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jueves, 24 de abril de 2025

En la muerte del papa Francisco (Michael Matt)



Algunas personas me han preguntado cómo es que no he hecho ningún comentario todavía sobre la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. La verdad es que sí lo he hecho: pocas horas después de su muerte posteé una oración por el eterno descanso de su alma.

¿Nada más? Sí. Por el momento. Ahora Francisco ha comparecido ante el temible tribunal de Dios Todopoderoso. No hace falta que diga más. Además, mi irlandesa madre que paz descanse se revolvería en la tumba si me oyera hablar mal de un difunto ya antes del funeral. Yo soy de los antiguos, y en otros tiempos, cada vez que alguien se moría –fuera bueno o malo, te cayera bien o mal–, un católico reaccionaba siempre de la misma manera: rezaba por su alma y dejaba pasar algún tiempo antes de recordar a otros los pecados del finado.

Enseguida estarán intentando canonizar a Francisco en virtud de supuestos milagros, reescribirán malamente la historia y muchos harán política a costa del fallecido. Yo no lo pienso hacer. ¿Por qué? Porque no soy como ellos.

Recuerdo cuando vi el funeral de Pablo VI en el pequeño televisor en blanco y negro de la sala de mi casa cuando era niño. Pocos periodistas católicos habían sido más críticos con el programa del modernista Montini que mi padre. Metí la pata haciendo algunas observaciones negativas sobre el difunto papa a una de mis hermanas, y mi padre me regañó por ello. Y para recalcar más la idea, luego nos puso a toda la familia a rezar un rosario por el alma de Pablo VI.

Huelga decir que la enseñanza se me quedó grabada. Al igual que Pablo VI aquel día, Francisco comparece ante Dios ahora y necesita nuestras oraciones. Ya habrá tiempo de hablar de su pontificado en las próximas semanas. Pero yo prefiero aprovechar estos momentos para reaccionar a la muerte de Francisco lanzando un pedido urgente de oración por su eterno descanso. Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; ROGAD por los que os calumnian» (Lucas 6,27). Si tal es nuestro deber para con nuestros adversarios del mundo, es indudable que el Señor también quiere que hagamos lo mismo (¡y con más razón!) cuando se muere un modernista.

Yo no quiero la condenación eterna para Francisco; ni para nadie. No tengo manera de saber qué le haya podido decir a Dios en sus últimas horas en este mundo, cómo pueda haber respondido a su gracia en sus últimos momentos. Lo único que puedo hacer es rezar porque se arrepintiera, que Dios haya tenido misericordia y Francisco se haya salvado. Esa es la gran ventaja que tenemos los católicos: que a los hechos consumados podemos seguir empeñados en lograr aparentes imposibles. Mi madre decía que quien pide misericordia al caerse del caballo la encuentra antes de llegar al suelo. Las monjas del colegio nos enseñaban que no diéramos nada por sentado, y que un día nos llevaríamos una gran sorpresa al ver quién había llegado al Cielo y quién no.

El de presunción es uno de los grandes pecados contra el Espíritu Santo, y otro es el de desesperación. Según lo entiendo yo, el católico fiel ni presume de la salvación ni pierde la esperanza en ella; ni canoniza ni condena a los muertos. Se limita a rogar por ellos, sobre todo en los días inmediatamente posteriores a su muerte, contentándose con dejar el destino definitivo en manos del supremo Juez. Eso se hacía cuando yo era niño, y espero que siga siendo así. El mundo hará lo que quiera, pero tenemos que seguir comportándonos como católicos ante la misteriosa y sobrecogedora realidad de la muerte, el juicio, el Cielo y el Infierno.

Por último, no creo que ningún lector de The Remnant ni nadie que vea mis videos tenga la menor duda en cuanto a mi postura en lo que se refiere al pontificado del último papa. Ya habrá tiempo de publicar críticas en las próximas semanas. De momento, recemos por Francisco y por su sucesor, para que Dios bendiga a la Iglesia haciendo que el próximo sea verdaderamente católico.

Michael Matt

martes, 8 de abril de 2025

Mons. Schneider insta a Francisco a revocar textos que socavan la Fe



Ahora que han dado el alta al Pontífice, el obispo de Kazajistán afirma que debe esforzarse todo lo posible por eliminar algunas confusiones y ambigüedades que se han hecho, y que él mismo ha causado, durante su pontificado.


CIUDAD DEL VATICANO (LifeSiteNews) — Monseñor Athanasius Schneider ha exhortado a los católicos a rezar para que el papa Francisco se retracte de algunas cosas que ha afirmado en sus documentos y declaraciones que «han socavado la claridad de la Fe».

Después de que el papa Francisco regresara al Vaticano el pasado domingo tras pasar 28 días ingresado en el hospital Gemelli a causa de una pulmonía bilateral, muchos de sus más allegados seguidores agradecieron lo que consideran que supondrá una nueva etapa de su pontificado.

En una entrevista que concedió el lunes al locutor radiofónico Joe McLane, monseñor Athanasius Schneider pidió también una nueva etapa en su pontificado, pero una etapa en la que Francisco intente rectificar algunos de los errores que, según Schneider, ha contribuido a propagar.

Schneider dijo que era urgente rogar por el Papa, que es el padre de una familia, porque –dijo– «no podemos perder de vista la perspectiva sobrenatural de la Iglesia».

Según el obispo auxiliar de Kazajistán, es preciso rezar para que Francisco obtenga de Dios las gracias necesarias para «fortalecer a toda la Iglesia en este último periodo de su pontificado».

Schneider dio más detalles:

Lo que quiero decir es que podría publicar un documento en el que reafirmase la verdad de la Fe relativa a los errores más difundidos actualmente en la Iglesia, y eliminara algunas de las confusiones y ambigüedades que ha originado en su pontificado, y que él mismo ha causado, [así como para que] tenga la fortaleza, la humildad y la prudencia para rectificar, para arrepentirse de algunas cosas que ha hecho, de retractarse de algunos documentos y afirmaciones que han dado lugar a confusión o han socavado la claridad de la fe divina.

Para Schneider, ésa debe ser la primera labor que emprenda ahora que ha salido del hospital.

Que el Señor le dé la gracia y la misericordia para que todavía tenga posibilidad de rectificar, de corregir algunos aspectos importantes de su pontificado. También debemos rogar fervientemente por esto.

Hoy en día están muy extendidos la confusión y el error en temas como la sexualidad humana y el matrimonio, la primacía de la Fe católica, los sacramentos y la necesidad de creer en Dios. Si Francisco no remedia estas confusiones, comentó Schneider, tendrá que hacerlo su sucesor, y lo instó a hacerlo.

El nuevo pontífice deberá igualmente enseñar la doctrina católica referente a la imposibilidad del acceso a la Comunión para los divorciados, así como en lo relativo a la bendición de parejas homosexuales, declaró.

Señaló también Schneider que un papa debe ser «un fiel siervo y administrador de Cristo, no del espíritu de este mundo, ni de las costumbres del mundo».

Schneider pidió que si Francisco muere sin haber hecho las aclaraciones doctrinales necesarias, el que venga después «priorice las rectificaciones y retractaciones pertinentes a los ambigüísimos y erróneos documentos y acciones del pontificado de Francisco».

En concreto, Schneider pidió que el futuro pontífice «haga una profesión de fe en la que corrija los errores, los errores más importantes y extendidos de nuestro tiempo», y la primera corrección deberá ser proclamar que la única Fe verdadera es la católica.

A continuación vendrá la doctrina sobre la sexualidad humana, sobre todo «la indisolubilidad del matrimonio, el carácter intrínsecamente pecaminoso de los actos sexuales realizados fuera del matrimonio, recalcando en particular la índole intrínsecamente perversa de los actos y comportamientos homosexuales.

Citó además la exhortación apostólica de Francisco Amoris laetitia, añadiendo que «el Papa debe desdecirse» de ella, así como de la impiedad de Fiducia supplicans, documento con el que Francisco da luz verde a la bendición de parejas del mismo sexo, que habrá que derogar en su totalidad

Pidió además la clara derogación del infame documento de Abu Dabi de 2109, a fin de preservar la autenticidad de la Fe católica, así como la interrupción de los procesos sinodales con la prórroga de tres años recientemente aprobada por el papa Francisco.

El prelado de la sede kazaja se distingue entre las voces que más claro se alzan durante el presente pontificado publicando declaraciones en favor de la doctrina tradicional católica frente a algunos de los textos y declaraciones más controvertidos de Francisco.

Hace poco, Schneider respondió públicamente a un comentario que se ha convertido en uno de los más polémicos de los doce años que lleva reinando Francisco: sus declaraciones de septiembre del año pasado sobre Dios y la pluralidad religiosa.

