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domingo, 31 de diciembre de 2017

Manipulaciones y mentiras sobre el aborto (Mateo Palliser, profesor de Filosofía) [2 de 2]



Los partidarios del aborto suelen, por lo general, negar que el embrión humano sea un ser humano


Sin embargo, ya hemos visto que el embrión humano es un ser humano incipiente, pues tiene ya desde el momento de su fecundación el programa genético propio de los seres humanos y está autodirigiendo su proceso de desarrollo. Todos nosotros hemos sido embriones. Si nos hubieran matado entonces, nos hubieran matado a nosotros en el momento inicial de nuestra vida. Esto vale también para los defensores del aborto. Si sus madres hubieran abortado, los habrían matado a ellos, justo cuando comenzaban a existir. El aborto es, por lo tanto, el asesinato de un ser humano inocente y, en ningún caso, puede permitirse. Es francamente inmoral la consigna, tan escuchada en nuestros días de: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, como si algún ser humano pudiera arrogarse el derecho a disponer de la vida de otros seres humanos a su antojo. Tal pretendido derecho equivaldría al derecho a asesinar impunemente a seres humanos inocentes.

La condena del aborto es primordialmente moral. Otra manipulación habitual sobre este asunto es presentar el rechazo al aborto como el resultado de las creencias religiosas de una parte de la sociedad que intentaría, de manera intolerante, imponer al resto de los ciudadanos. 

Esto no pasa de ser otra mentira más. El aborto no debe permitirse porque, como hemos visto, constituye el asesinato de un ser humano inocente. Estamos ante una cuestión moral, no religiosa. Es de agradecer, sin embargo, que la Iglesia católica se haya manifestado con tanta claridad y firmeza en defensa de la vida. De hecho, en la actualidad es prácticamente la única institución que defiende la vida desde su primer momento hasta la muerte natural. No es de extrañar el odio que despierta en ciertos sectores. No obstante, no hay que perder de vista que el hecho de que unos religiosos opinen sobre el aborto no lo convierte en un asunto religioso; de la misma manera que el hecho de que unos arquitectos opinen sobre el aborto no lo convierte en un tema arquitectónico, ni el hecho de que unos músicos opinen sobre este tema lo convierte en un asunto musical. Se trata de una cuestión moral.

Otra inexactitud frecuente, incluso entre los provida, es la de presentar a la mujer como la víctima siempre que se realiza un aborto
Es cierto que el aborto puede producir graves secuelas psicológicas en las mujeres que deciden someterse a uno [4]. Pero afirmar que en un aborto la mujer es la víctima supone olvidar a la verdadera víctima, que es el embrión humano al que se mata intencionadamente

Indudablemente, la mujer que aborta puede luego sufrir las secuelas de su acción, pero presentarla como víctima es falaz, porque oculta que esa mujer ha sido, antes que víctima, verdugo y la responsable última de la decisión de matar a su hijo. Sólo en aquellos casos en los que se obligara a una mujer a abortar en contra de su voluntad, sería exacto llamarla también víctima. Pero, no nos engañemos, estos casos son excepcionales en nuestras sociedades y lo serían aún más si las leyes prohibieran realizar cualquier aborto. Esta sí que sería una legislación que defendería los derechos reales de todos: de los hijos por nacer y de las mujeres.

En definitiva, cualquier legislación que permita el aborto es injusta, porque autoriza el asesinato de un ser humano inocente


Esto implica que una ley de plazos es profundamente inmoral, porque establece como derecho de la madre lo que, en realidad, nunca puede serlo: el poder matar a su hijo –un ser humano inocente- durante las primeras semanas de su embarazo. Pero, igualmente, una ley de supuestos es también profundamente inmoral por la misma razón. El aborto, o sea, una acción cuya finalidad es matar un embrión humano, es, como ya hemos visto, un acto intrínsecamente malo y no debe ser realizado nunca, bajo ninguna circunstancia. 

Las excepciones o supuestos que suelen invocar los defensores del aborto suelen ser los siguientes: 
(a) en caso de un grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la embarazada;  
(b) en caso de violación;  
(c) en caso de que se presuma que el feto habría de nacer con graves taras físicas o psíquicas. 
Examinémoslos uno a uno. 

