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martes, 17 de agosto de 2021

Recordando un libro de Blas Piñar sobre la Guerra Civil. Por Mateo Palliser

EL CORREO DE ESPAÑA

 


Blas Piñar, La Iglesia y la Guerra española de 1936 a 1939. Actas, Madrid 2011, 343 pp. ISBN 978-84-9739-114-6.


A pesar de que han transcurrido diez años ya desde la aparición de esta obra su contenido sigue siendo tan actual como cuando se publicó. Su autor nos muestra que para entender bien la guerra civil española hay que verla desde su trasfondo religioso: un enfrentamiento entre los defensores de la civilización cristiana, por un lado, y los partidarios del comunismo ateo, por el otro. Asimismo, explica el papel que la jerarquía eclesiástica desempeñó durante nuestra guerra y en el régimen de Franco, lo que resulta esencial para comprender la historia reciente de España. Sirvan estas líneas como modesto homenaje a Blas Piñar y a todos los alzados el 18 de julio.

En este libro Blas Piñar describe la actitud de la Iglesia ante la guerra civil española. El autor defiende dos tesis: primera, la guerra civil fue, en realidad, una Cruzada, pues así la calificaron en su día las autoridades eclesiásticas; sin embargo, y esta es la segunda tesis, a partir de mediados de los años sesenta, tras el Concilio Vaticano II, la jerarquía eclesiástica decide irse distanciando del régimen de Franco y empieza a favorecer una interpretación secularizada de nuestra guerra civil, en abierta oposición a lo mantenido hasta ese momento. El autor aporta una profusión de citas para probar ambas tesis. La obra se compone de un prólogo y de dos partes. La primera titulada “De guerra civil a Cruzada” (pp.21-135) desarrolla la primera de las tesis mencionadas; mientras que la segunda parte “De Cruzada a Guerra Civil” (pp.137-343) se dedica a justificar la segunda tesis del autor.

En el prólogo se expone ya la finalidad de este escrito: “dar testimonio a las nuevas generaciones de lo que fue la Cruzada española de 1936 a 1939, (…) así como de lo que yo llamo ´proceso secularizador´, que ha ido minando y destruyendo todo lo que supuso y significó dicha Cruzada y el Estado confesional que nació de ella, católico, nacional y social, al servicio del bien común” (p.11).

La primera parte se subdivide en siete capítulos. En el primero se recuerda la doctrina tradicional sobre la guerra justa. En contra de la difundida opinión que condena la violencia venga de donde venga, Piñar sostiene que la violencia “no es intrínsecamente mala. El juicio moral que la misma merece está en función de la causa que la mueve, del fin que haciendo uso de la misma se persigue y del modo razonable y prudente de utilizarla” (p.24). De ningún modo cabe equiparar la violencia ilegítima del delincuente con la violencia legítima del estado que impone un justo castigo a ese criminal. La guerra, al igual que la violencia, tampoco es en sí misma inmoral, sino que puede ser justa y legítima si cumple, al menos, tres requisitos: que sea declarada por la autoridad competente, que la causa sea justa y que haya recta intención (p.27). Estas tres condiciones se dieron en la guerra española, que no solo fue justa, sino santa (pp. 30-32).

En el capítulo II, Piñar defiende que la guerra civil española fue, además de una guerra santa, una auténtica Cruzada. En apoyo de esta afirmación aporta una gran cantidad de testimonios de obispos, religiosos y seglares. De especial importancia es un texto del cardenal Pla y Deniel, en el que el ilustre prelado sostiene que “La bendición de Pío XI a los heroicos combatientes de la España Nacional consagraba el carácter de cruzada de la guerra española. No había sido esta Cruzada ni ordenada ni convocada por la Iglesia, pero fue reconocida y bendecida como tal por Pío XI el 14 de diciembre de 1936… y el Papa no bendice más que a los Cruzados” (p.40). El capítulo III está dedicado a los mártires de nuestra Cruzada, muchos de ellos ya canonizados y otros todavía en proceso de beatificación. El autor recuerda expresamente al requeté Antonio Molle Lazo (p.54) y sobre todo a Antonio Rivero, conocido como el “Ángel del Alcázar” (pp.54-59).

