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viernes, 23 de diciembre de 2022

En 2025 rehabilitan a Lutero



La rehabilitación de Lutero es una movida cuyos intentos se han venido incrementando en la última década (incluso llegándose a insinuar que su ‘reforma’ la inspiró el Espíritu Santo) pero, pensamos, el culmen llegará en 2025 para las celebraciones del año santo. Y no solamente Lutero, de allí podría pasarse a Wesley (ver aquí), Fidel Castro, el ché Guevara, los fariseos (ver aquí) y, quién sabe, hasta Jesús Malverde, el que en México llaman ‘el santo de los narcos’. ¿De dónde sacamos todo eso que parecen delirios nuestros? Lean lo siguiente y juzguen después si es que estamos tan delirantes.

Información de Vatican News, Oct-05-2022.


Jubileo: nace la Comisión para los testigos de la fe

El cardenal Marcello Semeraro lo anunció durante la conferencia "La santidad hoy" en el Augustinianum: "El Papa ha dicho que se reconstituya, de manera estable, esta realidad que estará vinculada a la actividad del Dicasterio para las Causas de los Santos"

Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano

Con vistas al Año Santo de 2025, se creará la Comisión para los testigos de la fe, que ya había sido creada, a instancias de San Juan Pablo II, con motivo del Jubileo de 2000. El cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, lo anunció durante la conferencia "La santidad hoy".

¿Qué es la Comisión de Testigos de la Fe?

Esta iniciativa ya tuvo lugar con motivo del Gran Jubileo de 2000. San Juan Pablo II quiso destacar estas figuras de hombres y mujeres que, aunque no fueron canonizados, manifestaron con fuerza su fe. Así, la Comunidad de Sant'Egidio recibió el encargo de crear esta Comisión. Y se había elaborado una lista con biografías de personas que hablaban a todo el mundo cristiano, no sólo al católico. La experiencia de esta Comisión se limitó al gran Jubileo de 2000. Esta idea ha vuelto para el próximo Año Santo. El Papa Francisco ha pedido que se reconstituya esta Comisión, esta vez sin referirla a una circunstancia concreta, sino vinculándola a la actividad del Dicasterio para las Causas de los Santos. Por ello, se está creando una Comisión estable. En los próximos días la pondremos en marcha, también como campo de estudio.

¿Quiénes son los testigos de la fe?

Pongo un ejemplo: me viene inmediatamente a la mente Dietrich Bonhoeffer, teólogo y pastor de la Iglesia que fue asesinado por oponerse al nazismo. La Iglesia no lo proclama mártir porque no era católico. Sin embargo, es una figura emergente como testigo cristiano. Como Bonhoeffer hay muchos otros. La santidad no siempre es inmediatamente evidente a los ojos de los fieles. Nuestro servicio es sacarla a la luz. Nosotros "no construimos santos", pero ayudamos al Papa en el discernimiento. Debemos mostrar que la santidad no está lejos de nosotros, sino que es una llamada que concierne a todos. No es necesario ser canonizado, pero debemos responder a la llamada a la santidad.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Una cuestión seria





Analizar las palabras en sus propias categorías – ontología, etimología, semántica, sintaxis, gramática – siempre ha sido una actividad particular nuestra, tanto como para haber sostenido, en tiempo pasado, numerosas conferencias sobre el tema y haber publicado estudios sobre “lugares comunes” lingüísticos y estar a la espera del tercero acerca de los “modos de decir”, de publicación inminente. Esta curiosidad nace de la lectura del episodio bíblico (Gen. 2, 19-20) en donde se narra que Adán, ante la presencia del Señor, da el nombre a todos los animales y a las cosas.

Antes de pasar a la cuestión seria, anunciada en el título, damos razón de la inclusión de la ontología en las categorías verbales, término que refiere al ser de una res y, en este caso, de una palabra. Ahora bien, ¿qué tiene que ver la ontología con la “palabra”; es decir, un flatus vocis que, en cuanto tal, desaparece perdiéndose en el aire donde se dice “verba volant”?

Mucho: 1) porque más allá de la fonética, puro medio de transmisión, la palabra acoge en sí un significado que – abstracto/concreto – constituye su esencia misma; 2) porque de simple sonido se transforma, mediante el alfabeto, en documento, certificado que asevera el dicho “scripta manent”.

Era común que Santo Tomás de Aquino, antes de iniciar la lección, mostrase a los presentes una manzana diciendo: “Esta es una manzana. Quien no esté de acuerdo puede también retirarse” para demostrar que desde el pensamiento concreto brota el abstracto.

Todo esto se resume en el áureo brocardo justiniano “nomina sunt consequentia rerum” – los nombres se corresponden a las substancias de las cosas.

Con esto como premisa, pasamos a nuestra cuestión seria.

La expresión “religiones cristianas” es el área desde la cual parte nuestra atenta crítica que, poniendo aparte el sustantivo “religiones”, asume, cual elemento único a analizar, el atributo de “cristianas” porque nuestro intento es aquel de demostrar como ilícita atribución abusiva de este atributo a algunas confesiones – que son la mayor parte – y que son así llamadas e identificadas entre sí.

Ahora bien, para proceder con el examen completo, es necesario establecer qué significado atribuir al término “cristiano”. Entre los tantos presentes en el diccionario, aquel que corresponde a nuestro intento se despliega así: “dicho de quien se identifica con la doctrina y la práctica del cristianismo”; es decir, de Jesús el Cristo.

Por doctrina cristiana se entiende – sin duda alguna – el mensaje de todo el N.T., vale decir: los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas Paulinas, aquellas Católicas y el Apocalipsis. Naturalmente, aquello que prevalece, en términos de doctrina, es la Palabra de Dios, Jesús, quien constituye, enseñando, perfeccionando y dando pleno cumplimiento a la vieja ley (Mt. 5, 17-20), la nueva religión en la cual, entre las nuevas e importantes realidades, viene revelada la Santísima Trinidad con todos sus corolarios.

Ser y decirse cristiano exige la aceptación total del anuncio evangélico, significa acoger y vivir la secuela de Cristo, quiere decir adherirse a la praxis; es decir, a aquel complejo de normas, ordenamientos y comportamientos conformes al magisterio de Jesús y establecidos por la Tradición que el fiel, en cuanto cristiano, debe observar y poner en acto.

La historia del Cristianismo registra en su interior – en varias épocas y por diversas razones – escisiones, destajos y separaciones con las cuales partes de la Iglesia Católica, desconocida la autoridad central papal de Roma – sede del Vicario de Cristo y sucesor apostólico- se dan, con un acto de pronunciamiento público y rebelde, su propia autonomía tal que, por ejemplo, la interpretación de la Sagrada Escritura – dominio del Sagrado Magisterio, de la Jerarquía y del Clero – se transforma en ejercicio personal y subjetivo.

Cada cisma tiene origen en la herejía, desde la trinitaria hasta la cristológica, desde la mariana hasta la eucarística, sin faltar, para tales separaciones, pretextos de orden económico, personales y de poder, camuflados por motivaciones teológicas ficticias, como el caso del anglicanismo.

Damos un elenco de máximas de estas Iglesias/Confesiones que, con el infringir el estado de obediencia, son otra cosa que la Iglesia Madre, Cristiana, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. Ellas pueden ser repartidas en dos grupos, así como sigue:

Protestante (luterana, anglicana, valdense, puritana, metodista, cuáquera, pentecostal, adventista, baptista, testigos de Jeová)

Ortodoxa (nestoriana, copta, oriental, rusa, griega, Armenia)

No está en el programa de la presente intervención dar las coordenadas históricas y los acontecimientos que caracterizaron el formarse de cada confesión. Es, en cambio, indispensable connotarlas como heréticas y cismáticas – como en efecto lo son- porque este es el punto que, demostrado, nos permitirá concluir según el tema propuesto, tema que nace de una investigación lingüística para terminar en una sentencia teológica.

Entonces: estas Confesiones son llamadas “cristianas” porque – se dice- sin importar el rechazo de la Iglesia Católica, la verdadera y única Iglesia cristiana, ellas se identifican con el culto de Jesús Cristo y a las secuelas de sus enseñanzas. Veamos entonces cuáles son los parámetros establecidos por Jesús – el Cristo- según los cuales se es cristiano.