- Empezaré con el último supuesto. Éste establece que los padres tienen la posibilidad, amparada por la ley, de matar a su hijo, si este viene con alguna malformación. Acogerse a este supuesto equivale a decir que yo quiero un hijo, pero sólo si sale sano, pues como tenga, por ejemplo, síndrome de Down, entonces ya no lo quiero y prefiero matarlo.  Imaginemos a unos padres diciéndole a su hijo adolescente: "Mira hijo, nosotros te quisimos y te tuvimos porque los médicos nos aseguraron que estabas sano, porque de no ser así, te habríamos matado". Se trata de un egoísmo tremendo y monstruoso, con frecuencia disfrazado con una falsa compasión del estilo de: “no quiero que sufra” o algo semejante. Otras veces se intenta justificar el aborto en este caso diciendo que el embrión tiene “anomalías incompatibles con la vida”. Se trata de otra manipulación más. Si el embrión o el feto tuvieran “anomalías incompatibles con la vida”, entonces ya estarían muertos, por lo que no sería necesario matarlos. Lo que en realidad sucede, en estos casos, es que el embrión o el feto tienen anomalías incompatibles con una larga vida. Ahora bien, el que a un ser humano le quede poco tiempo de vida, no puede ser nunca una justificación para asesinarlo.

- Tampoco está justificado el aborto si, tras una violación, la mujer se queda embarazada. En este caso, es cierto que la mujer, aquí sí una víctima, ha sufrido una agresión brutal y que su agresor debe ser castigado con todo el peso de la ley. Pero el embrión es un ser humano inocente, él no tiene culpa de nada de lo que ha sucedido. Matarlo es, nuevamente, cometer un asesinato y las leyes no pueden nunca, como no nos cansaremos de repetir, amparar un crimen. Es perfectamente comprensible que la mujer en esta situación no desee tener ese hijo, que, además, le recordará la agresión sufrida. Ésta es una situación en la que hacer lo correcto moralmente puede resultar muy difícil para una persona, pero en la vida estas situaciones aparecen en mayor o en menor medida, tarde o temprano. Obrar bien no siempre resulta fácil. En este caso, una posibilidad para la mujer podría ser la de continuar su embarazo y luego, tras el parto, dar a su hijo en adopción.

- Nos queda referirnos al supuesto de un grave peligro para la vida o para la salud psíquica de la embarazada
En realidad, este supuesto se divide en dos partes: una, sobre la salud física de la gestante y otra sobre su salud mental. 

* Me ocuparé primero de esta última. Se pretende que si un embarazo provoca algún trastorno mental grave a una mujer, por ejemplo, una depresión, esta estaría autorizada a abortar. Nos parece una forma de razonar absurda, pues equivale a sostener que si tengo una depresión, entonces puedo matar a un ser humano inocente. ¡Curioso tratamiento de la depresión! ¡Está visto que en nuestros días la medicina avanza una barbaridad! No nos parece que resulte tan difícil darse cuenta de que se trata de un puro disparate. Si una persona padece una depresión, debe proporcionársele el tratamiento indicado para su enfermedad y la ayuda médica que precise, pero eso nunca puede consistir en asesinar a un inocente.

* Tratemos finalmente del supuesto aparentemente más favorable para los abortistas. Si peligra la vida de la madre,  ¿no es lícito realizar un aborto para salvarle la vida? Pues no, tampoco. Intentaré aclarar este punto. Si a una mujer embarazada se le detecta una grave enfermedad, por ejemplo, un cáncer, tiene, por supuesto, derecho a someterse al tratamiento indicado para intentar salvar su vida, aun cuando ese tratamiento, -por ejemplo, la extirpación del útero- pueda ocasionar la muerte del embrión o del feto. Lo que sucede es que en estos casos no cabe hablar de aborto. Un aborto es, como ya hemos explicado, una acción cuya finalidad es matar al embrión humano. En esta situación, la finalidad de la acción de extirpar el útero no es la de matar al embrión, sino la de extraer el tumor y curar el cáncer. De hecho, si la mujer no tuviera esa enfermedad, no se extirparía el útero. Lo que ocurre es que esa acción tiene, además de la finalidad señalada, un efecto no deseado, pero tolerado, que es el de ocasionar la muerte del embrión o del feto. De hecho, si pudiera realizarse la intervención salvando la vida del feto, debe hacerse así [5]. No nos encontramos, por tanto, ante un aborto, sino ante una acción que cae bajo el principio de la causa de doble efecto [6]. 
Señalado esto, debemos también dejar constancia de que hay embarazadas que han renunciado a tratarse un tumor para no perjudicar al hijo que llevaban en su seno. Cuando tenemos noticia de estos casos reconocemos el gran valor moral de estas mujeres, que han llegado incluso a sacrificar su vida para que ese hijo que esperaban pudiera vivir [7]. No cabe mayor prueba de amor que dar la vida por otro. Una conciencia bien formada no puede dejar de admirar estos actos. Sin embargo, no hay que perder de vista que la sociedad no está formada por santos y que las leyes positivas no pueden exigir un grado tan alto de heroísmo moral en todos sus ciudadanos.

