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viernes, 7 de septiembre de 2018

La mayor asociación de empresarios católicos de EEUU congela sus donaciones al Vaticano (Carlos Esteban)



Legatus, la mayor asociación de empresarios católicos, ha enviado una nota en la que informa su intención de congelar los fondos que destina a la Iglesia como medida prudencial, tras los recientes escándalos de pederastia clerical y encubrimiento episcopal.
“A la luz de las recientes revelaciones, pensamos que es respetuosamente opbligado pedir aclaraciones sobre el uso específico de estos fondos”, ha escrito en una nota publicada por The Wall Street Journal Thomas Monaghan, presidente de Legatus (“Embajadores de Cristo en los Mercados”) y fundador del gigante de la comida rápida Domino’s Pizza.

Legatus informa que ha decidido dejar en fideicomiso las donaciones recibidas, por el momento. “Los sucesos de las últimas semanas han movido a muchos miembros a contactar con nuestra sede principal y con miembros de la Junta Directiva en relación con la actual crisis de la Iglesia”, añade la nota.

“Este es un momento en el que se necesita a cada uno de los miembros de Legatus. Nuestra misión de estudiar, vivir y difundir la fe católica en nuestras vidas empresariales, laborales y personales es más crucial que nunca”, señala, antes de informar de la decisión de dejar los fondos donados en fideicomiso».
“A la luz de las recientes revelaciones y dilemas, estamos convencidos de que es adecuado exigir respetuosamente una clarificación sobre el uso específico que se haga del dinero donado”.
La asociación habría recaudado en los primeros ocho meses de 2018 unos 820.000 dólares, un porcentaje insignificante del presupuesto del Vaticano, pero la decisión tiene más importancia como síntoma y, quizá, precedente de una nueva renuencia por parte del católico norteamericano a seguir cumpliendo con el diezmo y destinar parte de su dinero a una Iglesia que, por lo que dejan traslucir los casos de McCarrick o los desgranados por el gran jurado de Pensilvania, no son ni transparentes ni excesivamente ‘santos’.

Desde el inicio de la crisis, son numerosas las voces que urgen a utilizar la palanca económica de los fieles para forzar a las diócesis a tomar decisiones valientes y tajantes ante un escándalo que sume en la tristeza a toda la Iglesia

Siendo el laicado impotente para llevar a cabo las medidas que muchos querrían adoptar y que están, a menudo, en manos de obispos en los que han perdido la confianza, retirar las ayudas directas a la Iglesia se ve como el único medio de hacer sentir su protesta.

Siendo Estados Unidos el país más rico de la tierra, al menos entre los que cuentan con un número significativo de católicos, una ‘huelga de bolsillos cerrados’ podría forzar cambios o, en el peor de los casos, colaborar a construir esa “Iglesia pobre para los pobres” con la que sueña el Papa Francisco.

Carlos Esteban

Cardenal Cupich tenía razón: Ante las acusaciones de Viganò es mejor que Francisco cambie de tema. ¡Y Francisco lo hizo!





Los correspondientes enlaces, por orden son:


Cardenal Cupich sobre ex nuncio: El Papa tiene cosas más importantes de qué preocuparse

Pedofilia en la IglesiaAbuso sexual: con una entrevista, el papa Francisco busca reafirmarse y cambiar de tema



El Vaticano espera otra ‘bomba’, ésta sobre la penetración gay en la Jerarquía (Carlos Esteban)



El Informe Viganò podría haber levantado la veda del secreto de oficio vaticano, y Roma se llena de rumores esperando la siguiente ‘bomba’, quizá surgida del dossier encargado por Benedicto XVI sobre la corrupción en la Curia y nunca hecho público.

Quizá lo más sorprendente del Informe Viganò sea que no es sorprendente en absoluto, salvo en una cosa: que un arzobispo curial tan alto en el escalafón haya violado su juramento de secreto de oficio para acusar al Papa y a la Curia y pedir la dimisión del primero.

