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martes, 26 de julio de 2016

Sarah y Leticia (The Wanderer)



El hecho: A comienzo de julio, el cardenal Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, lanzó una bomba. Pidió a los sacerdotes que comiencen a celebrar la misa ad orientem, es decir, en la misma dirección de los fieles, mirando hacia el este, donde se levanta el Sol de Justicia. O bien, como dicen los progres, “de espaldas al pueblo”. Esto sucedió en la conferencia pública que dictó durante el congreso de Sacra Liturgia, en Londres. Allí explicó que ese modo de celebrar está previsto en el novus ordo y que, por tanto, no se necesita ninguna reforma a las rúbricas ni tampoco permiso especial. Todo queda en la voluntad de los sacerdotes. Y fue incluso más allá: propuso que el cambió comience a partir del primer domingo de adviento


Por supuesto, las reacciones no se hicieron esperar. Días más tarde, la oficina de prensa de la Santa Sede salió a responderle: no hay ninguna modificación prevista para el próximo adviento y, aprovechando la oportunidad, no se privó de aclarar que el papa Francisco ha sido muy claro al decir que la forma extraordinaria del rito romano no debe tomar el lugar de la forma ordinaria. 

[¡Bueno, que yo sepa el cardenal Sarah no dijo nada de la forma extraordinaria del único rito de la Santa Misa ... pero, en fin!]

Y, en los últimos días, la conferencia episcopal de los Estados Unidos restó importancia a las palabras del cardenal Sarah y dejó muy claro que cualquier iniciativa de los sacerdotes en ese sentido debe ser supervisada por el obispo

El back scene: La afirmación y sugerencia concreta del cardenal Sarah fue incisiva. Quizás la más importante en favor de la liturgia tradicional desde el motu proprio Summorum pontificum. Fue dicha en un ámbito público del que participaban no solamente sacerdotes tradicionalistas sino de todos los pelajes. Y, según me cuenta gente que estuvo presente en la conferencia, el purpurado insistió, en varias ocasiones, en que esta propuesta había sido aprobada por el Santo Padre en una reciente reunión que había tenido con él.

El cardenal Sarah no es jesuita y, por tanto, debemos suponer que no miente. No tengo dudas que en ese encuentro con el papa Francisco le habrá planteado la posibilidad y Bergoglio habrá puesto cara de interesado en el tema, le habrá contando algún recuerdo inventado de cuando era niño y asistía con su abuelita a las misas de espalda, y lo habrá animado a proponer el cambio a los sacerdotes. Es decir, habrá hecho lo que siempre hace, según nos relataba su finado amigo Omar Bello: decirle a cada uno lo que quiere escuchar, siguiendo en esto el consejo del general Perón. Y a esto se suma el hecho de que a Bergoglio la liturgia le importa un comino. Como jesuita que es, la considera una pérdida de tiempo, pues le quita tiempo para meditar y para trabajar ad maiorem Dei gloria

Y así, el pobre guineano, se largó a la pileta confiado en el apoyo pontificio. ¡Pobre ingenuo! Cuando llegó la noticia a Roma, los liturgistas,  a quienes sí les interesa la liturgia, y saben de su importancia fundamental para restaurar, o para destruir, la cultura cristiana, urdieron el comunicado que firmó el renunciante P. Lombardi. Y, seguramente, habrán coordinado con sus amigotes de las conferencias episcopales del mundo el modo más efectivo de neutralizar a Sarah: todo cambio deberá ser “guiado y supervisado por el obispo”. Y ya sabemos nosotros que los obispos son los peores enemigos de la fe católica: es decir, todo quedará en nada. 

[Ciertamente, no todos los obispos son así, como dice The Wanderer, pero sí una mayoría demasiado numerosa; y bastantes de ellos por cobardía, si mi sentido común no me engaña]

Y si a Sarah se le ocurrió ir a ver nuevamente Leticia, es decir, al Papa de la alegría (Papa Letitiae), éste le habrá dicho: “¡Qué te hicieron Sarah! Es que estoy rodeado de progresistas que no entienden la importancia de liturgia y no puedo hacer nada para detenerlos”. Es decir, nada nuevo.