El capítulo IV, uno de los más breves del libro, recoge las felicitaciones que el cardenal Gomá y Pío XII hicieron a Franco tras su victoria y en las que expresan su deseo de que se reconstruyan las tradiciones cristianas españolas; así como las respuestas del Generalísimo, comprometiéndose a restaurar el orden cristiano en España, cosa que, efectivamente, se llevó a cabo en los años siguientes. En el capítulo V se hace una semblanza de la figura de Franco. Se aporta una amplia muestra de juicios elogiosos acerca de su persona, realizados por diversas personalidades. Se recuerda también el activo papel de Franco en la salvación de judíos durante la II Guerra mundial (pp. 82-85), así como su testamento (pp.85-88), en el que se manifiestan con claridad sus profundas virtudes cristianas.

El capítulo VI describe las muy cordiales relaciones de la Santa Sede con el gobierno de Franco (pp.90-99). Las altas jerarquías eclesiásticas tuvieron siempre muy claro que debían apoyar al bando nacional y desde el principio del conflicto quisieron tener un representante acreditado ante el gobierno de Burgos. El capítulo VII y último de esta primera parte glosa la actitud de los Papas Pío XI y Pío XII ante la contienda. El primero publica el 19 de marzo de 1937 su encíclica Divini Redemptoris, en la que condena el comunismo, incluyendo en su párrafo 20 una referencia expresa a las atrocidades que estaba cometiendo en España (p.101) y prohibiendo a todo católico –párrafo 68- la colaboración con esta ideología, a la que califica de intrínsecamente perversa (p.102). Del Papa Pacelli se reproduce su felicitación –ya mencionada- a Franco tras la victoria, así como diversos mensajes congratulándose por el resultado de la guerra y apoyando al gobierno nacional (pp.117-124). Esta primera parte se cierra con un apéndice que recoge el famoso poema de Paul Claudel A los mártires españoles (pp.131-135).

La segunda parte de este libro, mucho más extensa que la primera, está formada por otros siete capítulos. En ellos asistimos a un proceso insólito. A partir de la finalización del Concilio Vaticano II, la Iglesia se alía con sus enemigos tradicionales –el marxismo y la masonería- con el propósito de destruir el estado confesional católico existente por entonces en España y surgido de una verdadera Cruzada en contra de los enemigos de la civilización cristiana.

El capítulo VIII pone al descubierto cuál fue la táctica de los vencidos, que consistió en eliminar el carácter religioso de nuestra guerra civil para convertirla en una mera lucha fratricida. Para ello se recurrió a la manipulación del lenguaje. Se puso en circulación una serie de palabras engañosas tales como: reconciliación, reforma y superación, que encubrían, en realidad, la revancha, la ruptura y la demolición del régimen del 18 de julio (pp.143-147). La propia jerarquía eclesiástica contribuyó a la secularización de la Cruzada, dejando de usar el término, primero, y descalificándolo, después (pp.147-149). A continuación, Piñar muestra como este cambio de actitud de varios obispos influyó en destacados seglares católicos que empezaron a rechazar la aplicación del término “Cruzada” a nuestra guerra civil (pp. 149 y ss.). En este contexto, Piñar pasa revista a los principales escritores católicos que, ya durante la guerra civil española, negaron su carácter de Cruzada, caso de Maritain, Bernanos y Sturzo (pp.155-157). Este capítulo finaliza con una referencia al importante papel jugado por la masonería en este proceso secularizador (pp. 158-161).

