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lunes, 19 de noviembre de 2018

La intolerancia hacia el Vetus Ordo tiene “algo de diabólico” (Nuncio en Suiza)



INGLÉS

“I am greatly saddened to hear of people (even bishops) militating against Summorum Pontificum and the tender flowering of the regular celebration of the Vetus Ordo”Archbishop Thomas Gullickson, the Apostolic Nuncio in Bern, Switzerland, writes on his blog (November 18).

For Gullickson there is “something diabolical” about the intolerance toward what has “always and everywhere been in the Church and with great profit over the centuries.”

This reminds him of the English expression "Cut off your nose to spite your face".



ESPAÑOL

“Me entristece muchísimo escuchar que hay personas, (incluso obispos) que militan contra el Summorum Pontificum y contra la tendencia al florecimiento de la celebración regular del Vetus Ordo”, escribe el 18 de noviembre en su blog el arzobispo Thomas Gullickson,  nuncio apostólico en Berna (Suiza).

Para Gullickson hay “algo diabólico” en la intolerancia hacia lo que “ha estado en la Iglesia siempre y en todos lados, y con gran beneficio a lo largo de los siglos”.

Esto le hace recordar la expresión inglesa “córtate la nariz para dañar tu rostro”.

Presentan en el Vaticano las ‘Tablas de la Ley’ contra el Cambio Climático (Carlos Esteban)



Así, con la forma estereotipada de las Tablas de la Ley mosaica, se han presentado en el Vaticano los 10 Mandamientos contra el Cambio Climático, un ‘dogma’ en el que Roma parece estar inusualmente interesada mientras calla ante los escándalos de abusos que copan el interés en el resto de la Iglesia.

Actualicen su catequesis con los nuevos Diez Mandamientos contra el Cambio Climático: No levantarás más centrales de carbón; no realizarás nuevas prospecciones de petróleo o gas; no cometerás ‘fracking’; paralizarás todos los proyectos de construcción de oleoductos o gasoductos; no contribuirás a la deforestación; te prepararás para el empleo exclusivo de coches eléctricos antes de 2030; reducirás el consumo de carne (salvo la de insectos); no invertirás en empresas o países responsables de la emisión de ‘gases de invernadero’; demandarás judicialmente a los productores de petróleo; y conectarás con las energías renovables.

Así, con el formato en el que se suelen representar las tablas de la ley mosaicas, ha sintetizado el economista Jeffrey Sachs, “líder global en desarrollo sostenible” (su propia definición), el programa para combatir el legendario ‘calentamiento global’, en el curso de la Conferencia Internacional sobre Cambios Climáticos, Salud del Planeta y Futuro de la Humanidad’, que se celebra en el Vaticano bajo los auspicios de la Pontificia Academia de las Ciencias, presidida por el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo.

Jeffrey Sachs y Sánchez Sorondo junto al Papa

Uno pensaría, ingenuamente, que el ‘futuro de la humanidad’ es, en última instancia, el Cielo o el Infierno para toda la eternidad, y que el planeta, en cualquier caso destinado a desaparecer, no debería centrar en exceso la atención de la Curia católica. Pero incluso si esto es opinable y probablemente ande errado en mi apreciación, resulta terrorífico ver a la cúpula eclesial aplaudiendo un ‘programa’ para cuya aplicación se haría imprescindible una brutal tiranía mundial y un recorte sin precedentes de la libertad individual.

Alimentarse exclusivamente de quinoa y saltamontes, en un ascetismo extremo que no respondería a motivos espirituales, podría ser necesario en circunstancias excepcionales y puntuales, en caso, por ejemplo, de un desastre o una hambruna, pero, lejos de ser ese el caso, el planeta está en las mejores condiciones alimentarias de su historia registrada.

Por enumerar los errores que confluyen en este siniestro plan, nuestras objeciones, de menor a mayor, serían las siguientes. Para empezar, el programa global se basa en una teoría desesperantemente nebulosa. Si existe el afamado ‘cambio climático’ -y no lo ponemos, en principio, en duda-, no parece estar comportándose como pretenden los científicos que lo abanderan cada vez que se han atrevido a hacer predicciones concretas y comprobable sobre él: no han desaparecido islas, no ha habido desoladoras hambrunas, no se han derretido los casquetes polares y las poblaciones de osos blancos parecen gozar de excelente salud. Tampoco tenemos la certeza de que sea la actividad humana la que provoca cambios que, por otra parte, han sido extremos en el planeta mucho antes de que el hombre apareciera sobre la tierra, de modo que todos los sacrificios extremos que proponen desde instancias internacionales bien podrían ser inútiles.

Por lo demás, como puede imaginar quien relea los citados Diez Mandamientos, las soluciones que se proponen exigirían un control tan exhaustivo para lograr un cambio de hábitos tan insólito que solo un gobierno no meramente mundial, sino positivamente omnímodo y tiránico podría imponerlos, sumiendo a la humanidad entera en una ‘benevolente’ esclavitud. Uno pensaría que, tras la experiencia del pasado siglo, ya habríamos escarmentado sobre los efectos desastrosos de la planificación centralizada, pero parece que no es así.