Naturalmente son los Evangelios la fuente doctrinaria y documental que, con la autoridad del Hijo de Dios y de su Palabra, dan y despliegan las normas con las cuales será posible el sostenerse “cristiano” como lícita atribución o abuso. A tal fin, citaremos pericopas relativas a la supremacía del Papado y otras pertinentes a las condiciones de cuantos se encuentran escindidos de Cristo.

1) “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia… a ti te dare las llaves del reino de los cielos y todo aquello que unas en la tierra será unido en los cielos y todo lo que disuelvas en la tierra será disuelto en los cielos” (Mt. 16, 18-19). En esta primera declaración de Jesús, con el otorgamiento a Pedro del máximo poder sacerdotal – que legitima la facultad de decidir con plena autonomía intervenciones de orden y de importancia superior – se advierte manifiestamente que es la Iglesia Católica la única que puede decirse “cristiana”, y como institución divina – siendo el fundador y el custodio el Hijo de Dios – y como realidad humana histórica, cuya sucesión apostólica está en el trono pontificio – ininterrumpida en los siglos – afirma su inalterable e inalterada identidad originaria. Cuestionar la legitimidad del primado de Pedro y de sus sucesores, como lo hacen las Iglesias cismáticas, es ponerse en contra de la voluntad de Cristo.

2) “Cuanto hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: ´Simón de Jonás, Me amas tú mas que estos?´ Le respondió: ´Ciertamente, Señor, Tú sabes que te amo´. Le dijo: ´Apacienta Mis corderos´. Le dijo de nuevo: ´Simón de Jonás, Me amas?´. Le respondió: ´Ciertamente, Señor, Tú sabes que Te amo´. Le dijo: ´Pastorea mis ovejas´. Le dijo por tercera vez: ´Simón de Jonás, Me amas?´. Pedro se entristeció de que le dijese por tercera vez: Me amas? Y le dijo: ´Señor, Tú sabes todo, Tú sabes que Te amo´. Le respondió Jesús: ´Apacienta Mis ovejas´. “ (Juan 21, 15-17). Jesús, el resucitado, confirma el primado de Pedro y, con el encargarle la grey, lo constituye como el Primer Pastor a quien le es delegada la custodia y la cura del rebaño cristiano. Cuestionar, como lo hacen las Iglesias cismáticas y no aceptar esa supremacía, es ponerse contra la voluntad de Cristo.

3) “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirmaa tus hermanos” (Lc. 22, 31-32). Con esta exortación, Jesús confiere a Pedro el primado del poder magisterial que, con el sacerdotal y con el pastoral, lo califica como la suma autoridad espiritual. Cuestionar, rechazar o desconocer esta función, como lo hacen las Confesiones cismáticas, es ponerse contra la voluntad de Cristo.

4) “Y tengo otras ovejas que no son de este aprisco; tambien debo conducir a estas; escucharán mi voz y se convertirán en un solo rebaño y un solo pastor” (Juan 10, 16). En este versículo del Evangelio de Juan, Jesús declara que su Iglesia es el único aprisco en el cual, más allá de las ovejas que ya son suyas, deberán ser conducidas aquellas lejanas, aquellas “remotas y vagabundas… vacías de leche” (Par. XI, 127-129) de modo que se constituya un solo rebaño – comunidad católica – bajo la custodia de un solo pastor que, según tal connotación, es Cristo mismo y, subordinadamente, el Papa. Rechazar y no acoger esta visión de una Iglesia como la única y sola institución redentora, como lo hacen las Iglesias cismáticas, es ponerse contra la voluntad de Cristo.

Es esclarecedora a tal propósito la repuesta que el santo cura d´Ars – Juan María Vianney – dio a un anglicano que sostenía que, sin importar la diversidad de las creencias, “estaremos ambos en el reino de los cielos porque me fio en Cristo que dijo ´quien crea en Mí, tendrá la vida eterna´. A lo que, el santo cura: “Pobre de mí, querido mío, no estaremos unidos allá arriba más que en la medida en la cual habremos comenzado a serlo sobre la tierra: la muerte no podrá modificar nada. Donde cae el árbol, ahí permanece… El Señor también dijo otra cosa. Dijo que quien no haya escuchado a Su Iglesia debe ser considerado como un pagano. Dijo que no debía haber más que un solo rebaño y un solo pastor y estableció a San Pedro como cabeza de este rebaño. Querido mío, no existen dos maneras buenas de servir al Señor; existe solo una; es decir, como Él quiere ser servido” (Alfred Monnin: espìritu del cura d´Ars – ed Ares, 2009, pag. 172-173).

5) “Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28, 19). Con esta recomendación imperativa, Jesús pone el sello que garantiza el ser cristiano solo en la observación de lo enseñado y comandado por Él. Entre los elementos de los cuales Jesús nos comanda la observación y que se dan como distintivos del ser cristiano, están: a) obsequencia racional al dogma, con lo que se evita la herejía; b) el reconocimiento del primado episcopal de Pedro, transmitido en los siglos a sus sucesores que, como Vicarios de Cristo en la tierra, representan la única y suprema autoridad espiritual; c) el respeto unido al cumplimiento de todas las normas morales, litúrgicas, disciplinarias que constituyen la praxis. Relativizar el dogma, no reconocer como única y legítima la autoridad del Obispo de Roma – Christi Vicarius – sucesor de Pedro, mutar la praxis – así como hacen las Iglesias cismáticas – es ponerse contra la voluntad de Cristo, quien, en términos precisos, inequivocables, afirma: “El que no es conmigo. Contra Mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Lc. 11, 23)

¿Cómo se está en contra de Jesús? La pregunta encuentra respuesta inmediata. Se está en contra de Jesús no creyendo en Su Palabra, no observando sus mandamientos, alterando sus enseñanzas con falsas y desvariadas interpretaciones y blasfemándolo. De esto se sigue, naturalmente, el encontrarse separados de Cristo, escisos de Su vida, separados del flujo vivificador de Su comunión, ser destinados a la perdición eterna.

Jesús mismo es quien aclara la condición de quién está en Su contra en el versículo evangélico (Juan 15, 5-6) donde afirma: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden… En esto está glorificado Mi Padre: que portéis mucho fruto y os convirtáis en Mis discípulos”. Discípulos; es decir, CRISTIANOS, del modo histórico y tradicional con el cual son llamados los seguidores de un maestro o de una escuela. Ahora si, por ejemplo, llaman “crociano” a un intelectual que sigue y vive la filosofía de Benedetto Croce (1866 – 1952) no acreditaremos el mismo título a quien niega, combate o denigra el sistema del mencionado filósofo, sino que lo definiremos como “anticrociano”.

Parece, por lo tanto, obvio sostener como “anticristiano” a quien no solo no vive las enseñanzas de Cristo, sino que incluso las enfrenta con actos privados y públicos, distorsionando a cuenta propia tales mandamientos, como por ejemplo – Mc. 10, 1-12 – Jesús define el divorcio como pecado de adulterio.

Las Confesiones cismáticas, así llamadas “cristianas”, admiten en su orden el divorcio, así como algunas de ellas permiten a las mujeres el acceso al orden sacerdotal, y así como otras incluso definen como “simbólica” la presencia de Cristo en las especies eucaríticas del pan y del vino, habiendo sido formadas sobre el tronco protestante, cuya doctrina, legada al nombre de un “reformador”, es un conglomerado de elementos incoherentes y personales que chocan abiertamente con el Evangelio.

Más allá de todo esto, estas Confesiones continúan llamandose “cristianas” y, como tales, son reconocidas también por la Iglesia Católica, la cual, inmersa y sumergida en el “espíritu ecuménico conciliar VAT.II”, sostiene su existencia como un don del Espíritu Santo, el cual “hace la diversidad en la Iglesia, y esta diversidad es tan rica y tan bella, y luego, el mismo Espíritu Santo hace la unidad. Y así la Iglesia es una en la diversidad” (Papa Francisco, Caserta – Iglesia pentecostal 28-07-2014). Continúan llamándose y a ser consideradas cristianas porque sostienen de seguir las enseñanzas de Jesús, invocan el nombre y Lo adoran en sus propias formas culturales.

