BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



Mostrando entradas con la etiqueta apocalipsis. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta apocalipsis. Mostrar todas las entradas

miércoles, 12 de enero de 2022

Juan Manuel de Prada: «Estamos inmersos en una situación que prefigura el reinado del Anticristo»



Desde hace muy pocas fechas está en las librerías la nueva obra de Juan Manuel de Prada, donde aplica su visión del mundo, marcada nuclear y capilarmente por el catolicismo, a la realidad colectiva española de nuestros días. Lo que ofrece Una enmienda a la totalidad lo define él mismo en el prólogo: “Un puñado de reflexiones políticas (que siempre envuelven, como nos recordaba Donoso, cuestiones teológicas) a la luz del pensamiento tradicional”.

-¿Cómo caracteriza el pensamiento tradicional?

-Es un pensamiento antitético al pensamiento ideológico. Si hubiera que compendiarlo en un rasgo esencial, yo diría que tiene una distinta visión de la naturaleza humana. Frente al ser humano en constante evolución que defienden las ideologías, un ser humano estable que reconoce en su naturaleza un “datum”, algo dado, inamovible.

»Y ligado a esta visión de la naturaleza humana, un concepto radicalmente distinto de libertad. La libertad que proclaman las ideologías es una libertad prometeica, es autodeterminación, mientras que la libertad que proclama el pensamiento tradicional , que es el pensamiento cristiano, es una libertad ligada al orden del ser, a la verdad humana.

-Ese pensamiento tradicional queda así fuera de las categorías políticas al uso…

-El liberalismo y el marxismo, las izquierdas y las derechas, el conservadurismo y el progresismo comparten las premisas erróneas sobre la naturaleza humana y sobre la libertad humana. Y cuando hablo de naturaleza humana hablo de naturaleza específicamente espiritual, que las ideologías no reconocen o tergiversan.

-Al principio del libro, cuando habla con abundancia de estas cosas, sale mucho a relucir el nombre de Leonardo Castellani (1899-1981), a quien siempre ha agradecido que fuera su gran revulsivo intelectual. ¿Cómo, siendo así que el jesuita argentino no era un pensador sistemático?

-Porque yo no soy un filósofo ni un pensador sistemático, soy un escritor, y un escritor ofrece su visión de las cosas no de manera sistemática, sino al hilo de su creación literaria. Esto es lo que resulta sugestivo de Castellani. Uno va buscando maestros que se parezcan a lo que tú modestamente eres o pretender ser.

-Chesterton es otro caso…

-Pero Chesterton, más allá de que con el paso de los años va quedando más apestado en los ambientes literarios de la Inglaterra de su época, fue siempre un escritor aplaudido desde los ámbitos católicos, mientras que Castellani es un escritor rechazado en el mundo católico oficialista, y esto le añade una riqueza humana e intelectual muy fuerte que a mí me ha resultado también muy provechosa.

-¿Por qué?

-Cuando ves el rechazo que ciertos sectores eclesiásticos tienen hacia ti… Castellani me ayudó a entenderlo. Es un escritor muy iluminador, porque todas las realidades naturales las analiza con una luz sobrenatural y específicamente escatológica, una mirada que está ausente en gran parte de la cultura católica.


-¿Qué aporta una mirada escatológica?

-Más allá de que el Apocalipsis sea una profecía que nos habla del final del mundo y de la historia, es también un libro de teología de la historia y que nos tiene que enseñar a ver en los signos de los tiempos prefiguraciones del final de los tiempos. Es la doctrina del tipo y el antitipo: hay determinados acontecimientos en la historia humana que son tipo del antitipo final.

-¿Y los acontecimientos actuales admiten esa caracterización escatológica?