Pero incluso si las perspectivas que nos presentan sonrientes no fueran tan terroríficas para la libertad de los seres humanos, el entusiasmo de la jerarquía católica y su perfecta adaptación a lo que buscan los grandes de este mundo debería hacernos recelar. Hace algún tiempo, Marcelo Sánchez Sorondo declaraba como si fuera autoevidente que debíamos alegrarnos de que, al fin, los objetivos de la Iglesia y los del Mundo (la mayúscula no es un error) fueran los mismos.


Esto es desconcertante por dos razones. La primera es que las predicciones y admoniciones contenidas en los Evangelios sobre el conflicto de los discípulos de Cristo con el mundo son abrumadoras. “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí primero” es solo una de las abundantes citas que avalan este aserto. No significa, naturalmente, que la Iglesia deba oponerse por principio a todo lo que el Mundo tenga por bueno, pero sí parece indicar que hay una oposición esencial, de fondo, y que un acercamiento demasiado estrecho debería llevarnos a recelar.

Por lo demás, no estamos ante el caso de la Iglesia y el Mundo llegando independientemente a unas mismas conclusiones, sino a la Iglesia sometiéndose al discurso del siglo, en un asunto basado, por otra parte, en cuestiones científicas de las que la Iglesia debería quedar prudentemente al margen. La última vez que la jerarquía eclesiástica se adhirió con entusiasmo cuasi dogmático a una hipótesis científica, la Teoría Ptolomaica o Geocéntrica, las cosas no acabaron demasiado bien.

Pero aún hay algo en todo esto que, personalmente, se me antoja más alarmante, y es que incluso si lo propuesto fuera innegable y bueno, si el diagnóstico es certero e indudable, el gobierno mundial y el brutal recorte de libertades individuales, necesarios, y la Curia romana no estuviera meramente cediendo al Mundo sino coincidiendo de buena fe con él -y nada de esto parece en absoluto probable-, aun así resultaría desconcertante que una institución con un fin sobrenatural cuya prioridad es la salvación de las almas dedique tanta energía, tiempo y, en el caso del Papa, vehemencia a asuntos tan perecederos sobre los que no es perita y de los que no se espera que tenga mayor conocimiento que el común.

La humanidad se enfrenta, y en esto coincidimos, a una terrible crisis. Pero esta crisis tiene su origen en el abandono de Cristo, en la masiva apostasía, especialmente, del Occidente cristiano, y justo estas semanas asistimos a una riada de noticias relativas a uno de esos escándalos masivos que aceleran el proceso de descristianización. Que Roma alerte sobre el medio ambiente y calle sobre lo que compete a la salvación de las almas es, cuanto menos, profundamente preocupante.
Carlos Esteban

Noticias varias 18 de noviembre de 2018



IOTA UNUM

El fracaso de la hermenéutica (I)  (Capitán Ryder)

INFOVATICANA

Los macarristas al ataque, el Vaticano sigue con McCarrick, discernir el silencio, la justicia divina. (Specola)

El obispo de Alcalá invita a confiar en Dios en estos “tiempos difíciles”

Noticias que no son para creérselas sin más pero que ahí están (La Cigüeña de la Torre)

¿Acaba de poner el Vaticano un lazo alrededor de su cuello?


Duración: 56 segundos

TRANSCRIPT

Last week Pope Francis ordered the U.S. bishops to abstain from voting on measures aimed at addressing homosexual abuse. Breitbart.com writes that this may have undermined the Vatican’s pillar of legal defense when charged in U.S. courts with negligence in dealing with homosex abuse, namely, the relative independence of the dioceses from Vatican oversight. Foreign governments have immunity from prosecution in U.S. courts. But there are exceptions, one of which is the so-called “tort exception” clause which applies when it can be demonstrated that U.S. bishops were following official Vatican policy. This could open the Holy See to multi-billion dollar claims.

Cupich y Wuerl tenían su propio plan para combatir los escándalos en la iglesia de EEUU (Carlos Esteban)



¿Podría ser esa la explicación de que el Vaticano, que no ha tenido inconveniente en que los episcopados de Francia e Italia apliquen sus propias fórmulas contra el encubrimiento de abusos, haya prohibido al estadounidense hacer otro tanto? Es lo que revela la Catholic News Agency (CNA)

Los cardenales norteamericanos Blase Cupich y Donald Wuerl, ambos en la Congregación para los Obispos, habrían elaborado conjuntamente una estrategia para dotar a los obispos del país de medios con los que luchar contra el encubrimiento de casos de pederastia clerical, informa CNA. Esa podría haber sido la razón, o una de las razones, para que Roma, a través de la citada congregación, prohibiera a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, a solo unas horas de su inicio, votar las medidas previstas desde hace algún tiempo.

Cupich sometió el plan el pasado martes a los prelados reunidos en plenaria como alternativa a la propuesta vetada, sobre la que los funcionarios episcopales llevaban trabajando desde hace ya algún tiempo.