Como ha quedado puesto de manifiesto, una ley de supuestos (como la que ahora parece que quiere recuperar el gobierno) [Recordemos, de nuevo, que este artículo fue escrito en enero de 2014] no supone ninguna defensa de la vida, sino todo lo contrario: una autorización para asesinar a seres humanos inocentes. No cabe comparar una ley de supuestos con otra de plazos y defender que la primera es un mal menor frente a la segunda. Aquí no se aplica el principio del mal menor, pues se trata de dos legislaciones perversas que violan una prohibición moral básica: la de no matar a seres humanos inocentes [8]. Solo cabe una legislación justa ante el aborto y es la de su prohibición completa. La tolerancia ante este crimen horrendo o incluso su reivindicación como derecho son señales claras de la creciente degradación moral de nuestra sociedad. 



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[1] Cf. FERNÁNDEZ BEITES, Pilar: Embriones y muerte cerebral, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2007, pp. 161-162 y 165.

[2] GEORGE, R.P, & C. TOLLEFSEN: Embrión. Una defensa de la vida humana, Rialp, Madrid, 2012, pp. 59-63.

[3] GEORGE, Robert P. & C. TOLLEFSEN: op. cit. pp. 82-84.

[4] Cf. MARTÍN GARCÍA, Sara & Asociación de víctimas del aborto (AVA): Yo aborté. Testimonios reales de mujeres que han sufrido un aborto provocado en España, Voz de papel, Madrid, 2005 y PUENTE, Esperanza: Rompiendo el silencio, Libros Libres, Madrid, 2009.

[5] RHONHEIMER, Martin: Ley natural y razón práctica, Universidad de Navarra, Pamplona. Primera edición: Agosto 2000, pp. 440 y ss.

[6] CUERVO, Fernando: Principios morales de uso más frecuente, Rialp, Madrid. Tercera edición: junio 1995, pp. 79-149.

[7] Como, por ejemplo, Cecilia Perrín, una joven argentina, diagnosticada de cáncer y que rechazó no solo abortar, sino cualquier tratamiento que pudiera poner en peligro la vida de la niña que llevaba en su seno. Su hija nació bien, pero su madre murió 8 meses después de dar a luz. Véase su historia en MIRANDA, Alicia Elena: Cecilia Perrín, un canto a la vida, Ciudad Nueva, Madrid, 2007.

[8] CUERVO, Fernando: op. cit. pp. 15-50
Mateo Palliser

Fiesta de la Sagrada Familia (Carlo Caffarra)


Humillado, vilipendiado, degradado. Y una vez más: privado de su núcleo fundador dignidad de la sociedad y recientemente también obligado a ser eclipsado en la escala de los nuevos derechos. Es la familia natural fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Una institución primordial, pero que en los últimos años ha perdido su dignidad en comparación con muchos "nuevos modelos". Pero hay un solo modelo al que hoy, a lo largo de la larga crisis que está experimentando la familia, debemos mirar. Es el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret. Hoy la Iglesia celebra la Santa Familia de Nazaret y en las palabras del cardenal Carlo Caffarra pronunciadas en 2011 en su comentario de la solemnidad de las lecturas de hoy, queremos reiterar la necesidad de poner en la familia para ahorrar en última instancia, los seres humanos. 
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Queridos hermanos y hermanas, una gran lección cubre tres páginas de la Sagrada Escritura que acabamos de escuchar: la vida humana es un don de Dios Escritura nos da esta certeza a través de la historia de Abraham y Sara, y la oferta. que María y José hagan al niño Jesús en el templo. "El Señor visitó a Sara, como él había dicho, y le hizo a Sara como lo había prometido. Sara concibió y dio a luz a Abraham un hijo en la vejez ". Y en la segunda lectura de la afirmación de la misma verdad en las siguientes palabras: "Por la fe Sara, a pesar de su edad, ella se hizo capaz de ser madre, ya que ella consideró fiel al que lo había prometido."
Esta certeza de que la vida transmitida por los padres tiene su origen en Dios, pertenece a la revelación bíblica y ha sido enseñada constantemente por la Iglesia. "Antes de formarte en el útero, te conocía; antes de que nacieras te consagré "[Jer 1: 5], dice el Señor a su profeta Jeremías. la palabra que una madre de siete hijos les dice que los consuele en fidelidad a la Ley de Dios es profundamente conmovedora: "No sé cómo te apareciste en mi vientre; No te he dado espíritu ni vida, ni he dado forma a los miembros de cada uno de ustedes. Sin lugar a dudas, el Creador del mundo, que ha formado al hombre al principio y ha provisto la generación de todo ... »[2 Mac 7, 22-23].
Por lo tanto, no somos el resultado de la casualidad o el resultado fortuito de las leyes biológicas . En el origen de cada uno de nosotros, la existencia de cada uno de nosotros es un acto de amor a Dios, el creador; desde el útero cada uno de nosotros ha sido el término muy personal de la Providencia divina amorosa y paternal. Queridos hermanos y hermanas, esta verdad que hoy la Palabra de Dios nos da, nos hace comprender y la gran dignidad de cada persona humana  y  la sublime dignidad del amor conyugal. Toda persona humana está en una relación directa e inmediata con Dios, el creador. No es propiedad de nadie, y nadie puede deshacerse de él.
Es por esta razón que el aborto , que es una matanza deliberada y directa, sin importar si se lleva a cabo, quirúrgica o químicamente, de una persona humana ya concebida y aún no nacida, es, como lo define el Concilio Vaticano II, un "crimen abominable" »[Costo. pasado. Gaudium et spes 51]. La vida humana, en cualquier etapa, es sagrada e inviolable; en ella se refleja la misma inviolabilidad del Creador. Pero el hecho de que en el origen de cada persona humana hay un acto creativo de Dios, también arroja una luz especial sobre el amor conyugal. Es el templo donde Dios celebra la liturgia de su amor creativo. ¡Cómo, pues, debe estar resplandeciendo de santidad! esta es la razón por la cual el divino Redentor elevó el matrimonio a la dignidad del Sacramento: para que los cónyuges sean santos en cuerpo y espíritu.
La gran verdad que hoy en día la Palabra de Dios con nosotros y consecuencia ética que surge de ella enseña - cada vida humana es un bien que no está disponible para cualquier persona - también puede ser aceptada por la recta razón. Y, de hecho, se han formado uno de los pilares de nuestra civilización occidental: el pilar de la dignidad inconmensurable de cada persona. Ahora nuestra civilización ha caído enferma y mortal. ¿Por qué ocurrió esto? Porque se ha separado de la verdad completa sobre el hombre; ha perdido la verdadera medida del valor incondicional de cada persona humana.
Algunos síntomas de esta enfermedad grave : la distinción entre la vida digna y la vida indigna; la negación del carácter de la persona en el embrión; la progresiva legitimidad del suicidio y, por lo tanto, de la asistencia a él; el cambio sustancial en la definición de la profesión médica, que ya no está unívocamente orientado a la vida.
Queridos amigos, como creyentes y como personas razonables no podemos resignarnos a esta deriva. No hay luz en una habitación sumida en la oscuridad que discute la naturaleza física de la luz, sino que la reaviva. Hoy la Iglesia ora por cada familia para que sea esta luz: luz que muestra la verdad y la belleza del verdadero amor.
* Carlo Caffarra, Arzobispo de Bolonia (1938-2017), homilía en la parroquia de la Sagrada Familia, 2011

