
A veces se publican cifras sobre el porcentaje de católicos que cree en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía en un país u otro y nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Cómo puede ser que tantísimos católicos no crean en una doctrina tan básica de la fe de la Iglesia? ¿Qué ha llevado a esta situación?
No parece muy difícil responder a esa pregunta. A modo de ejemplo, voy a comentar una homilía escrita por D. José Antonio Pagola para la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo de este año, en la que, como es habitual en sus homilías, el cristianismo queda reducido a una especie de filosofía humana progresista, con un leve barniz religioso. Recordemos que Pagola ha sido durante años vicario general de su diócesis, profesor en el Seminario y en la Facultad de Teología del Norte de España, y aun hoy sigue publicando libremente sus homilías semanales.
Como siempre, el texto original está en negro y mis comentarios en rojo.
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Compartir lo nuestro con los necesitados
Dos eran los problemas más angustiosos en las aldeas de Galilea: el hambre y las deudas.
[¿De dónde sale esto? Claramente, de una chistera. ¿Por qué olvida el autor la infinidad de problemas que han tenido los seres humanos a lo largo de la historia: las enfermedades, las guerras, la orfandad, la viudez, la pobreza, la opresión, la esclavitud, la ignorancia, la soledad o la falta de sentido para la vida, entre otros muchísimos, y, en particular, la muerte y el pecado? Aparentemente, para hacernos olvidar que Cristo vino a salvarnos de los dos últimos, la muerte y el pecado, no de las deudas y el hambre. Es decir, para hacernos olvidar la redención y reducir el cristianismo a mero progresismo barato y justicia social].
Era lo que más hacía sufrir a Jesús.
[¿De verdad? Si lo que hacía sufrir a Cristo era el mero hecho del hambre, el problema se habría solucionado facilísimamente. En efecto, podría haber hecho llover pan del cielo todos los días desde entonces con un chasquido de sus dedos. Del mismo modo, si el gran problema para Cristo fueran las deudas, podría haberlas borrado todas de la memoria de los hombres con otro chasquido. Pero no lo hizo ¿No será que Cristo, como nos enseña la Iglesia, vino a redimir al ser humano y abrirnos el camino hacia el cielo, que es algo que solo podía hacer él, y no a decirnos simplemente que había que compartir, que es algo que ya sabíamos todos?]
Cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, a Jesús le salieron desde muy dentro las dos peticiones: «Padre, danos hoy el pan necesario»; «Padre, perdónanos nuestras deudas, pues también nosotros perdonamos a los que nos deben algo».
[Aquí, como quien no quiere la cosa, se desvirtúa el mismo padrenuestro, que en la visión del autor parece ser algo puramente mundano, ya que el pan que se pide sería únicamente el pan físico y las deudas que hay que perdonar serían simplemente las económicas, no las morales y el pecado, ambas cosas diametralmente opuestas a lo que enseña la Iglesia]
¿Qué podían hacer contra el hambre que los destruía y contra las deudas que los llevaban a perder sus tierras? Jesús veía con claridad la voluntad de Dios: compartir lo poco que tenían y perdonarse mutuamente las deudas. Solo así nacería un mundo nuevo.
[¿De verdad? ¿La encarnación, muerte en la Cruz y resurrección del Hijo de Dios no tienen nada que ver con el mundo nuevo que trae Jesucristo? ¿Y la venida del Espíritu Santo, los sacramentos, la Iglesia, la Escritura, la Tradición, el anuncio del Evangelio, el cielo, la Maternidad de nuestra Señora, la moral, los mandamientos o la santidad? Si lo único necesario fuera compartir y perdonar las deudas, entonces Cristo podría haber fundado una ONG y, de paso, haberse ahorrado el hacerse hombre y, sobre todo, el morir en la Cruz. Lo único que puede deducirse de estas palabras es que Pagola rechaza el carácter redentor de la Cruz y, por lo tanto, la esencia misma del cristianismo]
Las fuentes cristianas han conservado el recuerdo de una comida memorable con Jesús.
[¿Por qué esta extraña forma de referirse al milagro de la multiplicación de los panes y los peces? Como veremos, no es casual, porque eso es precisamente lo que considera Pagola que es la Eucaristía: una comida memorable. ¿Y por qué esa extraña forma de referirse al Evangelio como “las fuentes cristianas”? Tampoco es casual, como veremos enseguida]
Fue al descampado y tomó parte mucha gente. Es difícil reconstruir lo que sucedió
[¿Difícil reconstruir lo que sucedió? ¿Por qué hay que reconstruirlo? Sabemos lo que pasó porque nos lo cuentan los Evangelios. Solo dice algo así quien no cree en la Palabra de Dios y, por lo tanto, necesita “reconstruir” lo que realmente “sucedió” al margen de lo que enseña el Evangelio, casualmente siempre eliminando lo sobrenatural y ajustándose a la mundanidad y la incredulidad reinantes en cada época. Después de esta afirmación, desgraciadamente, es difícil no deducir que el autor, ¡que se presenta como biblista!, no comparte la fe católica sobre la Sagrada Escritura].
