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martes, 17 de octubre de 2023

Laudate Deum o el nuevo dogma climático



Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una “crisis climática” completamente inexistente donde se asegura que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si, publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas

Laudato Si afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad”[2] . Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que “sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.
Laudate Deum trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.
Por otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el “ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones” (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa” (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que “los signos de cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).

Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en los próximos años”. Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio

El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva” (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.

El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum

Tras los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.

La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si, denomina “paradigma tecnocrático”, y previene acertadamente del peligro de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder. Esta necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda 2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a quién se refiere la exhortación cuando habla de “grandes poderes económicos” o de las “élites del poder”, si no son ésas.

En este sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del Club de Roma y gran antinatalista del s. XX, cuando escribía que “el enemigo común de la humanidad es el hombre”, añadiendo: “Al buscar un nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del calentamiento global (…) encajaría perfectamente” [26]. Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que “los actuales estilos de vida y los modelos de consumo de la clase media – incluyendo el elevado consumo de carne, el uso de combustibles fósiles, etc. – no son sostenibles”. Según James Dellingpole, lo que más interesaba a Strong era “la idea de un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada”, y muy pronto detectó que la mejor manera de lograrlo era “manipulando y explotando la preocupación internacional sobre el medio ambiente” [27]. Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo, sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000 millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen del mantenimiento del alarmismo climático.

La segunda parte (n. 34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y unas propuestas para la cumbre del clima COP 28 que se celebrará dentro de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo principal de esta exhortación. En este largo apartado, perteneciente al ámbito de la política y extraño al contenido de un documento magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la sorprendente justificación de los grupos ecologistas “radicalizados” (n.58). El segundo es la insistencia en la creación de “organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real” (n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 “sea histórica” con “formas vinculantes de transición energética que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear”, de modo que el proceso que se inicie sea “drástico e intenso” (n. 59). Primero, las energías renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente sin precedentes.

El inquietante trasfondo antropológico

El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación internacional.

Lo más preocupante de Laudate Deum es que subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado que defiende la “eco-teología de la liberación”, denomina la especie humana “un parásito, un cáncer de la Tierra”, acusando a las religiones “abrahámicas” de ser “las más violentas” hacia la “Madre Tierra”[28]. Pues bien, si Laudato Si denunciaba “los constantes desastres que el ser humano ocasiona” (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como “seres altamente peligrosos” (n.28).

Pero el hombre no es una criatura más, sino la “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24), por lo que resulta desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. “Las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas” (n. 15). En efecto, a algunas nos las comemos, como ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan entre sí, pero cuesta comprender que sean “compañeros de camino” del hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre la “estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes” que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).

Más preocupante es su afirmación de que “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un antropocentrismo situado” (n.67). ¿Cosmovisión o Revelación? Y ese “pero hoy”, ¿qué significa exactamente? Finalmente, al afirmar que “Dios nos ha unido a todas sus criaturas” y que todo el mundo es una “zona de contacto” (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica la “excepcionalidad humana” propuesta por el “monoteísmo judío y cristiano”[29].

Laudate Deum no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia. Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones científicas, defiende a las mismas “elites de poder” que denuncia y convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los intereses políticos de la ONU. Asimismo, en un mundo carente de Dios y saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más cubierto por las tinieblas.

Rezo para que la Iglesia descubra que detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].


[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350 Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Dellingpole, Watermelons, 2011
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016
[29] Donna J. Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.

viernes, 6 de octubre de 2023

Mis tres ‘dubia’ sobre Laudate Deum (un excelente artículo de Carlos Esteban)



La reciente exhortación Laudate Deum, anunciada como segunda parte de la encíclica ecológica Laudato sì, suscita, al menos en quien esto escribe, ciertas dudas que expongo a continuación.

Las dubia, como las sometidas recientemente al Papa por cinco cardenales sobre asuntos que conciernen al sínodo de la sinodalidad, son un procedimiento formal, previsto aunque excepcional, por el que se ruegan aclaraciones sobre un texto pontificio. Sus protagonistas suelen ser prelados, pero el propio Papa Francisco ha expresado en incontables ocasiones, y muy especialmente con el presente sínodo, su voluntad de que los laicos transmitamos nuestras preocupaciones y sugerencias, lo que me ha animado a exponer las presentes ‘dubia’.

Primum dubium. Incluso si la teoría del cambio climático antropogénico se revela como no solo cierta, sino incluso como una catástrofe de proporciones apocalípticas para todo el planeta, ¿es competencia del Santo Padre? La misión estricta del sucesor de Pedro es, según las Escrituras y la Tradición, “confirmar en la fe a los hermanos” como custodio del Depósito de la Revelación. ¿Pertenece a la Revelación el Cambio Climático y sus consecuencias?

