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martes, 11 de septiembre de 2018

El silencio ya no es tan santo (Carlos Esteban)



Al final, parece que el ‘silencio crístico’ no es la postura más adecuada para responder a las calumnias.

Los miembros del consejo privado de cardenales del Papa Francisco, el célebre C9, tras expresar la esperable “solidaridad plena” con Su Santidad en estos momentos en que la Iglesia está sumida en el escándalo, han anunciado que el Vaticano está preparando una respuesta a las acusaciones formuladas por Monseñor Viganò contra el Santo Padre y miembros presentes y pasados de la Curia.

De la Unión Soviética de Stalin solía decirse que era el único país del mundo en el que el futuro era fijo mientras que el pasado cambiaba continuamente. La razón es que mientras que el destino prefijado, ‘científico’, era la sociedad sin clases y el paraíso del proletariado profetizado por Marx, los cambios, a veces muy bruscos, en la política diaria hacían necesario pintar como ‘malo’ -incluso inexistente- a quien siempre había aparecido oficialmente como ‘bueno’, o sencillamente rebajar la importancia de un personaje para elevar la de otro.

En definitiva, lo agobiante de ser un fiel defensor de Stalin no era sencillamente apoyar políticas disparatadas, criminales y absurdas, sino tener que argumentar vehemente a favor de una postura hoy y de la contraria mañana.

Su Santidad tuvo una sorprendente reacción a la aparición del Informe Viganò, en el que se le acusaba a él mismo y a su Curia de conocer las fechorías de McCarrick y otros e ignorarlas. Ante una pregunta al respecto en la habitual rueda de prensa en el avión, de vuelta del Encuentro Mundial de las Familias en Dublín, dijo que no iba a decir una sola palabra.

Tan desconcertante fue la reacción, al menos para los opinadores, que en los días siguientes lo explicó de forma oblicua en la primera homilía de vuelta en Santa Marta, comparando su silencio con el de Cristo ante quienes le acusaban.

Los apologetas de cámara, los Rosica y los Spadaro, lo cogieron al vuelo y presentaron esta actitud como culmen de santidad y la actitud más adecuada para el hombre de fe injustamente difamado, con mayor o menor eficacia retórica.

Solo que no, parece que no era esa la postura adecuada o, al menos, ya no lo es. El silencio ha durado solo unos días, y ahora sus miñones en las redes tienen que recoger velas y procurar que la gente olvide sus elaborados y sentidos sermones sobre cómo ese santo silencio era la única postura adecuada.

Decía Chesterton que al cristiano se le pide que se quite el sombrero al entrar en la Iglesia, no la cabeza, y el silencio papal es difícil seguir interpretándolo, después del reciente anuncio, como el del santo que no abre la boca ante sus difamadores. Más bien parece el de un hábil político que ‘compra’ tiempo para organizar adecuadamente su defensa.

En realidad, el Papa tiene una defensa extraordinariamente fácil, que no exige preparación alguna ni tiempo para estudiarla, y el propio Viganò la señala en su testimonio: abrir los archivos


El arzobispo ‘traidor’ hace referencia en su texto que las pruebas de todo lo que dice están, en forma documental, en los archivos del Vaticano y de la Nunciatura Apostólica de Estados Unidos; Su Santidad solo tiene que abrirlos y quedar completamente exculpado de los cargos de los que se le acusa.

Carlos Esteban

5 motivos por los que muchos han perdido el miedo a que les llamen 'ultraderechistas’



Si hacemos caso a algunos políticos y periodistas, el principal problema de Europa es el auge de la “ultraderecha”, una palabra asociada a cosas tan feas como el fascismo, la xenofobia y el racismo.

Lo que significa ser ‘ultracatólico’ allí donde a nadie le llaman ‘ultraateo’ o ‘ultraprogre’

Neolengua: 5 métodos de manipular palabras que se usan para que no te atrevas a discrepar

Pero ¿hay tantos fascistas, xenófobos y racistas en Europa? ¿Dónde se habían escondido todos estos años? Tal vez lo que nos tendríamos que preguntar es si todo lo que ciertos políticos y medios nos presentan como “ultraderecha” lo es en realidad o no. El problema para contestar a esa pregunta es cómo identificamos lo que es la “ultraderecha”. Hoy la “ultraderecha” se ha vuelto un concepto cada vez más difuso. Y cuanto más difuso es, más gente le pierde el miedo a ser tachados de “ultraderechista”. 

Os señalo algunos motivos que podrían explicar este fenómeno:

1. A menudo la acusación de ‘ultraderecha’ disfraza el fanatismo del acusador

Aunque presume de “diálogo”, “tolerancia” y “diversidad”, dentro de la izquierda han ido en aumento las posturas dogmáticas, intransigentes e intolerantes de quienes se niegan a dialogar con los que no son progresistas. Para muchos, ser progresista se ha convertido en algo equivalente a ser moralmente superior a los demás, y para ellos no ser progresista equivale a ser una persona malvada y despreciable. Por eso muchos progresistas ya no admiten que nadie les contradiga. No aceptar contradicciones te hace perder facultades para debatir y, a medida que la izquierda va perdiendo habilidades para debatir ideas, el número de señalados como “ultraderechistas” se multiplica. Cada vez más gente asocia conceptos como “intolerancia”, “fanatismo” e “intransigencia” con la actitud, precisamente, de muchos izquierdistas que llaman “ultraderechista”, sin más, a todo el que les contradice.

