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lunes, 8 de abril de 2019

Sarah reprende a Francisco: “Pluralismo religioso no es bueno”



No es verdad que el pluralismo religioso es bueno en sí mismo como cree el relativismo, dijo el 29 de marzo el cardenal Robert Sarah al sitio web LaNef.net.

Sarah no menciona al papa Francisco, pero su declaración contradice la herética Declaración de Abu Dhabi, en la que se afirma que el pluralismo religioso es querido por Dios.

El cardenal contradice también a los que [como Francisco] quieren que la Iglesia sea una sociedad horizontal, que en vez de hablar sobre Dios se enfoque en los problemas sociales como la migración, la ecología, el diálogo, la pobreza, la justiciar y la paz.

Sarah llama a esos clérigos los Judas Iscariote de nuestro tiempo, quienes confunden al creyente con un lenguaje ambiguo y están dispuestos a distorsionar y torcer la Palabra de Dios para ganar la aprobación del mundo.

NOTICIAS 8 de abril de 2019



INFOVATICANA

Descienden los abortos y aumentan los matrimonios en Hungría (Carlos Esteban)

El obispo Gregory colaboró con McCarrick para manipular una carta de Ratzinger (Carlos Esteban)

Pascua amarga en China. En el partido con Roma gana Pequín con facilidad (Sandro Magister)
¿Tendremos esta semana nueva Constitución de la Curia?

La CEE solicita a la Santa Sede un decreto general sobre abusos a menores

SPECOLA del 6 al 8 de abril

Las mafias nigerianas y el racismo, ni audiencia ni discurso LGBT, Medjugorje, inseguridad en San Pedro.

El Papa francisco y el nuevo orden mundial, si vis pacem para belum, las armas del Vaticano, santa Natuzza, demonios escondidos.

Cordatas para el cónclave, los italianos mafiosos, la omerta Vaticana, burla a las víctimas de abusos, el freno arco iris del Papa Francisco, Jerusalén ciudad abierta.

INFOCATÓLICA

De criptas, firmas y la brevedad de la vida (Bruno Moreno)

Abascal se opone a la eutanasia: «No queremos que los ancianos queden al albur de sus familias»

P. Valdemar: «De España hemos recibido lo más grande que tenemos los mexicanos, la fe verdadera»

Hoy no sé de qué escribir (Jorge Guadalix)

GLORIA TV

Martin Mosebach compara a Francisco con Hitler y Stalin

Pascua amarga en China. En el partido con Roma gana Pequín con facilidad

Francisco: “he tenido muchas dudas, muchas”

Ex jefe del Banco del Vaticano: “La curia podría haberme matado”

Cardenal Robert Sarah -No [hay] un “problema homosexual” en la Iglesia

Sarah reprende a Francisco: “Pluralismo religioso no es bueno”

SECRETUM MEUM MIHI


Selección por José Martí

El obispo Gregory colaboró con McCarrick para manipular una carta de Ratzinger (Carlos Esteban)



El hombre elegido para encabezar la archidiócesis más importante de Estado Unidos, Washington, como sucesor de Donald Wuerl, Wilton Gregory, colaboró con McCarrick para manipular una carta de Benedicto XVI, que entonces era Joseph Ratzinger, prefecto de Doctrina de la Fe, dirigida al episcopado norteamericano sobre la comunión a los políticos abortistas.

Estamos en la primera semana de julio del año 2004, periodo electoral en Estados Unidos. Tradicionalmente, el episcopado americano se ha mostrado más próximo al Partido Demócrata que al Republicano, reflejando en parte la preferencia política también tradicional de la minoría católica hacia ese partido.

Pero los tiempos han cambiado, y los demócratas se habían convertido ya en el partido más entusiasta con el aborto y el más intransigente en esta cuestión, así que los obispos no sabían si debían o no negar públicamente la comunión a aquellos políticos nominalmente católicos que defendían una posición proabortista.

