tiene la culpa” del Papa Francisco del lunes, su nombre también está en la lista. Wuerl tiene que dimitir. Y la iglesia estaría mejor con dos papas retirados y un nuevo hombre absolutamente dedicado a apoyar a los reformadores, no a suprimirlos”.

Por otra parte, el periódico ensalza la actitud de dos prelados estadounidenses contra la pedofilia. Precisamente dos prelados que han sido ‘castigados’ por Bergoglio sin capelo, a pesar de ser un clamor para el catolicismo estadounidense: El arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, y el de Los Ángeles, José Horacio Gómez, el primero por haber hecho un excelente trabajo investigando a la Legión de Cristo y el segundo por haber sido implacable con su predecesor, el encubridor cardenal Mahony a quien el Papa ha rehabilitado y encomendado responsabilidades públicas desautorizando al propio Gómez.

Debe de doler. Nada de esto, repetimos tendría otra importancia que la anecdótica si la Iglesia hubiera mantenido con el mundo -en su sentido teológico- las distancias que antaño se consideraban normales, en lugar de haber pisado el acelerador del ‘aggionamento’ iniciado con el Concilio Vaticano II, buscando el Papa convertirse, a lo que parece, en un líder mundial en tantas cosas que exceden, con mucho, su ministerio petrino.

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El artículo del WP a  continuación, traducido por InfoVaticana:

Las peticiones de que Donald Wuerl sea cesado como arzobispo de Washington y renuncie al Colegio de Cardenales de la Iglesia Católica Romana son proporcionales en su grado de indignación con su grado de decepción con el sacerdote fracasado.

Gracias a un gran jurado de Pennsylvania, ahora sabemos del mal que tuvo lugar durante su tiempo como obispo de Pittsburgh. La diócesis de Wuerl incluía el encubrimiento de un presunto círculo de pornografía infantil administrado por sacerdotes, incluidos sacerdotes que, según los informes, señalarían víctimas para otros depredadores mediante una cruz de oro. Si eso no es satánico, entonces la palabra no define nada.

Y Wuerl cubrió ese anillo. Y docenas de otros casos. Y permitió que los depredadores se sintieran libres de moverse por el país siempre que no pusieran en peligro su carrera. ¿El cardenal Theodore McCarrick apoyó a Wuerl como su sucesor en Washington, confiado en la capacidad de este último de guardar los pecados más feos debajo de la alfombra? No sería sorprendente.

De hecho, ya nada más nos sorprende. Aquellos de nosotros en la comunidad católica que le dimos a la iglesia una segunda e incluso una tercera oportunidad hemos quedado disgustados. Hubo una “Carta para la Protección de Niños y Jóvenes” de 2002 presentada por los obispos de los EE. UU. Hubo un “Informe sobre la crisis en la Iglesia Católica en los Estados Unidos” publicado en febrero de 2004. Tras su publicación, el comité de revisión de laicos designado por la iglesia que escribió el informe celebró un gran evento en el National Press Club. Yo fuí. Quería escuchar en persona que el cambio había llegado.

Algunos líderes intensificaron. El infatigable arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, recibió la tarea del Papa de investigar la Legión de Cristo, plagada de escándalos, y fue rastreada por él. El arzobispo José Horacio Gómez, de Los Ángeles, puso a su predecesor, Roger Mahoney, bajo lo que de hecho es un arresto domiciliario. En el otro lado de la moneda, el cardenal Bernard Law tuvo que huir del país y establecer su residencia en Roma hasta su muerte.

Pensamos que los encubrimientos habían terminado. Luego, el gran jurado de Pensilvania reveló que el conspirador más hábil resultó ser Wuerl, quien logró sus acuerdos de no revelación con las víctimas y sus depredadores, según el informe, tan bien que fue ascendido a ser el rostro de la iglesia en la ciudad más poderosa del mundo. Y su jefe en Roma escribió una insulsa carta el lunes asignando la responsabilidad colectiva de los crímenes y los encubrimientos a todos los fieles.