-No se trata de decir que estamos viviendo en el final de los tiempos, pero son evidentemente un tipo muy claro. Reúnen todas las características propias del final de los tiempos: una serie de fenómenos naturales -una plaga- acompañan a un fenómeno espiritual: una apostasía. Una gran tribulación: está perfectamente descrito. Todos los signos nos están hablando, con una lectura escatológica, de que estamos inmersos en uno de esos tipos que nos permiten entrever y penetrar en los misterios apocalípticos. Esto es indudable. No se trata de decir que estemos en el reinado del Anticristo, pero evidentemente estamos inmersos en una situación que prefigura ese reinado del Anticristo.

-Poderes cada vez más despóticos imponen una marca sin la cual, en algunos países, no puedes trabajar ni viajar, “ni comprar ni vender" (Ap 13, 17)...

-No se trata de decir que el pasaporte covid sea la marca de la Bestia, pero es evidente que la prefigura. Es perfectamente lícita esta lectura escatológica, que no es tanto una lectura apocalíptica en el sentido burdo que a veces se le atribuye a la expresión, sino en el sentido hondo de entender el sentido de la historia, de dar una lectura sobrenatural a acontecimientos que se nos trata de presentar como puros hechos científicos o puros avatares políticos. No. Yo creo que hay un hondo sentido sobrenatural en todo lo que está sucediendo. No se trata ni de hacer catastrofismo ni nada parecido, pero tenemos la obligación de estar atentos. La concentración del poder a la que estamos asistiendo es un rasgo muy específico del reinado del Anticristo.

-Lo anticipó Robert Hugh Benson en El Señor del Mundo 

-Que el Papa constantemente nos recomienda leer. Con muy buen criterio, para que sepamos lo que está sucediendo. El hecho de que quienes nos están conduciendo a la perdición y a la destrucción, quienes nos lanzan las instrucciones más contradictorias y disparatadas, quienes están silenciando el fracaso indisimulable de las medidas de protección contra la plaga, aparezcan ante nuestros ojos como salvadores, es un signo muy específico del reinado del Anticristo. .

-Antes mencionaba también la apostasía…

-Es generalizada. El otro día leí que en Holanda hay ahora 60.000 católicos practicantes, cuando hace cincuenta años había 3 millones. La apostasía generalizada es espectacular, como es espectacular el encogimiento de la Iglesia, no solo numérico, sino la irrelevancia creciente de la iglesia como signo visible de la presencia de Cristo entre los hombres. Estos son hechos que nos deben hacer reflexionar de que indudablemente estamos -al menos- en un tipo que prefigura claramente lo que será esa fase última de la historia humana previa a la Jerusalén celeste.

-¿No es peligroso obsesionarse con el fin del mundo?

-No nos debe obsesionar, ni caer en cosas grotescas de que el final está próximo, porque no sabemos cuándo será el final. Muchas personas antes han pensado que los signos de los tiempos proclamaban la segunda venida de Cristo. Castellani enseña que la historia no avanza linealmente, pero tampoco es cíclica, es espiraloide y a la vez que avanza retrocede.

»El cardenal Newman, en uno de los sermones sobre el Anticristo, dice una cosa misteriosa, y es que de alguna manera en el final de los tiempos, que por supuesto es un designio divino, hay una cierta participación humana.

»Los creyentes, a través de nuestros actos, de nuestra oración, de nuestra esperanza y de nuestra fe, también vamos dilatando todos esos acontecimientos feroces del final de los tiempos. Es decir, que los seres humanos de alguna manera estamos aliados con Dios, y que para Dios son gratos los actos nuestros que puedan dilatar este desenlace. Me parece una reflexión muy interesante. Nosotros no tenemos que caer en el fatalismo de que esto ya no tiene solución o de que estamos en una fase definitiva de la historia. Sería una visión muy burdamente apocalíptica frente a esta visión escatológica, que creo que tiene que tener un horizonte más amplio.

-Usted denuncia como capitalista ese gran poder que se configura sobre el mundo: le acusan por ello de ser enemigo de la propiedad y del libre mercado…

-¡Es que es el capitalismo el que es enemigo de la propiedad y del mercado! Uno de los instrumentos que tiene el mal para encizañarnos es que a la hora de defender o denostar una cosa partamos de una idea abstracta. Mucha gente piensa que el capitalismo es una economía de libre mercado en donde agentes libres concurren y pueden intercambiar sus bienes. Esto no tiene nada que ver con el capitalismo real hoy. No podemos caer en una visión platónica, arquetípica, de las realidades naturales.

