Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
Desde tiempos de Ronald Reagan, los norteamericanos tienen un dicho difícil de traducir, pero muy interesante: personnel is policy. Significa algo así como que no es indiferente qué personas se contratan para una empresa (o un gobierno o cualquier otra entidad), sino que esa elección constituye la política más básica de esa entidad y determina cómo actuará en todo lo que haga. Sencillamente porque son esas personas las que se van a encargar de tomar las decisiones posteriores. De nada sirve que un presidente del gobierno, por ejemplo, diga que va a emprender una lucha a muerte contra la corrupción si los ministros que elige son conocidos por recibir sobornos a troche y moche. El dicho norteamericano podría traducirse libremente como: no mires lo que digo, sino a quién nombro. O, más libremente aún, con el viejo refrán castellano de obras son amores y no buenas razones.
Menciono todo esto porque la selección de personal en la Iglesia desde hace unos años es, cuando menos, muy preocupante. Si bien se trata de una tendencia presente, por distintas razones, a todos los niveles, empezando por los catequistas de las parroquias, nos centraremos en el más alto y manifiesto, ya que de otro modo no terminaríamos nunca.
Por ejemplo, la doctrina de la Iglesia establece sin lugar a dudas que el aborto es matar a un niño inocente, pero uno puede preguntarse de qué sirve eso si a continuación se elige oficialmente a personas abortistas y defensoras de los anticonceptivos como miembros de la Academia Pontificia para la Vida (después de echar de malos modos a los miembros vitalicios nombrados por los papas anteriores y a pesar de que el reglamento de la Academia establece que los miembros deben “comprometerse a promover y defender los principios relacionados con el valor de la vida y la dignidad de la persona humana, interpretadas de acuerdo con el magisterio de la Iglesia”). O si el mismo Papa desautoriza de forma pública a los pocos obispos valientes que se atreven a decir que el Presidente norteamericano no puede comulgar, porque promueve el aborto (y, de hecho, acaba de anunciar que quiere una ley que permita el aborto hasta el momento mismo del parto en todo el país).
La doctrina sobre el matrimonio, las relaciones prematrimoniales o las relaciones entre personas del mismo sexo está muy clara en el Catecismo, pero esa doctrina pierde gran parte de su fuerza cuando los obispos belgas o alemanes, por ejemplo, proclaman diversas herejías públicamente sobre esos temas sin la más mínima consecuencia. O cuando en Amoris Laetitia se nos asegura que, en algunos casos, adulterar es lo que Dios le está pidiendo a una persona. El Papa no se ha cansado de pedir parresía y armar lío, pero cuando el cardenal Zen o los cuatro cardenales de los dubia denuncian valientemente problemas muy graves de la Iglesia, ni siquiera son recibidos (¡a pesar de que son sucesores de los apóstoles!).
No hay nada de lo que se hable más estos días que de la sinodalidad, pero es difícil no darse cuenta de que este pontificado es el más autoritario desde el de Pío IX, por lo menos. Recordemos, por ejemplo, que el Papa Francisco ha promulgado más motu proprios que sus dos antecesores juntos o los casos de obispos despedidos sin contemplaciones ni juicio alguno y sin ni siquiera ser escuchados por el Papa, por razones aparentemente triviales (como Mons. Daniel Fernández Torres o Mons. Livieres). Las opiniones de los fieles supuestamente son valiosísimas… hasta que esos fieles piden que se defienda verdaderamente la indisolubilidad del matrimonio, que los obispos y párrocos no digan herejías o poder asistir a la Misa antigua. De nada sirve, por otro lado, decir que se van a tomar muchas medidas contra los abusos en la Iglesia si después, por ejemplo, se invita expresamente y a dedo a participar ¡en el Sínodo de la Familia! al cardenal Daneels, que había sido grabado presionando a unos fieles para que no denunciaran los abusos cometidos por su propio sobrino.
Se recuerda (y muy bien recordado está) que el papel de los abuelos y las personas de edad es esencial en la transmisión de la fe, pero ahora mismo tenemos miembros de la Pontificia Academia para la Vida, el P. Casalone SJ y Marie-Jo Thiel, que han defendido públicamente la eutanasia (y, además, para meter más dedo en el ojo esa defensa ha sido publicada por La Civiltà Cattolica, el periódico oficioso del Vaticano). En la misma línea, aunque un sucesor de los apóstoles pueda perfectamente cumplir su misión con 75 años y quiera hacerlo, si por alguna razón se le considera “demasiado” ortodoxo, como a Mons. Aguer, Mons. Reig Pla o Mons. Leonard, se le jubila por ordeno y mando una semana después de su cumpleaños, mientras que se prologa durante años la actividad de prelados como mínimo bastante mejorables.
En fin, creo que queda claro lo que quiero decir y no merece la pena seguir dando ejemplos (que por desgracia son muy numerosos). Personnel is policy y obras son amores y no buenas razones. Las palabras pueden ser buenas, conciliadoras o políticamente correctas, pero para entender hacia dónde va de verdad la Iglesia hay que mirar a las obras y, en particular, a quiénes se está nombrando y a quiénes se está postergando, ignorando, jubilando con prisas o directamente despidiendo. Si tenemos esto último en cuenta, la situación es desoladora y debemos rezar sin descanso por los que mandan en la Iglesia, porque lo necesitan mucho.