Para ser muy específico: al diablo con eso. No abusé de mis estudiantes de CCD (clases obligatorias de sábado o de lunes a viernes para los estudiantes que asisten a escuelas públicas) cuando les enseñé como voluntario en los años ochenta. No tuve un solo sacerdote o monja abusivo en 12 años de educación católica. Este horror tiene propiedad, y los muchos nombres incluyen a Wuerl. Y con el “todo el mundo tiene la culpa” del lunes, el “non mea culpa” del Papa Francisco, su nombre también figura en él. Wuerl necesita renunciar. Y la iglesia estaría mejor con dos papas jubilados y un hombre nuevo absolutamente dedicado a apoyar a los reformadores, no reprimiéndolos.

En la iglesia, a pesar de líderes como Chaput y Gómez, no se puede confiar para arrancar la podredumbre. Hay muy pocos como ellos y demasiada podredumbre. Debe haber otras 49 investigaciones generales de abogados estatales o, dado el movimiento interestatal de depredadores con la cooperación de la iglesia, tal vez una investigación del Departamento de Justicia conduzca a un decreto de consentimiento sobre prácticas que la iglesia está obligada a seguir cuando se descubre un pedófilo en su medio. No violaría la cláusula de ejercicio libre insistir en que cada obispo simplemente acepte seguir la ley.

Chaput siempre ha argumentado que si se extienden los plazos de prescripción para las víctimas de abuso religioso, deberían extenderse a todas las víctimas, y tiene razón. No es que Penn State University, la Universidad Estatal de Michigan y la Universidad del Sur de California -hogares de terribles escándalos de abuso- sean menos culpables que las diócesis católicas. Pero al menos esas tres instituciones no mantuvieron a sus presidentes cerca (aunque USC se tomó su tiempo para deshacerse de su presidente, para la desgracia y lesión de la universidad).

Cada día que Wuerl continúa en su trabajo hiere a cada víctima y cada católico. Socavó todo el trabajo de reforma que le precedió. Él estafó a sus colegas. Él engañó a la junta de revisión al evitar su mirada. El estafador debería haberse ido. Esta semana.

Carlos Esteban

También el ambiguo Wuerl abandona, Dublín es una farsa



MARCO TOSATTI, 19-08-2018, in lanuovabq.it/it/anche-lambiguo-…

También el cardenal arzobispo de Washington, Donald Wuerl, no participará en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. La renuncia está ligada a la tempestad que se está desencadenando sobre el purpurado, después de la publicación del Informe del Gran Jurado de Pennsylvania. Maradiaga, Farrel y el homoerético Martin, por el contrario, están todavía en cartelera para un Encuentro que en este punto ya no tiene sentido que se lleve a cabo.

El cardenal arzobispo de Washington, Donald Wuerl, tampoco participará en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. Wuerl iba a pronunciar un discurso de gran importancia el próximo miércoles: "El bienestar de la familia es decisivo para el futuro del mundo". No se proporcionó ninguna explicación para esta decisión tan dramática y repentina. Pero la renuncia está relacionada con la tempestad que se está desencadenando sobre el purpurado después de la publicación del Informe del Gran Jurado de Pennsylvania. Wuerl fue durante muchos años arzobispo de Pittsburgh por muchos años y administró muy mal, por decir lo menos, algunos casos de sacerdotes acusados de abusos sexuales. La Bussola se ocupó del tema hace unos días, y Wuerl fue señalado como uno de los invitados (y protagonistas) problemáticos del evento, junto con el cardenal Kevin Farrell y el cardenal Oscar Maradiaga. Así como el jesuita pro-LGBT James Martin, sobre quien pesa también un pedido.

Un pedido que superó las 10.000 firmas en Irlanda reclama, en efecto, que el jesuita estadounidense James Martin no sea invitado a participar como expositor en el Encuentro de las Familias que se llevará a cabo durante [esta] semana en Dublín. Martin celebrará una conferencia sobre este tema: "Showing welcome and respect in our Parishes for ‘LGBT’ People and their Families" (Brindando la bienvenida y el respeto en nuestras parroquias a las personas 'LGBT' y sus familias). Y ya seguramente habría que discutir sobre el título de la conferencia: porque calificar a las personas en base a su experiencia o a su orientación sexual es algo que la Iglesia no ha hecho y no quiere hacer.

El pedido fue planteado antes del tsunami que ha abrumado a McCarrick, y que abatió a sus discípulos y protegidos en los Estados Unidos, sobre todo al cardenal Kevin Farrell, prefecto de la Congregación para los Laicos, la Familia y la Vida. Y antes del segundo tsunami, el del Informe del Gran Jurado de Pennsylvania, que barrió a otro cardenal del área liberal: Donald Wuerl.

