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miércoles, 1 de mayo de 2019

Notre Dame: algunas preguntas sin responder aún (José María Manrique García)



Relato de los hechos
El lunes 15 de abril de 2019, alrededor de las 18:20 hora de París, en la Catedral de Notre-Dame, que a las 17:30  habían abandonado los obreros de su restauración al fin de su jornada laboral, saltó la alarma de incendio durante la Misa y los guardias de seguridad comenzaron a evacuar la catedral. Pero no se vio fuego hasta las 18:43, cuando sonó nuevamente la alarma [1], no obstante lo cual el fiscal de París dijo originalmente que el incendio se inició alrededor de las 18:50 [2]​.
Una pregunta surge en relación a todo esto: ¿tan malo era el sistema anti-incendios que no detectó el origen del fuego cuando se podía haber apagado con un extintor? Hay que recordar que, desde la Revolución, los templos son del Estado Francés, siendo la Iglesia mera “inquilina” usufructuaria. Los bomberos acudieron a las 19:00 y diez minutos después un penacho de humo era claramente visible desde lejos [3].
A las 19:50 el Presidente Macron, que tenía programada una alocución televisada a las 20:00 horas, relativa a la situación en Francia tras meses de protestas de los chalecos amarillos, apareció en  TV mientras el portavoz de Notre-Dame, André Finot, decía que las vigas de madera del tejado, en su mayoría del siglo XIII (algunas del XIX, pues la “aguja” de madera de roble forrada de plomo fue demolida durante la Revolución Francesa y rehecha entre 1844 y 1859), estaban en llamas. Minutos después se derrumba la aguja de la catedral, de unas 700 Tn de peso, poco antes de las 20:00, apenas una hora después iniciado oficialmente el incendio. El peso de los escombros derrumbó parte de la bóveda del transepto y de la nave principal entre el crucero y las torres de la fachada.
Consideraciones a tener en cuenta
Además de la inusitada rapidez y voracidad del fuego, es de resaltar que el mismo se originó precisamente en la base de la aguja central, es decir, precisamente en el lugar más peligroso. También que en ese sitio aún no se estaban haciendo labores de mantenimiento (solo se habían desmontado algunas estatuas), aunque estuviera circunscrito en el andamiaje levantado para ello.
Y, desde luego, el principal hecho a considerar es la rapidez con que, sin investigación ninguna, se proclamó oficialmente que el incendio era fortuito; inmediatamente, todos los media y los políticos internacionales, como obedeciendo a una consigna, asumieron la aseveración sin contrastar. Curiosamente, la versión oficial comenzó con el “no existen indicios para sostener que el fuego haya sido iniciado intencionadamente” de la Fiscalía de París el día 16 (el fiscal, Rémi Heitz, dijo que la principal hipótesis de la Fiscalía es la “destrucción involuntaria por incendio”), y el que “la causa de las llamas fue un accidente en las obras de restauración de la aguja, según las primeras investigaciones” al decir del portavoz de los bomberos.  Desde el primer momento las autoridades consideraron que el fuego estaba “potencialmente vinculado” a las obras de renovación del edificio [4]. Luego mutó a que “los investigadores creen que un cortocircuitofue la causa más probable”, al decir de un oficial de la policía judicial el 18 de abril [5].
No es baladí resaltar la incongruencia del relato (ineficacia de la alarma contra-incendios y de los encargados de seguridad,  y la mutabilidad del origen del fuego), junto con la rapidez en descartar el atentado antes de los correspondientes peritajes y la universal aceptación de tan inconsistente discurso. Tampoco que posteriormente se haya confirmado que  un “error informático” hizo inoperativa la primera alarma de incendio a las 18:20, señalando un inexistente foco en la sacristía [6].
Sin duda a muchos de ustedes, como a mí, les venga a la cabeza el “ha sido la churrera” del impresentable Laína, el  lacayo de Gutiérrez Mellado, con  relación al atentado del Hotel Corona de Aragón, en el que el factor velocidad de propagación del fuego fue determinante.
Hablan los técnicos valientes
Frente a esta, no ya falta de sentido común, sino cerrazón y seguimiento servil a la corrección política, apenas algunos testimonios sensatos consiguieron romper el cerco de la censura. A las redes sociales, aunque tarde y débilmente, llegaron muestras de sensatez y valentía, de las que entresaco dos:
– La primera, un mensaje de un bombero parisino en las redes: “¡Es imposible, sin un acelerador del fuego, que se produzca semejante incendio en menos de dos horasLa madera no emite humo amarillo, los productos petroquímicos, sí”. Con independencia de la veracidad del mismo, que siempre alguien puede poner en duda, en Google se puede constatar que: “Si vemos el color amarillo este es producido por la quema de sustancias químicas como azufre, ácido clorhídrico y nítrico”, y eso, rapidez de propagación y color amarillo es lo que se ve en numerosos documentos y fotos; otros, más concretamente, atribuyen esos humos amarillos a la “Termita”, ese acelerante mezcla de polvo de aluminio, óxido de hierro y magnesio que proporciona temperaturas de hasta 2.200º, temperatura que puede explicar el que parte de los andamios metálicos se fundiera [7]. Una nueva coincidencia con el “Corona de Aragón”.
– El testimonio de Benjamin Mouton, arquitecto jefe de Notre-Dame entre los años 2000  y 2013 [8], censurado en algunos medios. Mouton dice que en los años 90 se renovó todo el circuito eléctrico de forma que no hubiera posibilidad de un cortocircuito, así como que el techo de Notre-Dame es en gran medida el  original del siglo XIII, que ha sobrevivido ocho siglos (con sus inclemencias naturales, profanaciones y saqueos -entre 1792 y 1799 por los jacobinos y sus sucesores-, guerras y accidentes), y que el roble de más de 800 años de edad no se incendia sin un acelerador.  Poco después, el Ministro de Cultura Antoine Pasquier prohibió a los arquitectos de monumentos históricos hacer declaraciones [9].
