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miércoles, 12 de enero de 2022

Juan Manuel de Prada: «Estamos inmersos en una situación que prefigura el reinado del Anticristo»



Desde hace muy pocas fechas está en las librerías la nueva obra de Juan Manuel de Prada, donde aplica su visión del mundo, marcada nuclear y capilarmente por el catolicismo, a la realidad colectiva española de nuestros días. Lo que ofrece Una enmienda a la totalidad lo define él mismo en el prólogo: “Un puñado de reflexiones políticas (que siempre envuelven, como nos recordaba Donoso, cuestiones teológicas) a la luz del pensamiento tradicional”.

-¿Cómo caracteriza el pensamiento tradicional?

-Es un pensamiento antitético al pensamiento ideológico. Si hubiera que compendiarlo en un rasgo esencial, yo diría que tiene una distinta visión de la naturaleza humana. Frente al ser humano en constante evolución que defienden las ideologías, un ser humano estable que reconoce en su naturaleza un “datum”, algo dado, inamovible.

»Y ligado a esta visión de la naturaleza humana, un concepto radicalmente distinto de libertad. La libertad que proclaman las ideologías es una libertad prometeica, es autodeterminación, mientras que la libertad que proclama el pensamiento tradicional , que es el pensamiento cristiano, es una libertad ligada al orden del ser, a la verdad humana.

-Ese pensamiento tradicional queda así fuera de las categorías políticas al uso…

-El liberalismo y el marxismo, las izquierdas y las derechas, el conservadurismo y el progresismo comparten las premisas erróneas sobre la naturaleza humana y sobre la libertad humana. Y cuando hablo de naturaleza humana hablo de naturaleza específicamente espiritual, que las ideologías no reconocen o tergiversan.

-Al principio del libro, cuando habla con abundancia de estas cosas, sale mucho a relucir el nombre de Leonardo Castellani (1899-1981), a quien siempre ha agradecido que fuera su gran revulsivo intelectual. ¿Cómo, siendo así que el jesuita argentino no era un pensador sistemático?

-Porque yo no soy un filósofo ni un pensador sistemático, soy un escritor, y un escritor ofrece su visión de las cosas no de manera sistemática, sino al hilo de su creación literaria. Esto es lo que resulta sugestivo de Castellani. Uno va buscando maestros que se parezcan a lo que tú modestamente eres o pretender ser.

-Chesterton es otro caso…

-Pero Chesterton, más allá de que con el paso de los años va quedando más apestado en los ambientes literarios de la Inglaterra de su época, fue siempre un escritor aplaudido desde los ámbitos católicos, mientras que Castellani es un escritor rechazado en el mundo católico oficialista, y esto le añade una riqueza humana e intelectual muy fuerte que a mí me ha resultado también muy provechosa.

-¿Por qué?

-Cuando ves el rechazo que ciertos sectores eclesiásticos tienen hacia ti… Castellani me ayudó a entenderlo. Es un escritor muy iluminador, porque todas las realidades naturales las analiza con una luz sobrenatural y específicamente escatológica, una mirada que está ausente en gran parte de la cultura católica.


-¿Qué aporta una mirada escatológica?

-Más allá de que el Apocalipsis sea una profecía que nos habla del final del mundo y de la historia, es también un libro de teología de la historia y que nos tiene que enseñar a ver en los signos de los tiempos prefiguraciones del final de los tiempos. Es la doctrina del tipo y el antitipo: hay determinados acontecimientos en la historia humana que son tipo del antitipo final.

-¿Y los acontecimientos actuales admiten esa caracterización escatológica?

-No se trata de decir que estamos viviendo en el final de los tiempos, pero son evidentemente un tipo muy claro. Reúnen todas las características propias del final de los tiempos: una serie de fenómenos naturales -una plaga- acompañan a un fenómeno espiritual: una apostasía. Una gran tribulación: está perfectamente descrito. Todos los signos nos están hablando, con una lectura escatológica, de que estamos inmersos en uno de esos tipos que nos permiten entrever y penetrar en los misterios apocalípticos. Esto es indudable. No se trata de decir que estemos en el reinado del Anticristo, pero evidentemente estamos inmersos en una situación que prefigura ese reinado del Anticristo.