A ellas así responderá el Señor Jesús: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos… no los he nunca conocido” (Mt. 7, 21)
Hacer la voluntad del Padre es lo mismo que hacer la voluntad del Hijo. No basta decirse cristiano para serlo y estas Iglesias/Confesiones no han correspondido a los mandamientos y no han hecho la voluntad de Cristo, por lo tanto, mas allá de definirse y ser consideradas “cristianas” no lo son porque el verdadero atributo, pertinente a su ser, es “anticristianas”; es decir, enemigas de Cristo e, incluso, por Él desconocidas. Solo con el regreso a la Iglesia Católica de Roma podrán sanar su anomalía y sentirse, “cum Ecclesia”, un solo rebaño con un solo pastor y un solo sacerdote en el pleno privilegio de decirse “cristianas”.
De hoc satis.

L.P

Traducido por S. Cuneo

miércoles, 18 de mayo de 2022

Signos cotidianos de la protestantización en la Iglesia católica



Desde el estudio teológico crítico se evidencia de forma clara que la reforma litúrgica que trajo el concilio vaticano II, sobre todo con el nuevo rito de la Santa Misa, supone un signo meridiano del protestantismo en nuestra Iglesia. Pero en este breve artículo quiero incidir en una serie de signos cotidianos (o sea menos importantes o no tan esenciales como el “novus ordo”) que avalan por si mismos la protestantización de nuestras comunidades cristianas (parroquias, conventos, movimientos…etc). Son signos que pasan a diario sin que quizás advirtamos la debida influencia reseñada:

1: La concepción de Iglesia como “casa del pueblo” y no como lo que es: casa de Dios. La mayoría de los católicos entran, pasean, salen del templo sin hacer al menos un gesto de respeto y/o adoración a Jesús Sacramentado

2: La falta de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Vemos con estupor (ya casi admitido como normal) como muchos fieles rezan ante imágenes del Señor, de la Virgen María, de los santos….y no dedican ni siquiera una mirada al sagrario que es donde se ubica esa presencia real

3: La misma tendencia multi-uso de no pocos templos donde se organizan actos culturales, conciertos, reuniones cívicas….etc

4: La falta de respeto a la presencia de Cristo cuando se observan ciertas vestimentas en los fieles que son del todo impropias en un lugar sagrado (al llegar el verano este punto se hace tremenda realidad)

5: La ausencia total de silencio en los fieles cuando la Santa Misa ha terminado. Los protestantes solo creen en la presencia de Cristo en la asamblea, y la eucarística la ven como un “símbolo”; al acabar el rezo comunitario no tiene sentido guardar silencio ya que la presencia real ya no está (desde la “fe” luterana)

6: La misma definición de Misa como sólo “eucaristía” lo cual supone asumir la Misa como mero banquete, lugar de encuentro….etc pero sin comprender que la Misa es el santo sacrificio de Cristo y que en la misma se actualiza su pasión, muerte, resurrección y ascensión

7: La disminución gradual de la presencia del sacerdote en el confesonario. En no pocas parroquias quien quiera confesar debe ir a buscar al sacerdote. Se pierde por completo la entrañable imagen del cura en el confesonario que recuerda al padre de la parábola del hijo pródigo a la espera del regreso del hijo perdido

8: Esos saludos, entre horteras y artificiosos, que dan algunos curas al empezar o acabar la Misa: “buenos días”, “que pasen una buena tarde”…etc

9: El empeño en no pocos templos de atiborrar de moniciones y añadidos a la liturgia convirtiendo la Misa en un trasiego molesto y desagradable (para el fervor verdadero) de gente que sube y baja al presbiterio

10: El abandono de la palabra “sacerdote”, suplantada por otras más secularizadas y/o de tipo luterano como “animador parroquial”, “coordinador de la asamblea”, “ministro”, “pastor de la comunidad”, “presbítero”

11: El mismo tuteo al sacerdote olvidando que el respeto debido es por lo que representa y no por sus cualidades/virtudes si las tuviera más o menos. El sacerdote más indigno en su vida personal no obstante es “otro Cristo” cuando bendice, consagra o absuelve los pecados

12: La falta de sacralidad en las sacristías convertidas en no pocos casos en lugares de encuentro, charla y reunión. Para el protestante la sacristía no es más que un cuarto aparejado para estar y guardar cosas. Para el sacerdote católico la sacristía en lugar de oración y preparación para la Santa Misa

13: El horror que supone ciertas músicas de fondo en los templos cuando no hay Misa y están abiertos al público. El órgano, gregoriano…. Típicamente católicos dan paso a melodías sensibleras más propias de un acuario o un jardín botánico que de la casa de Dios

14: El tono de aspaviento, artificial, mundano en definitiva….que no pocos sacerdotes usan para llamar la atención en sus predicaciones y en los mismos ritos. Signo claro de la concepción protestante de sacerdote como “hombre que ejerce una función” y no como “otro Cristo” (que, por tanto, tiene la misión de hacer y desaparecer)

15: Y por supuesto la comunión recibida en la mano. Esto supone una tremenda falta de respeto, unción y adoración (Fe en definitiva) a Jesús Sacramentado. Para los protestantes la eucaristía es un símbolo y la Misa una cena compartida. La comunión recibida en la mano da opción a profanaciones terribles, es un riesgo de pérdida de partículas que acaban en el suelo barridas como basura o pegadas a bolsillos y finalmente en lavadoras junto a ropa interior sucia; además atenta contra la diferencia esencial del sacerdocio ministerial respecto al sacerdocio de los fieles. Este punto, siendo el último de la lista en realidad es primero en gravedad.

Hay muchos más signos cotidianos. He traído a colación algunos que se repiten bastante. Muy bueno sería que, antes de quedarnos “quietos” esperando que la Divina Providencia suscite en la Iglesia la necesaria contra-reforma litúrgica (para recuperar plenamente la Santa Misa tradicional) nos pongamos manos a la obra para eliminar o reducir al máximos estos signos luteranos que hoy hacen tanta mella en la Fe de los fieles al dañar sin duda alguna la liturgia.

Padre Ildefonso de Asís

domingo, 15 de mayo de 2022

Signos cotidianos de la protestantización en la Iglesia católica



Desde el estudio teológico crítico se evidencia de forma clara que la reforma litúrgica que trajo el concilio vaticano II, sobre todo con el nuevo rito de la Santa Misa, supone un signo meridiano del protestantismo en nuestra Iglesia. Pero en este breve artículo quiero incidir en una serie de signos cotidianos (o sea menos importantes o no tan esenciales como el “novus ordo”) que avalan por si mismos la protestantización de nuestras comunidades cristianas (parroquias, conventos, movimientos…etc). Son signos que pasan a diario sin que quizás advirtamos la debida influencia reseñada:

1: La concepción de Iglesia como “casa del pueblo” y no como lo que es: casa de Dios. La mayoría de los católicos entran, pasean, salen del templo sin hacer al menos un gesto de respeto y/o adoración a Jesús Sacramentado

2: La falta de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Vemos con estupor (ya casi admitido como normal) como muchos fieles rezan ante imágenes del Señor, de la Virgen María, de los santos….y no dedican ni siquiera una mirada al sagrario que es donde se ubica esa presencia real

3: La misma tendencia multi-uso de no pocos templos donde se organizan actos culturales, conciertos, reuniones cívicas….etc

4: La falta de respeto a la presencia de Cristo cuando se observan ciertas vestimentas en los fieles que son del todo impropias en un lugar sagrado (al llegar el verano este punto se hace tremenda realidad)

5: La ausencia total de silencio en los fieles cuando la Santa Misa ha terminado. Los protestantes solo creen en la presencia de Cristo en la asamblea, y la eucarística la ven como un “símbolo”; al acabar el rezo comunitario no tiene sentido guardar silencio ya que la presencia real ya no está (desde la “fe” luterana)