Una vez más, partamos de la hipótesis (más que discutible, como veremos más adelante) de que, en efecto, la actividad humana está contribuyendo a un dramático cambio en el clima planetario. ¿Qué autoridad tiene la cabeza de la Iglesia Católica para disertar sobre el mismo, urgiendo a adoptar ciertas medidas sobre las que no es un experto? Incluso el más fiel de los católicos, si acepta las premisas de esta teoría, prestará naturalmente más atención a los mensajes de investigadores de primera línea y autoridades científicas.

Porque una cosa es incidir desde la Cátedra de Pedro en la obligación de todos los hombres, no solo los cristianos, de cuidar la Creación -un aspecto de la teología moral sobre el que, en cualquier caso, ni el Evangelio ni los Padres han dedicado especial atención-, y otra muy distinta es abrazar una hipótesis científica concreta que no guarda relación alguna con la fe.

Y esto me lleva directamente a la segunda cuestión:

Secundum dubium. En nuestra primera cuestión hemos partido, ex hypothesi, de que existe una certeza sobre la realidad de la teoría del cambio climático antropogénico. Pero eso está lejos de ser cierto. ¿Es prudente que el Santo Padre comprometa, como mínimo, el prestigio de la Sede Petrina, abrazando autoritativamente una hipótesis científica que bien podría revelarse errada en todo o en parte? ¿Tiene sentido dar la apariencia de un respaldo casi dogmático a un saber científico, por claro que aparezca a ojos humanos?

Antes de continuar conviene aclarar qué comporta la teoría del cambio climático antropogénico dominante ahora en el panorama internacional. Para no ser tachado de negacionista y arrojado a las tinieblas exteriores es necesario creer con fe cierta todas y cada una de las siguientes afirmaciones:

1. No basta afirmar que existe el cambio climático, que equivale a hablar del agua mojada o del fuego ardiente, porque la naturaleza del clima es el cambio. No: hay que creer en un cambio significativo y permanente del clima a escala planetaria, evidenciado sobre todo por un aumento de la temperatura media, mediante un mecanismo que implica el aumento de emisiones de determinados gases, muy especialmente el dióxido de carbono.

2. Asimismo hay que creer que este cambio de paradigma climático es debido a la actividad humana, muy especialmente a la actividad industrial.

3. Es también necesario creer que las consecuencias de este cambio son un mal sin mezcla de bien alguno. No es aceptable argumentar que el planeta ha vivido periodos bastante más cálidos que el actual, incluso en épocas históricas, y que las consecuencias han sido, en general, bastante positivas, como en el Óptimo Medieval, o que la tierra ha salido solo recientemente (en el siglo XIX) de una Pequeña Glaciación que ha durado siglos, por lo que podría considerarse, en forma impropia, que se está volviendo “a la normalidad”.

4. Por último, hay que creer que el fenómeno es reversible. Este último punto es de los más delicados, pero también de los más cruciales. Desde que se anunció este proceso, allá por los años ochenta del pasado siglo, se nos ha venido advirtiendo regularmente que nos quedaban X años para que no hubiera marcha atrás, pero en cada caso la fecha ha llegado, la catástrofe no se ha materializado y, como en las sectas milenaristas, los profetas han vuelto a atrasar la fecha del apocalipsis. La razón que aducen los negacionistas es que si alguna vez se declarara la irreversibilidad, las medidas draconianas que se nos quieren imponer no tendrían razón de ser.

Pero pese a que el Papa afirma que el consenso científico es casi absoluto, que los disidentes son una minoría ínfima y, sugiere, irrelevante, lo evidente es que ese no parece ser el caso.

La ciencia es un saber que avanza por confirmación física. Si las previsiones que se hacen a partir de una hipótesis no se cumplen, la hipótesis es falsa, al menos en alguna medida. Y muchas profecías se han incumplido; todas, de hecho.

Por otra parte, recientemente se hizo pública una declaración firmada por más de un millar de científicos asegurando que no estamos ante una emergencia climática. No hablamos de opinadores o aficionados: son investigadores de primera línea, y entre los firmantes figuran dos premios Nobel.

¿Pueden estar errados? Naturalmente. Pero eso no puede saberlo el Papa, que con esta exhortación se arriesga a comprometer el prestigio de la Sede Apostólica.

No está lejos en absoluto el repetido mensaje papal exhortando a la vacunación contra el covid, que declaró como un ‘deber moral’ y calificó de ‘acto de amor’. Las intenciones, incluso la lógica, de ese mensaje es impecable, pero solo si el tratamiento recomendado funcionaba exactamente como se anunció universal y repetidamente. No fue el caso. Los propios fabricantes confesaron que la ‘vacuna’ no pretendía detener la transmisión de la enfermedad -de hecho, no lo hacía-, negando así lo que la podía convertir teóricamente en un ‘acto de amor’. Por otra parte, aún es pronto para analizar todos los datos que van apareciendo sobre sus efectos secundarios en una minoría de sujetos, que quizá podrían hacerla poco aconsejable para una campaña universal.