-Poderes cada vez más despóticos imponen una marca sin la cual, en algunos países, no puedes trabajar ni viajar, “ni comprar ni vender" (Ap 13, 17)...

-No se trata de decir que el pasaporte covid sea la marca de la Bestia, pero es evidente que la prefigura. Es perfectamente lícita esta lectura escatológica, que no es tanto una lectura apocalíptica en el sentido burdo que a veces se le atribuye a la expresión, sino en el sentido hondo de entender el sentido de la historia, de dar una lectura sobrenatural a acontecimientos que se nos trata de presentar como puros hechos científicos o puros avatares políticos. No. Yo creo que hay un hondo sentido sobrenatural en todo lo que está sucediendo. No se trata ni de hacer catastrofismo ni nada parecido, pero tenemos la obligación de estar atentos. La concentración del poder a la que estamos asistiendo es un rasgo muy específico del reinado del Anticristo.

-Lo anticipó Robert Hugh Benson en El Señor del Mundo 

-Que el Papa constantemente nos recomienda leer. Con muy buen criterio, para que sepamos lo que está sucediendo. El hecho de que quienes nos están conduciendo a la perdición y a la destrucción, quienes nos lanzan las instrucciones más contradictorias y disparatadas, quienes están silenciando el fracaso indisimulable de las medidas de protección contra la plaga, aparezcan ante nuestros ojos como salvadores, es un signo muy específico del reinado del Anticristo. .

-Antes mencionaba también la apostasía…

-Es generalizada. El otro día leí que en Holanda hay ahora 60.000 católicos practicantes, cuando hace cincuenta años había 3 millones. La apostasía generalizada es espectacular, como es espectacular el encogimiento de la Iglesia, no solo numérico, sino la irrelevancia creciente de la iglesia como signo visible de la presencia de Cristo entre los hombres. Estos son hechos que nos deben hacer reflexionar de que indudablemente estamos -al menos- en un tipo que prefigura claramente lo que será esa fase última de la historia humana previa a la Jerusalén celeste.

-¿No es peligroso obsesionarse con el fin del mundo?

-No nos debe obsesionar, ni caer en cosas grotescas de que el final está próximo, porque no sabemos cuándo será el final. Muchas personas antes han pensado que los signos de los tiempos proclamaban la segunda venida de Cristo. Castellani enseña que la historia no avanza linealmente, pero tampoco es cíclica, es espiraloide y a la vez que avanza retrocede.

»El cardenal Newman, en uno de los sermones sobre el Anticristo, dice una cosa misteriosa, y es que de alguna manera en el final de los tiempos, que por supuesto es un designio divino, hay una cierta participación humana.

»Los creyentes, a través de nuestros actos, de nuestra oración, de nuestra esperanza y de nuestra fe, también vamos dilatando todos esos acontecimientos feroces del final de los tiempos. Es decir, que los seres humanos de alguna manera estamos aliados con Dios, y que para Dios son gratos los actos nuestros que puedan dilatar este desenlace. Me parece una reflexión muy interesante. Nosotros no tenemos que caer en el fatalismo de que esto ya no tiene solución o de que estamos en una fase definitiva de la historia. Sería una visión muy burdamente apocalíptica frente a esta visión escatológica, que creo que tiene que tener un horizonte más amplio.

-Usted denuncia como capitalista ese gran poder que se configura sobre el mundo: le acusan por ello de ser enemigo de la propiedad y del libre mercado…

-¡Es que es el capitalismo el que es enemigo de la propiedad y del mercado! Uno de los instrumentos que tiene el mal para encizañarnos es que a la hora de defender o denostar una cosa partamos de una idea abstracta. Mucha gente piensa que el capitalismo es una economía de libre mercado en donde agentes libres concurren y pueden intercambiar sus bienes. Esto no tiene nada que ver con el capitalismo real hoy. No podemos caer en una visión platónica, arquetípica, de las realidades naturales.

- El concurrido acto de presentación de "Una enmienda a la totalidad", en dos minutos.

