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domingo, 16 de junio de 2019

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Feliz Fiesta de la Santísima Trinidad: Símbolo QUICUMQUE (en español y en latín)



Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica: 

quien no la observare íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente. 
Esta es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad. 

Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias. 
Porque otra es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo: 
Pero la divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad. 

Como el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. 
Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. 
Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. 

Y, sin embargo, no tres eternos, sino uno eterno. 
Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. 

Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente. 
Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. 
Y, sin embargo, no tres dioses, sino un Dios. 

Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. 
Y, sin embargo, no tres señores sino un Señor. 

Porque, así como la verdad cristiana nos compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores.

Al Padre nadie lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró. 
El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino engendrado. 
El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente de ellos. 

Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. 

Y en esta Trinidad nada es primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas las tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras. 

Así, para que la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes. Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad. 

Pero, para la salud eterna, es necesario creer fielmente también en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. 

Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios de la substancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo. Dios perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana. Igual al Padre, según la divinidad; menor que el Padre, según la humanidad. 

Aunque Dios y hombre, Cristo no es dos, sino uno. Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios. Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por unidad de la persona. Porque, como el alma racional y la carne son un hombre, así Dios y hombre son un Cristo. 

Que padeció por nuestra salud: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos. Ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos. 

A su venida, todos los hombres tendrán que resucitar con sus propios cuerpos, y tendrán que dar cuenta de sus propios actos. Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno. Esta es la fe católica, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. 

Amén.


Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est, ut teneat catholicam fidem: Quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio in aeternum peribit. Fides autem catholica haec est: ut unum Deum in Trinitate, et Trinitatem in unitate veneremur. Neque confundentes personas, neque substantiam separantes. Alia est enim persona Patris alia Filii, alia Spiritus Sancti: Sed Patris, et Filii, et Spiritus Sancti una est divinitas, aequalis gloria, coeterna maiestas. Qualis Pater, talis Filius, talis [et] Spiritus Sanctus. Increatus Pater, increatus Filius, increatus [et] Spiritus Sanctus. Immensus Pater, immensus Filius, immensus [et] Spiritus Sanctus. Aeternus Pater, aeternus Filius, aeternus [et] Spiritus Sanctus. Et tamen non tres aeterni, sed unus aeternus. Sicut non tres increati, nec tres immensi, sed unus increatus, et unus immensus. Similiter omnipotens Pater, omnipotens Filius, omnipotens [et] Spiritus Sanctus. Et tamen non tres omnipotentes, sed unus omnipotens. Ita Deus Pater, Deus Filius, Deus [et] Spiritus Sanctus. Et tamen non tres dii, sed unus est Deus. Ita Dominus Pater, Dominus Filius, Dominus [et] Spiritus Sanctus. Et tamen non tres Domini, sed unus [est] Dominus. Quia, sicut singillatim unamquamque personam Deum ac Dominum confiteri christiana veritate compellimur: Ita tres Deos aut [tres] Dominos dicere catholica religione prohibemur. Pater a nullo est factus: nec creatus, nec genitus. Filius a Patre solo est: non factus, nec creatus, sed genitus. Spiritus Sanctus a Patre et Filio: non factus, nec creatus, nec genitus, sed procedens. Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Filius, non tres Filii: unus Spiritus Sanctus, non tres Spiritus Sancti. Et in hac Trinitate nihil prius aut posterius, nihil maius aut minus: Sed totae tres personae coaeternae sibi sunt et coaequales. Ita, ut per omnia, sicut iam supra dictum est, et unitas in Trinitate, et Trinitas in unitate veneranda sit. Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitate sentiat.