A efectos del electorado, la ‘foto’ hubiera sido demoledora para millones de votantes católicos, así como un cambio radical en las posiciones políticas de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Se consulta a Roma, y el prefecto de Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, con una carta dirigida a los obispos y remitida al entonces arzobispo de Washington, Cardenal Theodore McCarrick y a su mano derecha en la conferencia, el arzobispo de Atlanta, Wilton Gregory.
La carta no es ambigua: la respuesta es que los obispos están obligados a pedir a los sacerdotes de sus diócesis que nieguen la comunión a los políticos abiertamente abortistas. No es que puedan negarles la comunión; no es que se les permita: deben.
McCarrick convoca a los obispos para comunicarles lo que ha decidido Roma en esta cuestión … Y les miente. Tranquilamente. Les dice que el Santo Padre deja en libertad a cada obispo para que decida por su cuenta lo que crea conveniente en este sentido. Gregory, que conoce la verdad, calla.

La noticia es recibida con un disimulado suspiro de alivio. Ningún obispo de Estados Unidos quiere indisponerse con los políticos, especialmente con los del partido al que solían votar sus fieles.

Hay muchas razones para deplorar la elección de Gregory, que habla mucho más alto sobre las prioridades de Francisco que todos los discursos
Ha convertido Atlanta en una de las diócesis más ‘gay-friendly’ de Estados Unidos: nombró a un sacerdote pro gay que dirige una parroquia de afirmación homosexual como director espiritual diocesano para víctimas de abuso sexual por parte del clero; en 2018 invitó personalmente a nuestro viejo amigo, el jesuita padre James Martin a que pronunciará un discurso titulado “Demostrar bienvenida y respeto en nuestras parroquias a los católicos LGBT” en la parroquia de St. Thomas More y en el Santuario de la Inmaculada Concepción de Atlanta; ha permitido que este último santuario se convierta en centro de eventos LGBT, que incluyen encuentros sociales LGBT y la participación en el Pride Parade de la ciudad;desde 2014, también ha permitido que el grupo “católico” pro homosexual y pro transgénero, Familias afortunadas y fieles, celebre retiros en su cancillería, mientras que personalmente da misa para el grupo, y en 2017 pronunció el discurso de apertura en la conferencia de la Asociación de Sacerdotes Católicos de los Estados Unidos (AUSCP). El grupo respalda la ordenación de mujeres al sacerdocio y está abierto a la idea de que la Iglesia apruebe el uso de anticonceptivos.
Con todo, lo que no puede interpretarse bajo una luz positiva por mucho que se retuerzan los argumentos, lo que no deja lugar a dudas sobre las inclinaciones de este prelado, es que fue capaz de mentir a toda el episcopado de su país sobre las palabras de Ratzinger.

Carlos Esteban

28-A: Un libro trata de explicar el voto católico



No pocos católicos, a estas alturas de la campaña electoral, se estarán preguntando cómo es posible que queden católicos que apoyan opciones políticas abiertamente contrarias a los principios de la doctrina católica. 


Para ayudar a responder a esa pregunta, el profesor de la Universidad CEU San Pablo y periodista, José Francisco Serrano Oceja, acaba de publicar en la editorial Freshbook el libro “A la caza del voto católico”.

En ese texto recuerda lo que, en las pasadas elecciones, escribió el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla. Aludía el obispo al debate entre “practicismo y conciencia”, advirtiendo que “entre practicismo y voto en conciencia nosotros está claro hacia dónde nos tenemos que inclinar, hacia el voto en conciencia. Que sea o no práctico es una cuestión secundaria. Uno de los problemas ha sido el pensar que el ejercicio de voto político es un ejercicio de posibilismo practicista y eso nos ha llevado donde estamos y hacia donde vamos”.

El libro de Serrano, con estilo ágil, de fácil lectura, se plantea no pocos de los dilemas que puede tener un católico a la hora de votar. Arranca con una reflexión sobre lo que significa el voto católico para luego recordar lo que han votado los católicos en las últimas elecciones, según los datos del CIS.

En otra parte del libro, va repasando los temas que, en elecciones anteriores, han propuesto los partidos políticos que tenían relación con la doctrina de la Iglesia o con la Iglesia en la sociedad. 