»Con esto no estoy defendiendo el nominalismo, pero lo que hoy tenemos es un capitalismo global, anticrístico, que concentra la propiedad y la riqueza en unas pocas manos, que devasta las economías nacionales, que impide el libre desenvolvimiento de ese mercado ideal (hoy en día ya puramente hipotético) que está destruyendo la posibilidad de la pequeña propiedad y del trabajo digno. El capitalismo es hoy deslocalización, es especulación con las materias primas, es la devastación del tejido productivo nacional, es la imposibilidad de que tú puedas montar tu pequeño negocio y de que puedas tener un trabajo con perspectivas de promoción.

-¿Por qué ha usado la expresión “capitalismo anticrístico”?

-Este capitalismo, en su fase monstruosa, desatada, global, de concentración de la propiedad y la riqueza, está acompañado de un fenómeno que es también muy claramente anticrístico y que Chesterton percibió hace un siglo, cuando era mucho más difícil de percibir (porque hoy nosotros lo tenemos muy evidente): y es que este capitalismo está ligado al antinatalismo, al odio a la procreación.

-¿En qué percibe ese odio?

-En la época de Chesterton era impedir la anticoncepción mediante artilugios o fármacos, o el aborto. Hoy todo esto ha sido superado mediante la exaltación de otro tipo de aberraciones que denomino 'derechos de bragueta'. El capitalismo global no tiene unas intenciones puramente de orden material, sino también de orden espiritual: la creación de este tirano gigantesco específicamente anticrístico que grandes nombres del pensamiento tradicional atisbaron y que hoy se ha hecho realidad ante nuestros ojos.

-¿Y qué papel juega la izquierda que presume de anticapitalista?

-Hay personas en la izquierda que merecen respeto, porque por la razón natural perciben lo que está sucediendo, aunque de forma incompleta, porque les falta la luz de la fe. Pero están atrapadas porque se han convertido en adalides de esa izquierda presuntamente anticapitalista que es la izquierda caniche lacaya de la plutocracia, que además se ha quitado la máscara de forma absolutamente descarada y es la encargada de mantener engañada a la gente y de llevarla a los rediles que convienen a la plutocracia.

»Pasolini esto lo capta a finales de los 60 y principios de los 70: que la revolución neocapitalista que viene -y se está refiriendo a esto que padecemos hoy- va a utilizar a las fuerza de la oposición de la izquierda como banderín de enganche.

»Es importante que los católicos nos demos cuenta. No podemos seguir aceptando el marco mental de la Guerra Fría: comunismo malo, capitalismo bueno. Esto ha cambiado mucho. El capitalismo y el comunismo han formado una amalgama. Lo percibió hace un siglo Hilaire Belloc. En El Estado servil hace una reflexión: cada vez que el capitalismo entra en crisis, tiene ante sí dos opciones para solventarla, las tesis tradicionales y las tesis socialistas. Y siempre se asocia con el socialismo. Ahí están el propio Estado del Bienestar o el estado capitalista subsidiado...

»Pero hoy es algo mucho más profundo. Hoy no se trata de poner parches en el orden capitalista, sino de que desde las posiciones presuntamente comunistas se le está insuflando una gasolina antropológica al capitalismo global, que necesita destruir las comunidades, destruir los vínculos sociales, destruir las familias, convertir a la gente en una papilla totalmente dependiente de sus derechos de bragueta, entes con Tinder pero sin amores auténticos, gentes que hayan renunciado a la procreación, que no deseen formar una familia. Solo así conseguirán que la gente no tenga nada y sea feliz.

-Todo un proyecto de ingeniería social…

-Es que la idea falsa de la libertad como autodeterminación necesita transformar la naturaleza humana. Lo que anhela la naturaleza humana es la quietud, la estabilidad, el ser. Los ingenieros sociales intentan continuamente cambiar la naturaleza humana, vendiéndote golosinas para que tú no concibas la naturaleza humana como algo estable sino como un devenir.

-¿Es el blasfemo "en el principio era la Acción" de Fausto?

-El mal se puede disfrazar de bien y adoptar muchos discursos ideológicos, pero al final nunca va a poder reprimir su origen, que está en la frase bíblica: "Pongo enemistad entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la suya" (Gn 3, 15). El odio del mal a la procreación, a la infancia, siempre está presente. Es lo que hay detrás del aborto, de la obsesión por que los niños no estén a gusto en el sexo que la naturaleza les ha dado. Todo esto son rasgos muy definitorios del mal, y la ingeniería social, en su esfuerzo por convertir esta libertad maligna en la libertad que funde la falsa convivencia humana, tiene que atacar de lleno la infancia. Esto explica que en las películas infantiles se introduzcan mensajes monstruosos, que en las escuelas se esté metiendo la ideología de género. Y explica también todas las enfermedades del alma que están aflorando en nuestra época y que se inoculan desde la más tierna infancia.