Y, por último:

Tertium dubium. La Iglesia vive objetivamente un momento de crisis y confusión. La crisis es perfectamente medible con parámetros usados para cualquier realidad humana: número de católicos en Occidente, apostasías, vocaciones sacerdotales y religiosas, práctica de los sacramentos, desacuerdos doctrinales. Se mida como se mida, todos los factores apuntan no solo a una reducción de la Iglesia, sino a su irrelevancia como ‘sal’ de las sociedades donde habitan los cristianos.

Por otra parte, los principios de nuestra fe están en continua y ruidosa discusión, y la palabra ‘cisma’ aparece cada vez más a menudo en boca de los comentaristas, e incluso del propio Santo Padre.

Así las cosas, ¿tiene sentido, en este panorama, que el Papa dedique dos documentos magisteriales al ‘cuidado de la casa (material) común’, ignorando aparentemente la angustia de tantas almas? Al fin, el objetivo último de toda la estructura eclesial, la razón de ser de cada uno de sus elementos, es la salvación de las almas, no la supervivencia del planeta.

Carlos Esteban

martes, 25 de julio de 2023

Juntos por una Jornada Mundial de la Juventud más sustentable Lisboa 2023





El Santo Padre nos desafía a crear un evento joven, con vida y fuerza. Es por ello que miramos a la JMJ Lisboa 2023 con una mente fresca y creativa, además de lúcida y responsable.

El mes de agosto de 2023 acogerá un acontecimiento sin precedentes. Debemos aprender de la experiencia adquirida en las jornadas anteriores fomentando la creatividad y la innovación.
Esta Jornada se basará en los pilares de las encíclicas del Papa Francisco Laudato Si’ y Fratelli Tutti y en la exhortación apostólica Christus Vivit, en las que se nos llama a cuidar nuestra Casa Común. 
El Santo Padre nos dice que “todo está conectado. Por lo tanto, la preocupación por el medio ambiente debe ser asociada a un amor sincero por nuestros semejantes y a un compromiso inquebrantable con la solución de los problemas de la sociedad” (LS, 91). 

La JMJ Lisboa 2023 tendrá en su génesis el concepto de ecología integral.

Nuestra misión es construir la JMJ Lisboa 2023 teniendo en cuenta los objetivos de sostenibilidad abrazados en todo el mundo, los Laudato Si’ presentados por el Vaticano y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ODS), siguiendo las orientaciones de la Santa Sede.

El punto de partida de este compromiso es la austeridad de cada uno de nosotros con respecto al uso de los bienes, así como la honestidad para hacerlo lo mejor posible. Que la JMJ Lisboa 2023 nos desafíe, para que “cada uno de nosotros salga de este encuentro mejor que cuando llegó” (Papa Francisco a los jóvenes organizadores de la JMJ Lisboa 2023, marzo 2022).

Inspirados en estos valores y teniendo en cuenta el llamado del Santo Padre para que vivamos según los valores de la fraternidad universal y del cuidado de nuestra casa común, nos comprometemos a:

Hacer de la sostenibilidad un objetivo central en la realización de la JMJ Lisboa 2023.

Queremos que la JMJ Lisboa 2023 sea un referente en el compromiso con la sustentabilidad y que deje un legado positivo y duradero para el territorio, la comunidad en general, el equipo, los socios, los voluntarios y los peregrinos.

Tendremos como fuentes de inspiración y principales indicadores los objetivos ya referidos.

¡Construyamos juntos la Jornada Mundial de la Juventud más sustentable de la historia!

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Las nuevas obsesiones



El Papa Francisco, al comienzo de su pontificado, allá por 2013, comentó en una entrevista que los católicos no debíamos estar hablando todo el rato del aborto, los homosexuales o los anticonceptivos.

Desde luego, la Iglesia no debe estar hablando siempre sobre esos temas, pero si en algo se ha caracterizado la Iglesia a lo largo de los siglos ―o al menos, eso debería buscar― es por ser una voz profética; es decir, señalar aquellos errores que su tiempo no ve, en los que cae sin un atisbo de escrúpulos.

Esas obsesiones que citaba el Santo Padre atentan o contra la vida, como es el caso del aborto, o contra la antropología del ser humano, como es el caso de las cuestiones sexuales, y están tan extendidas en el mundo y vistas como derechos y avances, que el deber de la Iglesia, a mi juicio, es intentar arrojar luz sobre estos errores.

Evidentemente, siendo cuestiones graves, los jerarcas eclesiásticos tampoco deberían estar continuamente hablando de estas cuestiones, algo que, por otra parte, nunca he visto. Más bien era la práctica habitual de los medios de comunicación, en los que solo aparecía algún obispo o cardenal en los medios generalistas cuando expresaba la doctrina de la Iglesia sobre estas cuestiones, algo que provocaba escándalo en las masas post-modernas.

Lo que si veo, queridos lectores, son las obsesiones de los últimos años. Si un futuro Papa fuera entrevistado dentro de unos años, bien podría decir que los católicos no deberíamos estar hablando todo el rato del cambio climático, las vacunas o la multilateralidad.