sábado, 30 de diciembre de 2017

Noticias varias - 27 a 30 de Diciembre 2017



27 diciembre


Cuarenta años contra la vida: del aborto a la eutanasia (1978-2018) (20 diciembre 2017; Roberto de Mattei. Corrispondenza romana. Traducido por Adelante la Fe el 27 de diciembre)

Polonia se prepara para prohibir el aborto eugenésico (27 diciembre. The Catholic Worl  Report)

Iglesia. El problema está dentro (27 diciembre. Eulogio López, de Hispanidad)

Una meditación navideña (27 diciembre. A cargo del P. Konrad zu Loewenstein FSSP en la misa de medianoche, 2017. Rorate Caeli)

Hablar de Jesús, película interrumpida sobre la Navidad para escolares (27 de diciembre. Corrispondenza Romana)

Navidad. Adoración a Dios, no al hombre (27 diciembre. Padre Jorge. Infocatólica)

Cómo terminó la Iglesia (27 diciembre. Libro de Aldo María Valli)



28 Diciembre


De Mattei responde a Edward Peters sobre la carta de Buenos Aires y el auténtico magisterio (28 de diciembre. Roberto de Mattei. Chiesa e post Concilio)

Le Vatican dans la tourmente. Argent, sexe et crèche LGBT (28 de diciembre. Navidad tormentosa en el Vaticano este año de 2017. Sandro Magister.)


In memoriam, 2017 (28 diciembre). George Weigel. The Catholic World Report

Así serían hoy los 2,1 millones de vidas que el aborto ha destrozado en España (28 de diciembre. Elentir)


Vaticano sin paz. Dinero, sexo y escena de natividad LGBT (28 diciembre. Sandro Magister en Il Settimo Cielo)

Otro amigo de Francisco sumido en la corrupción (28 diciembre. Christopher A. Ferrara)

Pontificatus horribilis (28 diciembre. Panorama católico Internacional)


29 Diciembre


El Papa Francisco solo tiene razón en parte en el Padrenuestro (29 diciembre. Crisis Magazine)

Carlo Caffarra, personaje del año 2017 (29 diciembre. Infovaticana)

El pesebre signo de decepción y fracaso (29 diciembre. Adelante la Fe. Padre M. Rodríguez de la Rosa)

Profanan un Sagrario y roban formas consagradas en una iglesia de Parla en la diócesis de Getafe (29 diciembre. Infocatólica)

El Cardenal Marx no ve “nada malo” en las uniones homosexuales (29 de diciembre. Carlos Esteban, de Infovaticana)