Otras cosas un poco inexplicables
Aunque sean cuestiones difícilmente demostrables, hay también cuestiones que merecen ser, al menos, citadas someramente. La primera es un vídeo que muestra a un enigmático “paseante” por la fachada de la catedral durante el incendio [10].
La mezquita de Al-Aqsa, en Jerusalén, la tercera en importancia del Islam y construida sobre el Templo de Salomón, se incendió al mismo tiempo que la catedral de Notre-Dame en París. En Israel se dijo que el fuego, rápidamente dominado por los musulmanes, fue provocado “por unos niños” [11]. ¿Casualidad?, seguramente, porque de ser intencionado la mezquita hubiera sufrido mucho más. Y seguramente también es casualidad que ese mismo día se celebrara el “Día Mundial del Arte”. Va de casualidades.
Ya se ha comentado que el incendio coincidió con la prevista intervención de Macron en TV para dar “un discurso solemne para pasar página de la crisis de los chalecos amarillos”, tras 22 semanas consecutivas de las manifestaciones de los “chalecos amarillos” [12]. Ya el 11 de diciembre pasado, cuando el movimiento-revuelta de los Gilet Jaune había puesto contra las cuerdas al antiguo empleado del entramado Rothschild y defensor de los intereses de las clases pudientes, además de la implicación de Francia en el derribo del régimen sirio y libio, se produjo el falso atentado de Estrasburgo [13].
En la página web useña “Veterans Today” se habla de que aparecieron dos muertos tras el fuego, ambos asesinados con dos balas cada uno, y resalta que no se usaron helicópteros con espuma [14].
Por último, no se puede dejar de reseñar que, con la techumbre humeante, el Gobierno Francés elucubre sobre aprovechar la ocasión desnaturalizar la catedral. Se ha hablado de crear un invernadero, un  “espacio laico transparente … sin cortar ningún árbol”, bajo una nueva cubierta transparente [15].
El contexto
El que el atentado de la Catedral de París fuera el día del comienzo de la Semana Santa y el monstruoso ataque musulmán contra los cristianos el Domingo de Resurrección en Sri Lanka (Ceilán; 321 muertos, de ellos solo 37 extranjeros, y unos 500 heridos hasta el día 23) son exponentes claros del odio a Cristo [16].
Desde hace pocas semanas se ha producido una docena de ataques a iglesias católicas, los más importantes en el entorno de París, destacando el importante incendio intencionado en Saint-Sulpice, la segunda iglesia más grande de París, el domingo 17 de marzo pasado [17].  En Francia, se profanan unas dos iglesias al día; según la web alemana PI-News, los ataques a iglesias o símbolos cristianos fueron 273 en 2015, 376 en 2016, en 2017 se registraron 878 y en 2018 fueron 1.063 [18]; los autores son descritos, según registros oficiales que el Gobierno Francés mantiene en secreto, como “jóvenes con historial migratorio”, o “jóvenes islamistas” [19]. Pero nuestro vecino tiene un problema más generalizado debido al Plan Kalergi, las “intifadas musulmanas”, como se conocen los actos multitudinarios de vandalismo: en noviembre de 2005 se quemaron 8.000 vehículos en total,  y, desde entonces, cada noche arden en Francia un centenar de coches, alcanzándose los 40.000 incendios de vehículos  en 2011, y en la noche de fin del año de 2018, ardieron 1.031 vehículos en apenas unas horas [20].
Tras el atentado de Nueva Zelanda, de dudosa autoría como tantos otros, ocurrido a mediados del pasado mes de marzo, el wahabista sunita “Daesh” amenazó a los templos más emblemáticos de los “cruzados” [21]; bueno será recordar quién estaba y está detrás de las “primaveras árabes” y el autodenominado califato: Israel, EE.UU., Inglaterra y Francia, principalmente, pero no solo, y las monarquías sunitas árabes.
Pero no hay que fijarse solo en el “integrismo árabe”, pues la izquierda internacional promueve desde hace tiempo insultos, ataques y sacrilegios contra los cristianos, especialmente los católicos. Aquí tenemos numerosísimos ejemplos, culminados por el anuncio de que PSOE y Podemos quieren despenalizar los insultos a la religión católica, sólo a la católica [22]. En Francia, por ejemplo, numerosos musulmanes se han mofado y alegrado con el incendio, así como bastantes izquierdistas y “agnósticos”.
Una incorrección más aún. Resulta que también importantes israelitas se han mofado del incendio de la catedral. El rabino Shlomo Aviner dice que  una  mitsva (prescripción del judaísmo) de “quemar iglesias” en Israel, añadiendo que el cristianismo es el enemigo número uno de su historia y que los cristianos deben ser castigados [23]. Y Baruch Marzel, del partido Otzma Yehudit y competidor de Netanyahu, dijo en un twit que «consideraba que era  un “castigo divino pues delante de ella se quemó un Talmud en el año 1.200”» [24].
Aunque el Cardenal Ranjith, arzobispo de Colombo, ha pedido castigar sin piedad a los responsables de los atentados en Sri Lanka, no parece que sea esa la opinión dominante en una Iglesia Católica en la que el buenismo de una misericordia sin justicia impera y en la que el Papa ha condenado la pena de muerte retirándola del Catecismo [25]. Papa que es, intencionadamente o no, impulsor del Plan Kalergi de disolución de las identidades nacionales y religiosas, como bien sabemos aquí tras su especialísima entrevista a La Sexta. Estamos ante una Iglesia católica con una crisis interna, o cisma larvado, sin precedentes, que toma partido por la deriva revolucionaria-modernista del Mundo y que, a la vez, está siendo atacada sangrientamente sin que parezca importarle.

