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domingo, 19 de junio de 2022

Sin procesión del Corpus en Roma, McElroy- McCarrick y el Papa Francisco, la iglesia en la encrucijada.



Es domingo, muchas parroquias y ciudades celebran la fiesta del Corpus Cristi con gran entusiasmo después de años de restricciones, Roma no. El Papa Francisco ha participado solo un año en todo su pontificado en la procesión de Roma, otros solo en la Misa y conclusión, incluso lo ha celebrado fuera de la ciudad, este año ha decidido que si no puede estar, se suprime. Hemos estado hace unas horas en el ángelus, las imágenes son las que son la plaza sigue vacía. La soledad de una papa que se va quedando solo y solitario en la fase final del pontificado se muestra evidente urbi et orbi.

(...)

Ya nos ha ‘renunciado’ un cardenal anunciado y las cosas no se ponen fáciles para McElroy. Artículo de Larry Chapp, en Catholic World Report sobre «El Papa Francisco y el obispo Robert W. McElroy», los liberales teológicos aplauden y los conservadores se ríen. «El punto clave es que los papas tienden a nombrar a personas de ideas afines, a pesar de que el Papa Francisco ha elevado esta tendencia a una forma de arte. (…) McElroy es la guinda del pastel de los cardenales Cupich, Tobin y Gregory. «McElroy declaró que el lenguaje del Catecismo sobre los actos homosexuales «gravemente desordenados» debería cambiarse a algo más «inclusivo» y claramente simpatiza con el proyecto del padre James Martin». «Hay preguntas sobre lo que McElroy sabía sobre las inclinaciones oscuras del excardenal Theodore McCarrick y cómo reaccionó McElroy en 2016; los dos se encontraron dos veces».

«McElroy fue uno de los obispos que votó en contra de la petición al Vaticano mayor transparencia y rapidez en la investigación de McCarrick. Repito: usted votó en contra de la transparencia. Lo que lo indica como una persona que: A) se comprometió personalmente en la situación de McCarrick y que está tratando de encubrir las cosas; B) indiferente hacia las víctimas de abuso; C) un Papa Francisco adulador que simplemente estaba tratando de proteger al Papa de las críticas; o D) todas, o alguna combinación, de estas cosas». «El obispo McElroy ha sido un ferviente partidario de Amoris, y su promoción es la manera del Papa de señalar que el enfoque de McElroy sobre los principios teológicos morales de Amoris es correcto». El Papa Francisco dijo que el tipo de teología moral de Häring expresa el Vaticano II y cómo se debe hacer la teología moral». El Papa Juan Pablo en Veritatis Splendor, rechaza un «gradualismo de la ley» que ahora se parece respaldar.

(...)

No es fácil moverse en medio de la confusión. Caffarra observaba hace sólo unos años: «Sólo un ciego puede negar que hay una gran confusión en la Iglesia». Largo comentario a un pequeño libro «Salud o Salvación – La Iglesia en la Encrucijada» de Nicola Bux. Denso, pero a la vez sencillo porque explica estos temas de una manera tan clara. ¿por qué hay tanta confusión en la Iglesia? ¿Cuáles son las causas fundamentales? “Después de los años 60 del siglo pasado el mundo fue ingenuamente exaltado y por el contrario la Iglesia humillada”. “Así Cristo y la Iglesia han sido reducidas a simulacros, pretexto para hablar de otra cosa y engañar al mundo que la salvación vendría de este último”. «¿Cuántos clérigos creen hoy que la Iglesia, el cuerpo de Cristo, es el sujeto de la liberación del mundo?. “¿Sigue siendo una propuesta de salvación eterna o se ha convertido en una oferta de liberación terrenal? ¿Es un mensaje escatológico o ideológico?”.

“Creo que sobre todo se ha reducido el sentido de la Encarnación, la razón por la cual Dios se hizo carne”, «no entendiendo más esto, hemos caído en una especie de deísmo por el cual es suficiente creer en cualquier Dios… Por lo tanto, no hay razón para repetir la invitación de Cristo a convertirse y creer en el Evangelio». 

“¿Es la humanidad la que ha abandonado a la Iglesia o es la Iglesia la que ha abandonado a la humanidad? «. La misión de la Iglesia se dispersa, o incluso se hace coincidir con la resolución de los males sociales: la distribución desigual de las riquezas, la no acogida de los migrantes, los armamentos, el medio ambiente, el clima, la inclusión de toda diversidad , legalidad, etc., etc. De esta forma la Iglesia adopta la opción ideológica marxista fundamental: el hombre será liberado cuando todos estos problemas sean resueltos. Sin embargo, olvida que el hombre está compuesto de espíritu y cuerpo, y que los males espirituales son más importantes que los materiales y que, en efecto, estos últimos descienden de los espirituales».

«Dadles vosotros de comer.»

Buena lectura.

domingo, 31 de enero de 2021

Intervenciones del arzobispo Carlo Maria Viganò sobre la crisis de la Iglesia a partir de su ardiente testimonio sobre el caso McCarrick



































































































Maria Inmaculada Virgen Madre - Acies ordinata, ora pro nobis


























martes, 5 de enero de 2021

“Annus horribilis” para la Secretaría de Estado del Vaticano. Pero no ha terminado



Sobre lo que queda de la mítica y omnipotente Secretaría de Estado cayó el golpe de gracia entre Navidad y Año Nuevo, con el “motu proprio” del papa Francisco que le ha quitado la caja fuerte con todo lo que contenía, es decir, buena parte de esos 1.400 millones de euros que el cardenal George Pell – en los pocos meses en los que, al comienzo del pontificado, pudo actuar con el pleno mandato del Papa para hacer limpieza – había rastreado más allá de los balances vaticanos oficiales.

De ahora en adelante, entonces, lo que era el centro máximo de poder de la curia vaticana no dispondrá más ni de dinero ni de inmuebles, que pasan todos a la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), y bajo el control de la Secretaría para la Economía. De la oficina administrativa de la Secretaría de Estado sobreviven solamente la enseña y un par de escritorios, los cuales llevan las pocas cuentas de la caja con dinero para pedir cada vez a quién está a cargo. También el fondo discrecional que está a disposición del Papa no estará más custodiado por la Secretaría de Estado, sino por la APSA.

Respecto a la que ha estado en el apogeo de su historia, entonces, la Secretaría de Estado toca hoy el punto más bajo de la parábola. Pero no ha terminado, porque en los próximos meses su reputación y su poder podrían caer todavía más

*

Fue Pablo VI, en los años ’60 del siglo pasado, quien le confirió el máximo de los poderes a la Secretaría de Estado, de la que él mismo provino y a la que continuó gobernando de hecho.

Y fue Juan Pablo II, en 1979, quien nombró como secretario de Estado a un cardenal de primera magnitud: Agostino Casaroli, el artífice de la Ostpolitik más allá de la Cortina de Hierro, pero también el hombre que en 1984 logró salvar a la Santa Sede y al Instituto para las Obras de Religión (IOR) de la caída del Banco Ambrosiano, con un desembolso “voluntario” de 250 millones de dólares a los bancos acreedores.

