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jueves, 15 de diciembre de 2022

Exprofesor judío de Harvard se convierte al catolicismo gracias a la Santísima Virgen



Hay paralelismos con la conversión del Gran Rabino de Roma, Israel Zoller (Eugenio Zolli) y con la del judío Alfonso Ratisbonne (ver aquí - aquí).

Estadounidense, universitario (licenciado en Economía y Marketing), de origen judío, Roy Schoeman vivió una conversión en dos etapas. Lo llamativo es que en esta conversión el papel de la Santísima Virgen fue extraordinariamente decisivo.

Otra nota: tenga en cuenta que es particularmente inusual que un judío se convierta a cualquier religión. Es más común que una persona de origen judío se vuelva ateo. En cualquier caso, por una especie de odio inducido por la educación familiar contra el cristianismo (también por las persecuciones que a lo largo de la historia han sufrido por parte de los occidentales "cristianos"), es realmente difícil para un judío pasarse al... cristianismo (y católico). )… Por tanto, esta conversión es muy difícil de explicar con criterio humano. También porque las amistades y parientes judíos difícilmente te perdonarán por tal cosa.

1. El tipo

Roy Schoeman nació en 1951 en una familia judía ortodoxa que huyó de la Alemania nacionalsocialista. De joven era bastante religioso, pero a medida que se hizo mayor su fervor religioso fue disminuyendo hasta perder "la alegría" de la oración y el "contacto" con Dios: esa alegría, dice, era sólo un recuerdo abstracto, y me encontré casi enteramente arraigado en la vida del mundo [...], y al perder el contacto con Dios había perdido el sentido de mi vida; en cada encrucijada elegí el camino del menor esfuerzo, el camino que a los ojos del mundo significaba el éxito.

2. «Me caí al cielo»

Pero en cada etapa de su vida, un sentimiento de "vacío" impide que el joven Roy disfrute plenamente de sus éxitos. Cuanto más avanza, más "internamente molesto" se siente. Luego busca consuelo saliendo a caminar. Y es durante uno de esos que Dios lo golpea con su propia luz. He aquí lo que dice en su libro-testimonio “La salvación viene de los judíos”:

Fue durante un largo paseo por la naturaleza que recibí la gracia más excepcional de mi vida. Caminé solo, escuchando el canto de los pájaros antes del despertar del mundo, cuando (no sé de otra manera) "caí al cielo". Es decir, me encontraba consciente y materialmente en la presencia de Dios, veía mi vida hasta ese punto extendida ante mí: todo lo que me agradaba y todo lo que me apenaba. Supe en un instante que el propósito de mi vida era amar y servir a mi Señor ya mi Dios; vi como su amor me envolvía y me sustentaba en cada instante de mi existencia; Vi cómo cada una de mis acciones tenía un contenido moral, para bien o para mal; Vi como todo lo que había pasado en mi vida era lo mejor que me podía pasar, lo más perfecto dispuesto para mi bien por un Dios muy bueno y amoroso, especialmente las cosas que más sufrimiento me causaron; Vi el remordimiento más grande que me vendría en la última hora: cada hora que había desperdiciado sin hacer nada y que habría tenido un valor, ante Dios, ya que en cada momento de mi existencia estaba sumergido en el mar de inmenso amor inimaginable de Dios.

3. Segunda “gracia”

Por cada pregunta que hace Roy, obtiene una respuesta. Con una excepción, hecha a su medida: ¿cómo se llama ese Dios que se le revela? de Buda? de Krishna? Pero que importa? Está listo para convertirse en budista o hindú para servirlo y adorarlo. Pide al Señor que le revele su nombre, con la esperanza de que no le responda "Jesucristo", lo que le habría obligado a hacerse cristiano, una clara negativa basada en el "sentimiento de que el cristianismo era el enemigo, la perversión del judaísmo, causa de dos mil años de sufrimiento del pueblo judío.