En cualquier caso, como siempre y a pesar de las apariencias, la Iglesia no la dirigen los hombres, sino Cristo nuestro Señor, Rey de reyes. Por mucho que los hombres metan la pata, intriguen o hagan el mal, como dice el salmista, el que vive en el cielo sonríe; desde lo alto, el Señor se ríe de ellos. Después les habla con ira y los espanta con su cólera.
El Estado Vaticano va camino de convertirse en una sociedad distópica en su desesperado afán por erradicar el virus, con una ferocidad que pocos países del mundo pueden igualar: máscaras FPP2 en lugares cerrados, suspensión de viajes, cerco a los “negacionistas suicidas” que se resisten a la inoculación, multas…
Son las nuevas disposiciones firmadas por el Presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el obispo español Fernando Vérgez Alzaga, que se suman a otras ya adoptadas para revertir los contagios de coronavirus como la obligación de presentar el certificado de vacunación contra el coronavirus, aplicado a los vacunados o a quienes hayan pasado recientemente la enfermedad, a todos los trabajadores de los dicasterios, organismos y oficinas de la Curia Romana y de las instituciones vinculadas a la Santa Sede, y a los turistas que visiten, por ejemplo, los Museos del Vaticano.
Desde el 13 de diciembre, el Vaticano no permite acceder a sus puestos de trabajo a las personas que no presenten el certificado de vacunación contra el coronavirus, de manera que se considera falta por esa razón una «ausencia injustificada» lo que conlleva la suspensión del sueldo.
Curiosamente (o no), la imposición de este verdadero estado de sitio coincide en el tiempo con la noticia de dos cardenales latinoamericanos, Toribio Ticona, boliviano, y el mexicano Felipe Arizmendi, que han dado positivo por covid después de haberse sometido al ‘acto de amor’ de la vacuna.
Mientras, en el país pionero en vacunación del mundo, Israel, su virólogo más prestigioso, profesor de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Tel Aviv, profesor Ehud Qimron, advierte en una carta abierta a su gobierno que la estrategia mundial contra el covid se ha basado en “falsa propaganda” y está destinada al fracaso, como parecen confirmar todos los datos. Pero, ante la fe ciega, poco se puede hacer.
Ante las declaraciones del Papa en el avión sobre el caso del arzobispo Aupetit, uno siente una mezcla de desconcierto y tristeza. Desconcierto por el grado de desequilibrio alcanzado por Bergoglio, tristeza por el nivel al que ha descendido el papado.
En primer lugar, releamos la conversación entre el Papa y la corresponsal de Le Monde, Cécile Chambraud.
Cécile Chambraud (en español)
Santo Padre, hago la pregunta en español para mis colegas. El jueves, cuando llegamos a Nicosia, nos enteramos de que usted había aceptado la dimisión del arzobispo de París, monseñor Aupetit. ¿Puede explicar por qué, y por qué con tanta prisa?
El Papa Francisco
Sobre el caso Aupetit. Me pregunto: ¿qué hizo Aupetit que fuera tan grave como para tener que dimitir? ¿Qué ha hecho? Que alguien me responda...
Cécile Chambraud
No lo sé. No lo sé.
El Papa Francisco
Si no conocemos el cargo, no podemos condenar. ¿Cuál era la acusación? ¿Quién sabe? [nadie responde] ¡Es malo!
Cécile Chambraud
Un problema de gobierno o algo más, no lo sabemos.
El Papa Francisco
Antes de responder diré: haz la investigación. Haz la investigación. Porque existe el peligro de decir: "Ha sido condenado". ¿Pero quién lo condenó? "La opinión pública, los chismes…". ¿Pero qué hizo? "No lo sabemos. Algo..." Si sabes por qué, dilo. Por el contrario, no puedo responder. Y no sabrás por qué, porque fue una falta de su parte, una falta contra el sexto mandamiento, pero no total, sino de pequeñas caricias y masajes que hizo: así es la acusación. Esto es un pecado, pero no es uno de los más graves, porque los pecados de la carne no son los más graves. Los pecados más graves son los que tienen más "angelicidad": el orgullo, el odio... estos son más graves. Entonces, Aupetit es un pecador como yo. No sé si lo sientes así, pero tal vez... como lo hizo Pedro, el obispo sobre el que Cristo fundó la Iglesia. ¿Cómo es que la comunidad de aquella época aceptó a un obispo pecador? Y eso fue con pecados muy "angelicales", como negar a Cristo, ¿no? Pero era una Iglesia normal, estaba acostumbrada a sentirse siempre pecadora, todos: era una Iglesia humilde. Se ve que nuestra Iglesia no está acostumbrada a tener un obispo pecador, y pretendemos decir 'mi obispo es un santo'. No, esto es Caperucita Roja. Todos somos pecadores. Pero cuando los chismes crecen y crecen y crecen y se lleva el buen nombre de una persona, ese hombre no podrá gobernar, porque ha perdido su reputación, no por su pecado —que es pecado, como el de Pedro, como el mío, como el tuyo: es pecado—, sino por el parloteo de los responsables de contar la historia. Un hombre al que se le ha quitado la fama de esta manera, públicamente, no puede gobernar. Y esto es una injusticia. Por eso acepté la dimisión de Aupetit no en el altar de la verdad, sino en el de la hipocresía. Eso es lo que quiero decir. Gracias.
Bergoglio ha desplegado aquí todo su repertorio: imprudencia, ambigüedad, duplicidad, incoherencia, descaro.
