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martes, 15 de mayo de 2018

Francisco insinúa que podría retirarse como Benedicto (Carlos Esteban)



“Cuando leo esto, pienso en mí mismo, porque soy obispo y tendré que retirarme”, ha dicho Su Santidad en el curso de su homilía en la misa de este martes, en referencia a la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles en la que San Pablo se despide de los cristianos de Éfeso.

“Es un pasaje fuerte, un pasaje que llega al corazón; es también un pasaje que nos hace ver el camino de cada obispo a la hora de despedirse”. En su reflexión de esta mañana el Obispo de Roma comentó la Primera Lectura propuesta por la liturgia del día, de la que mañana se leerá la continuación.

El examen de conciencia de Pablo

En los Hechos de los Apóstoles se relata cuando Pablo convoca en Éfeso a los ancianos de la Iglesia, a los presbíteros. Celebra una reunión del Consejo presbiteral para despedirse de ellos y ante todo hace una especie de examen de conciencia. Dice lo que ha hecho por la comunidad y lo somete a su juicio. Pablo parece un poco orgulloso – dijo Francisco – mientras, en cambio, es objetivo. Sólo se vanagloria de dos cosas: “de sus propios pecados y de la cruz de Jesucristo que lo ha salvado”.

El apóstol está en escucha del Espíritu

Después explica que “ahora está constreñido por el Espíritu “, que debe ir a Jerusalén. A lo que el Papa comentó: “Esta experiencia del obispo, el obispo que sabe discernir al Espíritu, que sabe discernir cuando es el Espíritu de Dios el que habla y que sabe defenderse cuando habla el espíritu del mundo”. Pablo, de alguna manera, sabe que está yendo “hacia la tribulación, hacia la cruz y esto nos hace pensar en la entrada en Jerusalén de Jesús, ¿no? Él entra para padecer y Pablo va hacia la pasión”. “El apóstol – prosiguió diciendo el Santo Padre – se ofrece al Señor, siendo obediente. Ese sentirseconstreñido por el Espíritu. El obispo que va adelante siempre, pero según el Espíritu Santo. Éste es Pablo”.

La despedida: velen por el rebaño

En fin, el apóstol se despide, entre el dolor de los presentes, y deja algunos consejos, su testamento, que no es un testamento mundano, el legado de cosas. “No aconseja: ‘Este bien que dejo dénselo a éste; este otro a aquel, a aquel…’”.

“El testamento mundano. Su gran amor es Jesucristo. Su segundo amor, el rebaño. ‘Velen por ustedes mismos y por todo el rebaño’. Velen por la grey; son obispos para la grey, para custodiar la grey, no para trepar en una carrera eclesiástica, no”.
El testamento de Pablo

Pablo encomienda los presbíteros a Dios, con la seguridad de que Él los custodiará y ayudará. Después vuelve sobre su experiencia diciendo que no había deseado “para sí mismo ni plata ni oro, ni el vestido de nadie”.

“El testamento de Pablo es un testimonio. También es un anuncio. Y también un desafío: ‘Yo he recorrido este camino. Sigan ustedes’. Qué lejos está este testamento de los testamentos mundanos: ‘Esto se lo dejo a aquel; a aquel o a aquel otro…’, tantos bienes. Pablo no tenía nada. Sólo la gracia de Dios, el coraje apostólico, la revelación de Jesucristo y la salvación que el Señor le había dado a él”.

El Papa piensa en el momento en que llegue su hora

“Cuando yo leo esto, pienso en mí – explicó Francisco – porque soy obispo y debo despedirme”. Y concluyó diciendo:

“Pido al Señor la gracia de poder despedirme así. Y en el examen de conciencia no saldré vencedor como Pablo que… Pero el Señor es bueno, es misericordioso, pero… Pienso en los obispos, en todos los obispos. Que el Señor nos dé a todos nosotros la gracia de poder despedirnos así, con este espíritu, con esta fuerza, con este amor a Jesucristo, con esta confianza en el Espíritu Santo”.

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Las palabras del Santo Padre han provocado una inmediata oleada de especulaciones no muy distintas a las que suscitaran en su día el “Nunc dimitis” de San Juan Pablo II, y quizá no con mayor justificación, aunque hay dos razones para pensar que en este caso tiene más sentido tenerlo en cuenta.

En primer lugar, el precedente del Papa Emérito, Benedicto XVI.

En segundo lugar, la interpretación que hizo en su día el propio Francisco sobre la sorprendente abdicación de su predecesor, cuyo alcance carece de precedentes en la historia de la Iglesia. 

En efecto, aunque conocemos otros dos casos anteriores de Papas dimisionarios, en cada caso el interesado volvió al estado anterior a ser nombrado pontífice, mientras que Benedicto ha creado con ese mismo acto la figura, hasta ahora inexistente y eclesiológicamente cuestionable, de ‘Papa Emérito’, reteniendo el hábito, el tratamiento e incluso el nombre elegido para su papado.

