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viernes, 30 de marzo de 2018

Scalfari y el Papa: una farsa que debe terminar (Riccardo Cascioli)


ORIGINAL EN ITALIANO, EN LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA


El Papa que niega la existencia del infierno. Una enormidad que durante horas y horas ha rebotado en los diarios de todo el mundo, antes que la Santa Sede desmintiera al fundador de La Reppublica, Eugenio Scalfari. Pero en el comunicado de la sala de prensa muchas cosas no cuadran...

¿Pero qué debe pensar un pobre católico que en la mañana del Jueves Santo se adentra en Internet y se entera que el Papa ha dicho a un viejo periodista, que es su amigo, que el infierno no existe y las almas que no se arrepienten simplemente desaparecen? 


Un Papa que niega dos verdades de fe: el infierno y la inmortalidad del alma. No puede ser, jamás ha ocurrido en la historia de la Iglesia. Y justamente en el inicio del Triduo Pascual, cuando revivimos el sacrificio de Cristo, que ha venido a salvarnos del pecado

Se trata de una sincronización diabólica. Si no existe el infierno no existe ni siquiera la salvación. Poco importa si no se trata de un texto magisterial, sino del ahora habitual artículo del fundador de Repubblica, Eugenio Scalfari, que transcribe interpretando una conversación llevada a cabo en Santa Marta con el papa Francisco. La afirmación es de una enormidad inaudita y con consecuencias devastadoras.

No es posible, no es posible que el Papa piense esto, y mucho menos que lo diga tan a la ligera en una conversación con un periodista que se sabe que tiene la costumbre de transcribir las conversaciones con el Papa, y que la Santa Sede ya ha desmentido dos veces (aunque siempre dejando muchas dudas). Sin embargo, hay silencio desde el Vaticano. Silencio, a pesar de que desde la madrugada varios periodistas pidieron inmediatamente explicaciones a los responsables de la sala de prensa.

Las horas pasan, la noticia gira alrededor del mundo: “el Papa niega la existencia del infierno”. Equivale a decir que durante 2.000 años la Iglesia ha bromeado, se ha burlado de mucha gente

No sólo sobre la existencia del infierno. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en el n. 1035
“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el fuego eterno’. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira”.
Si se puede negar esta verdad o cuestionarla, ¿por qué no se podría hacer lo mismo con todas las otras verdades de la fe? ¿Por qué creer en la Santísima Trinidad, o en Dios creador, o en la Encarnación? Las recaídas de tal afirmación son explosivas, significa negar la misma función de la Iglesia. No es posible que el Papa pueda decir tal enormidad. Sin embargo, siguen pasando las horas y desde el Vaticano nada, a pesar de la asfixiante presión de los periodistas.

Finalmente, poco después de las 15 horas, la sala de prensa se digna difundir un comunicado que desmiente las palabras de Scalfari
“El Santo Padre Francisco ha recibido al fundador del diario La Reppublica en un encuentro privado, en ocasión de la Pascua, pero sin concederle una entrevista. Todo lo que es relatado por el autor en el artículo de hoy es fruto de su reconstrucción, en la que no se citan las palabras textuales pronunciadas por el Papa. Ningún encomillado del mencionado artículo debe ser considerado, entonces, como una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre”.
Surge un suspiro de alivio. De hecho, no podía ser posible que el Papa afirmara tan a la ligera una enormidad de este tipo. Sin embargo... Sin embargo, algo no cuadra

- Nueve horas para desmentir una sensacional herejía atribuida al Papa: es para no creer, algo que merecería la renuncia en bloque de todos los responsables de la comunicación vaticana.

- Y luego el contenido de la desmentida, absolutamente inadecuado respecto a la gravedad del tema. No se afirma que Scalfari inventó todo, como alguno se apresuró a escribir. Las afirmaciones son mucho más prudentes, por no decir ambiguas:

1. Se dice que el encuentro entre el Papa y Scalfari no fue concebido como una entrevista. Ya, pero aparte de la primera vez, todos los encuentros de Scalfari con Francisco fueron charlas privadas que luego terminaron puntualmente en las páginas de La Reppublica. Se podría entonces dar por descontado que también esta vez habría de ser así.

2. Todo lo escrito en La Reppublica, según la sala de prensa, no está inventado, sino que es una “reconstrucción”, simplemente “no son las palabras textuales del Papa”. Si el italiano no es una opinión quiere decir, sin embargo, que se habló del tema y algo se dijo de ello, de modo que esté claro que las palabras no han sido transcriptas fielmente.

Hay que recordar que, en las ocasiones anteriores, en las que la sala de prensa tuvo que intervenir para desmentir los artículos de Scalfari, el entonces vocero, el padre Lombardi, había precisado que la transcripción no era fiel, pero informaba “el sentido y el espíritu de la conversación”.