Como vemos, ante un periodista que, legítimamente, quiere saber por qué el Papa ha aceptado la renuncia de Mons. Aupetit al cargo (nótese bien: Aupetit no ha renunciado, sino que ha puesto el cargo en manos del Papa, dejándole la decisión), Bergoglio dice"si no conocemos el cargo, no podemos condenar". ¡Pero si en realidad fue él quien condenó a Aupetit! Y si lo condenó, se supone que tenía elementos circunstanciales para hacerlo. En su lugar, dice a los periodistas que investiguen: pero ¿qué tienen que ver los periodistas con esto? Es él quien debe explicar por qué aceptó la dimisión de Aupetit, asumiendo la responsabilidad de la decisión.
Luego, sin embargo, dice algo; pero, como siempre, no con claridad. Más bien lanza una acusación, y lo hace (con mucha malicia) con el aire de quien aparentemente defiende al arzobispo, en esa forma dual y farisaica típica del modelo peronista aprendido en Argentina. Habla de una "falta contra el sexto mandamiento, pero no total, sino de pequeñas caricias y masajes a la secretaria, que solía hacer". La referencia a la secretaria (muy grave, porque pone introduce a una persona que nunca había sido mencionada explícitamente hasta ahora) fue eliminada de la versión oficial publicada por la Oficina de Prensa del Vaticano, pero se mantuvo en la grabación audiovisual.
¿Y qué hay de la idea de que la falta hacia el sexto mandamiento puede ser "no total"? ¿Y que hay "pecados mayores" como el orgullo y el odio? ¿Por qué más grave? ¿En comparación con qué? ¿Y quién lo ha decidido? El estado de confusión es el peor.
Y luego la última perla: un hombre (Aupetit) 'al que le han quitado la fama [supongo que quería decir la reputación] para que, públicamente, no pueda gobernar'. Y esto es una injusticia. Por eso acepté la dimisión de Aupetit no en el altar de la verdad, sino en el de la hipocresía". ¿Pero cómo? De esta manera usted, Papa, declara abiertamente que ha sucumbido a la injusticia y que no ha defendido la verdad, mientras que usted, como Pastor Supremo, debería hacer todo lo contrario.¡No sólo: después de sus declaraciones, Monseñor Aupetit queda marcado de por vida como el que acaricia y masajea a su secretaria!
En conclusión, lo que se desprende de los enrevesados razonamientos de Bergoglio es una interioridad deteriorada y una espiritualidad enferma, así como un sentido distorsionado de la justicia y de sus deberes. Esto no es sorprendente, ya que hemos llegado a conocer a Bergoglio y su concepto de la moral. Lo sorprendente y desalentador es que todavía haya quien se preste a este juego de masacre, quien guarde silencio haciéndose cómplice de un escándalo que ha llegado a la aberración, quien tolere que una persona completamente inadecuada para el papel que desempeña siga demoliendo obstinadamente lo que queda del papado y de la Iglesia de Cristo. Un papado —hay que recordarlo— que Nuestro Señor instituyó y al que confirió el poder sagrado para que gobernara la Iglesia y no la transformara en una entidad que tuviera la finalidad contraria a la que Él fundó.
Rara vez doy nombres, pero en este caso me gustaría dirigirme a Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, un colega al que conocí, cuando todavía era vaticanista para la RAI, como una persona inteligente, honesta y amable. Querido Matteo, perdona que me meta, pero como me imagino tu malestar, te pregunto: ¿por qué no dejas este aquelarre? ¿Por qué te haces cómplice de esta locura? ¿No ves que cada día que pasa la institución del papado está más herida y degradada? ¿No ves que la auctoritas está cada vez más comprometida? Cuando todo esto termine —porque el Señor no permitirá que la Iglesia sea devastada de esta manera indecorosa— se pedirá cuenta de esta acción devastadora no sólo al principal responsable, Bergoglio, sino también a sus colaboradores, entre los que muchos sufren su excesivo poder sin compartirlo. ¿Quieres también estar —como muchos, demasiados, laicos, sacerdotes, obispos y cardenales— en el número de los que serán señalados como corresponsables y partidarios del tirano?
La situación que estamos viviendo en la Iglesia es tan desconcertante que uno, a veces, comienza a dudar de estar en sus cabales. Porque aquí alguien está loco (y por loco entiendo a aquel que es incapaz de conectarse correctamente con la realidad), y a veces pienso si no seremos nosotros, el minúsculo grupo de católicos tradicionales. Y lo pienso, porque resulta difícil afirmar que todo el resto de los católicos es el que está loco, resto que incluye a los obispos y a la mayor parte de los sacerdotes. ¿Es que nadie con autoridad para hacerlo es capaz de señalar el proceso de destrucción al que está conduciendo la Iglesia el Papa Francisco? Advertirlo, de seguro lo advierten, pero quienes deberían hablar, callan.
Señalo algunos episodios desconcertantes de los últimos días. Apareció un libro titulado Love Tenderly. Sacred Stories of Lesbian and Queer Religious (Amar tiernamente. Relatos sagrados de religiosas lesbianas y queer). Allí, veintitrés religiosas lesbianas y queer (¿qué será una monja queer?) cuentan sus historias de “amor sagrado”. La congregación de las Hermanas de la Misericordia ha expresado que esperan que este libro “ilumine las mentes a la sacralidad y a la infinita diversidad de Dios”. Y hasta ahora, la Congregación del Religiosos del Vaticano, no ha dicho nada y las monjitas lesbianas autoras del libro seguirán felices revolcándose en sus amores impuros.