Los motivos de la recriminación contra Martin se indicaron así: “Apoya el transgénero para los niños"; "está a favor del intercambio de besos entre homosexuales durante la Misa"; dijo recientemente "los católicos LGBT aportan dones únicos a la Iglesia, tanto como individuos como comunidad. Estos dones construyen la Iglesia en modos especiales, como escribió san Pablo cuando él parangonó al pueblo de Dios a un cuerpo humano”. Al pasar digamos que citar a san Pablo, con lo que escribió sobre los comportamientos homosexuales, parece al menos arriesgado...

Y también: "el padre Martin apoya al Ministerio de Nuevos Caminos, una organización religiosa pro-homosexuales y lesbianas que ha sido declarada seriamente inaceptable por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. El padre Martin aceptó un premio de esta organización por uno de sus libros. Además, "el padre Martin no acepta la definición del Catecismo de la Iglesia Católica de las inclinaciones homosexuales como ‘gravemente desordenadas’. De este modo impide a los que tienen inclinaciones homosexuales llegar a una verdadera comprensión de su condición, a la luz de la enseñanza de la Iglesia y de la misericordia de Dios. Esto está haciendo un flaco favor a los que se propone ayudar".

El pedido concluye diciendo: "Creemos que sembrar error y confusión no debería encontrar un lugar en el Encuentro Mundial de las Familias. Por esta razón, pedimos encarecidamente que se revoque la invitación al padre James Martin para hablar en un evento tan importante".

Esto, como hemos dicho, antes del tsunami al que hemos aludido. El portavoz del Encuentro, en una conferencia de prensa, dijo que la cartelera de los oradores no va a cambiar. Pero desde entonces el jesuita estadounidense, de quien por otro lado la Nuova Bussola Quotidiana ya se ha ocupado, hizo su posición aún más cuestionable.

Tomemos algún ejemplo. Entrevistado por la televisora PBS sobre el escándalo McCarrick dijo: "Creo que el caso del cardenal McCarrick es realmente extraordinario. La idea de tener una casa en Jersey Shore y… llevar gente allí. Creo que es inusual. Creo que su caso es una ‘anomalía’. Lo que no es; y Martin no puede no saberlo, al ser director editorial de "America", la revista de los jesuitas de Estados Unidos. Entre otros, el erudito polaco, profesor universitario y sacerdote Dariusz Oko, autor en el 2013 de un estudio "con el Papa contra la homo-herejía en la Iglesia" denunció la existencia de una red de sacerdotes y obispos homosexuales que abusaron de seminaristas y adolescentes. En una declaración reciente, Oko dijo que "sobre la base de fuentes confiables, se puede decir que del 30 al 40 por ciento de los sacerdotes y el 50 por ciento de los obispos en Estados Unidos tienen inclinaciones homosexuales”. "El caso McCarrick es la punta de un iceberg”.

Y los casos recientes –Honduras, Chile, Pennsylvania y ahora Boston– desmienten al jesuita. Desafortunado: porque precisamente mientras daba a conocer esas declaraciones precipitadas, el cardenal O'Malley renunciaba a viajar a Dublín para ocuparse de los abusos de los seminaristas en el seminario de Boston... Y después del caso McCarrick y del Informe del Gran Jurado de Pennsylvania está desencadenando una especie de “yo también” eclesiástico, con denuncias casi cotidianas.

Martin tiene un objetivo: ingresar la homosexualidad en la Iglesia, y ayudar a modificar la enseñanza de la Iglesia sobre el tema. Tal vez con las mejores razones del mundo. 

Pero en cuanto a los medios hay objeciones para hacer. Un ejemplo. Daniel Mattson, un homosexual estadounidense, escribió para "First Things" un artículo que recomendamos leer sin temor alguno, titulado "Por qué los hombres como yo no deben ser sacerdotes". Él explica que los impulsos al sexo, incluso con desconocidos, son mucho más fuertes en los varones homosexuales que en otros, y también explica que el fenómeno de los abusos, en Estados Unidos es, en gran medida, un problema homosexual

Se sabía, pero era políticamente correcto no decirlo, y de hecho durante años se prefirió hablar de pedofilia. Martin mismo, en un largo artículo publicado hace años en America", hablando de los abusos, usó una sola vez la palabra "homosexualidad", para decir que a los obispos no les gustaba hablar de esto u otras cosas vinculadas al sexo. 