Ahí encontramos reflexiones como que “Unidos Podemos es algo más que un grupo de utópicos idealistas cercanos a esa dimensión ahora puesta de moda del Evangelio. Representa lo que se entiende por una formación que responde al “gnosticismo revolucionario”, según los estudios de E. Voegelin y más recientemente de L. Pellicani”.

También analiza la reciente historia del PSOE, antes y después de Zapatero, lo que ha pasado en el PP, un partido que se encuentra ahora en plena operación cosmética tras abandonar todos los principios cristianos, la inexistente ideología de Ciudadanos más allá de ser un partido “demoscópico”, la evolución de los partidos nacionalistas y, por último, como si fuera una aparición, VOX, lo que es VOX y lo que significa.

Del análisis del programa de VOX, el único que coincide con la moral cristiana, concluye el citado autor, ante las acusaciones de que el planteamiento contra la inmigración ilegal sea poco evangélico:

“Según afirman destacados portavoces (de VOX) al respecto, el propio Catecismo de la Iglesia católica (2241) también se refiere a la obligación del migrante de obedecer las leyes de la sociedad de acogida, algo que conculcan entrando ilegalmente y que no parece tener un adecuado correlato en el hecho de que los inmigrantes delincan entre 3 y 4 veces más que los nacionales.

La Iglesia –apuntan- señala que el inmigrante está obligado a respetar el patrimonio material y espiritual del país de acogida, respetando y cumpliendo por tanto sus leyes, costumbres y usos culturales. La entrada masiva de inmigrantes empobrece a las sociedades de acogida, que pueden dejar de figurar entre esas “sociedades más prósperas” que según el Catecismo son las obligadas a acoger a los inmigrantes”.

Un libro que, sin duda, aclara las ideas.

¡Gracias a Dios por Francisco! (Pontificando las limitaciones de la Infabilidad Papal) [Christopher A. Ferrara]



El que la Iglesia católica sea la única Iglesia verdadera de Cristo depende completamente de su infalibilidad como un órgano de verdad, porque si no fuera así, no sería indefectible; la promesa de indefectibilidad de Cristo (cf. Mat. XXVIII:20) estaría anulada y Él mismo no podría, como consecuencia, ser quien dice que es: El Dios que no puede ni engañar ni ser engañado.
La Infabilidad en la enseñanza sobre la fe y la moral es intrínseca a la comisión divina, ya que sin ella la Iglesia no podría hacer de todas las naciones discípulos de Cristo, sino sólo discípulos de una enseñanza humana que puede o no corresponder a la verdad revelada del Evangelio. Esta fue la suerte de las naciones que se convirtieron en discípulos de Lutero y su progenie antes de que cualquier forma de la religión cristiana fuera finalmente desterrada de todas las naciones por el secularismo terminal de la modernidad política.
En breve, el Papa no tiene en absoluto poder para definir una novedosa doctrina que nunca fue parte del Magisterio de la Iglesia, ya sea ordinario o extraordinario.
Como manifestó el cardenal Newman: “Si el cristianismo es social y dogmático, y destinado a todas las edades, humanamente debe tener un expositor infalible”. [Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, II.13]