-¿Ahí se incluye el transhumanismo?

-Las ideologías siempre han querido traer el paraíso a la tierra. Las ideologías transgeneristas y transhumanistas también. Puesto que han cegado la única vía sobrenatural que tenemos los seres humanos para transhumanarnos -que es la aspiración a la vida eterna, que nos convierte en algo más grande que meros seres humanos-, tienen que traerlo a esta vida terrenal. Pero a medida que avanzamos por ese camino hacia la fase anticrística de la historia, esos traslados del paraíso a la tierra cada vez son más perversos, más monstruosos; más diabólicos, en definitiva.

lunes, 6 de diciembre de 2021

Juan Manuel de Prada no lo puede decir más claro, ¡a ver si se enteran de una vez!



La pregunta es muy sencilla: Si tu te sientes protegido, ¿qué problema tienes con lo que yo haga? O más fácil todavía: ¿te sientes estafado y piensas que psicológicamente estarías mejor con aquello de “mal de muchos consuelo de tontos”? Puede que sea una mezcla de las dos preguntas, puede que los que hayan caído en la trampa puede que sea una mezcla esté entre los que son demasiado tontos y piensan que su gobierno les protege, o demasiado simples y piensan que todo el mal que ellos sufran será menor cuanta más gente lo padezca de una forma idéntica.

El caso es que nos encontramos en un momento en el que muchos pensaron que pincharse era la solución, pero ahora no están demasiado convencidos, o siguen convencidos del asunto y piensan que el problema es de los demás. Pero la realidad de todo lo que está sucediendo es el gran ejemplo que ha puesto el periodista y escritor, Juan Manuel de Prada: ¿No será que el problema son los agujeros de tu paraguas y no el hecho de que yo no lo lleve? Al fin y al cabo, el problema es mío si me mojo. ¿Y si a mi eso no me preocupa?

Escuchen con atención porque nos encontramos en un momento un tanto extraño. Miren que no ha sido el sentido común el más común de los sentidos últimamente, pero lo que estamos viendo ahora es absolutamente estúpido.

Duración 1:15 minutos

martes, 16 de noviembre de 2021

Histerias tragacionistas (Juan Manuel de Prada)



La nueva histeria tragacionista consiste en reclamar la inoculación obligatoria de terapias génicas experimentales a toda la población, así como en exigir certificados que acrediten tal inoculación para poder acceder a transportes públicos, lugares de ocio e incluso al puesto de trabajo.
En este rincón de papel y tinta siempre hemos defendido que el bien común debe anteponerse a cualquier interés sectario o personal, mucho más cuando tal interés es crudamente crematístico o de control disciplinar. En este sentido, las vacunas constituyen un excelente instrumento en pro del bien común, pues protegen al vacunado, generando en él inmunidad frente a posibles contagios. No ocurre lo mismo con las terapias génicas experimentales, como demuestra un estudio que acaba de publicar la prestigiosa revista médica ‘The Lancet’ («Community transmission and viral load kinetics of the SARS-CoV-2 delta variant in vaccinated and unvaccinated individuals in the UK: a prospective, longitudinal, cohort study»), donde se reconoce sin ambages que el coronavirus se extiende también en «poblaciones con altas tasas de vacunación», incluso entre «personas totalmente vacunadas», quienes, además, cuando se contagian de nuevo, tienen una carga viral similar a la de las personas no vacunadas. Se agradece que una revista tan prestigiosa como ‘The Lancet’ reconozca paladinamente esta evidencia, que muchos hemos probado en nuestras propias carnes.

Y esto ocurre, pura y simplemente, porque las terapias génicas experimentales que nos han inoculado no son vacunas. De ahí que no inmunicen a los inoculados, de ahí que no eviten que los inoculados contagien; en todo caso, tal vez aminoren los efectos del contagio (lo que convierte a los inoculados en personas más peligrosas, pues al no enfermar prosiguen en sus hábitos normales y contagian más abundantemente). 