Durante una entrevista reciente en alemán con el periodista de LifeSiteNews Andreas Wailzer, Schneider exhortó al futuro sucesor de Francisco a promulgar la rectificación si el actual pontífice no lo hace antes de morir.

Por último, monseñor Schneider destacó la importancia de que el futuro Vicario de Cristo corrobore que «Jesucristo es el único Redentor de la humanidad, y que Él y la Iglesia que Él fundó son la única vía de salvación dispuesta por Dios».


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


martes, 25 de marzo de 2025

El Papa regresó a Santa Marta. Una buena noticia



Puede parecer raro que en este blog consideremos que es una buena noticia, más aún, una muy buena noticia que el Papa Francisco haya regresado a Santa Marta, aunque allí le espere una larga convalecencia de la que no sabemos cómo y cuándo saldrá.

Lo cierto es que en el Vaticano las cosas se han complicado mucho más de lo que nadie podía esperar, y la afirmación del cardenal Víctor Fernández sobre que el pontífice “tendrá que aprender a hablar nuevamente”, no debe tomarse como propia de un deslenguado. Creo que fue el modo de advertir indirectamente que Francisco estaba perdiendo control del gobierno de la Iglesia: un anciano que apenas si balbucea no puede tomar las decisiones que día a día se publican. Y el cardenal regalón del pontífice está como loco porque no es él quien le presenta los documentos para firmar, como hizo durante mucho tiempo, sino otros. ¿Quiénes son esos otros? Todos coinciden en que es el cardenal Parolín. La presencia del Papa en Santa Marta quebrará el aislamiento y, como se comenta, es probable que interponga entre él y el avispero que lo rodeará, alguien de extrema confianza que le cuide las espaldas, y la firma. Se dice que ni siquiera sería un cardenal.

Pero más allá de este hecho, que veremos cómo termina y cuánto tiempo dura, lo cierto es que, si el Papa moría de esta enfermedad, el cónclave iba a ser mucho más complicado y peligroso para la Iglesia que lo previsto. El cardenal que más chances tiene de ser elegido en estos momentos es Pietro Parolin. Como buen italiano, ha sabido hacer una carrera prolija y bien diseñada, con buenos modales y tejiendo alianzas con todos los grupos de la Iglesia, excepto con los tradicionalistas a los que considera irremediablemente perdidos (es conocido por su férrea oposición a la misa tradicional y por ser uno de los instigadores de Traditionis custodes). Su habilidad le ha valido que, a pesar de la tendencia del Papa Francisco a desprenderse de sus colaboradores más cercanos con cierta frecuencia, Parolin ha permanecido doce años en su cargo. Sin embargo, lo dio por muerto antes de tiempo y comenzó a comportarse como Papa suplente. Habría sido esta actitud la que precipitó el alta del Gemelli: no es lo mismo un Papa enfermo en un hospital que en el Vaticano.

Todos en los Sacros Palacios saben que Bergoglio no quiere a Parolin, y que Parolin no quiere a Bergoglio. Dos ambiciosos el poder lógicamente deben repelerse mutuamente. Y es por eso que el Papa está haciendo todo lo posible para dificultarle su carrera al solio petrino. Ya relatamos aquí la extensión que le concedió el Papa al cardenal Giovanni Battista Re como decano del colegio cardenalicio, puesto al que sin dudas iba a acceder Parolin; y sabemos también que el primer rosario en la Plaza de San Pedro fue dirigido por Parolin y no por Re, que tiene precedencia sobre él. Danzas de palacio para imponerse en el imaginario de los purpurados de todo el mundo. Y será Parolin también quien, el 2 de abril, presidirá la misa por los 20 años de la muerte de Juan Pablo II; un gesto cargado del cinismo propio del Vaticano: el Papa que abandonó la ostpolitik y protagonizó la caída del comunismo en Rusia y Europa del Este, será celebrado por el cardenal que renovó esta fracasa política de acercamiento a los gobiernos comunistas a través del acuerdo con el gobierno chino, por el cual entregó a la Iglesia y a sus mártires, a las decisiones del Partido. Y Francisco respondió no recibiéndolo sólo a él en sus habitaciones del Gemelli sino acompañado del Sustituto Edgar Peña Parra, a quien prefiere. Una suerte de humillación para el Secretario de Estado: en el lenguaje Vaticano, es un signo claro de que el pontífice no confía en él y por eso quiere testigos en los encuentros.

Por otro lado, es probable que sea justamente esta acelerada de Parolin en su carrera la que le desgracie la elección. En mi opinión, si es cierto que existía la posibilidad de que se cambiaran algunas reglas del cónclave —se hablaba de la posibilidad de que la elección fuera por mayoría absoluta y no por los dos tercios, y que no se admitiera a las congregaciones generales previas a los cardenales que no son electores—, esa posibilidad la ha cancelado Secretario de Estado por su apresuramiento. En efecto, si la elección fuera por mayoría absoluta, al segundo día del cónclave asomaría sin duda Parolin en la loggia, y el más interesado en vetar a los purpurados mayores de ochenta años la posibilidad de hablar, es justamente él mismo. Y esto es así porque sabe que es allí, en las congregaciones generales, donde sus enemigos lo mostrarán tal cual es. Y el más importante de ellos es el anciano cardenal chino Joseph Zen. Este ha dicho: “Parolin tiene la mente envenenada. Tiene modales muy dulces, pero no confío en él”. Y también: “Parolin sabe que es un mentiroso y el Papa está siendo manipulado por él”. Nadie querría que un anciano venerable, que carga sobre sus espaldas años de persecución y cárcel, lo exponga con esa claridad frente a quienes serán sus electores. No creo, por tanto, que el Papa Francisco esté dispuesto a cambiar reglas que sólo favorecerán a su contrincante.

¿Qué es lo quiere entonces Francisco? ¿Cuál es su delfín? Difícil saberlo; como dice el adagio, nadie sabe lo que hay en la mente de un jesuita. Probablemente su preferido sea el cardenal Mateo Zuppi, a quién aupó de simple cura romano a arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y tiene como plus que se odian mutua y cordialmente con Parolin. Sin embargo, como explicaba la semana pasada Sandro Magister, y a pesar de que Zuppi es miembro de la Comunidad de San Egidio, no es el candidato de esta poderosa e influyente comunidad por esa misma razón: difícilmente los cardenales votarían por alguien que, si fuera Papa, el verdadero poder no estaría en él sino en sus confratelli, comenzando por el fundador Andrea Riccardi. El candidato en las sombras sería el portugués José Tolentino de Mendonça, prefecto del dicasterio de la cultura.

Tolentino es un candidato que tiene papeles. Nacido en Fuchal, isla de Madeira, vivió muchos años en Angola y luego en Lisboa, donde ejerció labor de docencia universitaria y actividades culturas varias, siendo autor además, de libros de poesía, una especie de Vincenzo Pecci redivivo. También, como Zuppi, fue elevado de simple cura lusitano a cardenal por capricho del Papa Francisco. Su elección aseguraría que la Iglesia terminara convirtiéndose en la garante de un cristianismo cultural que, sin despojarse de los aspectos dogmáticos o morales, los dejara más o menos de lado para dedicarse a sostener los valores culturales cristianos en diálogo con las demás religiones. Una Iglesia modosita, habitada por los bien pensantes y alejada de los extremos.

Pero, ¿tiene chances verdaderamente el cardenal Tolentino de ser elegido? Difícilmente. Dos importantes factores juegan en su contra. En primer lugar, no tiene experiencia pastoral; jamás fue párroco ni vicario parroquial; ni tampoco obispo residencial. No tiene olor a oveja sino a libros y vernissages. Y en segundo lugar, y más importante aún, tiene 59 años; es muy joven. No creo que ningún cardenal se convenza de votar a una persona que hace prever un papado de veinticinco o treinta años, porque si en vez de pato sale gallareta, estamos fritos.

En definitiva, que es una muy buena noticia para la Iglesia que el Papa Francisco haya retornado a Santa Marta y que permanezca con vida algunos meses más, los suficientes para frustrar las aspiraciones de Parolin que es la opción más tenebrosa a la que podría ser arrojada la Iglesia.

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P.S.: Alguien podría preguntar lo siguiente: Si el Papa Francisco no lo quiere a Parolin, ¿por qué no lo saca, así como sacó a Müller o a Burke? Es muy sencillo: porque Francisco decidió no enfrentar la casta.