En su momento, Francisco insistió en que la decisión de su predecesor no era aislada o excepcional, sino que presagiaba una fórmula que podría hacerse habitual en el futuro, e incluso insinuó que él mismo podría tomar una decisión semejante en el futuro.

La Oficina de Prensa vaticana no ha facilitado el texto íntegro de la homilía, que podría arrojar alguna luz sobre este extremo. En cualquier caso, el propio Pontífice ha declarado a personas próximas su obsesión por no dejar la Cátedra de Pedro antes de asegurarse de que sus reformas son irreversibles.

En cuanto a éstas, está, al menos, pendiente la reforma de la Curia romana, misión de un consejo privado -el C9- del que aún, cinco años después de su creación, no ha salido ninguna medida operativa en este sentido.

Carlos Esteban

La votación de la Conferencia Episcopal Alemana sobre la intercomunión (Roberto De Mattei)


CARDENAL EIJK

Queridos amigos:
La Conferencia Episcopal Alemana ha votado por una amplia mayoría a favor de unas pautas según las cuales un protestante casado con un católico pueda recibir la Eucaristía, acercarse a la Comunión, si cumple una serie de condiciones: tiene que haber hecho examen de conciencia con un sacerdote o cualquier otra persona con responsabilidad pastoral; haber afirmado la fe de la Iglesia Católica además de haber deseado poner fin a graves desórdenes espirituales, y tener el deseo de satisfacer la sed de la Eucaristía.
Siete miembros de la Conferencia Episcopal Alemana han votado en contra de las pautas mencionadas, y han solicitado la opinión de algunos dicasterios de la Curia romana. A consecuencia de ello, una delegación de dicha conferencia episcopal a Roma, donde se ha reunido con unos representantes de la Curia, entre los que se encontraba el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En dicho encuentro intervino el cardenal arzobispo de Utrecht, el holandés Willem Jakobus Eijk. Les voy a leer su carta, su intervención, porque es muy significativa, muy notable, y nos interpela a la conciencia:
Es inexplicable la respuesta del Santo Padre a la Conferencia Episcopal Alemana, a través del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, informando que la Conferencia debería discutir nuevamente el borrador para alcanzar de ser posible un resultado unánime. La doctrina y práctica de la Iglesia respecto a la administración del sacramento de la eucaristía a los protestantes es muy clara. Y el Código de Derecho Canónico dice lo siguiente:
Aquí tenemos la cita el artículo 844 del Código que se refiere al Catecismo de la Iglesia Católica. Esto es lo que dice:
«Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos.»
Hasta aquí el Código.
Ante todo, está claro que se refiere sólo a emergencias, y a cuando se está en peligro de muerte. Pero la intercomunión, esto es, la posibilidad de administrar la Comunión a un no católico, en principio, sólo es posible en el caso de los cristianos ortodoxos, y esto porque las iglesias ortodoxas orientales, a pesar de no estar en plena comunión con la Iglesia Católica, tienen sin embargo sacramentos verdaderos. Y sobre todo, porque en virtud de la sucesión apostólica, poseen un sacerdocio y una Eucaristía válidos. Por tanto, podemos decir que su fe en el sacerdocio, en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia es igual a la de la Iglesia Católica, a pesar de diferencias en algunos puntos importantes, como por ejemplo el reconocimiento de la autoridad del Vicario de Cristo.
Por el contrario, los protestantes –porque no olvidemos que en el documento de la Conferencia Episcopal Alemana se habla de protestantes, de administrar la Comunión a protestantes–, a diferencia de los ortodoxos, no comparten la fe en el sacerdocio ni la fe en la Eucaristía, ya que la mayoría de los protestantes alemanes son luteranos, y los protestantes no creen en la transustanciación sino en la consustanciación, que supone la convicción de que además del Cuerpo y la Sangre de Cristo también están presentes en el altar el pan y el vino. Y si alguno recibe el pan y el vino sin creer esto, no están presentes el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por consiguiente, esta de la consustanciación es una doctrina que admite la presencia simultánea del pan y el vino con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, negando el dogma de la Iglesia según el cual el pan y el vino se transforman sustancialmente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta doctrina luterana difiere de la católica porque la doctrina católica de la transustanciación supone la fe en que lo que se recibe bajo las apariencias o especies de pan y vino, en la Hostia y el vino, sigue siendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo porque ya no están ahí las sustancias del pan y del vino. A causa de esta diferencia esencial no se debe administrar la Comunión a un protestante, aunque sea cónyuge de una persona católica. Porque el protestante, al no compartir este dogma fundamental de la Iglesia Católica, no vive en plena comunión con la Iglesia, y ante todo, no comparte expresamente la misma fe en la Eucaristía