Paralelamente, el Santo Padre ha aceptado la renuncia al cargo de arzobispo de París de Mons. Aupetite, que había puesto a su disposición luego de que un semanario lo acusara de mantener una relación sentimental con una mujer. A esta acusación, el arzobispo respondió que se trató de una situación ambigua que había ocurrido en 2012, que sus superiores estuvieron siempre al tanto de la situación y que esa relación, aunque inconveniente, no tuvo de ninguna manera una dimensión sexual. A pesar de todo esto, fue expulsado de su sede. Mons Aupetite era un obispo moderado o conservador, sobre todo en algunas cuestiones como la bioética y la homosexualidad, sobre lo que se había expresado con toda la claridad de la doctrina de la Iglesia. Probablemente haya sido esto lo que motivó la rápida aceptación de su renuncia.
Resulta entonces que el Vaticano —es decir, el gobierno de la Iglesia católica—, permanece callado frente a un escándalo como es la publicación de los amores lésbicos de unas cuantas monjas, y actúa con la mayor dureza ante un caso oscuro y ciertamente fogoneado por sus enemigos, que involucra a un obispo respetuoso de la doctrina de la fe. Y todo al mismo tiempo. ¿No es esto una cosa de locos?
El 2 de diciembre, reunido en Chipre con los católicos allí presentes, el Papa Francisco dijo:
“No hay y no debe haber muros en la Iglesia católica, por favor. Es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad: ese rito, ese otro rito; uno lo piensa así, esa monja lo vio así, la otra lo vio de otro modo. La diversidad de todos y, en esa diversidad, la riqueza de la unidad”.
¿Alguien puede negar el descaro de Bergoglio? Habría que recordarle a este hombre que hace pocos meses, él mismo edificó un muro enorme, con alambradas y vidrios de botellas rotas en los bordes, para dejar fuera de la Iglesia católica —es misma que él afirma que no tiene muros—, a los fieles que prefieren el rito tradicional, a través de un motu proprio llamado Traditionis custodes. No estoy haciendo interpretación; estoy relatando hechos.
Resulta que en el término de pocos días se nos dice que estamos en la Iglesia de la diversidad, en la que hasta las monjas lesbianas son consideradas una prueba de la riqueza de la creación divina, pero se prohíbe ferozmente la existencia de unos pocos “diversos”: los rígidos de siempre, que se aferran a un rito abrogado, según Mons. Roche. Hay diversos buenos y diversos malos; hay que derribar los muros que nos separan de los musulmanes, de los protestantes, de los homosexuales y de cualquier otra minoría, pero hay que edificar un muro, con empalizada y foso en el que naden cocodrilos y tiburones, para dejar fuera a la indeseable minoría de los católicos tradicionales.
El sábado, el Papa Francisco se reunió con las más altas autoridades de Grecia, país en el que está de visita apostólica. Y allí, muy orondo, hizo una enconada defensa de la democracia, y dijo estar preocupado puesto que “se registra un retroceso de la democracia. Ésta requiere la participación y la implicación de todos y por tanto exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo…”.
Yo no sabré cuál será la reacción de los líderes mundiales hacia este descarado personaje. El descrédito de Bergoglio debe ser descomunal —espero— en los altos círculos del poder. En primer lugar, me pregunto con qué cara un monarca absoluto se pone hablar de democracia, y a despotricar contra el autoritarismo. Parece una broma. Uno de los Papas más autoritarios de los últimos tiempos, reclamando consensos y democracias. ¿Qué dirá el cardenal Angelo Becciú que fue desposeído no solamente de todos sus cargos sino también de sus privilegios cardenalicios expeditivamente, en el curso de una entrevista con el Sumo Pontífice? Becciú no es santo de mi devoción, pero todo hombre tiene derecho a un juicio justo. Pues él no lo tuvo. El monarca absoluto decidió su culpabilidad y le aplicó la pena; y todo en diez minutos, y en su despacho. El “juicio” se está sustanciado en estos días a puertas cerradas, pero no muy herméticamente, puesto que se están filtrando los videos que publica diariamente el Corriere della sera. Y, por lo que parece hasta ahora, Francisco autorizó todas y cada una de las opacas y millonarias operaciones inmobiliarias, que terminaron en un desastre, y de las que después culpó a Becciú.
Pero más importante aún, me pregunto cómo un Papa puede ponerse a pontificar sobre la democracia, y sobre sus debilidades y retrocesos. Pues ahora pareciera que los principios de la Revolución eran los acertados y la democracia liberal que hoy campea en el mundo es el ideal del gobierno de todas las naciones. Y esto es justo lo contrario a lo que la Iglesia enseñó unánimemente a lo largo de los dos últimos siglos. ¿A quién le hacemos caso? ¿Al Papa Francisco o a los Papas anteriores?
Ya sabemos que el coro de obispos, sacerdotes y fieles se levantará a gritos a decirnos que debemos estar en todo de acuerdo con el Papa Francisco. Cuidado. Como bien nos alertaban la semana pasada Carlos Esteban y Fernando Beltrán, la Iglesia católica se está convirtiendo rápidamente en una secta. Y cuando esto termine de ocurrir, para lo cual no falta mucho, ya no será la iglesia de Cristo, y las puertas del infierno tendrán el poder de prevalecer sobre ella.