Para el final
El semanario inglés The Economist, dependiente en gran medida de los Rotschil y único invitado a las reuniones del Club Bilderberg, presentó en su almanaque de 2017 una carta de Tarot que representaba una torre partida e incendiada por un rayo y al fondo de la escena dos multitudes con un crucifijo y una bandera comunista. ¿Será pensar muy mal que la plutocracia que domina la Tierra tiene planes que pasan por destruir y manipular instituciones y masas como paso próximo al NOM que tanto preconiza. Una pista la dió Damián Galerón, para el que la carta anuncia la llegada de una guerra entre el comunismo en su versión actual y el mundo cristiano. ¿Pudiera ser que se cumpla ahora la predicción-directiva?. La portada para 2019, el nº 33 precisamente, es totalmente negra. ¿Curioso, no?


[5] «Notre-Dame fire likely caused by electrical short-circuit, investigators believe»; Fox News. https://www.msn.com/es-es/dinero/empresa/notre-dame-fire-likely-caused-by-electrical-short-circuit-investigators-believe/vp-BBW5609.
[9] Censure organisée par le Ministère de la Culture au sujet de Notre-Dame de Paris, https://www.medias-presse.info/censure-organisee-par-le-ministere-de-la-culture-au-sujet-de-notre-dame-de-paris/107581/.
[23] L’antichristianisme d’un rabbin à propos de l’incendie de Notre-Dame de Paris, https://www.medias-presse.info/lantichristianisme-dun-rabbin-a-propos-de-lincendie-de-notre-dame-de-paris/107431/.
[24] Un politicien israélien se réjouit de l’incendie de Notre-Dame de Paris, y voyant «une punition divine», https://www.medias-presse.info/un-politicien-israelien-se-rejouit-de-lincendie-de-notre-dame-de-paris-y-voyant-une-punition-divine/107473/

domingo, 21 de abril de 2019

El Via Crucis del Coliseo: corazones blindados, puertos abiertos y mucho ecologismo. París no espera. La Pascua Florida.



Ayer decidimos dejar el día de reflexión por ser Viernes Santo. Había noticias, y no pocas, que poco tienen que ver con la celebración de la Pasión de Cristo. Hoy Sábado Santo, y en espera de la Pascua Florida, hacemos nuestro repaso diario que sigue gozando de abundantes e interesantes fuentes a pasar de ser días en los que se puede esperar lo contrario.

Muchas noticias sobre el llamado Via Crucis del Coliseo. La alcaldesa de Roma, grillina, de ‘nosotras podemos’, para entendernos, asiste con todas las galas oficiales. Estamos ante un presunto ‘viacrucis’ en defensa de las tesis inmigracionistas a la moda. No se entiende demasiado bien este afán por sumarse a los partidos de izquierdas que defienden los puertos abiertos sin control o quizás se entiende demasiado bien y preferimos no verlo.


La presencia oficial de políticos de un marcado signo hace ver que el Papa Francisco, en horas demasiado bajas, está apuntalado por los amigos. La pregunta que nos hacemos es si es necesaria la Iglesia Católica para esto o nos bastan otras instituciones que ya existen en abundancia. No creemos que el sentido de la muerte de Cristo en la Cruz sea para salvar los bosques, enfriar la tierra o abrir o cerrar puertos. El Papa Francisco nos ofrece una reflexión sobre corazones blindados que queremos entender que son los que no tienen los sublimes pensamientos políticos de Su Santidad. Es una realidad que en Europa algo se está moviendo y no va en la dirección que le gusta al Papa Francisco y a sus amigos de partido, los nervios crecen y las posiciones tienen que ser cada vez más descaradas.

El tema de reconstruir Notre Dame no interesa nada en Vaticano. El organismo al que correspondería encabezar los trabajos está ocupadísimo en la horticultura China, algún día sabremos lo que ha costado el pabellón con el huerto, culto por supuesto, del Vaticano. París puede esperar, pero París se ha puesto en marcha sin esperar a nadie. Estamos seguros de que a los políticos de turno les interesa muy poco el tener una inmensa iglesia en el centro de París, pero han entendido que sus ciudadanos sí están muy interesados. Esperemos que no nos quieran hacer un pabellón hortocultural con colores masónicos y podamos seguir rezando de cara a Dios también en el corazón de París.