- El concurrido acto de presentación de "Una enmienda a la totalidad", en dos minutos.

»Con esto no estoy defendiendo el nominalismo, pero lo que hoy tenemos es un capitalismo global, anticrístico, que concentra la propiedad y la riqueza en unas pocas manos, que devasta las economías nacionales, que impide el libre desenvolvimiento de ese mercado ideal (hoy en día ya puramente hipotético) que está destruyendo la posibilidad de la pequeña propiedad y del trabajo digno. El capitalismo es hoy deslocalización, es especulación con las materias primas, es la devastación del tejido productivo nacional, es la imposibilidad de que tú puedas montar tu pequeño negocio y de que puedas tener un trabajo con perspectivas de promoción.

-¿Por qué ha usado la expresión “capitalismo anticrístico”?

-Este capitalismo, en su fase monstruosa, desatada, global, de concentración de la propiedad y la riqueza, está acompañado de un fenómeno que es también muy claramente anticrístico y que Chesterton percibió hace un siglo, cuando era mucho más difícil de percibir (porque hoy nosotros lo tenemos muy evidente): y es que este capitalismo está ligado al antinatalismo, al odio a la procreación.

-¿En qué percibe ese odio?

-En la época de Chesterton era impedir la anticoncepción mediante artilugios o fármacos, o el aborto. Hoy todo esto ha sido superado mediante la exaltación de otro tipo de aberraciones que denomino 'derechos de bragueta'. El capitalismo global no tiene unas intenciones puramente de orden material, sino también de orden espiritual: la creación de este tirano gigantesco específicamente anticrístico que grandes nombres del pensamiento tradicional atisbaron y que hoy se ha hecho realidad ante nuestros ojos.

-¿Y qué papel juega la izquierda que presume de anticapitalista?

-Hay personas en la izquierda que merecen respeto, porque por la razón natural perciben lo que está sucediendo, aunque de forma incompleta, porque les falta la luz de la fe. Pero están atrapadas porque se han convertido en adalides de esa izquierda presuntamente anticapitalista que es la izquierda caniche lacaya de la plutocracia, que además se ha quitado la máscara de forma absolutamente descarada y es la encargada de mantener engañada a la gente y de llevarla a los rediles que convienen a la plutocracia.

»Pasolini esto lo capta a finales de los 60 y principios de los 70: que la revolución neocapitalista que viene -y se está refiriendo a esto que padecemos hoy- va a utilizar a las fuerza de la oposición de la izquierda como banderín de enganche.

»Es importante que los católicos nos demos cuenta. No podemos seguir aceptando el marco mental de la Guerra Fría: comunismo malo, capitalismo bueno. Esto ha cambiado mucho. El capitalismo y el comunismo han formado una amalgama. Lo percibió hace un siglo Hilaire Belloc. En El Estado servil hace una reflexión: cada vez que el capitalismo entra en crisis, tiene ante sí dos opciones para solventarla, las tesis tradicionales y las tesis socialistas. Y siempre se asocia con el socialismo. Ahí están el propio Estado del Bienestar o el estado capitalista subsidiado...

»Pero hoy es algo mucho más profundo. Hoy no se trata de poner parches en el orden capitalista, sino de que desde las posiciones presuntamente comunistas se le está insuflando una gasolina antropológica al capitalismo global, que necesita destruir las comunidades, destruir los vínculos sociales, destruir las familias, convertir a la gente en una papilla totalmente dependiente de sus derechos de bragueta, entes con Tinder pero sin amores auténticos, gentes que hayan renunciado a la procreación, que no deseen formar una familia. Solo así conseguirán que la gente no tenga nada y sea feliz.