A la Iglesia la gobierna, desde hace siglos, una casta, para hablar en términos mileístas. Para bien o para mal, es así, y sin la casta, o sin un pacto con la casta, ningún Papa puede gobernar. En el último siglo pasaron nueve papas, sin contar a Juan Pablo I. De ellos, cuatro no pertenecieron a la casta: San Pío X, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. El resto —Benedicto XV, Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI— eran parte de ella. Quienes no lo fueron, se aliaron rápidamente con ella, a excepción de Ratzinger. San Pío X eligió como secretario de Estado a Rafael Merry del Val, parte de la casta desde que era seminarista y Juan Pablo II al cardenal Agostino Casaroli, flor y nata de la casta vaticana. Benedicto XVI la conocía muy bien: había convivido con la casta durante veinte años, y sabía cómo actuaba, y sabía de lo que eran capaces. Y fue el único que tuvo agallas para nombrar como su segundo al cardenal Tarcisio Bertone, extraño también al grupo. Y así le fue. Es verdad que Bertone no era el indicado, por torpe y frívolo, pero la casta le tendió al pontífice todas las trampas posibles. Y cuando éste redobló la apuesta y nombró una comisión investigadora a la curia romana, es decir a la casta, cuyo resultado fueron dos grandes cajas, tuvo que renunciar. Y la casta no lo perdonó ni siquiera después de la renuncia: eligieron a Bergoglio en vez de Scola, que era su candidato.

Francisco, que sabe cómo moverse en los círculos del poder y a pesar de sus cacareos de reforma de la curia, lo primero que hizo fue dejarle claro a la casta que trabajarían juntos: nombró a Mons. Battista Rica, vedette de la mafia rosa, en un alto puesto en el Vaticano y aceptó sin chistar la “sugerencia” de los cardenales Achille Silvestrini y Jean Turan, y trajo a Pietro Parlin como secretario de Estado, relevándolo del exilio en Caracas al que lo había enviado Benedicto XVI, que sabía muy bien quién era.

El Papa Francisco hará todo lo posible para obstaculizar la carrera del cardenal Parolin al pontificado romano, pero no lo echará de su puesto, y mucho menos en esta etapa final de su vida. ¿O justamente por eso se animará a hacerlo? No lo creo. Entre bomberos no se pisan la manguera.

[Si desea dejar un comentario, puede hacerlo en el nuevo sitio del blog: https://elwanderer.com]

WANDERER

jueves, 6 de marzo de 2025

Francisco, como Biden. ¿Quién está tomando las decisiones en nombre del Papa? (Jaime Gurpegui)



Desde hace 21 días, el Papa Francisco está ingresado en el hospital Gemelli. Su estado de salud ha sido descrito por el Vaticano como «crítico pero estable», con episodios de insuficiencia respiratoria aguda, broncoespasmos y dependencia nocturna de ventilación mecánica.

Ha pasado por varias crisis, requiere oxígeno de alto flujo y ha tenido que someterse a broncoscopias para aspirar mucosidad acumulada. En estas condiciones, cualquier persona con sentido común dudaría de su capacidad para gestionar con normalidad los asuntos ordinarios de la Iglesia. Y, sin embargo, el Vaticano pretende que creamos que sigue al mando de decisiones clave. La pregunta central es: ¿Quién está realmente gobernando en su ausencia?
Parolin y Peña Parra vs Ghirlanda y jesuitas

Hay dos grandes polos de poder en este escenario: El cardenal Pietro Parolin y el arzobispo Peña Parra, que manejan el aparato institucional del Vaticano y tienen en sus manos las llaves del poder operativo. En ausencia del Papa, son ellos quienes administran el día a día de la Santa Sede y deciden qué se firma y qué no. El P. Gianfranco Ghirlanda y los jesuitas, cuyo poder ha crecido en los últimos años y que han colocado a hombres de confianza en puestos estratégicos. La cercanía de Elías Royón a este grupo deja claro que tienen una influencia directa en decisiones clave.

Estos grupos no necesariamente trabajan juntos; más bien, parecen estar disputándose el control de la maquinaria vaticana en un momento en el que Francisco está completamente vulnerable. Y es aquí donde entra la verdadera cuestión: se está ejerciendo un poder en nombre de un hombre anciano y enfermo, incapaz de supervisarlo todo.

El paralelismo con lo que sucedió en EE.UU. con Biden durante la última fase de su mandato es inevitable. La crueldad de mantener a un anciano al mando cuando claramente ya no puede gobernar por sí mismo es la misma en ambos casos. Se aprovechan de su estado para hacer y deshacer a su antojo, mientras se refuerza la apariencia de normalidad.

De la sentencia de Gaztelueta a los nombramientos episcopales

La misma lógica se puede aplicar a dos decisiones recientes en relación a España, pero son decenas las decisiones que se están tomando a diario en nombre del Papa:

El caso Gaztelueta. ¿Fue Parolin quien decidió emitir la sentencia para congraciarse con los jesuitas? ¿Fue Ghirlanda, con la influencia de Royón, quien empujó la decisión? En cualquier caso, lo que sí está claro es que Satúé no ha pintado absolutamente nada en esta historia. Todo el mundo sabe que su papel ha sido el de un vulgar sicario, un simple ejecutor de una orden tomada por otros, utilizado por su falta de escrúpulos morales.

El nombramiento del obispo de Albacete. ¿Se ha manejado desde la Secretaría de Estado? ¿Desde la esfera jesuita? Una vez más, no hay claridad, pero nos quieren hacer creer que, entre broncoespasmo y ventilación mecánica no invasiva, el Papa ha tenido la cabeza para pensar en el futuro de Albacete. Y el hecho de que la noticia haya sido filtrada a un medio de extrema izquierda como Religión Digital solo refuerza la idea de que el proceso está viciado por intereses políticos internos.

Lo cierto es que lo que está ocurriendo es inaceptable. Cada acción jurídica pontificia tomada desde el ingreso del Papa en el hospital deberá ser puesta en entredicho. No podemos seguir aceptando esta farsa en la que nos quieren hacer creer que un hombre gravemente enfermo está firmando sentencias, discutiendo nombramientos y gestionando la Iglesia con normalidad.

La gravedad del asunto no se limita a estos casos concretos. Estamos ante una manipulación descarada de la autoridad pontificia. Y esto no puede quedar sin respuesta.

Es hora de exigir transparencia. Es hora de preguntar quién está gobernando realmente la Iglesia en estos días. Porque si Francisco no está en condiciones de tomar decisiones, entonces hay otros que lo están haciendo por él. Y los fieles tienen derecho a saber quiénes son.

Jaime Gurpegui

viernes, 7 de febrero de 2025

Francisco y su cruzada contra la tradición: entre la difamación y la censura



Si hay algo que obsesiona al Papa Francisco es el tradicionalismo. No el falso tradicionalismo de los nostálgicos que idealizan un pasado inexistente, sino el catolicismo real que sigue llenando iglesias, formando familias y aferrándose a la doctrina de siempre. Ese es su enemigo. Y lo combate con todas las armas a su disposición: desprecio, caricaturización, censura y, ahora, difamación psicológica.

En su última biografía, Francisco vuelve a demostrar que no solo rechaza la tradición, sino que la odia. No porque la entienda y discrepe con ella, sino porque no la comprende y la teme. Para él, la liturgia preconciliar no es una manifestación legítima de fe, sino una «ideología» peligrosa que debe ser restringida con mano firme. Celebrar la misa en latín, según su lógica, no es un derecho de los fieles, sino un capricho que necesita permiso expreso del Dicasterio. Porque, claro, la liturgia tradicional puede “volverse ideología”, pero la pastoralidad líquida que él impulsa —donde la doctrina se amolda a la emoción y la verdad se relativiza en nombre de la «misericordia»— no es ideología, sino «apertura».

Pero Francisco no se detiene ahí. Su ataque a la tradición no es solo teológico, sino personal. En su afán por desacreditar el mundo tradicionalista, llega a sugerir que la atracción por la liturgia preconciliar responde a desequilibrios psicológicos, desviaciones afectivas y problemas de conducta. Ni siquiera Lutero se atrevió a tanto. Según él, quienes prefieren la misa tridentina no buscan lo sagrado, sino una especie de clericalismo disfrazado, una ostentación vacía, un refugio sectario. La caricatura es tan burda que causa vergüenza ajena.

Es grotesco, pero predecible. Desde el inicio de su pontificado, Francisco ha impulsado la imagen del tradicionalista como un fariseo obsesionado con las normas, incapaz de amor y compasión. Ahora, da un paso más: si sigues la tradición, es posible que estés enfermo. Pero si bendices uniones homosexuales o destruyes la moral sexual católica, eso no es ideología ni problema de conducta, sino «acompañamiento pastoral».