Hoy, 3 de noviembre, he entrado en la página web del medio vaticano Vatican News y he visto las siguientes noticias:

“COP26. Detener deforestación para el 2030”

“COP26: Movimiento Laudato si’ pide compromisos más ambiciosos a gobiernos”

“Brasil: Misioneros combonianos invierten en agroecología”

“Papa a la COP26: Deuda ecológica y deuda externa obstaculizan el desarrollo de los pueblos”

“Las experiencias de la Laudato si’ recogidas en un e-book”

“El Papa: del grito de la tierra y de los pobres un llamamiento a cambiar el modelo de desarrollo”

“La tierra que sufre es el grito de los pobres y será el grito de todos”

“Algodón orgánico, una oportunidad para 300 niñas de la India”

“Caritas Internacional: adoptar políticas climáticas a favor de los pobres”

Creo que no hace falta que añada nada más. Bueno, sí. A diferencia de las anteriores obsesiones, que el mundo ha olvidado y, es más, transgrede con fiero entusiasmo, las nuevas, como es el cambio climático, coinciden milimétricamente, salvo alguna vaga referencia a la Creación, con las de los poderosos y activistas que se reúnen estos días en Glasgow.

Fernando Beltrán

jueves, 10 de septiembre de 2020

Ecología integral, un concepto distorsionado (Stefano Fontana)



Hay algunos comentaristas, más recientemente Stefano Zamagni, que apoyan la idea de que por primera vez en este pontificado se ha vinculado la relación entre la ecología humana y la ecología ambiental. Nada más falso. El verdadero punto de inflexión es que ahora se está subvertiendo el orden que los papas anteriores habían aclarado: la ecología humana funda la ambiental.

El diario Avvenire publicó el pasado jueves 3 de septiembre una reseña de Stefano Zamagni del libro de Mario Toso, obispo de Faenza-Modigliana y experto en la doctrina social de la Iglesia, “ Ecología integral, tras el coronavirus ” (Fray Jacopa 2020). Podremos detenernos mejor en el libro en el futuro, por ahora me gustaría comentar el concepto de "ecología integral", presente como se le conoce en el Papa Francisco 'Laudato Si' , tal como lo presenta Zamagni en el artículo mencionado.

Dice que la novedad de este concepto es que "la ecología social y la ecología ambiental son como las dos caras de una misma moneda y, por tanto, no pueden tratarse por separado como hasta hace poco". En otras palabras, la "ecología integral" dice que la "Iglesia se ocupa no sólo del ser humano, sino también de la naturaleza".

Al leer estas líneas, el lector puede pensar que en el magisterio pontificio inmediatamente anterior al Papa Francisco esta interrelación entre ecología humana y ecología ambiental no se conocía o se descuidaba, y que finalmente la Iglesia la ha entendido. Esto no es verdad. Lo dijo con gran claridad tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI.

Bastaría leer el párrafo 51 de Caritas in veritate (2009). de Benedicto XVI: “Todo daño a la solidaridad y la amistad civil causa daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que ya casi no constituye una variable independiente. La desertificación o el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también el resultado del empobrecimiento de las poblaciones que allí habitan y su atraso. Al fomentar el desarrollo económico de esas poblaciones, también se protege la naturaleza. Además, ¡cuántos recursos naturales son devastados por las guerras !. La paz de los pueblos y entre los pueblos también permitiría una mayor protección de la naturaleza… ”.

Hay muchos ejemplos de intervenciones del magisterio petrino anterior al Papa Francisco sobre la interconexión entre la ecología humana y la ecología ambiental.

Desde este punto de vista, por tanto, el concepto de “ecología integral” no es nada nuevo, si se limita a señalar esta relación. Insistir en su novedad desde este punto de vista, como parecen hacer Zamagni y muchos otros, significa olvidar la enseñanza anterior y presentar el concepto de "ecología integral" como un punto de inflexión.

Que se trata de un "punto de inflexión" es cierto, pero no en este punto, no porque indique una relación hombre-medio ambiente hasta ahora descuidada, sino porque corre el riesgo de equiparar las dos dimensiones. Los pontífices anteriores siempre han destacado la relación, pero también el orden de esta relación que prevé la superioridad de la ecología humana sobre la ambiental. Volviendo, nuevamente para dar un ejemplo entre muchos, al párrafo 51 de Caritas in veritate , también leemos que “la Iglesia tiene la responsabilidad de la creación y debe hacer valer esta responsabilidad también en público. Y al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el aire y el agua como dones de la creación que pertenecen a todos. Sobre todo, debe proteger al hombre de la autodestrucción ”.

Lo que marca la diferencia es el adverbio "sobre todo", que indica una prioridad de valor y propósito que es bíblica y teológicamente indiscutible. Benedicto XVI hace una aplicación muy clara y hoy bastante en desuso: 

"Si no se respeta el derecho a la vida natural y a la muerte, si la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre se hacen artificiales, si los embriones humanos se escarifican en la En la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y, con él, también el de ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones que respeten el medio natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas ”.

En el concepto de "ecología integral" este orden para el cual las dos ecologías -humana y ambiental- no están al mismo nivel sino que la segunda está subordinada a la primera y depende de ella, no está nada claro. 

