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lunes, 31 de marzo de 2014

Un año de Pontificado del papa Francisco (7 de 7) (Alejandro Sosa Lapida)


15. En una entrevista mantenida con el periodista ateo Eugenio Scalfari el 24 de septiembre de 2013 en el Vaticano, publicada por el cotidiano izquierdista La Repubblica el 1 de octubre, Francisco realizó unas declaraciones pasmosas. Cabe precisar que esta entrevista fue publicada en el sitio oficial de la Santa Sede, lo que le confería un rango magisterial. Fue retirada al cabo de un mes y medio, a causa de las incesantes polémicas y de las numerosas protestas que había suscitado en ámbitos católicos conservadores. Pero la entrevista permanece considerada «confiable en líneas generales», asegura el Padre Federico Lombardi, el encargado de la sala de prensa de la Santa Sede. Además, el artículo fue íntegramente publicado por el cotidiano del Vaticano, L’Osservatore Romano, incluso en su versión semanal italiana del 8 de octubre. Sin esas polémicas y protestas, la entrevista aún se hallaría en el sitio oficial del Vaticano, entre los documentos oficiales del nuevo pontificado… 



Tras haber expuesto el contexto, leamos algunos pasajes [de la misma]. Según el Papa Francisco «los males más graves que afligen al mundo hoy son el desempleo de los jóvenes y la soledad en la que son abandonados los ancianos». Frente a semejante sentencia, resulta imposible no interrogarse: ¿Más graves incluso que la legalización de la pornografía y del aborto, del divorcio y de la contracepción, del «matrimonio» homosexual y de la adopción «homoparental»? ¿Más graves todavía que la apostasía de las naciones antaño católicas, que la escuela sin Dios, que la «cultura» de masa hedonista y que la ignorancia religiosa casi absoluta de la juventud? 

A renglón seguido, al periodista que se imagina que Francisco podría intentar convertirlo, éste le responde tranquilizándolo en términos inverosímiles: «El proselitismo es soberanamente absurdo, no tiene ningún sentido. Hay que conocerse, escucharse mutuamente y aumentar el conocimiento del mundo que nos rodea (…) ». Afirmaciones de este tenor podrían ser rubricadas sin vacilar por un masón, un «libre-pensador» o un filósofo «humanista» (...) He aquí otra sentencia bergogliana: «Todo ser humano posee su propia visión del bien y del mal. Nuestra tarea reside en incitarlo a seguir el camino que el considere bueno (…) No dudo en repetirlo: cada uno tiene su propia concepción del bien y del mal, y cada uno debe escoger seguir el bien y combatir el mal según su propia idea». Esto no es sino puro naturalismo, relativismo moral e indiferentismo religioso. ¡Y pensar que nosotros creíamos, sin dudas algo ingenuamente, que la principal tarea de los clérigos consistía en anunciar a los hombres la salvación en Jesucristo!

Pero retomemos la seriedad: salta a la vista de todo creyente medianamente instruido que la doctrina católica se sitúa en las antípodas de esas palabras inauditas y escandalosas en boca de quien ocupa la sede de San Pedro… He aquí dos de las proposiciones solemnemente REPROBADAS por Pío IX en su Syllabus de 1864: «Las leyes de la moral no requieren la sanción divina y no es en absoluto necesario que las leyes humanas se conformen con el derecho natural o reciban de Dios el poder de obligar» (n° 56). «La ciencia de las cuestiones filosóficas y morales, así como las leyes civiles, pueden ser sustraídas a la autoridad divina y eclesiástica» (n° 57).

Pasemos a continuación a la última salida del Papa Francisco: «Yo creo en Dios. No en un Dios católico, porque no existe un Dios católico, existe Dios (…) Por mi parte, observo que Dios es luz que ilumina las tinieblas, incluso si no las disipa, y que una chispa de esta luz divina se encuentra dentro de cada uno de nosotros (…) ».
[léase el artículo de Fray Gerundio que habla sobre este tema del Dios católico] Francisco hace suya la posición teológica de su amigo y mentor, el cardenal jesuita Carlo Maria Martini, al que en dos oportunidades cita elogiosamente en su conversación con Scalfari, consignada en su último libro, editado en 2008, "Conversaciones nocturnas en Jerusalén. Sobre el riesgo de la Fe", en el que este eclesiástico progresista y francmasón, reconocido como tal por el Gran Oriente de Italia, afirmaba que «no se puede convertir a Dios en católico. Dios está más allá de los límites y de las definiciones que establecemos».