A Casaroli lo sucedió en 1991 el cardenal Angelo Sodano y en el 2006 el cardenal Tarcisio Bertone. Con los cuales la autoridad de la Secretaría de Estado se embarcó en una parábola descendente tan marcada que en el cónclave de 2013 Jorge Mario Bergoglio fue elegido con el pedido de su drástica reducción, en el marco de una reforma integral de la Curia.

De hecho, el nuevo Papa comenzó llamando a sí, como sus consejeros en la reforma de la Curia y en el gobierno de la Iglesia universal, a ocho cardenales de los cinco continentes, de los cuales excluyó deliberadamente al secretario de Estado. Y creó una nueva Secretaría para la Economía, dotada de plenos poderes y como prefecto al cardenal Pell, que ya desde el nombre hacía presagiar la sustracción de las actividades financieras a la Secretaría de Estado.

Pero este “incipit” fue rápidamente contrarrestado por los hechos. A los ocho cardenales consejeros el papa Francisco volvió rápidamente a agregar al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado desde el 31 de agosto del 2013. Y contra la labor de depuración del cardenal Pell y del auditor Libero Milone la contraofensiva fue muy violenta, sobre todo por obra del entonces número dos de la secretaría de Estado, el sustituto Giovanni Angelo Becciu, y por el cardenal presidente de la APSA, Domenico Calcagno, ambos – en esa etapa – en gracia con el Papa, quien inesperadamente se puso de su lado.

El resultado fue que en el 2006 Francisco le quitó a Pell los poderes que le había dado inicialmente y desde allí en adelante dejó de recibir en audiencia a Milone. Al año siguiente el cardenal tuvo que dejar cada uno de sus cargos, para volver a Australia presionado por acusaciones de abuso sexual que al final se reconoció que eran infundadas – pero después de 404 días de prisión –, mientras que Milone fue obligado a renunciar, basándose en la acusación – en realidad ni siquiera sometida a investigación judicial – de haber querido violar, con su análisis de las cuentas, “la vida privada de exponentes de la Santa Sede”.

Rechazado el ataque y protegida de cualquier control, la Secretaría de Estado pudo así continuar con sus negocios y malos negocios, en algunos casos – como en la compra del Instituto Dermopático de la Inmaculada Concepción, un hospital en Roma propiedad de una Orden religiosa y que terminó en la quiebra – con el apoyo financiero de la APSA y de la estadounidense American Papal Foundation, todavía patrocinada en esa época por el cardenal Theodore McCarrick.

Funcionaba la oficina administrativa dirigida por monseñor Alberto Perlasca. Pero siempre bajo la supervisión del cardenal Parolin y bajo el mando del sustituto Becciu, quien a su vez se reunía a diario con el papa Francisco y lo mantenía informado de todo.

Francesco lo sabía y lo aprobaba. Pero en el verano de 2019 el Papa se puso imprevistamente del lado de quienes se oponían a las importantes transacciones financieras en curso en la Secretaría de Estado – donde mientras tanto el venezolano Edgar Peña Parra había sucedido a Becciu, promovido a cardenal, en el rol de sustituto -: la compra de un gran edificio en un prestigioso distrito de Londres, en el no. 60 de Sloane Avenue.

La operación, mal realizada por medio de operadores externos poco confiables, tuvo una pérdida desastrosa, y para remediar la situación la Secretaría de Estado había pedido ayuda al IOR. Donde el papa Francisco tuvo y tiene en roles cruciales a dos hombres nombrados por él y de estricta obediencia: el director general Gian Franco Mammì, en el pasado curador de los clientes del Banco del Vaticano en América Latina y desde entonces cercano a Bergoglio, y el «prelado” Battista Ricca, ex diplomático de carrera llamado a Roma por sus intemperancias homosexuales, pero absuelto públicamente por el papa Francisco, al comienzo de su pontificado, con la famosa frase: “¿Quién soy yo para juzgar?”.

El hecho es que el IOR no solo se negó a socorrer a la Secretaría de Estado con un préstamo, sino que consideró que toda la operación de Londres era incorrecta y presentó una denuncia ante el tribunal del Vaticano, involucrando también a la Autoridad de Inteligencia Financiera, AIF, entonces presidida por el financista suizo René Brüelhart y dirigida por Tommaso Di Ruzza, yerno del ex gobernador del Banco de Italia, Antonio Fazio.

Hoy, a más de un año de distancia, las investigaciones judiciales vaticanas parecen todavía en alta mar y el proceso está lejos de llegar a una conclusión. Mientras tanto Francisco ha emitido una avalancha de condenas, totalmente arbitrarias.

El 1 de octubre de 2019 hizo allanr las oficinas por parte de la gendarmería pontifica y suspendió del servicio al director de la AIF, Di Ruzza, y a cuatro funcionarios de la Secretaría de Estado, entre ellos el ex secretario de Becciu, monseñor Mauro Carlino.

Pocos días después despidió al comandante de la gendarmería, Domenico Giani, para confesar posteriormente, el 26 de noviembre, en el vuelo de regreso de su viaje a Tailandia y Japón, haber ordenado él, el Papa, el allanamiento.

El 18 de noviembre puso en la puerta a Brüelhart y recibió las dimisiones de la AIF de otros dos miembros del consejo directivo, el suizo Marc Odendall y el estadounidense Juan Carlos Zárate, indiferente, el Papa, al hecho que a posteriori de los allanamientos del 1 de octubre el Grupo Egmont – la red de las “inteligencias” de 164 Estados y del que la Santa Sede forma parte – había excluido a la AIF de este circuito por la acontecida violación de informaciones reservadas.

El 20 de enero despidió definitivamente, después de haberlo suspendido, a Di Ruzza, ex director de la AIF.

En febrero del 2020 removió como director de la oficina administrativa de la Secretaría de Estado a monseñor Perlasca, trasladándolo provisoriamente a promotor de justicia adjunto del tribunal supremo de la Signatura Apostólica.

El 30 de abril sacó a Perlasca también de allí, enviándolo a su diócesis de origen, Como, y despidió definitivamente también a otros tres de los suspendidos el 2 de octubre: monseñor Carlino y a los dos laicos, Vincenzo Mauriello y Fabrizio Tirabassi, éste último ex brazo derecho de Perlasca.

El 24 de setiembre, por último, removió a Becciu como prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos y lo despojó nada menos que todos sus “derechos” de cardenal, incluida la participación en un cónclave.

Inútil agregar que esta explosión de condenas emitidas por el papa Francisco, no sólo antes de cualquier proceso, sino también sin ni siquiera formular alguna acusación específica ni asegurar el mínimo derecho a la defensa, estuvo acompañada – en la Secretaría de Estado y entre los mismos golpeados por estas medidas – una guerra de todos contra todos, en particular de Perlasca contra Becciu.

¿Y el cardenal Parolin? cos, visto el desastre en las oficinas del Vaticano bajo su mando.