El hecho de que no esté claro también lo confirman dos aspectos de la vida concreta.

El primero es que la línea de compromiso ecológico señalada por el Vaticano a los católicos es una de colaboración con todos, incluso con quienes no respetan el citado orden o incluso lo vuelcan.

El segundo es que la sensibilidad común, incluso católica, ahora está dispuesta a tolerar el aborto estatal, pero no el desperdicio de agua potable para uso doméstico, el suicidio asistido, pero no el abandono de animales en el período estival, la supresión de embriones humanos, pero no calefacción doméstica con gas natural en lugar de fotovoltaica

La militancia de los católicos en los movimientos ecologistas a menudo revela esta distorsión de prioridades que el concepto de "ecología integral" ciertamente no corrige y no ayuda a evitar.

Stefano Fontana - Fuente

viernes, 21 de junio de 2019

Sínodo sobre la Amazonia, el problema está en la Laudato Si (Riccardo Cascioli)



Para entender cómo ha podido hacerse público un documento desconcertante como es el documento preparatorio para el Sínodo sobre la Amazonia, hay que remontarse a la encíclica Laudato Si'. Es allí que se encuentran los principios que en el Sínodo sobre la Amazonia son llevados a sus últimas consecuencias.

Un documento desconcertante como el Instrumentum Laboris para el Sínodo sobre la Amazonia no se comprende si no es como el resultado de un crecimiento constante de una corriente ecologista en la Iglesia, que en la encíclica Laudato Si' (2015) tuvo su reconocimiento oficial y, en consecuencia, su elevación a doctrina.

El giro representado por la encíclica sobre el medio ambiente va más allá de la atención a la “casa común”; de hecho, es una toma de distancia de la tradicional antropología católica para incluir categorías sociales y políticas que tienen su raíz en el darwinismo social. En la Laudato Si' llega el eco de la Carta de la Tierra, una declaración de principios éticos fundamentales que nace de un proyecto madurado en Naciones Unidas, en el que el hombre pierde su centralidad en lo creado para convertirse en parte de una “comunidad de vida” en la que tiene la misma dignidad que animales y vegetales. Se trata de una visión fundamentalmente panteísta, de tal modo que la referencia obligada a la Revelación cristiana presente en la encíclica parece más que nada yuxtapuesta a concepciones religiosas que tienen una raíz bien distinta.

En el catolicismo, la armonía en la Creación proviene de una relación correcta del hombre con el ambiente circundante y con Dios que se resume en la fórmula “la naturaleza es para el hombre, pero el hombre es para Dios”. En otras palabras, la relación correcta del hombre con la naturaleza es consecuencia del reconocimiento de la pertenencia a Dios, hacia quien se es responsable del modo en el que usamos los dones de la naturaleza, así como de las relaciones con los otros hombres. Es exactamente la visión que está bajo el tan incomprendido e instrumentalizado Cántico de las Criaturas de San Francisco.

Aunque en la Laudato Si' se critica explícitamente el “biocentrismo” típico de la llamada “ecología profunda”, de hecho la fuerte y justificada critica al antropocentrismo moderno no es la ocasión de reafirmar la tradicional visión católica. Tan cierto es esto que se desestima mediante una broma la experiencia del monacato benedictino, que por el contrario es el ejemplo más grande en la historia de lo que significa una relación correcta con la naturaleza que desciende del “Quaerere Deum” [buscar a Dios]: en una vida vivida como búsqueda de Dios, el hombre colabora con la obra de la Creación, haciendo florecer la naturaleza a su alrededor. En cambio, se proponen como modelo de armonía entre el hombre y la naturaleza las comunidades primitivas y aborígenes (n. 146), según una visión tan idílica como irreal. Es precisamente esta exaltación de las culturas indígenas la que es llevada a las consecuencias extremas en el Instrumentum Laboris.

Tal impostación no es sorprendente si se considera que una contribución decisiva a la redacción de Laudato Si' provino del ex fraile franciscano brasileño Leonardo Boff, principal exponente de la teología de la liberación, condenado ya en la década de 1980 por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Desde la década de 1990 Boff vive en una reserva ecológica y además de haber llevado a cabo actividades académicas y de ensayos, ha apoyado los principales movimientos ecológicos y marxistas de América Latina. Fue él mismo quien reveló que fue el Papa Francisco quien lo llamó y quiso leer todos sus libros como ayuda para  escribir Laudato Si'. Y la influencia es más que evidente. Así como, por ejemplo, al asumir acríticamente la catástrofe ambiental –climática y no solo ésta– como fundamento sobre el cual impostar lo que el Papa definió como “conversión ecológica”. Es la primera vez que un análisis social y político, por su naturaleza opinable y sujeto a correcciones, se convierte en fundamento de un acto magisterial y, también aquí, es la misma impostación que encontramos en el Instrumentum Laboris.