En el capítulo IX se relatan los intentos de sepultar en el olvido a los mártires cristianos de la Cruzada, con la excusa de la necesidad de reconciliación y de olvido de los enfrentamientos pasados (pp. 162-172). Se aborda aquí también la cuestión de los asesinatos cometidos en zona nacional, los cuales fueron algo excepcional, no habitual; y se aclara que los sacerdotes vascos separatistas ejecutados por los nacionales fueron fusilados por delitos de lesa patria, no por odio a la fe católica, por lo que de ninguna manera cabe considerarlos mártires (pp.176-180).

La figura de Franco tampoco iba a quedar al margen de los ataques contra el régimen surgido del 18 de julio. El capítulo X nos ilustra sobre la campaña de desprestigio que tuvo que soportar el Generalísimo. El autor desmonta también las versiones falseadas por los rojos de algunos episodios de la guerra civil, tales como el bulo de la matanza de dos mil personas en la plaza de toros de Badajoz (pp.195-199) o sobre el bombardeo de Guernica (pp.199-200).

El cardenal Tarancón es el protagonista del capítulo XI. En realidad, no fue más que el ejecutor de las consignas de Roma, “que exigían la desaparición de un Estado confesional católico y la sustitución del mismo por el que nos ha deparado la Transición” (p.204). Se pasa revista a las opiniones y a la actuación del prelado sobre diversos asuntos: la unidad católica, los partidos políticos, la confesionalidad del Estado, las relaciones con Franco, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de Fátima y sus relaciones con monseñor Guerra Campos. Blas Piñar en ocasiones contrapone dos textos escritos por el propio Tarancón, uno anterior al Concilio y otro posterior, ambos sobre el mismo tema y totalmente opuestos en sus afirmaciones. El retrato que aflora del Cardenal del cambio es, ciertamente, penoso, pero difícilmente rebatible.

El capítulo XII muestra cómo Pablo VI y sus colaboradores, principalmente Villot, Benelli y Casaroli fueron los impulsores del distanciamiento de la Iglesia con el régimen de Franco, el cual culminó con la aprobación de la Constitución de 1978, apoyada mayoritariamente por los obispos españoles (p.225), con la excepción de don Marcelo González, que publicó con la firma de ocho obispos y poco antes del referéndum, una pastoral señalando las grandes deficiencias de la Constitución (pp.225-226). Lamentablemente, el tiempo le ha dado la razón. Piñar describe también cómo por la vía de los obispos auxiliares, en cuyo nombramiento no intervenía para nada el Gobierno, se fueron nombrando gran cantidad de obispos desafectos al régimen y deseosos de enterrar el estado confesional (pp.227-229). En flagrante contradicción con el Magisterio anterior empiezan a aparecer obispos que no solo elogian al socialismo y al comunismo, sino que, además, colaboran con ellos, con los enemigos de la Iglesia (pp.230 y ss.). Se trata de una auténtica traición, que tiene uno de sus episodios más infames en la colaboración de diversos eclesiásticos con el grupo de terroristas de ETA (pp.242-243).