Y por si el ataque no fuera suficiente, añade una falacia indignante: ¿cómo es posible que alguien se escandalice por la bendición a homosexuales o divorciados, pero no por la explotación laboral o la contaminación? Porque sí, el Papa ha decidido meter el ecologismo en la ecuación, como si los fieles que defienden la moral tradicional estuvieran automáticamente a favor de la explotación de los pobres y la destrucción del medio ambiente. Es la táctica de siempre: si no estás de acuerdo con su relativismo, es que eres un hipócrita insensible a las injusticias sociales. Como si fuera incompatible preocuparse por la moral sexual y al mismo tiempo denunciar el abuso laboral.

Lo más irónico de todo es que Francisco acusa a la tradición de ser un refugio para “desequilibrados”, mientras que su pontificado ha sido una autopista para clérigos corruptos, chantajeables y con verdaderos problemas de conducta. Es el Papa que protegió a Zanchetta hasta que el escándalo fue insostenible, el mismo que ha promovido en la Iglesia una cultura de purga ideológica mientras predica sobre la inclusión y el diálogo.

Pero lo que más le molesta, y lo que explica su odio visceral hacia la tradición, es que la liturgia preconciliar sigue atrayendo jóvenes. Y eso no lo puede tolerar. No puede aceptar que, en medio del colapso de la Iglesia progresista, haya una generación que busca algo más sólido que las homilías aguadas, las misas banales y la disolución doctrinal que él impulsa. No puede admitir que hay católicos que quieren ser católicos de verdad.

Francisco nos ha dejado claro que no quiere reconciliarse con la tradición. Quiere destruirla. Quiere desacreditarla. Quiere erradicarla. Pero la historia es testaruda: la Iglesia ha sobrevivido a Papas hostiles antes, y sobrevivirá a él.

Jaime Gurpequi

miércoles, 22 de enero de 2025

Mons. Schneider ha planteado al Papa «temas importantes de la vida de la Iglesia»



El Papa Francisco ha recibido hoy en audiencia al obispo auxiliar de Astaná, Mons. Athanasius Schneider
. El Vaticano no ha ofrecido más detalles sobre el encuentro. El obispo ha asegurado que le ha planteado al Papa temas importantes de la vida de la Iglesia y que ha sido escuchado con atención.

(InfoCatólica) A petición de Kath.net, Mons. Schneider ha dado esta breve explicación:
«Lo que puedo decir es lo siguiente: durante la audiencia, el Papa Francisco fue muy cordial conmigo. Le planteé temas importantes de la vida de la Iglesia. Me escuchó con atención. Recemos por el Papa, para que fortalezca a toda la Iglesia en la fe».
Mons. Athanasius Schneider es de los pocos obispos que siempre ha hablado claro y conforme a la fe católica sobre la deriva doctrinal que lleva sufriendo la Iglesia en los últimos años. En noviembre del 2014 criticó que se sometiera a votación la verdad divina y la Palabra de Dios en el Sínodo sobre la Familia en relación a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Igualmente apoyó a los cardenales que plantearon objeciones al Papa por esa misma cuestión.

En diciembre del 2016 denunció la permisividad en la Iglesia con el divorcio y el adulterio. En febrero del 2019 salió al paso de la tesis de que es voluntad de Dios que haya muchas religiones. En marzo de ese mismo año consiguió que el Papa le dijera que esa posible voluntad de Dios era meramente permisiva. En mayo pidió una rectificación oficial de la declaración interreligiosa de Abu Dhai. Y en octubre, también del 2019, condenó el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano con motivo del Sínodo para la Amazonia.

En octubre del 2020, Mons. Schneider aseguró que el Papa volvía a cometer en la encíclica Fratelli tutti los mismos errores de la declaración de Abu Dhabi. En enero del 2022 pidió al Pontífice que no se aplicara Traditionis custodes, motu proprio del Papa que restringe la Misa previa a la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II.

En junio del 2023 solicitó al Papa que no diera a los laicos el mismo derecho de voto que los obispos en el Sínodo sobre sinodalidad. Y en junio del 2024 aseguró que Fiducia supplicans, texto del Dicasterio de la Fe que permite las bendiciones de parejas homosexuales, «socava gravemente la fe y la moral católicas».

viernes, 15 de noviembre de 2024

Obispo católico Strickland golpea duro al Papa Francisco y a los obispos de Estados Unidos






Duración 13:21 minutos

Obispo Strickland: «Todo obispo y cardenal debería declarar pública e inequívocamente que Francisco ya no enseña la fe católica»




Los Obispos de Estados Unidos están reunidos esta semana en Asamblea Plenaria en Baltimore.

A las afueras de donde se reúne el episcopado estadounidense, ha acudido el obispo emérito de Tyler Joseph Strickland acompañado de un grupo de fieles para rezar el Rosario. Desde allí, el obispo defenestrado por el Papa Francisco leyó una contundente carta dirigida principalmente a sus colegas obispos para advertirles de su negligente labor por su silencio.

Debido a su interés, reproducimos completa la carta del obispo Strickland a los obispos de Estados Unidos:


Queridos obispos:

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

Vosotros, apóstoles de hoy, os reunís aquí hoy, mientras la Iglesia y, por tanto, el mundo, estáis al borde de un precipicio. Y, sin embargo, vosotros, a quienes se os ha confiado la guarda de las almas, decidís no decir ni una palabra del peligro espiritual que abunda.

Hoy nos encontramos en la cúspide de todo lo que se ha profetizado acerca de la Iglesia y las abominaciones que surgirían en estos tiempos, un tiempo en el que todo el infierno ataca a la Iglesia de Jesucristo, y un tiempo en el que los ángeles caídos del infierno ya no buscan entrar en sus salones sagrados, sino que se quedan dentro, asomándose por sus ventanas y abriendo puertas para dar la bienvenida a más destrucción diabólica.

Creo que San Judas tenía en mente a hombres como muchos de ustedes cuando describió a hombres que “festejan juntos sin temor, apacentándose a sí mismos, nubes sin agua, que son llevadas de acá para allá por los vientos, árboles de otoño, infructuosos, dos veces muertos, arrancados de raíz, olas furiosas del mar, que espuman su propia confusión; estrellas errantes…” (Judas 1:12-13).

Muchas personas han preguntado qué se necesita para que más de unos pocos obispos finalmente hablen contra los mensajes falsos que fluyen constantemente desde el Vaticano bajo el liderazgo del Papa Francisco, y yo me hago la misma pregunta una y otra vez:

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

¿No sabéis que Nuestro Señor enviará a sus ángeles vengadores para amontonar carbones encendidos sobre las cabezas de aquellos que fueron llamados a ser sus apóstoles y que no han guardado lo que Él les ha dado?

Y sin embargo, casi todos ustedes, mis hermanos, permanecieron en silencio observando cómo se realizaba el Sínodo sobre la Sinodalidad, una abominación construida no para custodiar el Depósito de la Fe sino para desmantelarlo, y sin embargo, pocos fueron los gritos que se escucharon de ustedes, hombres que deberían estar dispuestos a morir por Cristo y su Iglesia.

El documento final del Sínodo ya se ha hecho público, pero con la prestidigitación que caracteriza al Vaticano controlado por Francisco. Al llamar la atención sobre cuestiones que preocupaban a muchos, han deslizado su verdadero objetivo sin que nadie se diera cuenta. Lo que perseguían en primer lugar era desmantelar la Iglesia de Cristo sustituyendo la estructura de la Iglesia tal como la instituyó Nuestro Señor por una nueva estructura de “sinodalidad” de inspiración diabólica que, en realidad, es una nueva Iglesia que no es en absoluto católica.

Ahora vemos las palabras proféticas del Venerable Arzobispo Fulton Sheen desplegándose ante nuestros ojos: “Porque su religión será la hermandad del Hombre sin la paternidad de Dios, él establecerá una contra-iglesia que será el mono de la Iglesia, porque él, el Diablo, es el mono de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero al revés y vaciada de su contenido divino, será un cuerpo místico del Anticristo que en todos los aspectos externos se parecerá al cuerpo místico de Cristo…” (Transmisión de Radio; 26 de Enero de 1947).

Con el impulso a la “sinodalidad” vemos que los enemigos de Cristo nos están poniendo ante nosotros, como dice Sheen: “una nueva religión sin cruz, una liturgia sin un mundo venidero, una religión para destruir una religión, o una política que es una religión –una que da al César incluso las cosas que son de Dios”.