Que Francisco ya haya tomado nota de esta pérdida de autoridad de Parolin lo prueba al menos un indicio reciente: la destitución del secretario de Estado, por primera vez, de la comisión de cardenales que supervisa el IOR, renovada por el Papa el 21 de septiembre pasado. .

Pero además de esta llamativa expulsión, también cuentan en la mencionada comisión los “nuevos ingresos”, en particular las de tres cardenales privados de cualquier competencia en materia financiera: el polaco Konrad Krajewski, limosnero apostólico, el italiano Giuseppe Petrocchi, arzobispo de Aquila, y el filipino Luis Antonio Gokim Tagle, prefecto de “Propaganda Fide”.

Su llamada a formar parte de la comisión está ligada simplemente al hecho de ser estimados por el papa Francisco.

Así como para Ricca en el IOR, también él para nada familiarizado con las finanzas.

Así como para el arzobispo Nunzio Galantino en la presidencia de la APSA. Seguramente no han sido sus estudios juveniles sobre los teólogos Dietrich Bonhoeffer y Romano Guardini, sino solamene su cercanía al Papa para habilitarlo a ser ante todo el secretario de la Conferencia Episcopal Italiana – que ciertamente no lo lamenta –, ni mucho menos, desde el 2018, para presidir lo que es el Banco central y la caja fuerte de la Santa Sede.

Así como para el cardenal Kevin Farrell a la cabeza del neonato organismo vaticano para las “materias reservadas”, es decir, las operaciones financieras que hay que mantener en secreto. Su promoción no ha derivado ciertamente por haber cohabitado desde el 2002 al 2006 con el entonces arzobispo de Washington, Theodore McCarrick, sin haber tenido jamás “algún motivo para sospechar” algunos de los desórdenes sexuales de su superior, sino por ser un discípulo de Francisco.

Y así como para el obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, muy amigo de Bergoglio e increíblemente llamado a Roma por el Papa en su rol inédito de “asesor” de la APSA, a pesar de que en su patria haya dado de sí un pésimo ejemplo de administrador de su diócesis y ahora tenga en curso también un proceso por abusos sexuales con seminaristas.

La paradoja es que con tales personajes el papa Francisco ha estado poniendo en movimiento desde hace algunos meses ese proceso de limpieza y reorganización de las finanzas del Vaticano que inicialmente y durante un tiempo había confiado al cardenal Pell, contradiciendo luego sus directrices durante mucho tiempo.

Afortunadamente, hay que destacar que junto a Ricca y Zanchetta también hay personalidades de probada competencia financiera en anteriores puestos de alto nivel, como el secretario de la APSA, Fabio Gasperini, el nuevo presidente de la ASIF (Autoridad de Supervisión e Información Financiera), Carmelo Barbagallo, el presidente del IOR, Jean-Baptiste Douville de Franssu, y el auditor general Alessandro Cassinis Righini.

Pero de Francisco se puede esperar todo y todo lo contrario. Si pasamos de la gestión financiera a una visión más general de la economía, la contradicción también triunfa en él. Se ha visto esto con motivo de la reciente iniciativa pontificia titulada «Economía de Francisco«, en la que el Papa, vistiendo el hábito de su santo homónimo de Asís, propuso al mundo «un pacto para cambiar la economía actual», de hecho, para derrocarla radicalmente sobre la ola de los “movimientos populares”, excepto para inmediatamente después elegir al “Concejo para el Capitalismo Inclusivo” como su socio en la empresa, es decir, a los magnates de la Fundación Ford, Bank of America, British Petroleum, Fundación Rockefeller y similares.

*

Volviendo a la Secretaría de Estado, de ahora en adelante so queda un terreno sobre el que operar: el de la diplomacia.

Donde en estos últimos años ciertamente no ha cosechado ningún éxito, visto el resultado hasta aquí decepcionante del acuerdo secreto firmado en 2018 con Beijing sobre el nombramiento de obispos en China.

Pero sus tribulaciones tampoco han terminado en el ámbito financiero. Le han robado la caja fuerte, pero aún tendrá que responder por las operaciones realizadas hasta el momento.

Y hay una que es particularmente caliente. Se trata de esa enorme masa de dinero que desde la Secretaría de Estado habría partido hacia Australia, antes y durante la dolorosa repatriación del cardenal Pell.

En un principio había salido a la luz el monto transferido por un total de 800 mil euros, luego se cuantificó en casi 2 millones, pero en los últimos días el Australian Transaction Reports and Analisys Center, la agencia que se ocupa de delitos financieros, lo certificó en 2.300 millones de dólares australianos, equivalentes a mil 400 millones de euros, transferidos desde el Vaticano a Australia en los últimos seis años, con más de 47.000 transacciones.

El presidente de la Conferencia Episcopal Australiana, el arzobispo de Brisbane, monseñor Mark Coleridge, al expresar su asombro por “la asombrosa dimensión de las transferencias”, afirmó que los obispos australianos nunca supieron nada de todo esto y mucho menos saben a quién se habria devuelto ese dinero y por qué.

Incluso en el Vaticano, fuentes anónimas manifiestan incredulidad. Pero la Secretaría de Estado no podrá eludir el deber de aclararlo. 2021 será otro año de cardos y espinas.

Sandro Magister

lunes, 21 de diciembre de 2020

Una cueva de ladrones



Exsurgat Deus, et dissipentur inimici ejus: et fugiant qui oderunt eum a facie ejus. Salmo 67

En los últimos días ha trascendido la noticia de que Bergoglio está dedicando tiempo a producir una serie de televisión titulada La sabiduría del tiempo (1), realizada por Netflix, la cual ayer mismo publicaba en su página de Twitter un mensaje (2) que sintetiza su punto de referencia ideológico: Praise Satan, es decir alabado sea Satanás. No hace falta recordar hasta qué punto difunde la mencionada multinacional la inmoralidad y el vicio, incluido el abuso sexual de menores.

También hace pocos días se firmó el acuerdo con la ONU a fin de promover la sostenibilidad y la igualdad de género (3), respaldando con ello a una organización que promueve el aborto y la anticoncepción. En el día de la festividad de la Inmaculada, 8 de diciembre de 2020, casi como un indigno ultraje a la Virgen, ha quedado formalizada la nueva asociación entre la Santa Sede y el Council for Inclusive Capitalism promovido por Lynn Forester de Rotschild (4), gran amiga de Hillary Clinton y Jeffrey Epstein, tras enviar un mensaje elogioso a Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial y teórico del Gran Reinicio. Y para no dar lugar a equívocos, tras numerosas llamadas a obedecer a las autoridades durante la emergencia de la psicopandemia, parece que la vacuna contra el covid será obligatoria para todos los funcionarios de la Ciudad del Vaticano, a pesar de haberse producido con material procedente de fetos abortados y de carecer de la menor garantía de eficacia o de inocuidad.