La diferencia crucial es que, mientras la versión de la conferencia episcopal preveía la existencia de un panel dirigido por laicos para investigar las acusaciones de encubrimiento contra obispos, el plan de Cupich y Wuerl quiere que tales alegaciones contra un prelado las investigue su superior, es decir, el metropolitano, junto con oficinas archidiocesanas de supervisión. Las denuncias contra arzobispos las investigarían obispos sufraganeos ‘seniors’.

Este plan se habría presentado a la Congregación para los Obispos antes del comienzo de la asamblea, ante la que se presentó tras el veto romano a los planes de la propia conferencia, y contaría con el placet vaticano.

Aunque la excusa oficial del veto era, como hemos informado, que Roma quería esperar a la reunión de obispos convocada para febrero y dedicada monográficamente a este asunto, para crear sistemas de supervisión e investigación aplicables a toda la Iglesia, los casos de Francia e Italia hacen difícilmente sostenible esta explicación.
Alternativamente, se ha elucubrado mucho sobre las razones reales de este veto, viendo en él algunos observadores como un modo de enseñar al inquieto episcopado estadounidense “quién manda aquí” por parte de una Curia molesta ante una asamblea ‘desaconsejada’, mientras que otros creen que el caso norteamericano es especial porque los escándalos podrían afectar a prelados nombrados personalmente por Francisco y especialmente cercanos a su línea de gobierno.Pero las recientes revelaciones de CNA apuntan, paradójicamente, a otra motivación: el clericalismo. Es decir, que lo que Roma no está dispuesta a consentir es que los laicos fiscalicen la investigación sobre los clérigos.
El riesgo de esta aproximación al problema es evidente, y ciertamente se encierra en el fenómeno al que el propio Santo Padre responsabilizó en última instancia del escándalo, el clericalismo, que viene a ser la versión eclesial del corporativismo o gremialismo común en la vida civil.

Mejor que cualquiera de nosotros lo delató el defenestrado cardenal Roger Mahoney, emérito de Los Angeles, cuando se dirigió a sus colegas de la asamblea para disuadirles de que se acusen unos a otros, porque todos ellos son “hermanos en el episcopado”. Ciertamente, la autorregulación es, en este caso, especialmente falible, ya que los obispos forman un cuerpo relativamente pequeño y, como se ha demostrado en los últimos años, crecientemente alejados de la realidad de sus feligreses.

Carlos Esteban

El veto vaticano al episcopado de EEUU pone a la iglesia americana a merced de la autoridad civil (Carlos Esteban)



Hasta ahora, el argumento dado por los abogados de la Iglesia para impedir que la judicatura americana actuara colectivamente contra ella por el encubrimiento de casos de pederastia era que cada diócesis es una entidad autónoma que no recibía órdenes ‘corporativas’. Pero al vetar la aprobación de medidas contra el encubrimiento por parte de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y ser obedecida, Roma podría haber pulverizado esta ficción jurídica.

Según la Ley de Inmunidad Soberana Extranjera de 1976, no se puede llevar a juicio en Estados Unidos al gobierno de un Estado soberano, salvo en nueve casos excepcionales. Y uno de ellos, la ‘excepción de agravio’ (tort exception) fue el alegado en 2010 por el abogado William McMurray en el caso O’Bryan vs. la Santa Sede, en un tribunal de Kentuky, en el que, en nombre de un grupo de víctimas de abusos clericales, demandó la deposición del entonces Romano Pontífice, Benedicto XVI.

Perdido el caso, el tribunal de apelación comunicó que solo procedía un nuevo juicio si los demandantes conseguían probar que los obispos americanos actuaban siguiendo órdenes del Vaticano. En efecto, el abogado de la Santa Sede, Jeffrey Lena, había ganado el caso en primer instancia alegando que el Vaticano no era responsable de la política de los obispos norteamericanos relativa a la protección de los menores.

Y esto, sostiene en Breitbart News Benjamin Harnwell, es lo que hace tan peligrosa la intervención de última hora del Vaticano vetando la aprobación de dos medidas previstas para combatir el encubrimiento de abusos clericales por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Al hacerlo, la Santa Sede parece haber despreciado los estrictos límites jurídicos que usó en su día para protegerse contra la acción judicial estadounidense.

Al someterse a la orden perentoria, los obispos dan a entender que deben dar cuenta a la Santa Sede de cuestiones operativas locales relativas a la política de abusos a menores. Esa admisión tendrá, con toda probabilidad, consecuencias imprevisibles en futuros litigios con el Estado Vaticano.

Teniendo en cuenta que ya ha habido, desde la primera ola de escándalos de esta naturaleza, varios intentos de hacer del Vaticano responsable subsidiario en casos de abusos clericales a efectos de indemnizaciones, es perfectamente imaginable que en el futuro los abogados de las víctimas se valgan de este precedente en demandas futuras y que se multipliquen las acciones legales que traten de hacer pagar al diminuto Estado miles de millones en indemnizaciones.

Carlos Esteban