Otro giro decisivo fundamental de la Laudato Si' es la adopción del concepto de “desarrollo sustentable”, que los pontificados anteriores habían rechazado siempre. Demasiado superficialmente, de hecho, se piensa que la “sustentabilidad” se refiere simplemente a la inclusión del respeto por el medio ambiente como uno de los criterios de valoración de iniciativas económicas, sociales y políticas. La sustentabilidad, por el contrario, es un concepto mucho más amplio, afirmado en la década de 1980 en el ámbito de las Naciones Unidas, hijo de una concepción atea y materialista. Fundamento del concepto de sustentabilidad es una visión negativa del hombre, elemento disruptivo para el ecosistema global: es por eso que las políticas ambientales globales tienden a limitar el impacto humano, cuantitativa y cualitativamente. Es decir: control de la natalidad en los países pobres, freno al desarrollo y desindustrialización en los países ricos.

Si bien en la Laudato Si' encontramos una fuerte acentuación del segundo aspecto pero un rechazo de principio de los métodos de control de los nacimientos, parece evidente que si se asumen por buenos los principios que están a la base de una concepción global de la relación hombre-naturaleza, rehusarse a adoptar las consecuencias prácticas se convierte en puro moralismo destinado antes o después a ceder totalmente

En otras palabras: si se da por bueno que la presencia y la actividad humanas es dañina para el medio ambiente y pone en riesgo la supervivencia misma del planeta; si se continúa lanzando alarmas sobre la próxima catástrofe, si se afirma que estamos al borde del abismo, es necesario aceptar tarde o temprano medidas de emergencia para detener la actividad humana, incluida la difusión de métodos anticonceptivos para controlar los nacimientos. Así como se considera la cultura aborigen como un modelo de armonía, no puede no continuarse de ello la valorización de las religiones animistas y la condena de la evangelización, que en efecto parece clara en el Instrumentum Laboris.

La verdadera puesta en juego, entonces, no es tanto el cuidado del medio ambiente –lo que obviamente debe hacerse– ni las medidas para salvar la selva amazónica (admitido que ésta es la tarea específica de la Iglesia). Hay mucho más, está el contenido mismo de la fe católica. Por esta razón se torna importante que los obispos tomen conciencia de esto y comiencen por rechazar el Instrumentum Laboris en vista del Sínodo sobre la Amazonia.

Riccardo Cascioli

Publicado originalmente en italiano el 20 de junio de 2019, en www.lanuovabq.it/it/sinodo-amazzoni…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

jueves, 20 de junio de 2019

Roma se une a otras confesiones para celebrar el ecologista Tiempo de la Creación (Carlos Esteban)



El Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Integral Humano urge a los católicos a poner ‘en práctica’ la encíclica ecologista Laudato Sì y a unirse a otras confesiones en un Tiempo de la Creación en septiembre para combatir el Cambio Climático.

El dicasterio urge a agrupaciones católicas, ortodoxas, anglicanas y protestantes a celebrar el mes de septiembre como un Tiempo de la Creación centrado en presionar para que se aprueben medidas contra el Cambio Climático, tomando esta hipótesis de Naciones Unidas como verdad revelada.
Se celebrarán actos entre el 1 de septiembre hasta el 4 de octubre, con el objetivo global de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados, en línea con la meta fijada en el Acuerdo de París a finales de 2015, el mismo año que vio la publicación de la encíclica ecológica de Francisco, Laudato Sì.

La jerarquía católica se ha lanzado al evangelismo ecológico con un celo flamígero que hacía mucho tiempo que no veíamos en nuestros pastores hacia ninguna otra causa, incluida la de la salvación de las almas. Esta misma semana, el órgano oficial de la Archidiócesis de Madrid, Alfa & Omega, abre con el titular ‘Objetivo: Salvar el Amazonas’.

Es legítimo, supongo, que uno se pregunte qué influencia puede tener la jerarquía madrileña en la ‘salvación’ del remoto río sudamericano y su entorno, o por qué es tan relevante para unos pastores a los que se ha encomendado la terrible responsabilidad de las almas de los fieles católicos y su salvación eterna, incluso mucho tiempo después de que el planeta en general y el Amazonas en particular no sean apenas ni un recuerdo.

El problema de reclutar a los cristianos en estos esfuerzos al servicio de una ideología laica, por nobilísima que sea, en detrimento de asuntos más centrales a nuestra fe y nuestro destino eterno, no es meramente, con ser mucho, la inevitable inmanentización de la fe. Esa urgencia por ‘salvar el planeta’, e incluso por reducir tácitamente la Creación a la materia, transmite por oposición la idea de que la creencia en las realidades sobrenaturales no es demasiado fuerte. En efecto, es difícil convencer al mundo de que la Iglesia cree realmente que en cada momento nos jugamos nuestro destino eterno, que Dios mismo se ha hecho hombre para salvarnos, no de la contaminación o el cambio climático, sino del pecado, si un mensaje tan urgente y transcendental se predica con sordina y como de pasada y la atención se centra en lo que, como el cielo y la tierra, pasará inevitablemente.