Pero ¿quién o qué en la Iglesia es el expositor infalible?
Sólo puede serlo la Iglesia en su conjunto, cuyo líder supremo en la tierra es, ciertamente, el Papa, pero cuya cabeza es Cristo y solo Él.
El expositor infalible no puede ser sólo el Papa, incluso si su autoridad es suprema, universal y directa con respecto a todos los miembros de la Iglesia, ya que no es sólo el Papa quien recibió la comisión divina. Y mientras el Señor le decía a Pedro: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (San Mateo XVI:18), ” también le dijo casi inmediatamente después, cuando Pedro se opuso a la Pasión:” ¡Vete! ¡Detrás de mí, Satanás! Me sirves de tropiezo, porque no tienes en cuenta las cosas de Dios, sino las de los hombres (San Mateo 16:23) “.
Esto sería continuado, en la noche de la Última Cena, por la profecía de que Pedro lo negaría tres veces y por la advertencia que se aplica no sólo a Pedro sino a todos sus sucesores: “¡Simón, Simón! mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como se hace con el trigo. Pero Yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. (Lc XXII, 31-32) “.
La promesa de nuestro Señor de asistencia divina al papado no es una garantía divina de Papas infalibles. El Papa es, después de todo, un hombre, y un hombre siempre está sujeto a la fragilidad humana y la posibilidad de error que viene con cada ejercicio del libre albedrío, que no se pierde con la elección al papado. De ahí el famoso reproche de San Pablo al primer Papa en Antioquía por su cobarde y fingida adhesión a las leyes dietéticas judías, que amenazaba toda la misión de la Iglesia a los gentiles al sugerir que debían seguir la ley mosaica:
“Mas cuando Cefas vino a Antioquía le resistí cara a cara, por ser digno, de reprensión. Pues él, antes que viniesen ciertos hombres de parte de Santiago, comía con los gentiles; mas cuando llegaron aquéllos se retraía y se apartaba, por temor a los que eran de la circuncisión. Y los otros judíos incurrieron con él en la misma hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por la simulación de ellos. Mas cuando yo vi que no andaban rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: “Si tu, siendo judío, vives como los gentiles, y no como los judíos, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar? [Gálatas II 11-14]
Negar que un Papa determinado nunca pueda apartarse de la ortodoxia al proclamar sus propias ideas es argumentar implícitamente que cada declaración de un verdadero Papa que concierne a la fe y a la moral debe aceptarse sin cuestionamientos.
La Iglesia, sin embargo, no es un hombre o incluso un mero colectivo de hombres, sino el Cuerpo Místico de Cristo cuya subsistencia no puede ser destruida por ningún error humano. Perdida en la actual manía del hiper-papalismo está la infalibilidad de la Iglesia como un todo corporativo, que se extiende incluso a los fieles como un cuerpo, que obedece a lo que la Iglesia siempre ha enseñado y rechaza lo que es ajeno a esa enseñanza. Como explica Ludwig Ott:
“Se puede distinguir una infalibilidad activa y una pasiva. El primero pertenece a los pastores de la Iglesia en el ejercicio de su oficio de enseñanza (infallibilitas en docendo), el segundo a los fieles en su totalidad en su asentimiento al mensaje de fe (infallibilitas en credendo). Activo y pasivo se relacionan como causa y efecto”.
Durante la crisis arriana, esta infalibilidad “pasiva” de los fieles fue crucial para la supervivencia de la Iglesia, es decir, para el mantenimiento de Su indefectibilidad. Como explica el cardenal Newman, los laicos eran más fieles que sus maestros a lo que sus maestros siempre les habían enseñado a la luz de la Revelación:
“[E]n ese momento de inmensa confusión … el cuerpo del episcopado fue infiel a su comisión, mientras que el cuerpo de los laicos fue fiel a su bautismo; … una vez el Papa, otras veces el patriarca, el metropolitano y otras grandes sedes; en otras ocasiones los concilios generales, dijeron lo que no deberían haber dicho, o hicieron lo que ocultó y comprometió la verdad revelada; mientras que, por otro lado, fueron los cristianos quienes, bajo la Providencia, fueron la fuerza eclesiástica de Atanasio, Hilario, Eusebio de Vercelli y otros grandes confesores solitarios, que habrían fracasado sin ellos. [Sobre la consulta a los fieles en asuntos de doctrina (1859)]”
Por lo tanto, la infalibilidad de la Iglesia se refiere a la totalidad de su constitución divina: tanto la jerarquía como los laicos que juntos forman el Cuerpo Místico.