-Todo un proyecto de ingeniería social…

-Es que la idea falsa de la libertad como autodeterminación necesita transformar la naturaleza humana. Lo que anhela la naturaleza humana es la quietud, la estabilidad, el ser. Los ingenieros sociales intentan continuamente cambiar la naturaleza humana, vendiéndote golosinas para que tú no concibas la naturaleza humana como algo estable sino como un devenir.

-¿Es el blasfemo "en el principio era la Acción" de Fausto?

-El mal se puede disfrazar de bien y adoptar muchos discursos ideológicos, pero al final nunca va a poder reprimir su origen, que está en la frase bíblica: "Pongo enemistad entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la suya" (Gn 3, 15). El odio del mal a la procreación, a la infancia, siempre está presente. Es lo que hay detrás del aborto, de la obsesión por que los niños no estén a gusto en el sexo que la naturaleza les ha dado. Todo esto son rasgos muy definitorios del mal, y la ingeniería social, en su esfuerzo por convertir esta libertad maligna en la libertad que funde la falsa convivencia humana, tiene que atacar de lleno la infancia. Esto explica que en las películas infantiles se introduzcan mensajes monstruosos, que en las escuelas se esté metiendo la ideología de género. Y explica también todas las enfermedades del alma que están aflorando en nuestra época y que se inoculan desde la más tierna infancia.

-¿Ahí se incluye el transhumanismo?

-Las ideologías siempre han querido traer el paraíso a la tierra. Las ideologías transgeneristas y transhumanistas también. Puesto que han cegado la única vía sobrenatural que tenemos los seres humanos para transhumanarnos -que es la aspiración a la vida eterna, que nos convierte en algo más grande que meros seres humanos-, tienen que traerlo a esta vida terrenal. Pero a medida que avanzamos por ese camino hacia la fase anticrística de la historia, esos traslados del paraíso a la tierra cada vez son más perversos, más monstruosos; más diabólicos, en definitiva.

sábado, 24 de octubre de 2020

Epístola a un amigo (Antonio Caponnetto)



Querido amigo:

Me sugieres que te mande alguna reflexión sobre los últimos episodios bergoglianos que ya son por todos conocidos. A cálamo currente y con cierto desgano –que no es tu culpa- déjame pensar en voz alta:

Lo substancial de cuanto tomó estado público el miércoles 21 de octubre, sobre la legitimidad de la unión de los homosexuales, y su política general favorable a la justificación benevolente de la sodomía, ya lo pensaba y lo expresaba Bergoglio públicamente cuando estaba en la Argentina. Lo he escrito en el capítulo 11 de “La Iglesia Traicionada”, casi cuatro años antes de que fuera nombrado para ocupar la silla petrina. Mientras termino este párrafo, las redes informan que el Tucho Fernández redactó una noteja a la que dio en llamar, justamente, “Bergoglio siempre tuvo esta opinión”. Por cierto que el prelado difiere conmigo en que ese “siempre” lo condena a la ignominia al encumbrado opinador y a él mismo, que su aquiescencia plena le otorga. Pero ninguno de ambos está puesto en los sitiales que ocupan para tener reacciones decentes y ortodoxas. Son, el uno y el otro, cada quien en su bajura, encarnaciones torvas del Anti-Testimonio. Muecas paródicas de la Lex Credendi y de la Lex Vivendi.

Por otro lado, durante sus años al frente del Pontificado, resultan incontables las veces en las que Bergoglio ha tenido palabras y gestos, posturas y conductas, de inadmisible contemporización y beneplácito con el homosexualismo; sin que, paralelamente, se le conozca reprobación alguna del vicio nefando y del pecado contra natura. Todo esto está registrado hasta la minucia. Y da asco; no hay otro modo “suaviter” de decirlo.