6: La misma definición de Misa como sólo “eucaristía” lo cual supone asumir la Misa como mero banquete, lugar de encuentro….etc pero sin comprender que la Misa es el santo sacrificio de Cristo y que en la misma se actualiza su pasión, muerte, resurrección y ascensión

7: La disminución gradual de la presencia del sacerdote en el confesonario. En no pocas parroquias quien quiera confesar debe ir a buscar al sacerdote. Se pierde por completo la entrañable imagen del cura en el confesonario que recuerda al padre de la parábola del hijo pródigo a la espera del regreso del hijo perdido

8: Esos saludos, entre horteras y artificiosos, que dan algunos curas al empezar o acabar la Misa: “buenos días”, “que pasen una buena tarde”…etc

9: El empeño en no pocos templos de atiborrar de moniciones y añadidos a la liturgia convirtiendo la Misa en un trasiego molesto y desagradable (para el fervor verdadero) de gente que sube y baja al presbiterio

10: El abandono de la palabra “sacerdote”, suplantada por otras más secularizadas y/o de tipo luterano como “animador parroquial”, “coordinador de la asamblea”, “ministro”, “pastor de la comunidad”, “presbítero”

11: El mismo tuteo al sacerdote olvidando que el respeto debido es por lo que representa y no por sus cualidades/virtudes si las tuviera más o menos. El sacerdote más indigno en su vida personal no obstante es “otro Cristo” cuando bendice, consagra o absuelve los pecados

12: La falta de sacralidad en las sacristías convertidas en no pocos casos en lugares de encuentro, charla y reunión. Para el protestante la sacristía no es más que un cuarto aparejado para estar y guardar cosas. Para el sacerdote católico la sacristía en lugar de oración y preparación para la Santa Misa

13: El horror que supone ciertas músicas de fondo en los templos cuando no hay Misa y están abiertos al público. El órgano, gregoriano…. Típicamente católicos dan paso a melodías sensibleras más propias de un acuario o un jardín botánico que de la casa de Dios

14: El tono de aspaviento, artificial, mundano en definitiva….que no pocos sacerdotes usan para llamar la atención en sus predicaciones y en los mismos ritos. Signo claro de la concepción protestante de sacerdote como “hombre que ejerce una función” y no como “otro Cristo” (que, por tanto, tiene la misión de hacer y desaparecer)

15: Y por supuesto la comunión recibida en la mano. Esto supone una tremenda falta de respeto, unción y adoración (Fe en definitiva) a Jesús Sacramentado. Para los protestantes la eucaristía es un símbolo y la Misa una cena compartida. La comunión recibida en la mano da opción a profanaciones terribles, es un riesgo de pérdida de partículas que acaban en el suelo barridas como basura o pegadas a bolsillos y finalmente en lavadoras junto a ropa interior sucia; además atenta contra la diferencia esencial del sacerdocio ministerial respecto al sacerdocio de los fieles. Este punto, siendo el último de la lista en realidad es primero en gravedad.

Hay muchos más signos cotidianos. He traído a colación algunos que se repiten bastante. Muy bueno sería que, antes de quedarnos “quietos” esperando que la Divina Providencia suscite en la Iglesia la necesaria contra-reforma litúrgica (para recuperar plenamente la Santa Misa tradicional) nos pongamos manos a la obra para eliminar o reducir al máximos estos signos luteranos que hoy hacen tanta mella en la Fe de los fieles al dañar sin duda alguna la liturgia.


Padre Ildefonso De Asís

lunes, 21 de junio de 2021

El verano caliente del Papa Francisco, la ONU no quiere la soberanía del Vaticano, el caso Orlandi, San Luis Gonzaga



Empezamos semana, entramos oficialmente en el verano, seguimos apestados y la presión informativa no cede. El centro cismático se situaba hace pocos días en Alemania y ahora ha pasado a estados Unidos, pero en una dirección opuesta. En Alemania son minoría los obispos dispuestos a defender el público la doctrina católica y están sufriendo un proceso de aniquilación para dejar el camino libre a los postulados del camino sinodal. El Papa Francisco no parece estar ni a favor ni en contra, pero quiere dejar muy claro que aquí manda él y marca los tiempos. Las piruetas de Marx están, por ahora, anuladas y el interés informativo se traslada a Estados Unidos.

Son dos iglesias ricas, con abundancia de fondos y de instituciones, ambas sufriendo una desbandada y secularización en caída libre. Las dos reciben cuantiosas donaciones de sus fieles, en Alemania por la vía de impuesto religioso , en Estados Unidos por las donaciones directas de los fieles en sus parroquias. Los obispos americanos dependen de sus fieles y no hay pena de excomunión al que no paga. En Alemania hay dos iglesias cristianas que comparte espacios, en Estados Unidos hay una variedad infinita de confesiones de todo tipo. Los católicos alemanes no entienden el porqué tienen que convertirse en una especie de protestantes ‘dos’ y los americanos no entienden el porqué tienen que asumir las modernidades de sus iglesias vecinas. En ambos hay oferta religiosa para todos los gustos y el que es católico lo es por qué no quiere ser otra cosa que tiene al alcance de su mano.

Los problemas no los tenemos solamente es estos dos países, América latina se está protestantizando a pasos agigantados y la iglesia católica ha perdido su mayoría en algunos de sus feudos tradicionales. Se salvan las iglesias jóvenes de África y Asia, con matices, sin duda estamos ante una crisis global que florece hoy en Estados Unidos, ayer en Alemania y mañana, veremos.

Y seguimos con la comunión de Biden. El pecado público del soberano nunca es una cuestión «personal» y los pastores de la Iglesia tienen el deber de proteger a los fieles del escándalo dejando a un lado las repercusiones a nivel político; reafirmar la enseñanza de la Iglesia sobre la necesidad de rechazar la Eucaristía «a los que perseveran obstinadamente en el pecado grave manifiesto» provocará una sana reflexión. Hay muchas declaraciones de obispos con nombres y apellidos en los medios, hacemos mención de los sublimes argumentos del macarrista Cupich que se esconde un la perplejidad de muchos sacerdotes «al escuchar que ahora los obispos quieren hablar de la exclusión de las personas en un momento en el que el verdadero desafío que tienen por delante es dar la bienvenida a la gente». Por primera vez en la historia de Estados Unidos tenemos un presidente en la Casa Blanca católico y a favor del aborto. En la mayoría de las situaciones, son precisamente los malos ejemplos los que arrastran a otros al mal; y cuanto más la persona que comete el mal disfruta de visibilidad, aprobación, autoridad, más la malicia de sus acciones puede generar una verdadera pestilencia moral para toda una nación e incluso para todo el mundo.

Estamos entrando en otra fase del pontificado del Papa Francisco y cada vez oímos hablar menos de primaveras, de la «Iglesia en salida», la iglesia autorreferencial, de las periferias del planeta y se habla de la ruptura de una fachada detrás de la que no había nada. El Papa Francisco no ha cumplido las expectativas de su «ala izquierda». Las reflexiones de Alberto Melloni, quien desde las páginas de la Repubblica enumeró una serie de razones por las que este «junio», para la Iglesia, sería «negro» y que ya hemos recordado, no han dejado a nadie indiferente. Melloni, es la «Escuela de Bolonia» y recuerda que Marx: «Al denunciar la inercia de la Iglesia, de hecho pidió la renuncia del Papa Francisco», » lo acusó de impotencia, de métodos enérgicos que, habiéndose convertido en la única cura para el silencio de los delitos de pedofilia, ya no pueden distinguir entre calumnias y denuncias». Las acusaciones ya no viene de la malvada y carca derechona ¿La izquierda eclesiástica está abandonado este pontificado?