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

Una comprensión rudimentaria del papado nos deja con la realidad de que el Papa Francisco ha abdicado de su responsabilidad de servir como el guardián principal del Depósito de la Fe. Cada obispo hace esta solemne promesa de proteger el Depósito de la Fe, pero el oficio petrino existe principalmente para ser el guardián de los guardianes y el siervo de los siervos. San Pedro recibió el oficio que lleva su nombre cuando, después de la resurrección, Cristo le preguntó tres veces: “¿Me amas?” y San Pedro respondió: “Tú sabes que te amo”, sanando así su traición mientras Cristo soportaba Su pasión. ¿Y quién es este Jesús a quien Pedro profesa amar? Por supuesto, él es la Verdad Encarnada; por lo tanto, San Pedro está afirmando que ama la Verdad. Esto nos deja con esta pregunta: “¿Ama el Papa Francisco la Verdad que Jesucristo encarna?” Lamentablemente, sus acciones y sus políticas que promueven una versión relativizada de la verdad que no es verdad en absoluto nos impulsan a una conclusión devastadora: el hombre que ocupa la Cátedra de San Pedro no ama la verdad y busca remodelarla a imagen del hombre.

No puede haber ningún obispo que desconozca las declaraciones que ha hecho el Papa Francisco que son negaciones inequívocas de la fe católica. Por ejemplo, Francisco ha declarado públicamente que Dios quiere la existencia de todas las religiones y que todas las religiones son un camino hacia Dios. En esta declaración, el Papa Francisco ha negado una parte integral de la fe católica. ¿Cuántas almas se perderán si aceptan su declaración errónea de que todas las religiones conducen a la salvación? Lo que me resulta tan difícil de entender es que los apóstoles de hoy en día, hombres que están ordenados para ser guardianes de la fe, se nieguen a reconocer esto y, en cambio, ignoren o incluso promuevan esta falsedad mortal. Todo obispo y cardenal debería declarar pública e inequívocamente que Francisco ya no enseña la fe católica. ¡Hay almas en juego!

Por lo tanto, pregunto nuevamente:

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

Como sucesores de los apóstoles, esta situación debe obligar a los obispos de la Iglesia de Cristo a responder nosotros mismos a la pregunta fundamental: “¿Amamos verdaderamente a Jesucristo, la Verdad Encarnada?” Con un Papa que se opone activamente a las verdades divinas de nuestra fe católica, recae sobre los obispos del mundo la responsabilidad de profesar su propio amor a Nuestro Señor, de custodiar el Sagrado Depósito de la Fe y de oponerse a cualquier intento de desmantelar la Verdad.

Volvamos a la fatídica conversación entre nuestro Señor resucitado y San Pedro. Cuando Pedro responde: “Señor, tú sabes que te amo”, Jesús responde: “Apacienta mis corderos”, y nuevamente: “Apacienta mis ovejas”. ¿Cómo debe Pedro alimentar a los corderos de Cristo? Con la Verdad, por supuesto: con Jesucristo mismo, que ES la Verdad.

Y, sin embargo, ¿dónde están esos hombres a quienes el Señor ha llamado para apacentar a sus ovejas? ¿Dónde están los sucesores de los apóstoles que han prometido defender a las ovejas con sus vidas? Se sientan a unos cuantos metros de distancia, dándose palmaditas en la espalda, escuchando palabras que saben sin lugar a dudas que no son la Verdad, retozando con la oscuridad y blasfemando contra la Verdad misma que los apóstoles originales murieron por preservar.

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

Vosotros tenéis palabras de los que hablaron en la Sagrada Escritura, sabiduría de la Sagrada Tradición de la Iglesia, y orientación de los Papas anteriores y de una gran multitud de santos de que vendrían falsos maestros y que la santa fe sería atacada, y sin embargo la mayoría de vosotros habéis salido a la batalla sin llevar armadura, y luego habéis reaccionado como alguien desconcertado porque su piel ha sido atravesada por flechas envenenadas. Se os ha dado todo lo necesario para asegurar que vuestras cabezas no se volteen por las mentiras de Satanás. ¿Por qué entonces habéis salido sin la armadura de Dios? Es VUESTRA responsabilidad, cuando veáis flechas envenenadas de falsedad cayendo sobre los hombres, llamarles y decirles: “Ponte la armadura de Nuestro Señor que es la Verdad, y no seréis heridos”.

Y a los fieles les planteo la misma pregunta:

¿QUÉ SE NECESITARÁ?

¿Qué sucederá si vuestros pastores no se unen? ¿Qué sucederá si todos han aceptado treinta monedas de plata y permanecen en silencio ante la falsedad que hiere aún más las manos y los pies de Nuestro Señor? ¿Qué hará falta entonces para que habléis?

Muchos dirán que no es vuestra responsabilidad, que podéis vivir la Verdad tranquilamente en vuestro corazón. Sin embargo, decir la Verdad nunca puede ser responsabilidad de otra persona, porque Dios ha grabado la Verdad en el corazón de cada persona. Por tanto, la Verdad es propiedad de cada hombre, como un don sagrado de Dios. Y nadie puede decir nunca que no tenía la Verdad en sí mismo, y nadie puede afirmar con razón que para encontrar la Verdad tuvo que recogerla del viento o que sólo pudo recogerla de las palabras de otro. El alma reconoce la Verdad y se nutre de ella, y quienes se marchitan por falta de Verdad no se marchitan porque no hayan recibido una porción de Verdad en su propia alma. De hecho, la Verdad ha sido reprimida una y otra vez por esa persona, y se le ha dicho tantas veces que “se retire”, hasta que no se atreve a levantar la cabeza. Y es por eso que un hombre se encuentra en un estado tan triste, y por eso cuando clama: “No es culpa mía que no tuviera la Verdad o que no la conociera cuando la encontré”, habla erróneamente.

Nuestro Señor Jesucristo, al conceder el libre albedrío a quienes ama, es decir, a cada persona sin excepción, nos ha dado el don de la Verdad a todos y cada uno de nosotros, de modo que si hay alguna predisposición en el corazón del hombre, es la propensión del alma a vibrar hacia Su Verdad. Por lo tanto, el alma, cuando se ve privada de la Verdad, permanece latente hasta que se marchita y se convierte en algo frío y duro. ¿No habéis visto cómo hasta los ángeles de las tinieblas reconocen la Verdad y no pueden hacer otra cosa que lo que Nuestro Señor les ordena, y sin embargo se esfuerzan por ocultar la Verdad a todos los hombres para la condenación eterna de cada uno?

Así que vuelvo a preguntar: ¿QUÉ HARÁ FALTA? ¿MORIRÁS POR ÉL?

Obispo Joseph E. Strickland

Obispo emérito de Tyler, Texas

lunes, 9 de octubre de 2023

La gran subversión



Hace una semana publicaba un artículo titulado “La gran inversión”. En este caso lo titulo La gran subversión. Estamos frente a una persona, Jorge Bergoglio, que desde su arribo a la sede petrina y, sobre todo en el último año, está tomando medidas que subvierten —es decir, vuelven hacia abajo lo que debe estar arriba— la Iglesia católica. El siempre imprescindible blog de Specola nos señala un artículo de Eric Sammons que nos lo dice con claridad: el concepto de sinodalidad amenaza con reemplazar al catolicismo como religión de la Iglesia católica; con Francisco está surgiendo una nueva religión que busca arrebatarle el control a la Iglesia católica para reemplazar al catolicismo. Esa es a situación real que estamos atravesando, y es difícil tomar conciencia plena de la gravedad del momento.

No voy a repetir aquí lo que se dice sobre el sínodo en muchos otros medios. Pero sí me parece relevante señalar algunos aspectos que prueban mi hipótesis de que estamos en medio de un acelerado proceso de subversión de la Iglesia. Un muy bien informado sitio periodístico italiano, Silere non possum, nos relata lo que se vive en medio del sinodal sínodo sobre la sinodalidad. Los cardenales, obispos y sacerdotes son considerados sapos de otro pozo y deben medir cada palabra que dicen debido a que quienes allí tienen la voz más alta y potente, son un pequeño grupo de laicos ideologizados, arrogantes y arribistas que quieren imponer su forma de pensar. Y piensan con pretendida autoridad sobre cualquier tema. Por ejemplo, sobre la formación sacerdotal en los seminarios. ¿Es posible que laicos como el representante de extrema izquierda Luca Casarini, por ejemplo, pueda decir algo sobre cómo formar a los sacerdotes del mañana? ¿La Iglesia puede confiar esta reflexión a personas que no tienen idea de lo que es un seminario o una parroquia? Los pobres, colectivo que no puede faltar en tenidas francisquistas, son glorificados por hombres y mujeres que usan pulseras que cuestan diez mil euros. El obispo ya no es quien confirma en la fe sino «quien debe acompañar a los migrantes». Incluso hay quienes están pensando en modificar el Código de Derecho Canónico: ocurrió el viernes por la mañana cuando se habló de cómo reformar las estructuras eclesiales y las curias. Esta discusión de altísima gravedad ha sido encomendada por el Sumo Pontífice a quienes ni siquiera tienen el bachillerato terminado.