Efectos: La propuesta de Sarah no es nueva pero es, sin embargo, concreta. El papa Benedicto XVI, siendo aún cardenal Ratzinger, había escrito un libro (El espíritu de la liturgia) en el que dedica un capítulo al tema y se define claramente por la celebración de la misa ad orientem pero finaliza diciendo que, tal como están las cosas, sería suficiente con poner un crucifijo en el centro del altar mirando al sacerdote. Lo típico de Ratzinger: buena doctrina pero ningún efecto práctico. El cardenal Sarah, en cambio, fue mucho más concreto puesto que fijó una fecha para comenzar con el cambio. ¿Qué efectos tendrá?

Probablemente en Europa y en Estados Unidos, muchos sacerdotes comiencen a celebrar ad orientem. Quizás un día a la semana, quizás una misa dominical, quizás permanentemente. Sería un pasa intermedio (para ellos) entre el novus ordo y la misa tradicional. En casi todas las diócesis americanas se celebra semanalmente la misa en la forma extraordinaria y lo mismo ocurre en países europeos como el Reino Unido o Francia. Muchos sacerdotes que están indecisos tendrían ahora toda la autoridad que dio el cardenal encargado de la liturgia para comenzar el cambio. Es decir, no habrían ya impedimentos de conciencia o episcopales que pudieran frenarlos. Veremos.

En Argentina, salvo escasísimas excepciones, no pasará nada. En nuestro país los obispos son muy malos y los curas muy cobardes. Seguramente a una buena cantidad de ellos le gustaría implementar el cambio pero saben que, si lo hacen, durarían apenas unos meses en su puesto ya que la bondad de sus obispos los eyectaría rápidamente al peor destino que pudiera conseguirse en sus diócesis. 

Por otro lado, todos aquellos sacerdotes, religiosos y monjes que afirmaban que a ellos les gustaría celebrar ad orientem pero no podían hacerlo porque el obispo no lo aprobaría, no tendrán ahora excusa: tienen el permiso y el aliento del mismísimo prefecto de la congregación del culto divino. Ya no hay excusa posible. ¿Se animarán? 

Colofón: Lamento ser bastante pesimista, pero la impresión que tengo es que ya es demasiado tarde. El estado catastrófico en que se encuentra la Iglesia y la labor destructora de Bergoglio y sus secuaces no se soluciona con cambiar la orientación del altar. Concretamente, creo que no hay solución humana posible. Sólo queda hacer lo que se pueda en los pequeños ámbitos en los que cada uno de nosotros puede actuar, y no esperar mucho más que eso. 
The Wanderer
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[NOTA: Esto no significa que no haya ninguna solución, pero sí está claro que, de haberla, tendrá que ser de carácter sobrenatural. Dicho de otro modo: Dios deberá intervenir directamente. Estoy convencido de que lo hará, aunque no sé cómo ni cuándo ... pero intervendrá: su Iglesia no se puede ir a pique, de ninguna de las maneras, que es lo que se está intentando llevar a cabo en todo el mundo mundial, haciendo uso de todos los poderes mediáticos habidos y por haber: ¿Quién podrá más? El tiempo lo dirá. Y posiblemente, muy pronto. Ahora bien: Dios puede perder batallas, porque nos ha dado la libertad. Pero nunca perderá la guerra. Su Victoria es segura. Ahí radica la seguridad de los católicos ... y su esperanza, que nunca, nunca, quedará defraudada]

El Conmonitorio de san Vicente de Lerins




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El Conmonitorio a cámara lenta

 (1) INTRODUCCIÓN  

 (2) REGLA PARA DISTINGUIR LA VERDAD CATÓLICA DEL ERROR