Reflexión ulterior: Resulta asombroso que una institución milenaria como la Iglesia latina no haya previsto mecanismos legales para actuar en casos como el del actual pontífice. Es verdad que en siglos pasados se recurría, sin demasiados remilgos, a un té debidamente condimentado o a una ventana abierta en las alturas de Castel Sant’Angelo. Pero, a mi entender, se debió haber previsto algún recurso canónico que permitiera, cuando menos, amordazar a un Papa desequilibrado.
Esta semana he sido testigo de una ridícula polémica, en torno a las vacunas contra el coronavirus, que me ha hecho recordar uno de los problemas del catolicismo hodierno; y no me refiero a este pontificado, me refiero a los últimos 200 años.
El caso en concreto es simplemente una pequeña muestra del fenómeno, no me detendré mucho en él: un sacerdote publica sus razones para no vacunarse; nos hacemos eco diciendo que no todo el clero sigue la línea marcada por el Papa y el Vaticano en esta cuestión ―es público que abogan fuertemente por la vacunación―; y el sacerdote en cuestión tiene que excusarse con cierto aire dramático diciendo que su adhesión al Papa es absoluta y bla bla bla
No entro en el tema vacunas sí, vacunas no; no quiero analizar la conveniencia de que un sacerdote o el Papa opinen sobre cuestiones médicas; lo que me preocupa es que un sacerdote tenga que excusarse acongojado porque opina diferente al Pontífice reinante sobre vacunas; no sobre el dogma de la Santísima Trinidad, la Inmaculada o la divinidad de Cristo; sobre malditas vacunas.
Me pregunto, como Carlos Esteban: ¿En que momento se convirtió la Iglesia en una secta?¿Es que tenemos que opinar igual que el Papa en todo? Algunos parece que así lo piensan, y ven prácticamente como un acto cismático, o una amenaza contra la manida unidad, manifestar opiniones diferentes a Su Santidad en medicina o inmigración; geopolítica o energía nuclear.
¡Qué lío tener que opinar igual que el Papa en todo! Sobre todo, porque ha habido 266. Y, además, ¿cómo funciona? ¿Hay que opinar como el actual o como los anteriores? ¿A partir de cuántos años se puede criticar a un Papa? ¿100, 200? Porque, de hecho, aquellos que no toleran una simple crítica o un disentir del Papa actual, sí se permiten, en cambio, hablar de épocas oscuras de la Iglesia, de los Borgia y de la Inquisición.
Ayer, el Papa dijo que las alambradas fronterizas significan odio. ¿Ahora tenemos que arrancar las púas de las verjas de nuestras casas para ser buenos católicos fieles al Santo Padre? ¿Tenemos que pedir a nuestros gobernantes que retiren las vallas de Ceuta y Melilla para estar en comunión con la Iglesia? ¿O, más bien, es una cuestión opinable y podemos disentir públicamente con Su Santidad?
Sinceramente, me inclino por lo último. No somos una secta.
La mitad de los católicos norteamericanos no cree en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, según las últimas encuestas de Pew Research sobre las que hemos informado ya. Una holgada mayoría, un 59%, descree del infierno. En cuestiones de doctrina moral, los números son aún más desalentadores, y el propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, puede seguir presentándose como un ‘católico devoto’ mientras impulsa la política proabortista más agresiva de la historia, y la abrumadora mayoría de los obispos norteamericanos no se atreven a aplicar el Código de Derecho Canónico para que se le niegue la Sagrada Eucaristía.
Y, sin embargo, nada de esto desata las alarmas sobre la ‘unidad’ de la Iglesia entre los buenos, pese a ser rechazos explícitos de la doctrina eterna de Cristo. En cambio, basta disentir de opiniones del Papa absolutamente ajenas a la fe para que se levante un coro vociferante que se rasga las vestiduras denunciando una brecha de la ‘unidad’. ¿Cuándo se convirtió la Iglesia de Cristo en una secta?
Parte de la perplejidad viene de que nunca antes de ahora había existido la posibilidad de escuchar al Santo Padre -o al obispo, o a los cardenales- en tiempo real desde tantos canales, nunca antes había estado el fiel tan expuesto a un caudal continuo de declaraciones papales, sin que el fiel sencillo tenga a veces los medios de distinguir lo fundamental de lo accesorio.
Eso no es unidad, es uniformidad. Eso es la negación misma de la cacareada ‘sinodalidad’. Es concebir a la Esposa de Cristo como un culto, casi como un partido o empresa en el que el CEO o el líder puede cambiar a voluntad el rumbo y las verdades. La misma expresión, tan extendida, de ‘Iglesia de Francisco’ debería ponernos en alerta. No: la Iglesia de Cristo, de la que Francisco es el vicario temporal encargado con la misión de conservar intacto el depósito de la fe.
Disentir de las visiones políticas o científicas del pontífice no debería verse como indicio de falta de unidad, sino como expresión de la sana ‘libertas’ de la que se ufanaba San Agustín ante las cuestiones opinables.
La Iglesia de hoy no es la Iglesia, es sólo una parte, ni siquiera mayoritaria. Está la Iglesia de ayer y la de mañana; están la Iglesia Triunfante y la Iglesia Militante. Y todas ellas son la misma Iglesia, que no puede contradecirse ni renunciar a una iota de la verdad en Cristo.
