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jueves, 5 de abril de 2018

Las frases más fuertes del Papa sobre el infierno y el demonio [Vídeo comentado por José Martí]


Duración 2:44 minutos

Sería bueno que el Papa Francisco clarificara, de un modo contundente, que el Infierno existe ... dado el revuelo que se ha producido a raíz de su quinta "conversación" con su gran amigo ateo Scalfari, fundador del periódico la Reppublica. 

Aunque hay un comunicado del Vaticano en el que se desmiente que el Papa dijera exactamente esas palabras, todo el mundo sabe que una idea puede expresarse de diferentes modos, siendo la misma idea. 

Scalfari, por otra parte, aunque tiene ahora 93 años, no padece de demencia senil y tiene la suficiente memoria como para reproducir todo un diálogo con el Papa Francisco. Por ejemplo, el que publicó en la Reppublica el 1 de octubre de 2013, sobre una entrevista que mantuvo con el papa Francisco el 24 de septiembre de 2013. Dicha entrevista fue publicada el mismo 1 de octubre en la página web del Vaticano, en L'Osservatore Romano, lo que indica que era bastante fiel al contenido de lo que Scalfari habló con Francisco

No hubo ningún desmentido al respecto, durante mes y medio, hasta el 15 de noviembre en que la quitaron (Ver aquí). Pero luego volvieron a colocarla de nuevo (ver aquí

Por lo tanto, no tiene mucho sentido decir que Scalfari no recuerde  el contenido de la conversación que tuvo con Francisco, aunque lo haya expresado con otras palabras. ¿Qué más da? Y aún tiene menos sentido cuando se trata de un tema de trascendental importancia, cual es la existencia del infierno. ¿No va a recordar Scalfari algo tan simple como una afirmación o una negación acerca de lo que dijo el papa sobre la existencia del infierno? 

[Eso es muy difícil de creer. Además este asunto ya había sido tratado anteriormente, en octubre del pasado año 2017, aunque no de un modo tan especial como ahora. Léase el artículo de One Peter Five, titulado: ¿El papa Francisco y el arzobispo Paglia creen que el infierno no existe?]

Téngase en cuenta, además, que el periódico la Reppublica posee un gran reconocimiento. Y no le interesan las fake-news, contra las que el Papa habló no hace mucho. un prestigio tan grande ... y dado que no sólo no ha desmentido esta noticia, sino que Scalfari ha insistido en que él recuerda que eso fue lo que dijo el Papa ... una de dos: o el Papa miente o Scalfari miente. 

Scalfari niega explícitamente que haya mentido y se reafirma en lo dicho (no creo que se juegue su prestigio diciendo mentiras, aun cuando no haya usado grabadoras).  En cambio, en el Vaticano hay tan solo un desmentido, que no es tal, pues en él no se dice nada. Únicamente que "esas no fueron las palabras que Francisco utilizó". 

De manera que si el Vaticano no afirma expresamente la existencia del infierno ... y no responde a las nuevas y reiteradas afirmaciones de Scalfari,  ¿cómo se puede interpretar ese silencio del Papa y, además, en una cuestión tan importante? 

Conociendo a Francisco, y cómo nos tiene acostumbrados a no responder y a que sean otros los que se dediquen a interpretar lo que dijo o dejó de decir o quería decir en realidad, etc ... tal silencio no es de extrañar. Pero ... claro: ¡actuando así está dándole la razón a Scalfari! De paso, siembra la confusión entre los creyentes (y también entre los no creyentes). El refrán "el que calla, otorga" cobra aquí una especial relevancia. 

La confusión es aún mayor debido a que el Papa, en otras ocasiones, ha dicho que el infierno sí existe, como se oye y se ve en el vídeo de arriba, aunque, dicho sea de paso -y según dicho vídeo- al infierno sólo irían los corruptos que no se arrepientan ... como si la corrupción fuese el único pecado contra el Espíritu que no se perdona (cierto que es un pecado muy grave, pero hay muchísimos otros pecados, igualmente graves, que tampoco se perdonan si el sujeto en cuestión no se arrepiente de ellos). 