Por lo demás, el contenido de las acusaciones, verdaderas o no, es poco o nada sorprendente. Que la Curia conociera lo que conocían tantos, lo que, al final, tenían la obligación de conocer, no debería resultar tan llamativo. Lo hemos vivido ya, con Juan Pablo II, sin contar con que la jerarquía eclesiástica tiene fama de poseer un excelente servicio de información interna.

Lo que cuenta Viganò podrá, naturalmente, ser mentira, pero una mentira eminentemente verosímil que se compadece extraordinariamente con situaciones que ya vivimos en 2002 y hechos con los que se especulaba desde hace tiempo, porque son lógicos y tienen sentido: si ha habido obispos que han pagado extrajudicialmente para solventar denuncias judiciales contra McCarrick, es de razón que no lo hicieran a título individual y que informaran a sus superiores, como han aclarado que hicieron, por otra parte.

Viganò ha ‘pecado’, de eso no hay duda, al violar el secreto de oficio. O, quizá, podría alegarse que ha ‘discernido’, que ha optado por no ser un semipelagiano rígido de rostro amargado obsesionado por el cumplimiento de las normas. Y es que la ‘nueva dispensación’ que parece ofrecer Su Santidad puede mostrarse como una espada de doble filo, en el sentido de que no todos van a discernir los asuntos de conciencia de la misma forma.

Y ese es el peligro ahora, que haya más altos funcionarios vaticanos que disciernan en el mismo sentido, y que se tomen más en serio las palabras del Pontífice cuando exalta la apertura y la transparencia que el viejo y hasta ahora escrupulosamente mantenido secreto de oficio. Que se rompa el dique, en fin, y se filtren muchos otros confidenciales con consecuencias aún más explosivas.

Hoy en Roma, caldera de rumores, se habla sobre todo de tres, que probablemente sean o procedan del mismo. El primero sería un dossier sobre el cardenal americano Kevin Farrell, que vivió seis años en el mismo domicilio que el ex cardenal McCarrick cuando era entonces su auxiliar en Washington, que escribió un elogioso prefacio para el libro ‘Building a bridge’ del jesuita homosexualista Padre James Martin, a quien invitó como ponente estrella al desastroso Encuentro Mundial de las Familias de Dublín. Farrell, cuando estalló el escándalo McCarrick, dijo no sospechar nada de las andanzas de su buen amigo y protector y mostró una sorpresa que ha convencido a pocos.

El segundo sería meramente una lista: nombres y cargos de los clérigos y prelados gays en el Vaticano que presuntamente formarían la red homosexual que estaría presionando para que la Iglesia cambie su concepción de la sexualidad humana.

Pero este segundo -al igual que, probablemente, el primero- solo podría salir del Santo Grial de los informes confidenciales: el encuadernado en rojo, 300 páginas, que el Papa Benedicto entregó a su sucesor para que hiciera con él lo que creyera oportuno.

Sí, suena novelesco y hasta conspiracionista, pero no hay nada de ello: todo está debidamente publicado, incluso en publicaciones oficiales de la Iglesia, y cualquiera puede consultar la historia del famoso dossier de misterioso contenido. Sólo las interpretaciones difieren sobre esta curiosa saga.

Que comienza, entre otros, con Viganò, entonces a cargo de la Gobernación o Gobernorato, el organismo que administra el Estado Vaticano. El Arzobispo se encontró con un verdadero patio de Monipodio en las finanzas, corrupción económica que se traducía en un déficit de ocho millones de euros cuando él mismo habría de convertir ese saldo en más de treinta millones de superavit.

Viganó escribió a Benedicto para denunciar esta corrupción, al tiempo que tomaba medidas para atajarla, estropeando muchos negocios a gente importante de la Curia. Hasta que algunos de esos mensajes, junto con otros que exponían igualmente la corrupción de las altas esferas vaticanas, se filtraron a la prensa en el escándalo conocido como VatiLeaks.