Paso por alto el riesgo cierto de ‘casar’ de modo tan explícito a la Iglesia de Cristo con una teoría humana como es el Cambio Climático, que si corresponde al ‘consenso científico’ de nuestros días lo mismo puede decirse de la Teoría Ptolemaica en la época de Galileo.

Pero, en la práctica, quizá lo más triste e inmediato sea lo que tiene de negación de credibilidad y atractivo del mensaje cristiano a los ojos del mundo. Ir con ingenua emoción al mundo a venderle las mismas ideas que él ha creado, envueltas en celofán eclesial, sólo puede provocar el desprecio del mundo. ¿Cuál podría ser la respuesta, sino: “vale, me alegro de que al fin te hayas convencido de que yo tenía razón, lo que me confirma que el resto de tu mensaje no puede tener demasiado valor”?

Carlos Esteban

viernes, 25 de enero de 2019

EFECTO 'LAUDATO SI’: UN REJUNTE SINIESTRO (abortistas, mundialistas y vividores)




“La cancillería de Panamá en conjunto con la Pontificia Academia de las Ciencias celebrará una conferencia sobre la Laudato Si’.
Publicada en el 2015 y utilizando la frase del cántico de San Francisco de Asís, la encíclica Laudato Si’ forma parte clave del ministerio petrino del Papa Francisco.
La conferencia tendrá como ponentes al Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa con la conferencia: “La importancia de la Encíclica Laudato Si’”. Dr. Hans Joachim Schellnhuber, director emérito del “The Potsdam Institute for Climate Impact Research (PIK)”, con la conferencia: ” El reto del cambio climatico”. Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, con la conferencia: “Buenas prácticas para erradicar el crimen de las nuevas esclavitudes” y para finalizar, el Profesor Jeffrey Sachs, de la Columbia University,  economista y consejero del Secretario General de las Naciones Unidas, con la conferencia: “Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”. 
“En la Encíclica Laudato si’ y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Papa Francisco aborda   temas de preocupación mundial como la  trata de personas y el cambio climático y plantea que para erradicar la primera y dar dignidad y libertad a cada persona es necesario erradicar la pobreza, educar a todos y a todas, equilibrar el clima, empoderar a la mujer,proporcionar pan, agua y salud sin excluir, y asegurar un desarrollo humano integral”.
Notas catapúlticas
1)Schnellhuber y Sachs forman parte de la célula abortista que opera en el Vaticano, al amparo de Sánchez Sorondo, personaje que se da la gran vida sin que le importe nada de nada. Obviamente, cuenta con la protección del capo di tutti capi.
2)De este rejunte, CATAPULTA se ha ocupado reiteradamente.
3)El indigerible mamotreto de “la encíclica verde”, pretende apuntar contra “el consumismo”. Pero ¡oh casualidad! estos cuatro vividores son grandes consumidores de billetes “verdes”, especialmente el pesce grosso  Maradiaga. Sobre este perdulario ver https://infovaticana.com/2018/09/10/la-insostenible-situacion-de-maradiaga-en-honduras/
Augusto Padilla

lunes, 16 de julio de 2018

El Papa vuelve a advertir del riesgo de dejar a nuestros descendientes un planeta expoliado (Carlos Esteban)




“Hay un peligro real de que dejemos a las generaciones futuras sólo escombros, desiertos y basura”, aseguró el Papa Francisco en la conferencia internacional con que marcó el tercer aniversario de su encíclica ecológica Laudato Si, informa Associated Press.

La encíclica, asegura AP, tenía como objetivo incitar a la acción en la Conferencia del Clima de París de 2015. De hecho, en este tercer aniversario Francisco ha urgido a los líderes mundiales a que se comprometan con lo acordado en los Acuerdos de París, formados por 195 países, aunque debilitados por la salida de Estados Unidos de los mismos, anunciada por Trump en 2017.

Su Santidad, que nunca ha ocultado su preferencia por los organismos supranacionales, subrayó también que organizaciones tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial podrían desempeñar un papel esencial promoviendo reformas que conduzcan a un desarrollo sostenible, el ‘mantra’ del momento que pocos aciertan a definir de modo concreto.

“Nos duele ver las tierras de pueblos indígenas expropiadas y sus culturas destruidas por estrategias predatorias y por nuevas formas de colonialismo, alimentadas por la cultura del derroche y el consumo”, añadió Su Santidad. 
Conviene señalar que “indígena” no diseña, en ningún caso, los pueblos originarios de Europa, la destrucción de cuya cultura no es algo que deba doler a nadie.
“La civilización -ha recordado el Santo Padre- exige energía, pero el uso de la energía no debe destruir la civilización”. 
La relación que puedan tener estas urgentes y repetidas demandas de Su Santidad con su misión específica de líder de los católicos es, para muchos, misteriosa, especialmente cuando parecen ocupar una parte desproporcionada de su tiempo, energía y preocupación en un momento en que la Iglesia no atraviesa, precisamente, su época más brillante y reposada.