Ese día Roy no recibe su respuesta -lo que luego interpretaría como una fuerte señal de "respeto" al Señor ante su negativa a conocerlo-. Dios quiere hacerle descubrir que Él es el único. Precisamente lo que está a punto de hacer Schoeman: dedicar su tiempo libre a buscar a "este" Dios, en sus paseos, en sus lecturas, pidiendo consejo a expertos en "experiencias místicas"...

Día tras día, pasa un año: en un sueño recibe la segunda "gracia más grande" de su vida y despierta "habiéndose enamorado locamente de la Santísima Virgen María". Sí, en un sueño -confiesa-, pero cuando me fui a dormir esa noche no sabía mucho sobre el cristianismo y no tenía simpatía por él, ni por ninguno de los aspectos que emanaban de él, señala.

4. El 'Sueño' de Roy Schoeman:

Me habían conducido a un salón donde me concedieron una audiencia con la mujer joven más hermosa que podía imaginar. Sin que nadie me lo dijera, supe que era la Virgen María. Ella respondió rápidamente cualquier pregunta que le hice; Todavía me imagino vívidamente de pie, considerando una serie de preguntas posibles, y le hice cuatro o cinco. Ella respondió, luego me habló durante varios minutos y luego terminó la audiencia. Mi experiencia y mi recuerdo situarían la experiencia en pleno estado de vigilia. Recuerdo todos los detalles, incluidas, por supuesto, las preguntas y respuestas; pero todo esto palidece en comparación con el éxtasis de haber estado simplemente en presencia de la Virgen, en la pureza e intensidad de su amor.

5. Hacia la meta

En este punto, Roy sabe que el Dios que se le reveló durante su caminata es Cristo. Pero sin saber prácticamente nada sobre el cristianismo, ni siquiera está seguro de la diferencia entre católicos y protestantes. Luego intenta una "incursión" entre los protestantes, pero "el desprecio apenas velado" de un pastor hacia María lo hará huir. Entonces decidió pasar un tiempo en los santuarios marianos, especialmente en los de Notre-Dame de la Salette, en Ipswich, Massachusetts, y luego en los mismos lugares de la aparición, en los Alpes franceses. Su amor a María y su sed de Eucaristía -que descubre al mismo tiempo- son ahora como "una brújula hacia la meta".

Roy Schoeman se bautizó unos años después, en 1992.

viernes, 4 de noviembre de 2022

Famoso youtuber protestante se convierte al catolicismo



Por gracia de Dios, Santiago Alarcón, famoso youtuber y predicador protestante, director del canal “Rincón apologético” (https://www.youtube.com/channel/UCcMb...) se ha convertido al catolicismo. 

Dejamos aquí la conversación casual que, justamente ayer, pudimos tener, café de por medio y pedimos oraciones por su perseverancia

DURACIÓN 37:06 MINUTOS

martes, 19 de octubre de 2021

Por qué las conversiones son desalentadas



(Dwight Longenecker)- La noticia ha sido que el antiguo obispo anglicano de Rochester, el Dr. Michael Nazir Ali, ha sido recibido en la plena comunión con la Iglesia católica y el rumor es que fue disuadido de dar este paso no tanto por sus colegas anglicanos, sino por prelados católicos de muy alto rango.

Los conversos y aquellos que acompañan a conversos, como Marcus Grodi en The Coming Home Network, pueden dar testimonio de las muchas historias de conversos potenciales -especialmente clérigos- que llaman a la puerta de una parroquia católica local o de la residencia del obispo buscando ser admitidos en la Iglesia católica sólo para ser desalentados, descartados o incluso recibir burlas por su deseo.

Es probable que tengan que escuchar aquello de «Quédate donde estás y trabaja por el reino» o «Ya no hacemos eso». A los clérigos que desean ordenarse se les suele aplicar el «retraso romano» o simplemente se les rechaza como si los obispos católicos no supieran qué hacer con ellos. Los hombres que solicitan un orden religioso o el diaconado son, con demasiada frecuencia, simplemente ignorados o rechazados con un gesto avergonzado.