Siempre hemos considerado falsa la lucha entre ‘progres’ y ‘carcas’ que tanto se utiliza en estos tiempos. Según esta simplificación, los carcas son los que se han quedado en los años 50 del siglo pasado y los progres los que se han quedado en los 60. Es evidente que son mas modernos los del 60 que los del 50 pero en cualquier caso carcas todos. Son tiempos de cambio y es compresible el miedo a un futuro incierto y es mucho más comodo quedarse anclados en un pasado que ya no existe. Lo que llamamos Tradición poco tiene que ver con todo esto. La vuelta al evangelio tiene que ser siempre el objetivo de la iglesia en todos los tiempos. Si nos alejamos de quien es el Camino, la Verdad y la Vida, estamos perdidos.

Las cenizas de Notre Dame nos han hecho a todos mirar la cruz en medio de la destrucción demónica de una catedral. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Hemos nacido y vivido en una sociedad que hunde sus raíces en el cristianismo. Europa es Europa porque es cristiana y si corta sus raíces se muere lentamente. Estamos asistiendo al ocaso de una pretendida modernidad que nos está llevando a la muerte. Las raíces están y no están muertas.

La Pascua Florida nos recuerda que estamos llamados a la resurrección y que si Cristo no ha resucitado estamos tocando el violón.

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?”

Buena lectura y feliz Pascua Florida.


SPECOLA

Semana Santa 2019: arde la Iglesia (Roberto de Mattei)