Creo que ya está fuera de toda duda razonable que el vértice de la actual jerarquía católica se ha puesto al servicio de la oligarquía mundialista y la Masonería: al culto idolátrico de la Pachamama en la basílica vaticana se agrega ahora la instalación de un sacrílego nacimiento con una simbología que parece aludir a antiguos ritos egipcios o a extraterrestres. Hay que ser ingenuo, o cómplice, para negar que tras esta concatenación de sucesos hay una clarísima coherencia ideológica y una lúcida mentalidad diabólica.

Pero como ya señalé, sería engañoso limitarse a hacer una evaluación de sucesos internos a la Iglesia sin encuadrarlos en un contexto político y social más amplio: tanto los protagonistas como los extras actúan a las órdenes de un mismo director y siguen un mismo guión. El objetivo ya está declarado: destruir a las naciones desde dentro por medio del estado profundo y la Iglesia de Cristo con la iglesia profunda a fin de instaurar el reinado del Anticristo con la ayuda del Falso Profeta.

El acuerdo secreto entre China y la Santa Sede, tan vivamente deseado por Bergoglio y renovado hace pocas semanas, encaja perfectamente en este inquietante panorama y confirma el pactum sceleris, pacto criminal, que entrega a los católicos chinos a la persecución, a los disidentes a la reeducación, los templos a la demolición y las Sagradas Escrituras a la censura y la adulteración. No es casual que un acuerdo semejante, hasta ahora siempre rechazado y desdeñado por los pontífices, haya sido posible gracias a la intervención del ex cardenal McCarrick y sus cómplices con la ayuda determinante de los jesuitas. Sabemos que los actores son siempre los mismos. Corruptos y corruptores, sobornados y sobornantes, unidos por la rebelión contra la doctrina y la moral y todos indistintamente sometidos a fuerzas anticatólicas, y de hecho anticristianas.

La China comunista es el brazo armado del Nuevo Orden Mundial, tanto por lo que se refiere a la propagación de un virus mutante creado en laboratorio como a la intromisión en las elecciones presidenciales de EE.UU. y el alistamiento de quintas columnas al servicio del régimen de Pekín. Y al promover la apostasía en la cúpula de la Iglesia le impiden proclamar el Evangelio y alzarse como un muro contra el ataque de la élite. Las ventajas económicas que ello comporta para el Vaticano hace más vergonzoso todavía el sometimiento de la secta bergogliana a este plan infernal, poniendo un significativo contrapunto al negocio que promueve la inmigración, que también forma parte del proceso de disolución de una sociedad que ha dejado de ser cristiana. Causa desconcierto que tan escandaloso tratamiento de la misión de la Iglesia Católica no haya ameritado una condena enérgica y valerosa por parte del Episcopado, que ante la evidencia de una apostasía perseguida con cada vez mayor determinación no osa levantar la voz por miedo o por un falso sentido de prudencia.

Las palabras del Dr. Tane, director del Council on Middle East Relations, pueden sonar fuertes y atrevidas, pero ponen en evidencia sin falsos temores la subversión operada bajo este infaustísimo pontificado. Es de esperar que con la publicación de la carta de Tane al cardenal Parolin se abran finalmente los ojos antes de que se cumpla el plan de los conjurados. Por esto concordamos con la loable denuncia publicada hace algunos días por el cardenal Burke a propósito de la utilización del covid con miras al Gran Reseteo (5): denuncia que se añade a la que yo hice el pasado mes de mayo y que he reiterado en varias ocasiones, y a la de los pastores fieles a la Palabra de Dios y solícitos en el servicio a su grey.

La carta de Arthur Tane al Secretario de Estado vaticano concluye con una cita evangélica que es más apropiada que nunca: «Si la Iglesia no entiende el significado de su misión, se convertirá en un templo de cambistas. Porque Jesús dijo: “Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones” (Mt.21,12-13)».

Los obispos no podemos callar. Nuestro silencio sería una intolerable complicidad con los mercenarios que, abusando de un poder usurpado, reniegan de Cristo y entregan las almas al Enemigo del género humano.

Carlo Maria Viganò, arzobispo

18 de diciembre de 2020

Víspera de las Témporas de Adviento

1 https://twitter.com/messainlatino/status/1339442807111561221/photo/1

2 https://twitter.com/realHirsty/status/1339213661802536961

3 https://www.ncregister.com/blog/vatican-youth-symposium-2020-day1

4 http://www.vatican.va/content/francesco/it/speeches/2019/november/documents/papa-francesco_20191111_consiglio-capitalismo-inclusivo.html


https://www.maurizioblondet.it/lynn-forester-rothschild-e-la-nuova-papessa-della-chiesa-bergogliana-del-sacro-great-reset-viene-alla-luce-il-grande-piano-gnostico-finanziario-per-cui-bergoglio-e-stato-promosso/

5 https://www.aldomariavalli.it/2020/12/14/cardinale-burke-cosi-le-forze-del-great-reset-usano-il-covid-per-far-avanzare-il-loro-programma/eto-advance-evil-agenda/

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Comentarios al margen del informe de la Secretaría de Estado sobre Theodore McCarrick



El Informe McCarrick, publicado por la Secretaría de Estado el pasado 10 de este mes de noviembre de 2020, ha sido objeto de numerosos comentarios. Algunos ponen de relieve sus lagunas, en tanto que otros lo elogian como prueba de la transparencia de Bergoglio y lo infundado de las acusaciones. Me gustaría centrarme en algunos aspectos que merecen ser tratados en profundidad y que no me afectan personalmente. Estas reflexiones no tienen por objeto, por tanto, aportar más pruebas sobre la falsedad de los argumentos expuestos contra mí, sino poner de manifiesto las incongruencias y conflictos de intereses entre el juez y el que es juzgado, que a mi juicio invalidan la investigación, el proceso y la sentencia.

IMPARCIALIDAD DEL ÓRGANO JUDICIAL

En primera lugar, a diferencia de lo que pasa en un proceso civil o penal normal, en las investigaciones eclesiásticas hay una especie de derecho implícito a la credibilidad en los testimonios de clérigos. Me da la impresión de que ello ha permitido que se consideren pruebas los testimonios de prelados que podrían encontrarse en situación de complicidad con respecto a McCarrick y que no tendrían ningún interés en revelar la verdad, ya que no les perjudicaría a ellos ni a su imagen. En resumidas cuentas, haciendo una comparación con personajes de Pinocho, cuesta pensar que el Gato (Kevin Farrell), pueda exonerar creíblemente al Zorro (Theodore McCarrick). Y sin embargo eso es lo que ha sucedido, del mismo modo que fue posible engañar a Juan Pablo II en cuanto a la conveniencia de nombrar a McCarrick cardenal arzobispo de Washington, o a Benedicto XVI sobre la gravedad de las acusaciones que pesaban sobre el purpurado.

A estas alturas ya se entiende que en el caso del Argentino ese derecho a la credibilidad adquiere la categoría de dogma, quizás el único que no se puede poner en duda en la iglesia de la misericordia, y más cuando las interpretaciones de la realidad –que los mortales llaman prosaicamente mentiras– han sido expresadas por él mismo.