Es un hecho concreto, en síntesis, que existe un Bergoglio pro y filo homosexualista (y aun pro enseñanza en los seminarios de la “teoría queer”); como que no existe un Bergoglio que, en tan delicada materia, recuerde y ratifique la doctrina católica al respecto. A mi juicio, este punto ya está fuera de discusión. Insisto: precisamente por el registro detallado que se lleva de la cantidad de veces en que Bergoglio se muestra propenso a convalidar, sino a festejar, lo que repugna a la moral cristiana y aun a la mera moral natural.

Entiendo, pues, que si algún esfuerzo analítico cabe hacer aquí y ahora, sería el mismo para intentar dilucidar dos cosas. La primera, la causa en virtud de la cual, Bergoglio lleva a cabo inexorablemente un plan sistemático de demolición de la Iglesia Católica. No deja nada librado al azar o a la improvisación. No cesa un solo día. Es infatigable para el mal. Hay un “intelligent design”, como dirían los gringos. Sólo que ese designio inteligente no parece responder propiamente a la Voluntad Divina; sino lo contrario. ¿Por qué lo hace? ¿Cuál es la causa?

La respuesta me excede, por cierto. Pero escribí otro trabajo para ensayar una contestación, titulado “No lo conozco”. Allí sostengo, en síntesis, que este sujeto ha recorrido su carrera eclesiástica como un itinerario funesto que lo lleva “Del Iscariotismo a la Apostasía”. Y que la explicación última de cuanto hace hay que hallarla en ese pasaje trágico del Evangelio, en el cual, Nuestro Señor, le dice a Pedro: “Vade retro Satanás” (Mc. 8, 33). Es el Pedro de la triple negación inspirado por el demonio, el que gobierna hoy a la Iglesia. Sin la presencia y la patencia del demonio es imposible dilucidar la causa profunda de la cada vez más pública, insolente y provocativa perversión de Bergoglio.

No niego el concurso de otras causas; desde las que nos lleven a constatar la existencia de un antiguo y remozado complot, hasta las que señalen el cumplimiento de las revelaciones contenidas en el Libro del Apocalipsis. Pero lo que está demostrando la conducta escandalosa de este personaje oscurísimo, obliga necesariamente, a mi juicio, a tener en cuenta un factor preternatural. Sepamos, en suma, a qué nos estamos enfrentando. Ni tan calvo ni con dos pelucas, me atrevería a sintetizar campechanamente. Ni la causa es únicamente que se trata de un “porteño peronista” ( ¡y vaya si esto cuenta, que escribí un libro titulado “De Perón a Bergoglio”!); ni tampoco de que ejecutó un secretísimo ritual de sangre en alguna sinagoga(¡ y vaya si esto contara!). Pero que el demonio está metido en el presente baile, a mi entender, es un hecho.

Consecuentemente debería ser otro hecho que los católicos fieles tuviéramos una reacción condigna y proporcionada. De mínima denunciarlo, sin paños fríos ni eufemismos ni elipsis. Basta ya de “dudas”, “correccciones filiales” o simulaciones diplomáticas. De máxima, rogar que aparezcan exorcistas probos que ejecuten su oficio sin temores delante del principal sospechoso, y de la sede que habita. Desenmascarar y repudiar hoy a Bergoglio, como cabeza de La Iglesia Traidora, es lo menos que nos está exigido. Rezar por su conversión también. Y para que sea liberado de las ataduras endemoniadas que a todas luces lo atenazan, mucho más.

El segundo esfuerzo analítico que cabría hacer (después del anteriormente enunciado sobre la dilucidación de la causa de tamaña felonía), guarda relación con la recurrente pregunta sobre nuestro obrar posible, oportuno y prudente. Y es aquí donde mi respuesta es forzosamente más débil que en el planteo anterior. Porque en tanto simple laico de a pie, feligrés sin parroquia y parroquiano errante, no me sé en condiciones de trazar un rumbo de acción, ni mucho menos de tenerlo por viable. Estoy entre los huérfanos no entre los patriarcas; entre los náufragos antes que entre los timoneles.