Se halló al culpable o, al menos, se encontró culpable y se condenó al mayordomo personal de Su Santidad, que fue casi inmediatamente indultado, lo que llevó a muchos a pensar que las filtraciones habían sido aprobadas por el propio pontífice para iniciar una ‘operación limpieza’.

El caso es que el asunto VatiLeaks dio a Benedicto una razón -o un pretexto, si se quiere- para iniciar una investigación sobre la corrupción en la Curia en particular y en la jerarquía en general, investigación que encargó a tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi.

El resultado fue el informe del que hablamos y que, al parecer, junto a la corrupción económica había encontrado muy extendida la corrupción moral entre representantes del alto clero, especialmente en su vertiente homosexual.

El Vaticano informó en su momento que el Papa había leído el informe y que había decidido no hacerlo público, sino traspasarlo a su sucesor para que hiciera lo que estimara conveniente. Unas semanas más tarde, de forma sorprendente, Benedicto anunciaba su renuncia alegando que no se veía con fuerzas para afrontar las reformas que la Iglesia necesitaba.

Y entregó el famoso informe a Francisco, que no sólo no lo ha hecho público sino, que sepamos, no ha vuelto a mencionarlo.

Pero si el informe está a buen recaudo en poder de Francisco, o incluso si ha pasado ya por la trituradora de papel, hay, como poco, tres personas que lo conocen bien y que con toda probabilidad guardarán copia del mismo: Julian Herranz, Jozef Tomko y Salvatori De Giorgi.

Y ésta es la ‘bomba’ de la que hablan ya publicaciones como Il Giornale, entre otros muchos, que recogen el rumor que corre como la pólvora en la Roma que se despide del verano y en la que, de creer a los alarmista, abundan los prelados a los que no les llega la camisa al cuello. 

De este informe saldría casi con toda seguridad la ‘lista negra’ que amenaza con hacerse pública y, probablemente, el informe que algunos esperan sobre el cardenal Farrell.

El secreto de oficio -cubierto por sanciones morales y canónicas- ha sido hasta ahora la salvaguarda de estos secretos. Pero Viganò podría haber abierto la veda y muchos funcionarios obligados por él quizá estén en este momento discerniendo, según la doctrina de moda de la primacía de la conciencia, si no harán un mayor bien a la Iglesia rompiéndolo.

Carlos Esteban

La crisis vocacional. Es preciso transmitir el mensaje de Jesucristo sin rebajas (Padre SANTIAGO MARTIN FM)


Duración 8:28 minutos


THE ‘GAY PRIEST’ PROBLEM And it is a PROBLEM (Michael Voris)