Por el momento, ignoramos si estas terapias génicas experimentales están provocando mutaciones en el virus. Sabemos con certeza, en cambio, que están provocando multitud de reacciones adversas, desde infartos fulminantes hasta miocarditis, trombosis, culebrilla, desarreglos menstruales, etcétera. Nadie, sin embargo, se hace cargo de estas numerosas reacciones adversas de las terapias génicas experimentales, ni los laboratorios que las fabrican, ni los estados que fuerzan su inoculación, ni los médicos que las administran, que sin embargo no las prescriben, para no incurrir en responsabilidades. 

Si todavía restase prensa libre en el mundo, se estarían denunciando tales prácticas, así como la ineficacia de las terapias génicas experimentales (¡sobre la que nos ha advertido el inventor de la técnica del ARN mensajero!); y se estaría investigando la proliferación de reacciones adversas.

Pero la prensa sistémica se halla al servicio de una estrategia biopolítica de control social. Por eso se dedica a azuzar las histerias tragacionistas y a enviscar a las sociedades, demonizando a quienes no están dispuestos a dimitir de la racionalidad.

JUAN MANUEL DE PRADA


NOTA PERSONAL: Espero que este artículo de Juan Manuel de Prada no le suponga ningún tipo de "castigo" o represalia. Al fin y al cabo, lo único que hace es limitarse a decir la verdad, aunque ésta le guste bien poco a los "poderosos" (por desgracia).

lunes, 26 de abril de 2021

Juan Manuel de Prada: «Una cosa es no ser negacionista y otra no ser un gilipollas»

 INFOVATICANA

Juan Manuel de Prada acaba de publicar su último libro: “Una biblioteca en el oasis”, 60 artículos publicados en la revista católica Magnificat, en los que trae a autores clásicos como Cervantes, Dickens o Chesterton

El escritor zamorano publicó antes “Cartas del sobrino a su diablo”, homenaje explícito y devoto a la magna obra de C.S. Lewis, en la que brinda a los lectores un muy mordaz y penetrante análisis de la España azotada por el coronavirus.

Con motivo de la publicación de “Una biblioteca en el Oasis”, el escritor ha concedido una entrevista a El Correo de Zamora en la que habla de sus posiciones cristianas.

Conocido partidario del distributismo, Prada aclara que no es una doctrina, sino “una alternativa al comunismo o capitalismo, que son lo mismo”. “Es la reivindicación de la economía natural: distribuir para acabar con los males económicos, personales, sociales. Si tienes propiedad, hay arraigo, te quedas en tu tierra y luchas”, explica.

“Si el sentido común no se hubiera proscrito, se impondría el reparto de la propiedad”, sostiene. “La concentración de la economía da beneficios monstruosos a grandes conglomerados empresariales que destruyen las economías nacionales, pequeños negocios van cerrando y Amazon apenas paga un 5% de impuestos. La plutocracia quiere concentrar la propiedad y los gobiernos trabajan para ella”, señala Prada.

Según el zamorano, la Iglesia católica, en los últimos tiempos, “denuncia la deriva del capitalismo”. “Antinatalismo y capitalismo van de la mano, este necesita trabajadores que no tengan hijos, así se conforman con sueldos peores, no luchan tanto por mantenerse en su tierra, te debilitas a ti mismo”, advierte. “Estas grandes cuestiones han dejado de hablarse en la Iglesia, aunque el Papa Francisco las ha puesto sobre la mesa”, asegura Prada.

Para el escritor la fe no tiene nada que ver con una ideología. “Las creencias son sucedáneos de la religión, la gente se aparta de la fe porque las adopta. Se usa la religión para lanzar determinadas ideologías”, aclara.

“La invasión ideológica mata la fe que promete una vida dichosa en la que resarcirse de sufrimientos; y las ideologías, traer esa vida a la tierra mediante una especie de taumaturgia extraña que no se lleva a cabo. Cada vez hay más personas que viven sin religión, nunca se ha dado un mundo tan radicalmente ateo, tan descreído”, alerta el afamado escritor.