En un tweet en respuesta a Mattson, Martin cita ahora la frase de una investigadora de la Universidad John Jay, para decir que los abusadores pueden ser homosexuales o heterosexuales. Pero no cita las cifras del informe: del cual se evidencia – y esto ya hace varios años – que el 80% de los sacerdotes condenados por abusos en Estados Unidos eran homosexuales. Que es lo que está emergiendo de los recientes escándalos. Y eso es cierto para la Iglesia en general. El profesor y sacerdote Davide Cito, de la Santa Cruz, me dijo que el 90 por ciento de los casos que llegan a Roma se refieren a los varones adolescentes.

No es casualidad que la Iglesia, continuamente y sin vacilar, hasta que llegara el papa Francisco, dijo, decretó y dispuso que es mejor que los homosexuales no sean sacerdotes. Pero Martin habla ahora de "una cacería de brujas" contra los sacerdotes homosexuales, y también habla de comentarios “mal informados y homofóbicos sobre los sacerdotes homosexuales", y sostiene que "hay muchos sanos sacerdotes homosexuales y célibes”. 

Lo cual es cierto, por supuesto; así como especialmente en estos tiempos está claro que hay muchos sacerdotes, obispos y cardenales con tendencias homosexuales. La impresión es que el padre James Martin tiene el objetivo de modificar la situación. Aunque en la web los católicos simples se preguntan: "¿Cómo James Martin, dada la naturaleza del pecado, puede “tener el permiso" de superiores y de obispos para hablar de los sacerdotes 'homosexuales', sabiendo que el concepto mismo es ilícito. Todo su ministerio entero se basa en oscuros puntos morales e intelectuales. En un tejido de mentiras”.

Tal vez es un juicio demasiado duro. Pero ciertamente el padre Martin no parece la persona adecuada para hablar en el Encuentro Mundial de las Familias. No si la Iglesia quiere ser creíble en el tratamiento de la crisis que la está carcomiendo a nivel mundial. Un paso atrás sería necesario y apropiado.

Publicado originalmente en italiano el 18 de agosto de 2018, en lanuovabq.it/it/anche-lambiguo-…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
Marco Tosatti

lunes, 20 de agosto de 2018

VaticanNews.va has cancelled most of Pope Francis’ morning homilies


Duración 3:09 minutos

VaticanNews.va has cancelled most of Pope Francis’ morning homilies, the pro-Francis IlSismografo.Blogspot.com has noticed. Until some months ago, all Francis' homilies were available on VaticanNews. Now only the most recent 70 homilies - out of 600 – are still there. Not seldom, these homilies have been a source of embarrassment because of the many polemical or downright wrong statements they contain.

In his August 1 audience for a group of Jesuits, Pope Francis said: "When I was a student, when we had to go to the General, or when we had to go with the General to the Pope, he used to wear the cassock and the cloak. I see that this fashion is gone, thank God." Francis will eventually find out by himself that there is a connection between kicking the habit and kicking religious vocations altogether.

Last Saturday, Genoa Cardinal Angelo Bagnasco celebrated Mass for the state funeral of the 42 victims of the highway bridge that collapsed in Genoa, Italy. At the end of the Mass a Genoa Imam, Salah Hussein, pronounced an Islamic prayer because two Muslim Albanese were among the 41 victims.

The Italian Bishops will, in November, replace the Our Father with a wrong version writes Quotidiano.net. They plan to exchange the correct translation «and lead us not into temption» with the fake «and do not abandon us to temptation.» «Lead us not into temptation» refers to the ultimate temptation which, according to the Gospels, awaits everybody who embarks on the path toward sanctity.

Catholic League’s Bill Donohue has defended embattled Washington Cardinal Donald Wuerl, saying that Wuerl is now being persecuted by people who just want to get the biggest scalp they can find. Donohue presents Wuerl’s excellent record regarding his handling of abuses. Gloria.tv has no doubt that Wuerl is a liberal bishop who, as every liberal bishop, has done great harm to the Church. But he should be criticised for his liberal ideology, not for a never-ending so-called abuse scandal that instrumentalizes abuses for one single aim: in order to damage the Church.