¿A qué se debe esto?

Hay varias razones, pero como dijo Belloc, “todo debate es un debate teológico”. La razón de fondo por la que se desanima a los conversos a dar el paso es porque los sacerdotes y obispos liberales simplemente no lo consideran necesario. Su actitud está condicionada por las cuatro cabezas de la hidra: el indiferentismo, el universalismo, el falso ecumenismo y el DMT.

El indiferentismo en religión es la actitud de quienes piensan que las diferentes denominaciones no tienen real importancia. Lo único que importa es cuánto amas a Jesús. Detrás del indiferentismo está el odio moderno hacia el dogma. “¡El dogma divide, ¿aún no te has dado cuenta?!”. Que un clérigo protestante se sienta atraído por la fe católica precisamente por sus dogmas es una incomodidad para el típico obispo o sacerdote católico liberal. Es una forma de mal gusto eclesiástico. Se supone que el cristiano moderno (católicos incluidos) es pastoral. Los dogmas nunca se niegan. Simplemente se ignoran.

El universalismo es una de las cabezas de la hidra relacionada con el indiferentismo. Es la opinión de que, al final, todos nos salvaremos. “No hace falta que te conviertas a la fe católica. Estás bien donde estás. Lo conseguirás. No te preocupes. Cristo murió por TODOS. ¡Todos son bienvenidos!”, repiten los sacerdotes o prelados católicos liberales. Y cuando no llegan tan lejos, sostienen esa opinión como cierta respecto de los “hermanos separados”. Están bautizados. Aman a Jesús. Siguen su camino. Dejémoslos en paz.

El falso ecumenismo es la creencia sincera de que cualquier nuevo esfuerzo ecuménico es una pérdida de tiempo. Es una pérdida de tiempo porque el trabajo ya está hecho. Está terminado. Todos somos uno en nuestro bautismo compartido. Por eso se anima a los protestantes a comulgar en la misa católica y se resta importancia a la evangelización y a la conversión, y por eso los líderes católicos de América Latina (por ejemplo) se despreocupan del gran número de católicos que desertan hacia las sectas evangélicas. Vinculado al falso ecumenismo está el «diálogo» interreligioso, que es indiferentismo y universalismo en sentido amplio. Así oímos hablar del obispo «misionero» de Sudamérica que se jacta de no haber bautizado a nadie durante décadas. ¿Y por qué no? Porque ya están bien como están. La religión de la naturaleza, el animismo, el politeísmo -lo que sea- de los indígenas es suficiente -o tal vez incluso superior al catolicismo.

Finalmente, las conversiones son desalentadas por el veneno generalizado del DMT: Deísmo Moralista Terapéutico. Esta horrible parodia de la fe cristiana reduce la religión sobrenatural a moralismo, terapia y deísmo. En otras palabras, hace que el cristianismo no sea más que un sistema de buenas obras (reglas para ser respetable) combinado con una terapia (“Dios te ayudará a superar tus adicciones, te ayudará a arreglar tu matrimonio problemático, a rescatar a tus terribles adolescentes, etc.”) y con un vago deísmo («Dios existe, pero está al otro lado de las nubes echándose una siesta”).

Todo esto crea en la mentalidad del clérigo católico liberal una actitud que desalienta la conversión porque realmente no cree que ésta sea ni necesaria ni útil.
Esta es una de las razones del desastroso declinar de la Iglesia en Occidente. En términos de oferta y demanda, el clérigo liberal elimina la demanda, lo que hace que cualquier necesidad de oferta sea superflua.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Susanna Tamaro juzga los templos modernos (Roberto De Mattei)



Susanna Tamaro es una novelista italiana que ha escrito nóvelas de mucho éxito, algunas de las cuales han sido llevadas al cine. No es católica, y a veces ha asumido posturas que se apartan de la fe católica o la contradicen. Con todo, más de una vez ha conseguido zafarse del conformismo que nos invade revelando una honda sensibilidad a la dimensión trascendente de la vida. La pandemia que atravesamos le ha dado ocasión para escribir un artículo que publicó Il Corriere della Sera el pasado 7 de febrero, del cual me gustaría citar algunas cosas.