Padre Lanzetta (Franciscanos de la Inmaculada): "Correctio Filialis es un acto de amor para el Papa" (29 diciembre. La Fede Quotidiana)

30 Diciembre


Una asociación gay de Nápoles califica el belén vaticano de “símbolo de inclusión e integración” (30 diciembre. Carlos Esteban de Infovaticana)

Card bergogliano quiere mujeres cardenales (30 diciembre. Religión la Voz libre)

Clerus-app, la aplicación para preparar las homilías (30 diciembre. Secretum Meum Mihi)

No creo en el Credo: el sacerdote ahora es libre de no tener fe (30 diciembre. Andrea Zambrano en La Nuova Bussola Quotidiana).

Antropocentricidad y su resultado: sacerdotes infieles (30 diciembre. Katholisches)


Noticiero latino salvado después de la protesta mundial (30 diciembre. Catholic Herald)

'Nuntii Latini' transmite noticias en latín en la estación de radio finlandesa YLE (30 diciembre. Chiesa e post Concilio)

Selección por José Martí

Así se explica a Cristo en universidades ‘católicas’


En un artículo publicado en La Nuova Bussola Quotidiana, Ettore Gotti Tedeschi analiza el libro Cristologia, per iniziare del ex rector de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, José Ramón Busto Saiz, y plantea qué puede significar recibir esa clase de enseñanza cristológica en un seminario o una Universidad Pontificia.

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Si conociera a un joven que tuviera verdadera vocación y que quisiera entrar en el seminario, sabiendo que su camino es ser, primero de todo, un santo sacerdote, tal vez después un obispo, cardenal e incluso papa, sabría a quien dirigirlo, le ayudaría a elegir para que evitara seminarios que, en mi opinión, podrían confundir su vocación y su misión futura enseñando filosofía inspirada en Kant y Heiddeger, y teología inspirada en Karl Rahner, y en los que se ignora totalmente a Santo Tomás de Aquino.

Lo que me causado esta preocupación y me ha instado a escribir este pequeño artículo que, probablemente, no aporta nada nuevo a los teólogos, es la lectura de un pequeño volumen (con “aprobación eclesiástica”), definido en la presentación: “Síntesis de conferencias a los educadores de los Colegios de la Compañía de Jesús”

Se titula "Cristologia, per iniziare" – Ed.AdP, 2006. El autor es un conocidísimo jesuita español, el padre José Ramón Busto Saiz S.J., que cuando se publicó este libro era rector de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, donde enseña exégesis y teología. 

En la presentación el autor explica que el libro sirve para iniciarse en el misterio de Jesucristo después de la exégesis histórico-crítica y el redescubrimiento de su humanidad por parte de la teología de la segunda mitad del siglo XX, e introduce a Walter Kasper y su obra Gesù è il Cristo, clave de toda la teología

El autor continúa explicando qué ha cambiado en la cristología con el Concilio Vaticano II, que nos ha hecho a todos un poco más “adultos”. Y para hacerlo cita las sugerencias de Karl Rahner en mérito al riesgo que había en el pasado de herejía inconsciente, que consistía en el hecho de que para considerar a Jesús verdadero Dios, se dejaba demasiado en segundo plano que él es verdadero hombre y que tuvo una historia humana que debe ser investigada desde el punto de vista histórico. 

Desde los años sesenta se comprende, por fin, que para creer en Dios es necesario que Dios sea creíble (¡yo no había pensado nunca en ello!). Por lo tanto, no como nos lo han transmitido los Evangelios, que no son obras históricas, dan testimonios sospechosos y cuyos presuntos autores (con excepción tal vez de uno) no son testigos oculares de lo que narran, se contradicen, no citan las fuentes y, probablemente, estaban influenciados por los destinatarios de su trabajo, que querían que la historia de Jesús fuera interpretada así para ayudar a la fe. Por consiguiente, los Evangelios hay que leerlos de manera crítica

El libro cita una sola vez a María, mencionando que la concepción y el nacimiento virginal de Jesús pertenecen a la fe de la Iglesia. Nosotros confesamos en el Credo que Jesús nació de María Virgen, pero este misterio no se deduce por la investigación histórica; de hecho, sólo es accesible a la fe (si lo he entendido bien, encarnación significaría, efectivamente, que Dios vive en un hombre). Jesús predica el Reino de Dios, pero nunca lo describe, y explica que este reino llega de manera gratuita para todos, independientemente de nuestras acciones. Esto significa que el reino de Dios es ofrecido de manera gratuita a todos sin necesidad de merecerlo, porque Dios nos ama independientemente de lo que hagamos. Si tuviéramos que merecer el amor de Dios, entonces Jesús ¿sería probablemente un falso profeta?, se pregunta el autor. De todas formas, los primeros destinatarios del amor de Dios son los pobres (materiales) porque, según el autor, la iniquidad en la distribución de los bienes es el origen de todos los males (no el pecado original, que es ignorado por completo). Por lo tanto, todos son hijos de Dios (pobres, marginados, pecadores), pero los elegidos son los pobres materiales visto que el mayor pecado (iniquidad) se ha llevado a cabo contra ellos.

