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domingo, 28 de junio de 2020

La Misa se convirtió en una “fiesta infantil” (Monseñor Aguer, Arzobispo argentino)



La Misa original en latín que él llama “el rito más sagrado del catolicismo” ha sido “manoseado”, escribe el 23 de junio en el sitio web InfoCatolica el arzobispo jubilado Héctor Aguer, de 77 años.

Se introdujo la improvisación y la abolición de la belleza, sobre todo en la música [sagrada], explica Aguer: “Se han impuesto gestos y comportamientos tales como gritos, aplausos, bailoteo, completamente ajenos a la índole sagrada de la celebración”, con lo cual “lo sagrado queda menoscabado o ha desaparecido”.

Francisco despidió a Aguer diez días después que había llegado a la edad de retiro, y lo reemplazó con el escritor en las sombras de Francisco y experto en el arte de besar, monseñor Víctor Manuel Fernández.

Aguer ha escuchado personalmente a colegas obispo decir que “ya no hay distinción entre lo sagrado y lo profano”, y “que se felicitaban por esta evolución”.

“La concepción unilateral de la Misa como encuentro fraterno ha oscurecido su índole sacrificial”, escribe Aguer.

Él advierte que la Misa es en algunos casos “un espectáculo o una fiestita para niños”, con lo cual “el culto de Dios desaparece”, ya que lo que se busca es “la satisfacción, el ‘sentirse bien’ de los presentes”. Con esa declinación “la fe es puesta entre paréntesis y la referencia a Dios queda reemplazada por la centralidad y primacía del hombre”.

Arzobispo Viganò: el enemigo ha ocupado sistemáticamente puestos claves en la Iglesia



A diferencia de Concilios anteriores, el Vaticano II se llamó a sí mismo “pastoral” y declaró que no quería definir ninguna doctrina, dijo el 26 de junio el arzobispo Carlo Maria Viganò al sitio web CatholicCulture.org.

Viganò agregó que eso creó una gran divisoria de aguas “entre un antes y un después”, “entre cánones inequívocos y discursos vacíos” y “entre el sea anatema y guiñar un ojo al mundo”.

Vatican II también transmitió una “autoridad doctrinal presumida” y una “infalibilidad magisterial implícita”, aunque esto fue “claramente excluido” durante las sesiones del Concilio.

Viganò dice que los padres conciliares fueron “engañados”, porque ninguno de ellos podía haber imaginado que había fuerzas poderosas, hostiles y organizadas en la Iglesia, que reemplazaron los esquemas preparatorios del Concilio con un “paquete de errores ingeniosamente disfrazados detrás de discursos de largo aliento y deliberadamente equívocos”.

Hubo una “mente sistemáticamente maliciosa de algunos de los padres conciliares por un lado, y un optimismo o descuido ingenuos de otros padres conciliares bien intencionados por otro lado”.

Para Viganò, el “espíritu del Concilio” es el Concilio mismo, porque “los errores del período postconciliar estaban contenidos in nuce en las Actas Conciliares”.

Acorde a esto, para Viganò es correcto decir que el Nuevo Rito (1970) es la Misa del Concilio (1962-65).

Él cree que la “solución” – es más un diagnóstico – radica en “reconocer la infiltración del enemigo en el corazón de la Iglesia, la ocupación sistemática de puestos claves en la Curia Romana, seminarios y escuelas eclesiásticas, la conspiración de un grupo de rebeldes — incluyendo en la primera línea a la desviada Compañía de Jesús”.

Viganò reconoce también “la inadecuación de la respuesta del bien, la ingenuidad de muchos, el espanto de otros y los intereses de los que se han beneficiado gracias a esa conspiración”.

Él espera que un futuro Papa “vuelva a unir el hilo de la Tradición allí donde fue cortado” – pero uno se pregunta cómo podría surgir un Papa así del actual Colegio de Cardenales.