Escribe Susanna Tamaro: «El destino nos agobia y no alcanzamos a otear un destello de esperanza en el horizonte. En el fondo no nos diferenciamos mucho de Atlas, obligado a cargar el universo sobre sus hombros. Mientras él miraba al suelo, nosotros, en la misma postura, consultamos obsesivamente nuestros aparatos electrónicos en busca de algo que alivie el peso invisible que nos dobla la espalda. ¿Cuál es el peso que oprime con una fuerza cada vez más sutil nuestra vida de sapiens modernos? La falta de una dimensión trascendente. Somos hijos de la casualidad y esclavos del tiempo, y esta condición nos obliga a cargar con todo el peso del mundo sobre nuestras espaldas».

Añade la escritora: «He viajado mucho por Italia en estos últimos años, y en numerosas ocasiones, al toparme con la infinidad de horrendas iglesias modernas construidas en la posguerra, me he preguntado: ¿podría alguien convertirse aquí dentro, o al menos, llegar a pensar que tras el mundo material existe otro que se concreta y manifiesta en el misterio de la belleza? ¿Quien decidió, proyectó y costeó la construcción de estas abominaciones arquitectónicas se preguntó alguna vez si le hubiera gustado casarse, o asistir a un bautizo o a un funeral en un lugar semejante? Ahora bien, el horror que siento no es de índole intelectual; es un horror que hiere directamente el corazón porque la fealdad, la disonancia y lo desagradable son la negación misma de la trascendencia».

Y prosigue: «Hará unos diez años, atormentada por este sentimiento de rabia, pregunté a un importante cardenal que estaba presente a qué obedecería la abominable deriva que, en un país como el nuestro, duele más todavía por la enorme cantidad de parroquias, capillas y catedrales maravillosas edificadas a lo largo de los siglos. Me explicó que se trataba de una tendencia surgida en los años sesenta con la prosperidad económica que llevó a la construcción de nuevas barriadas. Se pensaba que como el hombre moderno pasaba mucho tiempo en fábricas, garajes y otros edificios feos levantados a toda prisa, hacían falta templos que por el estilo del mundo que lo rodeaba para que se sintiera en su casa, sin tener en cuenta que unos lugares así no podían tener otro fruto que un alejamiento progresivo de las realidades que se ofrecían como complementarias a la horizontalidad del mundo».

De todos modos, hay que reconocer que la tendencia de la que habla este desconocido cardenal es consecuencia de la llamada apertura al mundo, del aggiornamento que trajo a la Iglesia el Concilio Vaticano II. Si no se dice esto, no se llega a la raíz del problema. Después, dice Tamaro que ha leído con alegría y consuelo Disegnare il sacro, ensayo publicado recientemente por Christiano Sacha Fornaciari, publicado por la editorial Lindau reivindicando el papel de la luz en el espacio litúrgico cristiano.

Hasta el siglo XX –recuerda el autor– toda época tuvo una arquitectura adecuada a su estilo musical y su teología: la arquitectura románica y el cántico gregoriano se reflejan mutuamente, y «mientras asciende el canto, ayudado por los arcos de medio punto y los grandes ábsides semicirculares, fuentes de luz natural iluminan el lugar donde se anuncia la Palabra de Dios (…) En la catedral gótica todo está ordenado a la total participación emotiva de los fieles».