Y hay momentos — nuestro tiempo es uno de ellos—, cuando al menos un remanente de laicos conserva la fe que se les enseñó a pesar de que la jerarquía generalmente ha fallado en su comisión para defenderla y protegerla. Esto no niega que todavía haya muchos jerarcas que creen lo que se les enseñó. Para citar nuevamente a Newman a propósito de la crisis Arriana:
“… No estoy negando que el gran cuerpo de los obispos eran en su creencia interna ortodoxos; ni que hubieran numerosos clérigos que apoyaron a los laicos y actuaron como sus centros y guías; ni que los laicos realmente recibieron su fe, en primera instancia, de los obispos y el clero; ni que algunas partes de los laicos fueran ignorantes, y otras partes finalmente corrompidas por los maestros Arrianos… pero aún quiero decir que en ese tiempo de inmensa confusión, el divino dogma de la divinidad de nuestro Señor fue proclamado, aplicado, mantenido y (humanamente hablando) preservado, mucho más por la “Ecclesia docta” que por la “Ecclesia docens” …
¿Cuál es “la fe” que los fieles remanentes conservan mucho más que la mayoría de la jerarquía en nuestro “tiempo de inmensa confusión” actual? No es nada más que el conjunto total de doctrinas que la Iglesia en su conjunto ha enseñado y creído desde los tiempos apostólicos, también conocido como el depósito de la fe, desarrollado y aplicado a circunstancias particulares según sea necesario, pero nunca contradicho.
Ningún católico está obligado a creer en el ecumenismo, el diálogo, el diálogo interreligioso o la colegialidad, lo que puedan significar esas nociones, por la sencilla razón de que la Iglesia nunca había oído hablar de ellas antes de 1962.
Se ha prestado muy poca atención en nuestros días al criterio por el cual se juzga la validez de todas las enseñanzas de la Iglesia: la constancia de lo que ella ha transmitido en su función corporativa como maestra frente a la novedad de algún pronunciamiento particular extrínseco al depositum fidei. El beato Pío IX, el mismo Papa que definió de forma muy precisa la infalibilidad papal al aprobar el decreto del Vaticano I, se esforzó por aclarar en respuesta a Johannes Dollinger, antes de su apostasía y excomunión definitiva, que la Iglesia que enseña en su conjunto es infalible, no solo en cuanto a “dogmas expresamente definidos por la Iglesia”, sino también cuando se trata de “asuntos transmitidos como divinamente revelados por el Magisterio ordinario de toda la Iglesia dispersa en todo el mundo y, por esa razón, sostenida por el consenso universal de los teólogos católicos como pertenecientes a la fe “. [DZ 2879]
Es de importancia decisiva en nuestras circunstancias actuales recordar cómo la definición de infalibilidad papal del Vaticano I (frente a la corporación eclesial) la Infabilidad se limitó estrictamente a la infrecuencia de los pronunciamientos papales singulares y solemnes que ordenan el consentimiento universal en un asunto de fe y moral.

 Las condiciones del Concilio para la infalibilidad papal son 
(1): que el Papa, cuando habla "ex cátedra" —esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos”,
(2) “define, por su suprema autoridad apostólica,
“(3)” que una doctrina sobre la fe y moral debe ser sostenida por la Iglesia universal—… “[DZ 3074]
Sólo entonces, el Concilio declaró que se puede decir que el Papa en sus definiciones singulares “posee, por la ayuda divina que le prometió en San Pedro, la infalibilidad que el divino Redentor quiso que Su Iglesia disfrutara al definir la doctrina concerniente a la fe o la moral.”

Pero incluso en el ejercicio de este Magisterio extraordinario, el Papa no puede hacer nada más que definir solemnemente como dogma asuntos que ya han sido “transmitidos como divinamente revelados por el Magisterio ordinario de toda la Iglesia dispersa en todo el mundo”, incluyendo, por supuesto, Papas y Concilios presididos por Papas y el cuerpo de los obispos como una totalidad moral diacrónica.