Y la diferencia entre la consustanciación y la transustanciación es hasta tal punto enorme que es preciso exigir que todo el que desee recibir la Sagrada Comunión entre expresa y formalmente en plena comunión con la Iglesia Católica, y confirme de esta forma tan explícita que acepta la fe de la Iglesia Católica en la Eucaristía. Por lo tanto, un examen de conciencia con una sacerdote o cualquier otra persona con autoridad  pastoral, como piden los obispos alemanes, no es suficiente garantía de que la persona en cuestión acepte plenamente la doctrina de la Iglesia. El borrador de las pautas de la Conferencia Episcopal Alemana, sugiere que se trata solamente del caso de algunos protestantes casados con católicos que quisieran recibir la Comunión. La experiencia enseña que en la práctica es inevitable que estos pocos, estos casos reducidos, vayan siempre en aumento, porque los protestantes, aunque estén casados con católicos, al ver como otros protestantes casados con católicos reciben la Comunión, pensarán que pueden hacer lo mismo. Entonces todos los protestantes casados con católicos se considerarán autorizados a comulgar, y al final, también los protestantes que estén casados no con católicos sino con otros protestantes querrán hacerlo. Porque la experiencia demuestra que con unas reglas tan vagas, tan imprecisas, es inevitable que esos criterios se propaguen con rapidez.
Ahora bien, prosigue el cardenal Eijk, cuya postura estoy presentando:
«El Santo Padre ha hecho saber a la delegación de la Conferencia Episcopal Alemana que debe debatir nuevamente el documento a fin de llegar a un criterio unánime. Pero –se pregunta el cardenal de Utrecht–, ¿unanimidad en qué? Porque suponiendo que todos los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana, después de haber vuelto a debatir la cuestión, resuelvan por unanimidad que se puede administrar la Comunión a los protestantes casados con católicos –admitiendo que esto llegara a pasar–, a pesar de que esta postura es contraria a lo que dicen el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica, si esta postura se volviese la práctica de la Iglesia alemana, se pregunta el cardenal Eijk, y añade: la práctica de la Iglesia Católica, fundada sobre su fe, no es determinada ni se se altera estadísticamente porque en una conferencia episcopal la mayoría vote a favor de ello, ni siquiera si lo hace por unanimidad. Y, continúa el cardenal Eijk, «el Romano Pontífice, que, como sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, así de los obispos como de la multitud de los fieles”, debería haber reaccionado exponiendo lo que dicen el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica».
El cardenal Eijk agrega que el Santo Padre debería haber dado unas pautas claras a la delegación de la Conferencia Episcopal alemana, basadas en la clara doctrina y práctica de la Iglesia. «Y así debería haber respondido –prosigue el cardenal arzobispo holandés– el Papa a aquella señora luterana que el 15 de noviembre de 2015 le preguntó si ella, que es luterana, podría recibir la Comunión junto con su esposo católico, El Papa debería haber respondido: “Esto no es aceptable”, en vez de sugerir que podía recibirla por estar bautizada, apoyándose en lo que le dijera la conciencia». Destaca el cardenal Eijk que cuando no se aclaran las cosas se genera confusión entre los fieles y se pone en peligro la unidad de la Iglesia, y explica asimismo que lo hacen también los cardenales que proponen públicamente bendecir las relaciones homosexuales, lo cual es diametralmente opuesto a la doctrina de la Iglesia, fundada en las Sagradas Escrituras, es decir que, según el orden de la creación, sólo hay matrimonio entre un hombre y una mujer. Continúa el cardenal con estas palabras: «Al observar que los obispos, y sobre todo el Sucesor de San Pedro no mantienen fielmente la unidad el Depósito de la Fe contenido en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura –estas palabras son muy fuertes; dice que no mantiene el Depósito de la Fe–, y al observar esto dice: «No puedo menos que pensar en el artículo 675 del Catecismo de la Iglesia Católica, que dice: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la Tierra desvelará el misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa qe proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la vedad”». Hasta aquí la carta del cardenal, y qué más se puede añadir a estas palabras tan fuertes sino subrayar una vez más que las dice un cardenal de la Iglesia Católica, un cardenal al que damos las gracias por su valentía: su Eminencia el card. Jakobus Eijk, arzobispo de Utrecht.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe)
Roberto De Mattei

Pensando en el cónclave (The Wanderer)

Por lo vicoli [pasillos] romanos se habla en voz baja de un hecho; en realidad de una práctica que está llevando a cabo buena parte del clero de la Urbe: antes o después de celebrar la misa, los sacerdotes rezan esta oración: "Señor, haz que el papa Francisco abra cuanto antes los ojos, o cuanto antes los cierre para siempre. Amén"