»¿Y ahora? –se pregunta Susanna Tamaro– ¿A qué dimensión nos transporta la música de estos templos modernos? A la del desaliento: voces en su mayoría incultas, aunque no les falte fervor, que cantan como si estuvieran de acampada; alegres conjuntos juveniles con guitarra y batería que se apagan de repente sin dejar huella en el ánimo de quienes han asistido a la función, salvo tal vez una especie de alegría epidérmica. La dimensión de la fraternidad es sin duda importante, pero cuando la dimensión trascendente se vincula exclusivamente a esto, a la primera crisis, al primer choque con las asperezas de la vida, la fe que se creía poseer se derrite como la nieve al sol».

»La soledad en que vivimos –prosigue– es la soledad del abandono de lo sagrado porque, paradójicamente, la fe en la Encarnación ya no está en condiciones de acompañarnos en una dimensión que nos abra a los interrogantes y nos motive a buscar respuestas a las inquietudes que ontológicamente nos son propias. Aturdidos por las imágenes, convulsionados en un mundo que desconoce las razones profundas de la existencia, y más en unos momentos tan graves como los que atravesamos, ¿cómo es posible reconquistar la estabilidad profunda que nos proporciona la contemplación del misterio?

»Los ecomonstruos cúbicos, las astronaves, las velas de cemento y los campanarios siderúrgicos que, como un cáncer maligno, invaden nuestro país humillando con su agresiva fealdad no sólo a los creyentes sino a todo el que pase nos hablan de la ceguera espiritual de los arquitectos y de la todavía mayor ceguedad de quienes les han encargado el diseño. La naturaleza, con sus formas armoniosas, suscita en nosotros un asombro que nos conduce a las puertas de lo sagrado. Pero la naturaleza jamás tiene en cuenta la rigidez geométrica que se nos ofrece en estas construcciones modernas. Si hay geometría, si hay matemática –y la hay, y mucha, en la naturaleza–, siempre se caracteriza por la armonía.»

Susanna Tamaro cita en su artículo un episodio de la vida de Santa Edith Stein, que siendo filósofa atea entro por casualidad en una capilla y quedó conmocionada ante la visión de una anciana que rezaba sola con la bolsa de la compra a su lado. «Entonces entrevió una frontera invisible: la del fanum, el lugar sagrado, un espacio suspendido en el tiempo donde era posible recogerse un día cualquiera de semana para entablar un diálogo íntimo con la eternidad. Fue el principio de su conversión».

La conversión de Santa Edith Stein recuerda a la del escritor francés Paul Claudel, estudiante incrédulo que vagando por las calles parisinas la Nochebuena de 1886 entró en la catedral de Notre-Dame mientras el coro entonaba el Magnificat. «En aquel momento –recuerda– tuvo lugar un suceso que se convirtió en el eje de mi vida. El corazón se me conmovió y creí. Creí con una fuerza de adhesión tan grande, con tal elevación de todo mi ser, que no quedaba lugar para la menor duda. Desde entonces, ningún razonamiento, ninguna circunstancia de mi agitada vida ha sido capaz de sacudir ni alterar mi fe.

Aquella noche, Paul Claudel comprendió en un abrir y cerrar de ojos y con palpable evidencia que la vida de cada uno de nosotros nos presenta ante los ojos una elección ineludible: el amor infinito de Dios o la condenación eterna. Y nos recuerda: «Me hablaba en concreto a mí, a Paul, y me prometía amor. Pero al mismo tiempo, si no lo seguía, no me planteaba otra opción que la condenación. No hacía falta que me explicara lo que era el Infierno; yo ya había cumplido condena allí. Aquellas pocas horas me bastaron para entender que el Infierno está donde no está Cristo. ¿Qué me importaba el mundo, si me encontraba ante este Ser prodigioso que se me acababa de revelar?» Estas palabras ya nadie las dice: o Cristo o la condenación eterna. Esto también se aplica igualmente a la vida humana y a la sociedad. Y si la armonía de las catedrales antiguas prefigura la belleza del Paraíso, el horror de las modernas nos muestra una vislumbre de la gélida frialdad y la tristeza infinita del Infierno.