Los males nunca vienen solos y este lunes tendremos informe de un grupo de “expertos” del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre lo mal que se están gestionando los abusos en la Iglesia católica. La finalidad es obligar al Vaticano a entregarse al aborto y la ideología de género, cambiar el derecho canónico para adaptarlo a un “protocolo de derechos humanos” que sutilmente respalda o menciona la “perspectiva de género” y los “derechos sexuales y reproductivos” y así presionar por el derecho al aborto. Los “expertos” se quejaron de que los concordatos y acuerdos de la Santa Sede con los Estados “limitan la capacidad de la autoridad civil para obligar a la producción de documentos o enjuiciar a personas asociadas con la Iglesia Católica”, y pidieron a las autoridades de la Santa Sede “que se abstuvieran de prácticas obstructivas y cooperar plenamente con las autoridades judiciales y policiales civiles de los países interesados”. Pretenden eliminar el secreto de confesión, «que impide a los sacerdotes que escuchan una confesión denunciar los delitos a las autoridades civiles» y la soberanía de la Santa Sede. Los “expertos” piden que desaparezca la distinción entre la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano y que los estados puedan tener plena jurisdicción sobre la Iglesia católica. El camino hacia la religión única se va allanando.

Han pasado 38 años, desde el 22 de junio de 1983, cuando Emanuela Orlandi desapareció en el aire después de una clase de música en Sant’Apollinaire. Su hermano Pietro se prepara para otra sentada para mostrar su indignación y su deseo de verdad, esperando que algo rompa ese muro de silencio que rodea al Vaticano. Tenemos entrevista en la que sobre Marcinkus: “No era en absoluto enemigo del Papa, al contrario, el Papa confiaba mucho en él hasta el punto de pedirle que le ayudara a encontrar dinero para enviar a Solidaridad, ya que Casaroli no estaba de acuerdo”. No tiene en lata estima la actuación del Papa Francisco: “Bergoglio ha levantado el muro en torno a esta historia incluso más que sus predecesores y demuestra un cierre total hacia Emanuela y su secuestro. El Papa ciertamente lo sabe y podría despejar muchas dudas, pero no tiene intención de hacerlo. Así que su ‘toma de decisiones’ lamentablemente seguirá haciendo todo lo posible para evitar que salga la verdad, pero al final cederán y la verdad saldrá a la luz ”. Historias que nos acompañan durante años y que no pierden actualidad, es lo que tiene no querer sulucionarlas a su tiempo.

El día 21 de junio de 1591 muere de peste en Roma San Luis Gonzaga. Se encontró con San Carlos Borromeo de visita pastoral a su pueblo, San Carlos 42 años y San Luis 12, entrevista de dos horas en la que el santo cardenal le habla de la Eucaristía – cosas de santos, nada de iglesia en salida, ni de primaveras, ni de ecología integral – y San Luis le pide entonces hacer la primera Comunión, que hace al día siguiente, sin cursillos ni nada, que tiempos. Llega a la corte española con 14 años como paje de don Diego, de 7 años, príncipe de Asturias y heredero del trono. A Felipe II le gustaba recordar como en una ocasión el príncipe don Diego, enfadado por un viento frío, gritó con indignación: “Viento, te ordeno que te vayas“. De inmediato Luis le replicó: “Alteza, Ud. puede mandar a los hombres, pero el viento obedece a Dios, al cual también Ud. debe obedecer“.

«…la medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Buena lectura.

Specola

miércoles, 14 de abril de 2021

Aniversario. En recuerdo a Antonio Livi, verdadero defensor fidei, a un año de su muerte



Aniversario / En recuerdo a Antonio Livi, verdadero defensor fidei, a un año de su muerte. Un artículo del blog de Aldo María Valli

En homenaje a Livi y a su temple de defensor fidei vuelvo a compartir con vosotros amplios extractos de la entrevista que concedió en 2018.


Duración 10:31 minutos

***


Traducido por Miguel Toledano para Marchando Religión


La pastoral del Papa Francisco, ya aplicada durante décadas al norte de los Alpes, conduce a una Iglesia moribunda. ¿Cómo no se da cuenta el papa Francisco?

Porque a él lo eligieron precisamente para eso. Él mismo lo dijo: «mis hermanos cardenales me han elegido para que me ocupe de los pobres y para que lleve adelante la reforma». En realidad, se trató del grupo de teólogos de Sankt Gallen, en Suiza, Godfried Danneels, Walter Kasper y otros, que ya con ocasión de la elección de Benedicto XVI tenían la idea de que el papa que podía avanzar la reforma en la Iglesia, en el sentido luterano del término, podía ser él, Bergoglio.

Una reforma en sentido luterano; porque la pastoral o política de entendimiento interreligioso con los luteranos y también con todos los demás trata de lograr que los luteranos sean apreciados y aprobados, de forma que el catolicismo sea cada vez más redimensionado en el sentido de arrepentirse de todos sus pecados.

Oficialmente, el teólogo del papa Francisco, el más cercano a él, Antonio Spadaro, director de La Civiltà Cattolica, publica artículos de uno de sus hermanos jesuitas, Giancarlo Pani, el cual sigue diciendo lo siguiente: la Iglesia del siglo XVI se equivocaba, pecó en su relación con Lutero. Lutero tenía razón y actualmente es necesario rehabilitarlo y hacer lo que él quería. Una Iglesia sin sacerdocio, una Iglesia sin magisterio, una Iglesia sin dogmas, una Iglesia sin interpretación oficial de la Sagrada Escritura, puesta a cargo de personas que la interpreten a través de su libre examen según el supuesto espíritu que aquélla les sugiera. Una Iglesia sinodal, en la que los sacerdotes, obispos y papa ya no sean expresión de lo sagrado, sino de la política, de la comunidad, que elige y nombra.

El mismo Papa se expresa así: «Hay que lograr la Iglesia del pueblo». Pero el pueblo es una imagen puramente retórica. Ya no se saber ni lo que quiere decir pueblo, que es una multitud de personas distintas. Incluso en política, la expresión «pueblo» es puramente retórica, cuánto más en teología. Por ejemplo: decir que el pueblo quería cambiar la Misa es una tontería, esto nunca fue ni posible ni acreditado. Al pueblo pertenecen los que, como el Padre Pío en su momento, estaban llenos de fe, y también quienes no tienen fe alguna. Al igual que los que querían reformar cosas porque la Misa en latín no les gustaba y la querían en italiano, aunque no entendieran las palabras de la Misa ni en latín ni en italiano. La Iglesia jamás ha llevado a cabo acciones de forma «democrática», como cuando se eligen representantes procedentes de una base de representados: nunca trató lo que debe enseñar en función de lo que piensa la gente. La Iglesia debe enseñar lo que dijo Jesús: ¡la cuestión es bastante simple!

¿Seguro que la elección del Papa Francisco fue orquestada?

Sí, estoy absolutamente seguro de ello. Entre otras cosas, lo sé por numerosos testimonios. Es una certeza histórica. Las certezas históricas se basan siempre en testimonios. Los testimonios son falibles, pero en mi opinión es muy probable que las cosas fueran así. Nadie ha sugerido ninguna otra tesis. No obstante, a veces se dice una cosa absurda: vamos, que el Papa Francisco fue elegido porque lo quiso el Espíritu Santo. Menuda tontería. El Espíritu Santo inspira a todos los hombres para que hagan el bien, pero no todos los hombres hacen lo que el Espíritu Santo inspira: algunos hacen cosas buenas y otros hacen cosas malas.

Si pienso en el cardenal Kasper, que ya antes era herético y quería destruir la santa Misa, el matrimonio, la Comunión y el derecho canónico, y que ahora dice el Papa que es su teólogo por excelencia y le pide que organice el Sínodo de la familia, me digo a mí mismo: esto está totalmente orquestado. Y todo esto repercute sobre todo: reconocimiento de Lutero, preparación de una Misa en la que la Consagración ya no sea la Consagración, en la que el término «sacrificio» quede eliminado, para que guste a los luteranos.

Estamos ante lo mismo que pasó con Pablo VI, quien, en la Comisión del Concilio Vaticano II presidida por Annibale Bugnini, encargada de preparar el Novus Ordo Missae, dio entrada a luteranos para que dijeran lo que les gustaba y lo que no de la Misa católica. ¡Qué absurdo! Ahora sabemos que se trata de un plan muy bien orquestado, que no data de ahora, sino de comienzos de los años sesenta.