Y no es que los curas romanos sean todos conservadores, o tradicionalistas o bienpensantes; lo que ocurre es que si sono stufatti [se están hartando].  Se hartaron ya hace tiempo de este pontificado de quinta categoría, de este Papa del Tercer Mundo y de su modesta capacidad, y quieren que se vaya, como sea. Por eso, y ante la posibilidad que el Señor no haga oídos sordos a ese pedido, me animo a hacer un ejercicio de imaginaciónEs un ejercicio más o menos frecuentado en los últimos tiempos tratar de encontrar similitudes entre el pontificado del papa Francisco con el de otros pontífices de la historia

Yo encuentro varios puntos en común con el de Juan XXIIIMe apresuro a decir, claro, que también hay muchas diferencias: no solamente algunas decenas de kilos, sino también que el bueno del papa Juan era un hombre piadoso, tradicional y erudito historiador, autor, entre otras obras, de una historia de la pastoral de San Carlos Borromeo en varios volúmenes. Nuestro modesto Bergoglio apenas si cuenta en su haber con unas pocas cuartillas que los años olvidarán rápidamente. Pero hay un punto en común: la incapacidad para el cargo, que los sobrepasa enormemente. 

En el caso de Juan XXIII se pone de manifiesto por su convocatoria al Concilio Vaticano II, decisión tomada súbitamente luego de acceder al pontificado y con escasas o nulas consultas previas. Actuó con irresponsable precipitación tal como los más conocedores y avispados obispos percibieron. 

El mismo Mons. Battista Montini, que sería luego quien todos sabemos, dijo cuando se enteró de la decisión de Roncalli: “Este santo anciano no comprende qué nido de avispas está sacudiendo” (A. Fappani y F. Molinari, Giovanni Battista Montini Giovane. Documenti inediti e testimonianze, Mariette, Turín: 1979, p. 171). Y convengamos que Montini sabía muy bien lo que decía luego de haber pasado la casi totalidad de su vida en los escondrijos más profundos de la Curia Romana

Otra de las figuras descollantes del momento, el cardenal Giuseppe Siri, diría luego de algunos años de pontificado de Juan XXIII: “La Iglesia necesitará cuatro siglos para recuperarse del pontificado del papa Juan” (Mencionado por P. Hebblethwaite, Pablo VI. El primer papa moderno, Vergara: Buenos Aires, 1995, p. 267). Y Helder Câmara, que sin ser aún obispo tenía amplísima llegada en Roma como secretario de la Conferencia Episcopal Brasileña, dijo: “Del Concilio no puede salir nada bueno a menos que el Espíritu Santo produzca un milagro”. Nosotros sabemos, cincuenta años después, que el milagro no se produjo. Sin embargo, el principal hecho que revela la flagrante irresponsabilidad del papa Juan fue que en ningún momento se planteó elaborar un plan para el concilio que había convocado, y que planeaba que durara apenas dos meses

¿A qué persona sensata puede ocurrírsele que casi tres mil personas de todos los lugares de la tierra, que no se conocen, podían ponerse de acuerdo en temas tan delicados como los que se pretendía tratar, de un día para otro, por más obispos que fueran? Y lo peor es que no se sabía qué temas había que tratar. En pocas palabras, Juan XXIII convocó a un concilio para que los obispos del mundo entero se juntaran a tomar mate y hablar del tiempo … Y esto, una vez más, no es una opinión personal: es la conclusión a partir de los hechos que se conocen. 

Se sabe que el cardenal Montini, cuando comenzó a asistir a las reuniones de la Comisión preparatoria del Concilio, se alarmó al descubrir que no había un plan general y, consecuentemente, no había dirección. Se requería de un liderazgo que el papa Juan no podía suministrar. Por su parte, Mons. Suenens, arzobispo de Bruselas, llegó a la misma conclusión y en marzo de 1962 preguntó a Juan XXIII: “¿Quién elabora un plan general para el Concilio?”. “Nadie”, dijo el papa Juan. “Pero habrá un caos total -siguió Suenens- ¿Cómo cree que podemos discutir setenta y dos borradores de omni re scibili et quibusdam aliis (acerca de todo lo que se puede saber y unas pocas cosas más?”. 

“Sí -convino Juan XXIII-, necesitamos un plan… ¿Desearía preparar uno?”

Y así fue que el primer plan general del concilio fue preparado por el progresista Suenens, que poco después se convertiría en cardenal, y sobre ese plan maestro, Montini elaboró el definitivo que fue el que finalmente se ejecutó (Este hecho lo narra Hebblethwaite, ex jesuita de abiertas simpatías progresistas y cercano a todos los protagonistas del momento). 

Estos hechos, a mi entender, demuestran que más allá de la piedad y bonhomía [afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento] de Roncalli, no poseía la capacidad suficiente para desempeñar el cargo más alto sobre la tierra.