El capítulo XIII se centra en Pablo VI. Su hostilidad hacia el franquismo era manifiesta y su motivación biográfica. Al parecer, su hermano menor “se alistó en las Brigadas Internacionales y murió en el campo de batalla luchando en el Ejército rojo” (p.259). Un episodio oscuro en la vida de Montini fue el de sus contactos durante el papado de Pío XII con la URSS, a través de monseñor Tondi, su secretario personal y agente del KGB, el cual pasó información a los soviéticos que facilitó el fusilamiento de varios sacerdotes que se habían introducido disfrazados en los países del Telón de acero (pp.259-261). Ya nombrado Papa, dirigió desde Roma el olvido de la Cruzada y la voladura del Régimen del 18 de julio (pp.270 y ss.). Otro episodio revelador de la personalidad de Montini fue su petición de indulto para unos asesinos terroristas, a la vez que guardaba silencio sobre sus víctimas (pp.276-279). El retrato que aflora de Montini es desolador. El propio Piñar intenta al final de este capítulo maquillar en lo posible la imagen de Pablo VI, recordando la promulgación de la encíclica Humanae Vitae o su Credo del pueblo de Dios (p.280). En este capítulo el autor aborda, además, aunque de pasada, la controvertida cuestión acerca de la continuidad o no entre la Iglesia anterior y la posterior al Concilio Vaticano II. Al principio del capítulo recuerda la diferencia entre dogma y pastoral: “El dogma es intangible, no se discute, no se puede mutilar o exponer de tal forma que se niegue la verdad revelada. La pastoral, sin embargo, es discutible, puede variar en función del cuándo (tiempo), del cómo (método) y para quienes (lugar); pero puede ser equivocada, inducir a confusión y, a veces, no evangelizadora, sino todo lo contrario” (p.257). La distinción es exacta, sin embargo, la doctrina cristiana no se reduce a los dogmas definidos, sino que es mucho más amplia; y el problema radica en que en algunos puntos clave, como el ecumenismo, la libertad religiosa o la colegialidad, la doctrina emanada del Vaticano II parece contraria a la defendida anteriormente. El propio Piñar no ve cómo compatibilizar el contenido del decreto conciliar sobre la libertad religiosa con el magisterio precedente (pp.264-267).

El último capítulo del libro describe la colaboración católico-marxista para acabar con el régimen de Franco. En el epílogo, Blas Piñar lamenta que la revolución haya alcanzado sus objetivos en España: “descristianizar a nuestro pueblo, romper la unidad de España y corromper ideológica y moralmente a los españoles” (p.319). El libro se cierra con dos apéndices: una homilía de monseñor Guerra Campos y un sueño escrito por Carrero Blanco en 1946 y premonitorio de las traiciones que vendrían luego.

Estamos ante un libro oportuno y valiente, que no teme enfrentarse a la difundida versión falseada de la guerra civil, que la presenta como un golpe de estado fascista contra el legítimo gobierno de la República. Blas Piñar coloca el conflicto en sus coordenadas reales: una guerra religiosa en la que el bando nacional luchaba por defender la fe y la civilización cristiana, mientras que los rojos combatían por establecer el comunismo ateo. Este trasfondo religioso es el que confiere a nuestra contienda su verdadero significado y su importancia transcendental. Esta obra suscita también algunas cuestiones de gran importancia: si la guerra civil fue una Cruzada, ¿qué debemos pensar de la petición de perdón por las Cruzadas realizada por Juan Pablo II o de las numerosas declaraciones de los Papas actuales rechazando toda violencia? En definitiva, se trataría de determinar si la Iglesia de Gomá y Pío XI es o no la misma que la Iglesia de Tarancón y de Pablo VI y sus sucesores.

Mateo Palliser

Esto es nuevo: “Las olas de calor propician los contagios… no conviene tomar el sol después de haber sido vacunado”

 EL DIESTRO

Muchos de ustedes recordarán el famoso vídeo en el que Jesús Calleja visitaba un laboratorio en el que se estaba estudiando el famoso coronavirus y cómo le enseñaban en ese laboratorio que las muestras del virus estaban guardadas a una temperatura muy inferior a los cero grados, a menos 80 grados, porque, de lo contrario, el virus se destruiría.

Bien, pues ahora, de repente, nos encontramos con que, según publica ‘La Razón’, el virus es más contagioso con las olas de calor y no solo eso, recomiendan a la gente que no tome el sol tras vacunarse. ¿Lo entienden? Porque nosotros no.