El ateísmo “es una mutilación”. “En la Biblia no aparecen ateo ni ateísmo; la idolatría existía, pero no el ateísmo. Es negativo porque ese hueco lo llenas con una idolatría. La naturaleza del ídolo es difícil de determinar, siempre es el dinero, porque todo apela al dinero, al final, también los placeres más hedonistas”, añade.

La ideología “está destruyendo a las naciones y a España, que es la que me preocupa, es una sociedad incapacitada para el esfuerzo común porque la gente se odia de forma concreta y minuciosa”, afirma.

“El odio que ha introducido es monstruoso, hace fuertes a las oligarquías partitocráticas que necesitan exacerbar la división para ello, ofrecer posturas distintivas, ideologizarlo todo para construirse identitariamente”, continúa Prada.

El novelista se siente arrinconado por su fe católica. “Una persona religiosa se percibe como un bicho raro, poco común y que ha decido romper con su época y no tiene nada que ver con su realidad”, explica.

Prada cree que no se puede ser católico y de izquierdas o derechas. “Las ideologías son herejías del cristianismo, se quedan con aspectos parciales del mismo. La derecha toma más los aspectos morales y se desarrolla anticristiana en aspectos sociales; las izquierdas toman la visión económica y rechazan la visión moral”, advierte.

Para el escritor, el cristiano se caracteriza por hacer suyos paradigmas de otras culturas, “las acepta: la grecolatina, primero; e incorpora las culturas de los lugares por los que se extiende”. “Hoy el hombre rompe con su tradición y se convierte en huérfano, en una persona más manipulable, a través de los medios de comunicación, de la propaganda puedes provocar reacciones”, señala.

“Estoy perplejo de que la gente salga a la calle con mascarilla, que no sirve para nada, solo que tiene sentido en ambientes cerrados o muy cerrados”, dice, “lo hacemos porque nos lo ordenan”.

“No será un negacionista”, le interrumpe el entrevistador. “No”, contesta Prada, “en cuanto te atreves a discutir el relato oficial te conviertes en un negador de la realidad”. “En absoluto, pero hay cosas irracionales, llevo una vida muy recogida porque estoy con mis padres. Una cosa es no ser negacionista y otra no ser un gilipollas, hay cosas que pueden discutirse”, añade.

Prada sostiene que necesitamos hacer públicas las cosas en que creemos, “no mantenemos nuestro amor en el ámbito privado, lo hacemos público, cualquiera de nuestras inquietudes, necesitamos expresar lo que creemos”. Lo mismo sucede con la religión, “hay un vínculo vertical entre Dios y la persona, pero también horizontal, con la comunidad y necesita una expresión comunitaria”.

Prada recuerda como hace poco, en la radio, dijo que “cuando se empezó a experimentar con las vacunas se nos dijo que los protocolos no se podían saltar y que no habría vacunas hasta 2021, de hecho, cuando sale la primera vacuna, los científicos dijeron que no había fiabilidad y que no era seria, no admitía crédito, y una semana después salen las occidentales y, de repente, de eso se deja de hablar. Si hoy recuerdas esto, todo el mundo se vuelve contra ti. Se recuerda lo que se dijo, lo que están haciendo es utilizarnos como cobayas y esto me deja perplejo. Se han abreviado misteriosamente”.

Prada explica que la pandemia dejará una sociedad “muy inquietante”, pero también la naturaleza humana “cambia y, tarde o temprano, llegará una gran transformación porque la gente se dará cuenta de que la están engañando”.

“Será una sociedad más insolidaria e individualista, llena de desconfianza y reservas, tras la pandemia, ya lo estamos viendo. Pero no soy fatalista y esto cambiará. Una vía es la recuperación de la fe religiosa que tiende a hermanar y generar vínculos de apoyo y ayuda mutua, puede contribuir a esa regeneración necesaria”, opina Prada.

En el plano político cree que la plutocacraia “será más poderosa”, las economías nacionales “serán devastadas”, los gobernantes “se dedicarán a acatar este designio y a generar sociedades cada vez más enviscadas, con clases medias más empobrecidas, una ingente proporción de la población sin trabajo vivirá con subsidios, mientras los grandes conglomerados crecen e invaden todo”. Un futuro poco apetecible.