Y es lo mismo que ocurre con el papa Francisco. En los últimos meses se ha manifestado con evidencia ya para todo el mundo, y no solamente para los miembros de la Curia, el caos de este pontificado. De hecho, la misma prensa civil anunciaba días atrás la “catástrofe para la Iglesia católica” que significa el pontificado de Bergoglio

Pero a mí me interesa, en este post, fantasear acerca de la posibilidad de similitudes también entre el cónclave que eligió a Pablo VI, luego de un pontificado caótico, con el que elegirá al sucesor de Francisco, luego de otro pontificado caótico

El cardenal Montini era, nos guste o no, el más preparado para el cargo. Había pasado todo su sacerdocio sirviendo a la Curia Romana y había sido la mano derecha de Pío XII a quien apreciaba sinceramente [Véase la carta que escribió a The Tablet sobre Pacelli dos días antes del inicio del cónclave en el que sería elegido papa]. 

Pero además, y esto también pesaba, había sido uno de los responsables más notorios de que el Partido Comunista no ganara las elecciones italianas de 1948 y que se estableciera la Democracia Cristiana como partido dominante. 

Pero también era un enamorado de la teología francesa del momento, abanderado del Humanismo integral de Jacques Maritain y pastor más o menos populista en su sede milanesa. Y por todo esto, y con razón, era resistido por los conservadores quienes tenían todo el poder para bloquear su elección

Y es aquí donde aparece la astucia de unos, y la poca astucia de otros

Montini no levantó la cabeza porque sabía que si lo hacía, sería blanco para muchos fuegos. En la primera sesión del Concilio apenas si había intervenido dos veces, sin fijar nunca su posición sobre temas álgidos, y así se mantuvo con discreta neutralidad hasta el mismo cónclave. De hecho, llegó a Roma sólo dos días antes de su inicio y se alojó en el convento de las Hermanas de la Virgen Niña, para mantenerse alejado de cualquier centro de intrigas. 

Los liberales, por otro lado, levantaron dos cabezas a sabiendas que eran inaceptables. El cardenal König hizo saber que un no italiano sería aceptable para los italianos, y eso significaba candidatear a Suenens, que se había enamorado de la idea de convertirse en el primer papa extranjero en más de cuatro siglos. 

Y, por otro lado, le dieron aires al cardenal Lercaro, arzobispo de Bolonia, conocido por ser quien primero había incorporado los experimentos litúrgicos en Italia y por ser el primero también en haber hablado de una iglesia para los pobres durante el Concilio. Lercaro, que a juicio de Bouyer era una persona “poco instruida”, se creyó papa. Luego de una reunión con Montini en la que el zorro de Brescia le habría dado garantías, escribió una carta a sus fieles de Bolonia en la que les decía que ya no volvería a su sede y se despedía de ellos. Estaba seguro de ser elegido. No se daba cuenta que era una herramienta del partido liberal

En cambio, por parte de los cardenales conservadores, no había estrategia ni candidato definido alguno. Probablemente seguían creyendo que al papa lo elige el Espíritu Santo… 

Por cierto que Siri era el más conocido y se lo consideraba el heredero natural de Pío XII, pero parece que el no estaba convencido. De hecho, junto al cardenal Ottaviani, apoyó y bregó para que fuera elegido el cardenal Antoniutti, en el que se concentrarían los votos conservadores. Pero no era un buen candidato. Lo único que le jugaba a favor era su edad (sesenta y cinco años), pero venía de un paso algo turbio para la época: había sido nuncio en España y amigo personal de Franco. Era demasiado para los optimistas aires democráticos de los ’60. 

Sin embargo, lo que terminó de hundir cualquier posibilidad que ganara un candidato conservador fue el desatinado discurso De eligendo pontifice que pronunció en presencia de todos los cardenales electores Mons. Amleto Tondini, un notorio miembro del partido tradicionalista. Fue un discurso que yo habría aplaudido de pie y lo mismo habrían hecho seguramente todos los lectores del blog

Mostró que el optimismo del Juan XXIII había sido infundado y que el mundo que lo aplaudía era el mundo enemigo de Cristo que nunca aceptaría el liderazgo de la Iglesia, y denunció las novedades del momento como el cientificismo, el materialismo y el relativismo, a las que muchos veían con buenos ojos. Para finalizar, dijo claramente que si los “hermanos separados” querían reunirse, debían todos ellos volver al seno de la Iglesia católica. 

Estrategia típica de los conservadores: despertar aplausos entre los propios y espantar a los que podrían haberse acercado

Según los informes de la época, como el de Bernard Pawley, consideraron con razón que este discurso tuvo el efecto de “fortalecer a la izquierda y quizás, incluso, de acercar hacia la izquierda a algunos de los vacilantes del centro, que de ese modo tuvieron una demostración gratuita de lo que les esperaba si elegían un papa derechista”

Total, que entraron al cónclave cuatro candidatos: Antoniutti por los conservadores; Suenens y Lercaro por los liberales, y Montini que se había convertido en el moderado. La jugada estaba armada.