Desconcierta además que se haya dado tanta importancia al testimonio de monseñor Farrell en defensa de McCarrick –llega a dársele al obispo el título de excelentísimo– y que al mismo tiempo se omita totalmente el testimonio de James Grein, así como que prudentemente se haya preferido no deponer a los secretarios de Estado Sodano y Bertone. Tampoco se entiende por qué motivo se han considerado válidas y creíbles las palabras de Farrell en defensa del amigo y compañero de casa y no las mías, siendo no obstante arzobispo y nuncio apostólico. El único motivo que alcanzo a comprender es que mientras las palabras de Farrell confirman la tesis de Bergoglio, las mías la refutan y demuestran que el obispo de Dallas no es el único que ha mentido.

Habría que recordar igualmente que el cardenal Wuerl, sucesor de McCarrick en la sede de Washington, dimitió el 12 de octubre de 2018 presionado por la opinión pública tras su reiterada negación de haber tenido conocimiento de la conducta depravada de su compañero en el episcopado. En 2004, Wuerl tuvo que hacerse cargo de la denuncia presentada contra McCarrick por Robert Ciolek, ex sacerdote de la diócesis de Metuchen, la cual envió al entonces nuncio apostólico cardenal Gabriel Montalvo. En 2009 Wuerl dispuso su traslado del seminario Redemptoris Mater a la parroquia de Santo Tomás Apóstol de Washington. En 2010 el propio Wuerl, junto con el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Francis George, manifestó a la Secretaría de Estado que no era aconsejable felicitar a McCarrick con ocasión de su octogésimo cumpleaños. El informe cita además la correspondencia entre el nuncio Sambi y Wuerl con respecto al peligro de escándalo en torno a McCarrick. Y lo mismo se puede decir de la correspondencia del cardenal Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, la cual confirma que Wuerl «ha favorecido constantemente a McCarrick, incluso cuando no vivía en el seminario». Por eso, resulta muy extraño que las graves sospechas que pesaban sobre el cardenal antes de mi nombramiento como nuncio, ampliamente documentadas en el informe, sean consideradas motivo de reproche contra mi persona, a pesar de que yo las notifiqué una vez más a la Secretaría de Estado, si bien no eran contra Wuerl; el cual, aun después de dimitir del cargo de arzobispo de Washington, ha mantenido sus cargos en los dicasterios romanos, incluida la Congregación para los Obispos, en la cual tiene voz y voto en el nombramiento de prelados.

Es incomprensible que los redactores del informe juzguen tan a la ligera a Juan Pablo II por haberse fiado de las palabras de su secretario en defensa de McCarrick y exoneren a Bergoglio a pesar de la tremenda pila de expedientes sobre el Tío Ted, a quien le había pedido su predecesor que procurara no llamar la atención.

Creo que ha llegado el momento de aclarar de una vez por todas la postura del cuerpo juzgante; mejor dicho, de este cuerpo juzgante con relación al acusado.

Según el derecho, un juez debe ser imparcial, y para ello no debe tener el menor interés ni el menor vínculo con el reo. En realidad, esta imparcialidad falta en uno de los procesos más sonados de la historia de la Iglesia, cuando los escándalos y delitos de que es objeto el acusado revisten tal gravedad como para ameritar la deposición del cardenalato y la reducción al estado laico.

AUSENCIA DE VERDADERA CONDENA

Es preciso destacar la extrema suavidad de la condena impuesta al reo, es más, se podría decir la falta de condena, dado que al imputado sólo se lo ha despojado su condición sacerdotal mediante procedimiento administrativo del tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ratificada por Bergoglio como cosa juzgada. No obstante, habría sido posible condenarlo a una pena de arresto, como se hizo con el consejero en la nunciatura en Washington, que en 2018 fue condenado a cinco años de prisión en el Vaticano por posesión y difusión de pornografía infantil.

Lo cierto es que el hecho de despojarlo del estado clerical manifiesta la esencia del famoso clericalismo –tan deplorado de palabra– que poco menos que considera el estado laico un castigo en sí, cuando tendría que ser motivo de imposición de una sanción penal. Entre otras cosas, al no haber sido condenado a una pena de cárcel, o al menos de arresto domiciliario, McCarrick tiene una libertad de movimiento y de acción que mantiene inalterada su situación. Ello le permite cometer nuevos delitos y seguir ejerciendo sus actividades delictivas tanto en el ámbito eclesial como en el político.

Por último, hay que recordar que el proceso canónico no afecta las causas penales instruidas contra el ex purpurado en tribunales de EE.UU, los cuales, curiosamente, se eternizan en el máximo secreto, demostrando una vez más el poder político y la influencia mediática de McCarrick, no sólo en el Vaticano sino también en los Estados Unidos.

CONFLICTOS DE INTERESES Y OMISIONES

Cuesta fijarse en el juez de esta causa sin tener en cuenta que puede estar en deuda con el imputado y sus cómplices. Es decir, que se encuentre en un evidente conflicto de intereses.

Si Jorge Mario Bergoglio debe su elección a la conjura de la llamada Mafia de San Galo, integrada por cardenales ultraprogres en trato constante y asiduo con McCarrick; si el apoyo de McCarrick al candidato Bergoglio tuvo eco en los electores del cónclave y en los que tienen capacidad persuasiva en el Vaticano, por ejemplo, el famoso caballero italiano al que aludió el cardenal estadounidense en una conferencia pronunciada en la Universidad Vilanova; si la renuncia de Benedicto XVI fue de algún modo provocada o favorecida por intromisión de la iglesia profunda y el estado profundo, es lógico suponer que Bergoglio y sus colaboradores no tienen la menor intención de que salgan a la luz en el informe ni los nombres de los cómplices de McCarrick ni los de quienes lo han apoyado en su cursus honorum eclesiástico, ni tampoco sobre todo quienes ante una eventual condena podrían vengarse, por ejemplo, revelando la participación de personalidades destacadas de la Curia Romana, por no decir el propio Bergoglio.

Contradiciendo descaradamente la declarada afirmación de transparencia, el informe se abstiene de dar a conocer las actas del proceso administrativo. Cabe, por tanto, preguntarse si la defensa de McCarrick pactó la condena de su cliente a cambio de una pena irrisoria, que de hecho deja en total libertad al imputado de tan graves delitos, e impidió que las víctimas recusasen al juez y exigieran una justa compensación. Esta anomalía salta a la vista incluso para quien no está versado en el derecho.