Durante más de cincuenta años, los teólogos heréticos, malvados, han tratado de conquistar el poder y ahora lo han conseguido. Por eso hablo de herejía en el poder. Herejes no son los papas; nunca he dicho esto de ningún Papa. Los papas han sufrido dicha influencia sin oponerse a ella. Han seguido esa idea loca de Juan XXIII, que decía lo siguiente: afirmemos la doctrina de siempre, pero sin condenar a nadie. Esto es imposible; la condena forma parte de la explicitación del dogma, es la otra cara de la moneda. Si se quiere aplicar el dogma en los tiempos actuales, en los que existen herejías, hace falta necesariamente condenarlas. No condenar nada significa aprobar todo; y aprobar todo significa que la fe católica deja de existir.

Ud. habla de herejía en el poder. ¿Qué quiere decir?

No quiero decir personas que profesen formalmente una herejía, porque si fuesen autoridades eclesiásticas resultarían excomulgadas sin poder seguir ejerciendo su función, sino herejías profesadas formal e insistentemente por teólogos que tuvieron mucho poder al comienzo del Concilio Vaticano II, gracias o a causa de Juan XXIII, y también en el postconcilio, porque todos los papas han continuado tratando con respeto a estos teólogos heréticos. Algunos, como Benedicto XVI, tanto como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe como ya Papa, han mantenido una posición ortodoxa y piadosa por lo que se refiere a la adoración de Dios y al respeto de la sacralidad de la Encarnación, pero en definitiva también estaban unidos de hecho a estos teólogos heréticos. Cuando Benedicto XVI, en calidad de Papa, habla de Karl Rahner, dice claramente que ambos estaban de acuerdo en apoyar a los obispos para orientar el Concilio en una cierta dirección, dirección horrible, y que sólo después se separaron por ciertas desavenencias.

Benedicto XVI, como Papa, también ha dicho que Hans Küng le pidió cambiar el dogma de la infalibilidad y que él le respondió: «Sí, lo pensaremos». Quiero decir que ninguno de los papas ha tenido una actitud firme de condena de los teólogos neo-modernistas, sino que por el contrario han tenido una actitud comprensiva con ellos. En mis libros nunca condené personas, sino teorías, cuando éstas eran objetivamente incompatibles con el dogma católico. Las intenciones y relaciones con personalidades no me interesan. Soy experto en lógica y únicamente puedo examinar una proposición, un método, y en este sentido realizo afirmaciones que sean absolutamente ciertas e incontestables. Cuando critico la tendencia a la herejía en Benedicto XVI no ignoro que es santo y que ha hecho muchas cosas buenas en la pastoral de la Iglesia, así como que siempre ha tenido recta intención. Pero esto no quita nada al hecho de que siempre ha manifestado simpatía por el neo-modernismo, que consiste sustancialmente en dos cosas: ignorar la metafísica y querer explicar el dogma con criterios de hermenéutica basados en el existencialismo y la fenomenología; o sea, ignorar – cosa terrible y muy tonta – las premisas racionales de la fe, que santo Tomás denomina praeambula fidei.

Juan XXIII dijo que la Iglesia no condena a nadie, pero en la actualidad la herejía que ocupa el poder condena a quienes defienden la doctrina católica. ¿Qué ha sucedido?

Desde Juan XXIII se tiene la idea de que la pastoral de la Iglesia consiste en traducir el dogma en un lenguaje comprensible, aceptable para el hombre moderno – cosa que es un mito, una fantasía – y en encontrar el bien incluso en las posiciones teóricas más contrarias al dogma. Yo sostengo que se trata de una pastoral que, en cuanto tal, es errónea y nociva para la Iglesia, y en cuanto teoría se trata de una acción, una praxis errónea que doctrinalmente no tiene apoyo alguno de infalibilidad. La praxis puede ser errónea por ser acto derivado de un juicio prudencial que puede juzgarse erróneo por quien expresa otros juicios prudenciales, como los míos, que son juicios no apoyados en la infalibilidad. Así, cuando yo critico esta pastoral, que me parece desastrosa, utilizo juicios, adjetivos y adverbios que dejan claro que se trata de mi opinión. Dios juzgará, pero no hay nada dogmático en el hecho de juzgar la conveniencia de una línea pastoral. Los que hacen daño a la Iglesia consideran dogmáticamente la pastoral del Concilio y de los papas siguientes al mismo como la única necesaria y hablan de «nuevo Pentecostés de la Iglesia» y de «intervención del Espíritu Santo», como si tales juicios prudenciales, que yo considero erróneos, fuesen por el contrario dogmáticamente infalibles e incluso santos y constituyesen lo único que la Iglesia puede hacer.

Por eso hay también opresión por lo que se refiere a aquéllos a quienes critican. Critican una opinión legítima en nombre de una opinión ilegítima, que es pensar que la Iglesia debería necesariamente aplicar este tipo de pastoral fundada en cosas absurdas, como por ejemplo la noción del «hombre moderno», que no existe. En Europa hay una gran diversidad de hombres modernos. La cultura de Polonia, Hungría, Eslovenia o París son completamente diferentes. Piensan que el hombre moderno sería el de París o Francfort, pero ignoran completamente África, América latina, una gran parte de Asia, ignoran que en la conciencia de todos los hombres hay mucho más de lo que leen en los periódicos, revistas, publicaciones académicas. Por ejemplo: me parece falso pensar que el hombre moderno es ateo. Todo hombre tiene la certeza de que Dios existe, basada en el sentido común. Los pastores de almas que confiesan a moribundos lo saben muy bien. Incluso Voltaire, en el último momento, pidió un sacerdote para que le diese la absolución. Sabía muy bien que Dios existe y que Jesucristo es Dios.

¿Piensa que la teología de Joseph Ratzinger podría ser la salida a la crisis de la Iglesia?

Absolutamente no. Por lo que ya he dicho. Ya en su «Introducción al Cristianismo» demostraba una cultura católica influenciada por la cultura protestante, y en teología se comportaba a partir de un combate voluntario contra el neotomismo y la neoescolástica, con sus preambula fidei y su teología natural. Para él, se pasa directamente del ateísmo a la fe, cosa que la Iglesia rechaza dogmáticamente, como afirma el Concilio Vaticano I; la encíclica Fides et ratio dice lo contrario. No se pasa del ateísmo a la fe, se pasa del conocimiento natural de Dios a la fe únicamente a través de los preambula fidei, si se busca la salvación y se tiene la posibilidad de comprender la veracidad del mensaje de Cristo.

En todo caso, me parece que el pensamiento de Ratzinger puede ser criticado como teólogo; otra cosa es su acción pastoral como prefecto de la Congregación para la fe y luego como Papa. Como Papa hizo muy poca pastoral dogmática, hizo pastoral que yo llamo «literaria». Produjo documentos que se derivan más de la teología que del magisterio. Si se hace teología y se pone el trabajo propio al mismo nivel que el de los teólogos, ya no se está haciendo magisterio, que consiste en volver a proponer el dogma para explicarlo. Sus encíclicas son al noventa por ciento pura teología y empleó una gran parte de su pontificado escribiendo los tres volúmenes de su Jesús de Nazaret.

El año pasado Ud. denunció la persecución contra su persona y contra quienes no se alinean con la dictadura el relativismo. ¿Se mantiene aún dicha persecución?

Va de mal en peor, y dicha persecución se justifica con ciertas afirmaciones imprudentes por parte del Papa actual. Todos los fieles a la doctrina, al derecho canónico, los que quieren que no se excluyan las certezas de la fe, son abiertamente acusados de herejía. Herejía pelagiana y gnóstica. En realidad, el Papa mira a aquéllos animados de buenas intenciones que firmaron primero las Dubia y luego la Correctio filialis y les responde: «Sois fanáticos». El Papa y todos los demás ignoran que hay dos niveles en la fe de la Iglesia: el nivel del dogma, las certezas absolutas, que son poco numerosas; y el nivel de las explicaciones y aplicaciones del dogma, que llegan hasta la pastoral; estas últimas son numerosas, pero se refieren únicamente a lo accidental. Sobre lo sustancial, por el contrario, no caben escuelas de pensamiento. La fe de la Iglesia es siempre la misma y quienes se adhieren a ella no pueden ser reprendidos, no deben ser perseguidos: se les debe ayudar a cumplir con su deber y es necesario darles la razón. Llegará el día en que el Papa lo haga; cuando Dios quiera.