Según relatan los que saben, las primeras dos votaciones de la mañana del 20 de junio de 1963, parecieron darle cierta chance a los conservadores, si no para elegir a su candidato, al menos para bloquear a Montini y volcarse por un candidato de compromiso, que era el cardenal Francesco Roberti. 

Montini obtuvo treinta votos y Antoniutti veinte. Lercaro también veinte, y el resto se dispersó. Aquí Suenens se bajó y exhortó a sus partidarios a dar sus votos a MontiniLa tercera votación, en la tarde de ese mismo día fue tan inconcluyente como las anteriores. 

Se dice que al finalizar la votación se escuchó la voz airada del cardenal Gustavo Testa quien dijo que debían cesar las maniobras y pensar en el bien de la Iglesia. Y esa noche, los conciliábulos se sucedieron en todo el Palacio Apostólico. Era una noche muy calurosa en la que se hacía difícil conciliar el sueño. 

El cardenal König de Viena habría prometido a Montini el apoyo de los liberales, y el cardenal Siri habría pactado también con él el apoyo renuente de los conservadores a condición de que mantuviera como Secretario de Estado al cardenal Amleto Cicognani y no nombrara a Suenens como había sido el acuerdo previo con los progresistas. Y fue lo que efectivamente sucedió (Andrew Greeley, The Making of the Popes, Andrews and McMeel, Kansas City; 1978, p. 262). Incluso el cardenal Ottaviani se habría inclinado por Montini (Giancarlo Zizola, Quale Papa?, Borla, 1977, p. 167), con quien había sido amigo cercano en los años ’30.

Al día siguiente, 21 de junio, y recién en la sexta votación, Giovanni Battista Montini obtuvo raspando la mayoría exigida: cincuenta y siete votos, apenas dos más de los necesarios. Y así nació Pablo VI, de triste y lamentable memoria

A modo de fantasía, preguntémonos si las similitudes de ambos pontificados se reflejarán también en los cónclaves. Es decir, si el cónclave que se reunirá en algún momento de la historia -si es que aún queda historia- para elegir al sucesor de Francisco tendrá elementos comunes con el que eligió al sucesor de Juan XXIII.

Y la propuesta de esta fantasía no es caprichosa, puesto que yo veo varios puntos en común. En primer lugar, el menguado grupo conservador no tiene candidato. En algún momento podría haberlo sido el cardenal Burke, pero se inmoló en un gesto de nobleza, desprendimiento y virtud que lo honra, al ponerse franca y abiertamente a la cabeza del grupo de resistencia a Bergoglio, y como esperanza y consuelo de millares de fieles en medio de estos tiempos de confusión.

Otro al que miramos con buenos ojos es al cardenal Sarah, quien no solamente es favorable a la liturgia tradicional, sino que es un hombre de Dios. Esa es la impresión que se desprende luego de la lectura de su libro La fuerza del silencio, que recomiendo vivamente. Pero justamente estas características le quitan posibilidades: pocos, ni siquiera los moderados, querrán un papa que recomiende abiertamente volver a celebrar la misa ad Orientem o que sea tan “monástico”, y tan santo… Le faltaría la sagacidad necesaria para moverse en los terrenos curiales.

Hasta hace algunos meses el candidato perfecto, a mi entender, habría sido el cardenal Pell. Tenía todas las condiciones: no era europeo (australiano), era educado (formado en Oxford) e inteligente, y con la personalidad suficiente para imponerse en los corrillos episcopales. Pero la sucia jugada que le hicieron -según dicen muchos, sus propias colegas de la Curia- aventando las falsas denuncias de encubrimiento de abusos sexuales ocurridas en los ’80 por las que se está defendiendo en Australia, hacen imposible su elección.

Algunos piensan, quizás, en el cardenal Müller. No me parece

En primer lugar, porque sería repetir, como en un calco, la elección de Ratzinger. Es decir, en el imaginario sería volver a elegir a Benedicto, y el Sacro Colegio no haría esoEn segundo lugar, porque sería una oposición demasiado fuerte y abrupta al pontificado de Francisco. Y, finalmente, porque dudo que Müller sea un candidato conservador como la mayoría lo imagina. Es un candidato católico, lo cual ya es mucho decir, pero no es un conservador.

Los progresistas, en cambio, tienen varios candidatos, y tendrán más porque nadie dice que Francisco no siga nombrado cardenales a troche y moche, así como nombra obispos

Y bien pueden tramar un estrategia como la que triunfó en el cónclave del ’63. Podrían, por ejemplo, darle aires con ayuda de la prensa a cardenales definidamente liberales como Marx, de Münich o Schönborn de Viena, o con definido olor a oveja, como Tagle, de Manila, y que difícilmente podrían ser elegidos (unos por demasiado progresistas y el otro porque ninguna persona sensata elegiría a otro cardenal del tercer mundo, después de la experiencia Bergoglio), para obligar a los conservadores a llegar a un candidato de compromiso. Y éste podría ser Ravasi o Baldisseri, por ejemplo, si pensamos en los más liberales, o Erdö, que cobró bastante protagonismo en el último sínodo, si nos inclinamos por alguien más conservador.