No creo que beneficie la imagen que da la Iglesia al mundo -imagen importante de cara a la evangelización- esta servil sumisión a estilos y maneras, énfasis y opiniones personales. Los católicos sufrieron durante siglos, desde la aparición de la mal llamada Reforma Protestante, el título de ‘papistas’.
Pero los católicos no seguimos al Papa; no es el Papa nuestro Capitán, sino Cristo, del que el Santo Padre es solo el encargado de custodiar su Iglesia durante un plazo, siempre breve frente a la eternidad.
De conformidad con la enésima disposición promulgada por aquel que colegial y sinodalmente gobierna de modo despótico a golpe de motu proprios, los cardenales de la Santa Iglesia romana podrán ser sometidos a proceso y juzgados por laicos. Es imposible encontrar explicaciones razonables a las extemporáneas decisiones de Bergoglio, que ya ha infiltrado a no pocos laicos en los dicasterios romanos y en el sínodo de los obispos, o en todo caso a religiosos no ordenados, en nombre de la sinodalidad, la democratización y la paridad de género. Como tampoco sirve de nada invocar el Código de Derecho Canónico, que el Romano Pontífice puede derogar a su antojo. De nada sirve deplorar la subversión jerárquica que permite que un miembro de la Iglesia discente juzgue a un miembro de la Iglesia docente.
Quien crea que las normas y reformas bergoglianas son motivadas por rectos propósitos y tienen por objeto el bien del cuerpo eclesial está en la luna. Si se tiene la honradez intelectual para reconocer que la finalidad de estas innovaciones es la demolición de la Iglesia Católica y la concentración tiránica del poder, se entenderá su plena coherencia y eficacia.
Someter a los prelados a un tribunal compuesto de laicos nombrados por el principal inquilino de Santa Marta significa sustraer jurisdicción a los pastores para concentrarla en un individuo bajo la apariencia de democracia, colegialidad y participación de los laicos en el gobierno de la Iglesia. Aquí tenemos una astuta paradoja: Bergoglio impone reformas aparentemente democráticas contrarias a la constitución monárquica de la Iglesia de Cristo con el solo fin de dividir y de arrogarse todo el poder que él mismo afirma querer combatir. Mediante esta jugada, acapara poder para castigar o absolver a quien le dé la gana, garantizándose así la sujeción de los cortesanos y promoviendo una curia de aduladores y corruptos sobornables.
Omne regnum divisum contra se desolabitur: et omnis civitas vel domus divisa contra se, non stabit (Mt. 12, 25).
Por un lado, Francisco se hace el “humilde” y el “obispo de Roma”, pero por otro lado se está convirtiendo en un gran dictador que trata al resto de los obispos como si fueran sus monaguillos.
El golpe más reciente de Francisco es un Motu Proprio del 30 de abril que permite que los obispos y cardenales sean juzgados ante el tribunal civil y laico del Vaticano.
Hasta ahora, la Signatura Apostólica, compuesta por prelados, podía juzgar estos casos. El nuevo motu proprio llega a raíz de los escándalos financieros del Vaticano, de los que el propio Francisco es responsable por haber saboteado la reforma financiera del Vaticano.
El arzobispo Carlo Maria Viganò señala en un comentario del 1 de mayo que las nuevas normas promueven una “centralización tiránica del poder”, mientras que Francisco da la impresión de “democracia”, “colegialidad” y “participación de los laicos”.
Al someter a los prelados a un tribunal laico nombrado por Francisco y dependiente de él, quita competencias a otros obispos y las concentra en su propia mano, analiza Viganò.
Esta medida le permitirá castigar o absolver “a quien quiera a su antojo, asegurando el servilismo de los cortesanos y promoviendo una curia de aduladores”.
There is a climate of – quote – “fear and espionage” in Pope Francis’ Vatican, the senior Vaticanista Marco Tosatti wrote on his famous blog on Sunday. Tosatti points out that Pope Francis eliminates everybody who has the courage to formulate some legitimate criticism, or uses his court journalists to discredit them.
Tosatti refers to the April Canonical Accusation of Catholic scholars who indicted Francis of heresy. Vatican Insider, a pro-Francis outlet belonging to the Italian oligarch press, accused the signatories of being people in pension or without a particular position. In response, Tosatti replies that “whoever had a Church job in the past years and showed the courage to advance some criticism, has been either beheaded or subjected to a series of incredible personal attacks by the pack of journalists who whimper around the sacred slippers.”
According to Tosatti the climate of fear and espionage in the Vatican is such that no one dares to say anything anymore. Within the Vatican there is not even a smile or nod in the face of propositions which acute ears and diligent tongues could hear and report to the ecclesiastic Stasi. Therefore, only people without office may dare to open their mouth, Tosatti explains.
Pope Francis has used his weekend-trip to Bulgaria and Macedonia to promote his globalist and leftwing-capitalism agenda. Therefore, one of his first visits was reserved to Vrazhdebna, a camp for illegal immigrants, most of them young, strong males, who paid human traffickers in order to get to Europe. Francis has been a strong ally of the anti-people, leftwing oligarchs who control Western politics and want more immigration.
ESPAÑOL
Hay un clima de -cita- "miedo y espionaje" en el Vaticano del Papa Francisco, escribió el domingo el principal vaticanista Marco Tosatti en su famoso blog. Tosatti señala que el Papa Francisco elimina a todos los que tienen el coraje de formular algunas críticas legítimas, o utiliza a su corte de periodistas para desacreditarlos.