A tal punto llega la subversión que está ocurriendo ante nuestros ojos que la inicua Elizabetta Piqué se escandalizaba de que el cardenal Müller tuviera la osadía de asistir al sínodo usando sotana. Una periodista mucho más seria que la Piqué, Diane Montagna, hacía la siguiente pregunta el vocero de la asamblea: “Tradicionalmente, y no sólo tradicionalmente, la Iglesia católica discierne la presencia del Espíritu Santo según está de acuerdo con la Revelación divina, el consenso unánime de los Padres y la Tradición apostólica. Entonces,¿Cómo discierne el sínodo si algo viene del Espíritu Santo o de otro espíritu?”. La respuesta del dottore Ruffini, vocero papal, es indiscernible (ver aquí, 36’ 45”). ¿Surrealismo? Más bien parece una Revolución de Octubre de papel crepé o un congreso peronista trasladado a la colina vaticana.

Pero el sínodo recién comienza y para trazarle su camino, el Papa promulgó el 4 de octubre la exhortación apostólica, o más bien ecológica, Laudate Deum. Una vez más, no se trata de repetir aquí lo que se puede leer en otros sitios, pero podemos señalar algunos puntos. En primer lugar, la oportunidad del documento. Como lo dice de un modo genial Juan Manuel de Prada en su artículo del sábado en el ABC, “en un futuro probable, quiene leyeren esta exhortación podrían quedarse pasmados de que, en una época en que primer incendios abrasan la Iglesia, un Papa se pusiera a tañer la lira del cambio climático”. Pero se trata, además, de un documento en el que el nombre de Jesús aparece mencionado sólo una vez. Nuestro Señor ha desaparecido del horizonte de su vicario que, pareciera, se ha constituido en vicario de otros poderes. Quienes siguen este blog saben que desconfío sistemáticamente de las teorías conspirativas, pero no pretendo caer en la ingenuidad. ¿Cuáles son los motivos que justifican los lazos de amistad y cordial entendimiento entre Bill Clinton y Alex Soros, heredero de George, con el papa Francisco? Sabemos quiénes son y qué quieren aquellos dos, y lo sabemos porque lo dicen públicamente, ¿qué pueden tener en común entonces, con el vicario de Cristo, si sus objetivos son subvertir la doctrina cristiana? Mariana Mazzucato, una empleada del holding Clinton, Soros & Cía. ha sido empleada hace pocas semanas también por el Papa Francisco nombrándola miembro de la Academia para la Vida. Y las declaraciones de esta señora son muy claras en cuanto a los objetivos que persiguen sus empleadores. Estos datos son apenas una muestra de muchos otros, y creo que todos ellos nos llevan a afirmar, porque tal es la evidencia, que el Papa Francisco se encuentra ocupado en el proceso de cambiar la fe católica; ya no es cuestión de que sea más o menos progresista, más o menos disruptor; más o menos hostil a los tradicionalistas y conservadores. Está destruyendo la fe de los apóstoles y la está cambiando por otra.

La exhortación ecológica, además, causa una profunda vergüenza a todos los católicos por la calidad del texto: es tan elemental, tan poco seria, tan ramplona y arrabaler que parece que la hubiese escrito el cardenal Tucho Fernández (se non è vero…). Qué persona formada, qué católico sincero podría tomarse en serio un documento que, por ejemplo, en el nº 57 dice: “Pero corremos el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando. Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida, como patear hacia adelante una bola de nieve”. O bien, hace afirmaciones como la siguiente: “Ya no se puede dudar del origen humano —“antrópico”— del cambio climático” (nº 11). Pues la verdad es que son muchos los que dudan y tienen argumentos muy sólidos y consistentes para hacerlo, por ejemplo Marco Battaglia, la máxima autoridad italiana en cuestiones climáticas y ambientales

¿Qué seriedad puede tener un documento cuyas citas son autocitas en su mayor parte y el resto, citas de documentos producidas por agencias globalistas y pertenecientes todos a una misma y única postura? ¿Qué crédito se puede dar al autor del tal documento que no solamente no tiene en cuenta las razones contrarias a las propias opiniones sino que se burla de quienes las sostienen y, en la práctica, prohibe a los católicos adherir a posiciones que él mismo denomina “negacionistas”? El texto de Laudate Deum no alcanza el nivel de una tesina de licenciatura, y jamás pasaría la revisión de una revista científica mínimamente seria; y traigo a colación lo de “revista científica” porque es un texto que habla de ciencia (interesantes las reflexiones en este sentido de Quintana Paz). Por eso mismo, pareciera que la mano que estuvo detrás es la del cardenal Tucho.

¡Qué lejos quedaron los grandes documentos papales! Si pareciera que hace siglos que aparecieron Veritatis splendor o Spes salvi. Muchos dirán con razón que no vale la pena hacer tanta alharaca porque, en definitiva, se trata de un documento que no leerá más que la élite ilustrada de franciscólogos. No lo leerán los sacerdotes y mucho menos los laicos; los obispos quizás lo lean a fin de poder citarlo y acumular chances de alguna promoción. Pero el problema no es solamente el desprestigio —ya de por sí muy disminuido— que acarreará a la Iglesia sino la pulverización que implica de la función magisterial del pontificado romano. Mucho le costará a los próximos papas —si es que los tales existen— reclamar la función de maestros supremos de la fe después de la devastación producida por Bergoglio.

Finalmente, la subversión pudo verse de un modo impúdico en la presentación del documento en medio de los jardines vaticanos. Allí estuvieron, entre otros, Giorgio Parisi, científico italiano que impidió que el papa Benedicto XVI hablara en La Sapienza; el escritor Jonathan Safran Foer, cuyas propuestas para palear el cambio climático son no tener hijos y no comer carne, y Luisa-Marie Neubauer, amiga de Greta Thunberg. La foto que ilustra esta entrada presenta justamente a esta desdichada jovencita nórdica como una santa, y ciertamente lo es de acuerdo a los nuevos criterios francisquistas. Ya no se presentan como modelos de santidad quienes se mantienen castos, como San Luis Gonzaga; quienes dan su vida por Cristo como Santa Inés; quienes llevan el mensaje del Evangelio a los paganos como San Francisco Solano o quienes entregan totalmente su vida a Dios en la oración como Santa Teresita del Niño Jesús. No. Los nuevos modelos, los nuevos santos, son los que no contaminan el ambiente, quienes entregan su vida para “evitar un aumento de una décima de grado en la temperatura global” (Laudate Deum nº 70) y quines no albergan “opiniones despectivas y poco racionales” (nº 14) con respecto al cambio climático que aflige a la Madre Tierra. La subversión de la Iglesia.

Cuando era adolescente me entusiasmé con la lectura de El señor del mundo de Robert Hugh Benson y de Juana Tabor, de Hugo Wast. Lecturas juveniles de épocas en que no había internet. Y fantaseaba sobre lo afortunados que sería los cristianos que vivieran esos tiempos postreros. Mucho me temo esos tiempos están alboreando; lo que ya no me convence es que los cristianos que estamos viendo ese amanecer luctuoso seamos tan afortunados.

THE WANDERER

lunes, 2 de octubre de 2023

La gran inversión



El agua ha comenzado a hervir.

Una de las características que tienen los tiempos post cristianos que vivimos dentro de la Iglesia es la inversión. Sabemos que el demonio, en su envidia, busca imitar a Dios y lo hace en las antípodas, es decir, invirtiendo lo que Él hace con sabiduría (Prov. 3,19). Los ejemplos se multiplican semanalmente. Veamos algunos casos de las dos últimas semanas:

1. En esta entrevista, la mediática dominica de clausura Lucía Caram, amiga del Papa Francisco, dijo abiertamente que no hay ningún pecado en las relaciones sexuales con personas del mismo sexo, siempre que se hagan con amor. Además, asegura que el Papa Francisco acaba de nombrar como prefecto de un importantísimo dicasterio vaticano a un gay.

2. El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Mons. Bätzing pidió al Vaticano que revea la medida que impide ordenar sacerdotes homosexuales que practican en secreto su sexualidad. Es decir, pidió que los sacerdotes homosexuales puedan ejercer libremente su sexualidad.

Hace quince años, nadie hubiese pensado que estaríamos viviendo semejantes tiempos de confusión. Ya no sólo se pide el matrimonio de los sacerdotes, sino que se pide la sexualidad libre para los sacerdotes, y para todo el mundo, sea como sea. La gravedad de lo dicho por estos personajes oscuros, y por lo que deberán rendir cuenta más pronto que tarde, es difícilmente mensurable. Por ejemplo, ¿cuál es el mensaje que llega a los buenos jóvenes católicos que viven en continencia y castidad sus noviazgos como manda la doctrina de la Iglesia? Que son unos reverendos imbéciles perdiendo los tiempos de la florida juventud en beaterías completamente superadas. ¡Abstenerse de relaciones sexuales de tipo heterosexual con la novio o novio a quien se ama! Pero ¿hay cosa más y santa linda que eso? ¡Qué idiotas!