De en medio de el fuego has oído sus palabras” (Dt,4,36). ¿Por qué causado tanta conmoción en el mundo el incendio de la catedral de Notre Dame? Porque, más allá del valor intrínseco de monumento, Notre Dame es un símbolo. Todos han escrito cosas como símbolo de la Cristiandad, símbolo de la conciencia de Occidente, símbolo de un patrimonio cultural colectivo, símbolo de la identidad europea o símbolo de la historia nacional francesa.
Vivimos en un mundo en el que se ha perdido el valor de la lógica, pero la fuerza de los símbolos sigue siendo extraordinaria, porque los medios informativos se sirven de símbolos para suscitar emociones indebidas que frecuentemente usurpan el papel de la razón. De hecho, existen dos vías para acceder a la verdad: una por medio del raciocinio y la otra por medio de símbolos. Ahora bien, ambas vías no son alternativas, sino complementarias. Por ejemplo, en sus parábolas Jesús se vale del lenguaje de los símbolos, pero también hace uso de una lógica convincente.
El lenguaje racional se basa en el principio de no contradicción, mientras que el de los símbolos se basa en imágenes y símbolos visibles que remiten a una realidad invisible. La lógica ayuda a descifrar el lenguaje de los símbolos. Todo cuanto perciben nuestros sentidos tiene un significado y nos conduce a lo invisible, de lo cual es reflejo e imitación.
En el caso del incendio de Notre Dame, todos han reparado en el valor simbólico de la catedral herida, pero pocos han tratado de entender el significado simbólico de lo sucedido. Como todas las catedrales, Notre Dame representa apuntando al cielo a la Iglesia Católica.
¿Cómo no ver en el humo y las llamas que la envolvieron el pasado 15 de abril la imagen del humo y las llamas que envuelven actualmente a la Iglesia de Cristo? Desde 1972 Pablo VI hablaba del humo de Satanás que se había introducido en el templo de Dios. El humo actual es de un incendio que se ha propagado por la Iglesia que ha llegado a carbonizar su cúpula. El desplome de la alta aguja de Notre Dame, ¿no sería más bien una imagen del desplome de la cúspide de la Iglesia?
Hay otra imagen simbólica que se superpone en este momento a la pira de Notre Dame: la escena del papa Francisco, Vicario de Cristo, que besa los pies de tres dirigentes musulmanes sudaneses pidiendo que extinga de una vez para siempre el fuego de la guerra. Esto tuvo lugar el pasado 11 de abril al final del retiro espiritual celebrado en el Vaticano a instancias del arzobispo (cismático) de Canterbury Justin Welby. Inmediatamente después, el Lunes Santo, la catedral francesa, la más celebre y visitada del mundo después de San Pedro, era pasto de las llamas.
Entre los fieles de la Tradición hay un debate, a veces bastante vivo, para determinar si tal o cual expresión verbal del papa Francisco puede considerarse herética. Pero esas investigaciones teológicas y canónicas corren el riesgo de mantenerse en el ámbito de lo abstracto y no ver el lenguaje de los gestos, el cual expresa de modo directo una realidad que fácilmente puede discernir todo bautizado que no haya perdido el sensus fidei.
Pocas veces ha sido la Iglesia objeto de tanta humillación como con el gesto del papa Francisco postrado a los pies de dirigentes políticos y religiosos de otras religiones. Francisco es ciertamente el Vicario en la Tierra del Rey de reyes, a quien todos beben rendir homenaje. Y tampoco puede existir auténtica paz fuera de la Verdad anunciada por Aquel que es el único Príncipe de la Paz, Nuestro Señor Jesucristo.