Tosatti se refiere a la acusación canónica de abril de los estudiosos católicos que acusaron a Francisco de herejía. Vatican Insider, una tienda pro-Francisco, que pertenece a la prensa oligarca italiana, acusó a los signatarios de ser personas con pensión o sin una posición en particular. En respuesta, Tosatti responde que“el que tuvo un trabajo en la Iglesia en los últimos años y mostró el coraje de hacer algunas críticas, ha sido decapitado o sometido a una serie de increíbles ataques personales por parte del conjunto de periodistas que lloriquean alrededor de las zapatillas sagradas"
Según Tosatti, el clima de miedo y espionaje en el Vaticano es tal que nadie se atreve a decir ya nada. Dentro del Vaticano no hay ni siquiera una sonrisa o un asentimiento que los oídos agudos y las lenguas diligentes no puedan escuchar e informar de ello a la Stasi eclesiástica. Por lo tanto, sólo las personas sin cargo pueden atreverse a abrir la boca, explica Tosatti.
El Papa Francisco ha utilizado su viaje de fin de semana a Bulgaria y Macedonia para promover su agenda globalista y de capitalismo de izquierda. Por lo tanto, una de sus primeras visitas estaba reservada a Vrazhdebna, un campamento para inmigrantes ilegales, en su mayoría varones jóvenes y fuertes, que pagaban a traficantes de personas para llegar a Europa. Francisco ha sido un fuerte aliado de los oligarcas antipopulares, de izquierda que controlan la política occidental y quieren más inmigración.
CUATRO (4) Misión de los sacerdotes y de la Jerarquía: anunciar a Jesucristo. Sólo en Él es posible el reconocimiento de la dignidad de las personas
Cuando escribo sobre el papa Francisco, aun cuando discrepe en bastantes puntos acerca de lo que dice y hace, sin embargo, siempre intento hacerlo con respeto, sobre todo porque se trata del Vicario de Cristo en la Tierra. Si el respeto debe de tenerse hacia toda persona, en cuanto tal, mucho más en este caso. Dicho lo cual, dado que Dios nos ha creado libres y con capacidad de razonar, y dado que Uno solo es Dios, manifestado en Jesucristo, en quien no cabe error posible, me he atrevido, en este blog, y me sigo atreviendo, a manifestar mis discrepancias con el Santo Padre, aduciendo siempre el porqué de ellas ... cuando se dan.
Al fin y al cabo, de lo que se trata, y en la empresa en la que estamos todos trabajando, con temor y temblor, es en la de nuestra salvación eterna, la cual va vinculada a la Verdad, que es Jesucristo. Esto decía San Pablo a los corintios, en su segunda carta (palabras de la Biblia y, por lo tanto, palabras De Dios y del Espíritu Santo, que podemos y debemos aplicárnoslas también nosotros, los cristianos): "Pedimos a Dios que no hagáis mal alguno (...) sino que obréis el bien, aun cuando nosotros mismos fuésemos dignos de reprobación. Pues no podemos nada contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 7-8) Por otra parte, el mismo papa Francisco dice, con toda razón, que no es pecado criticarle y que puede hacerse: https://youtu.be/3sLhh7mEfco (19 Septiembre 2018)
Duración: 38 segundos
No deja de ser curioso, en expresión benévola, que el papa Francisco diga estas cosas: En teoría está muy bien lo que dice, porque es cierto ... pero a la hora de la verdad, ¡ay de quien lo critique! ¡Ay de quien se atreva a contradecirle! ...
Los hechos están ahí para demostrarlo ... y son los hechos los que cuentan. A continuación coloco una serie de posts y de vídeos, sacados de este mismo blog, para corroborar lo que digo.
Hubo un engaño en el sínodo sobre la familia; con apariencia de sinodalidad, lo cierto es, según puede verse, que las conclusiones que tenían que salir del Sínodo estaban ya decididas por Francisco: "Yo sacaré las conclusiones", le dijo a Bruno Forte - 6 mayo 2016
Francisco sustituye inesperadamente al Cardenal Sarah en la apertura del curso del Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia - 17 octubre 2016
Francisco no se arrodilla ante la Eucaristía. Gobierno inmisericorde: defenestración del Cardenal Burke, Demolición de los Franciscanos y de las Franciscanas de la Inmaculada, Remoción de Monseñor Livières, clausura eliminada, purga de cardenales tradicionales y sustitución por cardenales progresistas, etc... -13 de julio 2017
Francisco "magisterialmente" afirma que la Misa del Vaticano II (la de Pablo VI) es "irreversible" y se burla de los jóvenes que prefieren la Misa Tradicional - 26 agosto 2017
Un desastroso Papado: Francisco ha decidido, por cuenta propia, cambiar la Iglesia católica por otra que no se parece en nada a la verdadera.[Un buen resumen de los primeros cuatro años de Pontificado de Francisco, escrito por Steve Skojec] - 5 septiembre 2017
El propio Francisco considera que es muy probable que él pase a la historia como el Papa que dividió la Iglesia católica. Es el "porque yo lo digo" y "cuando yo lo digo". Sin embargo, según el cardenal Brandmüller, "somos administradores de los misterios de Dios, pero no tenemos derecho a disponer de ellos o rechazarlos" - 13 de septiembre de 2017
Francisco no responde a la corrección filial de 40 eruditos católicos, de prestigio internacional, para que denuncie como heréticas, con toda claridad, siete proposiciones que contradicen la fe de la Iglesia - 24 de septiembre 2017
Según el cardenal Ratzinger es necesario criticar al Papa si sus fuentes van en contra del Credo de la Iglesia. Sin embargo, son muchos -incluido el Vicario general del Opus Dei- los que hablan de "ataque al Papa" - 15 octubre 2017
Francisco está rodeado de un grupo de cardenales "progresistas" que lo defienden con uñas y dientes (Spadaro, Tornielli, James Martin, Kasper, etc. ) cuando algún otro cardenal se manifiesta defendiendo la verdadera doctrina católica (Sarah, Burke, Luigi Negri, Gotti Tedeschi, etc) - 27 octubre 2017
El teólogo y sacerdote Thomas G. Weinandy escribió una carta a Francisco el 31 de julio de 2017 y la hizo pública el 1 de Noviembre, tres meses después, al no obtener ninguna respuesta.