[Estos] dichos consternantes de Francisco eximen de mayor comentario: corresponden más a una gnosis naturalista y panteísta, la de Teilhard de Chardin (¡Otro jesuita más! San Ignacio de Loyola debe estar que se revuelve en su tumba…) que a lo que nos enseñan la Revelación divina y el Magisterio de la Iglesia sobre la Naturaleza de Dios, la Creación y el Orden sobrenatural.

16. En su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (§ 247 a 249), publicada el 24 de noviembre de 2013, Francisco afirma que la Antigua Alianza «no ha sido nunca revocada», que no se debe considerar al judaísmo talmúdico actual, estructurado en oposición a Cristo y a la misión evangelizadora de la Iglesia, como a «una religión extranjera» ni decir que los judíos estén llamados a «convertirse al verdadero Dios», puesto que juntos creemos «en el único Dios que actúa en la historia» y «acogemos con ellos la común Palabra revelada». Pero (...) el cristiano verdadero bien sabe que sus enseñanzas
[las de los judíos] son falsas y que no pueden provenir sino del padre de la mentira, pues «quien niega al Hijo tampoco tiene al Padre; quien confiesa al Hijo, confiesa también al Padre.» (1 Jn. 2,22) y además «todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; pero todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios» (1 Jn. 4, 2-3).

Francisco prosigue diciendo que (…) existe una rica complementariedad que nos permite leer juntos los textos de la Biblia hebraica y ayudarnos recíprocamente para profundizar las riquezas de la Palabra».
[Esto está en contra de lo que se encuentra contenido en la Sagrada Escritura y de lo que siempre ha enseñado el Magisterio de la Iglesia] (...) pero [claro, resulta que] la Palabra de Dios es idéntica al Verbo de Dios, a la segunda Persona de la Santísima Trinidad, que «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn. 1, 14) de la que se dice que «vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron» (Jn. 1, 11); y los «suyos» son los judíos, quienes, en su gran mayoría, rechazaron a Jesucristo, el Verbo encarnado, la Palabra de Dios hecha carne (...) [y al que siguen rechazando también ahora, con más fuerza, si cabe]

Estamos ante un serio problema, si se me permite el eufemismo… Y confieso que no puedo dejar de interrogarme: "¿Llegará acaso el momento en que se prohíba a los fieles rezar por la conversión de los judíos, por considerarlo como un acto de «intolerancia religiosa», «discriminatorio» y «antisemita»? " (...) 


¿Hasta dónde nos conducirá la locura desatada por [la Declaración] Nostra Aetate [de Pablo VI, en 1965]? No hace falta ser profeta para predecir que si la lógica interna de ese documento revolucionario se desplegara hasta sus últimas consecuencias (y, a vista humana, resulta difícil vislumbrar otro desenlace…), se llegaría ineluctablemente a la apostasía generalizada y los fieles, debidamente aclimatados desde hace décadas por lobos despiadados disfrazados de ovejas a esa mutación radical de la Fe que es la impostura del ecumenismo «judeo-cristiano», se encontrarían preparados para acoger al «mesías» que espera la Sinagoga, y que no es otro que el Anticristo, como nos lo advierte claramente Nuestro Señor profetizando ante los judíos incrédulos de su época: «Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me habéis recibido; otro vendrá en su propio nombre y vosotros lo recibiréis» (Jn. 5, 43). (...)


17. Durante una homilía pronunciada el viernes 20 de diciembre de 2013 en la capilla de la Casa Santa Marta, en el Vaticano, Francisco dijo estas palabras, refiriéndose a la Virgen María : «Ella estaba silenciosa, pero en su corazón, ¡cuántas cosas le decía al Señor! ¡Tú, aquel día, me dijiste que sería grande; me dijiste que le darías el trono de David, su padre, que reinaría para siempre y ahora lo veo aquí! ¡La Virgen era humana! Y tal vez tenía ganas de decir: ¡Mentiras! ¡Me han engañado!» Estas palabras son sencillamente escandalosas. La Tradición nunca ha atribuido a María sentimientos de revuelta ante el sufrimiento. Su disposición permanente en toda circunstancia fue la que tuvo el día de la Anunciación: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). La Iglesia venera a María como Reina de los Mártires, lo que no habría sido posible si no hubiese consentido en realizar el infinito sacrificio que Dios le pedía: hacer entrega de la vida de su divino Hijo con miras a la salvación de la humanidad caída, y del cual ella era plenamente consciente desde la profecía que le hiciera Simeón el día de la Presentación del Niño Jesús en el Templo: «Y a tí una espada te atravesará el alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lc. 2, 35). Ningún signo de rebeldía ni de ignorancia en María, sino una completa sumisión a la voluntad divina y una total conciencia en su acto libre y voluntario de consentimiento en la inmolación de su divino Hijo por la salvación de los hombres (...). Esa es la doctrina tradicional de la Santa Iglesia de Dios, en conformidad con la Revelación divina.