Sus dominios alcanzan a todos los hombres, como señala Pío XI en la encíclica Quas primas del 11 de diciembre de 1925 evocando las palabras de su predecesor León XIII: “El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano”  (encíclica Annum Sacrum del 25 de mayo de 1899. Y añade Pío XI: “Y si el reino de Cristo abrazase de hecho a todos los hombres, como los abraza de derecho, ¿por qué no habríamos de esperar aquella paz que el Rey pacífico trajo a la tierra, aquel Rey que vino para reconciliar todas las cosas; que no vino a que le sirviesen, sino a servir?”
El pasado 11 de abril Jesucristo fue humillado por su Vicario con un acto tan simbólico como el incendio del día 15. La Divina Providencia no permitió que en la tragedia se destruyese la Santa Corona de Espinas, que, tras rescatarla a un elevadísimo precio, instaló San Luis en París en 1239 portándola en procesión mientras vestía una humilde túnica de lino y a pie descalzo. A fin de custodiar dicha reliquia, el monarca mandó edificar más tarde la Santa Capilla, joya extraordinaria del arte gótico. Manifestamos nuestra gratitud al padre Fournier, capellán de los bomberos de París, que, desafiando el peligro consiguió poner a salvo las Sagradas Especies y la Corona de Espinas.
Tras ser flagelado, insultado y cubierto de escupitajos, Jesús fue obligado a vestir una túnica púrpura, se le encasquetó una corona de espinas y, a modo de cetro, le colocaron en la mano derecha una caña para tomarse a chacota su Reino. Más tarde, sus verdugos se arrodillaron ante Él en una parodia de adoración, diciéndole “Ave, Rex iudeorum” (Mt.27, 28-29). El Señor apareció ante la multitud vestido de púrpura y coronado de espinas: “Portam coronam spineam et purpureum vestimentum” (Jn.19,5), y Pilatos lo mostró al pueblo diciendo: Ecce Homo”, he aquí al hombre. Sin que él lo supiera, por la boca del prefecto del pretorio hablaba el Espíritu Santo, que decía: parece apenas un hombre, pero es el Hijo de Dios, el Mesías prometido en la ley, el Rey de los hombres y de los ángeles, el Redentor del género humano. Del mismo modo, en la época de Pasión que estamos viviendo, pareciera que resonasen las palabras Ecce Ecclesia: he aquí la Esposa de Cristo, la única depositaria de los medios de salvación, la Reina de la Paz, la Maestra de los hombres, el Reino cuyas llaves le fueron confiadas a Pedro. He aquí la Santa Iglesia, cubierta de llagas, desfigurada y manchada. ¿Cómo pueden tratarla de esta manera?
Conmovidos de dolor y de indignación, veneramos la Iglesia, centrando particularmente nuestra veneración en la adorable reliquia de la corona de espinas, a fin de reparar los ultrajes contra la Realeza de Cristo que se renovaron en los días que siguieron. Al igual que en Notre Dame, en las catedrales medievales los demonios eran representados en forma de esculturas deformes y grotescas al exterior de los templos, a cuyo interior no podían acceder los espíritus malignos.
Cuando dentro del templo de Dios la purísima luz de los vitrales es sustituida por el resplandor del fuego, es señal de que el infierno ha penetrado en su interior. “Infierno en Notre Dame”, rezaba el titular de primera plana del diario alemán Bild el pasado 16 de abril. Las palabras de San Luis María Griñón de Monfort en la invación de su Plegaria fogosa resuenan proféticas: “¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Hay fuego en la casa de Dios! ¡Fuego en las almas! ¡Fuego en el Santuario!”
Pero igual de vibrantes resuena en nuestro corazón, en esta Vigilia Pascual, la invocación final del santo: “Exurge, Domine, quaere abdormis? ¡Levántate, Señor! ¿Por qué te haces el dormido? Álzate con toda tu omnipotencia, misericordia y justicia. Reúne una compañía escogida de escoltas que defiendan tu casa y tu gloria y se salven las almas, de modo que haya un solo redil y un solo pastor y todos puedan glorificarte en tu templo. Et in templo ejus omnes dicent gloriam. Amén.”
Roberto De Mattei
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