Veamos un último ejemplo: el Papa Francisco asistió a la capilla ardiente donde se velaban los restos de Giorgio Napolitano, ex presidente de Italia, comunista y masón. No dio la absolución, ni bendijo el cadáver ni hizo ningún signo cristiano. La cabeza de la Iglesia y custodio de la fe niega el testimonio público de la fe en la vida venidera y priva al alma de un desgraciado de los auxilios que, aún después de la muerte, podría regalarle. Francisco es un personaje más del mundo, que tiene la particularidad de vestir de blanco, pero que no se diferencia en mucho más de cualquier otro líder global. Sí. Son inversiones que nos gritan, voz en cuello, que el agua ha comenzado a hervir.
Pero hay una inversión más profunda y grave; una inversión que escapa a la moral; una inversión teológica que nos delinea una nueva Iglesia. Un modo sencillo de explicarla es a través del artículo que el p. Antonio Spadaro, jesuita, publicó el 20 de agosto en un periódico italiano. Allí comenta el episodio evangélico de Mateo 7, 24-30:
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

El jesuita Spadaro considera que Jesús fue “insensible. [...] La dureza del Maestro es inquebrantable. [...] La misericordia no es para ella. Está excluida. No se discute. [Jesús] responde burlona e irrespetuosamente a la pobre mujer. ‘No es bueno tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos’, es decir, a los perros domésticos. "Jesús aparece como cegado por el nacionalismo y el rigorismo teológico", escribe. Entonces la mujer replica diciendo que incluso los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. El comentarista Spadaro continúa: ‘Unas pocas palabras, pero bien dichas como para trastornar la rigidez de Jesús, para conformarlo, para ‘convertirlo’ a sí mismo. [...] Y Jesús también aparece curado, y al final se muestra libre de la rigidez de los elementos teológicos, políticos y culturales dominantes de su tiempo”. En resumen, según el padre Spadaro, Jesús pecó por rigidez, pero luego se convirtió y fue curado. Jesús era, entonces, un pecador como todos los hombres. Una flagrante e impía herejía. Después de esta publicación, el Papa Francisco premió a su hermano jesuita nombrándolo subsecretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación.

Pero la gravedad del hecho, a mi entender y tal como lo he hablado con amigos más sabios que yo, no reside tanto en la herejía que se vierte sino en que Spadaro está suponiendo que el Señor necesitó de otro, en este caso, de “otra” que ni siquiera era judía, para convertirse. Es decir, la conversión le vino por el diálogo y la escucha del “otro”, de cualquier “otro”, aún del “otro” más alejado de “mi verdad”. Jesús estaba enfermo de dureza y rigidez, y fue la palabra de una pagana la que lo curó. La enfermedad, entonces, no estaba en el pagano sino en el propio Cristo.

¿No es esto acaso lo que hemos estado viendo a lo largo de todo el pontificado de Francisco? Quien está enferma es la Iglesia, son los católicos, cargados de rigideces teológicas y con caras avinagradas; la “iglesia es pecadora”, dijo en su viaje de regreso de Mongolia; los sacerdotes son crueles y malvados; los católicos que rezan el rosario son pelagianos, los jóvenes que asisten a misa tradicional tienen problemas psicológicos, las monjas son solteronas y todos son una manga de rígidos. Y el problema reside en que no tienen diálogo. Se aferran a un Iglesia que ha ido acumulando a lo largo de los siglos una serie de mandatos, preceptos y seguridades que no son más que sedimentaciones de las que hay que desprenderse. Y para curarse de esa enfermedad la Iglesia necesita, como Jesús, del diálogo con el “otro”, y cuanto más “otro” sea, mejor, pues mayor será el remedio que podrá otorgarle. De aquí, entonces, la necesidad de diálogo y escucha, las que no son actividades buenistas sino que son el medio imprescindible para alcanzar la curación o, en otros términos, para convertirse. Porque la verdad, en realidad, no está en las anquilosadas fórmulas y preceptos de la Iglesia católica sino en la frescura de las verdades que residen en “otro”, que se convierte en fuente de revelación.

Consecuentemente, el “otro” ya no es el enemigo de la Iglesia; sus enemigos son otros. Lo dice el documento preparatorio para el sínodo en el n. 21. Allí habla de un actor “que se agrega” al diálogo sanador, y lo llama “el antagonista”, es decir, “el enemigo”, y es el que introduce en escena la separación diabólica de los otros actores (Jesús, el pueblo, los ministros). El cuarto actor es el que divide y se manifiesta en "las formas del rigorismo religioso, de la intimación moral que se presenta más exigente que la de Jesús, y de la seducción de una sabiduría política mundana que pretende ser más eficaz que el discernimiento de espíritus". Es decir, los “antagonistas”, los “demonios” de la nueva Iglesia somos nosotros, los católicos fieles a la doctrina de los Apóstoles y que nos fue enseñada por nuestros padres. Somos nosotros quienes venimos a dividir y enchastrar el diálogo entre la Iglesia y el mundo. Somos diablos, y como tales debemos ser perseguidos.

Se entiende, entonces, la obsesión francisquista por el sínodo y por la sinodalidad. Es este el modo de oficializar la escucha del “otro”, convertirlo en revelación y cambiar de ese modo definitivamente la doctrina de la Iglesia. Recordemos un hecho olvidado: el 15 de septiembre de 2018 Francisco promulgó el motu proprio Episcopalis communio por el cual establece que el Papa ya no puede escribir una exhortación apostólica postsinodal, sino simplemente confirmar las conclusiones del sínodo, que se convertirán automáticamente en magisterio. Lo que la escucha de los post-cristianos que asisten al sínodo que comienza hoy en Roma (obispos, sacerdotes, religiosas, laicos, católicos, paganos y ateos) y sobre los cuales revoloteará el Espíritu Santo, el año próximo pasará a ser parte del Magisterio de la Iglesia. De ese modo, ésta será curada de sus rigidices tal como lo fue su fundador.
Esta es la gran inversión. La verdad ya no está en la Iglesia de Cristo; está fuera de Ella. Ya no debe ser Ella la que enseña, sino la que se deja enseñar. Ya no es ella la que cura, sino la que necesita ser curada. Definitivamente, el agua está hirviendo.
Olivier Clerc contaba el caso de una rana que fue arrojada a una olla llena de agua a la cual se le iba aumentando la temperatura lentamente. Debido a que el aumento de la temperatura era progresivamente tan lento, la rana no pudo percibirlo durante gran parte del proceso. Cuando se dio cuenta del peligro y vio que el agua estaba hirviendo, ya era tarde. Si la rana hubiese entrado con el agua a altas temperaturas, habría saltado al percibir como un peligro continuar allí y habría escapado de la muerte.

En otro simil, el p. Santiago Martín, en su comentario de la semana pasada, habla del cáncer que finalmente se ha revelado. Explica que comenzó a gestarse con el modernismo, se agravó con la teología liberal y se derramó sobre la Iglesia durante el Concilio. Papas conservadores, como Juan Pablo II y Benedicto XVI, vieron el peligro y lucharon contra él pero, incomprensiblemente, promovieron a altos cargos a personajes que sustentaban tales doctrinas. Hoy, el desaguisado se hizo evidente. Por fin nos hemos dado cuenta que la Iglesia está enferma de gravedad, de un cáncer probablemente terminal. No queda más que esperar que actúen los anticuerpos, que los hay, y que Dios nos rescate.

Nobleza obliga… a todos: Estoy totalmente de acuerdo con el p. Martín pero creo que a todos nos obliga la nobleza de un reconocimiento: quien vio la enfermedad hace más de cinco décadas, quien percibió que había un tumor y que el mismo se estaba desarrollando y quien denunció la patología, fue Mons. Marcel Lefebvre. Lo dijo, y fue perseguido y tratado como un perro sarnoso.

Ya no es cuestión solamente de empecinarse en los latines, ya no es cuestión de desobediencias. Se trata de la supervivencia misma de la Iglesia.

viernes, 29 de septiembre de 2023

El Papa Francisco y sus cabreados curas de Roma



Los fieles no acuden a los actos del Papa Francisco y al Papa Francisco no le gusta estar con sus curas diocesanos de Roma. 

Ayer, el Papa Francisco se dirigió a la parroquia de Santa María della Salute, en el barrio de Primavalle, invitado por Baldassare, Vicegerente de la diócesis de Roma y obispo auxiliar del sector occidental , a reunirse con los prefectos de su sector y los párrocos de la XXXIV Prefectura. 