¿Qué les pasa a los que no se doblegan? ¿En qué consiste la persecución?

Todo el mundo puede verlo. Pienso lo que les ha sucedido a los Franciscanos de la Inmaculada y a cuantos escriben libros y hacen una pastoral de clarificación y de superación de la desorientación pastoral, cuyos libros y conferencias en muchas diócesis son prohibidas

Yo, por ejemplo, dirijo una serie de publicaciones que, con el título de Divinitas Verbi, ha producido ya seis números. Pues bien, han sido rechazados en librerías católicas, sin que figuren tampoco en sus escaparates. Tampoco los cita Civiltà Cattolica entre sus recensiones. Esto llama la atención. Avvenire los combate abiertamente. En Italia, toda la prensa católica oficial (Civiltà Cattolica, Avvenire, Famiglia Cristiana, Ediciones Paulinas), practica un ostracismo frente a esta buena doctrina o si acaso la cita en términos despectivos, como si fuese obra de un lunático. El diario de la Conferencia Episcopal Italiana, que acoge los peores tratados de fe y los exalta como si ejemplos que permiten el progreso de la reforma dentro de la Iglesia, cuando yo me dirigí al mismo diciendo que no me parecía bien que Avvenire publicase una catequesis de Enzo Bianchi – que practica un ateísmo disfrazado de «buenismo» y que dice abiertamente que Jesús es una criatura y que Dios se hizo hombre y, por consiguiente, dejó de ser Dios para ser sólo hombre – me atacó duramente. En la sección de cartas al director, que todo el mundo lee, afirmó que soy un lunático, mentiroso, incompetente… yo, que escribí en dicho periódico durante más de treinta años, antes de la «transformación».

Esta «conjura del silencio» por lo que se refiere a los hombres como yo produce un efecto limitativo con ese ostracismo, que perjudica gravemente el trabajo académico y editorial, puesto que si los libros no son aceptados en las librerías ni se venden, resulta inútil escribirlos. Sea como sea, lo importante es reconocer la herejía y la pastoral que la favorece. Es lo que se escribe en la Correctio filialis titulada De hæresibus propagatis, a saber, corregimos al Papa no por ser herético – jamás diría yo eso – sino porque su pastoral favorece la propagación de la herejía. Por lo demás, ha puesto al frente de la Iglesia a los peores herejes, a los que ordena escribir sus encíclicas.

Francisco dijo a Eugenio Scalfari que el Infierno no existe. ¿Le convierte eso en hereje?

No. El Papa sería herético sólo si afirmase estas cosas formalmente. Él deja que se digan. Como lo hace, por ejemplo, dejando decir al General de los jesuitas que no se sabe cuál es la doctrina histórica de Jesús porque en aquella época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras o que el demonio es un símbolo del mal. Éstas no son, por tanto, doctrinas expresadas por él, que, por el contrario, en Gaudete et exultate afirma que el demonio es una persona viva y verdadera. Pide que sean otros los que las digan en el marco de la praxis. Una praxis funcional que crea confusión y un contexto favorable a las reformas que él quiere llevar a cabo, y frente a las que cualquiera que se oponga es acusado de ser jansenista y gnóstico.

***

A finales de 2018 el inolvidable monseñor Antonio Livi escribió el prólogo al libro de Aldo Maria Valli y Aurelio Porfiri Desarraigados. Diálogos acerca de una Iglesia líquida (editorial Chorabooks). 

En dicho texto se podía leer, entre otras cosas, la siguiente: “Conozco a Aurelio Porfiri y a Aldo Maria Valli desde hace muchos años, y ello por diversas razones. Me cabe poder expresar algunas ideas sobre este texto, Desarraigados, en el cual los dos autores tratan de plantar cara a algunos problemas de plena actualidad en la Iglesia, una Iglesia en gran crisis, casi líquida, como dice el subtítulo del libro.

Los autores Aurelio Porfiri y Aldo Maria Valli hablan como católicos, sincera y profundamente creyentes, y no temen que cuanto escriben pueda atraerles enemigos: la verdad tiene derechos que son superiores al interés personal. Como dice el Evangelio, la verdad os hará libres, no las conveniencias dictadas por exigencias de carrera… 

Querría decir lo siguiente a estos dos amigos míos: no os dejéis silenciar o atemorizar por cuantos os perjudiquen pública u ocultamente. Al revés, sabiendo con certeza que defendéis la verdad del Evangelio frente a la herejía o a la instrumentalización política, ¡alegraos y regocijaos ante la persecución! Sufrir por la verdad de Cristo en esta tierra es título cierto de mérito para gozar de la paz y alegría del paraíso cuando nos diga nuestro Señor Jesús: adelante, siervo bueno y fiel: ¡has sido fiel en las cosas pequeñas y ahora te concedo un gran premio!”.

viernes, 7 de febrero de 2020

Actualidad : "El principio del fin" (comentado por José Martí)


Duración 10:06 minutos

¿Nos encontramos ante el principio de una nueva Iglesia (protestante) y el fin de la Iglesia tradicional? O, por el contrario, ¿surgirá de nuevo, floreciente, la Iglesia en continuidad con la Iglesia pre-conciliar? Tal vez la próxima semana surja el documento post-sinodal (el correspondiente a la Amazonía) y tendremos más datos entonces. 

Lo que está muy claro es que en el seno de la Iglesia católica están "conviviendo" dos Iglesias distintas. Hay un cisma real en la Iglesia ... pero sólo una Iglesia puede ser la verdadera. 

De modo que podríamos encontrarnos con un cisma formal: la nueva Iglesia "protestante" (que vive el "espíritu" del Concilio, según ellos) y que rompe con la Tradición de 1950 años de catolicismo ... o la Iglesia que se mantiene fiel a la Palabra de Dios, al auténtico Magisterio de la Iglesia y a la Tradición ... en continuidad con la Iglesia pre-conciliar. 

Lo vamos a ver muy pronto. Lo que sí hace falta es rezar mucho para que Dios ilumine al Papa Francisco a tomar decisiones en función de la fidelidad que debe a la función que representa como vicario de Cristo en la Iglesia, aun cuando ello le suponga el enfrentamiento con todos aquellos que están en su "bando" (elegidos por él) y la confrontación sincera consigo mismo ante Dios: al fin y al cabo, en última instancia, es a Él a quien debe rendir cuentas, cuando llegue el momento del Juicio. 

Personalmente veo casi imposible que no se produzca el cisma formal. Cierto que existen los milagros, pero, ¿se dan las condiciones para que Dios intervenga de un modo extraordinario en su Iglesia? No podemos saberlo. Tan solo está en nuestras manos el rezar con todas nuestras fuerzas al Señor y a la bienaventurada Virgen María, para que la Iglesia fiel se siga manteniendo fiel, caiga quien caiga. Y, como aquel que dice, que Dios nos pille confesados.