Juan Manuel de Prada

domingo, 19 de agosto de 2018

Leon Bloy: "La oposición creciente a la pena de muerte es consecuencia natural del declinar de la fe en la vida eterna" (Juan Manuel de Prada)



Un lector del blog nos manda estas aportaciones sobre la pena de muerte:
Afirmaba Léon Bloy que «la oposición creciente a la pena de muerte es consecuencia natural del declinar de la fe en la vida eterna». En efecto, en las sociedades que han dejado de creer en la vida eterna, esta pobre vida mortal se percibe como un bien absoluto que debe protegerse a toda costa; pues su pérdida equivale a una aniquilación definitiva. En cambio, en una sociedad religiosa, nuestra existencia terrenal tiene un valor relativo y el derecho a la vida propia impone unos deberes correlativos cuyo incumplimiento puede acarrear su pérdida. No olvidemos que, para una sociedad religiosa, el asesino, además de quitar la vida a otra persona, pone en peligro su salvación eterna, pues le impide ponerse en paz con Dios; es decir, obstaculiza los efectos benéficos de la redención y quiebra la nueva alianza que Dios selló con el hombre en la Cruz.
No encontramos en el Nuevo Testamento ninguna condena explícita de la pena capital. Jesús reprende a quien se toma la justicia por su mano (a Pedro cuando le corta la oreja a Malco en Getsemaní, a los discípulos que quieren atraer fuego del cielo sobre los samaritanos inhospitalarios); pero aprueba la pena de muerte para los que maldicen a sus padres (Mt 15, 4 y Mc 7, 10) y ni siquiera discute la autoridad de Poncio Pilatos para condenarlo a muerte. En los Hechos de los Apóstoles (5,1-11), Pedro dicta sentencia de muerte contra Ananías y su mujer Safira; y la sentencia la ejecuta Dios mismo. Y, en fin, en la Carta a los Hebreos (10, 28) se establece que debe morir sin misericordia quien haya profanado la Ley de Moisés. Todos los Padres y Doctores de la Iglesia se muestran unánimes en aceptar la pena de muerte, con tal de que al condenado se le permita salvar su alma (pues para esto fue instituida la Iglesia). Santo Tomás, por ejemplo, considera que la muerte de los malhechores es plenamente lícita cuando sus acciones constituyan un grave peligro para el bien común. Y sólo exige dos condiciones para que sea lícita la aplicación de la pena capital: que su motivación no sea el odio o la venganza; y que sea impuesta por una autoridad legítima.
Son estas condiciones las que tornan «inadmisible», conforme a la doctrina católica, la aplicación de la pena capital en nuestros días. Ya no existen gobernantes que se sometan a la ley divina y elaboren sus leyes conforme a ella; por lo tanto, su autoridad no es legítima. La pena de muerte, que siempre es indeseable, en manos de gobernantes inicuos se torna un instrumento temible que mañana mismo puede utilizarse, por odio o venganza, para perseguir y exterminar a los justos. Todas las demás razones contra la pena de muerte son paparruchas de un sentimentalismo divorciado de la razón, cuando no argumentos en los que subyace la negación del origen divino del Derecho y de la vida eterna. Escucharlos en ciertos labios provoca, en verdad, sobrecogimiento.
Chesterton advertía perspicazmente que, a medida que se restringía la pena de muerte, se favorecía la expansión del antinatalismo. Mientras el culpable que había empleado su existencia en infligir daño a los demás era perdonado, el inocente que apenas empezaba a existir era condenado a muerte. Y señalaba que, cuando la pena de muerte nos perturba más que los crímenes que la justifican, es porque en el fondo ya nos han dejado de perturbar los crímenes, incluso porque los crímenes han empezado a complacernos. Esta reflexión de Chesterton explica que haya personas que, a la vez que sacan pecho condenando la pena de muerte, se encojan ante el crimen legalizado de los inocentes. A esto se llama, en lenguaje apocalíptico, fornicar con los reyes de la tierra; y es lo que hace una señora de nombre muy feo.
Juan Manuel de Prada
El autor de este artículo no se atreve a citar al papa Francisco, quien reprueba la pena de muerte por motivos mundanos, elevados a rango de Catecismo, contradictorio con el de la Verdad, que siempre prevalecerá ante tamaña patochada.
El Oriente en Llamas