martes, 16 de abril de 2019

El héroe de París es un tradicionalista (Ex FSSP)




El capellán de los bomberos de París, el padre Jean-Marc Fournier, quien ha cumplido 50 años, ingresó el lunes a la noche a la ardiente catedral de Notre Dame, para salvar el Santísimo Sacramento y la Corona de Espinas.

Fournier fue miembro de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP). Desde el 2000 al 2006 sirvió como ayudante del superior general de la FSSP.

En el 2006 llegó a ser capellán militar en Sissonne (Francia), trabajando varios años para la diócesis militar de Francia. En su primer viaje a Afganistán, según su propio testimonio, “el miedo se apoderó” de él.

Pero Fournier aprendió a ser valiente. En el 2015, después del ataque terrorista al local musical Bataclán, de París, en el que fueron asesinadas 89 personas, se lanzó al interior del local para impartir una absolución general.

Notre Dame, señales y prodigios (Carlos Esteban)



La diferencia entre un milagro y un prodigio es que, en el primer caso, el fenómeno debe ser inexplicable para la ciencia, debe superar el campo de lo posible aquí y ahora para revelar la divinidad de su autoría, mientras que para el prodigio basta que sea estadísticamente improbable y evidente como símbolo, como señal.

Todo lo que vivimos ayer en Notre Dame, lo que vivió el planeta entero pendiente de las llamas, fue sin duda un prodigio.

Es decir, es estadísticamente inverosímil que un monumento señero de la cristiandad, la catedral de la capital de la ‘hija primogénita de la Iglesia’, aguante incólume guerras de religión, revoluciones furibundamente anticristianas y dos guerras mundiales, arda ahora, a comienzos de Semana Santa, tras una oleada de ataques contra templos por toda Francia.

No es un prodigio, al revés, es lo esperable, que todos los que representan el pensamiento dominante en Occidente se lamenten por la pérdida de este símbolo ‘cultural’, ‘artístico’, ‘histórico’, haciendo equilibrismos para evitar mencionar nuestra fe, que es lo único que importaba a los hombres que tardaron más de un siglo en levantar la catedral. No hay modo de que una ciudad de 50.000 habitantes, sin medios tecnológicos ni suficiente acumulación de capital, construyese semejante prodigio de piedra, tal oración colectiva, pensando en ‘el arte’, la ‘historia’ o ‘la cultura’. Querían hacer una casa digna para un Dios que se hace pan y vino, y lo demás se les -se nos dio- por añadidura.