En definitiva, nos encontramos con que la misma persona que dice: El infierno sí existe (aunque sólo sea para los corruptos impenitentes) dice también (al no desmentirlo) que el infierno no existe. Imposible conciliar ambas afirmaciones, atribuidas al Papa Francisco.

Ahora bien: la existencia del infierno es un dogma de fe y, de negarla, el Papa cometería una herejía ... He ahí  la razón del "desmentido" del Vaticano, para curarse en salud. Pero en realidad de verdad no se desmiente nada en dicho comunicado, pues en él no se afirma con total claridad -como sería de esperar- que el infierno no exista ... sólo se dice que "esas palabras que aparecen en el periódico La Reppublica no coinciden con las que dijo el Papa". Sinceramente, yo sólo veo aquí una tomadura de pelo, por no hacer uso de palabras mayores. Porque resulta que ese "comunicado" nos deja igual ... o peor.  Igual de perplejos (a los que ya lo estén) ... y peor en lo que concierne a lo que el Papa realmente cree ... pues eso es lo que verdaderamente importa. Pero no: mutismo absoluto. 

Hay una solución muy sencilla a este dilema ... y es que el Papa hable ... y se defina con toda claridad, sin subterfugios. Si no lo hace -y debería de haberlo hecho ya- si permanece en silencio no está haciendo otra cosa que dar la razón a lo que Scalfari ha afirmado en su periódico que ha dicho Francisco. ESO NO ES, NI MÁS NI MENOS, QUE UNA PROCLAMACIÓN DE HEREJÍA ... solapada, subrepticia, informal, ... ¡Llámese como se quiera! ... El cambio de palabras no afecta a la realidad. 

Evidentemente, se trata de una situación muy grave, dado que de ser así -como parece- tendríamos ahora mismo como Papa a un hereje, dado que niega (de un modo u otro) algunos de los dogmas que la Iglesia ha establecido desde siempre. De persistir en su herejía (y, en mi opinión, el callar es un modo de hacerlo) dejaría automáticamente de ser Papa, dado que estaría negando las afirmaciones del fundador de la Iglesia, que es Jesucristo.  

La existencia del infierno -la entendamos mejor o peor- no puede ser puesta en duda por un católico, puesto que dejaría de serlo. Sobre dicha existencia del infierno hay infinidad de citas bíblicas, de las que tomaré sólo dos, como muestra: una es de San Mateo, quien dice que al fin del mundo ... "el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que apartarán de su reino todos los escándalos y a quienes obran la maldad, y los arrojarán al horno de fuego: allí habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 13, 41-42)

Y la segunda cita es del Apocalipsis: "Esto dijo el que estaba sentado sobre el trono: ... los cobardes, los incrédulos, los abominables, los homicidas, los fornicarios, los hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda" (Ap 21, 8). 

La Biblia es Palabra de Dios ... y, como tal, nadie (y menos aún el Papa, que tiene la obligación de confirmar en la fe a sus hermanos) puede cambiarla. Así dice Jesús en el Apocalipsis: "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19)

Concluyendo: dada la trascendencia de este tema, sobre la pretendida (o real) afirmación papal en relación a la existencia del infierno ... sería realmente necesaria (y no sólo conveniente) una declaración clara, inequívoca y directa del Papa a este respecto. 
Tal declaración tendría que salir a relucir en todos los medios que sacaron a la luz la conocida noticia. A consecuencia de ello, Scalfari tendría que desmentir sus palabras acerca de lo que el Papa dijo. Y deberían emprenderse acciones legales contra él por calumnia y difamación.
Si eso no ocurre (y es lo más probable que no ocurra, dada la trayectoria de Francisco durante estos cinco años de Pontificado), entonces  el Cisma formal [pues el cisma real ya existe] es cuestión ya de poco tiempo.  

Y Francisco habría sido profético cuando dijo: ‘No descartaría que pase a la historia como el Papa que dividió a la Iglesia Católica'

¡Ojalá que Dios iluminara al Papa, en este sentido (si él se deja, claro está) y desapareciera ya -de una vez- la confusión y la conmoción que se ha producido, en todo el mundo, a raíz de esa "conversación" entre Francisco y Scalfari que, para más INRI, se produjo el 29 de marzo, día de Jueves Santo, uno de los días más importantes del año litúrgico en donde se conmemora la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, que son los pilares fundamentales de nuestra Fe, junto al amor fraterno. 