(El cuerpo de obispos no significa conferencias episcopales en países particulares, que no son parte de la constitución divina de la Iglesia y que ni siquiera recibieron un estatus jurídico formal hasta el decreto Christus Dominus del Concilio Vaticano II, que Pablo VI implementó en 1966 con su motu proprio Ecclesiae sanctae (uno de sus muchos errores prudenciales).
En resumen, el Papa no tiene absolutamente ningún poder para definir una doctrina novedosa que nunca formó parte del Magisterio de la Iglesia, ni ordinaria ni extraordinaria.
Como lo declaró el Vaticano I en el proceso mismo de definir y delimitar la infalibilidad papal:
“pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles”. [DZ 3070]
Ahora, ninguna de las nociones novedosas con las cuales Bergolio ha afligido a la Iglesia se pueden encontrar en parte alguna del depósito de la fe establecidos por la Iglesia en su conjunto desde tiempos apostólicos.
- Su autorización de la Sagrada Comunión para ciertos adúlteros públicos, 
- su noción de “pecados ambientales contra la Tierra”, 
- su intento absurdo de derogar la enseñanza bimilenial de la Iglesia en defensa de la pena capital al llamar a la supuesta revocación un “desarrollo”, 
- sus innumerables distorsiones y tergiversaciones del Evangelio para adaptarse a su interminable amonestación contra los católicos observantes y demás, ...,

no son más que sus propias ideas.

Como tales, por definición, no pueden pertenecer al Magisterio. Tampoco, en este caso, pueden considerarse doctrinas católicas en absoluto, a diferencia de la doctrina expuesta por Jorge Mario Bergolio, pero nunca impuesta a la conciencia católica por una solemne definición dogmática, lo cual es imposible dada la novedad de lo que predica Bergolio.
Las ideas novedosas no son doctrinas católicas, sino algo más que literalmente no tiene cabida para un católico creyente. 

Y así ocurre con todas las nociones y prácticas novedosas que han proliferado en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II. Por ejemplo, ningún católico está obligado a creer en el ecumenismo, el diálogo, el diálogo interreligioso o la colegialidad, independientemente de lo que puedan significar estas nociones, por la sencilla razón de que la Iglesia nunca había oído hablar de ellas antes de 1962 —dejando de lado el problema adicional de su  falta de sentido literal como meros contenedores conceptuales para diversas actividades eclesiales imprudentemente irreflexivas.
La pregunta que enfrentamos con Bergolio, por lo tanto, es simplemente ésta: 