Entre otras cosas, le decía:
Lo que muchos han aprendido de su pontificado es que usted no está abierto a las críticas, sino que le molesta ser objeto de ellas. Muchos obispos están silenciosos porque desean serle leales y, por consiguiente, no expresan – por lo menos públicamente; otra cuestión es si lo hacen privadamente – la preocupación que les causa su pontificado. Muchos temen que si hablan francamente, serán marginados. O algo peor. (...) Irónicamente, su pontificado le ha dado a quienes tienen un punto de vista pastoral y teológico perjudicial la licencia y la confianza para salir a la luz y exponer su maldad, que antes estaba oculta. Reconociendo esta maldad, la Iglesia humildemente necesitará renovarse de nuevo y, así, seguir creciendo en santidad.
Francisco trata de "vender" la herejía como "magisterio auténtico" cuando, en realidad de verdad, niega el magisterio anterior: el adulterio no puede justificarse y los adúlteros que no se arrepienten, con intención real de cambiar su estado de pecado, no pueden recibir la sagrada comunión - 4 diciembre 2017
La Iglesia del papa Francisco no es la misma que la Iglesia católica de todos los tiempos. Lo que está construido sobre roca no debe ser sometido a restauraciones y cambios continuos, sino que permanece intacto e inmutable (Francesco Lamendola) 14 diciembre 2017
Francisco tiene un ataque de rabia contra obispos discrepantes: "¡lo lamentarán!" -dice. Francisco quiere una Iglesia a su imagen y semejanza, totalmente sometida al progresismo. Véase también aquí - 2 y 3 enero 2018
Francisco está renovando la Curia, eligiendo como papables a un conjunto de cardenales, cuyo rasgo común (sin importar su edad) ha de ser necesariamente (aunque esto no se diga de modo expreso) que apoyen su "manera" especial de enfocar la vida de la Iglesia (al más puro estilo modernista, del que tan influenciado estuvo el Concilio Vaticano II). Francisco está haciendo una purga de mucho cuidado. Y todos le tienen miedo - 10 de marzo de 2018
Se han cometido muchos disparates litúrgicos ... aunque lo peor es que Roma no ha intervenido, condenándolos. El Vaticano [Francisco] condena, en cambio, a quienes son fieles a la Tradición de la Iglesia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y un sinfín de etcéteras) -21 marzo 2018
¿Estamos ante un papa hereje? Lo sea o no lo sea, lo que sí es cierto es que Francisco fue elegido en un cónclave y es, por lo tanto, un papa legítimo - 9 mayo 2018
Duración 2:08 minutos
Sobre el tema de san Galo, coloco un video, parte de una entrevista a Monseñor Livi (24 abril 2018)
Duración 3:54 minutos
Ciertamente, mientras no se produzca una corrección formal por parte de los Cardenales, hay que considerarlo "legítimo". Sin embargo, tal legitimidad, aunque se le reconozca por el derecho canónico, no obliga a los católicos a seguir "su magisterio", puesto que contradice al auténtico "Magisterio de la Iglesia". Y "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). Ningún Papa tiene "su" propio magisterio. Y si lo tiene -y no es fiel al depósito recibido- el cristiano no debe de obedecerlo. Y es obligación de los cardenales el corregirlo, para que no se desvíe de la sana Doctrina y ocurra lo mismo con el rebaño que Cristo le ha encomendado que cuide, según está escrito: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31; tomado de Zac 13, 7).
Francisco ha demostrado suficientemente, en los más de cinco años de Pontificado, que es un déspota. Porque de diálogo, nada. Bueno, sí. Ha dialogado con los ateos, con los musulmanes, con los valdenses, con los gays, con los transferatus, con los agnósticos, con los kasperitas, con todo bicho viviente (sobre todo si es bicho), pero actúa despóticamente con los rígidos y dubitativos que le mandan cartas de las que se entera por los periódicos. Entre los actos despóticos de Francisco, por poner algún ejemplo, se cuentan:
- Eliminación de milagros para las beatificaciones (yo decido cuándo son suficientes y cuándo no).
- Invención de mártires marxistas, imponiendo su canonización (son mártires porque yo lo digo, aunque hayan muerto en la bañera)
- Eliminación de doctrinas que estorban (llegado YO, esto se quita de enmedio)
- Retiro o no, de los Obispos que a él le parezca (éste con 75, al paro; éste con 84, en activo)
- Cierre u hostigación de seminarios que no simpaticen con el modernismo
- Clausura de la vida de clausura (valga la redundancia)
... y así podríamos continuar. Decididamente, Dios no es un déspota. Bergoglio, sí. (22 junio 2018)