2. El concepto ‘ultraderecha’ ya abarca a todo lo que no es izquierda

Desde hace años la izquierda está usando la palabra “ultraderecha” para señalar a derechistas, liberales, conservadores, católicos, anticomunistas y patriotas en general, como si todas esas ideas e incluso el mero hecho de amar a tu Patria te convirtiesen en algo equiparable al nazismo y el fascismo. 

La acusación se ha vuelto tan indiscriminada que ha acabado revelando un intento de acabar con el pluralismo ideológico. La idea que se está transmitiendo, en la práctica, es tan sencilla como burda: si no eres de izquierdas, entonces eres de ultraderecha. Como resultado de esto, cada vez más gente percibe que la “ultraderecha” se ha convertido en una acusación tramposa para imponer una especie de pensamiento único, de forma que ser tachado de “ultraderechista” se convierte en una forma de legítima rebeldía.

3. Te llaman ‘ultraderechista’ para que te dejes robar derechos y libertades

Esto lo estamos viendo claramente en España y en otros países con la imposición de la ideología de género. Nos imponen ideas disparatadas sobre la sexualidad e incluso establecen que sean obligatorias en las escuelas, sin posibilidad alguna de discutirlas. Y si lo cuestionas, eres de “ultraderecha”

De esta forma nos están arrebatando derechos y libertades fundamentales, como la libertad de pensamiento, la libertad de educación, la libertad de expresión e incluso la presunción de inocencia (en España se han creado leyes que establecen la inversión de la carga de prueba en casos de discriminación por orientación sexual; es decir, que si te acusan de discriminar, tienes que probar que eres inocente: algo puramente totalitario). 

El mero hecho de afirmar una obviedad biológica -que hombres y mujeres tienen órganos sexuales distintos- es tachado de “transfobia” (otra palabra-policía asociada a la “ultraderecha”), y es objeto de sanciones administrativas, es decir, ordenadas e impuestas por políticos y no por jueces, algo inadmisible en una democracia. Para muchos ciudadanos la elección es clara: tienen menos miedo de ser tachados de “ultraderechistas” que de dejarse robar derechos y libertades a manos de los políticos.

4. Usan la ‘ultraderecha’ para tapar graves problemas sociales

En Europa tenemos un ejemplo con los problemas de inseguridad provocados por la inmigración masiva. En países que sufren olas de violaciones y de otros crímenes provocados por inmigrantes, lo alarmante para el progresismo es que la gente se harte: a eso lo llaman “ultraderecha”

Se trata de problemas que vienen siendo advertidos desde hace años, pero el progresismo hizo oídos sordos a todas esas advertencias, porque no se ajustaban a su visión idealizada de la inmigración. Si los vecinos de un barrio se hartan de que los “okupas” se apropien de viviendas ajenas y deterioren la convivencia, a eso lo llaman “ultraderecha”. El caso es que para cualquier vecino, es mucho más insoportable la delincuencia en su barrio y la presencia de vecinos “okupas”, que el ser acusado de “ultraderechista” por partidos y medios cuyos dueños viven en zonas residenciales acomodadas, a las que no suelen llegar los problemas asociados a la inmigración masiva y a la ocupación ilegal de viviendas: quienes sufren estos problemas son los que menos recursos tienen.

5. Usan la ‘ultraderecha’ para borrar el pasado más incómodo de la izquierda

Recordemos que los nazis eran nacional-socialistas: proponían un socialismo nacionalista. Y el socialismo es una ideología de izquierdas

De hecho, nazis y comunistas se ayudaron entre sí para desestabilizar las instituciones de la República de Weimar: de 241 cuestiones votadas en el Reichstag y en el parlamento estatal de Prusia en 1929 y 1930, nazis y comunistas votaron juntos en el 70% de las ocasiones

Ya en la Segunda Guerra Mundial, el mayor movimiento de resistencia contra la ocupación nazi se organizó en la católica y conservadora Polonia, un país que Hitler y Stalin invadieron tras firmar un pacto secreto para repartirse su territorio. Alemanes y soviéticos llegaron a desfilar juntos en la Polonia ocupada para celebrar su victoria sobre los polacos, y el Partido Comunista de España defendió sin pudor la invasión, siguiendo las órdenes de Moscú.

En Francia, los comunistas contactaron con las autoridades nazis en 1940 para intentar pactar con ellos tras la ocupación alemana del país, y eso después de haber torpedeado el esfuerzo bélico de Francia contra el Tercer Reich. Cada vez más gente conoce estos hechos y ve en el concepto “ultraderecha” un burdo intento de falsear el pasado de la izquierda.

Elentir

NOTA: Hay un artículo de Adelante la Fe, de Christopher Fleming, titulado: "El demonio es de izquierdas". Muy original e interesante.
José Martí