ROBERTO DE MATTEI

domingo, 30 de agosto de 2020

UN JOVEN DE DIECISÉIS AÑOS ESCRIBE A MONSEÑOR VIGANÒ. LA CARTA Y LA RESPUESTA.


Monseñor Viganò

Estimado lector de Stilum curiae: Mons. Carlo Maria Viganò nos envió una breve y conmovedora carta de un chico de dieciséis años que vive en Italia, en la provincia de Milán. La carta, de la que hemos visto una fotografía, está escrita a mano. A continuación tienes el texto y su respuesta. Disfrutad de la lectura. 

Marco Tosatti

§§§


Julio de 2020

Reverendísima Excelencia,


Mi nombre es M. Vivo en la provincia y diócesis de Milán. Nací en 2004.

Es un honor para mí conocerlo, aunque sea por correspondencia. Escribo esta carta en primer lugar para felicitarles y animarles a seguir "haciendo oír su voz" para ayudarnos a comprender el verdadero espíritu católico, con su doctrina íntegra.

Quizás usted, querido monseñor, se sorprenda de que un joven de mi edad, nacido en medio del período postconciliar, tenga en el corazón la Tradición bimilenaria de la Santa Madre Iglesia. En realidad, son precisamente los jóvenes los que deberían amar y redescubrir la Tradición y la Santa Misa Tridentina, especialmente después del Motu Proprio de Benedicto XVI; pero la realidad es otra: muchos dicen que demasiados jóvenes no entienden estas cosas ... ¡no es cierto! La verdad es, simplemente, que tienen otros intereses y carecen de un temor saludable a Dios.

El tercer secreto de Fátima ha sido encubierto, pero Nuestra Señora ha prometido que al final, su Inmaculado Corazón triunfará.

Como le dije, nací en la era postconciliar, cuando Wojtyla estuvo un tiempo enfermo ya al final de sus días. Luego estuvo Benedicto XVI y finalmente Bergoglio que trastornó el poco catolicismo que sobrevivió al Concilio. Nadie ha hecho tanto daño como Bergoglio ...

Esperamos el triunfo de los Sagrados Corazones de Jesús y María, seguros de que si todo esto sucede y Dios no interviene es porque de ello derivará un bien mayor, que nos resulta incomprensible. Pero, mientras tanto, ¿qué podemos hacer? 

Le saludo con cariño. Y gracias por su respuesta.

Le pido humildemente que me dé su bendición episcopal y que rece por mí.

¡Alabado sea Jesucristo!

Firmado: M.

***

30 julio 2020

Queridísimo M:

Recibí tu carta, que realmente me impresionó. Revela una personalidad fuerte y aún más una claridad de ideas que muchos adultos, y entre ellos muchos clérigos y prelados, no tienen.

Has captado, con unas cuantas pinceladas, el meollo del problema: la crisis que hoy aqueja a la Iglesia se debe al olvido del santo Temor de Dios que, como enseña el salmista, constituye el primer paso de la sabiduría. Initium sapientiae timor Domini. Es un verso del Salmo 110 que hasta el Concilio escuchábamos los domingos, en nuestras iglesias, al canto de las Vísperas.

El santo Temor de Dios, como seguro que sabes, es uno de los Siete Dones del Paráclito, gracias al cual los fieles viven y actúan constantemente, considerándose bajo la mirada del Señor, y tratan de agradarle más que al mundo, como un niño que quiere corresponder al amor de su padre, más que como el sujeto que no quiere ser sorprendido infringiendo la ley. Es la conciencia de la suprema grandeza del Todopoderoso, de Su autoridad, de Su infinita Majestad: y de nuestra pequeñez, de nuestro deber de arrodillarnos ante Él, de la obediencia que le debemos.