El recuerdo que quedó fue este: entre la gente solo recogieron «cinco panes y dos peces», pero compartieron lo poco que tenían y, con la bendición de Jesús, pudieron comer todos.
[Aquí está la clave de todo el sermón: el milagro de la multiplicación de los panes y los peces solo es, en realidad, un ejemplo de lo bueno que es compartir lo que se tiene. Pagola no lo dice expresamente, porque algo ha aprendido desde que cometió el error de decir con claridad lo que realmente pensaba en aquel libro (Jesús, aproximación histórica) que fue condenado por la Iglesia, pero lo sugiere de forma que hasta el más tonto pueda entenderlo: los milagros no existen y la salvación siempre es puramente humana e intramundana (que es casualmente lo mismo que decía en aquel libro)].
Al comienzo del relato se produce un diálogo muy esclarecedor. Al ver que la gente tiene hambre, los discípulos proponen la solución más cómoda y menos comprometida; «que vayan a las aldeas y se compren algo de comer»; que cada uno resuelva sus problemas como pueda. Jesús les replica llamándolos a la responsabilidad; «Dadles vosotros de comer»; no dejéis a los hambrientos abandonados a su suerte.
[Claro. Si, como claramente indica Pagola, no se produjo ningún milagro, el “verdadero sentido” de este relato evangélico tiene que ser una moralina pelagiana: lo importante es cuidar de los pobres. No se trata de una prefiguración y un anuncio de que Cristo nos va a repartir el Pan del Cielo, que es su Carne y su Sangre, medicina de inmortalidad, ¡claro que no!, sino de una recetita progre para hacer un mundo mejor, que olvida dónde está la verdadera pobreza del hombre pecador y condenado a la muerte]
No lo hemos de olvidar. Si vivimos de espaldas a los hambrientos del mundo, perdemos nuestra identidad cristiana; no somos fieles a Jesús; a nuestras comidas eucarísticas
[Aquí llega por fin lo que ha ido preparando con todo lo anterior: la Misa, la Eucaristía, en realidad no es más que una “comida eucarística”, que vale solo en cuanto sirva como mitin para difundir las nuevas consignas del momento. Es la secularización completa del cristianismo, transformado en progresismo. No se dice expresamente que celebrar el Corpus sea absurdo, innecesario y una pérdida de tiempo, pero el lector avispado sacará rápidamente esa conclusión]
les falta su sensibilidad y su horizonte, les falta su compasión. ¿Cómo se transforma una religión como la nuestra en un movimiento de seguidores más fiel a Jesús?
[Y ahora, la moraleja: hay que convertir la Iglesia y el catolicismo en un movimiento humano “más fiel a Jesús”. Ese ha sido siempre el verdadero empeño de Pagola, construir una nueva Iglesia, porque la existente no ha hecho más que decir tonterías durante dos milenios, hasta que llegó Pagola y nos explicó por fin lo que “más hacía sufrir a Jesús” y cómo era realmente el “mundo nuevo” que Jesús buscaba. Eso nos indica que, cuando el autor habla de un movimiento “más fiel a Jesús”, en realidad lo que quiere decir es “más fiel” a las disparatadas, pelagianas y fundamentalmente agnósticas ideas de Pagola]
Lo primero es no perder su perspectiva fundamental: dejarnos afectar más y más por el sufrimiento de quienes no saben lo que es vivir con pan y dignidad. Lo segundo, comprometernos en pequeñas iniciativas, concretas, modestas, parciales, que nos enseñan a compartir y nos identifican más con el estilo de Jesús.
[Un “estilo de Jesús” que, por supuesto, no tiene que ver con lo que aparece en el Evangelio, porque, como ya nos ha explicado el autor, es muy difícil “reconstruir” lo que pasó de verdad y solo los expertos exegetas como Pagola pueden hacerlo. La Iglesia evidentemente no lo conoce y ha estado predicando algo completamente distinto durante veinte siglos. Solo Pagola nos puede decir cuál es la verdad, al margen de la Escritura y la Tradición, es cierto, pero firmemente cimentado en sus espectaculares habilidades hermenéuticas. Ergo, el supuesto estilo de Jesús es más bien, en realidad, el estilo de Pagola y a Jesús no se le encuentra en el catolicismo, sino en el pagolismo. ¿Cómo puede ser que tantos católicos no crean en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía? Más bien la pregunta que habría que hacerse es cómo puede ser que muchos aún creamos en ella cuando hace décadas y décadas que la Iglesia permite que sus mismos predicadores nieguen públicamente esa fe]