Pero me parece poder creer sinceramente ( y someto mi mera opinión a la corrección o emienda de los doctos) que, en tales circunstancias, se aplicaría, siquiera por extensión o en sentido figurado aunque legítimo, la figura jurídica deSede Impedida”, prevista en el canon 412. Se considera impedida a una Sede por “cautiverio, relegación, destierro o incapacidad” de su titular. De las notas previstas en el canon, la incapacidad de Bergoglio es evidente. Hablo de una incapacidad raigal, hondísima e insuperable de ser católico. 

También es evidente que está voluntariamente cautivo de las estructuras judeomasónicas mundialistas, a las que acaba de regalarle “Fratelli tutti”, sólo por contar el reciente obsequio. De su destierro igualmente voluntario, también hay hirientes y lacerantes pruebas. Se ha auto-desterrado de la Barca, recordando su conducta la de aquellos desterrados infieles que menciona el Libro de Esdras.

Está asimismo para nuestra eventual consideración lo que estipula el canon 194,& 1-2: “Queda de propio derecho removido del oficio eclesiástico quien se ha apartado públicamente de la Fe Católica o de la comunión de la Iglesia”. Que no es sino un eco de aquello de San Pablo: ”Que sea quitado de en medio de vosotros, el que tal mal hizo” (Cor.5, 1-2).Y está –estuvo siempre, que conste- la doctrina segura sobre la licitud de los súbditos de rebelarse contra la autoridad injusta, dañina y corruptora; tanto más si el ejercicio de la misma es tiránico, y su origen no tiene una transparente legitimidad. Recordemos la logia mafiosa de San Galo, maniobrando tras la abdicación de Benedicto XVI.

De todo surge que de brazos cruzados no podemos seguir. Esperar una migaja de ortodoxia de este hombre sin Fe Católica, es ilusión vana; y es conformarse cada vez con menos, principio de la tibieza. Precipitarse en una conclusión apresurada, al amparo de aparicionismos privados o del libre examen de ciertos textos venerables, tampoco podemos. Pero ignorar que existe el Libro del Apocalipsis, y en él la figura del anfitrión del Anticristo, tampoco sería sensato.

Hasta aquí mi opinión, caro amigo. A vuelapluma, como te dije; y con la esperanza de que se explayen los que saben, y nos marquen un rumbo tan cierto cuanto concreto y perentorio.

No puedo sacarme de la cabeza las curiosas y hasta inexplicables palabras veraces que escribiera un hombre en las antípodas de nuestro ideario: “Cayó un muro tras otro[de la Iglesia]. Y la destrucción no resultó muy difícil una vez que la autoridad de la Iglesia fue quebrantada[…]. Un trozo se desplomó tras el otro[…]. Hemos dejado que se desmoronara la casa que nuestros padres construyeron[…]. El Cielo se ha convertido para nosotros en espacio físico y el empíreo divino no es sino un bello recuerdo. Nuestro corazón sin embargo arde, y una secreta intranquilidad carcome las raíces de nuestro ser.

Lo escribió Gustav Jung, en “Arquetipos e Inconsciente Colectivo” (Buenos Aires, Paidos, 1977,ps.17-18; 20-21). Parece mentira; pero lo de la burra de Balaam sucede. Las imágenes satánicas de los templos chilenos incendiadosa mansalva, y otros fuegos similares en la Vieja Europa, por cierto que nos hicieron recordar estas estremecedoras palabras precitadas. Pero el fuego material al que han sido arrojadas nuestras entrañables iglesias(sin la más mímima reacción viril de las cúpulas eclesiásticas) es nada, comparado con el temor y temblor que nos causa ver ese desmoronamiento espiritual, moral y doctrinal causado intencionalmente por las llamas de quien se supone debería ser el Vicario del Agua de Salvación.

Amigo, te pido unirte a este ruego simple pero sincero: ¡Señor! No permitas que dejemos demoler impunemente Tu Casa. No permitas que renunciemos a conquistar el Cielo por asalto. No permitas que nuestros corazones dejen de arder por amor a Tí. No permitas que el buen combate sea únicamente un bello recuerdo.