INTERESES COMUNES ENTRE LA IGLESIA PROFUNDA Y EL ESTADO PROFUNDO

En esta red de complicidades y chantajes se evidencian los vínculos entre el juez y el imputado incluso en el terreno político, en particular con el Partido Demócrata, con la China comunista y en general con los movimientos y partidos mundialistas. Que en 2004 McCarrick, a la sazón arzobispo de Washington, se empeñara en bloquear la difusión de la carta del entonces Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, cardenal Josef Ratzinger, al episcopado estadounidense sobre la prohibición de administrar la Comunión a políticos partidarios del aborto constituye indudablemente un respaldo a los políticos demócratas que se dicen católicos, desde John Kerry a Joe Biden. Este último, convencido abortista, se ha ganado el apoyo prácticamente unánime de la jerarquía, pudiendo gracias a ello contar con votos que en caso contrario habrían estado destinados a Trump. Curiosa coincidencia, a decir verdad: por un lado, el estado profundo ha golpeado a la Iglesia y a Benedicto XVI con la intención de elegir como papa a un representante de la iglesia profunda; por otro, la iglesia profunda ha golpeado al Estado y a Trump con miras a elegir a un representante del estado profundo. Juzgue el lector si los planes de los conjurados han logrado el fin que se habrían propuesto.

Esta colusión con la izquierda internacional es la consecuencia inevitable de un proyecto más amplio, en el que las quintas columnas de la disolución en el seno de la Iglesia colaboran con el estado profundo siguiendo un mismo guión y bajo una misma dirección: los protagonistas de este drama representan papeles variados pero escenifican una misma trama en el escenario.

ANALOGÍAS CON LA PANDEMIA Y EL FRAUDE ELECTORAL

Bien mirado, también la pandemia y los pucherazos de EE.UU. muestran inquietantes analogías con el caso McCarrick y con todo lo que pasa en la Iglesia. Los encargados de decidir si hay que quedarse en casa o hay que vacunar a toda la población se valen de medios poco confiables, precisamente porque con ellos pueden falsificar los datos con la complicidad de los grandes medios de difusión. Da igual que el virus tenga un índice de mortalidad parecido al de una gripe estacional o que el número de fallecidos se ajuste al de años anteriores; alguien ha decidido que hay una pandemia y que es necesario derribar la economía mundial para sentar las bases del Gran Reinicio. Los argumentos racionales, las evaluaciones científicas y la experiencia de los científicos serios empeñados en la cura de los pacientes no valen nada al lado del guión que se exige seguir a los actores. Y lo mismo pasa con las elecciones de EE.UU.: ante las pruebas de fraude, que va adquiriendo las características de un auténtico golpe de estado tramado por unas mentes criminales, los medios informativos se obstinan en presentar a Joe Biden como el vencedor, mientras los dirigentes internacionales –la Santa Sede incluida– se apresuran a reconocer su victoria, desacreditar a sus adversarios republicanos y presentar a Trump como un prepotente solitario que está a punto de ser abandonado por los suyos y por la propia primera dama. Da igual que aparezcan en internet numerosos videos presentando las irregularidades cometidas durante el escrutinio, o que surjan centenares de testimonios de fraude; los demócratas, los medios y todo el elenco de actores repiten que Biden es el presidente electo y Trump tiene que irse. Porque en la tierra de la mentira, si la realidad no se ajusta al discurso dominante, lo que hay que corregir y censurar es la realidad. Y así, los millones de personas que se manifiestan en las calles protestando contra el confinamiento o contra los fraudes electorales no existen, simplemente porque no se los muestra en televisión y se los censura en internet, y lo que los medios denuncian como bulos hay que considerar acríticamente que en efecto lo son.

SOMETIMIENTO DE PARTE DE LA JERARQUÍA

No es de extrañar que la Conferencia Episcopal de EE.UU., puntualmente seguida por la agencia Vatican News y por una afectuosa llamada telefónica de Bergoglio a Biden, se apresura a demostrar su fidelidad al sistema: esos eclesiásticos están metidos de lleno en el asunto y tienen que seguir meticulosamente el papel que se les ha confiado. Hicieron lo mismo a nivel mundial secundando las restricciones por el Covid: cerraron iglesias, ordenaron suspender la liturgia e invitaron además a los fieles a obedecer a las autoridades civiles. El arzobispo de Washington se ha tomado la libertad de criticar la visita oficial del Presidente y su esposa al santuario de San Juan Pablo II, y junto a otros obispos y sacerdotes se ha declarado a favor del movimiento Black Lives Matter. Tanta entrega a la causa les ha valido púrpura cardenalicia hace pocos días. Y no es casual la adhesión al plan mundialista por parte de personajes comprometidos en apoyar el movimiento LGTB, empezando por Cupich, Tobin, Wuerl, McElroy y Stowe. Es significativo, por otra parte, el estruendoso silencio por parte de la Santa Sede y de los obispos de todo el mundo ante los problemas éticos que plantean las vacunas de inminente distribución, hechas con células de fetos humanos abortados. No permita Dios que la especulación sobre la pandemia de las compañías farmacéuticas vea cómo la Iglesia es igualmente objeto de generosos donativos, como ya sucedió con el acuerdo China-Vaticano.

Los vicios y la corrupción unen la iglesia profunda y el estado profundo en una cloaca de delitos y pecados repugnantes en la que los indefensos y los niños son víctima de abusos y violencia cometidos por personajes que al mismo tiempo promueven el aborto, la ideología de género y la libertad sexual para los menores, incluida la de cambiar de sexo.

Igualmente, la inmigración clandestina –promovida para desestabilizar las naciones y anular su identidad– encuentra acuerdo entre la izquierda y la Iglesia de Bergoglio, a pesar de su estrecha relación con el tráfico de menores, el aumento de la criminalidad y la destrucción del tejido social. Es más, se promueve precisamente por ese motivo, del mismo modo que se promueve el enfrentamiento político de cara a las elecciones en EE.UU., la crisis económica debida a la gestión criminal de la pandemia y posiblemente hasta la guerra religiosa con los atentados de matriz islámica y la profanación de iglesias por toda Europa.

NECESIDAD DE UNA VISIÓN DE CONJUNTO

Causa también gran desconcierto que en este panorama perfectamente coherente haya muchos prelados –por no decir la totalidad– que se limiten a analizar los sucesos que tienen que ver con la Iglesia como si sólo tuvieran que ver con ella y no guardaran la menor relación con los acontecimientos sociales y políticos que tienen lugar en todo el mundo. Hay obispos que tímidamente toman posición ante las palabras de Bergoglio que piden la legalización de las parejas de hecho, o ante la incongruencia y las falsedades que se perciben en el informe McCarrick. Pero ninguno de ellos, ni siquiera animado por buenas intenciones, se atreve a denunciar la evidencia, es decir, la existencia de un pacto de iniquidad entre la parte desviada de la jerarquía –la propia iglesia profunda– y la parte desviada del estado, el mundo de la alta finanza y la información. Y sin embargo es tan obvia que debería ser objeto de análisis por muchos intelectuales, en su mayoría seglares.

PÉRDIDA DE CREDIBILIDAD

Es preciso denunciarlo pregonándolo a los cuatro vientos: el informe de la Secretaría de Estado es una vergonzosa y torpe tentativa de dar una semblanza de credibilidad a una pandilla de pervertidos y corruptos al servicio del Nuevo Orden Mundial. Resulta surrealista que esta operación de descarado engaño no la haya realizado el imputado, sino quienes lo debían juzgar, y paradójicamente, junto con él deberían juzgarse también a sí mismos, a sus colegas, sus amigos y todos los que les han garantizado impunidad y los han promovido en su trayectoria.