No sólo eso, no es la primera vez que Scalfari le atribuye al Papa este pensamiento sobre el infierno. De hecho, escribió el pasado 9 de octubre: “el papa Francisco -lo repito- abolió los lugares de eterna residencia en el más allá de las almas. La tesis sostenida por él es que las almas dominadas por el mal y no arrepentidas cesan de existir, mientras que los que han rescatados del mal serán elevados al estado de bienaventuranza, contemplando a Dios.

Entonces no fue desmentido, tal vez porque el artículo no fue presentado como una entrevista dirigida al pontífice o porque se incluía en el interior de la recensión de un libro de monseñor Paglia. El hecho es que Scalfari, en sus "reconstrucciones", ya desde hace tiempo insiste diciendo que, con él, el Papa niega la existencia del infierno.

Tales enormidades son desmentidas con otra diferente convicción y determinación, con la conciencia de la gravedad del hecho, y quizás aprovechando la oportunidad para reiterar la doctrina de la Iglesia en la materiahaga clic aquí). 


Pero, sobre todo, visto que se ha debatido el argumento, explicar qué dijo verdaderamente el Papa a Scalfari, barriendo así toda ambigüedad y confusión sobre el argumento.

Finalmente, en este punto, visto que es reincidente, se podrían también evaluar acciones legales contra Scalfari, si es verdad que se aprovecha de una amistad y, quizás, de una debilidad del Papa, para provocar desorden en la Iglesia. Y ciertamente también la Asociación de Periodistas tendría la obligación de intervenir, como lo haría, por mucho menos, contra otros colegas.


Todo aquél que, pudiéndolo evitar, permite que avance esta farsa es cómplice.


Riccardo Cascioli

Publicado el 30 de marzo de 2018 en: www.lanuovabq.it/it/scalfari-e-il-p… Traducción al español por: José Arturo Quarracino

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Tantum Ergo Sacramentum


Duración 1:55 minutos


El portavoz del Vaticano, incapaz de aclarar si Francisco cree o no en el infierno (Carlos Esteban)



La enésima entrevista de Francisco con Scalfari ha dejado dos graves herejías, puestas en boca del Papa por su amigo, director de la Repubblica. 
No es la primera vez que se cita a Francisco como si no creyera en el infierno ni en la inmortalidad del alma humanaSala Stampa emite un comunicado que ni confirma ni desmiente.

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Scalfari: “Pero, ¿qué pasa con las almas malas? ¿Dónde son ca
stigadas?

Francisco: “No son castigadas, las que se arrepienten obtienen el perdón de Dios y entran en las filas de las almas que Le contemplan, pero aquellas que no se arrepienten y no pueden, por tanto, ser perdonadas, desaparecen. No hay infierno, lo que hay es la desaparición de las almas pecadoras”

Con estas palabras de Su Santidad, dentro de una nueva entrevista, la enésima concedida a su amigo, el periodista ateo Eugenio Scalfari, se han desayunado esta mañana los lectores del diario italiano La Repubblica, hoy Jueves Santo.

La noticia de que “el Papa ha abolido el Infierno”, como es natural, ha corrido como la pólvora, no solo en redes sociales: ese era también el titular aparecido en el diario británico The Times.

Naturalmente, la Oficina de Prensa vaticana se ha apresurado en su tarea, ya habitual, de apagafuegos de urgencia, con un desmentido que, sinceramente, equivale a aparecer con un cubito de playa en el incendio de Roma. Un desmentido que ni confirma ni desmiente las palabras del Papa.
“El Santo Padre ha recibido recientemente al fundador del diario La Repubblica en un encuentro privado con ocasión de la Semana Santa, pero sin dar ninguna entrevista. Lo que publica hoy en el artículo su autor es el resultado de su reconstrucción, en la que no se reproducen las palabras exactas pronunciadas por el Papa. Por tanto, ninguna cita del mencionado artículo puede considerarse puede considerarse una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre”.
Se nos amontonan las preguntas.

Por ejemplo: si lo que aparece publicado no es una ‘transcripción fiel’ de las palabras del Papa sino una ‘reconstrucción’ que ha hecho Scalfari de las mismas, ¿cuáles fueron esas palabras, esta vez fielmente transcritas? No es como si estuviéramos hablando del tiempo, ni siquiera del Cambio Climático o la inmigración ilegal masiva; es leer en unas declaraciones atribuidas al Vicario de Cristo dos proposiciones heréticas: que no hay infierno y que algunas almas son aniquiladas. No sé, a los fieles, sobre todo después del revuelo mediático, quizá les tranquilizaría una profesión de fe del Papa a este respecto.