La escenografía cuidada, en el interior del Teatro Miguel Ángel, vacío de sillas y presidido por una cruz. Los sacerdotes de la diócesis de Roma presentes no tuvieron ningún miedo de decirle al Papa que se sienten acusados ​​por él y siempre reprendidos. No faltaron críticas sobre la reforma del Vicariato y tienen la impresión de que dirige la diócesis de Roma con un método más empresarial que pastoral. Dejaron muy claro que la elección de Michele Di Tolve como como rector de su seminario era inapropiada. Están dolidos por el mensaje del Papa Francisco que no encuentra en toda su diócesis un sacerdote capaz de formar a los futuros sacerdotes de Roma. El Papa Francisco tiene la intención de reunirse también con los demás sectores, evitando una reunión con todos los sacerdotes de su diócesis.

Hace años que el Papa no se reune, todos juntos, con los sacerdotes romanos. Aunque sigue diciendo que es «obispo de Roma» y firma documentos de San Juan de Letrán, parece tener miedo de encontrarse cara a cara con sus sacerdotes. Una situación similar se vivió en el seno de la Compañía de Jesús donde había dividido completamente la provincia argentina: “Pro Bergoglio” y “Contra Bergoglio” y por este motivo fue enviado a Alemania. Utiliza el mismo método ahora en el Vaticano, sólo se encuentra con aquellos que están dispuestos a estar de acuerdo con él y alabarlo. Parece que Baldassare le aseguró que serían pocos los sacerdotes y que no le darían problemas, la cosa no fue del todo así.

Unos meses después de la publicación de una desastrosa constitución apostólica que revolucionó la Iglesia de Roma, el Papa Francisco decidió enviar al cardenal Gianfranco Ghirlanda para hablar con sus sacerdotes. No quería ir porque sabía muy bien que el clero de Roma literalmente se lo comería. La actitud utilizada en Roma es la misma que se utiliza con la Iglesia Universal. Quien no se ajusta a sus deseos se define como rígido, escalador, clerical

El tiempo pasa y el papa Francisco no parece darse cuenta de que son los viejos en este mundo los que tienen sus ideas, que siguen luchando por una Iglesia que no existe y nunca existirá. Mientras que el Papa ha comenzado a unir las diócesis suburbanas en Roma se procede en la dirección opuesta. Cada sector se está convirtiendo en una diócesis en sí mismo y el papel del cardenal vicario se ha vuelto absolutamente inútil. En este gran caos los sacerdotes ya no saben cómo moverse y nadie les preguntó nada antes de poner sus manos en la Constitución que regula su diócesis.

Specola

martes, 26 de septiembre de 2023

¿Poder al pueblo o monarquía absoluta? Las contradicciones de Francisco (por Sandro Magister)



Están aflorando muchas contradicciones en la Iglesia Católica. Por un lado, se celebra un Sínodo sobre la sinodalidad, que extiende la participación en el gobierno de la Iglesia mucho más allá del Papa y de los obispos, también a sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres. Pero, por otro lado, se asiste a un ejercicio de los poderes papales por parte de Francisco, más autoritario y monocrático que nunca.

Con una novedad adicional extemporánea, anunciada el 11 de septiembre por el nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el argentino Víctor Manuel Fernández, quien, respondiendo por escrito a las preguntas de Edward Pentin para el “National Catholic Register”, asignó a Francisco “un carisma particular para salvaguardar el depósito de la fe, un carisma único, que el Señor dio sólo a Pedro y a sus sucesores”, pero del que nadie jamás había tenido noticias.

Se trata de “un don vivo y activo”, explicó Fernández, “que actúa en la persona del Santo Padre. Yo no tengo este carisma, ni lo tiene usted ni tampoco el cardenal Burke. Hoy sólo lo tiene el papa Francisco. Ahora bien, si usted me dice que algún obispo tiene un don especial del Espíritu Santo para juzgar la doctrina del Santo Padre, entramos en un círculo vicioso (en el que cada uno puede decir que posee la verdadera doctrina) y esto sería herejía y cisma. Recuerde que los herejes siempre creen conocer la verdadera doctrina de la Iglesia. Lamentablemente, hoy caen en este error no sólo algunos progresistas, sino también, paradójicamente, algunos tradicionalistas”.

Es difícil pensar en una extensión aún más desmesurada de la infalibilidad del Papa en materia de fe, afirmada por el Concilio Vaticano I dentro de límites extremadamente estrictos. Y, de hecho, el nuevo dogma inesperadamente enunciado por Fernández termino rápidamente bajo el fuego de una avalancha de críticas.

La más argumentada y estridente provino del campo conservador, en el blog “Caminante Wanderer”, escrito por un anónimo y culto erudito argentino.

Pero también en el bando opuesto, el progresista, el muy singular “carisma” del que, según Fernández, sólo estaría dotado Francisco fue rechazado sin apelación, precisamente porque es incompatible con los límites de la infalibilidad papal reafirmados por el Concilio Vaticano II. en la constitución dogmática “Lumen gentium”. Massimo Faggioli, profesor de teología en la Universidad de Villanova, escribió sobre esto en [la revista estadounidense] “Commonweal”.

Es por eso que sigue siendo aún más incomprensible la contradicción entre los poderes monocráticos ilimitados -de los que Francisco se considera cada vez más investido desde arriba, con el sello de su teólogo cortesano- y la contemporánea “democratización” de la Iglesia deseada por él con la nueva sinodalidad.

También en esta nueva forma del Sínodo Francisco cambió de ritmo durante su pontificado.

Volviendo al Concilio Vaticano II, en “Lumen gentium”, la Constitución dogmática del Vaticano II expresamente dedicada a la Iglesia, la palabra “Sínodo” aparece una sola vez y es sinónimo de la palabra “Concilio”, el cual reúne exclusivamente al Papa y a los obispos

Mientras que en los escasos documentos papales de las décadas siguientes en los que se repite la palabra “sinodalidad”, se refiere a cómo se practica en las Iglesias ortodoxas, es decir, el colegio de obispos reunidos con su patriarca o arzobispo mayor para ejercer la autoridad jerárquica sobre su respectiva Iglesia.

Peter Anderson, el erudito de Seattle que es un agudo observador de lo que ocurre en las Iglesias orientales y difunde las notas informativas más puntuales y bien documentadas sobre el tema, ha constatado que desde el Concilio hasta finales de 2013 sólo ha habido doce apariciones de la palabra “sinodalidad”: seis con Juan Pablo II, dos con Benedicto XVI y cuatro con Francisco.

De esto se deduce que, incluso en el primer año después de su elección como Papa, Francisco no se inclinaba en absoluto, al menos en sus pronunciamientos públicos, hacia una “democratización” de los Sínodos.

La primera vez que habló de “sinodalidad” fue el 28 de junio de 2013, dirigiéndose a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Y se refirió a la “reflexión de la Iglesia católica sobre la colegialidad episcopal”, para la que era bueno “aprender” de la “tradición de la sinodalidad tan típica de las Iglesias ortodoxas”.

La segunda vez fue en la homilía del día siguiente, festividad de los santos Pedro y Pablo, para augurar “armonía” entre el Sínodo de los Obispos y el primado del Papa.

La tercera fue en la entrevista de septiembre de 2013 con Antonio Spadaro, el director de “La Civiltà Cattolica”. Allí planteó por primera vez la idea de que “quizás sea hora de cambiar la metodología del Sínodo, porque la actual me parece estática”. Pero para repetir inmediatamente que es “de nuestros hermanos ortodoxos” que “se puede aprender más sobre el significado de la colegialidad episcopal y sobre la tradición de la sinodalidad”.

La cuarta vez fue en la exhortación apostólica “Evangelii gaudium” del 24 de noviembre de 2013, el documento programático de su pontificado, pero en el que nuevamente se limitó a decir que “en el diálogo con nuestros hermanos ortodoxos los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre sobre el significado de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad”.

Pero esto fue sólo el comienzo. En los años siguientes, para Francisco hubo todo un crescendo de anuncios y de decisiones que condujeron a la actual mutación de la forma del Sínodo, ahora tan alejado del modelo plurisecular todavía vigente en las Iglesias orientales como para motivar, de ese lado, la protesta de la que informó el anterior post de Settimo Cielo:

> El sínodo de Francisco no aprendió nada de los sínodos de las Iglesias orientales. Las objeciones de un obispo greco-católico

Al dar poder al “pueblo de Dios”, es decir, al ampliar la participación en los Sínodos, con derecho a voto, incluso a los simplemente bautizados, Francisco ha realizado ciertamente una innovación importante.

Pero una vez más en completa contradicción. Pues no fue un sínodo el que decidió el cambio, como pretende el nuevo curso “popular”, sino él solito, el Papa.