Además, la oración del Padre Nuestro no ha salido de los labios de Jesús tal como la recitamos; digamos que ha sido adaptada por las comunidades primitivas para expresar el concepto de Jesús y sus seguidores. Nuestro inspirado autor subraya que en esta oración, Jesús augura una vida dedicada a la producción y a la repartición por igual de los bienes de este mundo, naturalmente en relación con la creación (con perfume de ambientalismo). La relación con Dios tiene lugar, entonces, a través del ambiente que nos rodea, cosas, animales, personas, porque la creación es el cuerpo de Cristo y, por consiguiente, cada vez que se maltrata la creación, se maltrata el cuerpo de Cristo, se hace daño a Dios. Y aquí enseña a transformar los propios Evangelios (a pesar de que antes había puesto en duda la veracidad de los mismos) para afirmar lo que quiere

Dice que la frase: “Danos hoy nuestro pan de cada día” no está presente en ningún evangelista. Según el autor, Mateo dice: “Danos hoy nuestro pan de mañana” y Lucas dice: “El pan de mañana dánoslo hoy“. Tal vez yo tenga un Evangelio erróneo, pero Mateo 6, 9-13 y Lucas 11, 3 dicen, en cambio, lo que yo recito en el Padre Nuestro. 

Hablando de la Eucaristía, explica que para los cristianos es la repetición de la Última Cena de Jesús. Y la explicación que da sobre el porqué los judíos deciden matar a Jesús es muy intrigante: porque expulsó a los mercaderes del templo, poniendo así en discusión el sistema social judío. De hecho, por eso Caifás cumple con su deber haciendo que se le condene. En resumen, que Jesús se buscó su propia muerte. ¿Tal vez incluso con la complicidad de Judas? Que, entonces, debería ser rehabilitado. 

El hecho más importante de nuestra fe, la Resurrección es abordado, en síntesis, como una profesión de fe vinculada a experiencias místicas. Quien hace resucitar al hombre es Dios y al decir: Jesús ha resucitado, lo que estamos diciendo es que Dios es resucitador de muertos. No tenemos pruebas de la Resurrección y los testigos no son fiables (¿tampoco Santo Tomás?), incluso son probables mentirosos, no hay nada que concuerde con lo que ellos afirman. Jesús es reconocido después de la muerte con los ojos de la fe. Pero si la Resurrección no está demostrada, los Sacramentos no son divinos, han sido establecidos por un hombre, tal vez perfecto, tal vez pecador (como hombre ¿podría no serlo? se pregunta el autor).

Al final, ¿cuál ha sido la obra de Jesús? Amar incondicionalmente, como Dios Padre. Y la historia está hecha de la correspondencia de este amor. Entonces, afirma nuestro autor, la famosa explicación de San Anselmo sobre la necesidad de la encarnación de Dios para la lógica de la Redención ya no se sostiene, porque es inaceptable que Dios exija la muerte de un inocente, por lo que es necesario cambiar esta explicación, aclarando que la salvación ya se ha obtenido, no debemos merecerla en absoluto. Dios no es meritocrático. Pero entonces, se pregunta, Jesús ¿de quién es el salvador? ¿Y de qué nos ha salvado? ¿Por qué tenemos que ser salvados?

Estimado lector, el problema es complejo. Antes del Concilio Vaticano II, Dios se encarnaba, era crucificado para tomar sobre sí las culpas del pecado original, resucitaba y nos enseñaba que para resucitar también nosotros debemos desearlo y merecerlo. Después del Vaticano II, nuestra salvación se obtiene reproduciendo a Jesús en nosotros, Jesús que ya ha salvado todo y a todos, nos ha reconciliado, ha hecho que seamos ya perdonados. Dios nos ha dado la salvación, ya no necesitamos merecernos nada. Para los cristianos ya no existen los Diez Mandamientos que pertenecen al Antiguo Testamento.

Mi deseo ha sido resumir, mal seguramente porque no soy teólogo, todo esto para explicar qué puede significar recibir la enseñanza en un seminario o una Universidad Pontificia. En el libro no se habla de pecado original, de Satanás, del mal, del infierno, de la gnosis, no se nombran en absoluto. ¿Tal vez porque ya no es necesario que existan? 

Pero si esto es lo que se enseña, ¿qué consecuencias podrá tener sobre la formación de un joven con vocación sacerdotal que aspira a santificarse y a santificar? ¿Todo esto para hacer que Dios sea creíble?