¿Es posible que la enseñanza personal de un Papa se aparte de lo que la Iglesia, en general, siempre ha enseñado y creído, a favor de sus propias ideas novedosas? Debe ser posible, ya que de no ser así, no habría distinción entre el Magisterio extraordinario y el Magisterio ordinario, y el Papa tendría que ser visto simplemente como simplemente infalible. El Papa Benedicto XVI ciertamente reconoció el peligro de un Papa que promueve sus propias ideas cuando dijo lo siguiente al comienzo de su propio pontificado, desde el cual fue impulsado a allanar el camino para Bergolio en una intriga romana digna de la época medieval:
“El poder de enseñar en la Iglesia implica un compromiso con el servicio de obediencia a la fe”. El Papa no es un monarca absoluto cuyas ideas y deseos sean ley. Al contrario: el ministerio del Papa consiste en una garantía de obediencia a Cristo y a su Palabra. No debe proclamar sus propias ideas, sino más bien vincularse a sí mismo y a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a cualquier intento de adaptarla o adulterarla y frente a cualquier forma de oportunismo”. (Papa Benedicto XVI durante la misa en ocasión de su toma de posesión de la Cátedra de Obispo de Roma el 7 de mayo de 2005)
Negar que un Papa determinado nunca pueda apartarse de la ortodoxia al proclamar sus propias ideas es argumentar implícitamente  que cada declaración de un verdadero Papa que concierne a la fe y la moral debe aceptarse sin cuestionamientos. Y es precisamente esta caricatura protestante del papado a la que los sedevacantistas recurren en oposición a la posición Tradicionalista que Bergolio puede ser resistido en sus errores mientras es reconocido como Papa. Para citar el principal sitio web sedevacantista en este sentido:
“Al decir que Francisco es Papa, pero luego rechazar su magisterio, los supuestos tradicionalistas en la Iglesia del Vaticano II están causando un daño incalculable a la Doctrina Católica Tradicional del Papado ya que la oficina papal fue instituida como norma segura de la ortodoxia en todo momento en la historia de la Iglesia, garantizada por Cristo mismo. Esto no significa que cada acto magistral papal sea infalible, pero sí significa que todo acto magisterial papal es autoritario, por lo tanto, vinculante para las conciencias y, por la providencia de Dios Todopoderoso, siempre seguro de seguir. Esto significa que las almas no pueden ser desviadas por ningún error pernicioso si siguen las enseñanzas del Papa. Esa seguridad está garantizada y causada por el mismo Cristo.” [énfasis añadido]
De esta manera, de acuerdo con los sedevacantistas, si bien no todos los actos magisteriales de un verdadero Papa son infalibles, todos sus actos magistrales son autoritarios, vinculados a la conciencia, seguros de seguir y libres de errores perniciosos. Esta mofa de autocontradicción está en el corazón de la polémica sedevacantista. Y así debe ser. Porque si los sedevacantistas admitieran que un Papa es capaz de equivocarse en su enseñanza cotidiana incluso una vez, su posición colapsaría en una vana discusión sobre una cuestión puntual: ¿cuánto error debe manifestar un Papa antes de poder concluir que él ha dejado de ser Papa o que nunca lo fue en primer lugar? ¿Bastaría un solo error? Si no es uno, ¿entonces cuántos?
No hay escapatoria a este defecto fatal en la posición sedevacantista: deben sostener que cualquier Papa que se equivoque en cualquier asunto de fe y moral al proclamar alguna novedad, como la opinión de Bergolio (contraria a la revelación divina) de que la pena capital es un ataque a la dignidad humana, no puede ser un verdadero Papa. Esa lógica determinista significa que también deben sostener que no hemos tenido Papas desde Pío XII, dada la profusión de novedades doctrinales —o lo que llamarían novedades doctrinales— y prácticas novedosas que ensucian cada pontificado que sigue a este en este momento de inmensa confusión. Bergolio simplemente ha hecho que parezca más fácil sostener el ridículo argumento sedevacantista de que no hemos tenido Papa desde 1958.
Y hay momentos —nuestro tiempo es uno de ellos— cuando al menos un resto de laicos conserva la fe que se les fue enseñada a pesar de que la jerarquía generalmente ha fallado en su comisión para defenderla y protegerla.
Desde nuestra perspectiva, sin embargo, la debacle Bergoliana es un mal del que Dios ya ha sacado un gran bien. Porque Bergolio ha demostrado dramáticamente, de una vez por todas, que las limitaciones del papado son superadas cada vez que un Papa, en el ejercicio de su libre albedrío, falla en corresponder con la gracia de su estado, se aparta del camino de la Tradición y elige “proclamar sus propias ideas” en lugar de “obligar[se] constantemente a sí mismo y a la Iglesia a obedecer la Palabra de Dios, ante cada intento de adaptarla o diluirla, y ante toda forma de oportunismo”. Bergolio ha disipado la piadosa ficción, promovida durante mucho tiempo por teólogos ultramontanos, de que los fieles están obligados a creer incondicionalmente que el Espíritu Santo garantiza infaliblemente la “seguridad” de cada enseñanza papal y que no debemos preocuparnos por una aparente desviación de lo que la Iglesia siempre ha enseñado.
Philip Lawler ha observado con razón de Bergolio que “el liderazgo del actual Papa se ha convertido en un peligro para la fe”. Que los católicos conservadores ahora reconozcan lo que los Tradicionalistas siempre han entendido —que el liderazgo de un Papa puede ser un peligro para la fe— es un paso importante hacia el mayor reconocimiento de que toda la crisis eclesial del último medio siglo ha emanado en primera instancia de la fallas de épocas en la gobernanza papal y que terminarán solo cuando un futuro Papa encuentre el valor para corregir las injusticias que sus antecesores cometieron, tal como Benedicto XVI, al menos en cierta medida, intentó hacerlo antes de renunciar al trono papal.