Y como fantasear es gratis, yo propongo otro candidato de compromiso

Monseñor Michel Aupetit, arzobispo de París

Mons. Michel Aupetit, arzobispo de París recientemente nombrado por lo que no es aún cardenal. Es un hombre de fe y de doctrina católica; es simpatizante de la liturgia tradicional (cuando era párroco en París, en su parroquia se celebraba dominicalmente la misa en forma extraordinaria), es inteligente y tiene una característica muy valiosa: no proviene de ámbitos clericales. Fue médico, ejerció once años su profesión, hizo su doctorado en medicina, se especializó en bioética y fue profesor universitario. Luego entró al seminario -que habrá sido más bien breve-, y se ordenó sacerdote a los 44 añosEs decir, no pasó por la picadora de sesos en la que se han convertido los seminarios contemporáneos, y es extraño a las camarillas y a las costumbres de los clérigos que suelen ser malsanas. El sitio Messa in latino, que no es precisamente liberal, publicó hace pocos días su homilía pascual, un texto católico, inteligente y breve, lo que siempre se agradece de una homilía. 

Habrá que esperar a que llegue el momento del cónclave. 

Me auguro que la espera no sea muy larga.

The Wanderer

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NOTA: El formato (colores, tipo de letra, subrayado, ...) es mío

Sorpresa. Entre los hombres de Francisco está quien defiende "Humanae vitae" (Sandro Magister)


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Increíble, pero cierto. La oleada revisionista que con evidente beneplácito del papa Francisco está atropellando la encíclica de Pablo VI, "Humanae vitae", se estrella en el Vaticano contra un escollo que defiende esta encíclica justamente en su enseñanza más controvertida, esto es, el recurso únicamente a los ritmos naturales de la fecundidad para el ejercicio de la “paternidad responsable”, y no a los anticonceptivos artificiales: aquéllos son admitidos, éstos últimos son condenados.
El elemento más sorprendente de la noticia es que la persona que se manifiesta contra la corriente, en abierta defensa de la auténtica enseñanza de "Humanae vitae", es precisamente aquél a quien Francisco puso hace dos años como cabeza del refundado Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, esto es, del Instituto que debería sostener y reforzar la nueva línea de la Iglesia en esta materia. Es el teólogo milanés PierAngelo Sequeri (en la foto), especialista de valor reconocido, un gigante en comparación con ese Vincenzo Paglia que teóricamente estaría por encima de él, como Gran Canciller del mismo Instituto, además de ser presidente de la Pontificia Academia para la Vida, también él promovido a esta doble tarea por el papa Francisco, y notoriamente inclinado a admitir la licitud de la píldora y de los otros anticonceptivos.
La ocasión que Sequeri aprovechó para intervenir sobre la "Humanae vitae" fue un congreso importante dedicado a Pablo VI, celebrado el 9 y 10 de mayo en la Universidad Católica de Milán. El texto de su conferencia fue publicado casi íntegramente en "Avvenire", el diario de la Conferencia Episcopal Italiana, el mismo día en el que Sequeri la pronunció:
Es un texto de extraordinario espesor teológico, para ser leído en su totalidad, especialmente allí donde identifica el fundamento último del amor generativo entre el hombre y la mujer, no tanto en el simbolismo nupcial de la relación entre Dios y su pueblo, sino antes todavía y más a fondo en la vida del Dios trinitario, en la generación eterna del Padre en el Hijo, quien se exhala como Espíritu.
Es hacia este fundamento que Sequeri reconduce "la íntima unión del significado unitivo y procreativo" sacado a la luz por "Humanae vitae".
Y es así que él da razón a lo que la encíclica enseña a favor del recurso a los ritmos naturales de la fecundidad y contra los anticonceptivos artificiales:
"La íntima unión del significado unitivo y del significado procreativo instituye la justicia del acto propio de la intimidad conyugal. La integridad de esa unión pertenece a la estructura simbólica del acto conyugal: custodia el significado natural del afecto conyugal, también independientemente del efecto procreativo que los ritmos naturales de sus condiciones ya de por sí no imponen automáticamente.
"En este marco, parece entonces justificable – honesta, lícita, coherente – la práctica de la intimidad conyugal que reconoce y consiente la suspensión natural del efecto generativo, mientras que resulta injustificable la práctica que procura e impone una esterilización artificial del acto conyugal[subrayado nuestro].
"El ritmo personal de la unión y de la abstención, que armoniza el señorío de la voluntad con el ritmo 'natural' de la fecundidad y de la infertilidad, aparece como el paradigma de un sendero precioso de educación y de maduración.
"Pablo VI es consciente del hecho que esta enseñanza no será quizás fácilmente aceptada por todos (HV, n. 18). Al mismo tiempo, francamente, reconoce el peso que esta línea de responsabilidad comporta, en orden a la conciliación de las dinámicas conyugales con la fidelidad a sus principios. La comprensión de los momentos en los que este esfuerzo debe llegar a un acuerdo con nuestra fragilidad y vulnerabilidad está en la cuenta de esta conciencia".
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Esto es lo que ha dicho el decano del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia. Al publicar su conferencia "Avvenire" no dio el más mínimo relieve al pasaje en el que confirma la condena de los anticonceptivos artificiales. Y se puede entender esta reticencia, al estar también el diario de los obispos italianos empeñado desde hace meses en archivar esa condena y en adecuar la "Humanae vitae" a los presuntos "nuevos paradigmas" inaugurados por el papa Francesco.
En efecto, el actual Papa se ha pronunciado como admirador de Pablo VI, de la “genialidad profética” con la que escribió la "Humanae vitae" y de su “valentía al alinearse contra la mayoría, al defender la disciplina moral, al ejercer un freno cultural, al oponerse al neo-malthusianismo presente y futuro".
Pero Francisco no ha dejado de insistir en el hecho que "todo depende de cómo se interprete 'Humanae vitae'", porque “la cuestión no es cambiar la doctrina, sino profundizar y hacer efectivamente que la pastoral tenga en cuenta las situaciones y lo que para las personas es posible hacer".
Éste es el salvoconducto papal de la que se hacen fuerte las personas y las instituciones que se mueven en apoyo de una revisión de "Humanae vitae", desde el cardenal Walter Kasper a monseñor Paglia, desde la Pontificia Universidad Gregoriana – con la ahora célebre conferencia del profesor Maurizio Chiodi – al diario de los obispos italianos.
No hay que subestimar la voz de alto dada por Sequeri, ya que proviene de un teólogo al cual el papa Francisco le confirió un destacado rol de conducción.
Pero hay que excluir que detendrá la ola revisionista. En el “proceso” puesto en movimiento por Jorge Mario Bergoglio también puede estar la voz de Sequeri, junto a muchas otras opuestas, pero serán éstas últimas las que prevalezcan.
En el transcurrir de este año Francisco proclamará santo al Papa de la "Humanae vitae". Pero es fácil prever que sucederá con Pablo VI y su encíclica lo que ya sucedió con Juan Pablo II, también él canonizado y alabado como “el Papa de la familia”, justamente mientras se abatía la enseñanza respecto a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y se legitimaba de hecho el divorcio.
Sandro Magister