Más: entendemos que Scalfari es un hombre mayor, nonagenario ya, pero se mantiene intelectualmente activo y nadie ha puesto en duda su agudeza mental ni nada sugiere que padezca algo parecido a la demencia senil. ¿Cómo, entonces, puede ‘construir’ tan rematadamente mal lo que le acaba de decir el Papa? “No existe el infierno”, dicho por un Pontífice a un periodista, no es uno de esos comentarios que uno deje pasar sin asegurarse de que ha oído bien. No todos los días es uno testigo de cómo un Papa contradice dos mil años de doctrina.
Así que, o la ‘construcción’ es fiel al sentido, si no a las palabras exactas, o Scalfari, simple y llanamente, miente, en cuyo caso el desmentido debería expresarlo así para evitar malentendidos.
Y esto nos lleva a otra cuestión que nos tiene perplejos: ¿por qué? Ni siquiera es la primera vez. Scalfari ya entrevistó a Francisco y la bendita Oficina de Prensa también tuvo que salir al quite en su momento para decir que el Papa tampoco había dicho exactamente lo que el entrevistador le atribuía. La Oficina de Prensa, insistimos, porque el Papa no desmintió nada personalmente.

¿Por qué repetir? ¿Por qué volver a arriesgarse al escándalo, al desánimo de los fieles, al regodeo de los enemigos de la Iglesia? “Es que al Papa le cae muy bien Scalfari”, he llegado a leer. ¿Y? Es el Papa, es el Vicario de Cristo, lleva ya cinco años en el Trono de Pedro (y justo antes no era exactamente un curita rural). Tiene, por fuerza, que saber que cada una de sus palabras va a tener un enorme eco a lo largo y ancho del planeta. No puede permitirse lo que, en otros, podría disculparse como un simple desahogo trivial o torpeza inconsecuente.

Seguimos. El asunto de esta nueva confusión -los Novísimos, nuestro destino después de la muerte- no es, en sí mismo, nuevo. Ambos protagonistas lo trataron en el último malentendido público. También entonces se publicó que el Papa había expresado opiniones del todo concordes con lo que hemos leído hoy, y nunca desmentidas personalmente por el propio Santo Padre. ¿Quiere decirnos algo Francisco?
Carlos Esteban

Jueves Santo: carácter sacrificial de la Santa Misa (José Martí)




En la Eucaristía, instituida por Jesucristo en la noche de la Última Cena, tiene lugar el máximo acto de amor posible. Es la  primera Misa. Allí Él se entrega completamente (Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) teniendo lugar "a priori" (pero realmente) el mismo Sacrificio de la Cruz que tendrá lugar al día siguiente; y que es, asimismo, el mismo y único Sacrificio "a posteriori" que se celebra todos los días en la Santa Misa, desde hace dos mil años.

Este carácter sacrificial de la Misa es esencial, pues tal era la voluntad de su Padre (que era también la Suya): "Sin efusión de sangre no hay remisión de los pecados" (Heb 9, 22). Y Cristo "destruyó el pecado por su sacrificio". Dice el autor de la carta a los hebreos que "también Cristo, después de ofrecerse una sola vez para quitar los pecados de muchos, por segunda vez, sin relación ya con el pecado, se manifestará a los que le esperanpara salvarlos" (Heb 9, 28). 

Un gran MISTERIO de iniquidad es el pecado, hasta el punto de hacer "necesario" otro MISTERIO de amor, el Amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, el cual "se anonadó a sí mismo ... haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2, 6-8). Hasta ese extremo somos amados por Dios quien, por su parte, espera de nosotros igualmente un amor total y libre, en perfecta reciprocidad al Amor que Él ya nos ha manifestado y nos sigue manifestando.

El horror y el odio al pecado (que no al pecador) y el miedo a ofender a Dios (el santo temor de Dios) es lo propio en un cristiano que se tome en serio su vida cristiana, pues fue el pecado la causa que hizo "necesaria" su muerteNuestro amor a Jesús debe llevarnos, pues, a "luchar hasta la sangre contra el pecado"(Heb 12, 4). No nos lo podemos tomar a broma o como si no hubiera sucedido o como si no fuera con nosotros. La actitud del avestruz que esconde la cabeza para no ver al cazador no elimina a dicho cazador, el cual, además, podrá cazarla con más facilidad.

Y de ahí la importancia fundamental y esencial que tiene la Cruz para un cristiano; cuando se lleva con paciencia, generosidad y esperanza, siempre con el corazón puesto en Jesucristo y unidos a Él, entonces se pone de manifiesto la autenticidad de nuestro amor, que no se queda sólo en palabras. 