Sed necessarium est ad aeternam salutem, ut incarnationem quoque Domini nostri Iesu Christi fideliter credat. Est ergo fides recta ut credamus et confiteamur, quia Dominus noster Iesus Christus, Dei Filius, Deus [pariter] et homo est. Deus [est] ex substantia Patris ante saecula genitus: et homo est ex substantia matris in saeculo natus. Perfectus Deus, perfectus homo: ex anima rationali et humana carne subsistens. Aequalis Patri secundum divinitatem: minor Patre secundum humanitatem. Qui licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus. Unus autem non conversione divinitatis in carnem, sed assumptione humanitatis in Deum. Unus omnino, non confusione substantiae, sed unitate personae. Nam sicut anima rationalis et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus. Qui passus est pro salute nostra: descendit ad inferos: tertia die resurrexit a mortuis. Ascendit ad [in] caelos, sedet ad dexteram [Dei] Patris [omnipotentis]. Inde venturus [est] judicare vivos et mortuos. Ad cujus adventum omnes homines resurgere habent cum corporibus suis; Et reddituri sunt de factis propriis rationem. Et qui bona egerunt, ibunt in vitam aeternam: qui vero mala, in ignem aeternum. Haec est fides catholica, quam nisi quisque fideliter firmiterque crediderit, salvus esse non poterit.
SPECOLA

Viganò aclara por qué no actuó antes (Carlos Esteban)



Si el arzobispo Carlo Maria Viganò sabía lo que sabía siendo nuncio en Estados Unidos, ¿por qué no lo denunció en su momento? Lo explica en declaraciones al portal americano LifeSiteNews.

Tras la extensa entrevista concedida desde su paradero desconocido al Washington Post, el arzobispo Carlo María Viganò ha querido responder a una última cuestión muy repetida desde que publicara su explosivo testimonio, acusando a Su Santidad y a buena parte de la Curia de Roma de estar enterados de las andanzas homosexuales de McCarrick y del castigo informal impuesto por Benedicto XVI: por qué no dijo nada antes; por qué tardó tanto en denunciar la impostura y esperó a perder el cargo de nuncio en Estados Unidos.

Viganò ha querido hacerlo como ‘coda’ a sus declaraciones al Post, esta vez en declaraciones al sitio LifeSiteNews.

“¿Por qué esperé tanto tiempo?”, se pregunta el arzobispo. Y se responde: “En primer lugar, confiaba en que la Iglesia encontraría en sí misma la energía para renovarse, especialmente tras la investigación encargada por Benedicto XVI”.

Viganò se refiere aquí al informe de 300 páginas que le entregaron al Papa Emérito tres cardenales -Julian Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi- sobre corrupción en la Curia y en la jerarquía eclesiástica, que el pontífice entonces reinante leyó y no quiso hacer público, una responsabilidad que quiso dejar a su sucesor. No pocos observadores especulan con la idea de que la lectura de ese informe influyó decisivamente en su decisión de abdicar, algo que hizo a los pocos meses. Desde entonces, no se ha vuelto a saber nada del misterioso informe.

“¿Qué fue de la investigación ordenada por Benedicto XVI y llevada a cabo por tres cardenales?”, se pregunta Viganò. “Nadie ha dicho nada al respecto. Si alguien quisiera limpiar la corrupción, responder a las conclusiones de ese informe sería un buen comienzo. Todos vimos la caja con los documentos que un Papa entregaba a otro en Castel Gandolfo, y ahora ha desaparecido”.

La segunda razón por la que Viganò no actuó antes tiene nombre propio: cardenal Tarsicio Bertone, entonces secretario de Estado vaticano. Ese era el obstáculo, explica. “Todos sabemos que se deshizo de mí porque me negué a aprobar candidatos indignos que él presionaba para que se les consagrara como obispos y porque estaba combatiendo contra la corrupción en la Curia y el Gobernorato”.

Por último, como tercera razón de su silencio previo, el arzobispo explica que “poco después, el cardenal Pietro Parolin fue nombrado secretario de Estado. Siendo nuncio en Washington, le escribí una carta que he mencionado a menudo, preguntándoles si las restricciones impuestas a McCarrick por el Papa Benedicto seguían en vigor, y nunca me respondió”.

Y resume: “No podía superar el obstáculo que representaba el cardenal Bertone. El cardenal Parolin no me respondía, fingiendo que no había pasado nada. Y nadie se ha atrevido a preguntarle firmemente si recibió la carta o no. Y, entonces, después de haber informado al Papa Francisco en 2013, ¿qué más podría haber hecho? Confiaba en que el Papa Francisco haría las cosas que cualquier Papa hubiera hecho. Siempre confié en él. Y, entonces, una vez que vi que él mismo encubría el asunto, no pude permanecer callado”.

Carlos Esteban