Quien tiene el Temor de Dios sólo en Él tiene su agrado, y no piensa en cambiar de doctrina o de moral para agradar a los hombres, ni se atreve a manipular la liturgia de la Iglesia, anulando lo que en ella recuerda la divina Majestad del Señor de los ejércitos, sino que la guarda con veneración, porque en el altar se repite, en forma incruenta, el Santo Sacrificio que, en la Cruz, mereció la Redención. Quien tiene el Temor de Dios tiembla ante la idea del escándalo que puede causar a las almas que le han sido confiadas; y por cuyo amor ha derramado su sangre Nuestro Señor. Quien tiene el Temor de Dios se horroriza ante la idea de poder ofenderlo, colocando a los dioses del pueblo junto a él, en nombre del diálogo.

Y lo que dices es cierto: si todo esto sucede y Dios no interviene es porque de ello deriva un bien mayor que nos resulta incomprensible . En realidad parece que el Señor nos está abandonando a nosotros mismos, pero justo en el momento en que el error parece abrumar la verdad, cuando parece que todo está perdido y que los Pastores han huido, abandonando el rebaño a merced de los lobos rapaces, y la moral pública exalta el vicio y condena la virtud, entonces surgen almas enamoradas de Dios que, con su vida, con el ejemplo silencioso de las buenas obras, con la oración y el sacrificio, refrenan la ira divina e imploran al Cielo nuevas gracias, nuevas bendiciones, nuevos milagros impensables de los que sólo el Todopoderoso es capaz.

Me preguntas qué podemos hacer, mientras esperamos el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María: podemos y debemos cultivar el santo Temor de Dios, vivir en su Presencia, saborear el milagro inefable con el que nuestra alma, iluminada por la Verdad e inflamada por la Caridad, se convierte en el templo del Espíritu Santo y en el tabernáculo en el que la Santísima Trinidad se digna colocar su propia morada. De la vida en estado de Gracia el alma obtiene el alimento esencial para crecer en santidad, y cuanto más crece en santidad, más se ajusta su acción a la voluntad de Dios.

Ésta es la esperanza que debes tener, en la certeza de que este fuego sagrado que llevas en el corazón pueda iluminar a tus amigos e inflamarlos con el amor de Dios y del prójimo. Ante el milagro de las almas jóvenes, ardiendo de caridad, hasta los corazones viejos y endurecidos de muchos fieles y no pocos clérigos, serán conmovidos por la Gracia, y volverán a arrodillarse, con temor y temblor, quitándose los zapatos y tapándose el rostro como lo hizo Moisés ante la Majestad del Dios escondido en la zarza ardiente.

Que mi bendición paterna llegue a ti y a tu familia, querido M.

Con todo mi corazón:

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

martes, 30 de abril de 2019

El ícono homosexual Oscar Wilde dijo que la enseñanza de la Iglesia "me habría salvado de mi degeneración"



El escritor Oscar Wilde (1854-1900), un ícono de la moderna propaganda homosexual, con frecuencia insinúa en sus escritos una búsqueda dolorosa para resolver su problema homosexual, según un artículo publicado el 20 de marzo por "Osservatore Marziano" en el sitio web MarcoTosatti.com.

Antes de su muerte a los 46 años, Wilde aborreció su estilo de vida homosexual, se confesó y recibió la Comunión.

Advirtió que "mucha de mi perversión moral se debe al hecho que mi padre no me permitió ser católico"

Y además: "el aspecto artístico de la Iglesia y la fragancia de sus enseñanzas me habría salvado de mi degeneración".

Wilde escribe que "la Iglesia Católica es para santos y pecadores, mientras que para las personas respetables está bien ser anglicanos".

En su carta escrita desde la prisión, "De Profundis", Wilde declara: "el Credo de Cristo no admite duda, y yo no tengo dudas de que es el Credo verdadero".

Agregó que "el catolicismo es la única religión por la cual vale la pena morir".