Duración 6:19 minutos

 TRANSCRIPT

Father James Martin is not going to like this one.
Men who see themselves as "gay" should not be ordained — period.
Why? Because homosexuality is a psychological disorder which can too often end up damaging the lives and souls of not only those afflicted, as nearly all afflictions can, but in particular the damaging effects of homosexuality can be transferred to the sheep who entrust themselves to the spiritual care of such men.
And as an aside, just because the American Psychological Association was politically bullied in 1975 to declare homosexuality "normal" does not make it so — it's not.
It is always the result of a deep wound, almost always not the fault of the person but nonetheless his to now suffer with. It is a cancer of the mind and self-image. The man who sees himself through the lens of being sexually attracted to other men can never be psychologically healthy enough to minister in the priesthood, and this is true even if the man remains completely chaste.
This issue is not one of chastity, but one of psychological fitness.
The priesthood is a place where healthy men who are well grounded in their identity as a man can put themselves on the line for the good of their sheep.
The reason psychological health is so necessary in this regard is because this is the precise aspect of the soul of the priest which enables him to move beyond himself for the sake of the other — a true altruism. A man who is wounded psychologically cannot behave in this manner because he is too concerned with addressing his inner pain, consciously or unconsciously.
Gay priests are just not capable of giving themselves totally to the sheep. In truth, most men are not really capable of that, which is why most men cannot and should not be priests.
It's also one of the reasons we see such failure of fatherhood and husbandry in the society at large these days because most men have had their masculinity stripped from them through broken families or media glorification of everything bad in masculinity and a hundred other causes. No man who sees himself in any distorted way should be ordained or even admitted to seminary.
But a flood of psychologically wounded men, wounded by their homosexuality, have been allowed into seminary and been ordained and a large percentage of U.S. bishops are included among them.
These men — owing explicitly to their pain from this psychological illness — seek each other out, a "misery loves company" kind of mindset.
They form cliques, associate with one another, embolden one another, in some cases rationalize sin for one another, and their priesthood becomes a gay-centric priesthood not really about the people as much as it is about themselves. They become the center of parish life, Masses become about them, their homilies are personal stories meant to elicit warm and fuzzies from the pewsitters, the Church itself becomes not a door to salvation, the gate of Heaven, but a large treatment center for their illness.
The gay man is terrified of rejection on a foundational psychological level, and owing to this, will not preach the hard truths of the Faith because when the inevitable blowback comes, he takes it personally
In fact, everything about his life is inward-turned, it's all personal for him. Many of these men go on personal crusades to get the parish to "accept" them. It becomes the focus of their entire priesthood, and when they rise up the ranks, they bring in others who see the world through the same lens.
Those men get promoted to vocation directors, rectors at seminaries and so forth.
And it doesn't take long to see how seminaries could easily become a ticking time bomb where homosexual men in power, unstable in their own psychologies, begin lusting after seminarians subordinate to them.
Effeminate men are welcomed into these environments not because they have a genuine call to serve at the altar, but because they represent a steady supply of fresh meat.
Men who have a genuine calling are screened out, precisely because they are psychologically healthy and offer very little chance of ever succumbing. This is the world the seminaries in the United States — and other countries — have operated within for decades.
Why are so many priests swishy? Because bishops and vocations directors and directors and so forth are homosexual themselves and have made it a point to turn the priesthood into a gay profession.
James Martin himself even recently said there are thousands of homosexual men in the priesthood in the United and the priesthood would essentially collapse if every priest who was gay was tossed out.
Regardless of what pro-gay Cdl. Cupich says, all of this crisis in the priesthood is exactly a gay thing.
It was gay men preying on minors that was the heart of the issue revealed back in 2002, something gay bishops did not want talked about, so they were happy to go along with Theodore McCarrick when he said it's not a gay thing, but psychological immaturity, as he trotted back to his notorious beach house to sexually assault the next group of vulnerable seminarians while his gay brother bishops looked the other way.
And as Abp. Viganò has flatly stated in his testimony, the heart of this problem is a homosexual network in the priesthood and huge numbers of bishops and cardinals are all part of it.
So Catholics, let's deal in reality here and not allow homosexual men — many who are active — who have devastated the Catholic priesthood set the narrative.
There is only one narrative which is truthful: This is a problem with gay priests. Until the good bishops come to terms with this, it's going be one heck of an uphill struggle.

Michael Voris

Cardenal de EEUU quiere que el Papa responda sobre abusos




El video puede escucharse pinchando aquí

Cardenal Burke: Francisco debe responder las preguntas de las “Dubia”




Francisco consulta con pro-homosexual Coccopalmerio sobre una sanción al denunciante Viganò (con los correspondientes enlaces)



Según Roberto De Mattei, se dice que el papa Francisco ha consultado a abogados canonistas, incluyendo al cardenal pro-homosexual Coccopalmerio, sobre la aplicación de sanciones canónicas al denunciante arzobispo Viganò.

Al escribir el 5 de setiembre en CorrispondenzaRomana.it, el confiable historiador italiano De Mattei hace referencia a “varias fuentes”.

En el 2017, monseñor Luigi Capozzi, secretario personal del cardenal pro-homosexual Coccopalmerio, cuyos problemas con la homosexualidad eran conocidos incluso por el papa Francisco, fue atrapado en una fiesta de drogas y homosexualidad en el Vaticano.