(Artículo publicado originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana. Traducción de Helena Faccia Serrano)

Respuesta a las Dubia de Amoris Laetitia, según el cardenal Brandmüller



Amoris Laetitia expande herejías (y otras noticias de Gloria TV)


Manipulaciones y mentiras sobre el aborto (Mateo Palliser, profesor de Filosofía) [1 de 2]



Nota: el presente artículo ha sido publicado en La Razón Histórica, nº 37, 2017 [83-90]. ISSN 1989-2659. © IPS. Instituto de Política social. 

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La pasada aprobación de la reforma de la ley del aborto [hay que decir que el autor escribió este artículo en enero de 2014] ha provocado una cascada de reacciones de todo tipo. A través de los medios de comunicación nos llegan multitud de declaraciones a favor y en contra, de personas e instituciones diversas. No obstante, estas manifestaciones tienen un valor muy desigual. El contenido de algunas es claramente falso y su repetición machacona no sabemos si obedece a la ignorancia solamente o a otras causas. En cualquier caso, en estas líneas nos proponemos poner al descubierto el gran número de falsedades y mentiras que los defensores del aborto lanzan sin descanso a la opinión pública

Lo primero que procede señalar es lo profundamente engañoso que resulta referirse al aborto utilizando la expresión “interrupción voluntaria del embarazo”. El uso de esta locución es un caso claro de manipulación del lenguaje, por el procedimiento de fabricar un eufemismo que encubra la realidad designada y le otorgue connotaciones positivas a una acción de por sí repugnante. Veámoslo. 

Para empezar, el término "interrupción" no resulta muy adecuado para aplicarlo a un aborto. Si consultamos el Diccionario de la lengua española, publicado por la Real Academia, veremos que interrupción significa: acción y efecto de interrumpir; y al buscar esta última palabra encontramos que tiene dos acepciones: “1. Cortar la continuidad de una cosa en el lugar o en el tiempo. 2. Atravesarse uno con su palabra mientras otro está hablando”. 

Está claro que los defensores del aborto tienen en mente la primera acepción. El problema radica en que en nuestro idioma interrumpir connota la posibilidad de retomar o reanudar aquello cuya continuidad hemos cortado. Así, por ejemplo, interrumpimos una conversación y podremos retomarla en otra ocasión, o interrumpimos la lectura de una novela y podremos también reanudarla más adelante. De este modo, el término "interrupción" no designa un acto irrevocable, sin vuelta atrás, sino más bien un cese de una actividad, que puede ser o no temporal, dependiendo de cuáles sean nuestros deseos o intereses futuros

Sin embargo, el embarazo que se aborta, ya no se puede reanudar. Abortar supone poner fin a ese embarazo, terminarlo. De ahí que sea falaz el empleo del término "interrupción" en este contexto. Además, se escamotea el cómo se pone fin a ese embarazo: mediante una acción dirigida expresamente a matar al embrión humano

Las restantes palabras de esta locución que analizamos tienen la función de reforzar las connotaciones positivas con las que se pretende presentar el aborto. Así, el término "voluntario" despierta emociones agradables en quien lo escucha, pues lo asociamos con la libertad, una palabra verdaderamente talismán, que prestigia todo lo que toca, pues todos deseamos obrar libremente, esto es, por decisión propia y nada nos disgusta más que hacer algo porque otros nos lo impongan. La sensación de libertad – aunque sea irreal dicha libertad- hace que la persona se vincule más con un acto y lo considere más suyo que aquel que realiza con la sensación de que lo obligan a ello. 

Finalmente, comentaremos brevemente los dos últimos términos –del embarazo- de la mencionada locución. El embarazo es visto todavía –a pesar de la propaganda de un feminismo radical- como una realidad positiva por muchas mujeres, que consideran la maternidad, el dar vida, como una de las cosas más valiosas e importantes de su existencia. De esta manera, al completar la expresión "interrupción voluntaria" con el añadido "del embarazo" transferimos todas esas connotaciones positivas del término "embarazo" a una acción que paradójicamente busca terminar con el embarazo, matando al embrión o al feto, según sea el caso. 

Con frecuencia se intenta justificar el aborto argumentando falazmente que la mujer tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera. Se mantienen aquí al menos tres cosas: primera, que efectivamente la mujer puede hacer lo que decida con su cuerpo (está en su derecho); segunda, que el Estado debe velar por el cumplimiento de ese supuesto derecho; y tercero, que el embrión humano es parte del cuerpo de su madre. De estas tres afirmaciones, la verdaderamente decisiva es la tercera, pero me referiré antes brevemente a las otras dos.