Wilde tuvo predilección por el papa Pío IX, con quien se reunió secretamente a la edad de 23 años. En sus últimos años probablemente se sintió más cercano a la figura de León XIII (+1903), como para sentirse casi beneficiado por un milagro a través de él.

martes, 2 de abril de 2019

Francisco, en Marruecos: convertir no es nuestra misión (Carlos Esteban)



Durante su visita a Marruecos, ya finalizada, Su Santidad se reunió con la diminuta comunidad católica del país vecino para insistir en que no hagan conversos entre sus vecinos musulmanes.

Es otro de los ‘leit motiv’ de Francisco, sobre el que ha vuelto a insistir, aún con mayor claridad y énfasis, al reunirse con la reducida minoría católica del sultanato marroquí y disuadirles de que traten de convertir a sus conciudadanos musulmanes, la abrumadora mayoría.

“Los cristianos son una pequeña minoría en este país”, les dijo en el curso de un encuentro en la catedral de Rabat. “Pero, en mi opinión, eso no es un problema aunque me doy cuenta de que a veces debe ser difícil para vosotros”.

“La Iglesia no crece a través del proselitismo, sino de la atracción”, insistió. “Esto significa, queridos amigos, que nuestra misión como bautizados, sacerdotes y hombres y mujeres consagrados no está realmente determinada por el número o el tamaño de los espacios que ocupamos, sino más bien por nuestra capacidad de generar cambio y despertar el estupor y la compasión”.

Los autores católicos han insistido a menudo que en la Iglesia casi todo se trata de un “no sólo, sino también”, pero Francisco parece preferir la disyuntiva. Aunque siempre se ha insistido en eso que ha quedado como refrán de “predicar con el ejemplo”, no sólo la doctrina unánime de los padres y los pontífices anteriores, sino incluso el celo evangelizador -de evangelización activa, predicando- de tantos santos parecen en abierto conflicto con la ocurrencia de Francisco.

Que no es nueva. Ya provocó cierto revuelo su declaración ante su periodista favorito, el ateo editor de La Repubblica, en el sentido de que “el proselitismo es un solemne disparate”. Algunos grupos católicos de peso que han hecho a lo largo de toda su historia un hincapié especial en el proselitismo -incluso con ese mismo nombre- trataron en su momento de explicar las palabras del Papa diciendo que se refería a ese proselitismo agresivo y muchas veces teñido de ideología que había dado mal nombre al término, especialmente en la escena italiana.

Pero la actitud de Su Santidad ha sido, al menos, en esto, constante y coherente, y esa explicación duró tan poco y fue siempre tan poco creíble como la interpretación que se apresuraba a dar la radio de los obispos, COPE, sobre la extraña ‘cobra’ del Papa en Loreto: un gesto de profunda humildad.

No, ya nadie puede negar que el significado de las palabras del Papa es transparente: el único modo legítimo de evangelizar es “generando cambio” y, en general, llenándonos tanto de Dios que irradie y nos quieran imitar. O algo así. Si saben de algún prelado vivo que consiga, sin predicar y solo mediante su ejemplo, atraer a la gente a Cristo, yo, al menos, no lo conozco.

Lo cierto es que la necesidad de predicar no es meramente el método más obvio de transmitir una noticia -en este caso, la Buena Noticia- y ha sido invariablemente usado desde los Apóstoles, sino que es un mandato directo y claro del mismo Cristo en el Evangelio.

En especial, el Papa ya sugirió que, al menos determinados grupos religiosos, si no todos, no tienen ‘necesidad’ de convertirse. Lamentó la creación del Ordenariato por parte de Benedicto XVI, señalando que lo que deberían hacer los anglicanos era ser buenos anglicanos, no convertirse en católicos, y ante un grupo de luteranos confesó no tener la menor intención de convertir a Roma a ninguno de ellos. Apostolizar a judíos es ‘haram’ ahora, y otro tanto parece poder decirse de los musulmanes. Exactamente cómo podría haber llegado la Iglesia al siglo XXI si se hubiera seguido siempre esa estrategia es un misterio que todavía no se nos ha explicado.

Carlos Esteban