La credibilidad que merecen los redactores del informe se puede ver en la débil condena de un prelado orgánico al sistema, al que Bergoglio mismo envió como interlocutor de la Santa Sede con la dictadura comunista china y al mismo tiempo desempeñaba cargos oficiales para el Departamento de Estado estadounidense y tenía trato frecuente con los Clinton, Obama, Biden y los demócratas. Esa credibilidad se puede confirmar por el hecho de que a un corrupto homosexual, abusador de menores y corruptor de sacerdotes y seminaristas se han limitado a despojarlo de su dignidad cardenalicia y del estado clerical sin aplicarle la menor pena de arresto ni excomulgarlo por los delitos con que se ha manchado, incluida la solicitatio ad turpia en la confesión, que es uno de los delitos más odiosos que puede cometer un sacerdote. En este proceso tan sumario como lleno de omisiones brilla por su ausencia la dimensión espiritual de la culpa: no se ha excomulgado al culpable, cuando la excomunión es una sanción eminentemente medicinal en orden a la salvación eterna, y tampoco se lo ha exhortado a la penitencia, la enmienda pública y la reparación.

UNA COMISIÓN INDEPENDIENTE

Cuando después de la Segunda Guerra Mundial se celebraron los juicios de Nuremberg contra los criminales nazis, el tribunal estaba presidido por un magistrado ruso encargado de juzgar la invasión de Polonia que, como sabemos, Alemania se repartió con Rusia. No veo mucha diferencia con lo que estamos viendo ahora con la tentativa de achacar las responsabilidades del caso McCarrick a Juan Pablo II, a Benedicto XVI y al que suscribe. El único que queda libre de sospecha en el relato de la Secretaría de Estado, así como de acusaciones siquiera indirectas y de la menor sombra de encubrimiento, es el Argentino.

Sería conveniente constituir una comisión independiente, como esperaba el episcopado estadounidense en noviembre de 2018 pero fue firmemente impedido por la Congregación de los Obispos por orden de Begoglio, que investigase este caso libre de influencias externas y sin ocultar pruebas decisivas. Con todo, dudo que se hiciera caso de unas improbables esperanzas de la Conferencia Episcopal de EE.UU., dado que entre los purpurados del próximo consistorio está el arzobispo de Washington, ejecutor de las órdenes de Santa Marta, junto a los fidelísimos siervos Cupich y Tobin.

Si realmente se arrojara luz sobre todo el asunto, se derrumbaría el castillo de naipes levantado en los últimos años, y se revelaría así la complicidad de altísimos miembros de la Jerarquía, así como la relación con el Partido Demócrata y con la izquierda internacional. Se confirmaría, en suma, lo que muchos no se atreven todavía a admitir: cuál es la labor desempeñada por la iglesia profunda desde la elección de Juan XXIII, sentando las bases teológicas y el clima eclesial que permitiría subordinar la Iglesia al Nuevo Orden Mundial y sustituir al Papa por el falso profeta del Anticristo. Si no ha sucedido aún del todo, no podemos sino dar gracias a la Providencia.

HONRADEZ INTELECTUAL

Supongo que los moderados –tan callados hoy con relación al Covid 19 como para denunciar los fraudes electorales o la farsa del informe McCarrick– se horrorizarán al ver que se pone en tela de juicio el Concilio Vaticano II. También se horrorizan los demócratas cuando se critican las leyes por las que Estados Unidos ha contrariado la voluntad de los votantes. Se horrorizan igualmente los sedicentes expertos cuando se rebaten sus afirmaciones que contrastan con la verdad científica y la evidencia epidemiológica. Se horrorizan los partidarios de la acogida a los inmigrantes ilegales cuando se les hacen ver las estadísticas de homicidios, violaciones, actos violentos y robos cometidos por inmigrantes irregulares. Y se horrorizan los partidarios del lobby gay cuando se pone de manifiesto que los delitos penales de abuso cometidos por sacerdotes son obra de un elevado porcentaje de homosexuales. Ante este rasgado general de vestiduras, me gustaría recordar que bastaría un poco de honradez intelectual y un poco de juicio crítico para reconocer la evidencia por dolorosa que sea.

RELACIÓN ENTRE HEREJÍA Y SODOMÍA

Esta relación intrínseca entre desviación doctrinal y desviación moral se ha hecho evidente con motivo del enfrentamiento con los encubridores del caso McCarrick; los implicados son casi siempre los mismos, tienen los mismos vicios contra la Fe y la moral. Se defienden, se encubren y se promueven unos a otros porque forman parte de un verdadero lobby, o sea, un grupo de poder capaz de influir para su propia ventaja en la acción de los legisladores y en las decisiones del Gobierno y de los máximos órganos de administración.

En el terreno eclesiástico, el lobby se ocupa de eliminar la condena moral de la sodomía, haciéndolo ante todo en su propio provecho, ya que está compuesto en su mayoría de sodomitas. Se adapta al proyecto político de legalizar las aspiraciones de los movimientos LGTB promovidos por políticos no menos viciosos. Es también evidente el papel que ha desempeñado en las últimas décadas la Iglesia Católica –mejor dicho, su parte desviada moral y doctrinalmente– abriendo la ventana de Overton con la homosexualidad, de manera que el pecado contra natura que siempre condenó dejara de ser reconocido en los cada vez más frecuentes escándalos. Si hace cuarenta años causaba horror la noticia de los abusos cometidos por un sacerdote contra un muchacho, desde hace unos años la prensa informa de la irrupción de la policía vaticana en el apartamento del secretario del cardenal Coccopalmerio en el Palacio del Santo Oficio, donde se celebraba una orgía de sacerdotes con drogas y prostitutas. De ahí sólo habrá un paso a la legalización de la pedofilia que desean algunos políticos. El terreno se ha abonado con la teorización de presuntos derechos sexuales de los menores, la imposición de la educación sexual en la escuela primaria por recomendación de la ONU y los intentos de legislar en los parlamentos para reducir la edad de consentimiento, que van todos en una misma dirección. Algún ingenuo –suponiendo que todavía se pueda hablar de ingenuidad– dirá que la Iglesia jamás podrá estar a favor de la corrupción de menores porque ello contradiría el perenne Magisterio católico; pero me limitaré a recordar lo que hace apenas unos años se decía de los supuestos matrimonios homosexuales, la ordenación de mujeres, el celibato eclesiástico y la abolición de la pena de muerte y todo lo que hoy se dice impunemente ante el aplauso del mundo.