Para justificarlo dicen lo siguiente: “Pese a ello, deducir que las temperaturas altas o las olas de calor no afecten al sistema inmune es una conclusión errónea. De hecho, un estudio de la Universidad de Tokio confirma que también pueden reducir la respuesta inmunitaria del cuerpo a la gripe y, por extensión, al SARS”. 
Pero una pregunta de quienes no somos expertos, para que haya contagios tendrá que sobrevivir el virus al calor, ¿no? Porque, en teoría, necesita temperaturas bajas. Recuerden que al principio de la pandemia nos contaban también que el virus no sobrevivía por encima de los 26 grados. Ahora nos dice lo contrario.
Ahora llega la explicación a tomar el sol tras vacunarse: “El estrés térmico por calor – explica Íñigo Uriarte Ruiz, responsable de biotecnología en Melio, una compañía especializada en análisis de sangre –, «aparece cuando el cuerpo no es capaz de deshacerse del exceso de calor, aumentando la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca. Estudios realizados en animales demuestran que este tipo de estrés puede repercutir en la capacidad del sistema inmunitario para combatir las infecciones y también a la hora de generar una respuesta eficaz a la vacunación. En este último aspecto, las vacunas se han convertido en un arma esencial en la sociedad para combatir muchas enfermedades, ahora especialmente la covid, por lo que si estos resultados en animales se extrapolan a seres humanos, podría indicar que es necesario evitar la exposición a altas temperaturas durante largos periodos de tiempo, en especial, después de la vacunación”.

Es decir, es mejor la vacuna que el sol, tampoco estamos hablando de largas exposiciones al sol porque nunca son buenas, ¿pero se están dando cuenta que con todo esto pretenden que evitemos beneficios naturales y los sustituyamos por brebajes artificiales que, evidentemente, no funcionan?

Estas no son más que nuevas excusas para justificar lo injustificable. Excusas para justificar olas provocadas por la vacunación en lugar de hacer lo que sería lógico: contar la verdad, que las vacunas no sirven y que las nuevas olas son las provocadas por las vacunas.

Tremenda la manipulación de la Agencia EFE, atentos al titular: “¿Cómo intentan engañarnos? ”

 EL DIESTRO


Sí, ya sabemos que la estatal Agencia EFE es una agencia de noticias de la que puedes esperar de todo, menos que te informe de noticias fiables. Esta empresa pública de desinformación, que se financia con los impuestos de todos, ha realizado una de sus publicaciones más vergonzosas, insensatas, falaces, carentes de objetividad y manipuladoras que les hemos visto realizar nunca. En este caso lo hacen contra un buen número de personas que, además, les financian a ellos con sus impuestos, quieran o no, a las que insultan sin disimulo alguno: los mal llamados negacionistas.

Pero lo más curioso de ese artículo que, en su publicación de El Faro de Vigo simplemente está firmado por la propia agencia, no contraargumentan ni uno solo de los datos que pretenden tumbar. Es decir, cogen la información del “negacionista” y simplemente utilizan burdos ataques contra el mismo sin ser capaces de decir en qué parte miente o intenta manipular y mucho menos argumentándolo, claro.