Pero, en fin: Dios proveerá. ¡De eso podemos estar seguros!

José Martí

Cardenal Burke: “La situación es intolerable. No sólo es posible, sino necesario criticar al papa”




«Lo sucedido con la última entrevista concedida a Eugenio Scalfari durante la Semana Santa supera todo lo tolerable», ha declarado el cardenal Raymond Leo Burke en una entrevista a Ricardo Cascioli aparecida en La nuova bussola quotidiana el pasado 4 de abril.

«Que un ateo pretenda anunciar una revolución en la enseñanza de la Iglesia Católica, afirme hablar en nombre del Papa, y niegue la inmortalidad del alma humana y la existencia del infierno ha suscitado un escándalo tremendo, no sólo para muchos católicos, sino también para numerosos laicos que respetan la Iglesia Católica y sus enseñanzas aunque no las compartan”, declaró el cardenal estadounidense, uno de los cuatros firmantes de los dubia en 2016. «Es más, la respuesta de la Santa Sede a la reacción de escándalo que se ha producido en todo el mundo ha sido en extremo insuficiente. En lugar de reafirmar claramente la verdad sobre la inmortalidad del alma humana y el infierno, el mentís se limita a decir que algunas de las palabras citadas no son del Papa. No dice que el Sumo Pontífice no esté de acuerdo con las ideas erróneas, e incluso heréticas, expresadas por dichas palabras, ni que las repudie por ser contrarias a la fe católica. Jugar de esta manera con la fe y la doctrina, al nivel más alto de la Iglesia, es con razón causa de escándalo entre los pastores y los fieles.»

A una pregunta de Cascioli sobre el silencio de sus pastores, el cardenal Burke responde: «La situación se ha visto agravada por el silencio de tantos obispos y cardenales que comparten con el Sumo Pontífice el deber de velar por la Iglesia universal. Algunos se han limitado a permanecer en silencio. Otros fingen que no reviste la menor gravedad. Y otros propagan fantasías sobre una nueva Iglesia, una Iglesia que emprende un rumbo totalmente novedoso, soñando, por ejemplo, con un nuevo paradigma para la Iglesia o una conversión radical de la praxis pastoral de la misma, haciéndola de nueva planta. También hay promotores entusiastas de la supuesta revolución en la Iglesia Católica. Los fieles que perciben la gravedad de la situación reaccionan con perplejidad ante la falta de dirección doctrinal y disciplinar por parte de sus pastores. Y para los que no entienden la gravedad de la situación, esa falta los deja confundidos y vulnerables a errores peligrosos para su alma. Muchos que han entrado en plena comunión con la Iglesia Católica tras haberse bautizado en una comunión eclesial protestante porque dichas comunidades abandonaron la fe apostólica sufren intensamente con esta situación: se dan cuenta de que la Iglesia Católica está siguiendo el mismo camino de abandono de la fe. Esta situación me lleva a reflexionar cada vez más sobre el mensaje de la Virgen de Fátima, que nos advierte del mal –peor aún que los gravísimos males originados por difusión del comunismo ateo– que supone la apostasía de la fe en el seno de la Iglesia. El número 675 del Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes”, y que “La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.”»

El cardenal Burke señala posibles iniciativas: «Ante semejante situación los obispos y cardenales tienen el deber de anunciar la verdadera doctrina. Al mismo tiempo, deben orientar a los fieles para que ofrezcan reparaciones por las ofensas a Cristo y las heridas infligidas a su Cuerpo Místico, la Iglesia, cuando la fe y la disciplina no son debidamente salvarguadadas y promovidas por los pastores. El gran canonista del siglo XIII Enrico da Susa el Ostiense, ante la grave situación de cómo corregir a un romano pontífice que actúa de modo contrario a como le obliga su cargo, afirma que el colegio cardenalicio es de facto un mecanismo de control de los errores papales. Si el Papa no ejerce bien su oficio por el bien de las almas, no sólo es posible sino incluso necesario criticarlo. Esa crítica debe ajustarse a las enseñanzas de Cristo sobre la corrección fraterna (Mt.18, 15-18). Primero, el fiel o pastor debe expresar su crítica en privado para que el Pontífice pueda enmendarse. Si el Papa se niega a corregir su gravemente deficiente manera de enseñar o actuar, la crítica debe hacerse pública, porque de ella depende el bien de la Iglesia y del mundo. Algunos han criticado a quienes han expresado públicamente críticas al Sumo Pontífice, como si se tratara de una manifestación de rebeldía o desobediencia, pero pedir –con el respeto debido al cargo–la corrección de una confusión o error no es un acto de desobediencia, sino de obediencia a Cristo, y por tanto también a su Vicario en la Tierra.»