José Martí

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Los escándalos de Juan XXIII y Pablo VI (Hemos Visto)


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Es necesario, por tanto, esforzarse por plantearse preguntas incómodas e improrrogables, por dolorosas que sean, en vista del estado en que se encuentra la Iglesia de Nuestro Señor: ¿cómo se puede ensalzar como modelos a quienes desencadenaron la destrucción del catolicismo?
La apostasía de un clero cada vez más arrogante merece ser como mínimo desenmascarada, y desde luego no expresando opiniones personales sino lo que dijeron los propios pontífices preconciliares que en su día previnieron de lo que constituía un grave peligro para la Iglesia y que se materializaría poco después: el Concilio Vaticano II, es decir, el intento de destruir el Magisterio perenne creando una nueva iglesia.
No cabe la menor duda de que Juan XXIII y Pablo VI son los responsables de esta tragedia. Dos papas muy diferentes en cuanto a personalidad pero unidos por un mismo objetivo: transformar la Iglesia.
El primero, de carácter bonachón y simpático, extrovertido y astuto diplomático; el segundo, tímido y de aspecto triste, casi oprimido por su propia introversión. Muy diferentes y al mismo tiempo muy unidos.
Se sabe ciertamente de la estrecha amistad que los unía, hasta el punto de que en una carta del pontífice bergamasco al entonces cardenal Montini fechada el 4 de abril de 1961 encontramos una confesión que deja boquiabierto: «Debería escribirles a todos los obispos, arzobispos y cardenales pero, entendiéndose que es a todos, me contento con escribir al arzobispo de Milán, ya que con él los llevo a todos en el corazón, así como él los representa para mí a todos». [Hebblethwaite, Giovanni XXIII. Il Papa del Concilio, p.485]
Tanta amistad está justificada por la común complicidad en conducir a la Iglesia al terreno minado del falso ecumenismo, condenado no sólo por Pío XI en la encíclica Mortalium animos, sino también por Pío XII, que advirtió: «[Los obispos] velarán asimismo no sea que con el falso pretexto de que hay que dar más importancia a lo que une que a lo que separa se fomente un peligroso indiferentismo».[Acta Apostolicae Sedis 42-0950-142-147].
Palabras caídas en saco roto si tenemos en cuenta el discurso pronunciado por Roncalli cuando tomó posesión del cargo de Patriarca de Venecia en la basílica de San Marcos el 15 de marzo de 1953: «Me preocupo siempre más de lo que une que de lo que separa y es causa de controversia». Concepto que recalcó su amigo Montini que, ya como Pablo VI, lo confirmó en su encíclica Ecclesiam suam: «Con gusto hacemos nuestro el principio: pongamos en evidencia, ante todo tema, lo que nos es común, antes de insistir en lo que nos divide».
Tenían, además, la idea de que todo seguidor de las otras religiones era grato a Dios como el cristiano, porque aceptaban en todo el llamado cristianismo anónimo del jesuita Karl Rahner (auténtico tótem de la iglesia vaticanosegundista), que sostenía que incluso quiene no cree en Cristo sería verdaderamente cristiano.
Si nos fijamos bien, este principio es diametralmente opuesto a lo que predicó San Juan apóstol: «Si viene alguno a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis. Porque quien le saluda participa en sus malas obras» (2 Jn, 9-10).
Que con estos dos pontífices se produjo un cortocircuito con el Magisterio de la Iglesia lo confirma también la encíclica Quas primas de Pío XI (6 de diciembre de 1925), que dice lo siguiente sobre la realeza social de Cristo: «La peste que hoy inficiona a la humana sociedad (…) Juzgamos peste de nuestro tiempo al llamado laicismo, con sus errores y abominables intentos».
También en este caso la doctrina cayó en saco roto: cuando Roncalli era delegado apostólico en Turquía, el futuro papa respondió al subsecretario de relaciones exteriores turco, que reivindicaba la laicidad del Estado: «La Iglesia se guardará bien de socavar o discutir esa laicidad». Lo mismo que hizo su sucesor Pablo VI.
Juan XXIII y Pablo VI, siempre unidos y siempre resueltos a levantar una Iglesia puesta al día, hoy llamada conciliar. Una iglesia en la que el modernismo estalló con tal violencia que aún sigue tronando en todas partes y en casi todas las parroquias agrupadas en la neorreligión conciliar, pagando los fieles las consecuencias con el continuo lavado de cerebro a que son sometidos por el clero conciliar.
Todo ello por culpa de la actividad política izquierdista que el papa Roncalli, en plena sintonía con el entonces monseñor Montini, tejía a diestra y siniestra una serie de conciliaciones con el mundo secularizado que habían sido siempre condenadas por el Magisterio perenne de la Iglesia. No es de extrañar que todo el edificio levantado por la Iglesia para contrarrestar el mal fuera gradualmente desmantelado por los dos papas del Concilio Vaticano II.
Juan XXIII, aclamado como el papa bueno, lo que hizo fue abrir las puertas de la Iglesia a la síntesis de todas las herejías, como lo definió en la encíclica Pascendi Domenici gregis en santo papa Pío X: el modernismo. Éste fue el primer golpe asestado contra Nuestro Señor, derribando una de las dos columnas sobre las que se apoya la Iglesia: la Doctrina.
De derribar la otra columna, la Liturgia, se encargó Pablo VI.
Montini comenzó por suprimir mediante la instrucción Inter oecumenici 48§1, la oración que rezaban al final de cada misa el celebrante y los fieles postrados de rodillas a la Virgen y a San Miguel, príncipe de los ángeles (¡auténtico exorcismo redactado por S.S. León XIII tras ver en una visión que en el futuro la Iglesia sería atacada por el demonio!)
Conviene destacar que el Padre Pío no estaba en modo alguno de acuerdo con tal decisión de Montini (como es sabido, ni siquiera había tenido buenas relaciones con Roncalli), y continuó rezándola hasta que murió en 1968.
A raíz de ello, la Misa que siempre había celebrado la Iglesia fue sustituida por una nueva celebración: el 3 de abril de 1969 el papa Pablo VI, por la constitución apostólica Missale romanum, introdujo novedades radicales en el modo de celebrar la Misa: el Novus ordo Missae. Es decir: teniendo en cuenta las barbaridades a las que ha dado carta de ciudadanía, es lo más alejado que pueda haber de la Misa verdadera instituida por Cristo.
De ahí la resistencia de tantos sacerdotes santos y valientes –entre los que se cuenta monseñor Lefebvre– para los cuales el único motivo válido que puede tener un católico para resistirse a la autoridad de la Iglesia es la Fe.
En concreto, por lo que atañe a la liturgia, sólo la fe puede motivar el rechazo del nuevo rito de la Misa, y la razón fundamental por la que ningún sacerdote ni fiel puede aceptar el Novus Ordo es precisamente porque «representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una notable desviación de la teología católica », como pusieron de relieve los cardenales Bacci y Ottaviani (Breve examen crítico del Novus Ordo Missae, dirigido en 1969 a Pablo VI).
Semejante apartamiento de la teología católica es fruto de un acercamiento, deseado y consentido, a la doctrina y la liturgia protestante, como declaró el propio Pablo VI al instaurar el nuevo rito: «El esfuerzo solicitado a los hermanos separados para que se reencuentren debe corresponderse con el esfuerzo, igualmente mortificante para nosotros, de purificar la Iglesia romana en sus ritos para que se vuelva deseable y habitable» (J. Guitton, Pablo VI secreto, Ediciones Encuentro.)
De hecho, como es sabido, Pablo VI pidió a seis pastores protestantes que formaran parte de la comisión encargada de elaborar la nueva Misa. Uno de ellos, Mark Thurian, de la comunidad de Taizé, declaró con motivo de la publicación del nuevo misal: «Esta Misa renovada no tiene nada que pueda molestar verdaderamente a los protestantes evangélicos» (M. Thurian, en La Croix, 30 de mayo de 1969).
El resultado ha sido que lo largo de los años la Iglesia Católica se ha ido protestantizando poco a poco. Y otro motivo de esa protestantización es que el Santo Oficio, que se creó para contrarrestar la herejía luterana (en 1542) y hacia el que está comprobado que Juan XXIII sentía repulsión (!) duró hasta Montini (1964), que lo desmanteló.
Monseñor Lefebvre, defensor de la tradición de la Iglesia, nos dejó estas palabras: «Es indudable (…) que debemos combatir las ideas que están de moda en Roma y expresa el Papa. Las combatimos porque no hacen otra cosa que repetir lo contrario de lo que han declarado y enseñado solemnemente los papas durante siglo y medio. Entonces, hay que elegir. Es lo que le dije a Pablo VI. Nos vemos obligados a escoger entre vosotros, los del Concilio, y vuestros predecesores. ¿A quién hay que dirigirse? ¿A los predecesores que afirmaban la doctrina de la Iglesia, o a las novedades del Concilio Vaticano II que vosotros habéis confirmado?»
Es la pregunta que interpela la conciencia de todo fiel que quiera seguir siendo católico. Y es la pregunta que nos plantea el Señor: «El Hijo del Hombre, cuando vuelva, ¿hallará fe en la Tierra?» (Lc. 18,8).
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)