Noticias varias 14 de mayo de 2018 (Humanae Vitae, Abusos sexuales Chile, C9, Met Gala, Suicidio demográfico, Fátima y Rusia, El Príncipe de este mundo, ...)




Fátima, Rusia, y Roma la sacrílega (AF)

El católico mundano, exalta con entusiasmo el orden temporal, todo aquello que el hombre en cuanto criatura es capaz de hacer por sus fuerzas, como si todo eso, sin más, fuera básicamente «la causa de Cristo». (El Oriente en llamas)


CATHOLIC DEMOGRAPHIC SUICIDE. It's almost all gone (The Vortex) (Video aquí)   

PABLO DIJO NO (First Things)

La Iglesia entregada a la potestad del Príncipe (Flavio Infante, en AF)

Columnista invitado sobre la blasfema “MetGala”: qué bajo hemos caído (Rorate Caeli /AF)

Amparados en la constitución, hasta el año 2016, se realizaron en España 2.196.653 abortos (El Oriente en llamas)



“El verdadero progreso de la sociedad depende en gran medida de las familias numerosas” (Infovaticana)

El C9, un ‘gobierno’ plagado de miembros problemáticos (Carlos Esteban en Infovaticana)


John Senior: una guía para padres y educadores (Catholic Exchange)


Chilean bishops bring ‘shame’, say they’ll hear pope with ‘humility’ (Crux)

Pope Francis has taken a journey on Chile’s sex abuse crisis (Crux)



Selección Por José Martí

Estrategia alemana: “Unánime” no significa “sin un voto en disidencia”




Tres obispos alemanes han declarado que el llamado del papa Francisco por un acuerdo “unánime” sobre la Comunión para los protestantes no significa que todos los obispos deben estar de acuerdo con este sacrilegio.

Estos obispos son Reinhard Marx, el cardenal de Múnich; monseñor Gerhard Feige, obispo de Magdeburgo, y monseñor Peter Kohlgraf, obispo de Maguncia. Los tres pertenecen a la facción anticatólica.

Monseñor Kohlgraf dijo al diario Kölner Stadt-Anzeiger que los obispos tendrán otro encuentro sobre la Comunión a los protestantes, por eso la minoría en desacuerdo “no perderá prestigio”, como si éste fuese el problema.

La Iglesia alemana, con la fe católica totalmente extinguida, se ha convertido en una secta horripilante que se dirige hacia su extinción.