Buenos Aires, 22 de octubre de 2020
Antonio Caponnetto

lunes, 14 de septiembre de 2020

Llegó la bendición del Papa Francisco



No me refiero a que el Santo Padre haya enviado a este blog su bendición apostólica. Es un hecho improbable aunque, si acaeciera, sería recibido con gozo y gratitud. Me refiero a que el ascenso del Papa Francisco al solio petrino ha sido una bendición para la Iglesia, del tipo de bendiciones que Dios suele propinar a aquellos a los que ama, como le recriminaba santa Teresa. 

Lo que quiero decir es que la iglesia vivió durante décadas sometida a una enfermedad terrible, que fue corroyendo sus órganos rápidamente, y muy pocos se dieron cuenta de la situación. Y estos pocos fueron silenciados o excomulgados. El resto, la enorme mayoría de fieles y clérigos, prefirieron seguir creyendo que la vitalidad ficticia que ocasionaba en ese cuerpo enfermo la morfina por goteo que recibía durante el rimbombante pontificado de Juan Pablo II era signo de salud y no un mero enmascaramiento de la gravedad de la situación. Creían que las multitudes que recibían el papa polaco en cada ciudad que pisaba era signo de un resurgimiento del cristianismo, o que las populosos e inútiles JMJ evidenciaban la conversión en masa de la juventud. Lo cierto es que las décadas juanpablistas y benedictinas no hicieron más que disimular el agresivo cáncer que se estaba diseminando por todo el cuerpo eclesial (sería ingenuo pensar que todo esto comenzó en 2013).

Fueron los largos años del auge de los movimientos neoconservadores, nuestros conocidos neocones, a los que muchos veían como la nueva manifestación del Espíritu en la iglesia. Opus Dei, Neocatecumenales, Focolares, Schöenstatt, Legionarios de Cristo, otros de cabotaje como Fasta o el IVE, y muchos más, vivían en la fantasía de la arrolladora primavera eclesial liderada por un papa carismático y magno, con potestad para determinar incluso lo bueno y lo malo. 

Varios años después, mirando hacia atrás, podemos decir que lo único que se logró fue perder un tiempo valiosísimo e irrecuperable; se enmascaró la situación gravísima por la que atravesaba la iglesia, originada por una monumental pérdida de fe, con oleadas de multitudes cantando al mensajero de la paz y, más recientemente, con la pompa y circunstancia del pontificado del papa Benedicto. 

El pontificado del papa Francisco levantó la alfombra y mostró crudamente la basura que estaba acumulada debajo. Un espectáculo triste y cruel, e impensado. Porque la pérdida de fe está mucho más extendida de lo que se creía, es mucho más profunda y afecta a la enorme mayoría del colegio episcopal, con lo cual las posibilidades de restauración son mínimas. Por otro lado, nos enteramos que esa crisis estaba acompañada de un hecatombe moral entre los miembros del clero que nadie hubiera supuesto hace algunos años, y que quienes tenían elementos para suponerla se dedicaban a viajar por el mundo para recibir aplausos y aclamaciones.

Francisco puso blanco sobre negro. Nos mostró la realidad, nos guste más o menos. Y eso es ya una enorme bendición. Nadie puede curarse si vive en la fantasía de que está sano. Ahora sabemos la gravedad de la enfermedad, y son muchísimos los que están cayendo en la cuenta y están actuando en consecuencia. E insisto, eso es una gran bendición.