Nadie negaría que los brazos o las piernas de una mujer son parte de su cuerpo; sin embargo, encontraríamos absurdo que una mujer exigiera al Estado que como sus brazos son suyos, tiene derecho a que un médico se los ampute, si ella así lo quiere o lo ha decidido. Subyace aquí, además, la errónea idea según la cual, basta con que alguien desee algo para que eso sea bueno y deba elevarse a derecho. Por el contrario, es fácil advertir que si una acción es objetivamente mala, no se convierte en buena porque una persona, o un grupo de personas, la quieran realizar

En cuanto a la tercera afirmación, hemos de decir que es totalmente falsa. El embrión humano no es parte del cuerpo de su madre. La prueba de esto está en que tiene un genotipo completo y distinto al de su madre, por lo que se trata de dos individuos diferentes [1]. Podría objetarse a esto que el órgano, (por ejemplo, un riñón, un corazón...) de una persona que se le transplanta a otra, también tiene un genotipo – el del donante- distinto al del receptor, y que esta diferencia no impide que dicho órgano transplantado forme parte del cuerpo de quien lo recibe. Sin embargo, esta objeción no sirve, ya que el embrión humano es muy diferente del órgano transplantado. En este último caso lo que tenemos es una parte de un organismo que pasa a convertirse en parte de otro organismo. Ningún riñón está desarrollándose para convertirse en un ser humano adulto, relativamente independiente y autónomo, sino que se trata de un conjunto de células ya especializadas que desempeñan una serie de funciones clave para la vida del organismo al que pertenecen. Por el contrario, el embrión humano no solo es distinto de cualquier célula de su madre, sino que es un ser humano incipiente, pues desde el principio tiene la constitución genética característica de los seres humanos y, además, está dirigiendo su propio desarrollo, que le permitirá, si nada lo impide, llegar a ser un humano adulto [2]. Caso muy diferente al de un riñón transplantado, el cual nunca se desarrolla por su propia iniciativa interna hasta llegar a ser un miembro adulto de nuestra especie. En definitiva, aceptar que la mujer pueda hacer con su cuerpo lo que quiera (lo que ya de por sí resulta problemático, como hemos visto) no puede servir para justificar o legitimar el aborto, ya que el embrión humano no es parte del cuerpo de la mujer, sino un ser humano en su fase inicial. 

Un tercer error que se escucha con cierta asiduidad es el de que el aborto es un asunto de la conciencia de cada uno; de manera que el Estado no debería inmiscuirse en estos temas, sino que debería dejar que cada mujer (o cada pareja) lo decidiera de acuerdo con sus intereses y circunstancias. En realidad, este punto de vista es totalmente equivocado, pues aquí lo decisivo es saber si el embrión humano tiene derecho a la vida o si no lo tiene. Si tiene derecho a la vida, entonces mi conciencia debe respetar ese derecho. Sostener que el aborto es una cuestión de conciencia privada, equivale a negar que el embrión tenga derecho a la vida. No se trata de una actitud neutral ni moderada, sino todo lo contrario. Lo verdaderamente esencial a la hora de valorar moralmente el aborto es determinar si se trata o no de un asesinato. Esto es lo verdaderamente fundamental y ésta es precisamente la cuestión que los defensores del aborto tratan de ocultar por todos los medios. Si el aborto es un asesinato, entonces es una acción intrínsecamente mala, esto es, una acción que nunca, bajo ninguna circunstancia, estoy justificado para realizar. Veamos este punto con un poco más de detalle. 
El argumento clásico contra el aborto es el siguiente: 
(1) Nunca debo realizar una acción cuya finalidad sea matar un ser humano inocente.
(2) El embrión humano es un ser humano inocente.
(3) Por lo tanto, nunca debo realizar una acción cuya finalidad sea matar un embrión humano. 
La primera premisa de este razonamiento es un juicio moral, que se basa en su propia evidencia. La segunda premisa es un juicio de hecho. El argumento es válido formalmente, es decir, su estructura es correcta. Si aceptamos la verdad de las premisas, entonces se sigue la conclusión

Por este motivo, los defensores del aborto tienen que rechazar al menos una de las premisas. Lo más habitual es que impugnen la segunda. Sin embargo, hoy día encontramos también pensadores que cuestionan abiertamente la validez del enunciado primero: “Nunca debo realizar una acción cuya finalidad sea matar a un ser humano inocente”. La justificación de su postura está en la distinción que establecen entre ser humano y persona. Para filósofos como Peter Singer o Lynn Rudder Baker no todos los seres humanos serían personas, sino solo aquellos que realizaran (o pudieran realizar inmediatamente) determinados actos: volitivos, intelectivos, autoconscientes ... La raíz de este planteamiento está en una noción defectuosa de persona, pues estos autores consideran erróneamente que la persona se define por sus actos, por lo que hace. Por el contrario, lo correcto es defender que la persona se define por lo que es: un ser de naturaleza racional, con independencia de que pueda o no, en un momento dado, realizar determinados actos. Todos los seres humanos son personas y los embriones humanos son personas en su estado inicial de vida [3]. 

Mateo Palliser
(Continúa)