Emmanuele Barbieri

(Traducido por Bruno de la Inmaculada para Adelante la Fe)

El papa Francisco y el destino eterno de las almas (De Mattei)




La finalidad de la Iglesia es la gloria de Dios y la salvación de las almas. ¿Salvarlas de qué? De la condenación eterna, que es el destino que aguarda a los hombres que mueren en pecado mortal. Nuestro Señor ofrendó su Pasión redentora por la salvación de la humanidad.

La virgen lo recordó en Fátima: el primer secreto que comunicó a los pastorcillos aquel 13 de julio de 1917 se inicia con la terrorífica visión del mar llameante del infierno. Escribe Sor Lucía que, de no haber sido por la promesa que les había hecho de llevarlos al Cielo, los videntes habrían muerto de la emoción y de miedo.

Las palabras de Nuestra Señora son tristes y graves: «Habéis visto el infierno, donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado». Un año antes, el Ángel de Fátima les había enseñado esta oración a los pastorcitos: «Jesús mío, perdona nuestras faltas. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al Cielo a todas las almas, sobre todo a las más necesitadas de tu misericordia.»

Jesús habla en repetidas ocasiones de la Gehenna o fuego inextinguible (Mt. 5,22; 13,42; Mc. 9, 43-49), reservado para quienes persisten hasta el fin de su vida en el rechazo a la conversión

El primer fuego, el espiritual, consiste en estar privados de la posesión de Dios. Es la más terrible de las penas, la que constituye en esencia el infierno, porque la muerte deshace como por encanto los lazos del alma, que anhela vivamente volver a unirse a Dios, pero le es imposible si ha escogido libremente separarse de Él con el pecado.

La segunda es una pena misteriosa por la que el alma padece un fuego real, no metafórico, que acompaña inextinguible al de la pérdida de Dios. Y como el alma es inmortal, la pena debida al pecado mortal del que el pecador no se ha arrepentido dura lo mismo que la vida del alma: para siempre, por la eternidad. Esta doctrina fue definida por el IV Concilio de Letrán, el II de Lyón, el de Florencia y el de Trento.

En la constitución Benedictus Deus del 29 de enero de 1336, mediante la cual condena los errores de su predecesor Juan XXII sobre la visión beatífica, Benedicto XII afirmó: 

«Definimos que, según la común ordenación de Dios, las almas que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno, donde son atormentadas con penas infernales. (Denz. 531)

El pasado 29 de marzo, Jueves Santo, apareció en el diario italiano La Repubblica una entrevista al papa Francisco. Su ya acostumbrado interlocutor, Eugenio Scalfari, le preguntó: «Santidad, usted nunca me ha hablado de las almas que mueren en pecado y van al infierno para pagar por la eternidad. Me ha hablado, en cambio, de las almas buenas admitidas a la contemplación de Dios. ¿Y las almas malas? ¿Dónde son castigadas?»

A lo que el papa Francisco responde con estas palabras: «No son castigadas. Los que se arrepienten obtienen el perdón de Dios y se unen a las almas de los que lo contemplan, pero los que no se arrepienten y no pueden por tanto ser perdonados, desaparecen. No existe un infierno; existe la desaparición de las almas pecadoras

Estas palabras, tal como suenan, constituyen herejía. Ya empezaba a difundirse el rumor, cuando la Sala de Prensa vaticana intervino con un comunicado en que se lee: «El Santo Padre ha recibido recientemente al fundador del diario La Repubblica en un encuentro privado con ocasión de la Semana Santa, pero sin dar ninguna entrevista. Lo que publica hoy en el artículo su autor es el resultado de su reconstrucción, en la que no se reproducen las palabras exactas pronunciadas por el Papa. Por tanto, ninguna cita del mencionado artículo puede considerarse una transcripción fiel de las palabras del Santo Padre