La reacción de muchos neocones es sorprendente, y basta ver algunos ejemplos. Hace ya algunos años que ciertos grupos de miembros del Opus Dei (numerarios y supernumerarios) habían comenzado a expresar su malestar. El detonante fue la nominación como segundo de la prelatura de Mons. Mariano Fazio, un bergante trepador, y como tal era conocido y considerado en Argentina. Habíamos dado cuenta en este blog de las ayudas escondidas que estos miembros del Opus le hacían llegar a Mons. Rogelio Livieres cuando fue defenestrado de su diócesis. Pero últimamente, muchos de ellos han dado un paso más significativo y asisten a la misa tradicional en los prioratos de la FSSPX. Y una actitud similar han tomado un buen número de fieles de parroquias “normales” que, ante la cobardía y traición de obispos y curas durante los tiempos de cuarentena, no dudaron en buscar refugio espiritual en las misas de la Fraternidad. Estos hechos, impensados hasta hace unos pocos años, muestran un incipiente desmoronamiento del neoconismo: los fieles se animan a pensar por sí mismos, a seguir a su conciencia y a liberarse de los escrúpulos romanistas a los que estaban sometidos.

Veamos otra cara de la bendición del papa Francisco. Son muchos los que se están animando a decir las cosas como son, con una crudeza asombrosa, que hasta hace un tiempo estaba limitada a blogs disruptivos como Mundabor, Rorate Coeli, Wanderer y alguno más. Marco Tosatti nunca fue tradicionalista ni crítico de la iglesia. Conocido vaticanista, fue cercano a Juan Pablo II y calificaría con honores para integrar el grupo neoconservador. Sin embargo, la semana pasada publicó en su blog (que cosecha más de dieciocho millones de lectores) una entrevista que le hicieron en USA y en la que entre otras cosas, afirma: 

Este es el panorama: Tenemos a Bergoglio que dice cosas, y que habla continuamente de los migrantes; y uno mira qué casualidad, los migrantes y las ONG son el gran caballo de batalla de las finanzas internacionales, de Soros y de la izquierda, etc. Habla de ecología, pero mira qué curiosidad…la ecología con todas sus enormes contradicciones, es otro caballo de batalla de ese mundo. [Sin embargo] Habla poco de la familia, lo mismo que de toda una serie de otras cosas. [He dicho lo anterior] Esto es para aclarar el campo. Entonces Bergoglio, como Papa, está renegando de la que siempre ha sido la posición contracultural de los últimos treinta años de la Iglesia, la cual está basada no por los caprichos de los Papas que lo precedieron, sino en la Fe Católica. Este es -muy brevemente- el panorama general.

Entonces la gente queda encantada con el hecho de que [Francisco] sonríe, pero eso no es cierto en absoluto, él es un hombre muy duro, despiadado, vengativo. Sin embargo, los medios de comunicación se dedican a endulzar su imagen, y la gente se lo cree, dado que no tiene otros medios para enterarse y para comprender [esta situación].

Una vez más, afirmaciones como están hubieran sido impensadas hace dos años. El papa Francisco ha abierto los ojos a mucha gente, y entre ellos a muchísimos sacerdotes. Lamentablemente, me parece difícil que los obispos, que son los únicos que pueden encabezar una reforma, sean capaces de la misma actitud. Sus ojos fueron ablacionados en el momento de su consagración. 

Nadie sabe cómo se comportará el futuro. Tosatti dice en la misma entrevista: “También existen consideraciones metafísicas, que señalan que nos acercamos al fin de los tiempos, pero esas cosas se las cedo a los videntes, a aquellos con experiencias particulares. Hay varios que lo dicen. Y quizás no sea una cosa peregrina; es decir, si se ve la realidad del mundo actual desde el punto de vista metafísico, aparecen dos visiones de la vida que se encuentran en fuerte contraposición”. Sabemos que el mundo acabará algún día y sabemos cuáles son los signos que lo precederán. Nos lo dijo el mismo Señor en el evangelio. Es verdad que en varias ocasiones a lo largo de la historia de la Iglesia muchos santos creyeron estar contemplando esos momentos postreros, y estaban equivocados, pero eso no significa que alguna vez, más pronto que tarde, lo profetizado deba cumplirse. 

La otra posibilidad es que esta sea una crisis más de las que asolaron a la iglesia, pero yo no encuentro la forma en que puede manifestarse la solución. Y no tengo por qué encontrarla. De esas cosas se ocupa Dios.

The Wanderer