LA TRAMA McCARRICK

Lo que señala el informe no es tanto su contenido como lo que calla y oculta tras una montaña de documentos y testimonios, por espeluznantes que sean. Muchos periodistas, y muchísimos eclesiásticos, tenían conocimiento de la escandalosa vida del hombre del capelo rojo, y aun así lo consideraban, maquiavélicamente, útil para los intereses del Partido Demócrata, expresión del estado profundo y del progresismo católico de la iglesia profunda. En el Washingtonian se pudo leer en 2004: «Con un católico polémico en la carrera por la presidencia (John Kerry), el cardenal está considerado por muchos el hombre del Vaticano en Washington, y podría cumplir un papel importante en la selección del próximo papa» (ver aquí). Papel orgullosamente reivindicado en discurso pronunciado el 11 de octubre de 2013 en la Universidad Vilanova y que hoy, con el cardenal Farrell ascendido a camarlengo de la Santa Romana Iglesia por nombramiento de Bergoglio podría concretarse una vez más. Teniendo en cuenta las relaciones de fidelidad que se consolidan entre los miembros de la mafia rosa, es razonable pensar que McCarrick esté todavía en situación de poder intervenir en la elección del Pontífice no sólo mediante la red de amigos y cómplices, algunos de ellos cardenales electores, sino también de participar activamente en el cónclave y en su preparación.

No debemos extrañarnos de que después de constatar el fraude en la elección del presidente de los EE.UU. alguno tratara de manipular también la elección del Sumo Pontífice. No olvidemos que, como ya han señalado varias fuentes, en la cuarta votación del segundo día del último cónclave apareciera una irregularidad en el cómputo de los votos, que se solucionara con una nueva votación, anulando lo previsto en la constitución apostólica Universi Dominici gregis promulgada por Juan Pablo II en 1996.

Es significativo, sin embargo, que si por un lado McCarrick ha sido relevado de sus funciones y reside en un lugar desconocido (donde puede proseguir sin problemas sus funciones paradiplomáticas por cuenta del estado profundo y la iglesia profunda bajo las anónimas vestiduras de laico), por otro todos los que gracias a McCarrick han hecho carrera en la Iglesia siguen en su puesto y hasta han sido ascendidos. Todos estos personajes a los que ha promovido en razón de un modo de vida común y unas mismas intenciones. Todos son chantajeables y chantajistas gracias a los secretos que han llegado a conocer desde su posición. Algunos podrían tal vez ser obligados a obedecer al Sr. McCarrick si él los pone entre la espada y la pared o puede corromperlos con las ingentes cantidades de dinero que tiene a su disposición, aunque ya no sea príncipe de la Iglesia.

La trama urdida por este cardenal está como vemos en condiciones de interferir y actuar en la vida de la Iglesia y de la sociedad, con la ventaja de haber cargado sobre un conveniente chivo expiatorio todas las culpas de la mafia rosa y de que está pareja ajena a las acusaciones de abuso. Pero basta con traspasar la cancela de la Puerta Angélica para toparse con personajes impresentables, algunos de los cuales han sido llamados al Vaticano para sustraerlos a las investigaciones que pendían sobre ellos en el extranjero. Otros son, además, asiduos a la Casa Santa Marta, o cumplen funciones directivas, consolidando la trama de connivencias y complicidades bajo la mirada consentidora del Príncipe. Por otro lado, el hincapié en la labor moralizadora de Bergoglio se estrella contra la cruda realidad de que nada ha cambiado tras la Muralla Leonina en vista de la protección de que gozan entre otros Peña Parra y Zanchetta.

NO SE HA CONDENADO LA SODOMÍA

Algunos comentaristas han señalado con razón un dato desgarrador: que los delitos por los que se ha juzgado a McCarrick sólo tienen que ver con los abusos de menores, mientras que las relaciones contra natura cometidas con adultos con mutuo consentimiento se aceptan y toleran como si tal cosa, como si tan deplorables actos inmorales y sacrílegos de sodomía realizados por sacerdotes no merecieran condena, sino sólo la imprudencia de no haber sabido mantenerlo en el secreto de las cuatro paredes domésticas. A su debido tiempo también habrá que pedir cuentas a los responsables. Sobre todo teniendo en cuenta la cada vez más patente voluntad de Bergoglio de aplicar un enfoque pastoral laxista, según el método experimentado con Amoris laetitia, derogando la condena moral de la sodomía.

LOS CULPABLES Y LAS VÍCTIMAS DE LOS ESCÁNDALOS

La paradoja que surge de los escándalos del clero es que lo que menos preocupa al círculo mágico de Bergoglio es hacer justicia a las víctimas, no sólo compensándolas (cosa que tampoco hacen los culpables; lo han hecho las diócesis con el dinero de los fieles) sino también castigando de modo ejemplar a los culpables. Y no sólo habría que castigar los delitos reconocidos en el código penal por las leyes de los estados, sino también los delitos morales a causa de los cuales personas mayores de edad han sido inducidas por ministros sagrados a cometer pecados graves. ¿Quién curará las heridas del alma, quién lavará las manchas de impureza de tantos jóvenes, entre los que hay seminaristas y sacerdotes? Parece por el contrario sólo se consideran verdaderas víctimas los que han sido sorprendidos y expuestos a la vergüenza pública; se sienten afectados en sus intereses, en sus intrigas, en tanto que sólo se considera culpables a quienes han denunciado los escándalos, quienes han pedido justicia y verdad, empezando por sacerdotes que han sido alejados o privados de la cura de almas por haber tenido la osadía de informar a su obispo de las perversiones de uno de sus hermanos.

LA SANTA IGLESIA ES VÍCTIMA DE LOS DELITOS DE SUS MINISTROS

Hay, además, otra víctima completamente inocente de estos escándalos: la Santa Iglesia. La imagen de la Esposa de Cristo ha sido cubierta de fango, ultrajada, humillada y desacreditada porque quienes han cometido esos delitos disfrutaban de la confianza que despertaba el hábito que vestían, valiéndose de su posición de sacerdote o prelado para atrapar y corromper almas. De ese descrédito de la Iglesia son también culpables cuantos en el Vaticano, en las diócesis, los conventos, las escuelas católicas y las diversas organizaciones religiosas –pensemos en los Boy Scouts– no han extirpado de raíz esa plaga y la han ocultado y negado. Es ya evidente que esta invasión de homosexuales y pervertidos ha sido programada y prevista; no se trata de un hecho fortuito debido a una falta de control, sino de un plan concreto de infiltración sistemática de la Iglesia para demolerla desde dentro. De ella tendrán que responder al Señor aquellos a los cuales había confiado el gobierno de su Esposa.

Con todo, nuestros adversarios olvidan que la Iglesia no es una agrupación de personas sin rostro que obedecen ciegamente a mercenarios, sino un Cuerpo vivo con una Cabeza divina, Nuestro Señor Jesucristo. Pensar que se pueda matar a la Esposa de Cristo sin que intervenga el Esposo es una locura que sólo Satanás puede creer posible. De hecho, él mismo se dará cuenta al crucificarla y cubrirla de esputos y latigazos así como crucificó al Salvador hace dos mil años, está sellando su derrota definitiva. O mors, ero mors tua; morsus tuus ero, inferne.

+Carlo Maria Viganò, arzobispo

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)