Así pues, no se ha tratado de una entrevista, sino de una conversación privada que el Papa sabía muy bien que se convertiría en entrevista, porque ya había sucedido lo mismo en las cuatro entrevistas previas de Scalfari. Y si, a pesar de la polémica suscitada por las entrevistas precedentes con el periodista de La Repubblica, sigue considerándolo su interlocutor preferido, eso quiere decir que el Sumo Pontífice pretende ejercer por medio de esos coloquios una especie de magisterio mediático con consecuencias inevitables.

Ninguna frase –dice la Santa Sede– debe considerarse una transcripción fiel, pero no se ha desmentido ningún contenido de la entrevista, de modo que no tenemos forma de saber si en algún momento se ha distorsionado el pensamiento bergogliano. En sus cinco años de pontificado, Francisco no ha hablado una sola vez del infierno como pena eterna para las almas que mueren en pecado. Para dejar claro su pensamiento, el Papa, o la Santa Sede, deberían reafirmar públicamente la doctrina católica en todos los puntos de la entrevista en que ésta ha sido negada.

Desgraciadamente, no lo han hecho, y da la impresión de que lo afirmado por La Repubblica no sea un bulo periodístico, sino una iniciativa deliberada destinada a aumentar la confusión entre los fieles. La tesis según la cual la vida eterna estaría reservada a las almas de los justos mientras que las de los malos desaparecerían es una herejía antigua que no sólo niega la existencia del infierno, sino también la inmortalidad del alma, definida como verdad de fe por el V Concilio de Letrán (Denz. 738).

Tan extravagante opinión fue expresada por los socinianos, los protestantes liberales, algunas sectas de corte adventista y, en Italia, por el pastor valdense Ugo Janni (1865-1938), teórico del pancristianismo y gran maestro masón de la logia Mazzini de Sanremo. Para dichos autores, la inmortalidad es un privilegio que Dios sólo concede a las almas de los justos.

La suerte de las que se obstinan en el pecado no sería una pena eterna, sino la pérdida total del ser. Esta doctrina es conocida también como inmortalidad facultativa o condicionalismo, porque considera que la inmortalidad está condicionada por la conducta moral. El fin de la vida virtuosa es la perpetuidad del ser; el de la culpable, la autoaniquilación.

El condicionalismo casa con el evolucionismo porque sostiene que la inmortalidad es una conquista del alma, en una especie de ascensión humana, análoga a selección natural, que permite a los organismos inferiores transformarse en superiores. Nos encontramos ante un concepto al menos implícitamente materialista, porque la razón de la inmortalidad del alma es su espiritualidad: lo espiritual no puede disolverse, y quien afirma la posibilidad de dicha descomposición atribuye una naturaleza material al alma.

Una sustancia simple y espiritual como el alma no podría perderla sino por intervención de Dios, pero esto lo niegan los condicionalistas, porque significaría admitir las sanciones de un Dios justo que premia y castiga en el tiempo y en la eternidad. Su concepto de un Dios sólo misericordioso atribuye por el contrario a la voluntad del hombre la facultad de autodeterminarse, escogiendo entre convertirse en una chispa que se disuelve en el fuego divino o extinguirse en la nada absoluta.

Las únicas opciones que le quedan al hombre en esta cosmología que no tiene nada que ver con la fe católica ni con el sentido común son el panteísmo y el nihilismo. Y para un ateo, de por sí convencido de que después de la muerte no hay nada, el condicionalismo elimina toda posibilidad de conversión, la cual procede del timor Domini: el temor del Señor, principio de toda sabiduría (Salmo 110, 10), a cuyo juicio nadie escapará. Solamente creyendo en la infalible justicia de Dios podremos abandonarnos a su inmensa misericordia.

Nunca como ahora ha sido más necesaria la predicación del destino último de las almas, que la Iglesia resume en los cuatro novísimos: muerte, juicio, infierno y gloria. La Virgen misma lo recordó en Fátima, previendo la deserción de los pastores de la Iglesia, pero garantizándonos que nunca nos faltará la asistencia del Cielo.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto De Mattei