El mundo odia la cruz y pretende desterrarla y destruirla, hacerla desaparecer ... y, sin embargo, fue -precisamente- la muerte de Cristo en la cruz la que nos ha dado la posibilidad de salvarnos, algo que antes era imposible. Y de este modo el significado de la cruz ha cambiado por completo, pasando de ser lo más horroroso a ser lo más hermoso al haberse convertido en la máxima expresión posible de amor, hecha realidad en Jesucristo quien dijo: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). 

El rechazo de la cruz equivale, por lo tanto, al rechazo del amor de Jesús por nosotros, por todos y cada uno. La cruz -la senda estrecha- es el único camino que lleva a la vida ... si se lleva junto al Señor. Y es, como sabemos, una condición necesaria para poder ser discípulos suyos: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lc 9, 23). Y sigue diciendo: "Pues quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi amor, ése la salvará" (Lc 9, 24).

Es por ello que un cristiano no debe de temer las contrariedades (todas ellas consecuencia del pecado de origen), sea cual fuere el modo en el que éstas se presenten: los imprevistos, el dolor, el sufrimiento, las enfermedades, tanto las propias como las de personas queridas e incluso la muerte, que es el mal más terrible por el que todos tenemos que pasar, todo ello puede -y debe- constituir un medio para unirnos más a Jesús, puesto que Él pasó por lo mismo, haciéndose uno de nosotros (sin dejar de ser Dios). El contacto con Él debe de llevarnos a ver las cosas como realmente son, puesto que És es quien las ha creado y conoce todo mucho mejor que nosotros.

Con relación a la muerte, ésta debemos de considerarla como lo que verdaderamente es, a saber, un sueño, según las palabras de Jesús, antes de resucitar a la hija de Jairo: "La niña no está muerta, sino dormida" (Lc 8, 52). Esta idea de la precariedad de la vida viene a ser como un aviso de la Providencia para hacernos ver que "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la venidera" (Heb 13, 14) ... Razón por la cual, mientras no lleguemos a nuestra verdadera Patria, que es el Cielo, tenemos que aprovechar todas las oportunidades que Dios nos da cada día para acrecentar nuestro amor hacia Él

Porque se da, además, la circunstancia de que nuestras cruces, las que sean, si se llevan por amor a Jesús, llegan incluso a hacerse deseables.  No se busca la cruz por sí misma -lo que sería absurdo y enfermizo, propio de masoquistas, todo lo más alejado de un cristiano- pero sí se busca en tanto en cuanto se reconoce en ella (y sólo si eso es así) una condición necesaria para parecernos más a Él  y vivir su propia vida, pues el amor, cuando es verdadero, requiere de una comunidad de vidas entre los que se aman, según el decir de san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). "Mi amado es para mí y yo soy para Él" (Cant 2, 16) 

Viviendo una vida crucificada con Cristo, encontramos nuestra auténtica vida. "El que pierda su vida por Mí la encontrará" (Lc 10, 39). Hay un intercambio de vidas: Yo le doy mi vida y Él me da, a cambio, la Suya; un trueque en el que soy yo, desde luego, quien sale ganando. Así entiende Dios el amor. Y ése es el único modo correcto de entenderlo.  Sólo amando de esta manera podremos ser felices, ya en esta vida. Al fin y al cabo, hemos sido creados por el Amor y para el Amor. Tal es el sentido de nuestra vida. No hay otro.

Y me vienen a la mente ahora las palabras que, en una ocasión, dirigió Jesús a sus discípulos: "Tomad sobre vosotros Mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque Mi yugo es suave y Mi carga ligera(Mt 12, 29-30). Palabras verdaderamente consoladoras.

Por eso, ante las dificultades, tenemos que reaccionar tal y como dice el apóstol Santiago: "Tened, hermanos míos, por sumo gozo, el veros rodeados de diversas pruebas, sabiendo que la puesta a prueba de vuestra fe produce paciencia" (Sant 1, 2-3). Y la importancia de la paciencia es fundamental. Esto dijo Jesús: "Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 19).

En la Cruz Jesús manifestó el máximo Amor posibledando su vida en rescate por muchos: por todos aquellos que quieran ser salvados, arrepintiéndose de sus pecados con gran dolor por haberle ofendido; y proponiéndose, con firmeza, no volver a pecar más, volverse a Él con sencillez, humildad y confianza, sabiendo que, como dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5,20) ... y teniendo la seguridad que nos proporcionan las palabras del profeta Isaías: "Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve" (Is 1, 18). 

De modo que tenemos que pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la fortaleza y de la fidelidad: que no nos avergoncemos nunca de Él y que, llegado el caso -si llegara- de ser perseguidos a causa de su Nombre, que nos haga capaces de actuar como hicieron los apóstoles que "se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre"  (Hech 5, 41) 
José Martí