Carlos Esteban

viernes, 13 de julio de 2018

De salvar el alma a salvar la tierra. El nuevo paradigma



Al presentar la Conferencia del Vaticano celebrada del 5 al 6 de julio para conmemorar el tercer aniversario de Laudato Si , el Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral anunció que se ha vuelto “libre de plástico” como una forma de dar buen ejemplo a todos.  Pero, ¿es este el testimonio que Cristo ha pedido?
La semana pasada, del 5 al 6 de julio, se celebró una gran conferencia internacional en el Vaticano, que quería hacer un gran negocio sobre el tercer aniversario de la publicación de la encíclica Laudato Si . El título de la conferencia fue “Salvar nuestro hogar común y el futuro de la vida en la Tierra”. 
La conferencia fue organizada por el nuevo Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, presidido por el Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, junto con Caritas Internationalis y el Global Movimiento Católico del Clima. Asistieron políticos, científicos, economistas y representantes de organizaciones no gubernamentales, todos los cuales están obviamente convencidos o de alguna manera promotores del ecologismo y la batalla contra el cambio climático.
 (…) creo que vale la pena detenerse en un detalle particularmente curioso que fue noticia durante la conferencia de prensa ofrecida en la Conferencia. Dado que “es necesario liderar dando buen ejemplo” -como explicaron los jefes del Dicasterio Vaticano- y también porque la Conferencia está dedicando mucho tiempo a discutir “buenas prácticas”, el Dicasterio para Promover el Desarrollo Humano Integral anunció que es el primer departamento del Vaticano para ser “libre de plástico” .
Dado que el plástico es el nuevo “Enemigo Número 1”, su uso ha sido prohibido en todas las oficinas del Dicasterio: todos los empleados y funcionarios ahora traerán envases de vidrio para bebidas de su hogar, usarán solamente cubiertos de metal, y así sucesivamente. 
Y como los católicos son por naturaleza misioneros, la intención [del Dicasterio] es extender esta iniciativa a todas las oficinas del Vaticano.  Pero eso no es todo: debido a su deseo infinito de lo bueno, el Secretario del Dicasterio también ha anunciado el objetivo de convertirse en “carbono neutral” desde el punto de vista de las emisiones de anhídrido de carbono que, de acuerdo con la teoría que ve la actividad humana como la principal causa del cambio climático – se alega que son la causa del calentamiento global. 
Así que ahora tendremos monseñores y empleados del Dicasterio comprometidos con la cuantificación y, por lo tanto, la reducción y compensación de sus emisiones de dióxido de carbono. Por muy tentador y fácil que sea, evitaré comentar cómo sería posible reducir las “emisiones” de los Monseñores para ir directamente al meollo del asunto.
Supongamos por un momento, y no reconozco que sea cierto, que la teoría del cambio climático impulsado por los seres humanos es correcta.  ¿La Iglesia Católica realmente necesita iniciar campañas ecológicas?  ¿Es esta la razón por la cual Cristo instituyó la Iglesia?  Para liberar a la humanidad del plástico? ¿La misión de la Iglesia es salvar el planeta?
Es imposible no sentir cierta inquietud al escuchar a los cardenales y obispos autorizados hablar en el mismo idioma que el Fondo Mundial para la Naturaleza o las agencias de las Naciones Unidas, además de un lenguaje inspirado en ideologías neopaganas y proyectos políticos globalistas masónicos. Es desalentador escuchar la palabra “profecía” utilizada en lo que respecta a la eliminación de plásticos, el uso de paneles solares y contenedores separados de recolección de residuos. Es perturbador ver el testimonio cristiano reducido a “buenas prácticas” y “dar un buen ejemplo”.
Uno tiene la impresión de que en ciertos niveles, más que una iglesia “libre de plásticos”, lo que realmente se desea es una Iglesia “libre de Cristo”, en la que Jesús sea visto como un obstáculo vergonzoso para encontrarse con personas.
Hablando desde su propio punto de vista, y por lo tanto de una manera positiva, uno de los funcionarios del World Wildlife Fund en sus comentarios en la conferencia hizo hincapié en cómo en el título de ” Laudato Si ” y por lo tanto también en el título de la conferencia – La elección fue hecha para hablar de “nuestro hogar común” y no de “Creación”, que es un término religioso: "La elección de no utilizar la terminología religiosa en el título es el primer signo de una gran apertura al diálogo con todas las personas de buena voluntad". 
O, en otras palabras: evitemos hablar de la Creación, que tiene un orden jerárquico;evitemos hablar de un Dios Creador que es la fuente de nuestra responsabilidad hacia la Creación; este sería un tema divisivo. Hablemos en cambio de biodiversidad, de salvar animales y plantas, y de prohibir los plásticos. Así es como todos nos comprenderemos.
Pero cuando hemos llegado a este punto, es evidente que ya nos hemos convertido en “libres de Cristo”.
 Una versión de este artículo fue publicada originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana el 5 de julio de 2018. Ha sido editada para reflejar que las fechas de la conferencia ya han pasado.
El Oriente en llamas