[En mi opinión esto último que afirma Ferrara sobre Benedicto XVI es bastante discutible, comenzando por su propia renuncia al Papado]
Como Bergolio ha manifestado (http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2016/may/documents/papa-francesco_20160529_scholas-occurrentes.html) acerca de su propia conducta del papado: “Por otro lado, por naturaleza soy inconsciente, así que sigo adelante". [“D’altra parte, per natura io sono incosciente, y cosi vado avanti”. ].

Quizás “descuidado” es una traducción demasiado amable del italiano “inconsciente”, cuyos significados alternativos son imprudente, irreflexivo, irresponsable e imprudente. Pero entonces todo el aggiornamento post-conciliar ha sido imprudente, irreflexivo, irresponsable e imprudente. El pontificado Bergoliano no es más que una continuación lógica de la misma ruinosa búsqueda de la novedad vana. Seguramente esto debe ser obvio ahora para cualquiera que todavía se preocupe por la fe de nuestros padres. Esto es lo que Jorge Mario Bergolio ha mostrado a quienes aún no lo sabían.
[Christopher A. Ferrara]
Traducido por Carlos Reyes

El significado de la vida (Cardenal Carlo Caffarra)



Es un joven […] el que le plantea a Jesús la pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?» (Mt 19, 16). 
Es la pregunta fundamental, porque es la pregunta llena de significado para la vida. Expresa la aspiración más profunda del corazón del hombre y está en el origen de cada decisión y acción humana; es la fuerza secreta que mueve nuestra libertad. 

Es la aspiración a una vida llena de sentido, que no pierde nunca las razones que hacen que vivir sea hermoso, incluso cuando la vida diaria, con frecuencia, es dura

Es necesario que [cada uno] se dirija plenamente a Cristo para hacerle la pregunta: “¿Qué tengo que hacer para no ver nunca la muerte?”. Y esperar Su respuesta, porque sólo Él puede daros la respuesta que es totalmente verdad, porque sólo Él conoce vuestro corazón. 

Cristo, esta noche, os dice a cada uno de vosotros: “Si tú observas mi palabra, no verás nunca la muerte”. ¿Qué significa “si tú observas mi palabra”? 

Significa vivir como vivió Cristo. Vivir significa pensar: observar la palabra de Cristo significa pensar como pensaba Cristo. Vivir significa desear: observar la palabra de Cristo significa tener los mismos deseos/sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús. Vivir significa decidir: observar la palabra de Cristo significa decidir/elegir según los criterios que fueron los de Cristo. 

En una palabra: observar la palabra de Cristo significa dar cada día que pasa más espacio en la propia vida a la presencia de Cristo

Si te encauzas siguiendo el sentido de la vida y de las cosas que nos han sido reveladas en Cristo, nunca verás la muerte. ¿Por qué quien vive así no verá nunca la muerte? Y, antes de esto, ¿qué significa “no ver la muerte”? Desde luego, no significa evitar la muerte física. Pero ésta no nos separa de Cristo porque, a partir de ahora, quien observa su palabra participa en la vida misma de Dios. Esta participación en su perfección se realiza después de la muerte; pero en la comunión con Cristo es ya, desde ahora, luz de verdad, fuente de significado para nuestra vida terrena, un saborear la plenitud ilimitada. 

Quien observa la palabra de Dios nunca ve la muerte, sino que posee desde ahora la vida eterna, porque Cristo es la Vida eterna que se ha hecho visible, que se ha puesto a nuestra disposición: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11, 25). 

Entonces, queridísimos jóvenes, si os queréis comprender a vosotros mismos hasta el fondo, si queréis vivir sin disminuir la medida de vuestro deseo, tenéis que acercaros con todo vuestro ser a Cristo, abriros a su palabra, entrar en Él con todo vuestro ser para asimilar toda su plenitud. Entonces podréis decir con verdad plena: «Porque en ti está la fuente viva» (Sal 36, 10).

Caffarra, Cardenal Carlo. No anteponer nada a Cristo: Reflexiones y apuntes póstumos (Spanish Edition) . Homo Legens.