18. Como consecuencia de todos esos gestos políticamente muy correctos y mediáticamente irresistibles, Francisco fue elegido «Hombre del año» por la edición italiana de la revista Vanity Fair. Otro tanto hizo la revista estadounidense Time tres días después, dedicándole la tapa con el título «El Papa del pueblo». (...) Tiempo después, en diciembre, la revista Time lo eligió también «Hombre del año 2013» (...). En el mismo mes de diciembre, la célebre revista de la comunidad homosexual estadounidense, The Advocate, le otorgó igualmente el premio de «Persona del año 2013», (...) A Francisco fue dedicada también la tapa de la famosísima revista pop estadounidense RollingStone del mes de febrero, bajo el título ‘Pope Francis: The times they are a-changin’ (Papa Francisco: Los tiempos están cambiando), que retoma el nombre de la legendaria canción contestataria de Bob Dylan de los años 60’ para aplicarlo a su acción durante su primer año de pontificado.

Time, Vanity Fair, The Advocate, Rolling Stone: estamos hablando de cuatro de las publicaciones emblemáticas de la cultura subversiva, libertaria y decadente que prevalece en el mundo occidental desde el final de la segunda guerra mundial. Las cuatro hacen de Francisco su «héroe» del «progreso», su icono del «cambio», ven en él la encarnación de la apertura mental hacia la «modernidad» y las cuatro se deshacen en alabanzas ditirámbicas hacia su persona. DE NADA SIRVE NEGAR LA REALIDAD. Por difícil que sea hay que mirarla de frente: esto es algo que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia y que no puede sino turbar profundamente el alma de los fieles.

En estos tiempos diabólicos en los que la confusión reina soberanamente en la inmensa mayoría de las almas, no debe perderse de vista que, en lo que atañe a nuestras relaciones con el mundo, el cual se halla «enteramente bajo el imperio del Maligno» (1 Jn. 5, 19), nuestro Divino Maestro nos advirtió explícitamente: «Si el mundo os odia, sabed que me odió a mí antes que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que le pertenece; pero como no sois del mundo, porque Yo os saqué del mundo, el mundo os odia» (Jn. 15, 18-19).

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Estoy descorazonado por verme en conciencia obligado a escribir esto. Entristecido en grado sumo. Anonadado, a decir verdad. ¡Cómo desearía que las cosas fuesen diferentes! Poder confiar y dejarme guiar. Me horroriza la oposición a la autoridad, la disputa, el conflicto: es una actitud ajena a mi naturaleza. Cada día imploro al Señor tenga a bien abreviar esta situación tan penosa, humanamente insoportable. A la espera de que Él se digne a intervenir, me resulta imposible guardar silencio. A pesar de que querría poder hacerlo. Más de lo que podría imaginarse. Pero sencillamente no puedo: me sentiría avergonzado de mí mismo. La hora es grave. La confusión reina. El mal es profundo. Callar es volverse cómplice. Lo que está en juego es vital: se trata, ni más ni menos, que de lograr conservar la Fe. Y de seguir profesándola públicamente. (...) Hay que dar testimonio, «a tiempo y a destiempo», nos exhorta San Pablo (2 Tim. 4,2). Como saben, testigo, en griego, se dice mártir. Esa es nuestra situación. En sentido literal, quizás aún no en nuestros países, pero en el figurado muy a menudo, y en todas partes.

Les saludo fraternalmente en el Señor. Quiera Él alumbrar nuestro camino terrestre con su claridad divina y guiar nuestros pasos hacia la gloria de su Reino venidero. Maran atha: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap. 22,20)

Terminado el dos de febrero de 2014, en la solemnidad de la Presentación del Niño Jesús en el Templo y de la Purificación de la Santísima Virgen María.

Alejandro Sosa Laprida

[En términos generales, estoy completamente de acuerdo con este autor, al que desconozco. Los hechos son los hechos. Y lo que el Papa ha dicho o ha hecho, lo ha dicho o lo ha hecho. Eso es algo indiscutible. No obstante, cabría hacer algunos matices o precisiones, en algunos puntos muy concretos, con lo que el artículo quedaría más completo, en mi opinión. Tal vez lo haga. Por otra parte, y en honor a la verdad, aunque ya he hecho alusión a ello más de una vez, debo recordar que, en bastantes ocasiones he omitido una serie de frases del autor y en otras (muy pocas) he resumido lo que quería decir; todo ello por motivos de brevedad. En fin, sea de ello lo que fuere, creo sinceramente haber expresado con fidelidad las ideas que el autor quería comunicar]