Pero hay algo más. Veamos, el mal llamado negacionista está, entre otras cosas, en contra de la vacunación experimental y masiva a la que se pretende someter a toda la población. Colaboracionistas como la Agencia EFE, El Faro de Vigo, televisiones, medios de comunicación, políticos, etc… están a favor de esa vacuna experimental fabricada por una gran farmacéutica que paga comisiones incluso a “influencers” de redes sociales para promocionarla, ¿qué gana el “negacionista” atacando a esa gran farmacéutica? ¿Nos va a contar la Agencia EFE y toda esa legión basurienta de defensores de la vacunación qué ganan ellos por hacerlo? ¿A que no?
Nos encontramos con el puñetero mundo al revés. Los comisionistas, los vendidos, los que están llevando a mucha gente al matadero atacan a aquellos que buscamos la verdad. Que nos expliquen qué llevan las vacunas, tampoco debería ser tan difícil. Que nos cuenten por qué esas vacunas están provocando tantos efectos secundarios. Que nos digan por qué no las receta un médico, o por qué los “inmunizados” se contagian y contagian. Que nos expliquen por qué hay que vacunar a los niños, no sufriendo ellos la enfermedad. Que nos cuenten por qué el verano pasado, sin vacunas, no había contagios, no había variantes nuevas, ni cepas, ni olas de un virus que no está aislado, ni secuenciado, ni purificado, tal y como ha reconocido la propia OMS.
¿Por qué no nos explican todo esto en lugar de plantear una clara, ilegal e injusta persecución al mal llamado “negacionista”? Nuestra respuesta es simple: porque es cuestión de dinero. A la Agencia EFE y toda esa legión de “colaboracionistas” les interesa eso y solo eso, todo lo demás les da igual.
Es mucho el dinero que se está moviendo alrededor de las vacunas y mucho el dinero que hay para repartir. ¿En qué se beneficia el “negacionista”? ¿En que se les insulte? ¿En que se les expediente en sus trabajos, tal y como está sucediendo con médicos y biólogos que se atreven a dar su opinión sincera? Que conteste la agencia EFE, si tiene el valor de hacerlo.
Es indignante lo que está sucediendo. Es aberrante que los que pongamos las dudas reales encima de la mesa, los que denunciemos muertes y enfermedades posteriores a la vacunación seamos los malos de la película. Ojalá algún día salga la verdad de todo esto y llegue el momento en el que toda esta gente se siente delante de un juez y empiece a dar explicaciones, nos empiece a contar aquello de “no se podía saber”, o que ellos solo cumplían órdenes.

Fray Josepho responde en Libertad Digital al ofensivo artículo contra los no vacunados publicado por ese mismo medio

 EL DIESTRO



No vamos a descubrir nada nuevo a nadie si les contamos que hasta hace pocos meses éramos fieles seguidores tanto de Libertad Digital, como de Federico Jiménez Losantos y Esradio. Pero tras comenzar toda esta farsa del virus y, sobre todo, de la vacunación, nos hemos llevado la habitual decepción tanto con estos medios en general, como con su presidente en particular.

En el día de ayer hacíamos mención a un artículo publicado por ‘Libertad Digital’ en el que, haciendo referencia a un artículo publicado por ‘ABC’, se nos tachaba a las personas que no nos queremos vacunar de “criminales más peligrosos que los traficantes de drogas”, de “homicidas” y de varias lindezas más.

Aunque en el artículo de ‘Libertad Digital’ se hace mención a un artículo de ABC firmado por Guy Sorman, la redactora de ‘Libertad Digital’, Pilar Díez, nos dejaba también comentarios ofensivos de su autoría, ya que no iban entrecomillados.

Parece que la cosa está clara y que no hay disimulo: hay que perseguir a los que nos neguemos a ser vacunados y convertirnos en los nuevos parias de la tierra. Pero es justo que reconozcamos que en ese mismo medio se publicaba, también, una réplica al artículo de Pilar Díez firmada por Fray Josepho en la que se decía: “¿Soy un homicida con premeditación y alevosía?”

En ese artículo, el autor reconocía “que desde un medio liberal, en el que escribo, se me llame homicida y criminal me ha sentado regulero, qué quieren que les diga”.

Nos ha alegrado ver esa réplica pero viendo la deriva que está tomando ‘Libertad Digital’ la vemos como flor de un solo día. Tenemos muy claro desde hace tiempo qué es lo que piensan muchos de los periodistas que allí trabajan y los máximos responsables de esa empresa, con lo que nos parece más que evidente que el futuro de Fray Josepho va a acabar siendo la salida voluntaria, o forzada.

Con todo lo que está sucediendo, no podemos evitar recordar el día en el que César Vidal contó por qué se fue de ‘Esradio y cómo se puso con él Federico Jiménez Losantos porque Roberto Centeno había lanzado una dura crítica contra uno de los anunciantes. Nos alegra este gesto de valentía de Fray Josepho y que, además, haya sido publicado, pero no esperamos nada más de este medio de comunicación. Ya se han posicionado y está claro que han decidido arrimarse al sol que más calienta y al que más paga.