Es un prodigio la hazaña del sacerdote Jean-Marc Fournier, capellán de los bomberos de París, que sin mostrar el menor temor se internó entre las llamas para salvar el Santísimo Sacramento y la Corona de Espinas, la principal reliquia que se mantenía en la catedral. Fue un magnífico recordatorio, cuando casi todo el mundo pensaba en gárgolas y vidrieras, estatuas y pinturas, que el sacerdote recordara lo importante, al Dueño de la Casa, más en un tiempo en que los ataques y cuestionamientos a la Presencia Real se extienden por la Iglesia como una metástasis mortal.

No es un prodigio que muchos musulmanes y muchos progresistas ateos mostrasen alegría o se burlasen o hiciesen estúpidas comparaciones que no venían a cuento. Pero los primeros tienen menos culpa; al fin, se toman en serio su fe, para la que cada iglesia abierta es una afrenta a Alá. No así para los segundos, que despliegan el ‘odium fidei’ no por profetizado y constante menos triste. Ese odio anunciado desde el principio por el propio Cristo, “si el Mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí primero”, es una de las pruebas más amargas para cualquier cristiano, y también una de las tentaciones más constantes y difíciles de resistir para la jerarquía eclesiástica es tratar de hacer unas precipitadas paces con el Mundo, ceder a sus modas ideológicas, a su poder aparentemente abrumador.

Es un prodigio que la primera foto hecha por los bomberos después de las horas de infierno, al entrar en el edificio, fuera la cruz, brillante e intacta, sobre el altar. Stat crux dum volvitur orbis, la cruz permanece mientras el mundo da vueltas, sí, realmente, pero no es lo que se esperaba encontrar. Pocas horas antes, examinando el mar de llamas, el hundimiento de la techumbre, la dramática caída de la espira, un experto había dictaminado que no quedaría nada de Notre Dame. Pero ya hemos visto las naves casi intactas, el milagro -este podría serlo literalmente- de la impresionante roseta norte salvada del fuego, de la estatua de María incólume, hasta del órgano y los bancos. La estructura se mantiene y las dos emblemáticas torres parecen fuera de peligro.

Es un prodigio que en la madre de la laicidad moderna, en la descristianizada Francia, pudiéramos ver las imágenes de anoche de cientos de cristianos, muchos de rodillas, entonando espontáneamente el canto del Avemaría o rezando juntos. No es que las ciudades francesas hayan sido en los últimos años ajenas a las expresiones públicas, callejeras, de religiosidad, al contrario: se han hecho habituales. Pero no de la fe que ha constituido el alma de Francia durante siglos, sino de esa otra que Carlos Martel detuvo con la espada en los campos de Tours.

Sería absurdo decir que el incendio de Notre Dame ha sido providencial, porque todo lo es, en un sentido o en otro. Pero sí podemos apreciar en los prodigios un signo, una señal. Y al menos parece que para muchos europeos está funcionando como señal. Que los amos del discurso nos quieren dormidos, hablando de ‘fake news’ cuando se intenta advertirnos de la deriva suicida de nuestra cultura o avergonzándonos hasta el silencio con palabras inventadas para actuar como mordazas, no es ya un secreto para nadie. 

Y ésta podría ser la señal, la alarma que despierte a un pueblo que se dirige adormilado a su propio suicidio. Porque lo que vimos arder ayer no fue el Louvre o la Puerta de Brandenburgo o el Foro de Roma; no fue simplemente un símbolo ‘cultural’ o meramente identitario, sino una iglesia, un templo prodigioso construido por un pueblo, nuestro pueblo, cuando vivía, cara a Dios, de la fe, esa fe cristiana que, como nos recuerda el cardenal Sarah a tiempo y a destiempo -personaje poco sospechoso de ser un ‘supremacista’-, es el verdadero corazón de Europa, su razón de ser, su identidad vil y vanamente hurtada en Bruselas.

Carlos Esteban